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En el afán de derrocar la Revolución cubana, la CIA, con apoyo de la administración de turno en EE.UU, ha elaborado planes de subversión político-ideológica para convertir a la juventud cubana, específicamente universitaria, en enemigos de Cuba. Con ese objetivo trataron de reclutar a Raúl para convertirlo en su agente en La Habana, de lograrlo sería la pieza clave en la tarea porque el trabajo que debía realizar Pablo, dentro de las universidades, permitiría la entrada de la CIA en uno de los sectores claves para ellos.Para frustrar cada proyecto del enemigo estaba Daniel, el agente de la Seguridad Cubana, con sus profundas convicciones desde que asumió la necesidad de vivir sin tener precio. La historia que narra el autor de Enemigo refiere, precisamente, su doble vida.
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Veröffentlichungsjahr: 2022
Edición: Martha Pon Rodríguez
Corrección: Olga M. López Gancedo
Diseño de cubierta y composición digital: Yunet Gutierrez Fernández
© Raúl Antonio Capote, 2020
© Sobre la presente edición:
Editorial Capitán San Luis, 2020
ISBN: 9789592115767
Editorial Capitán San Luis, Calle 38, no. 4717, entre 40 y 47,
Playa, La Habana, Cuba
Email:direccion@ecsanluis.rem.cu
Web: www.capitansanluis.cu / www.facebook.com/editorialcapitansanluis
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A Cuba
A mamá Cacha
A mis hijos
Ante una contrarrevolución cada vez más desprestigiada yen busca de líderes jóvenes, presentables, con cultura, capaces dellevar adelante proyectos creíbles y de atraer a intelectuales,artistas, estudiantes y personas de otros sectores hipotéticamente procapitalistas, la CIA descubrió a Raúl Antonio Capote. Se trataba de un escritor talentoso, crítico, con varios libros publicados, que comovicepresidente de la Asociación Hermanos SaízenCienfuegos había combatidoincomprensiones y torpezas burocráticas y ahora, como profesor universitario en La Habana, era muy popular entre sus alumnos por su carisma y el estilo desalmidonado y heterodoxo que usaba para impartir su materia: la Historia.
Así nació el agente Pablo, quien tendría como misiones enviar sistemáticamente a la CIA evaluaciones acerca del estado anímico de la población cubana ante cada coyuntura, sobre todo en los medios culturales y universitarios, y crear una Agencia Literaria alternativa y luego una Fundación de perfil educativo. Pablo podría llegar a convertirse en una pieza clave para el desmontaje de la institucionalidad revolucionaria. Se suponía que hacia Pablo y sus proyectos fluyeran creadores insatisfechos, que no encontraban respuesta para sus necesidades de promoción, estudiantes con una rebeldía amorfa —a la que podría dársele una estructuración política— y en general representantes de una “sociedad civil” decepcionada.
En este libro Raúl Antonio Capote nos cuenta sus experiencias como Pablo, sí, y como Daniel, agente de la Seguridad del Estado, con dramatismo, pasión, desenfado —y también con humor. En sus páginas verificamos una vez más el esfuerzo patético y siempre fracasado de nuestros enemigos por dividir a la intelectualidad cubana y crear en ella una quinta columna contrarrevolucionaria; su falta absoluta de ética, de principios; la imagen caricaturesca y despectiva que tienen de Cubay de los cubanos; y su incapacidad esencial para comprender a este pueblo y a su Revolución. Vemos, además, cómo actúan, sus formas de operar, sus máscaras, engaños y artificios.
Al propio tiempo, aprendemos más enEnemigo de personas como Capote, del extraordinario heroísmo que significa negarse a sí mismo públicamente día a día, pasar por pruebas durísimas para servir a tu país y estar obligado a compartir con gente innoble, portadora de la más estúpida arroganciaimperial, con una larga trayectoria al servicio de la represión, del genocidio, de la infamia. “Hay que arrancarse de sí. Servir es darse”, asegura Martí, en una carta a Enrique Loynaz, y en pocas misiones de un revolucionario se cumple tan justamente este procesotan amargo y luminoso como en la que llevan y han llevado a cabo Raúl Antonio Capote y tantos otros cubanos admirables.Arrancarse de sí, darse, eso hicieron martianamente, para servir, nuestros cinco héroes, a quienes Capote dedica con toda justicia este libro.
