ESPEJOS - Gisel Vogt - E-Book

ESPEJOS E-Book

Gisel Vogt

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Beschreibung

Esta historia se trata de salir del rol de víctimas y asumir nuestra vida, narra la importancia de aprender a mirarnos a nosotr@s mism@s de frente en el reflejo de los espejos que son l@s otr@s y aprender a aceptar eso que vemos, aprender a trabajar nuestras heridas y aspectos más oscuros. Esta historia se trata de mirarnos de frente en el espejo más grande: la vida y no tapar el reflejo, sino aceptarlo como la mayor fuente de aprendizaje. Espejos ¿para qué sirven? La respuesta es obvia: para mirarnos, pero incluso en ellos vemos solamente lo que nos conviene o lo que queremos ver. ¿Qué ves en el reflejo, las luces o las sombras?

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Seitenzahl: 170

Veröffentlichungsjahr: 2021

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GISEL VOGT

ESPEJOS

¿qué ves si te quitas la máscara?

Editorial Autores de Argentina

Vogt, Gisel

Espejos ¿Qué ves si te quitas la máscara? / Gisel Vogt. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2020.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: online

ISBN 978-987-87-1157-7

1. Ensayo Sociológico. I. Título.

CDD 301.01

Editorial Autores de Argentina

www.autoresdeargentina.com

Mail: [email protected]

Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723

Impreso en Argentina – Printed in Argentina

A mi madre y herman@s

Al lector

Deseo que la historia sea de tu agrado, que la disfrutes y, si algo del relato te sirve de espejo o te motiva a mirarte y aceptar cada situación y persona en tu vida como fuente de aprendizaje, el viaje a través, de las páginas de este libro habrá cumplido con su misión de reflector y de animar a otr@s a mirarse sin miedos y sin máscaras.

Gisel

Más allá de los espejos

¿Cuántos espejos hay en tu vida? ¿Cuántos crees que llegarán?

Espejos, ¿para qué sirven? La respuesta es obvia: para vernos, pero nos olvidamos que aun en ellos vemos solamente lo que queremos ver, a veces incluso vemos solo lo que nos conviene ver.

Desde niñ@s estamos rodead@s de espejos, es decir, de personas, esos seres maravillosos con los que nos vincula la vida en esos espejos, podemos apreciar a través de nuestros reflejos nuestros matices, los más bellos y los no tanto.

El espejo se torna monumental cuando nos adentramos en el ámbito de las relaciones de pareja, es ahí, cuando el cristal se “limpia” y vemos aun un poco más de lo que solemos y queremos ver, vemos tanto a veces que incluso ya no queremos mirar y preferimos dejar de hacerlo.

Los espejos “personas” están ahí para que podamos mirar a los ojos a nuestro reflejo, para que podamos ver más y más aspectos de nuestra persona de nuestras máscaras y, a partir de ahí, salir al mundo sin miedo a conocer y seguir conociéndonos en profundidad.

Los espejos suelen ser pasajeros, pero te dejan grabado el reflejo en tu mente, aunque vos no los quieras asumir como propios y sin importar lo que tú quieras, los espejos siguen su viaje de reflectores y tú podrás decidir si asumir tus reflejos o intentar huir, pero ¡ojo! Que al hallar otro espejo tu reflejo volverá a estar ahí. Recordá lo que vemos en los demás, son proyecciones nuestras porque no vemos el mundo como es, sino como somos.

CAPÍTULO 1: PRIMEROS ESPEJOS: se limpian los cristales

MARZO DE 2003

Es imposible que de niñ@s no idealicemos a nuestros padres, para mí eran “perfectos”. Mí mamá trabajaba de enfermera en el hospital, era una mujer que combinaba el afecto con la autoridad, ella era muy cariñosa, pero a su vez exigente conmigo y mis hermanos con respecto al estudio y el orden, aunque, por lo general, solo la veía en las noches y los fines de semana por sus horarios, ella ejercía la imagen de mujer segura, cariñosa y protectora y era un ejemplo para mí. Mi padre era socio y dueño de una ferretería industrial, era muy cariñoso y siempre tenía algo nuevo para enseñarme y, a diferencia de mamá, él no era muy exigente ni autoritario. Con él pasaba todas las tardes ya que, iba a la escuela a la mañana con dos de mis hermanos y al regresar solía acompañar a papá a su trabajo y si estaba ocupado yo llevaba un libro, leía en lo que él se desocupaba antes de llevarme al parque o a la costanera a mí y a veces también, a mis hermanos. Por cierto somos cuatro: Joaquín (que tenía clases a la tarde), Camila, Gastón y yo, Micaela, que soy la menor de los cuatro.

