Experiencias de trabajo social clínico en Chile -  - E-Book

Experiencias de trabajo social clínico en Chile E-Book

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Experiencias de trabajo social clínico en Chile es el primer libro en el país que permite discutir sobre prácticas especializadas de trabajo social clínico en contextos complejos y diversos, y es producto de la síntesis y edición de doce capítulos escritos por profesionales de esta área de las ciencias sociales. De este modo, reúne a una serie de autores que han colaborado en su construcción a través de la presentación de análisis de casos, la propuesta de procesos de intervención y su abordaje desde una perspectiva reflexiva. El libro invita a que las y los lectores se posicionen desde la comprensión de la intervención social clínica a partir de diversas perspectivas aplicadas a distintos contextos y dividida en tres partes: análisis de casos, procesos de intervención y procesos de evaluación. Este material se presenta como una guía metodológica para el ejercicio profesional del trabajo social clínico y una invitación reflexiva a las disciplinas con las cuales se interactúa. El contenido de esta publicación pretende favorecer el estudio por parte de trabajadores sociales en formación, profesionales de intervención en contextos clínicos, académicos/as e investigadores en la materia. Experiencias de trabajo social clínico en Chile ofrece una oportunidad para el debate, la concientización y visibilidad de esta disciplina no solamente en Chile, sino también en la región latinoamericana y el Caribe.

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EDICIONES UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE

Vicerrectoría de Comunicaciones y Extensión Cultural

Av. Libertador Bernardo O’Higgins 390, Santiago, Chile

[email protected]

www.ediciones.uc.cl

Experiencias de trabajo social clínico en Chile

Milton Contreras Sáez y Karla González Suitt

(editores)

© Inscripción Nº 2023-A-12878

Derechos reservados

Diciembre 2023

ISBN Nº 978-956-14-3218-5

ISBN digital Nº 978-956-14-3219-2

Diseño:

Francisca Galilea R.

Diagramación digital: ebooks Patagonia

www.ebookspatagonia.com

[email protected]

CIP-Pontificia Universidad Católica de Chile

Contreras Sáez, Milton, autor.

Experiencias de trabajo social clínico en Chile / Milton Contreras Sáez, Karla González Suitt.

Incluye bibliografías.

1. Trabajo social – Chile – Estudio de casos.

I. González, Karla, autor.

II. Tít.

2023 361.30983 + DDC23 RDA

La reproducción total o parcial de esta obra está prohibida por ley. Gracias por comprar una edición autorizada de este libro y respetar el derecho de autor.

RESUMEN

Experiencias de trabajo social clínico en Chile es el primer libro en Chile que permite discutir sobre prácticas especializadas de trabajo social clínico en contextos complejos y diversos. De este modo, reúne a una serie de autores que han colaborado en su construcción a través de la presentación de análisis de casos, la propuesta de procesos de intervención y el abordaje de estos desde una perspectiva reflexiva.

En cuanto a la presentación de casos, se recogen temáticas de abuso sexual infantil, el trauma transgeneracional, intervenciones clínicas familiares, cuidados paliativos y violencia intrafamiliar. Por su parte, las propuestas de procesos de intervención se centran en el campo de salud, la atención temprana, el consumo problemático de alcohol y el acompañamiento familiar en esquizofrenia. Finalmente, invita a analizar la intervención social clínica desde una perspectiva reflexiva a través de relatos autobiográficos, agentes facilitadores de derechos y la supervisión clínica.

El libro invita a que las y los lectores se posicionen desde la comprensión de la intervención social clínica desde diversas perspectivas aplicadas a distintos contextos y en las tres dimensiones mencionadas: análisis de casos, procesos de intervención y análisis reflexivo de la intervención, usando el material presentado como una guía metodológica para el ejercicio profesional del trabajo social clínico.

ÍNDICE

PRÓLOGO

INTRODUCCIÓN

PARTE I. ANÁLISIS DE CASOS

Capítulo I. Entre mapas y metáforas: juego y resonancias para el trabajo en trauma y abuso sexual infantil

Alexis Bustos

Capitulo II. Trauma transgeneracional: abordando el dolor desde la teoría del apego

María Cecilia Coloma

Capítulo III. ¿Cómo acompañar el sufrimiento en fin de vida? Aprendizajes desde una experiencia de trabajo social clínico en cuidados paliativos

Valentina Garrido y María Paz Martínez

Capítulo IV. Abordaje de violencia intrafamiliar severa en la atención primaria de salud: oportunidades para el abordaje desde el trabajo social clínico desde el nivel primario de atención de salud

Paula Cerda

Capítulo V. Intervenciones clínicas familiares en contextos laborales

Nancy Droguett, Karla González, Viviana Hurtado y Noemí Sánchez

PARTE II. PROCESOS DE INTERVENCIÓN

Capítulo VI. Del modelo biomédico al modelo psicosocial: desafíos del rol del/la trabajador/a social clínico en atención primaria de salud

Karen Olivares

Capítulo VII. Trabajo social en la atención temprana: una tarea pendiente

Ela Alejandra Alcaino y Katherine Estrella Naranjo y Pilar Muñoz

Capítulo VIII. Construyendo soluciones: la intervención centrada en las soluciones como una estrategia para el trabajo social clínico en contexto de consumo de alcohol

Karla González, Daniela Calderón y Karla Rost

Capítulo IX. Intervención familiar en esquizofrenia

Andrea María Palma

Capítulo X. Violencia Sexual Infantil (VSI): dilemas éticos desde relatos autobiográficos de la intervención con víctimas y victimarios

Milton Contreras, Felipe Norambuena, Cesar Pereira, Natalia Izquierdo y Constanza Orellana

PARTE III. PROCESOS DE EVALUACIÓN

Capítulo XI. Trabajo social en salud sexual y reproductiva con adolescentes: agentes facilitadores para la autonomía y ejercicio de derechos

Daniela González, Electra González e Ingrid Leal

Capitulo XII. Necesidad y enfoques de supervisión en trabajo social: por una práctica supervisada, contemporánea, colaborativa y respetuosa

Rodrigo Morales y Alexis Bustos

INVITACIÓN FINAL. PRÁCTICA BASADA EN LA EVIDENCIA. INVITACIÓN HACIA LA INVESTIGACIÓN E INTERVENCIÓN

Milton Contreras y Karla González

ACERCA DE LOS EDITORES

ACERCA DE LOS AUTORES

PRÓLOGO

Cuando Milton Contreras Sáez y Karla González Sutt, compiladores, coordinadores y editores de Experiencias de trabajo social clínico en Chile, me hablaron de prologarlo, recibí su solicitud con humildad y alegría sintiéndome profundamente honrado y, al mismo tiempo, entendiendo la responsabilidad que tal distinción implicaba, puesto que este libro es el resultado del meritorio esfuerzo de sus coordinadores y editores, y del loable desempeño de profesionales del trabajo social clínico profesional en la práctica, para producir la recopilación de una serie extraordinaria de artículos que van a proveer no solo un aporte de riqueza intelectual, sino también, la exposición de experiencias prácticas a través de los estudios de casos, modelos de intervención y procesos reflexivos que los acompañan. El libro incluye prácticas del trabajo social clínico en diferentes ámbitos, generando nuevos conocimientos, métodos, enfoques teóricos, y aplicaciones de lo social clínico en el trabajo social, así como futuras implicaciones en el desarrollo del trabajo social clínico en Latinoamérica. Por tanto, en estas líneas iniciales expreso mi agradecimiento por haberme escogido para acompañar este brillante aporte, al cual le auguro la entusiasta recepción que merece en el campo del trabajo social clínico.

