Falsos amantes - Darcy Maguire - E-Book
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Falsos amantes E-Book

DARCY MAGUIRE

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Beschreibung

Una proposición de mentira dio lugar a una relación muy real... Riana Andrews se quedó de piedra al despertar una mañana y descubrir un anillo de compromiso en su dedo. Lo que más la confundía era que creía que quien le había hecho tal proposición era Joe Henderson, el sexy y famoso fotógrafo que iba a hacerle las fotos a sus diseños de vestidos de novia. Quizá Joe tuviera un plan oculto pero, desde luego, se estaba comportando como si realmente fuera a casarse con ella. Y los escalofríos que Riana sentía cada vez que él estaba cerca no eran para nada producto de su imaginación...

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Seitenzahl: 144

Veröffentlichungsjahr: 2012

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Editados por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

© 2004 Debra D’Arcy. Todos los derechos reservados.

FALSOS AMANTES, Nº 1956 - noviembre 2012

Título original: A Convenient Groom

Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

Publicada en español en 2005

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con permiso de Harlequin Enterprises II BV.

Todos los personajes de este libro son ficticios. Cualquier parecido con alguna persona, viva o muerta, es pura coincidencia.

® Harlequin, logotipo Harlequin y Jazmin son marcas registradas por Harlequin Books S.A.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

I.S.B.N.: 978-84-687-1207-9

Editor responsable: Luis Pugni

Conversión ebook: MT Color & Diseño

www.mtcolor.es

Capítulo 1

Hola, he perdido mi número de teléfono... ¿me dejas el tuyo?

Riana Andrews miró al hombre que le había hablado, que tenía voz de pito, y negó con la cabeza vehementemente.

A continuación, volvió a concentrarse en su cóctel. No había ido a aquella discoteca para ligar porque ya había un hombre en su vida.

Aunque Stuart le hubiera dicho que iba a estar muy ocupado aquella semana y no iban a poder verse, estaba con él.

Riana comprobó la hora que era y se preguntó dónde estaría Maggie. Ya debería haber llegado...

Maggie era su mejor amiga y su compañera de trabajo y la persona que había insistido en ir para ir a aquella discoteca de moda para convencer a un famosísimo fotógrafo de que cambiara sus planes de trabajo para que fotografiara sus diseños de vestidos de novia.

No quedaba mucho tiempo pues Riana iba a necesitar las fotografías para su gran debut en el gran mundo de la moda, que iba a tener lugar la semana siguiente.

Tenía la esperanza de que todo el mundo quisiera fotografías de sus diseños.

A Riana no le importaba esperar sentada en la barra si no fuera por aquellos hombres, que la miraban como si la fueran a devorar.

En aquel momento, se acercó un joven ataviado con una chaqueta negra.

–¿Crees en el amor a primera vista o prefieres que pase un par de veces más por delante? –le preguntó de repente.

Riana abrió la boca y la volvió a cerrar. Era realmente joven y tenía un brillo optimista en los ojos que llamaron la atención de Riana.

–Lo cierto es que creo en el amor a primera vista –contestó apartándose un mechón de pelo de la cara–, y estoy segura de que, cuando vea al hombre del que me enamoraré, lo sabré inmediatamente.

–¿Eso quiere decir que no soy yo? –contestó el chico enarcando las cejas.

Riana le dio una palmadita en el hombro y sonrió.

–Me temo que no, lo siento.

El chico se perdió entre la multitud y Riana suspiró mientras lo veía alejarse. Tenía muy claro el tipo de hombre que quería. Alto, rubio y guapo como Stuart Brooks, del Double Bay Brooks, el hombre que sabía que era para ella.

Riana dejó la copa vacía sobre la barra.

–¿Si te digo que tienes un cuerpo de escándalo te escandalizarías?

Al oír aquella voz grave y aterciopelada a sus espaldas, Riana sintió un estremecimiento por todo el cuerpo y se dijo que debería haberse colocado un cartel en el que pusiera «tengo novio».

Sin embargo, se giró y sintió que le faltaba la respiración. El hombre que tenía ante sí era alto y muy guapo.

Tenía rasgos muy marcados y el pelo corto y castaño, los ojos color avellana, iba recién afeitado y tenía unos labios de lo más prometedores.