Papá es un hombre de 1,80, de pelo castaño claro, piel blanca y ojos verdes; mamá es morocha, de 1,60, pelo negro y ojos marrones, yo siempre me convencí de que por esa razón mis hermanos y yo somos tan distintos: Gastón y Joaquín son más trigueños, pelo negro y ojos marrones, Camila tiene el pelo castaño oscuro rizado, la piel blanca y los ojos verdes, yo tengo el pelo castaño claro, piel clara y los ojos marrones claro, aunque a su vez tenemos rasgos físicos comunes.

¿Qué tan pronto descubriste que tus padres no son semidioses, sino simples humanos?

A mí la vida me enseñó pronto, quizás demasiado pronto.

Recuerdo claramente esa noche, era sábado, yo estaba jugando a ajedrez con Gastón, y Camila traía platos y los dejó en la mesa porque estábamos por cenar, se empezaron a oír gritos provenientes de la habitación de nuestros padres. Ya los había oído discutir antes porque cuando se encerraban seguro discutían, pero esa vez era diferente, de repente, mamá salió detrás de mi padre dando un portazo.

—No puedo creer que creas todas esas cosas, ¿por qué no dejás que te explique? Ya estoy cansada de tanta desconfianza.

—Vos cansada, y ¿yo qué? Estoy cansado de escuchar que soy el pelotudo, el cornudo.

Camila me agarró de la mano y nos llevó a Gastón y a mí a nuestra habitación y cerró la puerta, pero todavía se escuchaban los gritos

—¿Se van a separar? —pregunté.

Camila me abrazó y de repente escuchamos ruido de platos rompiéndose y vi salir a Gastón de la habitación y yo lo seguí. Papá estaba como loco tirando cosas y mamá gritaba, en eso vi llegar a Joaquín.

—Papá, calmate —dijo.

—No te metas, bastardo.

—No le hables así a tu hijo —gritó mamá.

—Mi hijo, ni vos te lo creés, mirá, mirá, es un negro de mierda igual que él —señaló a Gastón, luego agarró el brazo de mamá y la estiró hacia él—, sos una puta de mierda.

—No le vuelvas a hablar así a mamá.

Joaquín lo empujó y mi padre, más bien ese hombre al que llamaba padre, reaccionó como nunca lo había visto reaccionar, golpeó a Joaquín en reiteradas ocasiones. Gastón intentó defenderlo y también lo golpeó, mamá terminó interviniendo al empujarlo y él gritó que ella era una puta que le había sido infiel, que él sabía que no era el padre de esos negros. Ella le reprochó que el infiel era él y que no se olvide del hijo que abandonó. ¿No pensás contarles a tus hijos que ahora tienen un hermano un poco menor que Micaela? —Yo lloraba abrazada a Camila y Joaquín cuando papá se fue de la casa.

Desde esa noche, mi padre, ese hombre al que creía conocer, comenzó a tratarnos mal, principalmente a Gastón y Joaquín, y por primera vez sentí repulsión por él. ¿No querés hijos “negros”? No te cases con una mujer así. ¿Resulta que sos racista? No te cases con una criolla, porque tus hijos no serán rubios como vos.

Mi mamá se cambió de habitación y dormía ahora en la misma que Camila y yo, no había un solo día en que no discutieran, seguían viviendo juntos, pero cada día eran gritos, insultos, chantajes, amenazas. Ver cómo papá en más de una ocasión tiraba cosas y golpeaba con un cinto a Joaquín, ver cómo mamá no era siempre capaz de defenderlo, sino que era Camila quien lo hacía, era ella quien más de una vez lo había enfrentado haciendo que ese hombre se encerrara en su habitación o se fuera de la casa.