Abel Prieto
Este libro nació como de artesa, concebido en horas de paciente espera, afloró, desbordado, incontenible, tuve que ponerle riendas, sujetarlo fuerte para que no fuera solo corazón y el oficio intentara darle forma merecida.
Esta no es la clásica historia de contraespionaje, no es la tradicional aventura de espías y cazadores de espías, no es el acostumbrado testimonio contado por un exagente secreto. La historia que se narra aquí es real y forma parte de la epopeya del pueblo cubano, de la lucha de un pequeño país contra un gran país que siempre ha ambicionado dominarlo y poseerlo. Esta es apenas una escaramuza en esta batalla de David contra Goliat, contada por uno de sus protagonistas.
La Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA), elaboró un complejo plan de subversión político-ideológica, dirigido a convertir a los jóvenes cubanos en enemigos de la Revolución. Para lograr sus objetivos invirtieron cuantiosos recursos humanos y materiales. Pablo, su agente en La Habana, era pieza clave en esa tarea, su trabajo dentro de las universidades permitiría a la CIA penetrar un sector clave para ellos, los estudiantes universitarios. Pero, ¿quién era Pablo en realidad?
En el enfrentamiento a esos planes desempeñó un importante papel Daniel, agente de los Órganos de la Seguridad del Estado cubano. De las circunstancias que rodearon el cumplimiento de su misión trata este testimonio.
A lo largo de más de medio siglo, el caso Cuba ha sido especial para la CIA, afirmación esta más que demostrada por la magnitud, intensidad y extensión de sus acciones contra nuestro país. Incesantes planes de sabotaje, atentados, espionaje, subversión política y económica, han marcado todos estos años, pero lo más significativo radica en que sus planes mejor elaborados han terminado en un tremendo revés.
Dolor, carencias económicas, enfermedades y muerte ha sido el legado de esa tenebrosa organización para nuestro pueblo, pero han fracasado en su intento por liquidar el proceso revolucionario cubano.
Aquí apenas se devela una parte, una de las muchas caras que tiene esta guerra sin cuartel: la guerra que la CIA desarrolla contra la juventud cubana.
Es un libro consagrado, él y la acción que le dio origen, a quien por derecho propio y el amor de su pueblo, ocupa el primer lugar entre los cubanos, Fidel, nuestro Comandante en Jefe.
Dedico este libro en especial a mis hermanos: Robin, Vladimir, Emilio, Raúl, Gerardo. Y todos los demás que no puedo mencionar, ellos saben quiénes son.
A Gerardo, René, Antonio, Ramón y Fernando, jóvenes de mi generación, por su sacrificio. A ellos, que bajo la sombra del águila temible, detuvieron las artes homicidas de hombres sin patria y a la hora en que otros flaquean, en que muchos tiemblan y se empequeñecen, se tornaron gigantes y lanzaron el desafío de todo un pueblo al rostro de sus verdugos.
Mención especial merecen mis alumnos, estudiantes de la carrera de Profesores Generales Integrales, de la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona, por su amor, entrega y capacidad de sacrificio, por todo lo que he aprendido junto a ellos.
Dedico este libro a la juventud cubana.
Si amar piensas
El amarillo
Rey de los hombres
¡Muere conmigo!
¿Vivir impuro?
¡No vivas, hijo!
José Martí
El Malecón es el lugar más concurrido de La Habana, sitio de carnavales, lugar favorito de las parejas, zona ideal para pasar el rato, encontrarse con los amigos, conversar, hacer nuevas amistades. Un grupo de jóvenes canta Pequeña serenata diurna de Silvio, alumbrados por las luces de los autos y por una desvaída luna que apenas asoma sobre el mar. Las parejas se besan en el muro, la gente conversa en voz alta, ríen, bromean. Un borracho lanza improperios a unos muchachos que le provocan, es Pánfilo, convertido gracias a la prensa banal y de alquiler en marioneta triste del escándalo mediático. Me pego al muro, paso la mano sobre el áspero cemento.
