Estado de México - María Teresa Jarquín Ortega - E-Book

Estado de México E-Book

María Teresa Jarquín Ortega

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Beschreibung

Panorama histórico del Estado de México que reflexiona sobre los diversos periodos y permite comprender el papel de la historia más allá del recuento anecdótico del pasado, mostrando el proceso general del estado así como los ejes para su futuro, sin olvidar que es el corazón del país y que sus múltiples fronteras han visto el trajinar de un intenso proceso social y político en el marco de la formación del Estado nacional, pues en términos de la cultura, el Estado de México es, sin duda, las síntesis del México múltiple y la esencia del México profundo.

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MARÍA TERESA JARQUÍN ORTEGA. Doctora en historia de América por la Universidad Complutense de Madrid y doctora en historia de México por El Colegio de México. Fue fundadora de El Colegio Mexiquense y presidenta de él entre 1990 y 1998. Actualmente es profesora-investigadora de tiempo completo de esta misma institución, donde ha laborado desde 1986 hasta la fecha. Ha obtenido reconocimientos en el plano estatal y nacional.

MANUEL MIÑO GRIJALVA. Doctor en historia por El Colegio de México y profesor-investigador de la misma institución. Ha realizado estudios sobre la manufactura, el artesanado y la estructura social urbana de México y América Latina del siglo XVIII.

CECILIA CADENA INOSTROZA. Originaria de Toluca, es doctora en ciencias políticas y sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Sus líneas de estudio son gestión pública, redes de políticas y transparencia en municipios. Actualmente es profesora-investigadora de El Colegio Mexiquense.

SECCIÓN DE OBRAS DE HISTORIA

Fideicomiso Historia de las Américas

Serie HISTORIAS BREVES

Dirección académica editorial: ALICIA HERNÁNDEZ CHÁVEZ

Coordinación editorial: YOVANA CELAYA NÁNDEZ

ESTADO DE MÉXICO

MARÍA TERESA JARQUÍN ORTEGA MANUEL MIÑO GRIJALVA CECILIA CADENA INOSTROZA

Estado de México

HISTORIA BREVE

EL COLEGIO DE MÉXICO FIDEICOMISO HISTORIA DE LAS AMÉRICAS FONDO  DE  CULTURA  ECONÓMICA

Primera edición, 2010 Segunda edición, 2011    Primera reimpresión, 2013 Primera edición electrónica, 2016

Diseño de portada: Laura Esponda Aguilar

D. R. © 2010, Fideicomiso Historia de las Américas D. R. © 2010, El Colegio de México Camino al Ajusco, 20; 10740 Ciudad de México

D. R. © 2010, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 Ciudad de México

Comentarios:[email protected] Tel. (55) 5227-4672

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.

ISBN 978-607-16-4066-6 (ePub)

Hecho en México - Made in Mexico

PREÁMBULO

LAS HISTORIAS BREVES de la República Mexicana representan un esfuerzo colectivo de colegas y amigos. Hace unos años nos propusimos exponer, por orden temático y cronológico, los grandes momentos de la historia de cada entidad; explicar su geografía y su historia: el mundo prehispánico, el colonial, los siglos XIX y XX y aun el primer decenio del siglo XXI. Se realizó una investigación iconográfica amplia —que acompaña cada libro— y se hizo hincapié en destacar los rasgos que identifican a los distintos territorios que componen la actual República. Pero ¿cómo explicar el hecho de que a través del tiempo se mantuviera unido lo que fue Mesoamérica, el reino de la Nueva España y el actual México como república soberana?

El elemento esencial que caracteriza a las 31 entidades federativas es el cimiento mesoamericano, una trama en la que destacan ciertos elementos, por ejemplo, una particular capacidad para ordenar los territorios y las sociedades, o el papel de las ciudades como goznes del mundo mesoamericano. Teotihuacan fue sin duda el centro gravitacional, sin que esto signifique que restemos importancia al papel y a la autonomía de ciudades tan extremas como Paquimé, al norte; Tikal y Calakmul, al sureste; Cacaxtla y Tajín, en el oriente, y el reino purépecha michoacano en el occidente: ciudades extremas que se interconectan con otras intermedias igualmente importantes. Ciencia, religión, conocimientos, bienes de intercambio fluyeron a lo largo y ancho de Mesoamérica mediante redes de ciudades.

Cuando los conquistadores españoles llegaron, la trama social y política india era vigorosa; sólo así se explica el establecimiento de alianzas entre algunos señores indios y los invasores. Estas alianzas y los derechos que esos señoríos indios obtuvieron de la Corona española dieron vida a una de las experiencias históricas más complejas: un Nuevo Mundo, ni español ni indio, sino propiamente mexicano. El matrimonio entre indios, españoles, criollos y africanos generó un México con modulaciones interétnicas regionales, que perduran hasta hoy y que se fortalecen y expanden de México a Estados Unidos y aun hasta Alaska.

Usos y costumbres indios se entreveran con tres siglos de Colonia, diferenciados según los territorios; todo ello le da características específicas a cada región mexicana. Hasta el día de hoy pervive una cultura mestiza compuesta por ritos, cultura, alimentos, santoral, música, instrumentos, vestimenta, habitación, concepciones y modos de ser que son el resultado de la mezcla de dos culturas totalmente diferentes. Las modalidades de lo mexicano, sus variantes, ocurren en buena medida por las distancias y formas sociales que se adecuan y adaptan a las condiciones y necesidades de cada región.

Las ciudades, tanto en el periodo prehispánico y colonial como en el presente mexicano, son los nodos organizadores de la vida social, y entre ellas destaca de manera primordial, por haber desempeñado siempre una centralidad particular nunca cedida, la primigenia Tenochtitlan, la noble y soberana Ciudad de México, cabeza de ciudades. Esta centralidad explica en gran parte el que fuera reconocida por todas las cabeceras regionales como la capital del naciente Estado soberano en 1821. Conocer cómo se desenvolvieron las provincias es fundamental para comprender cómo se superaron retos y desafíos y convergieron 31 entidades para conformar el Estado federal de 1824.

El éxito de mantener unidas las antiguas provincias de la Nueva España fue un logro mayor, y se obtuvo gracias a que la representación política de cada territorio aceptó y respetó la diversidad regional al unirse bajo una forma nueva de organización: la federal, que exigió ajustes y reformas hasta su triunfo durante la República Restaurada, en 1867.

