Experiencias mineras locales en el Perú - Gerardo Castillo Guzmán - E-Book

Experiencias mineras locales en el Perú E-Book

GERARDO CASTILLO GÚZMAN

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Este libro presenta el estudio de caso de una comunidad peruana que desafía y amplía la bibliografía existente sobre los impactos de la minería en las comunidades rurales. En este sentido, busca comprender las transformaciones del espacio que las poblaciones rurales experimentan y moldean como respuesta al desarrollo de la minería a gran escala en los Andes peruanos. Así, relata las experiencias y las respuestas de las familias cercanas al proyecto de explotación de cobre La Granja, desarrollado en Cajamarca, en los Andes norteños del Perú, desde que las actividades mineras comenzaron, hace unos 25 años. Más detalladamente, este libro analiza las experiencias locales relacionadas a la tierra y la vivienda (acceso), las actividades agrícolas y no agrícolas (producción) y la historia migratoria (movilidad), así como las imágenes del pasado, presente y futuro (representaciones) que los hombres y las mujeres que viven en las cercanías del proyecto La Granja han construido desde 1994.

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Gerardo Castillo Guzmánes director del Doctorado en Antropología y coordinador del Grupo de Investigación Antropología de la Ciudad en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), donde se desempeña como profesor asociado. Es también investigador honorario de Centre for Social Responsibility in Mining, Sustainable Minerals Institute, The University of Queensland, en Australia.

Gerardo Castillo Guzmán

Experiencias mineras locales en el Perú

Transformaciones sociales y espaciales en los Andes

Experiencias mineras locales en el PerúTransformaciones sociales y espaciales en los Andes© Gerardo Castillo Guzmán, 2022

Título original: Local Experiences of Mining in Peru. Social and Spatial Transformations in the Andes, 2020. Traducción autorizada de la edición en inglés publicada por Routledge, miembro de Taylor & Francis Group.

© Pontificia Universidad Católica del Perú, Fondo Editorial, 2022Av. Universitaria 1801, Lima 32, Perú[email protected]

Traducción: Glenda EscajadilloConcepto de portada: Laura Soria Torres

Diseño, diagramación, corrección de estilo y cuidado de la edición: Fondo Editorial PUCP

Primera edición digital: junio de 2022

Prohibida la reproducción de este libro por cualquier medio, total o parcialmente, sin permiso expreso de los editores.

Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú Nº 2022-05000e-ISBN: 978-612-317-761-4

A Jorge (in memoriam) y Rosa, mis padres. A Laura y Maga.

Índice

Agradecimientos

Introducción. Nuevas luces para viejos fantasmas

Una historia

Minería y cambio social en comunidades rurales: una fuerza disruptiva

Foco del estudio

Marco teórico

Ubicación de la zona de estudio

Metodología y fuentes de información

Estructura del libro

Capítulo 1. Transformaciones espaciales y desarrollo minero en los Andes peruanos

Capítulo 2. La historia de La Granja

Capítulo 3. Acceso

El antiguo régimen: el hacendado

El Estado

Las compañías mineras

Las familias locales

Capítulo 4. Producción

Actividades agrícolas

Actividades no agrícolas

Transformación del paisaje de poder local

Capítulo 5. Movilidad

Experiencias de migración

Dinámicas espaciales

Capítulo 6. Representaciones

El pasado

El presente

El futuro

Representaciones del espacio y construcción del lugar

Capítulo 7. ¿Qué hay de nuevo bajo el Sol?

Cambios en el acceso a la tierra y su valor

Fluidez de la movilidad campo-ciudad

Instituciones débiles, redes sociales fuertes

Los límites del parentesco

Identidades híbridas y posicionamiento social

Observaciones finales y agenda de investigación

Anexo

Referencias

Agradecimientos

Al igual que el paisaje, un libro puede ocultar a las personas que lo hicieron posible. Quiero reconocer explícitamente el invalorable apoyo de ellas.