Busco un lugar donde sentarme pero no hay sitio. Familias enteras huyen del calor, un calor agobiante, nunca antes sentido. Es un verano largo, con deseos de convertirse de verdad en eterno. La brisa sopla de vez en cuando y levanta nubes de un polvo salitroso que se mete en los ojos y causa irritación.
Un viejo recuerda, ahí mismo, frente al hotel Riviera, estaba emplazada una antiaérea cuando la Crisis de Octubre. Una señora menciona a Mayra Tirado, la más hermosa de las Estrellas del Carnaval habanero, habla de carrozas repletas de luces, de las comparsas evolucionando por la avenida, del Afrokán, de los Reyes 73, Ricardito y los Latinos, Van Van y Revé y los palcos llenos de luces de colores, las pipas de cerveza y las pergas y las serpentinas y los fuegos artificiales, una maravilla la carne de puerco, el arroz con calamares, el chilindrón picante, todo tan barato. Un tipo dice que antes en el capitalismo con dos pesos uno comía lo que le daba la gana y la señora del carnaval y el de la antiaérea le caen arriba, gritan, se enardecen, usted habla con el estómago y piensa con salva sea la parte, entonces el hombre habla de Gorbachov y la perestroika, el de la antiaérea dice ese es un traidor y el otro que si Solidaridad, el Muro de Berlín, Rumanía, la señora del carnaval ella no sabe mucho de esas cosas, le basta ver el noticiero y el viejo de la antiaérea eso enCubano va a pasar y los jóvenes cantan de nuevo Pequeña serenata diurna, mientras el de la perestroika habla de glasnost y economía de mercado, de las medidas de racionamiento de combustible, de carnets rojos clavados en los muros de Budapest y Praga, la señora torna a sus carnavales, a los Marqueses, al Alacrán, a la Jardinera y los Dandy y el tipo menciona a las Damas de Blanco, señala dos o tres nombres, pero se queda sin interlocutores, la señora sube los hombros y le da la espalda, el de la antiaérea lo mira con furia y hace un gesto de desprecio con la mano. El hombre se dirige a los muchachos que cantan, pero nadie conoce a los “héroes” que nombra. Es un hombre de unos 50 años bien vestido, intenta acaparar la atención pero no lo logra, los muchachos provocan de nuevo a Pánfilo que se acerca con su cantaleta: Aquí lo que hace falta es jama y todos ríen y se meten con él.
El muro está lleno de gente, repleto, parece que no cabe un alma más sobre la franja de cemento y siento unos deseos inmensos de abrazar a toda esa multitud. Siento el impulso de abrazarlos a todos, al de la antiaérea, a la del carnaval, a los jóvenes que cantan, a los vendedores de maní, a los músicos ambulantes, a las familias que mitigan el calor. Soy uno de ellos, aquí junto a ese mar que forma parte importante de mi vida. Junto a ese mar crecí, amé, lloré. Es la savia vital de esta ciudad eternamente rebelde, hermosa. Aquí cerca comenzó todo.
Esta ciudad va siempre en mí, dondequiera que vaya llevo sus calles. Recorro la isla de punta a cabo y ella me acompaña, con sus edificios, sus ruinas, sus llagas, sus lumbres, su ardor, su ritmo, sus miserias y virtudes, soy uno de ellos, un habanero más, fanático de Industriales, un cubano admirador de Víctor Mesa, tan nuestro ya que le ha robado el nombre al parque John Lennon del Vedado, donde se sienta a conversar cada tarde.
Un hombre de la calle, de conversar en sus esquinas, de criticarlo todo y probar sin ascos el alcohol del barrio, discutidor, sabelotodo, inconforme, “dominosero”, irreverente, admirador de las curvas y dones de nuestras mujeres, uno más, un cubano de a pie, común y corriente.
Soy uno de ellos pero tuve que dejar de ser, tuve que hacerme extraño a mí mismo, metamorfosear en algo ajeno a la esencia que nos distingue y honra. Llevo meses esperando para poder gritarlo a los cuatro vientos, pronto ocurrirá dicen, pero el pronto se alarga, se extiende.