La segunda mitad del siglo XIX marca la nueva relación entre la federación y los estados, que se afirma mediante la Constitución de 1857 y políticas manifiestas en una gran obra pública y social, con una especial atención a la educación y a la extensión de la justicia federal a lo largo del territorio nacional. Durante los siglos XIX y XX se da una gran interacción entre los estados y la federación; se interiorizan las experiencias vividas, la idea de nación mexicana, de defensa de su soberanía, de la universalidad de los derechos políticos y, con la Constitución de 1917, la extensión de los derechos sociales a todos los habitantes de la República.

En el curso de estos dos últimos siglos nos hemos sentido mexicanos, y hemos preservado igualmente nuestra identidad estatal; ésta nos ha permitido defendernos y moderar las arbitrariedades del excesivo poder que eventualmente pudiera ejercer el gobierno federal.

Mi agradecimiento a la Secretaría de Educación Pública, por el apoyo recibido para la realización de esta obra. A Joaquín Díez-Canedo, Consuelo Sáizar, Miguel de la Madrid y a todo el equipo de esa gran editorial que es el Fondo de Cultura Económica. Quiero agradecer y reconocer también la valiosa ayuda en materia iconográfica de Rosa Casanova y, en particular, el incesante y entusiasta apoyo de Yovana Celaya, Laura Villanueva, Miriam Teodoro González y Alejandra García. Mi institución, El Colegio de México, y su presidente, Javier Garciadiego, han sido soportes fundamentales.

Sólo falta la aceptación del público lector, en quien espero infundir una mayor comprensión del México que hoy vivimos, para que pueda apreciar los logros alcanzados en más de cinco siglos de historia.

ALICIA HERNÁNDEZ CHÁVEZPresidenta y fundadora delFideicomiso Historia de las Américas

 

INTRODUCCIÓN

LA HISTORIA QUE EL LECTOR tiene en sus manos es una breve síntesis del proceso histórico que ha vivido el Estado de México desde sus primeros pobladores hasta sus manifestaciones sociales más amplias y complejas, visibles sobre todo a principios del siglo XXI. Se trata de un texto que intenta incorporar la mayor cantidad de aspectos relevantes para dos tipos de público: uno universitario y otro general, al cual le interese conocer la historia de la entidad. La originalidad de esta obra radica, además de en su carácter sintético, en la reflexión que hace sobre los diversos periodos, que nos permite comprender el papel de la historia más allá de la mera ilustración anecdótica del pasado. Este texto muestra el proceso general del estado así como también los ejes para su futuro, sin olvidar que es el corazón del país y que sus múltiples fronteras han visto el trajinar de un intenso proceso social y político en el marco de la formación del Estado nacional, pues, en términos de la cultura, el Estado de México es, sin duda, la síntesis del “México múltiple” y la esencia del “México profundo”.

Los capítulos reviven el interés por adentrarse en el misterio de las culturas prehispánicas partiendo de una base geográfica, cultural y territorial cambiante a través del tiempo. A la aportación arqueológica que ha servido para tener presentes nuestras raíces ha venido a sumarse la comprensión de ese intenso proceso de conquista y sometimiento, así como de la formación del propio sistema virreinal o colonial en sus aspectos más importantes, proceso que culmina con la fractura del sistema colonial para dar paso a los avatares de la lucha por la formación del estado. La crisis del Imperio y la consecuente Guerra de Independencia muestran ya la complejidad social y la lucha por un proyecto común en el marco de las sucesivas demembraciones del estado y de su participación en el federalismo, en el centralismo y en el segundo Imperio.

Por su parte, la época de Villada es identificable con el Porfiriato y corresponde a un periodo de crecimiento, de innovación tecnológica y de una política con la Iglesia más definida y estable; todo con un trasfondo rural y agrario donde los pueblos y las haciendas, por lo menos en el caso del Estado de México, mantuvieron sus límites. En contraposición a este periodo, el impacto de la Revolución se dejó sentir de manera acentuada a partir de 1913. La inestabilidad fue tanto política y agraria como del sistema hacendario en su conjunto, por lo menos hasta 1930. No obstante, entre 1920 y 1942 el estado tuvo rasgos de impulso económico y reconstitución institucional.

Después de 1942, cuando empieza el periodo de Isidro Fabela, la historia es un campo cultivado, de manera predominante, por los profesionales provenientes de las ciencias sociales. Con instrumentos teóricos propios de sus disciplinas: la demografía, la economía, la política, en sus más amplios aspectos, han abordado sus preocupaciones analíticas en dos fases: la primera, la de la dinámica general, que va de 1942 a 1982, con problemáticas que son el eje de la vida de la entidad, y la segunda, de 1982 a 2009, etapa durante la cual se reconocen los rasgos de un sistema global en la vida de la entidad, particularmente en su economía, planteada dentro de los esquemas del libre mercado.

Pero el Estado de México, además de padecer los problemas globales, ha tenido que enfrentar los suyos propios, pues el establecimiento de una frontera física, económica o social, particularmente con el Distrito Federal, ha sido un problema complejo, en vista de que la entidad está enclavada en una de las áreas que han tenido una intensa actividad humana desde la época prehispánica y que en el futuro necesitará una redefinición permanente. Así, la utilidad de esta historia radica en su carácter de balance y en la posibilidad de ofrecer a los actores sociales y políticos líneas de acción en el marco complejo de una experiencia acumulada por siglos, tanto en prácticas como en saberes que, de una u otra manera, son parte de esa pluralidad cultural y social que debe ser entendida siempre dentro de los parámetros de la igualdad y la libertad.

Armar todo este complejo andamiaje sólo ha sido posible con la colaboración de muchas personas; ha sido especial la efectiva y amistosa de Susana Machuca y Graciela Cruz Jiménez, al igual que la visión crítica de la doctora Gloria Guadarrama en temas importantes de este texto.

MANUEL MIÑO GRIJALVAEl Colegio de México

PRIMERA PARTE

EL TERRITORIO, LOS PUEBLOS ORIGINARIOS Y LA ÉPOCA VIRREINAL

I. LAS BASES GEOGRÁFICAS Y CULTURALES

LA GEOGRAFÍA

EL ACTUAL ESTADO DE MÉXICO se localiza en el centro de la República. A pesar de su pequeña extensión —23 244 km2—, posee una notable variedad de regiones geográficas: desde cumbres heladas hasta cañadas de tierra caliente. Es importante recalcar que los elementos del medio físico y del desarrollo histórico en su conjunto se enlazaron de modo que dieron como resultado una integración que se puede calificar como ecológica. Por un lado, la configuración del relieve en esta parte del continente sitúa al Altiplano en una posición central y casi equidistante de uno y otro litoral de la República Mexicana. Además, la diferencia de altitud, que es mayor a 2 000 msnm, establece un contraste muy nítido entre estas tierras, como lo señala Bernardo García. Así, es posible identificar una zona que merece el calificativo de nuclear o central y otras que resultan subalternas o complementarias y que irradian de aquélla, lo que nos lleva a percibir una geografía congruente con la historia del lugar.