Riana sintió que el calor se apoderaba de su cuerpo.

El hombre se acercó a ella.

–Estoy esperando una contestación –sonrió.

Riana intentó poner en funcionamiento de nuevo su cerebro.

–Al menos, dime que me largue, como a todos los demás –dijo el desconocido acercándose un poco más y señalando hacia una mesa.

Riana siguió la dirección y comprobó que todos los chicos que se le habían acercado estaban allí sentados juntos.

–¿Qué jueguecito os traéis entre manos? –le preguntó.

–Ninguno, lo cierto es que estamos celebrando la despedida de Phil, que es un compañero de trabajo que se marcha a otra empresa. Le hemos regalado un libro para ligar y en ese libro están las frases que te hemos ido diciendo porque, aunque en el libro decían que eran malísimas y que era mejor no utilizarlas jamás, a nosotros ha habido algunas que no nos han parecido tan malas –le explicó el desconocido.

Riana frunció el ceño.

–Habéis bebido mucho, ¿verdad?

–Touché –sonrió el desconocido–. Sí, tienes razón, la verdad es que son espantosas, pero había que ponerlas en práctica para borrarlas de nuestro repertorio para siempre.

Riana se acercó a él para que le oyera por encima de la música y no pudo evitar aspirar el aroma de su colonia.

–No creo que tú las necesites para nada –le dijo sinceramente.

–Gracias –contestó él–, pero te sorprendería saber lo rápido que me puedo quedar en blanco cuando tengo una mujer guapa enfrente.

Riana asintió sonriente y se echó hacia atrás. ¿Le había dicho que la encontraba guapa?

El señor ojos color avellana apoyó un codo en la barra y se acercó un poco más a ella.

–¿Qué tal lo estoy haciendo?

Riana se dijo que debía de saber perfectamente que lo estaba haciendo muy bien. ¿Cómo no iba a ser así cuando era alto, guapo, divertido e inteligente?

Tenía que fallar en algún sitio, siempre fallaban en algún sitio.

–Habla –le indicó decidiendo que sería divertido dejarlo intentar ligar con ella.

–Supongo que se acabaron las frases de libro.

Riana enarcó una ceja.

–Tienes diez segundos. Nueve... ocho... siete.

–Eres la mujer más guapa que hay en esta discoteca.

Riana lo miró a los ojos y sintió algo extraño en el estómago.

–Me siento halagada, pero no es suficiente. Tres... dos... uno.

El desconocido abrió los ojos exageradamente y puso cara de perrillo apaleado.

–Necesito que me quieran, como todo el mundo.

Riana se olvidó de lo guapo que era y lo miró a los ojos. Entonces, comprobó que hablaba con sinceridad, lo que la asustó sobremanera.

«Lo ha dicho en serio».

Eso era la vida, buscar y encontrar a alguien con quien compartirla, daba igual que fuera en una discoteca o en una fiesta, lo que había que hacer era conocer a mucha gente hasta encontrar a tu media naranja.

Riana se dio cuenta de que se le había acelerado el pulso.

–Eso me ha gustado –le dijo intentando sonar calmada.

En realidad, no sabía muy bien lo que estaba haciendo.

¿Y Stuart?

–Me alegro, se le voy a decir a mis amigos –sonrió.

Riana sintió como si la hubieran abofeteado. ¿Cómo? ¿No le iba a quedar ni siquiera la satisfacción de decirle que tenía novio, es decir, que era ella la que no quería nada con él?

–¿No quieres mi número de teléfono? –le ofreció.

–No.

–Me parece muy bien porque no te lo iba a dar –dijo levantando el mentón.

–Ya –sonrió el desconocido.

¿Pero qué se creía aquel hombre? ¡Lo había dicho como si estuviera seguro de que ninguna mujer le decía que no!

–¿Te gusta torturar a las mujeres? –le preguntó Riana cruzándose de brazos.

–Normalmente no, pero en este caso... lo hago por cómo te has portado con los demás.

Lo cierto era que Riana había estado un tanto cortante con sus amigos y, a lo mejor, el desconocido tenía algo de razón.