Soy un cubano común. Uno más en ese gran mosaico de personas, científicos, deportistas, obreros, artistas, maestros, doctores, militares, estudiantes, guajiros. Un cubano, lo digo y siento un regocijo especial, cubano, ese entronque de savias orgullosas, africanas, europeas, asiáticas, amalgama de haitianos, jamaiquinos, culíes, hebreos, gallegos, isleños y un largo etc. Gente de esta ciudad, mi gente. Comunistas, cristianos, católicos, judíos, santeros, paleros, abakuás, rockeros, emos, miquis, reparteros, no importa lo que sean, ni cómo se llamen a sí mismos. Nada especial me distingue de ellos y ese es el principal orgullo que siento.
Uno de los rasgos distintivos del carácter de los cubanos es el patriotismo, la defensa apasionada de la libertad, principal obstáculo contra el que han tenido que lidiar los anexionistas de siempre. Francis H. Nichols publicaba el 29 de julio de 1899 un artículo en Outlook titulado “Cuban Character”: Patria es el objeto de la adoración y el fanatismo de los cubanos. Puede decirse que es la única cosa en la que realmente creen.Políticamente los cubanos son como dementes lúcidos… la patria es la esencia de la luz y la bondad, lo que todo buen cubano debe adorar… Ami pregunta de cómo pensaban expulsar de Cuba al Ejército español con tan pocos hombres y armas, respondían: “Es verdad, pero nosotros somos cubanos…”
Por eso todo ocurrió de manera natural, cualquier compatriota lo haría exactamente igual. Camino por el borde de la acera. El monumento a Calixto García está a oscuras, contemplo la silueta gris del guerrero soberbio que un día se pegó un tiro para no caer prisionero de los españoles.
El parque Martí, también a oscuras, lleno de sombras. En sus piscinas practiqué natación, hace ya mucho tiempo, en sus pistas ahora cubiertas de malezas hice atletismo. Nada de eso existe ya, una sombra enorme, una especie de monstruo mitológico se yergue entre el Malecón y el edificio del Ministerio de Relaciones Exteriores.
De joven acostumbraba, cuando entraban los frentes fríos, a caminar por la acera del otro lado de la avenida, bañado por el rugido del mar, por el salitre, por salpicaduras de las olas inmensas que saltan el muro. Muchas veces me pregunté en esas noches de caminar en solitario qué cosa era el enemigo, ese del que todo el mundo habla con una mezcla de rabia y cansancio, el que se esgrime cuando alguien quiere criticar algo que considera hiciste mal, algo inoportuno; cuando alguien quiere callarte la boca, cuando un escrito no agrada a tal o más cual burócrata, cuando se dice alguna cosa que no conviene, cuando se comete un error, aparece el enemigo, siempre el enemigo y uno llega a decir: Basta, si desembarca en nuestras costas, soy el primero en salir a combatirlo, no jodan más con el enemigo. ¿Y qué es? ¿Cómo es? ¿Quién es ese enemigo?
Es ese que lanza bombas sobre Yugoslavia, Panamá, Irak, Libia, destruye la ciudad de Las mil y una noches, viola a Sherezada y tortura a sus hijos, invade Santo Domingo, Granada, Afganistán, lincha negros y caza espaldas mojadas, ese ser especie de demonio jurado, inclasificable, culpable de muchas de nuestras desdichas, tesonero y terco. El enemigo es también un lugar, un país, inmenso y rico, de edificios grandes, acristalados, de autos modernos, el país de George Washington, Abraham Lincoln, de Martin Luther King y de Malcon X, de las Grandes Ligas, de los jipis y los Grand Funk, de Truman Capote, John Updike, Walt Whitman, J. D. Salinger, Edgar Allan Poe, William Faulkner, Kennedy Toole, T.S. Elliot, F.S. Fitzgerald y Ediyh Wharton, de las guitarras tañidas contra el viento y las trompetas mágicas de Nueva Orleans, es el país de los asesinos seriales y las gangas, de Al Capone, Meyer Lansky y Lucky Luciano, el país donde se comete un crimen violento cada 22,2 segundos, un asesinato cada 30,9 minutos, una violación cada 5,7 minutos, un robo cada 12 segundos, es el país del Ku-Klux-Klan, de Orlando Bosh y Posada Carriles, de la CIA y Mangosta, de las Operaciones Cóndor y Fénix, de la Escuela de las Américas y los golpes de Estado, Hiroshima y Nagasaki, Abuh Grhaib y Guantánamo.