La geomorfología y la geología del espacio que corresponde al actual Estado de México no han cambiado sus características, aunque sí ha variado la explotación minera. Las posibles alteraciones en el clima y en los suelos tampoco tienen repercusiones significativas en el acontecer histórico. Pero la hidrología ha sido sustancialmente trastocada: los manantiales y acuíferos han sido agotados; varias lagunas han desaparecido o se han convertido en ciénagas y pantanos, y se han construido presas y almacenamientos hidráulicos artificiales que han modificado la ecología. La vegetación también ha sido alterada por la sobreexplotación silvícola: inmensas áreas boscosas han desaparecido. El suelo como elemento dinámico presenta evidentes cambios históricos del medio geográfico: las manchas urbanas han avanzado mientras que los métodos y la producción agrícola se han modificado; no obstante, por razones culturales y necesidades de supervivencia la agricultura y sus productos tradicionales siguen vigentes.

En cuanto a la geomorfología, el Estado de México está localizado en las provincias denominadas Eje Neovolcánico y Sierra Madre del Sur. El Eje Neovolcánico es una cadena de volcanes que parecen estar alineados. Se inicia con la Sierra de los Tuxtlas, en las inmediaciones del Golfo de México, donde destaca el Volcán San Martín. Continúa rumbo al poniente, donde se suceden el Pico de Orizaba, la Malinche, el conjunto Popocatépetl-Iztaccíhuatl, el Xinantécatl o Nevado de Toluca, el Tancítaro y el Paricutín. Termina casi en el Pacífico con los volcanes de Fuego y de Colima. Hacia el occidente, pero fuera de esta provincia, en las Islas Revillagigedo, queda el volcán más joven de México, el Everman, que se localiza en la Falla Clarión. En esta amplia y peculiar provincia fisiográfica se encuentra la mayor parte del Estado de México, en particular dentro de sus tres subprovincias, llamadas Mil Cumbres, Llanos y Sierra de Querétaro y Lagos y Volcanes de Anáhuac. La provincia de la Sierra Madre del Sur, por su parte, abarca por completo el estado de Guerrero y parte de los estados de México, Jalisco, Michoacán, Colima, Morelos, Puebla, Oaxaca y Veracruz. En la subprovincia de las Sierras y Valles Guerrerenses están Ixtapan de la Sal, Tonatico y Zumpahuacan, y parte de Coatepec Harinas, Malinalco, Ocuilan, Tenancingo, Villa Guerrero y Zacualpan.

Hay que destacar la subregión Lagos y Volcanes de Anáhuac, por ser una zona muy poblada cuyo territorio se localiza arriba de 1 500 msnm, con un clima templado y húmedo que ha favorecido el desarrollo de las grandes ciudades del Altiplano como México, Toluca, Pachuca, Tlaxcala, Puebla y Cuernavaca. En ella se distinguen contrastantes paisajes de grandes sierras volcánicas o aparatos volcánicos individuales muy altos que se desplantan desde amplios vasos lacustres. Entre los volcanes más importantes dentro de la geografía del Estado de México resaltan el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl, el Xinantécatl, así como el Tláloc y el Ajusco, pero existen otros muchos más pequeños. Antiguos lagos se encuentran distribuidos entre sierras y volcanes. Los mayores están ubicados en la cuenca del Valle de México en su conjunto lacustre Zumpango-Texcoco-Xochimilco-Chalco. Y en el valle de Toluca formaron la antigua región lacustre de la cuenca del Río Lerma. Esta subprovincia ocupa 143 15.69 km2 correspondientes a los antiguos distritos de Chalco, Texcoco, Teotihuacan-Otumba, Zumpango, Cuautitlán, Tlalnepantla, Ixtlahuaca, Toluca y Tenango.

En relación con la hidrología, la República Mexicana se divide en regiones cuyos límites están definidos por las cuencas de los ríos principales; éstas, a su vez, se subdividen teniendo en cuenta las cuencas de los afluentes. En el Estado de México, por su gran altitud, las aguas escurren en ríos no muy grandes que después desembocan en otros mayores. Por su parte, las regiones hidrológicas se ubican en el centro y el oeste, la del Lerma-Chapala-Santiago, con una superficie de 5 548.54 km2; en el sur y el oeste, la del Río Balsas con 9 761.85 km2, y en el norte y el extremo oriente del estado, la del alto Pánuco con 7 933.83 km2. Con fines de riego y como parte de este sistema se han realizado muchas obras de almacenamiento hidráulico, así como las presas Tepetitlán, con capacidad de 70 millones de metros cúbicos de agua; la José Antonio Alzate, con 35.3 millones, y la Ignacio Ramírez, con 20.5 millones.

Entre las cuencas hidrológicas que se ubican en la entidad se pueden citar las de los ríos Balsas, Atoyac y Balsas-Zirándaro; la denominada del Río Grande de Amacuzac, y la del Río Cutzamala, que en el estado drena las aguas de los ríos Ixtapan, Temascaltepec y Tilostoc. Dentro de esta región hidrológica son pocos los embalses o almacenamientos; sin embargo, sobresalen la presa de Valle de Bravo, con 401 millones de metros cúbicos de capacidad (la más importante en el estado), y la presa de Villa Victoria, cuya capacidad de almacenaje es de 218 millones; además, hay otras pertenecientes al Sistema de Electrificación Miguel Alemán con capacidad mayor de un millón de metros cúbicos. Finalmente, se pueden mencionar la cuenca del alto Río Pánuco y la del Río Moctezuma. Las subcuencas intermedias corresponden a los ríos Prieto, Arroyo Zarco, Tula, Rosas, Tlantla, El Salto, Tepotzotlán, Salado y Tezontepec y a los lagos de Texcoco, Zumpango, Tochac y Tecocomulco.

