Esta sí tenemos que bailarla - Nando López - E-Book

Esta sí tenemos que bailarla E-Book

Nando López

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Beschreibung

La fiesta es aún peor de lo que esperaban, así que tanto Leyre como Diana abandonan pronto el reencuentro de su antigua promoción del instituto. Apenas se conocieron en esos años pero, hartas de la explosión de nostalgia noventera, ambas encuentran en la necesidad de compartir taxi una excusa para no dar por terminada la noche. Sin rumbo ni intenciones fijas, acaban deambulando en busca de algún deus ex machina que les permita creer que el presente no está tan lejos del futuro idílico que les prometieron y que, a sus cuarenta y algo, se les sigue escapando. Escrita a pie de escena a partir de un taller con sus intérpretes, Esta sí tenemos que bailarla de Nando López es una obra de teatro tragicómica y canalla en la que dos mujeres intentan huir de sí mismas durante las horas que contiene una noche. Una comedia ácida llena de ritmo —de fondo resuena el eco de las canciones de Raffaella Carrà—, diálogos punzantes y momentos que van de lo íntimo a lo explosivo. Un viaje a través de bares y carreteras cinéfilas en el que sus dos protagonistas comparten madrugada a vueltas con sus dudas y sus ganas de vivirlo —y bebérselo— todo.

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Esta sí tenemos que bailarla

Editorial Dos Bigotes

Esta sí tenemos que bailarla

Nando López

Primera edición: febrero de 2023

Esta sí tenemos que bailarla © 2023 Nando López

Representado por la Agencia Literaria Dos Passos

© de esta edición: Editorial Dos Bigotes, s.l.

Publicado por Editorial Dos Bigotes, s.l.

www.dosbigotes.es

isbn: 978-84-125975-6-1

Depósito legal: M-1182-2023

Impreso por Kadmos

www.kadmos.es

Diseño de colección:

Raúl Lázaro

www.escueladecebras.com

Todos los derechos reservados. La reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio, deberá tener el permiso previo por escrito de la editorial.

El papel utilizado para la impresión de Esta sí tenemos que bailarla es cien por cien libre de cloro y está calificado como papel reciclable.

Impreso en España — Printed in Spain

PETRA.— (Dudando.) Nada nos impide aprender juntas.

Las amargas lágrimas de Petra Von Kant

R. W. Fassbinder

Esta sí tenemos que bailarla se estrenó el 25 de enero de 2023 en el Teatro Echegaray dentro del Festival de Teatro de Málaga. La puesta en escena, una coproducción de Todo al Tres, Feelgood y Acciones Imaginarias, contó con la dirección de Eva Egido y las interpretaciones de Rocío Vidal (Diana) y Eva Egido (Leyre).

Después de su estreno, la función se trasladó al Teatro Quique San Francisco de Madrid, donde se empezó a representar el 17 de febrero de ese mismo año.

Personajes

Diana

Leyre

1

Diana y Leyre, dos mujeres en sus cuarenta y pocos, salen apresuradamente —riendo y algo bebidas— de un local. En la fachada cuelga un cartel en el que se puede leer el texto «Promoción 92-96».

Diana.— Gracias, tía. Un segundo más con ese gilipollas y le tiro la copa encima.

Leyre.— ¿Pero qué le ibas a tirar? Si nos lo hemos bebido todo…

Diana.— No, si no quería derramarle la copa, sino darle con ella en la cabeza, a ver si se quedaba inconsciente y dejaba de dar la brasa de una vez.

Leyre.— Si lo llego a saber no intervengo y me quedo a ver el espectáculo. Habría sido lo mejor de la noche.

Diana.— ¿Más que el photocall de Los Goonies?

Leyre.— Más.

Diana.— ¿Y que la gymkana de rebobinar casetes con bolis bic?

Leyre.— Mucho más.

Diana.— ¿Incluso que el momento de la coreo del Saturday Night?

Leyre.— Todavía más.