Es también el lugar donde vivieron mis abuelos, donde nacieron mi tía y varios de mis sobrinos, donde reside el 90% de la familia. Ese enemigo es también el que nos arrebató, con engaño, la victoria en el año 1898, son los embajadores que mangoneaban a nuestros presidentes, la amenaza constante de intervención antes y de agresión después del triunfo revolucionario. Escuchaba la voz de la maestra de primaria, el enemigo no descansa, no duerme, no da tregua, lo repetía la voz en la radio, en la TV, la voz de los padres, de los veteranos de la guerra, luchaban las voces contra el aire furioso que se llevaba los retazos de palabras al mar revuelto.
Hoy sé que el enemigo es eso y mucho más.
Estamos conectados al Malecón, al muro, a sus aguas de azul intenso, respiramos a su ritmo, al compás de las olas. Camino frente al edificio gris de la Sección de Intereses de los Estados Unidos en La Habana (SINA), paso junto al Monte de las Banderas. Recuerdo la primera vez que entré a ese edificio, en mayo de 2004, un mes después de una gigantesca marcha contra el reforzamiento del bloqueo decretado por el entonces presidente George Bush. Un mes después de haber cenado en casa de un alto funcionario de la SINA.
Parece que fue hace un siglo, aunque no es tanto el tiempo transcurrido. Sé que no soy el mismo, mi trato con “el enemigo” cambió algo profundamente, para siempre, sin remedio.
El teléfono suena, le puse una melodía nueva, un fragmento de Noches de Moscú, dejo que llegue casi al final y luego levanto el auricular. Una voz extraña del otro lado invita a un almuerzo en la Embajada de España, será un gran placer dice la voz, un honor, etc., compartir con uno de los más destacados escritores cubanos. Siempre me ha incomodado sobremanera el elogio fútil, contengo a duras penas el malestar, tengo fama de dar respuestas ríspidas en casos similares, lo que no me ha permitido cosechar muchas amistades entre ciertos sectores del mundillo artístico y menos entre algunos funcionarios que le sirven. La voz al otro lado marca la hora y el día, 12 de mayo a las 12:00 y advierte que participará otro escritor amigo, un conocido tuyo, agrega.
Espero y me preparo para ese día, nunca he estado en una embajada y la tentación es fuerte, tengo miles de interrogantes. ¿Qué querrán de mí? ¿Por qué ahora resulta que soy uno de los más destacados escritores cubanos? No me ciega la vanidad, tengo una novela publicada por la Editorial Letras Cubanas, otra por publicar en la Editorial puertorriqueña Plaza Mayor y dos libros de cuentos, mi obra no es muy conocida. Salvo un reducido grupo de amigos y parientes, nadie conoce que soy escritor, para vecinos, alumnos y padres, soy el profesor Raúl, un fanático de la historia, nada más. Esa ha sido mi labor como escritor hasta ese día de mayo de 2004; nada importante que señalar.
Un día después vuelven a llamar y anuncian que ya no habrá cena, que el señor Agregado Cultural tuvo que viajar con urgencia a España, en otro momento se le invitará de nuevo, espere nueva llamada pronto.
Pasan los días y efectivamente la llamada se produce, no estoy en la casa y mi esposa toma el recado, te llamaron de la SINA dice extrañada, la persona que habló conmigo dice que te volverá a llamar mañana a las 3 de la tarde. ¿De la SINA? ¿Qué hacer? ¿Por qué me invitan? Mi actuación en los últimos años no es muy ortodoxa que digamos, no son pocos los encontronazos que he tenido con algún que otro funcionario de la cultura.