Cuando en el año 2015 concluí mi tesis doctoral y retorné al Perú, mi país de origen, pensé que este hito de mi vida académica había sido superado. Sin embargo, David Brereton y Daniel Franks, mis asesores de tesis, me mostraron que estaba equivocado. Daniel me animó tercamente a convertir esa tesis en un libro y apoyó de manera entusiasta su publicación. David ha tenido una presencia generosa e inspiradora a lo largo de estos años. Las conversaciones que hemos sostenido, así como su guía, me han proporcionado un entendimiento más amplio, profundo y matizado de los procesos sociales a los que el desarrollo de la minería contribuye a dar forma. Asimismo, revisó con mucho cuidado varios y voluminosos borradores, y me proporcionó ideas nuevas y agudas. David y Daniel han enriquecido mi vida, tanto en lo académico como en lo personal.

Los miembros de las familias que son mencionadas en este libro, así como los hombres y las mujeres de La Granja, no solo han sido muy generosos al compartir su tiempo y sus experiencias conmigo, ellos también me ofrecieron su amistad. Doy las gracias a todos y cada uno de ellos.

La geógrafa Marilyn Ishikawa elaboró los gráficos que están incluidos en este libro. Le hago extensivo mi más sincero agradecimiento.

Glenda Escajadillo editó el manuscrito con cuidado, dedicación y profesionalismo. Asimismo, Glenda ha traducido el texto del inglés para esta versión en español.

Una beca de investigación otorgada por la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), la institución que me alberga, me permitió dedicar el tiempo necesario para la escritura de este libro. Asimismo, fondos otorgados por el Vicerrectorado de Investigación (VRI) de la PUCP-FONCAI fueron destinados al diseño de los mapas y la edición del manuscrito en inglés. Posteriormente, el haber sido seleccionado ganador en el concurso FAI del VRI posibilitó la publicación de esta versión traducida. Romina Yalonetzky del VRI, Patricia Arévalo y Militza Angulo del Fondo Editorial de la PUCP, y Elizabeth Vallejos del Centro de Investigaciones Sociológicas, Económicas, Políticas y Antropológicas de la PUCP han facilitado enormemente el proceso para que esta edición en español sea publicada.

Laura Soria fue esencial en la redacción de este libro. Con ella compartí muchas ideas; su experiencia en los temas de género y su conocimiento de la sociedad peruana contemporánea han sido en extremo valiosos. Su constante y cotidiana presencia, junto a la de Margaret Mead II, han sido mi mayor apoyo. Para Laura, todo mi amor y gratitud.

Introducción. Nuevas luces para viejos fantasmas

Una historia

A principios de julio de 1997, Alfredo Granda dejó su hogar en el norte del Perú junto a su esposa, sus ancianos padres y sus seis hijos, el menor de ellos de apenas tres semanas de nacido1. Ellos no partían con esperanza, sino con resignación. Cuando Alfredo dejó el pueblo, había solo siete casas aún en pie, pues las otras sesenta habían sido ya demolidas por Cambior, una compañía minera canadiense que había comprado las tierras de las familias de la localidad con el objetivo de explotar uno de los yacimientos de cobre más grandes del mundo. Como muchos otros, Alfredo y Mercedes, su esposa, se habían resistido durante muchos meses a vender sus tierras y casa. Sin embargo, la presión ejercida por la compañía y el gobierno los había obligado a vender. El señor Melgar —ingeniero y hombre fuerte de la compañía— los había amenazado, escoltado por el personal de seguridad y un abogado. Si no vendían y se iban, el ejército los desalojaría sin compensación alguna y, además, serían acusados de ser terroristas. El Estado había cerrado ya la posta médica y el colegio del pueblo. Así, alrededor de 250 familias vendieron sus tierras.

En una pequeña camioneta de segunda mano, comprada con dinero de la venta de sus tierras, Alfredo y su familia dejaron atrás el verde valle interandino de la región de Cajamarca. Dos de sus hermanos habían tratado de convencerlo de mudarse a la selva, donde podría adquirir tierras deforestándolas para luego cultivar café, pero el narcotráfico y la falta de seguridad lo desanimaron. Pensaba que era mejor migrar a la costa, cerca de las ciudades, donde sus hijos podrían estudiar y encontrar trabajo. Dos meses antes había viajado a Ojo de Toro, un área rural a tres horas de Chiclayo —la ciudad principal y el centro del comercio regional—, donde cientos de familias migrantes de Cajamarca se habían establecido. Ahí compró una parcela y dejó instrucciones y dinero para construir una casa. Luego partieron hacia esa localidad semiárida.