En cuanto al clima, el del Estado de México es templado, pero al aumentar la altitud la temperatura disminuye; por ello las serranías tienen clima semifrío y en las cumbres de los volcanes más altos se presentan climas fríos y muy fríos, como es el caso del Popocatépetl y el Iztaccíhuatl —que conservan nieves perpetuas—, y el Xinantécatl o Nevado de Toluca. En contraste, al suroeste del estado, en los límites con Guerrero y Morelos, se encuentran amplias áreas de clima cálido. Finalmente, en el noreste hay una franja con clima seco. En el grupo de climas templados existen subgrupos desde el semicálido hasta el templado subhúmedo en los cuales se desarrollan praderas templadas, pastizales, bosques de pino, de encino y mixtos. Este tipo de climas se presenta en la mayor parte del estado. También existen áreas de clima cálido que tienen una temperatura media y altas precipitaciones de junio a septiembre, con una precipitación menor de lluvia invernal. En este grupo se presentan algunas variaciones de temperatura y precipitación que dan origen, en la clasificación, a subgrupos de climas cálidos. En las regiones con este tipo de climas se desarrollan selvas bajas, matorral subtropical, pastizales y chaparrales. Las poblaciones de Ixtapan de la Sal y Tonatico y sus alrededores disfrutan de este régimen climático. Del grupo de climas secos, el único que se presenta en el estado es el seco estepario, cuya característica principal es que la evaporación excede a la precipitación. Hay lluvias regulares en verano y las de invierno varían. Las comunidades vegetales que se desarrollan en estas regiones son pastizales y xerófitas o plantas de zonas áridas. Teotihuacan, Nezahualcóyotl, Tezoyuca, Acolman y Ecatepec son algunas poblaciones donde predomina este clima. Además, dos factores del régimen climático inciden sustancialmente en el desarrollo de las actividades agropecuarias: las heladas y las granizadas. Las primeras limitan el uso de la tierra, pues al presentarse impiden obtener más de una cosecha anual. Las granizadas, a su vez, ocurren en menos de cuatro días al año en la mayor parte del territorio estatal y en un máximo de 20 días en las zonas frías.

El Estado de México tiene en la actualidad una extensión de 388 484 ha de áreas naturales, las cuales están distribuidas en 10 parques nacionales, 21 estatales y cuatro municipales, y una reserva ecológica que comprende el Desierto del Carmen, Bosencheve, las Lagunas de Zempoala, Rayón, El Cantador, Sierra del Carmen, Los Remedios, Nezahualcóyotl, Zoquiapan, Iztaccíhuatl, Popocatépetl (donde se localizan comunidades de origen nahua), El Sacromonte, Insurgente Miguel Hidalgo y Costilla (La Marquesa), Molino de las Flores y Nevado de Toluca, zona de la mariposa monarca.

LA BASE HUMANA

En general, la población del estado a lo largo de los últimos 60 años ha mostrado cambios en su distribución. En 1950, 73.6% de esta población habitaba en áreas rurales y 26.4% en zonas urbanas; tan sólo dos décadas después las proporciones casi se habían invertido, puesto que la población urbana representaba 62.4% y la rural 37.7%. El fenómeno de “metropolización” del estado ha continuado, como lo refleja el hecho de que, de un total aproximado de 14 millones de habitantes registrados en 2005, 87% vivían en zonas urbanas y sólo 13% en rurales.

Según el entonces Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), en 2005 el Estado de México tenía 312 319 personas de cinco años o más hablantes de alguna lengua indígena; de ellas, 182 899 correspondían a los pueblos indígenas originarios del Estado de México y los 129 420 restantes eran indígenas de otras entidades de la República. Los pueblos indígenas que históricamente han compartido el territorio mexiquense son cinco; en orden descendente según el tamaño de su población, son: el pueblo mazahua, con una población total de 95 411 hablantes (45.6% de la población originaria); el otomí, con 83 352 hablantes (3.8%); el nahua, con 2 367 (1.3%); el matlatzinca, con 952 hablantes (0.5%), y finalmente el tlahuica, con una población total de 817 personas (0.4%). La población indígena originaria de la entidad se encuentra mayoritariamente asentada en 886 localidades con 10 o más hablantes de lengua indígena en 44 municipios.

El pueblo mazahua, el más numeroso de la entidad, está asentado en la región noroccidental y centro-occidental del estado, que comprende las cumbres occidentales, los valles centrales, las sierras del Monte Alto y Las Cruces, principalmente en 427 comunidades de 13 municipios rurales: Villa Victoria, San Felipe del Progreso, San José del Rincón, Donato Guerra, Ixtapan del Oro, Villa de Allende, Almoloya de Juárez, Ixtlahuaca, Temascalcingo, El Oro, Jocotitlán, Atlacomulco y Valle de Bravo. Históricamente, los mazahuas han ocupado esta zona integrada por montañas, lomas y valles en los que predomina el clima frío, a excepción de Donato Guerra, Ixtapan del Oro, Valle de Bravo y Temascalcingo, que son lugares semicálidos.

Entre los pueblos restantes, el otomí se localiza en una gran porción del territorio estatal, aunque su mayor concentración se encuentra en la región centro-norte: las zonas de los llanos, valles centrales y sierras de Monte Alto y Las Cruces, que abarcan los municipios de Aculco, Acambay, Amanalco, Temoaya, Chapa de Mota, Villa del Carbón, Morelos, Jilotepec, Soyaniquilpan, Jiquipilco, Otzolotepec, Xonacatlán, Zinacantepec, Lerma, Ocoyoacac, Tianguistenco, Capulhuac, Toluca y Metepec. La población otomí de esos municipios se distribuye en 352 comunidades. El pueblo nahua se localiza en 34 comunidades de las sierras de Monte Alto, Las Cruces y cuenca de México, que se extienden en los municipios de Sultepec, Tejupilco, Malinalco, Joquicingo, Xalatlaco, Tenango del Valle, Amecameca y Texcoco. El pueblo matlatzinca se localiza al sur de las cumbres occidentales, en la comunidad de San Francisco Oxtotilpan, municipio de Temascaltepec. El pueblo tlahuica tiene una gran afinidad histórico-cultural con los matlatzincas y, como se dijo, de los pueblos indígenas originarios es el que tiene un menor número de miembros. Se localiza en las comunidades de San Juan Atzingo, Lomas de Teocalzingo, Santa Lucía, Colonia Gustavo Baz y El Toloc, del municipio de Ocuilan. En la actualidad San Juan Atzingo es la comunidad donde existen hablantes de lengua tlahuica.

RASGOS DE LA CULTURA MEXIQUENSE

Fiestas, danzas y tradiciones

Las fiestas populares, que son las fiestas patronales, se realizan con gran algarabía desde hace mucho tiempo. Alfonso Sánchez García y Alfonso Sánchez Arteche dibujan un panorama completo de las diversas manifestaciones de la cultura popular toluqueña y mexiquense. Entre las principales fiestas sobresalen la del 19 de marzo, dedicada a San José; la del 16 de julio, a nuestra Señora del Carmen, y la del 24 de septiembre, a nuestra Señora de la Merced. En los barrios de San Sebastián, San Buenaventura, Santa Clara, San Luis Obispo, Santa Bárbara y otros se celebran diversas fiestas a lo largo del año. Los santos patronos de Toluca son san Marcos, la Santa Cruz, san Felipe, san Antonio de Padua, san Pedro y san Pablo, san Buenaventura, Santiago Apóstol, san Cristóbal, santa Ana, san Lorenzo, santa María, san Mateo, san Francisco y san Andrés.