De la novela El adversario se ha hablado fuera de Cuba, es increíble la lectura que hacen del libro, hasta profesor de religiones comparadas he sido nombrado, renovador de la novela esotérica cubana, etc. El libro es crítico, ¿de qué otra forma se puede escribir con el corazón en la isla de finales de los 90? Una norteamericana dice que el libro es una gran muestra de amor a Cuba, un homenaje a La Habana y a los habaneros que la viven y sobreviven en esos duros años. Ella hace una lectura muy parecida a la mía.
En aquellos días El adversario aún no era un libro impreso y solo algunos lo habían leído en formato digital, ellos se ocuparían de que saliera pronto de las prensas convertido en bandera de la literatura disidente, algo que traté de evitar ocurriera, luchando incluso contra cierta vanidad de escritor, todo escritor sabe cuánto se ama el libro que nace de cientos de horas de desvelo, pero era una deuda que tenía con esa obra, con mi novela, esa criatura nació de un hombre libre, para hombres libres y debía esperar a que se le hiciere justicia y no se le ensuciara con tejemanejes extraliterarios.
La persona que llama pregunta si habla con el escritor Raúl Capote, soy yo, le respondo, ¿quién habla? Raúl, le habla Francisco Sáenz, soy un funcionario de la Sección de Intereses de los Estados Unidos, nosotros queremos invitarle para un pequeño coctel que vamos a realizar en mi residencia, un amigo común nos dijo que sería buena idea que le invitáramos a usted. ¿Está dispuesto? ¿Tiene algún inconveniente? Guardo silencio unos instantes y él insiste, si tiene inconveniente lo entenderíamos. No, ninguno, me apresuro a responder.
Es 14 de mayo y esa misma mañana el pueblo cubano marchó en protesta por las nuevas medidas de la administración Bush contra la isla. Escucho la denuncia que hace Fidel de los planes estadounidenses y recuerdo las instrucciones dadas a las tropas interventoras en 1898 por el Secretario de Guerra J. C Breckenridge: “…debemos limpiar el país, aunque ello signifique usar los métodos que la Divina Providencia utilizó en las ciudades de Sodoma y Gomorra. Tenemos que destruir todo lo que esté al alcance de nuestros cañones. Tenemos que imponer un bloqueo riguroso de manera que el hambre y su constante compañera, la peste, minen a la población pacífica y diezmen al ejército cubano”.
Exactamente un mes después de la emisión del Memorándum Breckenridge —el 24 de enero de 1898— Estados Unidos enviaba al puerto de La Habana el acorazado Maine.
Es el mismo enemigo y estoy a punto de entrar a su casa.
El lugar de la cita es una bella residencia en el barrio habanero de Miramar, llevo las mejores galas, una camisa de manga larga prestada, un viejo pantalón azul y unos zapatos que no utilizo desde hace un par de años, paso trabajo para ir “poco decente”, según palabras de mi esposa. No hacemos vida de recepciones y fiestas, por lo que en el escaparate no existe ropa adecuada, siempre visto informal y además nunca le he dado mucha importancia a esas cosas.
Mi esposa se muestra reticente, no entiende el repentino interés que tengo en asistir a ese encuentro, nos despedimos disgustados, no será la primera vez en estos años, dice que es peligroso y habla del enemigo, siempre el enemigo. Cada salida se convertirá en una odisea que llegará a poner en peligro nuestro matrimonio.
Un empleado invita a pasar a un recibidor en penumbras, un hombre se acerca, soy Lois John Nigro, jefe adjunto de la Sección de Intereses de los Estados Unidos. Raúl Capote, mucho gusto. John Nigro sirve whisky para los dos, dice que le gusta mucho la literatura cubana, pregunta si conozco a Zoe Valdés, le digo que sí, pero que no creo que ella sea el mejor ejemplo de buena literatura cubana, ríe, ¿y a quién recomiendas?, pegunta. Hay muy buena literatura en este país, le cito algunos nombres, sin dejar de mencionar a Carpentier, Lezama, Virgilio, los clásicos. Estoy de acuerdo contigo, no me gusta Zoe.