El recibimiento que tuvieron al llegar fue hostil y nada resultó como habían pensado. Fueron estafados pues la casa cuya construcción habían pagado no existía y temporalmente tuvieron que vivir en una choza de esteras. Por otro lado, en clima cálido el ciclo de cosecha es distinto y Alfredo nunca había cultivado con el uso de riego; por ello su primera cosecha de maíz no tuvo éxito. Así, el poco dinero que aún tenían de la compensación recibida fue desapareciendo y, al carecer en el nuevo entorno de familiares y amigos, los Granda se quedaron sin alimentos. Alfredo comenzó a trabajar a cambio de comida en las pequeñas chacras de sus vecinos. El año siguiente, las fuertes e intensas lluvias ocasionadas por el fenómeno de El Niño terminaron de arruinar a la familia. Las tierras de cultivo se inundaron y toda la zona fue declarada en emergencia. La familia recibió apoyo de una organización religiosa y durante varios meses vivieron en carpas que fueron instaladas en un colegio estatal. Las lluvias, las inundaciones y la falta de agua potable ocasionaron epidemias de cólera y malaria. El padre y el hijo más pequeño de Alfredo murieron. Desesperados, la familia optó por regresar a La Granja. Como no tenían tierras, talaron un área del bosque cercano, donde se asentaron, construyeron una casa de adobes y cultivaron yuca, papa y maíz.

El proyecto minero que ocasionó su desplazamiento no prosperó. Así, Cambior vendió sus derechos y tierras a BHP Billiton, una compañía multinacional que finalmente eligió no realizar el proyecto y devolvió la concesión minera al Estado y ofreció vender las tierras a sus antiguos propietarios a un precio mínimo. Con la ayuda de su hermano y uno de sus yernos, Alfredo pudo adquirir una parte de sus antiguas tierras. Asimismo, otras familias comenzaron a regresar y poco a poco retomaron sus antiguas vidas.

Sin embargo, en 2006, otra compañía minera, Rio Tinto2, recibió la concesión por parte del Estado y comenzó nuevos trabajos de exploración. La compañía estableció un programa que dio empleo a docenas de pobladores de la localidad y las familias iniciaron pequeños negocios para ofrecer servicios a la compañía y sus trabajadores. Cinco de los siete hermanos de Alfredo regresaron. Margarita, su hija mayor, abrió una lavandería. Uno de sus hijos se asoció con un primo para instalar un pequeño hotel y un billar donde los jóvenes de La Granja se reunían por las noches a jugar. Estos ya no bebían cañazo como sus padres; ahora bebían cerveza y escuchaban reggaetón en lugar de música andina, como los antiguos huaynitos. Como el pueblo ya tenía luz eléctrica, los Granda se reunían en casa cada atardecer para ver novelas y programas de competencias por satélite y se mantenían en contacto entre sí a través de teléfonos celulares. Como muchas otras personas, Alfredo pensaba que la compañía pronto comenzaría a comprar tierras para el proyecto. Por eso compró tierras de sus vecinos y las dividió entre sus hijos y sus familias. Cada hijo construyó su propia casa y reemplazó los burros y caballos con motocicletas y camionetas pickup. Con sentimientos encontrados de nostalgia y optimismo, Alfredo y Mercedes fueron testigos de la efervescencia financiera que experimentó el pueblo como nunca en su historia. Sin embargo, también sintieron miedo e incertidumbre respecto a lo que el futuro podría traerles.

Minería y cambio social en comunidades rurales: una fuerza disruptiva

Mundialmente, la minería a gran escala es una de las fuerzas principales en la transformación de las sociedades rurales (Bebbington & Humphreys Bebbington, 2018). Como aspecto positivo, ella contribuye significativamente al crecimiento económico de muchos países dotados de recursos naturales al promover una significativa inversión extranjera y el pago de impuestos al Estado en el ámbito nacional (UNCTAD, 2007; Slack, 2009). Sin embargo, existen evidencias, muy bien documentadas, que indican que el desarrollo minero también suele causar y contribuir a resultados mixtos en los niveles social, cultural, medioambiental y económico para las comunidades locales (McMahon & Remy, 2001; Rosser, 2006; Damonte, 2008; Bainton, 2010; Bebbington & Bury, 2013b; Brain, 2017).