Otras tradiciones que se mantienen son la bendición de los animales el día de san Antonio Abad, el ofrecimiento de flores a la virgen, la venta y bendición de las palmas el Domingo de Ramos, la venta de “mulitas” el día de Corpus Christi y la tradicional exposición anual de calaveras y dulces que con motivo del Día de Muertos se instala en los portales de Toluca, hoy conocida como Feria del Alfeñique. En las zonas populares se realizan las tradicionales “posadas”. Una tradición colorida ya desaparecida era la que se daba en el Jardín de los Mártires durante la Semana Santa: se colocaban puestos de nieve de diferentes sabores, mientras los mercaderes ambulantes vendían matracas, silbatos y “judas” de cartón que eran quemados el Sábado de Gloria. La “Procesión del Silencio” vino a remplazar a esta tradicional fiesta.

Música y danza

Las bandas filarmónicas en su momento fueron famosas. En algunas instituciones de educación superior se han formado estudiantinas y rondallas y en otras se han creado “bandas de marcha”. En los pueblos existen bandas de viento.

En lo que se refiere a las danzas, según los cronistas Sánchez García y Sánchez Arteche, son el Instituto Mexiquense de Cultura, el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y diversas instituciones del Distrito Federal los que forman a estudiantes y éstos a los grupos. Además de la Escuela de Bellas Artes y la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM), en los pueblos se encuentran grupos que ejecutan danzas autóctonas: en San Pablo Autopan los hay de Concheros y Moros y Cristianos; en San Juan Tilapa se practica la Danza de los Caballitos; en San Pedro Totoltepec la Danza Azteca; en Santiago Tlacotepec Los Concheros y Los Vaqueros; en San Juan Tilapa Los Concheros y Los Caballitos; en Cacalomacán se baila la Danza de los Doce Pares de Francia, y en Texcoco la Danza de los Sembradores. La Danza de Tzimara Cuera característica de Xonacatlán, Temoaya y Villa Cuauhtémoc, y era ejecutada antes de las peregrinaciones o después de los casamientos. En Zinacantepec, San Francisco Tlacilalcalpan y Mextepec se bailaba la Danza de los Tecomates, referida a las labores agrícolas; mientras la Contradanza, relacionada con la fertilidad de la tierra, se ejecutaba principalmente en Tonatico, Sultepec, Zacualpan y Amatepec.

Artesanías

La Casa de las Artesanías (Casart) es un espacio al que concurren artesanos de distintos lugares del estado para vender sus trabajos al público. Tecaxic y Calixtlahuaca sobresalen por su cerámica y alfarería, así como Metepec, que figura como el principal centro productor de esta actividad, particularmente con su árbol de la vida. San Felipe Tlamimilolpan se distingue por sus rebozos y otros textiles; Santa Ana Tlapaltitlan, por sus tejidos de canastas; Cuexcontitlán y Huichochitlán, por sus tejidos de palma para sombreros; San Pablo Autopan, Totoltepec y otros pueblos, por sus tejidos de estambre de lana para guantes y gorros. Son famosas las artesanías en lana de Texcoco, así como las alfombras y tapetes de Temoaya.

Gastronomía

Sin lugar a dudas, ocupa un puesto histórico la elaboración del chorizo (rojo y verde almendrado), alimento característico de Toluca. Se elabora con carne de puerco molida, pimienta, clavo, jengibre, semilla de cilantro y otras especias. Pero lo que hace distinto a este chorizo es la inclusión del chile jaral o ancho. Se le agrega vinagre o, si de lucirse se trata, vino blanco. Al chorizo se puede añadir otro plato importante elaborado con cecina fresca y longaniza, productos que sin duda también se encuentran en otros estados, con sus variaciones.

La gastronomía del estado es muy variada. Los platillos cotidianos incluyen quelites, quintoniles, espinacas, verdolagas, papas, zanahorias, nabos y papas de agua. Los guisados se condimentan con bastante chile y llevan pequeños trozos de carne de res y de puerco para darles sabor, aunque la carne no sea la base del guiso. El “taco de plaza”, también famoso, puede ser de barbacoa, carnitas o chicharrón acompañado de cilantro, pápalo o berros, acociles, crema y otros aderezos. En el Valle de México sobresale también la elaboración de la barbacoa. De Aculco es famoso su queso.

Los dulces en un tiempo dieron colorido a los portales; se ha perdido algo de su tradición pero se siguen elaborando, sobre todo como industria doméstica. En los mismos portales de la ciudad se consigue la fría “garapiña” y el famoso “mosquito”, bebida de licor de frutas. Son conocidos el “alfeñique” y los dulces de Sultepec y Villa Victoria. En Tenancingo, los helados de nanche. Es visible la difusión del llamado “queso de puerco”. En Malinalco se disfrutan la trucha, el pan y las nieves.

Festivales

Las diversas ferias y festivales que se realizan en el estado son importantes. Destacan en Texcoco la Feria del Caballo, que lleva cerca de 30 ediciones, y la Feria Nacional de la Cultura Rural, destinada a impulsar las actividades económicas y artesanales locales; el Festival del Quinto Sol, que se celebra en diversos municipios; el Festival Cultural Nezahualcóyotl-Texcoco; el Festival Internacional Vallesano de Arte y Cultura; el Festival de las Almas (Valle de Bravo), y el Festival Internacional de Arte y Cultura Quimera, que tiene lugar durante octubre en Metepec y se caracteriza por la presencia de diferentes disciplinas artísticas como el teatro, el canto y la poesía, además de presentar muestras artesanales. También se celebran el Festival Internacional de Cortometraje, cuyo objetivo es llevar el cine a las calles del Distrito Federal, Estado de México, Morelos y Jalisco, entre otros, y el Festival Internacional de Cortometrajes Cine, Cultura y Vida, en Toluca.

Un lugar para grandes acontecimientos deportivos y espectáculos en Toluca es el Teatro Morelos, donde además se realizan actividades políticas y culturales de relevancia en la vida del estado.

¿CÓMO SURGE EL ESTADO DE MÉXICO?