Experiencias de trabajo social clínico en Chileofrece una oportunidad para el debate, la concientización y visibilidad del trabajo social clínico en la región latinoamericana y el Caribe, así como un espejo reflector a la búsqueda de nuevos retos de pesquisa, conocimientos, metodologías, y marcos teóricos para abrir espacios a la interdisciplinaridad y colaboración entre trabajadores sociales tanto en la práctica como en la educación e investigación. En tal sentido, quiero reconocer los esfuerzos que se están gestando en Latinoamérica y el Caribe para crear espacios de trabajo de lo social clínico, que, si bien no se había definido como tal hasta años recientes, su práctica es mucho más antigua. El desarrollo del trabajo social clínico dentro del contexto latinoamericano y del Caribe busca reconocer, identificar y definir lo clínico en el trabajo social dentro de una realidad sociocultural e histórica, así como política y económica. Esfuerzos se han gestado no solo en Chile, también en Perú, Argentina, El Salvador y México; así como en lugares donde ya se reconoce la práctica institucionalmente como en Puerto Rico y Costa Rica. El trabajo social clínico en Latinoamérica y el Caribe “aspira a ser crítico, anti opresivo, emancipador, decolonial, anti patriarcal, antirracista, anticapitalista” (Alicea, 2021). Este libro se suma a los esfuerzos de dar visibilidad y reconocimiento al trabajo social clínico en Chile, al igual que en Latinoamérica y el Sur global.

El trabajo social se ha dedicado, desde su inserción, a mejorar el bienestar de las personas usando un enfoque ecológico (persona en ambiente), clínico y bio-psico-sociocultural, abordando su implementación mediante la atención a diferentes niveles de la sociedad, desde el individuo y familias, hasta comunidades, organizaciones y políticas gubernamentales. Desde sus comienzos, el trabajo social ha posicionado la salud y la salud mental como locus fundacional de la práctica en una multitud de instituciones y en una variedad de ámbitos comunitarios (Ruth y Marshall, 2017). La concentración del trabajo social en un foco de cuidado holístico, permite identificar la intersección de las identidades con las estructuras sociales de la salud y provee un balance al modelo biomédico adoptado por el Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (DSMV) (Sur et al., 2023).

La profesión del trabajo social ha mantenido desde sus comienzos una tensión y dualidad entre sus enfoques: por una parte, de intervención micro de análisis de casos atendiendo las necesidades sociales y, más tarde, psicológicas de los individuos y familias y, por otra parte, las intervenciones macro para atender y resolver las causas estructurales, a través, por ejemplo, de las reformas necesarias con la intención de mejorar el bienestar de la comunidad (Gibelman, 1999). Cooper y Granucci (2021) concuerdan en el reconocimiento de esta tensión y explican que está latente dentro de la profesión entre quienes trabajan con la misión del cambio social estructural o trabajando por el cambio individual y de familias. Ellos/as agregan que los trabajadores sociales tenemos una responsabilidad ética de trabajar terapéuticamente con aquellos individuos y familias cuyas vidas han sido profundamente afectadas por esos problemas sociales estructurales (Cooper y Granucci, 2022).

Esa tensión está en la base misma de mi propia dedicación a esta área: decidí entrar al campo del trabajo social clínico porque, aunque el trabajo a nivel macro y principalmente el de los movimientos de justicia social continúan siendo cruciales para cambiar las estructuras y condiciones de vida de los individuos, grupos, y comunidades que históricamente han sido marginalizadas y excluidas, entendí que también el trabajo para mejorar la salud mental y el bienestar integral del individuo era igual de importante. Trabajando como organizador comunitario con jóvenes de bajos recursos para mejorar las condiciones en sus vecindarios, dada la falta de inversión económica por parte de las instituciones gubernamentales, conseguimos grandes logros, entre ellos cambiar la narrativa de que “a la gente joven no le interesa su comunidad” y, más importante aún, encauzar su sentido de pertenencia y autoestima hacia la meta de mantener los espacios recreacionales dentro de su vecindario. Ellos combatieron a grandes empresas que querían mover las únicas canchas de basketball y alejarlas de las entradas por donde los futuros clientes tenían que pasar para acceder a las nuevas zonas comerciales que se estaban desarrollando en el área. Sin embargo, me enfrenté a un reto mucho mayor cuando uno de los jóvenes me compartió que había maltratado a su novia.

En ese momento me pregunté, “¿cómo es que yo estoy trabajando con jóvenes para mejorar las condiciones de su comunidad y no me he parado a pensar en cómo están ellos en cuanto a su salud mental y bienestar individual?”.También reconocí que no tenía herramientas ni conocimientos para trabajar a nivel individual y proveer un tipo de intervención adecuada. El trabajo social clínico fue el campo que me dio la oportunidad de adquirir conocimientos y destrezas para trabajar a ese nivel y, aun así, considerar los aspectos contextuales que impactan la vida del individuo en un proceso terapéutico. A través del trabajo social clínico he podido hacer evaluaciones, diagnósticos, tratamiento y prevención de condiciones mentales, emocionales, y otros disturbios de comportamiento (NASW, 2021).

Así, pues, el proceso del trabajo social clínico es multidimensional y complejo y envuelve la integración de diferentes niveles; esto incluye: (i) el respeto al usuario por su autodeterminación con una mirada profesional experta; (ii) los valores y ética del trabajo social junto con (iii)las barreras y retos estructurales insertados en el sistema de salud y de salud mental; (iv)una perspectiva de empoderamiento del usuario con atención a sus síntomas y (v) el uso del yo en el proceso dentro de marcos teóricos y la práctica (Cooper y Granucci, 2021).

Experiencias de trabajo social clínico en Chile recoge esta multidimensionalidad. Está dividida en tres partes: análisis de casos; procesos de intervención; y procesos de evaluación.

En la primera parte se presentan diferentes capítulos que incluyen el trauma y abuso sexual infantil, usando la terapia narrativa y terapia de juego como modelos de intervención con la población infantil; la violencia intrafamiliar y el trauma, utilizando teoría del apego para abordar el dolor y búsqueda de soluciones dentro de un contexto colectivo relacional; intervenciones en cuidados paliativos con un abordaje terapéutico del trabajo social en el acompañamiento en fin de vida con marcos teóricos disciplinares que se incluyen en el trabajo social clínico, cuidados paliativos y la salud mental comunitaria con un enfoque centrado en el usuario. Esta primera parte del libro termina con intervenciones clínicas familiares en contextos laborales donde situaciones de crisis, como accidentes en el trabajo, generan un impacto que hace intersección con lo legal y lo médico-social en la familia, con intervenciones clínicas desde el ámbito hospitalario.