Las dos, burlándose de lo que acaban de vivir, hacen el inicio de la coreo. Paran y se ríen juntas.

Leyre.— Me vas a matar, pero no me he quedado con tu nombre…

Diana.— Diana. (Leyre está a punto de decir el suyo, pero Diana se adelanta.) Leyre. (Leyre asiente.) Soy buena con los nombres de la gente que me cae bien.

Se sonríen. Las dos miran a la espera de un taxi.

Diana.— Sabía que venir hoy era un error…

Leyre.— Las fiestas nostálgicas siempre son un error…

Diana.— Lo que no me imaginaba es que también me iba a encontrar a uno de mis errores ahí dentro.

Leyre.— El síndrome de la ciudad pequeña.

Diana.— ¿En qué consiste?

Leyre.— Ni idea, me lo acabo de inventar.

Diana.— (Riéndose.) ¿Pues en qué consistiría?

Leyre.— En que da igual lo grande que te creas que es el mundo que habitas, porque al final acabamos siempre en los mismos círculos. Encontrándonos con la misma gente. Como en esas películas donde los personajes coinciden siempre en los mismos lugares.

Diana.— Como en Notting Hill.

Leyre.— No, no, no, en Notting Hill no es esperable que ella termine en esa librería. Es justo lo contrario.

Diana.— (Intentando recordar.) ¿De esa había también photocall?

Leyre.— (Niega con la cabeza.) De Pretty Woman.

Diana.— Para el caso es lo mismo. En las dos sale Julia Roberts, ¿no?

Leyre.— (Asintiendo.) Solo que en una se enamora de un librero y en la otra, de un putero capitalista. No sé, tanto como lo mismo…

Diana.— Ella se enamora de él y él la acaba salvando. Ya me dirás si no es lo mismo. Terrorismo emocional las dos.

Leyre.— Yo juraría que hay más matices.

Diana.— Con matices o sin ellos, sigue siendo una educación emocional de mierda.

Leyre.— ¿Y el error ese y tú cuánto estuvisteis? Porque parecía conocerte de toda la vida.

Ante la ausencia de taxis, Leyre saca su móvil y trata de pedir uno vía app.

Diana.— ¿El casi lesionado y yo?

Leyre.— ¿No sabes cómo se llama?

Diana.— Ha pasado un siglo desde que acabamos COU.

Leyre.— Tenía pinta de José María.

Diana.— Buf, qué pereza me dan los José María.

Leyre.— Igual que los Juan Carlos.

Diana.— Si me apuras, incluso más.

Leyre.— ¿Y cuánto tiempo estuvisteis José María y tú?

Diana.— Dos años, creo. Cuando empezamos estábamos en 2.º de BUP y entonces iba todo muy despacio. Nos enrollábamos los viernes. Poco más. Y del primer polvo prefiero no acordarme.

Leyre.— ¿Y quién sí?

Diana.— Fueron dos años que así, a ojo, en tiempo de la generación Z, yo creo que habrían sido dos semanas.

Leyre.— ¿Ves? Esa es la parte buena de que esos años, en mi caso, fueran una mierda en lo emocional.

Diana.— ¿Por?

Leyre.— Como me los pasé en el armario, era imposible que hubiera un error mío ahí dentro.

Diana.— ¿No te enrollaste con ninguna tía en todo el BUP?

Leyre.— Con una, en el viaje de 3.º. Pero no pasó mucho más. La primera con la que tuve algo medio en serio fue ya en el verano después de Selectividad. Y ni siquiera era del instituto.

Diana.— Pues mira qué suerte que has tenido. Gracias a eso te has librado de encontrarte en esa fiesta con alguien que te quiere comer la boca porque te la comía, poco y mal, veinte años antes.

Leyre.— Pero tú y yo no habíamos hablado nunca en clase, ¿verdad?

Diana.— Yo era del D.

Leyre.— Ah, es que yo estaba en el A o en el B… Creo.