Mamá se pasaba las noches llorando, yo me daba cuenta de que lo hacía, así que me acostaba a su lado y la abrazaba, no quería que ella sufriera, quería que dejara de llorar, quería que todo fuera como antes, quería que volviera la armonía y la calma, no quería que estuviera triste. Pero nunca podía ayudarla, no sabía cómo hacerlo y yo a veces me escondía a llorar en el baño o en el ropero, yo no quería que ella me viera triste, porque sentía que más triste se ponían ella o Camila. Ahora era ella, Camila, quien nos cuidaba e iba con Gastón y conmigo al parque, así evitábamos a papá por las tardes, porque él, si nosotros nos quedábamos en la casa, no iba a su trabajo y se pasaba la tarde insultándonos, principalmente a Gastón. Por lo general, ya eran solo malos tratos; de ese hombre cariñoso que creía tener por padre no quedaba ni un rastro porque lo que más se escuchaba, lo más “suave” eran palabras como: inútiles, bastardos, basuras, mantenidos o frases “negro de mierda”. Decía que íbamos a ser unas putas como nuestra madre, unas mantenidas de mierda, que le debíamos todo el tiempo que nos crio, que la casa era suya y que nos tendríamos que ir, que íbamos a terminar en la calle, que él no era nuestro padre.

CAPÍTULO 2: Los espejos aumentan

DICIEMBRE DE 2017

Estaban frente a mí los docentes del tribunal y cuando el titular de la mesa se puso de pie y dijo:

—Muy bien, Vogel, puede pasar. —Sonreí levemente, salí al pasillo y vi la cara de expectativa de los demás estudiantes.

—¿Y? —preguntaron, yo sonreí y cuando salió una de las docentes y me pasó mi planilla.

—Felicidades —dijo, y varios compañeros me felicitaron también, me había recibido de docente; agradecí el gesto de mis compañeros, aunque yo nunca entablé una relación profunda con ninguno de ellos, siempre estuvieron ahí.

Salía del edificio sintiendo que me saqué una gran carga de encima, pero en el fondo no estaba muy contenta, había cumplido una meta, pero no podía hacer aflorar las emociones positivas de ese momento, era como si el vacío fuera lo único que había, respiré hondo y pensé “LO LOGRASTE”.

Cuando salí a la vereda vi a algunos compañeros y a Paula esperándome sonriente con un cartel; no sé por qué creí que me salvaría del “bautismo profesional” como lo llamó ella, la abracé antes de sentir que me llenaban de harina, yerba, huevo, en fin, una mezcla de no sé bien qué tipo de “productos” o “ingredientes”. Me saqué fotos con mis compañeros más allegados que estaban ahí con Paula, ella era mi amiga y estaba acompañándome como siempre, aunque sabía que no se presentó a su sede, ella estaba estudiando Gastronomía.

—Muchas gracias —dije emocionada y sonreí, en eso sentí que me agarraban la mano, giré y vi sonreír a Julio.

—Felicidades, amor —dijo antes de abrazarme, yo correspondí al abrazo y vi por encima de su hombre a Paula mirándome, estaba seria.

En realidad no esperaba que Julio estuviese ahí, habíamos discutido esa mañana y si bien él sabía que rendía mi último final, no esperaba que fuera, nuestra relación estaba colgando de un hilo, habíamos tenido muchos altibajos las últimas semanas, pero aun así, estaba ahí; eso me tomó por sorpresa, era un gran gesto, pero en el fondo sentía la tensión y la incertidumbre.

Él se ofreció para llevarme con su moto hasta mi departamento, pero le dije que iba a ir caminando con Paula, hizo un gesto contrariado antes de besarme y volver a abrazarme y decirme al oído:

—¿Ya tenés planes para hoy?

—Sí —respondí, aunque en realidad era mentira, porque si bien agradecía su presencia, yo esa noche no quería estar con él.