La segunda parte incluye capítulos que describen los procesos de intervención haciendo un abordaje a la transición de un modelo biomédico a uno psicosocial, a través de un modelo integral de salud familiar y comunitaria con una intervención interdisciplinaria resaltando el rol socio-político que ejerce el trabajador social clínico; una segunda propuesta es la atención temprana, dentro del trabajo social, hacia personas con discapacidad, comenzando a partir de la primera infancia e involucrando a la familia dentro de un marco legal e institucional del sistema de protección integral a la infancia en Chile; también, intervenciones con modelos de terapia breve centrada en soluciones cuando se trabaja con personas que consumen alcohol, ejemplificando técnicas que incluyen: “evaluación del cambio pre-sesión”, “preguntas de afrontamiento” y “búsqueda de soluciones anteriores”; asimismo, intervenciones familiares en casos de esquizofrenia, visualizando el impacto en las personas y representando modelos de intervención de terapia familiar orientada a la crisis, familiar conductual, psicoeducación familiar y terapia multifamiliar. Esta segunda parte del libro finaliza con un análisis de los dilemas éticos sobre la violencia sexual infantil a partir de relatos autobiográficos de la intervención como generación de conocimiento experiencial y procesos de intrevención reparatoria tanto con víctimas como victimarios.

El libro culmina en su tercera parte con los procesos de evaluación. Esta incluye el trabajo social con adolescentes en salud sexual y reproductiva abordando un marco contextual del desarrollo del adolescente y los ámbitos establecidos para proveer apoyo y seguimiento e intervenciones dándole énfasis a la atención de su salud sexual y reproductiva y aportando soluciones no tradicionales como la educación sexual integral fuera del aula, en espacios clínicos o comunitarios. En esta parte, la obra demuestra la necesidad de la supervisión en el trabajo social clínico como herramienta fundamental para el avance y crecimiento dentro de nuestro campo, propone la utilización de métodos como los equipos y diálogos reflexivos; y, finalmente, hace una invitación hacia el desarrollo de nuestra disciplina, a través de la investigación científica, para producir evidencias cuyos resultados enriquezcan el trabajo social clínico en la práctica.

Experiencias de trabajo social clínico en Chile se convertirá en un referente para el trabajo social clínico en Latinoamérica y el Caribe. Esta obra proveerá a estudiantes, profesores y profesionales del trabajo social una herramienta para adquirir conocimientos y destrezas requeridas en la práctica del trabajo social clínico, así como una plataforma para continuar el desarrollo e investigación en la región. No queda más que darle la bienvenida y agradecer a todos los intervinientes en su realización por el esfuerzo puesto en presentarnos este importante aporte.

Jesús R. Ortega Weffe, LMSW

Austin, Texas, 2023

REFERENCIAS

Alicea-Rodríguez, L. (2021). “Nuevos tiempos para el Trabajo Social Clínico latinoamericano”. Revista Latinoamericana de Trabajo Social Clínico. 1(1) ISSN 2735-6493.

Gibelman, M. (1999). “The search for identity: defining social work-past, present, future”. Journal of Social Work. 44 (4) 298-310.

Marlene G. Cooper, & Joan Granucci Lesser (2022). Clinical Social Work Practice. An Integrated Approach. Sixth Edition. Pearson. ISBN-13: 9780135783238

National Association of Social Workers (NASW). Clinical Social Work. Adquirido en el sitio web on 02/11/23: https://www.socialworkers.org/Practice/Clinical-Social-Work

Ruth, B. J., & Marshall, J. W. (2017). A History of Social Work in Public Health. American Journal of Public Health, 107(S3), S236–S242. https://doi.org/10.2105/AJPH.2017.304005

Sur, D., Ashcroft, R., Adamson, K. et al. Examining diagnosis as a component of Social Workers’ scope of practice: a scoping review. Clin Soc Work J 51, 12 23 (2023). https://doi.org/10.1007/s10615-022-00838-y

INTRODUCCIÓN

Karla González Suitt y Milton Contreras Sáez

La práctica del trabajo social clínico ha estado arraigada en los orígenes de la profesión, relacionada con el trabajo directo con personas y familias, como del trabajo de casos, cuyo objetivo históricamente ha apuntado a mantener el funcionamiento socioemocional de las personas y sus familias que experimentan dificultades a nivel intrapersonal, interpersonal o ambiental (González y Gelman, 2015).

Si bien, la especialización de trabajo social “clínico” no podría estar exenta de cierta tensión respecto del origen de este término –pues, de acuerdo con la Real Academia Española, la palabra “clínico” proviene del latín “clinicus”, refiriendo a lo propio del enfermo o propio del lecho (Real Academia Española, 2023)– siendo asociada inevitablemente con el ejercicio de la medicina y una mirada centrada en la patología. Desde sus orígenes también existe amplio consenso respecto de que el trabajo social clínico comprende aspectos tanto de la persona, sus relaciones interpersonales y factores contextuales o ambientales, lo cual ha sido fundamentado a través de los diversos enfoques teórico-conceptuales y metodológicos que se han empleado en el ejercicio profesional, muchos de ellos desarrollados desde la misma profesión.

En el caso de la trayectoria de la profesión en nuestro país, existen diversos antecedentes que respaldan las acciones clínicas realizadas por profesionales de trabajo social en momentos históricos del país, así como en contextos laborales tradicionales e innovadores. Por ejemplo, en el origen de la profesión, las primeras visitadoras sociales se formaban con un fuerte énfasis en la educación social y sanitaria a propósito de las condiciones de vida precarias en que vivían las familias de aquella época, acompañando el malestar y apoyando a la mejora de sus situaciones (González, 2010). En este sentido, Aylwin y Solar (2009) afirman que el trabajo social en Chile nace con una perspectiva familiar. Esto ha sido reafirmado por Saracostti, Grau, Villalobos, Cisterna y Caro (2014), quienes señalan que el desarrollo disciplinar y ejercicio profesional de lo que hoy se conoce es producto de los procesos históricos ocurridos en el país, por lo que la creación de las primeras Escuelas de Trabajo Social del Dr. Alejandro del Río y de Elvira Matte de Cruchaga, daban cuenta de la necesidad de enfatizar en estrechar vínculos entre problemáticas sociales, sanitarias, salubridad y de protección a las infancias.

En otra época, durante la dictadura cívico-militar, las asistentes sociales que colaboraron primero en el Comité para la Paz y, luego, en la Vicaría de la Solidaridad acompañaban a los ciudadanos víctimas de la represión, familias de detenidos desaparecidos y personas torturadas en el sufrimiento. Este trabajo se fue desarrollando desde el imperativo ético de los profesionales inspirados en la defensa a los derechos humanos y la dignidad de las personas, lo cual fue complementado con el reconocimiento de que la atención de casos superaba la concepción tradicional de lo asistencial, situándose en una intervención que implicaba una comprensión de las personas en un contexto macrosocial que afectaba la vida de estas (Morales, 2010). Por lo tanto, el acompañamiento, que hoy es posible reconocer en dentro del espectro que denominamos trabajo social clínico, se transformó en integral. Las personas, familias, comunidades enteras vivían incertidumbre y miedo por el hecho de pertenecer a grupos oprimidos que, en aquella época, como en muchas otras, pertenecían a las comunidades más excluidas de la sociedad, así como también a aquellos grupos que representaban pensamientos e ideales asociados a la izquierda política. En dicha tarea, se sabe del trabajo confidencial y hasta secreto que profesionales de trabajo social realizaron como testigos en un rol de acogida, guía, contención, gestión para la búsqueda, registro riguroso y organización de la información (Morales, 2010).