Los complejos resultados para las regiones rurales impactadas por el desarrollo minero incluyen la creación de nuevos y relativamente bien pagados trabajos, ajenos a las actividades agrícolas; la provisión de infraestructura; importantes influjos de capital; inflación local; inmigración y emigración; desequilibrios en la proporción mujeres/hombres; cambios en el uso y la propiedad de la tierra; enfrentamientos y fragmentación políticos; y choques culturales. Como algunos investigadores de proyectos de desarrollo y procesos de modernización han señalado (Ferguson, 1990; Escobar, 1995; Coronil, 1997), estas transformaciones con frecuencia llevan a formas desiguales y contradictorias de desarrollo social y económico, entre las cuales destacan las relaciones de género (Banco Mundial, 2001; Castillo & Soria, 2011). Al mismo tiempo, a medida que los investigadores han documentado estos impactos, una creciente literatura se ha desarrollado desde la perspectiva de la responsabilidad social corporativa que busca atender el «oxímoron» de la minería sustentable (Franks, 2015).

Desde la segunda mitad del siglo XX existen importantes investigaciones que analizan a las poblaciones locales, así como sus experiencias y respuestas a las actividades mineras (Godoy, 1995). En la actualidad dichas investigaciones se enfocan, sobre todo, en la resiliencia de las comunidades y las estrategias aplicadas para resistir y enfrentar los desarrollos mineros3. Utilizando frecuentemente los marcos teórico y metodológico de la ecología política, los autores que siguen esta tradición analítica se han enfocado en los desequilibrios en el poder y han examinado los múltiples recursos simbólicos y políticos que utilizan las poblaciones locales para oponerse a la minería (Castillo, 2006; Bebbington, 2007; Damonte, 2007; De Echave y otros, 2009). No obstante, si bien han subrayado la amenaza que el desarrollo minero plantea a los sistemas agrícolas tradicionales (Bury, 2004; Salas, 2008; Gil, 2009; Torres, 2013); no han estudiado suficientemente las prácticas y los aprendizajes que las poblaciones locales despliegan para enfrentar las transformaciones mineras —algo que no implica necesariamente resistencia y conflicto social—. De este modo, el limitado entendimiento de las respuestas locales restringe severamente nuestra comprensión de las transformaciones sociales que pueden ocurrir en las poblaciones rurales debido al desarrollo de la minería.

Foco del estudio

Este libro presenta el estudio de caso de una comunidad peruana que desafía y amplía la bibliografía existente sobre los impactos de la minería en las comunidades rurales. En este sentido, busca comprender las transformaciones del espacio que las poblaciones rurales experimentan y moldean como respuesta al desarrollo de la minería a gran escala en los Andes peruanos. Así, relata las experiencias y las respuestas de las familias cercanas al proyecto de explotación de cobre La Granja, desarrollado en Cajamarca, en los Andes norteños del Perú, desde que las actividades mineras comenzaron, hace unos 25 años. Más detalladamente, este libro analiza las experiencias locales relacionadas a la tierra y la vivienda (acceso), las actividades agrícolas y no agrícolas (producción) y la historia migratoria (movilidad), así como las imágenes del pasado, presente y futuro (representaciones) que los hombres y las mujeres que viven en las cercanías del proyecto La Granja han construido desde 1994.

Sostengo que, a través de distintas prácticas y experiencias, las poblaciones contribuyen a transformar de manera significativa la sociedad en la que viven. La propuesta subyacente es que las transformaciones espaciales provocadas por el actual desarrollo de la minería en el Perú exhiben rasgos distintos que se apartan de los registros convencionales de cambio social elaborados para comprender el Norte Global rural. En primer lugar, hay signos de una mayor integración al mercado entre las áreas urbanas y rurales, tanto regional como nacionalmente, aunque, en contraste con la clásica experiencia occidental, este proceso no está acompañado de ganancias para la producción agrícola. Antes bien, son el aumento de trabajo remunerado en actividades no agrícolas y el consumo de bienes externos los factores que favorecen esta integración. El segundo rasgo es que el proceso de urbanización (de vida rural a urbana) no es binario o cerrado, sino mixto y fluido, pues las familias utilizan sus redes para unir ambos espacios. El tercero es que las relaciones sociales no necesariamente se han tornado más individualizadas o anónimas; las redes sociales y de parentesco siguen siendo fundamentales para las vidas de los individuos, aunque algunas relaciones e identidades son progresivamente desafiadas, especialmente las de género. Finalmente, el género y la edad, así como las experiencias e intereses colectivos e individuales, moldean fuertemente la construcción de las representaciones sociales de la ciudad y el campo.

