Equisofía - Fernando Osorio - E-Book

Equisofía E-Book

Fernando Osorio

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Beschreibung

Equisofía es un libro escrito con el corazón por y para el caballo, por y para el jinete y como rendido homenaje a ese mágico binomio que, en cualquier pista, en cualquier escenario, debería pintar siempre con los pinceles del arte ecuestre. A lo largo de estas páginas circulan a sus anchas caballos y caballistas, personajes exóticos, excéntricos, sabios, ignorantes, trabajadores incansables, vagos redomados, buenas y malas gentes en fin, ese rocambolesco popurrí del que todos formamos parte y que Fernando Osorio ha querido retratar a su manera en este libro.

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Equisofia

[La equitación del arte y el corazón]

Fernando Osorio

 

Título original: Equisofía, la equitación del arte y el corazón

 

Primera edición: Junio 2017

© 2017 Editorial Kolima, Madrid

www.editorialkolima.com

 

Autor: Fernando Osorio

Dirección editorial: Marta Prieto Asirón

Maquetación de cubierta: Sergio Santos Palmero

Maquetación: Sergio Santos Palmero, Carolina Hernández A.

Colaboradores: Jenifer García Zamora

 

ISBN: 978-84-16994-29-8

 

 

No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorpora-ción a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares de propiedad intelectual.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 45).

A mi familia, por el paraíso incomparable de una infancia feliz.

 

 

 

 

Cuando tengas que elegir entre dos caminos, elige siempre el del corazón.

Prologo

He recibido el encargo de prologar este libro. La ver-dad es que es una tarea fácil y que me satisface. Fernando Osorio es una persona sensible, culta y conocedora del mundillo de la hípica. La aproximación que hace a través de su rica prosa preñada de conocimientos de Historia, Arte y Filosofía a nuestro deporte, nos procura una visión con un sesgo distinto y, por tanto, fresco.

La mezcla de ese ángulo diferente desde el que obser-va con el objeto observado, tan antiguo y clásico, despierta nuestros sentidos, a veces algo embotados por la falta de aportaciones innovadoras, trayéndonos un interés nuevo y aún mayor, si cabe, sobre aquello que nos apasiona: el caba-llo y todo lo que lo rodea.

Su «Cuarta Línea» siempre fue algo que me hacía abrir la revista que lo editaba con verdadera expectación. «A ver de qué va a hablar hoy Fernando» pensaba; no tanto por aquello sobre lo que disertara en esa ocasión, si no por la aproximación que haría hacia ello y el desarrollo que pudiera darle. No todo es el fondo. El arte se encuentra en la forma y a mí, personalmente, la forma y las formas me interesan enormemente. De hecho son lo que marcan la diferencia y, en muchas ocasiones, lo que nos permite disfrutar un poco más de la vida.

La manera en la que escribe Fernando, como de epístola hacia el lector de quien no espera contestación sino solo des-pertar su atención hacia el objeto al que se refiere, me parece un acierto. Más aún cuando la carta queda en billete, debido a la cortedad en su extensión, lo que le procura agilidad y da al lector la alegría de recibir una información interesante y, en ocasiones francamente divertida, de una manera que no

Prologo

He recibido el encargo de prologar este libro. La ver-dad es que es una tarea fácil y que me satisface. Fernando Osorio es una persona sensible, culta y conocedora del mundillo de la hípica. La aproximación que hace a través de su rica prosa preñada de conocimientos de Historia, Arte y Filosofía a nuestro deporte, nos procura una visión con un sesgo distinto y, por tanto, fresco.

La mezcla de ese ángulo diferente desde el que obser-va con el objeto observado, tan antiguo y clásico, despierta nuestros sentidos, a veces algo embotados por la falta de aportaciones innovadoras, trayéndonos un interés nuevo y aún mayor, si cabe, sobre aquello que nos apasiona: el caba-llo y todo lo que lo rodea.