En nuestro país se ha incluido tradicionalmente para la formación generalista de trabajo social, habilidades para trabajar con personas y familias. De hecho, el libro seminal Trabajo social familiar publicado por esta misma editorial y escrito por Nidia Aylwin y María Olga Solar, dos trabajadoras sociales de la Escuela de Trabajo Social UC, ha sido un texto obligado de estudio de pregrado e incluso para formaciones de especialización en el ámbito del trabajo social con personas y sus familias. En este texto, tan vigente a la fecha, se encuentran abordadas temáticas como la familia en la época actual, la relación de las políticas sociales, los profesionales que las implementan y diversos enfoques y estrategias de intervención focalizados en la diversidad de familias, contextualizados en la intervención social de profesionales chilenos.

Si bien hasta ahora no se ha denominado a las prácticas descritas en los párrafos anteriores como trabajo social clínico, dentro de los principios que las fundamentan, se identifican con claridad el respeto irrestricto a los derechos humanos, el trabajo por la justicia social, y el foco en el alivio del malestar subjetivo que en cada contexto experimentaban las personas, familias e incluso grupos que, a lo largo del desarrollo de la profesión en Chile, han sido asistidos por trabajadores y trabajadoras sociales, quienes han ido forjando la identidad de una especialización que hoy llamamos clínica.

Considerar las historias de vida de las personas, los principios orientadores que fundamentan nuestra disciplina y profesión, como también el desarrollo del trabajo social clínico, permite recobrar un campo de acción donde históricamente hemos estado insertos. En palabras de Aylwin y Solar (2009), los trabajadores sociales tienen una ventaja en comparación a otras profesiones, debido a que logramos comprender los fenómenos sociales en terreno y en los mismos espacios donde se movilizan las personas, cuestión que se realiza desde los inicios de la profesión. Cuando nacieron posturas de “separar” el análisis sociológico y psicológico de un fenómeno social para poder analizar vínculos, cambios, condensaciones, rupturas, emociones, relaciones y contexto, logró que desde las ciencias sociales se generaran aperturas “transformadoras e innovadoras” en investigación e intervención, sin embargo, estas posturas de “Sociología Clínica” nacen en 1980 –Vicent de Gaulejac en la Universidad de París– décadas después del desarrollo del trabajo social clínico.

Desde la literatura más actualizada, Alamo y Fischersworring, (2022) han compilado una comprensión de trabajo social clínico como una especialización que aborda de manera asistencial, social y clínica, temáticas que impactan en la salud mental de las personas.

Se aboca al trabajo con individuos, familias, grupos y comunidades en situación de vulnerabilidad social y emocional, a fin de potenciar y mejorar su calidad de vida, mediante un acompañamiento terapéutico y el trabajo en red, tomando siempre en cuenta una mirada contextual y del entorno en que la o las personas se desenvuelven. Otras prácticas clínicas dentro del TSC son la consejería, la pedagogía social liberadora en salud mental, la intervención en crisis, la defensa de casos, la mediación, la visita domiciliaria con fines terapéuticos y el desarrollo comunitario, entre otras afines” (Alamo y Fischersworring, 2022).

En este libro nos aproximaremos al trabajo social clínico como una especialización cuyo accionar es la intervención social clínica, comprendiéndola como procesos de acompañamiento terapéutico, donde un/a profesional entrenado en habilidades de reflexión, autoobservación, abordaje terapéutico para la evaluación y la intervención social clínica, trabaja con personas, familias, grupos y comunidades con el fin de ayudarles a mejorar o fortalecer su calidad de vida en aras de contribuir a su desarrollo humano, de acuerdo a sus necesidades, recursos y expectativas. Lo social clínico refiere a que las competencias de los profesionales en este ámbito se caracterizan por una mirada integrativa de la persona en su contexto, siendo capaces de comprender de manera rigurosa e informada por enfoques teóricos y metodológicos, las situaciones de malestar bio-psico-socio-culturales e incluso espirituales que aquejan a los consultantes.

El presente libro consiste en una compilación de experiencias sistematizadas por trabajadores sociales en distintos ámbitos de acción que reconocen una práctica de trabajo social clínico en su quehacer. Si bien varios capítulos se contextualizan en el sector salud, este no es el único ámbito, pues se presentan experiencias en el ámbito socio jurídico y de protección especializada a la niñez y adolescencia.

REFERENCIAS

Alamo, N. y Fischersworring, M. (2022). Psychotherapie und Klinische Sozialarbeit als eine Form der Beratungspraxis: der chilenische Kontext. In B. Bräutigam, M. Hörmann, & M. Märtens (Eds.), Alles Erfindung? Länderübergreifende Perspektiven auf das Verhältnis von Beratung und Psychotherapie (pp. 93-107). Vandenhoeck & Ruprecht. https://doi.org/10.13109/9783666408137.93

Aylwin, N. y Solar, M. O. (2009). Trabajo Social familiar. Tercera edición. Ediciones Universidad Católica de Chile. Textos Universitarios. Facultad de Ciencias Sociales.

De Gaulejac, V. (1999). Historias de vida y sociología clínica. Proposiciones, 29, 89-102.

González Moya, M. (2010). “La visita de las moscas azules” El concepto de la “visitación” como eje articulador de la formación de asistentes sociales en las primeras escuelas chilenas. Santiago, 1925-1935. En M. González Moya, Historias del Trabajo Social en Chile, 1925-2008. Ediciones Técnicas de Educación Superior.

González, M.J., Gelman, C.R. (2015). Clinical Social Work Practice in the Twenty-First Century: A Changing Landscape. Clin Soc Work J 43, 257-262 https://doi.org/10.1007/s10615-015-0550-5

Morales, P. (2010). “Se hace camino al andar…” Trabajo social y derechos humanos en Chile: De la atención de casos a la denuncia documentada, 1973-2003. En M. González Moya, Historias del Trabajo Social en Chile, 1925-2008. Ediciones Técnicas de Educación Superior.

Real Academia Española (2023). Diccionario online. Disponible en: https://dle.rae.es/

Saracostti, M.; Grau, O.; Villalobos, C.; Rubilar, G.; Cisterna, N. y Caro, P. (2014). Historia del Trabajo Social en Chile. En Tomás Fernández y Rafael De Lorenzo (Coord.) Trabajo social: una historia global. Madrid: Mc Graw Hill, (pp. 67-94).