Estos resultados más amplios pueden entenderse como un proceso de transformación social iniciado desde abajo, en el que las redes sociales y de parentesco actúan como un sistema de distribución y una red de seguridad. En otras palabras, una parte importante de la distribución de bienes y servicios y muchas de las decisiones respecto al desarrollo de la minería local están reguladas por amplias redes de parentesco y no solamente por instituciones estatales o políticas corporativas empresariales. Esta perspectiva es consistente con —y hasta cierto punto complementaria a— las aproximaciones contemporáneas que enfatizan la fragilidad del Estado y el carácter híbrido del orden político (Boege y otros, 2008). En un Estado frágil las instituciones son débiles y tienen serias dificultades para proporcionar servicios, bienes y orden público a poblaciones alejadas de las ciudades centrales. Además, y parcialmente debido a la ausencia del Estado en gran parte del territorio, la participación y la representación ciudadanas son inadecuadas, lo que genera malestar en la población (Boege & Franks, 2012). En suma, este orden híbrido combina estructuras sociales tradicionales, elementos del modelo occidental del Estado, y organizaciones y movimientos originados por fuerzas globalizadoras frente a las cuales reaccionan.

Marco teórico

El libro utiliza la teoría de la «producción del espacio», desarrollada por el geógrafo francés Henri Lefebvre (1991), como herramienta para la comprensión de las transformaciones sociales impulsadas en el contexto del desarrollo de los recursos naturales. Estos lentes teóricos tienen la ventaja de abordar directamente el tema de la agencia en la producción de esferas sociales, incorporando tanto el análisis temporal como espacial para el entendimiento de los fenómenos sociales, con lo que unen distintas escalas espaciales, e incluyen elementos simbólicos, de poder, sociales y económicos en un único marco.

El concepto de «producción del espacio» destaca que el espacio no se reduce meramente a un ámbito natural donde se desarrollan actividades humanas, sino que estas lo originan mediante un proceso dialéctico. En este sentido, cada sociedad, o más precisamente, cada manera de organizar la producción en la historia humana (o «modo de producción) crea su propio espacio. Por ende, el espacio está profundamente insertado en el ámbito de lo social e incluye elementos ideológicos y sociales, así como materiales. En otras palabras, el espacio es un producto social y, por tanto, son los procesos históricos los que le dan forman.

Lefebvre señala que el espacio está compuesto únicamente por atributos físicos. Es un producto social que distintos actores experimentan, perciben e imaginan de maneras conflictivas y disputadas. En el modo de producción capitalista el espacio social involucra tres dimensiones entrelazadas: prácticas espaciales, representaciones del espacio y ámbitos representacionales. La primera se refiere a la circulación de personas, bienes, servicios, capital, redes sociales y rutinas diarias, así como a la creación de zonas espaciales (como propiedad privada o comunal). La segunda se relaciona con la visión que los productores de espacio tienen de este (por ejemplo, mapas, jerarquías sociales, límites o espacios prohibidos). La última dimensión describe la manera en que los usuarios del espacio y los artistas imaginan y proponen visiones y símbolos alternativos para su uso (a través de los medios y cultura pop, grafiti y espectáculos populares, o mediante la creación de capital simbólico y contrahegemónico). Además, estas dimensiones espaciales evolucionan con la expansión capitalista; es decir, dicha expansión pone en movimiento distintos arreglos respecto a cómo el espacio es construido, experimentado ordenado, medido, concebido, imaginado y disputado.