Su «Cuarta Línea» siempre fue algo que me hacía abrir la revista que lo editaba con verdadera expectación. «A ver de qué va a hablar hoy Fernando» pensaba; no tanto por aquello sobre lo que disertara en esa ocasión, si no por la aproximación que haría hacia ello y el desarrollo que pudiera darle. No todo es el fondo. El arte se encuentra en la forma y a mí, personalmente, la forma y las formas me interesan enormemente. De hecho son lo que marcan la diferencia y, en muchas ocasiones, lo que nos permite disfrutar un poco más de la vida.

La manera en la que escribe Fernando, como de epístola hacia el lector de quien no espera contestación sino solo des-pertar su atención hacia el objeto al que se refiere, me parece un acierto. Más aún cuando la carta queda en billete, debido a la cortedad en su extensión, lo que le procura agilidad y da al lector la alegría de recibir una información interesante y, en ocasiones francamente divertida, de una manera que no

se hace tediosa; incluso diría que a veces nos dejaba con las ganas de que el relato hubiera sido algo más extenso. Y eso, a mi forma de ver, es una virtud en un escritor.

Fernando es un escritor honesto a carta cabal que en ocasiones ha puesto sus líneas a favor del que no tiene me-dios de dar a conocer una situación injusta y en otras ha ala-bado a los que trabajan con humildad en este mundillo. Un espadachín de la pluma que al final siempre defiende su ver-dad, que, no nos engañemos, es la que existe para cada uno de nosotros.

La defensa que hace de la Doma Clásica como arte, ade-más como deporte, puede parecer algo extemporánea si atendemos a la deriva que ha tomado esta disciplina en los últimos años. Para mí nada no hay más lejos de mi realidad. Montar a caballo, como manejar una pluma o tocar un ins-trumento, no contenta al que observa únicamente por la ex-hibición de una gran destreza en la aplicación de la técnica: hace falta algo más que encienda la chispa, esa chispa que hace que un jinete pase de la categoría de menestral a la de artista.

Pero no quiero aburrir al lector. Valgan estas pocas lí-neas para dar cumplimiento al encargo, que lo poco agrada y lo mucho hastía. Pasa pues página y entra en el mundo de Fernando y disfruta.

Víctor Álvarez Díez

Jinete español de Doma Clásica

Presentacion

¿Se pueden mezclar Filosofía e Hípica y hacer algo interesante con todo ello? Es lo que voy a intentar en este libro con la esperanza de que el experimento sea de su agrado.

Filosofía, para aquellos que experimenten un horror in-fundado ante el temido «palabro», significa amor a la sabidu-ría, una preciosa declaración de intenciones que busca hacer de nosotros seres pensantes, libres y un poquito mejores.

La «Equisofía» camina por caminos paralelos, aunque sin meterse en tantas profundidades; caminos, desde luego, más centrados en el «noble bruto», su mundo y nuestra rela-ción con él pero con muchas afinidades respecto a su «her-mana mayor». Y es que la Equisofía busca la ciencia que hay tras la técnica, pero desde una perspectiva ética que también conduce a la sabiduría; trata de inculcar el deseo de conver-tir en arte lo que para otros es un simple deporte, exigiendo, como condición sine qua non, la fidelidad a unos principios morales que no deben romperse bajo ningún concepto.

La moral y la ética son esenciales en la Equisofía, porque un jinete que se precie ha de ser, ante todo, persona en todo el sentido de la palabra.

Aparentemente vivimos en una sociedad libre y placen-tera: Internet, teléfonos prodigiosos, televisores de alta defi-nición, «Playesteichions», «Ipods», «Ipads», «Iphones» «I...

todoloquselesocurra...» y un largo etc. de prodigios tecnoló-gicos que lo único que hacen es mantenernos en un limbo de estupidez muy conveniente para algunos, o sea, hacernos mutar en las ovejas de un rebaño que sigue obediente los ca-minos trillados del «sí bwana».

Esta época tecnológica y aparentemente deslumbrante que nos ha tocado padecer es, de hecho y a pesar de los espe-jismos anteriormente citados, una de las más grises, estúpi-das y menos libres e interesantes de los últimos siglos; pero esa es otra historia y no el objetivo de estas páginas pues son temas que merecerían un tratado entero.