CAPÍTULO IENTRE MAPAS Y METÁFORAS: JUEGO Y RESONANCIAS PARA EL TRABAJO EN TRAUMA Y ABUSO SEXUAL INFANTIL

Alexis Bustos Villarroel

Introducción

El presente capítulo se enmarca en el contexto del trabajo con niñas, niños y jóvenes que han sido víctimas de maltrato infantil grave –en adelante MIG–, y abuso sexual infantil –en adelante ASI–, cuyas experiencias son trabajadas por dispositivos que intentan responder al fenómeno de la violencia en su amplia gama de expresión. En ese contexto y bajo una orden judicial se establece un tipo particular de relación terapéutica con las niñas, niños y jóvenes –en adelante NNJ–. La relación terapéutica va a estar mandatada por la instancia judicial, no es una instancia voluntaria a la cual las personas accedan libremente. Eso marca un primer y fundamental hito, ya que habrá que destinar los esfuerzos necesarios para que las y los terapeutas logren sedimentar un espacio de seguridad, un espacio nutricio y, sobre todo, que tenga un sentido para las NNJ que asisten a terapia por dichas experiencias traumáticas. En ese escenario se instala la política pública respecto de los programas de reparación de maltrato grave y abuso sexual, donde hay un mandato judicial que debe cumplirse y los distintos organismos colaboradores en materias de infancia, van a responder y estar supeditados al Tribunal de Familia y las decisiones que allí se tomen.

En este capítulo se revisarán dos experiencias de trabajo terapéutico con NNJ que han vivido ambas expresiones de la violencia hacia la infancia, a saber: ASI y MIG. Estas experiencias enmarcadas en las premisas de la terapia narrativa de Epston y White (1993), en relación con los principios de la Terapia de Juego y su especial relación con las narrativas (O’Connor et al., 2017; Freeman et al., 2011). De igual manera, se entenderán las experiencias de MIG y ASI como una forma particular de trauma, el cual provoca cambios en la neurobiología, el cuerpo, la emocionalidad y las relaciones sociales (van der Kolk, 2015; Ogden et al., 2009; Porges, 2016; van der Hart, 2011; Levine, 2016; y Ogden y Fisher, 2016). Esta comprensión neurobiológica del trauma contribuye a entender los cambios experimentados por las personas que atraviesan experiencias límites, intensas, adversas que pueden posicionarse como experiencias traumáticas, estos análisis pretenden situar y contextualizar los efectos del trauma en un contexto relacional y social, se podría entender como una mirada neurobiológica contextual-relacional del trauma.

Abuso sexual infantil como forma particular de trauma

Las experiencias de MIG y ASI pueden ser consideradas como un trauma singular, ya que, por lo general quienes perpetran estas acciones suelen ser familiares o personas cercanas a la familia (Echeverría y Guerricaechebarria, 2005; Cantón y Cortés, 2016; Sheinberg y True, 2001; UNICEF, 2012; UNICEF, 2021; CJS y DEJUC UC/UNICEF, 2021). Y desde ahí, la sensación de seguridad y la predictibilidad en la vida de los NNJ cambia rotundamente (van der Kolk, 2015; Finkelhor y Browne, 1985; y Finkelhor y Araji, 1986), de igual manera la sensación de confianza se verá sumamente impactada (Murillo, 2012), así como la relación vincular reflejada en los estilos de apego (Ogden et al., 2009; Barudy y Dantagnan, 1998 y 2009). Estas experiencias son consideradas una forma particular de trauma, ya que en su mayoría son propiciadas por las figuras de cuidado, generalmente padre o madre y es en esa especial relación de cuidado en la cual los adultos que debían proteger y acunar las experiencias de los NNJ en su desarrollo vital, se genera un quiebre y una transformación en la relación, ya que el mundo adulto se torna desconfiable e impredecible (Finkelhor, 1986), surgiendo la ambivalencia frente a las figuras de cuidado. De igual manera, se considera una experiencia traumática en tanto existe una irrupción en el continuo vital de los NNJ y esa irrupción es sumamente compleja de ser entendida, incorporada y asimilada; es una experiencia que tiene el potencial de fragmentar y compartimentalizar la vida de las personas (van der Kolk, 2015). De esta manera el problema central está constituido por la incapacidad de asimilar la realidad de experiencias con la consiguiente reactualización repetitiva del trauma en imágenes, comportamientos, sentimientos, estados fisiológicos y relaciones interpersonales (van der Kolk, 2015). Es decir, el trauma singular experimentado en las vivencias de MIG y ASI no son solo biología descontextualizada, sino, experiencias neurobiológicas situadas en un contexto social más amplio, siendo un espacio relacional en el cual también es posible rearticular relaciones de buenos tratos, espacios sanadores y nutricios, de colaboración social que tiendan a la agencia personal y a la construcción de significado de las experiencias vividas.

Bessel van der Kokl (2015), en un intento de agrupar constelación sintomatológica que producen las experiencias de trauma va a proponer el concepto de Trastorno Traumático del Desarrollo el cual pone especial énfasis en la exposición prolongada de los NNJ a situaciones adversas durante su desarrollo. Centra en foco del trauma en el desarrollo vital, puntualizando en las diversas manifestaciones de desregulación, tales como: desregulación afectiva y fisiológica, desregulación atencional y conductual, desregulación del self (sí mismo) y relacional, de igual manera contempla la emergencia de sintomatología de TEPT y los criterios descritos en el Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (DSM IV ® y DSM V ®). Esta conceptualización incluye la dimensión social, a la cual denomina disminución funcional y abarca los siguientes sistemas de pertenencia: escuela, familia, grupo de semejantes, sistema legal, salud y profesional (van der Kolk, 2015).

Frente a las experiencias de violencia, trauma y agresión, ha sido Porges (2016), quien ha propuesto la teoría de las respuestas polivagales y el concepto de neurocepción. La neurocepción (Porges, 2020), es la capacidad de evaluar el peligro y la seguridad relativos en nuestro entorno, y en ese sentido se van a activar una serie de respuestas precognitivas, es decir, no están mediadas por la cognición o el espacio reflexivo, más bien, emergen en situaciones de amenaza real o sentida1. Es decir, las personas que han experimentado trauma van a responder entre el ataque/huida o el congelamiento/hipoactivación frente a eventos potencialmente estresantes o amenazadores.

La teoría polivagal puede ser entendida como una serie de respuestas que se activan frente a la amenaza percibida, estas respuestas tienen una jerarquía u orden específico. Están implicadas varias estructuras cerebrales, principalmente el nervio vago, el cual se conecta con distintas partes del cuerpo (Porges, 2020, van der Kolk, 2015). La teoría polivagal propone la existencia de un sistema de respuestas jerarquizado basado en la evolución del sistema nervioso, por ende, las respuestas fisiológicas están preparadas mayormente para la defensa, no tanto así, para la interacción social (Porges, 2020). De esta manera, las respuestas frente a la amenaza pueden ser: ataque o huida, congelamiento o apaciguarse y tenderse o hacerse el amigo. Hay una cuarta respuesta que más bien es una zona de conexión social, conocida como la zona de activación óptima (Ogden et al., 2009).

Diagrama elaborado por el autor del capítulo, en base a los planteamientos de Porges, 2016; Porges y Dana, 2019; Ogden, Minton y Pain, 2006.