Él me miró a los ojos antes de besarme otra vez, en el fondo yo sentía que esa era nuestra despedida y me dolió, pero no quería pensar en eso ese día y le di otro beso una vez que él subió a la moto, y luego se fue. Yo saludé a los demás compañeros que seguían esperando por los siguientes egresados y luego emprendí mi camino acompañada por Paula.

Mi departamento quedaba a 8 cuadras, por lo que mucha gente me vio andar toda llena de esa mezcla que me habían tirado y me parecía muy gracioso ver la cara que ponían y escuchar a Paula decir “es que se recibió”, a mí no me importaba lo que pensaran los demás y solo sonreía.

—Gracias, Paula —dije; ella me miró—, por todo. —De nada, vas a tardar bastante en la ducha nomás —dijo antes de comenzar a reír, aunque ella también estaba algo enharinada.

-Siento que me saqué una mochila de encima —dije antes de gritar—¡Me recibí!, carajo, me recibí.

Me sorprendí al darme cuenta de lo que había hecho, pero las emociones habían empezado a aflorar, estaba contenta.

Cuando pasaba la calle hacia mi departamento con Paula vi que me estaban esperando con un cartel Camila con mi sobrino, Gastón, mi mamá y Joaquín. Camila me abrazó y comenzó a llorar de emoción y yo igual, me felicitaban y luego saludaban a Paula que se iba a ir, ella me abrazó. —¿Por qué no te quedás? —le pregunté.

—Mañana organizamos algo, sí. Ahora disfrutá con tu familia. —Me dio un beso en la mejilla y cruzó la calle.

CAPÍTULO 3: El reflejo de las primeras heridas

DICIEMBRE DE 2003

Una noche, tras una discusión con mamá en la que Joaquín intervino, mi padre lo golpeó, pero mi hermano se defendió devolviéndole un golpe y comenzaron a pegarse, papá era más fuerte y lo golpeó tanto que Joaquín tenía un corte en la ceja y su cara estaba ensangrentada, yo lo intenté defender al golpear a mi padre con el palo de la escoba y funcionó porque él dejó de golpearlo, me miró con odio antes de ir hacia las habitaciones y yo abracé a Joaquín.

Mi padre entró a la habitación de mis hermanos y tiró la ropa de Joaquín afuera y lo echó de la casa, mamá intentó impedir que Joaquín se fuera, pero no pudo; recuerdo que él antes de irse me miró a los ojos y me dijo: “Sé fuerte, Micaela”.

Mi mamá salía de la habitación para ir a trabajar, pero solo a medio tiempo y luego volvía a encerrarse, yo sabía que a llorar, porque en ocasiones entraba por la ventana para abrazarla mientras ella lloraba.

Camila era quien ahora asumía como madre, ella nos cuidaba a Gastón y a mí, era ella quien en ocasiones nos ponía las reglas, y siempre que podíamos evitábamos a papá, que ahora ya no siempre estaba en la casa, pero cada vez que estaba era el circo de maltratos, insultos, amenazas.

AGOSTO DE 2007

Una tarde Camila recibió una llamada desde el hospital, habían internado a mamá y tenían que operarla, ella organizó para que nos quedáramos Gastón y yo en la casa de la mamá de una amiga suya, ya que ella iría a cuidar a mamá. Los familiares de mi mamá vivían lejos y ellos no estaban al tanto de la situación de mis padres, tenían idea, pero no dimensionaban el problema en sí, fue ahí, cuando me di cuenta de que las apariencias son una mierda, que, en nombre de un matrimonio, las personas son capaces de tapar cosas atroces y fingir afuera que está todo bien mientras que adentro de la casa se vive un infierno.

Estábamos saliendo de la casa con nuestras mochilas cuando llegó papá.

—Ahora que su madre muere olvídense de volver a mi casa.

-Mamá no se va a morir —gritó Gastón y lo empujó, papá intentó golpearlo, pero Camila se paró frente a él, tras atajar su mano en el aire, la cara de sorpresa que mi padre tenía no se me borra de la mente.

—Con o sin mamá, ellos me tienen a mí y no voy a permitir que nos vuelvas a maltratar, ya no.

Él se soltó de su mano y antes de entrar a la casa volvió a decir:

—Ojalá que su madre se muera en la cirugía.