Al mismo tiempo, considero que existen algunas limitaciones en el marco propuesto por Lefebvre para comprender las transformaciones espaciales en las sociedades capitalistas industriales. Este autor elaboró sus ideas en el contexto del desarrollo urbano francés de la segunda mitad del siglo XX; es decir, en un escenario muy regulado, centrado en el Estado e industrializado, en el cual el gobierno y las empresas de desarrollo urbano eran los creadores de espacio por excelencia, en la medida en que ejercían un gran poder sobre los ciudadanos o usuarios del espacio. En contraste, en las sociedades caracterizadas por reglas e instituciones débiles, así como por un desarrollo capitalista incipiente, las personas de a pie también se convierten en creadores clave de espacio. Este es el caso, por ejemplo, del crecimiento urbano de Lima como resultado del influjo de millones de migrantes desde la década de 1940 hasta el decenio de 1990 (Calderón, 2005). Por lo tanto, evito la fuerte distinción entre creadores y usuarios de espacio propuesta por Lefebvre. En lugar de ello, siguiendo las herramientas provistas por la ecología política, distingo entre las agencias estatales, el sector privado y las poblaciones locales organizadas u otras, atravesadas todos por categorías de clase, género, edad o etnicidad. Allí donde las narrativas actuales sobre las transformaciones sociales en los Andes peruanos omiten la perspectiva de las poblaciones locales, este libro tiene como objetivo explícito proporcionar voz a los hombres y las mujeres para la explicación del cambio social en el contexto del desarrollo minero.

Ubicación de la zona de estudio

El área de investigación se encuentra en la región de Cajamarca, Perú. Cajamarca alberga varios proyectos de minería a gran escala y en las últimas dos décadas ha recibido una significativa inversión para el desarrollo minero. Este estudio se centra particularmente en La Granja4, uno de los proyectos de cobre más grandes del mundo, aún sin explotarse, que pertenece al grupo Rio Tinto. El proyecto —que tiene un área en concesión de 7400 hectáreas— está ubicado a 2000 m.s.n.m., en la vertiente occidental de los Andes subtropicales del norte del Perú, en el distrito de Querocoto, provincia de Chota (ver figura 1).

Figura 1. Mapa del caso de estudio

Fuente: Elaborada por Marilyn Ishikawa a partir de Castillo, 2015, p. 44.

Las principales localidades o caseríos en el área de influencia directa del proyecto son La Granja, La Iraca, La Pampa, El Sauce, Paraguay, Cundín, La Fila, El Verde y La Palma. Todos pertenecen al distrito de Querocoto.

El caserío de La Granja es la localidad más cercana al área minera y de la cual el proyecto toma su nombre. La Granja se encuentra a unos 1000 km de distancia de Lima. Aunque está ubicada en la región de Cajamarca, su conexión principal no es con la ciudad de Cajamarca sino con Chiclayo, una de las principales ciudades comerciales de la costa norte del país, ubicada en la región de Lambayeque. Luego de que se realizaron trabajos de mejora de la vía que conduce al proyecto minero, el viaje de Chiclayo a La Granja puede durar alrededor de quince horas.

Metodología y fuentes de información

El libro se basa en mi tesis doctoral (Castillo, 2015), la cual exploró las dimensiones de acceso, producción, movilidad y representaciones del espacio a través de distintas voces y perspectivas: jefes de familia y sus parejas, con distintas experiencias en cuanto al espacio; líderes locales e informantes calificados; empleados de la compañía y científicos sociales. La investigación también recurrió a diferentes fuentes de datos: entrevistas en profundidad, observación etnográfica, información socioeconómica secundaria y trabajos de ficción local. El trabajo de campo —que abarcó tres etapas con un total de 85 días de observación participante— se llevó a cabo en el año 2013, como una «etnografía multisituada» (Marcus, 1995) para lidiar con la movilidad geográfica que implica el desarrollo de la minería. Asimismo, este trabajo involucró entrevistas y observación etnográfica en cuatro localidades: el área de La Granja; Querocoto, la capital distrital; Chiclayo, la principal ciudad costera de la región; y Ojo de Toro, una localidad rural costeña en la región Lambayeque, como se muestra en la figura 2. También incluyó entrevistas en profundidad con miembros de catorce familias5 y entrevistas semiestructuradas con veinticuatro informantes calificados en La Granja, Chiclayo y Lima, la capital del país6.