Ogden et al. (2009), centran su análisis en relación con el procesamiento de la información y los tipos de respuesta polivagales expuestos por Porges (2016), reconociendo expresiones sintomatológicas vinculadas a cierto tipo de respuestas, por ejemplo: en la zona de hiperactivación –respuestas de ataque o fuga catalizadas por el sistema nervioso simpático–, la sintomatología estará centrada en el aumento de las sensaciones, reactividad emocional, hipervigilancia, imágenes intrusivas y desorganización del procesamiento. Por su parte, en la zona de hipoactivación, catalizadas por la respuesta vagal dorsal –respuestas de inmovilización o congelamiento–, la sintomatología estará centrada en la ausencia relativa de emociones, disminución del procesamiento cognitivo, reducción de movimientos físicos y tendencia a la rumiación (Ogden et al., 2009). Las respuestas posibles estarán relacionadas con los sistemas de procesamiento de la información, los cuales serían la esfera cognitiva, emocional y sensoriomotriz, y según las autoras todas ellas son posibles zonas de entradas terapéuticas, pero también, zonas de activación de las respuestas al trauma. Finalmente, Ogden et al., mencionan que la mantención en la zona de hiperactivación o hipoactivación, o bien, la oscilación constante entre ellas sostenidas en el tiempo pueden conllevar episodios de disociación.

Es en esa compartimentalización de la experiencia y de la vida cotidiana, en la emergencia de la constelación sintomatológica producto del trauma, los cambios neurobiológicos, neuropsicológicos, sociales y relacionales, que los NNJ son compelidos a asistir a terapia “reparatoria”, y es en ese contexto coactivo y complejo dónde emergen los principales desafíos del trabajo social en su rol clínico o terapéutico.

Mapas y metáforas

La terapia narrativa (White y Epston, 1993), se ha posicionado en diversos ámbitos terapéuticos y en relación con el MIG, ASI y trauma específicamente existiendo una nutrida literatura al respecto (White, 2004, 2015 y 2016; Durrant y White, 2006; Denborough, 2013; Freeman et al., 2011; Epston, 1994). En este sentido, la terapia narrativa ha logrado poner en el centro de su praxis lo que es importante para los consultantes o personas con las cuales se establece una relación terapéutica, posicionándolas como expertas en sus propias vidas, en contraposición ética y política con la posición de terapeuta/profesional experto (White, 2002, 2015 y 2016 y Epston, 1994).

La terapia narrativa emerge desde el trabajo social y en un gesto se separación radical a las concepciones estructuralistas de la personalidad/identidad específicamente, se separan radicalmente del psicoanálisis y de las explicaciones biomédicas de la salud. De igual manera la terapia narrativa elabora sus planteamientos desde un territorio diferente y distante de la psicología y la psiquiatría, en tanto, tiene su origen en las lecturas que tuvieron Epston y White respecto de Bateson, Derrida, Myheroff, Geertz, van Gennep, Foucault, entre otros autores distantes a los modelos o enfoques de terapia (Bertrando y Toffaneti, 2004; Bustamente; 2010 y Bustos, 2020). La existencia de una diversidad de autores y de los campos de conocimientos a los cuales pertenecen hacen emerger a la terapia narrativa con fuerte componente ontológico y epistemológico situados en el construccionismo (Bertrando y Toffaneti, 2004). La diversidad teórica fundante en la terapia narrativa recorre desde la crítica literaria, el feminismo, las ciencias sociales, filosofía, antropología, entre otras disciplinas, que posibilitó una nueva forma de hacer terapia, en la cual, el eje político es fundamental. Lo político en la terapia narrativa dice relación con la relación existente entre el poder y conocimiento como constitutivos de la realidad social (Foucault, citado en Epston y White, 1993), por otra parte, intenta reconocer, visibilizar y horizontalizar las relaciones de poder existente en el contexto terapéutico.

En terapia narrativa los principios orientadores para el terapeuta están dados por identificar los conocimientos singulares, en contraposición al conocimiento hegemónico (White y Epston, 1993), se incluye también, la perspectiva sociohistórica, los fenómenos sociales, culturales, psicológicos o económicos, los cuales son producto de los diversos contextos temporales, históricos y socioculturales (White, 2015; Bustos, 2014).

Desde ese lugar, la terapia narrativa ha propuesto una serie de abordajes y mapas para el trabajo con personas que han experimentado abuso, trauma y opresión (White, 2004; Durrant y White, 2006 y Carey, 2016), teniendo el foco en el proceso terapéutico las conversaciones de reautoría, externalización, ceremonias de definición (White, 2016), en conjunto con el enfoque desculpabilizador (Durrant y White, 2006), entendiendo y cuestionando las tácticas de poder que ejerce la violencia patriarcal respecto y sobre los hombres que la experimentan, como también así, la reproducen (Bustos, 2016).

Los mapas narrativos propuestos por White (2016), son abordajes abiertos de conversación terapéutica, son un método estricto y genérico que deba seguirse de forma univoca, es más, White (2015), afirma que los mapas deben utilizarse de forma desordenada, que las conversaciones salten de mapa a mapa, no siguiendo lógicas lineales. Desde aquí se pueden intencionar preguntas de externalización para intentar identificar el problema o elementos de la historia saturada del problema; luego se pueden generar preguntas de reautoría explorando los panoramas de identidad y de acción, para que las personas identifiquen eventos específicos en los que han intentado luchar o enfrentar las situaciones que los aquejan, vinculando ello con sus deseos, sueños, esperanzas, anhelos y cualquier propósito importante que tengan en la vida. Es decir, saltar, danzar y mezclar entre mapas y metáforas, elementos que las personas atesoren, validen, protejan o anhelen para sus vidas. Entre mapas y metáforas desde las conversaciones de externalización, conversaciones de reautoría, conversaciones de remembranza, ceremonias de definición, conversaciones que iluminan desenlaces extraordinarios, conversaciones de andamiaje, entre otras.

El mapa de conversaciones de externalización tiene por finalidad que las personas logren diferenciar sus problemas o la historia saturada del problema de sus identidades (White y Epston, 1993; White, 2016), mediante una serie de preguntas denominadas de influencia relativa, en la cual se invita a la persona a merodear (Carey, 2016), los efectos del problema en su vida y en sus relaciones, posterior a ello, se generan conversaciones de evaluación de los efectos y justificación de dichos efectos del problema en la vida de la persona (White y Epston, 1993; White, 2016). Externalizar los efectos del abuso suele tener un efecto de alivio para las personas (White, 2004 y 2016), en el sentido de comenzar a sentir la sintomatología o los efectos del trauma con cierta distancia, la cual puede generar agencia personal.

Las conversaciones de reautoría pueden invitar a las personas a visitar sus historias no desde el problema como en externalización, sino a través de ciertos actos concretos o elementos que constituyan el mundo valórico (el panorama de identidad). Las conversaciones de reautoría invitan a las personas a identificar acciones concretas que hayan podido realizar y si ellas no han sido posibles aún, mediante la identificación de sueños, esperanzas, valores y anhelos, elementos que las personas pongan atención en su vida y pertenezcan al modo subjuntivo de la cultura (White y Epston, 1993; White 2016). De esta forma, se va entretejiendo una nueva trama de acciones, posibilidades y valores, que se contrapongan a la historia dominante del problema, es básicamente la oportunidad de reescribir la vida (White, 2002).