Defiendo la Filosofía porque, bien explicada y entendida, nos hace más humanos, independientes y, sobre todo, por-que no se alimenta de respuestas sino de interrogantes, y es precisamente esto, la capacidad de hacernos preguntas, lo que nos ha hecho avanzar como especie.

Ante todo, y antes de proseguir, quiero tranquilizar al lector respecto a la palabra «Filosofía», término asociado frecuentemente a tochos infumables y rollos patateros capa-ces de curar el insomnio al más pintado.

Lo que falla en la Filosofía no es su esencia, que es fas-cinante, sino la manera en la que por desgracia se explica en muchos institutos en los que se lanzan las palabras y obras de los grandes pensadores como objetos contundentes que hieren mortalmente las tiernas testas de los estudiantes ha-ciendo que releguen esta asignatura al paraíso de las mate-rias non gratas.

La Filosofía explicada con sencillez no tiene por qué ser farragosa e incomprensible. Se trata simplemente de formar un espíritu crítico, hacerse preguntas, amueblar nuestro in-terior y evitar de esta manera que nos hagan comulgar con ruedas de molino o endilgarnos tocomochos de todo tipo.

La equitación no es ajena a todos estos tejemanejes y necesita de educadores que sepan transmitir a las nuevas generaciones un espíritu innovador, crítico y exento de los males de un pasado que hay que dejar atrás lo antes posible en muchos sentidos.

Los que me conocen saben de mi insistencia en defen-der la técnica por encima de todo; o sea, aprende a montar correctamente, entiende las ayudas, la importancia y el uso del asiento y el cuerpo, el respeto al caballo, la humildad, el aprendizaje de una formación continua, y las puertas acaba-rán abriéndose a tu paso más tarde o más temprano. Es por ello por lo que creo que una base de equitación clásica (no utilizaré el término «doma clásica» ya que este libro trata so-bre el espíritu de la Equitación y no sobre una disciplina en concreto) es indispensable para el éxito posterior en la mo-dalidad de competición que se elija en el futuro.

He querido por tanto comparar el aprendizaje de la Equitación clásica con la Filosofía, pues, al igual que esta, la «Equisofía» nos otorga el conocimiento para llegar a ser li-bres, tener criterio y hacer y hacernos preguntas diariamente sin tener que tragarnos las historias que sin duda tratarán de endilgarnos un sinfín de indocumentados y vendemotos que sin duda nos encontraremos a lo largo de nuestro camino.

Libertad y cultura van de la mano y no se puede ser libre sin educación. Privados de información seremos siempre ig-norantes, esclavos o tontos útiles. En esto consiste la «equi-sofía». Espero que sea de su agrado.

Fernando Osorio

Respeto (o el perfume de las flores)

«Tendremos cuidado de no inspirar disgusto al joven animal, lo cual le haría perder su gracia afable. Ella es parecida al perfume de las flores que no vuelve cuando se ha desvanecido».

Antoine Pluvinel

Siempre me ha inspirado esta frase del gran maestro francés. Creo que refleja a la perfección el espíritu que debe guiar nuestro día a día ecuestre.

«El perfume de las flores» es un gran símil para expresar esa esencia única que tiene cada caballo, un alma invisible pero real que cuando se destruye es casi imposible recupe-rar.

Desde esta perspectiva, como comprenderán, la respon-sabilidad del jinete es enorme ya que es como si a nuestras manos llegara un bloque de una valiosa arcilla que debiéra-mos modelar con corazón y sabiduría. Si nos equivocamos en su proceso de fabricación habremos destruido algo muy valioso.

El ego mal entendido, el creerse algo, la estúpida nece-dad de no querer preguntar, el obstinarse en solucionar los problemas a base de palos o una técnica insuficiente, harán que el perfume único del alma de ese caballo que depende de nosotros se extinga para no volver más.