Cuando realicé el trabajo de campo estaba en marcha un programa de exploración muy activo en el área. Sin embargo, desde 2015, Rio Tinto decidió suspender el proyecto y la actividad disminuyó significativamente. En 2019 no estaba claro si Rio Tinto seguiría con la fase de desarrollo del proyecto, cuándo lo haría o si la compañía buscaría retirarse. La decisión de la compañía dependería de la demanda de cobre por parte de China, pero también de ciertas características del proyecto que hacen difícil desarrollarlo (por ejemplo, los altos niveles de arsénico a los que se debe enfrentar). Mientras tanto, el Estado amplió los derechos de exploración de Rio Tinto por siete años más, de 2017 a 2024 (Energiminas, 2019).

Figura 2. Localización de las familias entrevistadas

Fuente: Elaborada por Marilyn Ishikawa a partir de Castillo, 2015, p. 31.

Este análisis enfatiza fuertemente las experiencias de los miembros adultos de las familias, tanto de los jefes de familia varones7 como de sus parejas, estableciendo una interacción entre actores individuales y colectivos, entre experiencias individuales y familiares, y un vínculo con condiciones socioeconómicas más amplias y con marcos institucionales que han evolucionado con el tiempo (Offen, 2004).

Esta mirada centrada en las familias nucleares8 aparta este estudio del trabajo de otros investigadores que se enfocan en la comunidad campesina como el núcleo del análisis. La investigación antropológica en los Andes (Mayer, 2002) ha dejado en claro la importancia de las redes de familia extensa para los individuos y ha mostrado la utilidad de un análisis en el ámbito familiar. No solo las conductas y las acciones individuales están fuertemente moldeadas por las relaciones de parentesco, también la producción y circulación de bienes y servicios tienen lugar en el ámbito de la unidad doméstica, la cual media otros niveles de acción colectiva. Aunque para muchas poblaciones andinas la comunidad campesina es el espacio formal de toma de decisiones colectivas y la propietaria legal de la tierra, en la práctica la familia nuclear se ha convertido en la unidad de producción central y el propietario reconocido de la tierra (Kervyn & Equipo del CEDEP Ayllu, 1989; Mayer, 1996). Si bien la comunidad campesina posee los títulos legales como propietario colectivo, existe la propiedad privada y cada familia se adueña de los beneficios de las actividades agropecuarias de sus propias tierras.

Este es especialmente el caso de la sociedad rural en Cajamarca. Debido a razones históricas, las poblaciones rurales de la región no se organizaron en comunidades campesinas (Deere, 1990; Taylor, 1994). En lugar de ello se han organizado alrededor de familias relativamente independientes agrupadas en caseríos y son parte de las organizaciones de protección comunal llamadas «rondas campesinas». Estas rondas surgieron en la década de 1970 para luchar en contra del abigeato y en la década de 1990 evolucionaron para resistir exitosamente las incursiones del grupo maoísta Sendero Luminoso (Taylor, 1997). Hoy en día, las rondas campesinasson actores importantes en el escenario político de la región y un poderoso mediador entre las familias y los actores externos, incluyendo las compañías mineras y el Estado. Sin embargo, de ninguna manera reemplazan a las familias en la toma de decisiones más importantes en lo relacionado a los medios de vida (por ejemplo, manejo de los cultivos, migración o inversiones).

A pesar de que las familias nucleares son las unidades de investigación primarias, es erróneo considerarlas como entidades homogéneas. No solamente difieren mucho entre ellas sino también internamente. Para abordar esto, he desarrollado una tipología de cinco grupos de familias de acuerdo con los siguientes criterios espaciales:

aquellos que rechazaron vender su propiedad a Cambior y no se reasentaron (resistentes);familias que vendieron sus tierras, pero retornaron a La Granja cuando BHP Billiton ofreció devolverles las tierras (retornantes); familias que migraron al pueblo cuando surgieron nuevas oportunidades económicas con la llegada de Rio Tinto (oportunistas); familias que no retornaron a La Granja (migrantes); y familias ubicadas en la capital del distrito, fuera del área de influencia directa del proyecto (regionales).