Uno de los fines que busca la terapia narrativa es la recuperación o revitalización de la agencia personal, a través de la cual, la persona es la que se siente partícipe de su propio mundo con la posibilidad de rehistoriar y reescribir su vida (White y Epston, 1993).

La agencia personal, luego, toma un sentido eminentemente social y colaborativo, en el cual, la participación de los otros será fundamental para recobrar la agencia personal:

La experiencia de agencia personal y la capacidad de acción responsable se basan en una forma peculiar de colaboración social –una colaboración social que ayuda a las personas a recorrer el espacio entre lo conocido y familiar y lo que podrían llegar a saber de sus vidas e identidades (White, 2016, p. 305).

De esta manera la agencia personal es entendida como un proceso que se entreteje en un contexto social más amplio, el cual es andamiado por otros que colaboran en el transito íntimo llamado terapia (Latorre, 2017).

Juego y narrativa

La terapia de juego brinda una opción diferente para abordar los procesos terapéuticos en ASI/MIG, ya que, se establece una relación lúdica con los NNJ, en este sentido,

La terapia de juego es el uso sistemático de un modelo teórico para establecer un proceso interpersonal en el que el terapeuta entrenado usa las propiedades terapéuticas del juego para ayudar a sus clientes a prevenir o resolver dificultades psicosociales y alcanzar un crecimiento y desarrollo óptimos (Association for Play Therapy, 1997 citado en O’Connor, Shaefer y Braverman, 2017).

Al mismo respecto, el modelo teórico de abordaje general para los fenómenos del MIG/ASI es la terapia narrativa. En este proceso interpersonal se aplican algunos fundamentos de la Terapia de Juego para el establecimiento de una relación interpersonal en base a los intereses lúdicos y propios de los NNJ con los cuales se trabaja, es decir, el enfoque de terapia de juego es la aplicación del juego libre y no directivo (O’Connor et al., 2017), bajo la ética del rol descentrado pero influyente de los terapeutas (White y Epston, 1993 y White, 2002). Los beneficios de la terapia de juego son múltiples y diversos (O’Connor et al., 2017), el reconocimiento de los “poderes terapéuticos del juego” de igual manera es aceptado, al mismo respecto (Shaefer, 2012 citado en O’Connor et al., 2017), menciona veinte poderes terapéuticos en relación al juego, a saber: facilita la autoexpresión, posibilita espacios de enseñanza directa e indirecta, florecimiento de emociones positivas, contribuye a disminuir y manejar el estrés, potencia la relación terapéutica, explora las dimensiones del apego, facilita el desarrollo y potenciamiento de la empatía, contribuye a resolver los problemas de forma creativa, potencia la autorregulación y el autoestima, entre otros elementos.

En base a la práctica terapéutica, podemos entender la terapia de juego y los abordajes lúdicos se entienden como una relación interpersonal dinámica y transformadora, entre la niña, el niño o jóvenes –y también los adultos–, y un terapeuta, el cual facilita el desarrollo de una relación segura y bientratante, en la cual, esperamos explorar y expresar plenamente las experiencias, pensamientos y sentimientos a través de un lenguaje simbólico, que da cuenta de su experiencia más interna/intensa/no-verbal y a veces no situada (Bustos y Smith, 2017). Muchas veces, debido a los efectos del trauma, la niña o el niño no logran verbalizar sus vivencias mediante el uso de palabras, siendo el silencio su manera de enfrentar y adaptarse a la experiencia traumática, ello, como una forma más de afrontamiento, no como una patología o mecanismo exclusivamente evasivo, es por ello que, la importancia de generar un espacio lúdico, sensible, abierto y de confianza, podría contribuir a exteriorizar su mundo interno/simbólico y así poder representar sus propias experiencias (Bustos y Smith, 2017).

A través del juego y los abordajes lúdicos, podemos otorgar a esa niña o niño (o adulto) un espacio seguro y propiciar conversaciones de externalización de manera respetuosa, acordes con la etapa de desarrollo en la que se encuentra, evitando así prácticas revictimizantes que pudiesen permitir la reexperimentación del trauma (Bustos y Smith, 2017).

Los abordajes lúdicos desde la terapia narrativa posibilitan conocer a los niños al margen del problema, descubrir sus intereses y gustos, sus habilidades de sobrevivencia frente al trauma y el dolor, es decir, conocerlos en la diversidad de las múltiples historias que rodean y moldean a los NNJ (Freeman et al., 2011), no solo desde el sufrimiento, psicopatología, sintomatología y depositarios de las consecuencias del ASI y MIG.

De igual manera en la terapia de juego con énfasis narrativo se conservan los principios y éticas de las prácticas narrativas, es decir, los NNJ no serán en problema en sí mismos o sus identidades, sino, el problema es el problema (White y Epston, 1993, White, 2015 y 2016), se establecerá una relación horizontal en la cual se visibilicen las relaciones de poder y se intente distribuir ese poder que se replica en los contextos terapéuticos (White, 2002, 2004 y 2015), se rescatará en todo momento los sueños, esperanzas, valores, anhelos de los NNJ, inmersos en el modo subjuntivo de la cultura y el panorama de la identidad, explorando también las resoluciones alternativas a las dificultades, los eventos únicos o desenlaces extraordinarios frente a la adversidad y los efectos del MIG/ASI (White y Epston, 1993, White, 2016 y Freeman et al., 2011) y sobre todo, los expertos en ese espacio terapéutico serán los NNJ no los terapeutas (Freeman et al., 2011, White, 2002, 2004, 2015 y 2016).

Análisis desde un proceso terapéutico

Para ejemplificar las reflexiones teóricas que se han estado sosteniendo hasta el momento, se comentará –brevemente–, un proceso de terapia sostenido en el contexto de PRM.

Jugando Pokemón

Comenzamos con la situación de Juanito (nombre ficticio). Juanito de diez años ingresa al PRM por MIG de parte de la figura paterna, quien ejercía violencia en contra de todos los miembros de la familia, existiendo una medida cautelar de prohibición de acercamiento respecto de la figura del padre. Juanito mostraba elementos asociados a la hiperactivación, reactividad, irritabilidad (Ogden et al., 2009), de igual forma, sus respuestas ante los estímulos no amenazantes eran de ataque o lucha (Porges, 2016 y Ogden et al., 2009), los cuales generalmente se evidenciaban en el contexto escolar y en el hogar familiar.

El contexto familiar de Juanito se caracterizaba por el fuerte lazo emocional que sostenía con su madre y su hermano, de igual manera, la presencia de los abuelos maternos generaba una red de cuidados importante para Juanito y su hermano.

Juanito llevaba un proceso de terapia avanzado, pero aún persistían las manifestaciones de hiperactivación, reactividad, irritabilidad todas ellas identificadas como la emoción de la rabia. Frente a ello, se realizó un trabajo de externalización en la cual se logra separar la sensación de la rabia que totalizaba la experiencia de Juanito y se sondeaban los principales efectos en la vida personal y relacional del niño, tanto en el hogar familiar como en el contexto escolar.