Al consumarse la independencia el país estaba estructurado conforme a una doble división política: la de intendencias y la de Diputaciones Provinciales. La división por intendencias databa de 1786 y una de ellas era la de México, que comprendía los actuales estados de México, Querétaro, Morelos, Hidalgo, la mayor parte de Guerrero y el Distrito Federal. La división por Diputaciones Provinciales era más reciente: se había establecido en la Constitución gaditana de 1812. Podían abarcar una o más intendencias. La Diputación Provincial de la Nueva España no comprendía todo el virreinato, sino sólo la Intendencia de México y, por algún tiempo, otras más. Al igual que las demás diputaciones, siguió funcionando durante el primer Imperio y el periodo preconstitucional, hasta finales de 1823. Su importancia fue grande, pues según Mora “las diputaciones hicieron la Federación”. De modo que el Estado de México se originó en dos bases institucionales preexistentes: la Intendencia de México y la Diputación Provincial de la Nueva España.

 

MAPA I.1. El Estado de México en las intendencias de la Nueva España

FUENTE: Edmundo O’Gorman, Historia de las divisiones territoriales de México, Porrúa, México, 1985.

En su estructura y formación territorial, las intendencias se basaron en los límites de las diócesis ya existentes y fueron, con las Diputaciones Provinciales, las “progenitoras de los estados modernos” de la República Mexicana. Así, en la Nueva España se crearon 12 intendencias en 1786: Guanajuato, México, Guadalajara, Yucatán, Oaxaca, Durango, San Luis Potosí, Michoacán, Zacatecas, Puebla, Veracruz y Sonora. Entre éstas, la Intendencia de México abarcó una extensión de 116 843 km2 de un total de 2’335 628 km2 que se estimaron entonces para el conjunto de la Nueva España. Albergó una población estimada en 1’511 900 personas, es decir, un promedio de 12.9 personas por kilómetro cuadrado.

En diciembre de 1823 el Congreso nacional aprobó el artículo constitutivo en que declaraba al Estado de México como una de las entidades de la federación, y el 2 de marzo de 1824 se instaló con gran ceremonia, en el salón de juntas del ayuntamiento de la Ciudad de México, la Legislatura Constituyente del Estado de México. Quedó situado en el centro del país, en el cruce de infinidad de rutas, y era la región más poblada; por si fuera poco, como incluía a la Ciudad de México, tenía asegurados fuertes ingresos. Su muy extenso territorio original fue desmembrado en etapas sucesivas hasta quedar del tamaño actual, pero estas “desmembraciones”, aunque dolorosas para el Estado de México, se vuelven parte integral del proceso formativo y dinámico de la evolución histórica de la nación. Estas desmembraciones fueron: 1. Querétaro (1824), 2. Distrito Federal (1824), 3. Guerrero (1841-1849), 4. anexión y separación de Tlalpan (1854-1857), 5. Hidalgo (1862-1869), 6. Morelos (1862-1869), 7. Calpulalpan (1863-1871) y 8. ampliación del Distrito Federal (1899).

En el interior del estado, entre 1877 y 1889 se autorizaron los movimientos territoriales más significativos; después de esta fecha sólo destacó la erección del distrito de El Oro, en 1902. Entre las modificaciones político-territoriales que concedieron los diputados, a petición de habitantes o autoridades, constan el cambio de villas a ciudades y de pueblos a villas; la segregación de algunas poblaciones de una municipalidad para agregarlas a otra; la escasa erección de pueblos que habían sido rancherías, y la supresión de algún municipio por carecer de elementos económicos necesarios para mantenerse.

Por otra parte, desaparecieron los partidos como concepto, porque la mayoría de ellos se volvieron distritos. El Estado de México quedó dividido en distritos, y éstos en municipalidades y municipios. En 1854 había cinco distritos divididos en 15 partidos; estos distritos y partidos se transformaron en 1871 en 16 distritos, división político-administrativa que tuvo pocos cambios en los años posteriores del siglo XIX. Cuando Porfirio Díaz inició su gobierno existían 15 distritos y el número de ayuntamientos en municipalidades y municipios había subido a 123, lo que significó un incremento de 10 ayuntamientos en siete años.

De esta manera, el Estado de México llegó al siglo XX con el territorio que actualmente conocemos. Todo ello implicó cambios, pero también continuidades, y éstas fueron evidentes en la geografía y en la organización del espacio. El hecho de que el actual Estado de México haya tenido un intenso proceso de formación externo e interno determinó una gran diversidad sociocultural y una continua y permanente redefinición territorial.

La extensión territorial del estado es de 22 499.95 km2, cifra que representa 1.09% del total del país y lo sitúa en el lugar 25 en superficie entre las entidades de la federación. Se encuentra dividido políticamente en 125 municipios, ocho regiones político-administrativas (I. Toluca, II. Zumpango, III. Texcoco, IV. Tejupilco, V. Atlacomulco, VI. Coatepec Harinas, VII. Valle de Bravo y VIII. Jilotepec) y 16 distritos judiciales. Tiene como capital la ciudad de Toluca. Aparte de ésta, las ciudades más importantes son Metepec, Coacalco, Nezahualcóyotl, Naucalpan, Tlalnepantla, Chimalhuacán, Cuautitlán Izcalli, Ecatepec, Atizapán y Texcoco (pertenecientes a la Zona Metropolitana del Valle de México [ZMVM] y a la Zona Metropolitana del Valle de Toluca [ZMVT]).

II. LOS PUEBLOS ORIGINARIOS

PODEMOS RASTREAR LA EVOLUCIÓN de nuestra cultura desde los remotos orígenes de los cazadores-recolectores y su paso hacia la agricultura, hasta la formación social y política caracterizada por gobiernos teocráticos y militares. Nuestro territorio es afortunado, pues el Estado de México guarda testimonios prehistóricos y arqueológicos de las más altas culturas generadas en Mesoamérica. Por medio de los estratos podemos seguir la evolución de asentamientos humanos desde miles de años antes de la era cristiana. Por ejemplo, en la región chalca, el sitio arqueológico de Xico es huella de uno de los asentamientos humanos más antiguos (posiblemente 22 000 o 21 000 años a.C.). Hacia el norte, en la zona texcocana, en Tepexpan y Santa Isabel Ixtapan se han encontrado restos de animales del Pleistoceno asociados a restos humanos y artefactos.

Si iniciamos el recorrido desde el periodo Preclásico admiraremos las figurillas de barro encontradas en Tlatilco, lugar cercano a Naucalpan. Estas pequeñas estatuas son famosas por los atavíos de los personajes, especialmente femeninos, que indican una variedad de adornos y modelos de indumentaria, ya que no podríamos llamarlos vestidos, pues muchas veces son únicamente faldillas, peinados de diferentes estilos, etc. Entre los varones se diferencian sus ocupaciones o entretenimientos: guerreros, chamanes (sacerdotes o brujos), acróbatas y cazadores. Las vasijas muestran los gustos por determinados alimentos como patos, peces y otros animales acuáticos.