Diana.— (Fijándose en su ropa y analizándola descaradamente.) En el A. Ya te digo yo que estabas en el A. Lo de las letras no era casualidad. Hasta en eso había clases…

Leyre.— (Mirando su móvil.) Nada, que no. Todos ocupados.

Diana.— ¿Pillamos un Uber?

Leyre.— Tampoco encuentro.

Diana.— Pues paciencia, ya vendrá alguno.

Diana le ofrece un cigarro. Leyre lo acepta.

Leyre.— Qué pena que no fuéramos juntas a clase. Lo habríamos pasado bien.

Diana.— No sé. Lo mismo nos habríamos llevado fatal. Yo entonces era muy intensa… (Riéndose de sí misma.) Como iba a ser poeta. (Leyre la mira sorprendida.) Me dieron el premio del certamen de poesía del instituto tres años seguidos. Y yo me creí Rosalía de Castro.

Leyre.— Lógico.

Diana.— ¿Cómo va a ser lógico? A ver, Leyre, que el nivel de la competición era el que era. ¿O tú has visto algún Kavaffis ahí dentro?

Leyre.— José María tenía su punto poético. Eso que te ha preguntado, joder, cómo era…

Diana.— (Imitándolo.) «¿Crees en el amor a primera vista o vuelvo a pasar?».

Leyre.— Eso podía ser de Lorca perfectamente.

Diana.— A mí es que me surgen dos preguntas.

Leyre.— ¿Solo dos?

Diana.— La primera es de dónde sacan esas mierdas.

Leyre.— ¿Y la segunda?

Diana.— Si alguna vez, por extraño que pueda parecer, les han funcionado.

Leyre se ríe y se encoge de hombros.

Leyre.— ¿Luego has seguido escribiendo?

Diana.— (Niega con la cabeza. Responde con ganas de esquivar la pregunta.) Los premios en los institutos habría que prohibirlos todos. Y a la gente que los concede, encarcelarla. Por estafa.

Leyre.— Si eso incluye a los de la secta de «todes tenemos un genio dentro», estoy contigo.

Diana.— ¿Que tenemos qué?

Leyre.— Es el lema del colegio de mi hijo. En el AMPA les pareció una gran idea colgarlo en la fachada. Así que ahora cada vez que llevo a Darío a clase me tengo que comer un cartel que me recuerda lo geniales que somos. Y ya te digo yo que no lo somos.

Diana.— José María desde luego que no… A él la neurona le da lo justito para respirar y hablar a la vez sin ahogarse.

Leyre.— Menos mal que con los años se aprende a elegir un poco mejor.

Diana.— (Completamente irónica.) Mucho, sí. En el taxi, si quieres, te cuento lo que han mejorado mis elecciones…

Leyre.— (Con ironía.) ¿Entonces de los errores no se aprende?

Diana.— Claro que se aprende. A cometer otros…

Las dos se sonríen. Suena una alerta en el móvil de Leyre.

Diana.—¿Cuánto?

Leyre.— Dos minutos. ¿Lo compartimos?

Diana.— ¿Por dónde vives?

Leyre.— Pozuelo.

Diana.— Me pilla un poco lejos del centro.

Leyre.— ¿Vives en el centro?

Diana.— Sí, un bajo, en La Latina. Muy pequeñito, pero mira, así tardo menos en limpiarlo.

Leyre.— Yo no podría. Un bajo allí tiene que ser muy ruidoso, ¿no? Como que ahora mi felicidad pasa por otro lado.

Diana.— ¿Y por dónde pasa tu felicidad? ¿Por el extrarradio?

Leyre.— Busco más tranquilidad. Y con el niño, pues imagínate. Darío está mejor allí. En Madrid hay poco verde.

Diana.— El verde ya no existe. Salvo que lo tengan todo en Pozuelo, que también puede ser.

En el móvil de Leyre, suena la alarma que avisa de que un taxi se está acercando.

Leyre.— Está llegando. ¿Te vienes entonces?

Diana.— ¿A Pozuelo?

Leyre