En ese contexto de terapia avanzada y con la rabia externalizada, se decide realizar una sesión de juego libre, en la cual, Juanito podía elegir –de entre muchos juegos y posibilidades–, lo que él estimase conveniente y desde una caja plástica de gran tamaño escoge un mazo de cartas Pokemón2 y se le solicita poder elegir algunas cartas que representen la rabia (externalizada). Él elige una serie de doce cartas, lo cual inicialmente dificultaba el trabajo de continuar con la externalización y juego. Posterior a ello, se le solicita que escoja solo tres cartas (desde la posición del terapeuta descentrada, pero influyente). Juanito elige tres cartas pokemones de agua3 y luego él solicita dibujarlas en un papel en blanco. Mientras se encontraba en esa acción, se intencionó una conversación para merodear los efectos del trauma (Carey, 2016), sedimentando así, un piso previo al juego desde un territorio seguro para Juanito.

Mientras Juanito seguía dibujando las cartas de agua, las cuales representaban la rabia, se genera el siguiente diálogo:

Terapeuta: De esas cartas que elegiste, las cartas de agua ¿Cómo es la rabia cuando viene? (pregunta de influencia relativa y externalizada).

Juanito:La rabia es y la siento como una “ola” grande…

T: ¿Y qué te hace hacer esa ola?

J: “Me hace golpear las cosas y tirar los juguetes” (Juanito ya había identificado alguno de los efectos de la rabia en su vida).

T:¿Y eso te ha metido en problemas alguna vez?

J:“Sí, con mi hermano, una vez él me pegó también”.

Luego de sondear y merodear los efectos de la rabia externalizada, se decide realizar un salto de mapa, cambiar el tipo de preguntas para encontrar la excepción o un desenlace extraordinario distinto del habitual (White, 2016).

T: Y ¿alguna vez has controlado esa ola? (pregunta que intenta rescatar la agencia personal y buscar la excepción).

J:Sí, una vez me mojé la cara y conté hasta diez…

Esa es una respuesta de excepción, una resolución que Juanito intentó realizar frente a los efectos del MIG que se depositaban en la ola de la rabia.

T:¿Dónde pasó eso que me contaste? ¿El que te mojaras la cara cuando vino la ola?

J:¡En el colegio!

T:¿Y cómo fue posible que lo hicieras? ¿Cómo te preparaste o cómo supiste que necesitabas mojarte la cara?

J: Porque ya aprendí a sentir cuando viene la ola y no me quería poner rabioso…

T: ¿Y el profesor te dejó salir de la sala para mojarte?

J: Sí, porque él ya sabe lo que me pasa y me apoya…

La respuesta de Juanito y la colaboración del profesor por lo que le ocurre a su estudiante contribuyó a sedimentar un trabajo conjunto, colaborativo con el colegio, en tanto, se estaba en frente de un agente terapéutico fuera del “box”, alguien que desde otro rol y responsabilidad podría contribuir en el proceso de terapia de Juanito, desde ahí se entiende que las prácticas narrativas son eminentemente sociales y que los espacios “reparatorios” pueden estar en cualquier contexto donde las personas se sientan acogidas, escuchadas y contenidas.

Existiendo un primer salto de mapas desde la externalización hacia las preguntas de excepción o de desenlaces extraordinarios, era necesario dar un salto más, esta vez hacia las conversaciones de remembranza y reautoría.

T:Juanito ¿De dónde aprendiste eso? ¿Eso de mojarte la cara cuando viene la Ola?

J:Mi lela (abuela), me lo enseñó…

De esa forma se comenzó a explorar otros momentos de la historia de Juanito, no solo la rabia y sus influencias, sino, personas que le habían dejado aprendizajes importantes en la vida (conversaciones de remembranza), de igual manera sobre otros momentos en los cuales Juanito había logrado oponerse a la rabia y cómo se vería en el futuro cercano y lejano con esas acciones, explorando el panorama de acción y también el panorama de identidad, sus deseos, anhelos, sueños y esperanzas.

Es importante mencionar que, lo que partió como una sesión de juego libre, se transformó en sesiones que se extendieron por dos meses aproximadamente, en la cual se fueron entrelazando mapas y metáforas desde las prácticas narrativas en relación con los abordajes lúdicos.

En sesiones posteriores se continuó abordando el tema de la rabia externalizada como una ola grande, pero se intencionaron conversaciones para seguir merodeando esas emociones, frente a lo cual se exploraron a través de otros pokemones, uno en específico, cuyos poderes tenían que ver con el viento y los tornados. A través de ello, se logró matizar aún más la emoción de la rabia, la cual no se presentaba solamente como una ola grande, sino, aparecía en la vida de Juanito con otros matices, la rabia fuerte y la rabia suave. Se exploraron también cómo se manifestaban en la vida de Juanito y las consecuencias que ellas tenían, es decir, se realizó un trabajo de literalidad emocional o psicoeducación a través del juego de cartas Pokemón.

Ya en las sesiones avanzadas, seguimos explorando:

T:Juanito ¿La ola grande te ha vuelto a visitar?

J: ¡No!

T: ¿Y sabes cómo o por qué no ha venido?

J: No sé…

En ese momento no se sigue “profundizando” en el alejamiento de la ola grande, ya que, lo que interesaba era rescatar los aprendizajes de las sesiones anteriores, en las cuales se realizaron una serie de saltos entre los mapas narrativos.

Luego de ello, se realizó un proceso de exploración emocional que le generaran bienestar a Juanito, es decir, identificar emociones que sean percibidas como “positivas o buenas” para él. En las cuales, elige cartas que representan la calma y la felicidad, generándose un nuevo proceso de preguntas narrativas, esta vez, para enlazarlas con personas de su familia que representaban esas emociones. Se abandona el plano de lo simbólico del juego y se pasa al plano de lo familiar y conocido (White, 2015 y 2016).

Para finalizar esa parte del proceso, cercano también al egreso de Juanito del PRM, se le invita a jugar una partida de Pokemón, en la cual, el terapeuta elige deliberadamente las cartas que representaban la rabia (cartas de pokemones de agua), y Juanito se queda con las cartas que representan la calma y felicidad. Luego de un intenso combate pokemón, Juanito sale vencedor de esa partida, de forma tal que, la calma y la felicidad derrotan a la rabia (ola grande).

Discusión y reflexiones

A través de estas páginas se ha podido revisar cómo el trabajo social en su dimensión terapéutica puede generar y guiar procesos de intervención colaborativos con NNJ –también con sus familias y adultos responsables, tema que no fue revisado en el presente capítulo–. Sobre ello, la terapia narrativa brinda un terreno fértil para el trabajo con NNJ que han vivenciado experiencias adversas en la infancia, victimizaciones, experiencias de polivictimización, maltrato, abuso y trauma en general. Las éticas que propone la terapia narrativa invitan a repensar las relaciones de poder que se establecen a nivel profesional, ya que se distancian radicalmente de posturas clásicas y ortodoxas, como por ejemplo la posición del terapeuta experto frente al consultante, posición que se abandona por completo en narrativa. Las relaciones de poder, en las que una persona subyuga y objetiviza a otra, pueden replicarse en contextos terapéuticos, es por ello que en terapia narrativa se está muy alerta sobre las dimensiones y ejercicio del poder.