Si avanzamos en el tiempo llegamos al periodo Clásico, en que identificamos principalmente a Teotihuacan y a poblados relacionados con esa metrópoli, aunque estuviesen un tanto alejados de ella. El ocaso de las ciudades de este periodo nos lleva a la siguiente época, identificada con Tula-Xicocotitlan. La influencia cultural de esta ciudad se percibe en la cerámica y en los detalles de la arquitectura; por ejemplo, en Calixtlahuaca o en Teotenango. Las referencias históricas provienen de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, cronista texcocano que manifiesta tener conocimientos del parentesco entre la familia real tolteca y gente del Valle de Toluca, porque aquí se refugiaron algunos nobles toltecas a la caída de su metrópoli. Años después, una princesa tolteca se casaría con Nopaltzin, un hijo de Xólotl, el gran Chichimecatecuhtli, principal protagonista de la época siguiente a la tolteca, conocida como chichimeca.

De los tiempos de la irrupción chichimeca nos quedan como testimonio arqueológico dos pequeños centros político-religiosos: Tenayuca y Santa Cecilia, inmersos hoy en la mancha urbana de la Ciudad de México. Los límites entre el Distrito Federal y el Estado de México se sitúan casi en esos puntos de referencia. Tenayuca no tiene la monumentalidad de Teotihuacan, pero de aquélla tenemos más información histórica gracias a las pinturas o códices en los que se guardó la memoria de los fundadores de señoríos que destacaron.

Los señoríos que se formaron en el área geográfica que hoy conocemos como Estado de México no alcanzaron a integrar una entidad política homogénea. Cada población de cierta importancia tuvo territorio y gobierno propios (casi todos conservan sus nombres originales) y algunas destacaron más que otras. Únicamente podríamos considerar como cabeceras políticas de importancia a Chalco y a Texcoco. Las demás eran pequeños gobiernos, propios de sus respectivas etnias; por esta razón se presentan aquí como entidades autónomas.

LOS SEÑORÍOS O ALTÉPETLS

Cuautitlán

A raíz de la desmembración del señorío tolteca se produjeron varias migraciones, entre ellas las del grupo conocido posteriormente como cuautitlanense. Espectadores de la decadencia tolteca registraron en sus escritos acontecimientos paralelos en el tiempo, lo sucedido en Tula y lo ocurrido al grupo chichimeca migrante antes de que se asentara definitivamente en Cuautitlán. Ambos lugares (Cuautitlán y Tula) tuvieron, separadamente, gobernantes más o menos contemporáneos: Mixcoamazatzin, en las postrimerías de Tula, y Chicontonatiuh, en los inicios de Cuautitlán. Tula padeció calamidades y desorganización. Mientras tanto, los cuautitlanenses peregrinaron y reconocieron lugares que les sirvieron de sede antes de que fueran a señorear a Cuautitlán; con el tiempo, los cuautitlanenses fueron adquiriendo territorios. Tres veces lo hicieron: la primera durante el reinado de Xiuhneltzin, en el siglo VIII de nuestra era; la segunda en el siglo XIII, después de la guerra de Jaltocan, y la tercera en el siglo XIV, cuando llegaron los acolhuas. En esta ocasión designaron a Cuautitlán como cabecera y la dividieron en cuatro barrios con dos pueblos sujetos cada uno alrededor de un templo que aún existía a la llegada de los españoles. Para el siglo XV varias cabeceras se disputaban la hegemonía política de la región lacustre; Azcapotzalco, Texcoco y Tenochtitlan constituyeron la Triple Alianza y los cauautitlanenses pasaron a ser sus tributarios.

Cuautitlán sobrevivió a las vicisitudes anteriores, y en las primeras décadas del gobierno hispano dejó un recuento de su historia. Como hemos visto, tuvieron una vida nómada seguida de la adopción de la vida sedentaria, gracias a los adelantos culturales que obtenían y a la creación del altépetl o ciudad mediante un acuerdo entre nobles y los distintos grupos de una sociedad jerárquica. La tradición oral y escrita constituye una buena información que sitúa a Cuautitlán en la vida política y cultural del centro de México.

Jaltocan

Varios grupos poblaron Jaltocan desde tiempos remotos: los vixtocanos, primero, y después arribaron los nonoalcas, los texcalpanos, los toltecas y los mexicas. Los toltecas llegaron cuando la desintegración de Tula bajo la guía de Yaotl (al parecer, el último gobernante de Tula, el famoso Huémac); esto ocurrió en el año 1 Pedernal, que aproximadamente corresponde al 1064 de nuestra era. Según el profesor Wigberto Jiménez Moreno, la gente que Huémac colocó ahí era otomí, ya que Tula estuvo compuesta por población nahua y otomí. En Tula dos líderes lucharon por la hegemonía político-religiosa: Topiltzin, adorador de Quetzalcóatl, y el sacerdote Huémac, súbdito de Tezcatlipoca; ambos personajes se relacionan con Jaltocan. Topiltzin sólo pasa por Jaltocan; en cambio, Huémac casa a una hija suya, Chalchiuhnenetzin, con Teohtlacozauhqui, señor de Jaltocan. La versión de Pablo Nazareo coincide con la de Ixtlilxóchitl al entroncar la dinastía de Jaltocan con el linaje tolteca de Huémac. Nazareo menciona también a nueve señores de Jaltocan emparentados por línea femenina con la nobleza de Azcapotzalco y Tacuba. Para el siglo XIII el poder político de los tepanecas propició que los enlaces matrimoniales de Jaltocan se inclinaran hacia Azcapotzalco. Una vez que esta capital perdió su poderío, los matrimonios de Jaltocan se realizaron con la nobleza de Texcoxotonco y de Coatlinchan.

Más tarde los acolhuas de Texcoco, ayudados por Azcapotzalco y por los mexicas, lucharon contra Jaltocan. Muerto Tzompan termina la dinastía de Xólotl en Jaltocan. Esa guerra fue cultural y por poder, porque enfrentó a la facción chichimeca, que empezaba a aculturarse, con el grupo otomí, que rechazaba las nuevas formas de vida impuestas por la élite texcocana. Pero no sólo fue la imposición, sino la presión ejercida por Azcapotzalco a través de Cuautitlán y de Texcoco, lo que cercó por el este y el oeste a Jaltocan. Estratégicamente, la situación geográfica de Jaltocan interesó tanto a Azcapotzalco como a Texcoco, y los productos de éstos eran codiciados por miembros de la Triple Alianza. La parte política consistió en disputarse el prestigio político de Xólotl debido a que las alianzas matrimoniales perdían importancia ante sociedades guerreras que optaban por alianzas militares y la repartición de tributos entre los señores de la Triple Alianza: Tenochtitlan, Texcoco y Tacuba.