Caminamos por una especie de saleta donde abundan las obras de arte, pinturas y esculturas de autores cubanos, gente joven sobre todo. Él observa en silencio mientras contemplo los cuadros. Luego pasamos al patio donde esperan los invitados.
Hay una mesa larga dispuesta en el portal. En el jardín conversan de pie un grupo de personas, extranjeros todos. Nigro hace la presentación, un escritor cubano, amigo de un amigo nuestro. La conversación gira en torno a la marcha de esa mañana frente a la SINA, medio millón de personas, afirma un tipo joven, trigueño, de rostro sonrosado, yo estaba allí,fue impresionante, alardea, tienen un programa informático que permite calcular la cifra exacta de personas que desfilaron.
Un hombre alto se acerca desde la casa, lleva una guayabera blanca, bueno, todos visten guayaberas blancas de mangas largas, viene directo a donde estoy, Francisco Sáenz, se presenta, ¿ya conoces al resto de nuestros invitados?, espero disculpen la tardanza, el anfitrión llegando tarde, qué va a pensar nuestro invitado especial. Uno a uno se presentan, dicen sus nombres y cargos, el sonrosado y dos más se mantienen aparte, Stanislav Kázecký, primer secretario de la Embajada Checa; Patricio Pradel Elgueta, consejero de la Embajada de Chile; Koen Sizoo, consejero de la Embajada de los Países Bajos. Son 8 personas contando a Sáenz y Nigro.
Una mujer joven, bonita, se aproxima acompañada de un conocido, Dagoberto Valdés. Se disculpan también por llegar un poco tarde. A Dagoberto lo conozco desde hace años, varias veces he sido jurado del concurso literario de la revista Vitral; además de ser director de esta, dirige el Centro de Formación Cívica y Religiosa de Pinar del Río; es todo un experto en temas relacionados con la llamada “Sociedad Civil”. Saluda con un abrazo y luego presenta a su acompañante, Kelly Keiderling, primera secretaria de Prensa y Cultura de la SINA. Él es el amigode quien mucho te he hablado, le dice. La funcionaria americana tiene una bella sonrisa, es elegante, viste bien, su mirada denota inteligencia. Sí, Dago siempre está hablando de ti, te ha recomendado muy bien.
La conversación sigue en torno a la marcha y el futuro de Cuba, el trigueño sonrosado asegura que el país no aguanta más, varios reafirman sus tesis, basándose en la experiencia que dicen tener de Europa del Este, todos estuvieron allá, apunta Sáenz. Kelly no se muestra de acuerdo, afirma que hay que apretar, emprender acciones duras, fortalecer el embargo, no aguanto y le riposto: No puedo estar de acuerdo con usted, eso que plantea es una barbaridad. Entonces debo entender —muerde las palabras la funcionaria de la SINA— que usted es de los que se oponen al embargo. Sí, digo con firmeza, estoy en contra de ese tipo de medidas, el bloqueo daña al pueblo cubano. Kelly interrumpe, el fin justifica los medios. En la Cuba que soñamos y vivimos los cubanos, le respondo, el fin nunca puede ni va a justificar los medios. Dagoberto me apoya y lanza un discurso conciliador sobre el papel de la lucha pacífica y de la sociedad civil en el cambio que seguro va a ocurrir pronto.
Sáenz nos invita a pasar a la mesa, quedo sentado junto a la cabecera que es ocupada por el chileno, al lado sientan a Kelly. Ella pone la silla bien cerca, siento su perfume, es una fragancia que no conozco, es tenue, misteriosa. Frente a nosotros se sienta el trigueño sibilino. Sáenz se sitúa en la otra punta de la mesa, enciende una reproductora y pone un CD del grupo Moneda Dura. Sirven aperitivos y abundantes bebidas, la copa siempre está llena, ellos se ocupan de que no permanezca vacía, parece que se desviven por atenderme y elogiarme, todos quieren saber qué opinión tengo sobre la literatura cubana actual, cuál puede ser la actitud que asuman los escritores noveles acerca de las medidas anunciadas por el presidente de los Estados Unidos.
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