Estructura del libro

El capítulo 1 proporciona una mirada histórica sobre las transformaciones espaciales y el desarrollo minero en los últimos seis siglos en los Andes peruanos. El capítulo 2 narra la historia de La Granja como un espacio agrícola y describe su continua fragmentación durante los últimos cien años. El capítulo 3 explora la manera en que el hacendado, el Estado, las compañías mineras y las familias de la localidad utilizaron mecanismos de parentesco, mercado y políticos para acceder a la tierra y a propiedades urbanas. El capítulo 4 interpreta el cambio y la complementariedad entre la agricultura y las actividades no agrícolas en las familias granjinas. El capítulo 5 explora las experiencias migratorias de las familias locales y las complejas redes espaciales que han construido. El capítulo 6 analiza cómo la edad, el género y la historia familiar interactúan para la construcción de las representaciones del pasado, el presente y el futuro del espacio social de La Granja. El capítulo 7 y último reflexiona sobre las especificidades del caso examinado con la intención de desafiar algunas de las narrativas contemporáneas sobre los efectos sociales del desarrollo de la minería en las comunidades rurales —con respecto a los cambios en la tenencia de la tierra y el uso de la misma, la fluidez de la movilidad urbano-rural, el funcionamiento de las fuertes redes sociales en el contexto de débiles escenarios institucionales, y la configuración de identidades híbridas— y finaliza con una agenda de investigación.

1 Los nombres de estos personajes y la breve historia de su saga son ficción. No obstante, ellos retratan algunos de los dramas vividos por muchas familias de La Granja.

2 Se ha respetado la no acentuación del nombre de la empresa por tratarse de una multinacional de origen británico.

3 Véanse las reseñas especializadas escritas por Ballard y Banks, 2003; Bridge, 2004; Damonte y Castillo, 2011; y Gustafson y Guzmán Solano, 2018.

4 Para una descripción de la historia del proyecto véase el capítulo 2.

5 Tres familias resistentes, dos retornantes, dos oportunistas, cuatro migrantes (una a los Andes urbanos, dos a la costa urbana y una a la costa rural) y tres regionales, lo que totalizó 280 horas de conversaciones. Para un breve perfil de cada familia entrevistada, véase el Anexo de este libro.

6 Quince informantes locales, cinco consultores sociales y académicos, y cuatro empleados del proyecto Rio Tinto La Granja (RTLG).

7 Utilizo el término «jefe de familia varones» por dos razones. En primer lugar, la continuidad del sistema patriarcal penetra el tejido de la sociedad en el área de investigación (Deere, 1990), tanto como lo hace en otras áreas rurales andinas (De la Cadena, 1991; Hamilton, 1998). Aunque cada vez es más confrontado, el sistema patriarcal aún está presente en temas relacionados con acceso a la tierra, trabajo productivo y reproductivo, movilidad social y geográfica, representaciones del espacio y la sociedad, etcétera. Así, el término intenta reflejar una perspectiva interna de las relaciones de poder en la unidad doméstica. En segundo lugar, y mucho más importante, cuando pregunté quién era la persona con quien debería conversar respecto a los distintos temas de la investigación, generalmente fui dirigido a un hombre adulto. Consciente de mi posición como adulto, hombre y foráneo, no me atreví a cuestionar estas relaciones de género. Solamente después de haber ganado suficiente familiaridad, comencé a conversar con las mujeres. Mi prolongada estadía en el área de investigación, viviendo con una conocida familia local, facilitó el proceso. Las conversaciones se llevaron a cabo tanto en espacios públicos como en sus casas, generalmente sin la compañía de sus parejas, lo que permitió a las informantes mujeres mayor libertad para compartir sus puntos de vista y experiencias.

8 La mayoría de las encuestas económicas, especialmente en países en desarrollo, define una «unidad doméstica» como «un grupo de personas que viven juntas, juntan su dinero, y comen juntos al menos una comida al día» (ONU, citada en Banco Mundial, 2001, p. 150). Sin embargo, debido a la fluidez de las migraciones, he optado por utilizar a la «familia nuclear» como la unidad de nuestro análisis. Para los propósitos de esta investigación, defino «familia nuclear» como un grupo de personas que se reconocen a sí mismas como unidas a través del parentesco —dos generaciones antes y dos después de la cabeza familiar masculina— y que no necesariamente viven en el mismo lugar. Así, por ejemplo, una joven que vive en Chiclayo y sus padres, que viven en La Granja y le envían dinero para sus estudios, son parte de la misma familia nuclear. En resumen, una sola familia nuclear puede ocupar distintas casas. Los niños adoptados están incluidos en el concepto de familia nuclear.

Capítulo 1.Transformaciones espaciales y desarrollo minero en los Andes peruanos

Los Andes