Texcoco

Población muy antigua, se le conoce con varios nombres: Catlenihco o “lugar de detención”; Texcoco, “acogedero o entretenedero de gentes”, etc. Llegó a ser la capital de los acolhuas después de un proceso de aculturación que duró varias generaciones. El paso de nómadas a sedentarios se registró tanto en documentos pictográficos como en historias escritas en náhuatl y en castellano. Los cambios culturales entre dos civilizaciones se observan en la alimentación, las novedades en agricultura, vestuario, armas, vivienda, urbanización, organización política y económica, lengua y religión. La llegada de los chichimecas al Altiplano Central indudablemente obedeció a la búsqueda de mejores condiciones de vida. Para arraigarlos, Xólotl y sus descendientes construyeron corrales para cría de venados, conejos y liebres; Quinatzin, bisnieto de Xólotl, designó a dos señores importantes para la cría de animales.

Algo parecido sucedió con la agricultura. Al dispersarse los toltecas, no se había vuelto a sembrar maíz. Un descendiente de los toltecas llamado Xiuhtalto, que vivía en Cuautepec, había guardado unos granos de maíz que sembró y se fueron multiplicando; chichimecas y toltecas se aficionaron al cultivo del maíz; Nopaltzin, soberano chichimeca, ordenó que se sembrara en todas sus tierras. Tlotzin Póchotl, hijo de Nopaltzin y educado en Chalco, aprendió de su maestro, Tecpoyo Achcauhtli, a cultivar la tierra; vio “cuán necesario era el maíz y las demás semillas y legumbre para el sustento de la vida humana”, y obligó a todos sus súbditos a dedicarse a la agricultura. Al igual que con los criaderos de animales, muchos no estuvieron de acuerdo y emigraron a Metztitlan y a Tototepec; eran los otomíes, a los que les resultaba difícil el paso de recolector a agricultor, del nomadismo al sedentarismo.

En la segunda mitad del siglo XIV la ciudad de Texcoco se embelleció con palacios de múltiples habitaciones para el soberano y los nobles. Los recintos personales y los destinados a negocios y al comercio se encontraban encerrados en una verdadera fortaleza; jardines y albercas embellecían las construcciones. Se datan en la época de Nezahualcóyotl los planos de las casas de gobierno del Mapa Quinatzin. En ellos se observa alguna influencia europea debido a que ese documento se elaboró en el siglo XVI. Cundió la fama de los palacios texcocanos, y los de Nezahualcóyotl y Nezahualpilli no fueron superados por sus sucesores. Por ejemplo, la residencia de Cacama, último gobernante prehispánico en Texcoco, tuvo como característica principal un embarcadero situado debajo de ella. A la llegada de los españoles, el núcleo urbano de Texcoco tenía aproximadamente 140 000 casas, y su extensión era de tres o cuatro leguas. Entonces se aceptó el culto cristiano y la ciudad albergó la famosa escuela para indios que fundara fray Pedro de Gante.

Chalco-Amaquemecan

La región de Chalco-Amaquemecan es una de las zonas pobladas desde tiempos antiguos. Después de esos misteriosos autores de los artefactos del “complejo Chalco”, tenemos noticias, por documentos escritos, de que los primeros pobladores fueron xuchtecas, con fama de brujos y magos que ejercitaban sus artes adivinatorias en el agua. En orden de aparición les siguen los olmecas, “gente del país del hule”, conocidos como los olmecas históricos para diferenciarlos de los olmecas arqueológicos de las costas de Tabasco y Veracruz. Luego llegó gente de Quiyahuiztlan y otros nombrados cocolcas, “que usaban disfraz de jaguar”, a quienes los chichimecas atacaron y destruyeron las pertenencias de su brujo. Los grupos mencionados vivieron en el monte Amaqueme, conocido entonces como Chalchiuhmomozco. De allí fueron desalojados por inmigrantes que provenían de diversos sitios: Tlapallan Chicomoztoc, Aztlán, Teoculhacan. Estos individuos no formaban un grupo homogéneo sino que se distinguían entre sí por su dios tutelar, por su lengua o por el nombre del lugar que eligieron como asentamiento. Los tecuanipas, procedentes de Chicomoztoc, el “lugar de las siete cuevas”, fueron aceptados en la región chalca gracias a que llevaron productos novedosos como pieles de gato montés, redes de canastas, muñequeras, objetos de caracol, papel de pachtli, arcos y vestidos de pieles. Se les concedió la residencia en calidad de vasallos y con la condición de que hicieran un terraplén. Adoraban a Mixcóatl.

Con este mosaico de gente de distinto nivel cultural, en la región de Chalco-Amaquemecan llegaron a formarse verdaderas “familias reinantes” en las cabeceras, provenientes de cinco grupos étnica y lingüísticamente diferentes: los totolimpanecas-amaquemes, los chichimecas-tecuanipas, los nonohualcas, los poyauhtecas y panohuayas, y los tenancas tlayllotlacas. Todos lograron convivir con cierta tolerancia. Mediante el trabajo de muchos y la administración y la autoridad de pocos lograron hacer de Chalco una región esencialmente agrícola, codiciada por los poderes en juego, a partir del siglo XIV.

Los mexicas, en su isla Tenochtitlan, carecían de tierras cultivables y tuvieron que proveerse de maíz en Chalco; pero entonces los inspectores encargados de la recolección del grano para los mexicas emprendieron represalias en contra de la nobleza chalca con objeto de tener manos libres en la administración de las cosechas. Los nobles huyeron a Totomihuacan, hoy estado de Puebla. El momento era propicio para medir fuerzas. Los chalcas protestaron por la huida de sus señores y trataron de formar una confederación contra los mexicas. Por lo pronto, ambos bandos decidieron ejercitarse en la guerra florida, o caza de esclavos, situación que duraría algunos años, mientras los mexicas consiguieron la alianza de los texcocanos para combatir a Chalco. Estaba en juego el control de la producción de maíz, legumbres, madera, canoas y piedra, además de la indispensable mano de obra bien calificada de los chalcas. La ofensiva mexica en contra de Chalco no fue únicamente económica: se trataba de emparentar a las familias mexicas con las chalcas, porque éstas descendían de los toltecas, de gran prestigio cultural.

Los soberanos mexicas trataron de enmendar errores: Tizoc colocó a dos príncipes chalcas en Amaquemecan, otros dos en Tlalmanalco-Tlacochcalco-Opochuacan y a funcionarios menores en Tenango-Tepopola, Tepetlixpan-Chimalhuacan y Acxotlan Cihuateopan. Moctezuma II, además de reinstalar a la nobleza chalca, casó a una de sus hijas con el señor de Tlalmanalco-Opochuacan. Como