Hay ciertas palabras que aparecerán con frecuencia a lo largo de estas páginas: humildad, técnica, trabajo, aprendi-zaje… todas apuntan al mismo sitio y todas comienzan en el mismo lugar: el respeto a un ser vivo e inteligente que en nin-

gún momento es nuestro sirviente o esclavo, sino un compa-ñero con el que pasaremos muchas horas y al que debemos el mejor trato posible ya que –aunque es obvio– a menudo nos olvidamos de que él no ha elegido precisamente un tipo de vida tan alejada de su naturaleza como es el confinamiento en un box.

Son muchísimas las reflexiones de grandes y reconoci-dos caballistas a lo largo de la Historia que hacen referencia al respeto y a un comportamiento correcto y exento de bru-talidad:

«Jamás hay que utilizar la violencia para que un caballo perfeccione sus capacidades sino alternar con delicadeza exigencias y recompensas; multiplicar los cumplimientos y reducir los castigos».

Alois Podhjasky

«Hay que hacer del caballo un amigo y no un esclavo; usted verá que es un compañero extraordinario».

Nuno Oliveira

Y así podría seguir hasta el infinito (y más allá) pero creo que como muestra vale un botón y que mi filosofía, o «equisofía», queda reflejada en frases como estas y alguna

más que compartiré con ustedes a lo largo de los próximos capítulos.

Una de las primeras cosas que, como profesor, me gusta inculcar a mis alumnos es el respeto a nuestro compañero de equipo. El caballo, como todo ser vivo, merece ser tratado correctamente en todo momento ya que no somos nadie para inflingirle los daños físicos y morales que muchos ejemplares tienen que sufrir a lo largo de sus vidas.

Es lamentable, vergonzoso y triste ver los métodos que ciertos jinetes (profesionales incluidos) emplean en su día a día. Yo he tenido que compartir pista con estos rufianes du-rante muchos años y he luchado contra ellos como mejor he podido, tanto en persona como a través de mis escritos.

Pero no solo es lamentable el hecho en sí por su vileza y cobardía, sino que lo que es aún peor es que estos métodos se normalicen gracias –cómo no– a la figura de «profesores» que consienten (e incluso incitan) a jinetes inexpertos a pe-gar y castigar al caballo por errores o contratiempos que, en el noventa y nueve por ciento de los casos, se producen por «errores de pilotaje». Esto, además de injusto y cruel, genera en los principiantes una total falta de sensibilidad para el día de mañana, y les hace ver el maltrato como algo inocuo, toda una lacra que no solo transforma al caballoen un simple ob-jeto de usar y tirar, sino que perpetúa estas prácticas que se seguirán transmitiendo como una patética herencia a los que vienen detrás en una interminable cadena hasta el infinito.

Crear, por tanto, sensibilidad y respeto hacia el caballo ha sido uno de los objetivos que me han movido desde el principio y, mientras siga enseñando y escribiendo, seguiré haciéndolo con la esperanza de lograr un cambio, por muy pequeño que sea, en los que vienen detrás y en cuyas ma-nos está la posibilidad de superarnos en todos los aspectos y construir poco a poco un futuro mejor.

Creo que la sensibilidad y la empatía son dones con los que se nace. Con la crueldad también, pero el cambio y la transformación personal son posibles y es obligación de pa-dres y educadores esforzarse en transmitir a las nuevas ge-neraciones los valores que deben imperar, no solo en nuestro deporte, sino en la sociedad, porque el perfume de las flores también está en el espíritu de las personas. Debemos tratar por todos los medios que nunca pierda su fragancia en el co-razón de los que seguirán nuestros pasos.

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Decía en la introducción que el deporte ecuestre debe ser ante todo un arte, y como tal, exige cierta sensibilidad y espí-ritu de perfección.

La sensibilidad a la que me refiero no apunta solo al lado sentimental o incluso –en un terreno más técnico– a la ex-clusión de esos métodos brutales con los que algunos tratan a los caballos. Esta sensibilidad, imprescindible en un buen profesional, implica la capacidad del jinete o preparador de interpretar gestos, señales o comportamientos, para poder descifrar el sutil y silencioso lenguaje equino, que no por no

estar compuesto de palabras a nuestra usanza es menos elo-cuente, válido e importante1.

Con