Estuvimos casi un mes en la casa de la señora Claudia, porque mi mamá sufrió complicaciones en la cirugía y tuvo que permanecer más tiempo internada. Gastón y yo la volvimos a ver después de ese tiempo cuando fuimos por primera vez al hospital, ella estaba en una cama con suero y tenía un drenaje que salía de cerca de su tórax, estaba muy pálida, más flaca y Camila a su lado parecía mucho mayor y apenas tenía 18 años, se la veía muy cansada.

Pocos días después que mamá salió de alta recuerdo que Camila y la señora Claudia se ausentaron una mañana y no fuimos a la escuela para quedarnos con mamá, cuando mi hermana llegó nos reunió a Gastón y a mí, nos dijo que volveríamos a la casa con él, que volveríamos a la casa de nuestros padres, pero que no nos preocupáramos porque “todo iba a estar bien”; yo no lo creía porque estar en el mismo lugar que él no era tener calma, no era estar bien.

Durante una semana tuvimos que volver a escuchar los gritos, amenazas y golpes en las paredes y puertas, hasta que una tarde llegó la policía. Camila lo había denunciado, la señora Claudia le dio la idea y la acompañó a hacer la denuncia, ahí me enteré que hay un procedimiento que se llama extradición de hogar o algo así, que básicamente consistía en que papá abandonara la casa, además, tenía orden de alejamiento.

Mi mamá se enojó con Camila por actuar sin su consentimiento y fue la primera vez que sentí que ya no la reconocía, ¿cómo era que ella, nuestra madre, ahora parecía que lo defendía de cierta forma a él? Pero sin importar la opinión de mamá, Camila fue la primera en ser citada a declarar, luego mamá tuvo que acompañarnos a Gastón y a mí por ser menores, él tenía 13 y yo 12 años, además, de que estuvo presente una psicóloga junto al “defensor de menores” al momento de la declaración y pasamos de a uno, primero Gastón y por último yo. Meses más tarde debimos rectificar lo declarado nuevamente.

Fue un año difícil en cierta manera, pero por lo menos él ya no podría seguir haciéndonos daño psicológico, pues así definieron que era, aunque a Gastón lo había golpeado en varias ocasiones y a Joaquín mientras estuvo en la casa también, para mí era violencia física y psicológica.

Mamá había vuelto a trabajar en el hospital por las mañanas. Camila empezó a trabajar en una librería por las mañanas y comenzó la carrera de Secretariado Jurídico. Por mi parte, a diferencia de Gastón que había repetido el año anterior y por lo tanto ahora empezábamos el año en el mismo curso, yo utilizaba el estudio para no pensar en nada y también para que mamá y Camila estén orgullosas.

Pero yo había tenido problemas de conducta el año anterior y, si bien hacía tiempo que evitaba meterme en problemas en la escuela para no generarles disgustos, en ocasiones, ante los comentarios y chismes que había de la separación de mis padres yo reaccionaba verbalmente, ya fuera levantando la voz o insultando. Una tarde estaba en la biblioteca de la escuela con Gastón cuando un compañero se burló de que nuestros padres se separaron y dijo que era porque mamá le había sido infiel, mi hermano se enojó y pedí que se calmara, pero el otro chico no se callaba y se sumó otro más, yo ni siquiera sabía sus nombres, pero sí que mencionaban que no éramos hermanos y que mamá era una puta. Al escuchar eso yo hice mal en no apartar a Gastón que se abalanzó sobre uno de los chicos, bueno, yo lo ayudé golpeando al otro, por lo que recibimos sanciones y prácticamente nos iban a expulsar, pero nos “perdonaron la vida” dándonos el pase, por lo que Camila, que ahora era nuestra tutora, se vio obligada a cambiarnos de escuela. Pero se enojó enormemente, nos aclaró que éramos grandes para esas estupideces, que los comentarios estarían siempre, pero no eran ciertos y por lo tanto no quería más problemas, esa vez descubrí que podía tener carácter fuerte, también, con nosotros.

CAPÍTULO 4: ESPEJOS: Los cristales rotos

ABRIL DE 2012