–Bien hecho –le dijo finalmente–, pero, si lo miras desde mi punto de vista, verás que me debes mucho por haberos aguantado.

El desconocido la miró de arriba abajo, desde las botas de cuero negras pasando por los pantalones negros y llegando al top azul metálico.

Riana sintió como si el recorrido lo hubiera hecho con las manos y aquello hizo que se revolviera incómoda en el taburete.

–Tienes razón –murmuró el desconocido–. Te invito a una copa por haber colaborado –añadió llamando al camarero.

Riana sonrió satisfecha.

–¿Sabes lo que pasa? Ver a una mujer tan guapa como tú sentada sola en la barra de una discoteca llama la atención de los hombres. Es irremediable.

–Estoy esperando a una amiga –le explicó Riana.

El desconocido enarcó una ceja.

–Por motivos de trabajo –añadió Riana–. Tenemos que hablar con un tipo para un asunto de trabajo.

El desconocido asintió sin dejar de mirarla a los ojos.

–¿Mezclando trabajo y placer?

Riana se encogió de hombros.

–Sí.

El desconocido se apoyó en la barra y miró a su alrededor.

–Yo, también –confesó–. He quedado con una diseñadora de lo más engreída que probablemente llegará con uno de sus vestidos de novia.

Riana sintió que se quedaba sin aliento.

–¿Cómo se atreve a creer que voy a cambiar mis planes de trabajo por ella? –se indignó el desconocido.

Riana tomó aire.

–¿De verdad? ¿Estás esperando a una diseñadora? ¿Y no serás tú por casualidad un fotógrafo de mucho talento pero extremadamente arrogante?

El desconocido la miró con los ojos como platos.

–¿Eres tú?

Riana alargó la mano.

–Riana Andrews... la diseñadora engreída –se presentó.

–Joe Henderson –contestó él–, el fotógrafo estúpido y bocazas –contestó estrechándole la mano con fuerza.

Riana sintió una descarga eléctrica y la apartó.

–Lo cierto es que no puedo decir que esté encantada de conocerte en estas circunstancias –le dijo.

–Lo mismo digo –contestó Joe metiéndose las manos en los bolsillos–. Espero que no me lo tengas en cuenta.

Riana enarcó las cejas.

–¿A qué te refieres, a tu actitud arrogante o a mi cuerpo de escándalo?

Joe se pasó los dedos por el pelo y sonrió.

–Lo siento mucho.

–¿Mucho? –dijo Riana mirándolo con interés–. ¿Lo suficiente como para cambiar tu agenda de trabajo?

–Probablemente –contestó Joe–. Me han dicho que tienes mucho talento y que vas a arrasar.

Riana se puso en pie.

–Muchas gracias, pero la única forma de que te perdone por ser un bocazas es que accedas a hacer mi book –insistió Riana con calma–. Ya sé que no queda mucho tiempo, pero...

–No hay problema. Supongo que te lo debo por no haber venido ataviada con uno de tus diseños.

–Si hubiera venido con uno de mis vestidos puestos, me habrías identificado al instante –sonrió Riana.

–Sí y ninguno de nosotros nos habríamos acercado a ligar contigo –rió Joe.

Riana también se rió y pensó que aquel hombre era diferente.

–Tienes razón, y, si no te hubieras acercado a hablar conmigo, no me iría esta noche a casa sabiendo lo buena que soy.

–Veo que no me he equivocado –dijo Joe cruzándose de brazos–. Eres engreída, ¿eh?

–Ya lo comprobarás por ti mismo –contestó Riana alejándose de la barra y decidiendo que era mejor esperar a Maggie en la calle.

En cuanto llegara su amiga, le contaría que ya no había motivo para entrar en la discoteca porque ella ya había convencido a Joe Henderson para que le hiciera el reportaje fotográfico.

¿Habría hecho bien? ¡Desde luego, aquel Joe Henderson era explosivo!

Capítulo 2

Perdón por llegar tarde –se disculpó Riana entrando a toda velocidad en la tienda de vestidos de novia propiedad de su familia.

Aquel día había comenzado fatal. La luz se debía de haber ido durante la noche porque el despertador no había sonado y no había agua caliente. Para colmo, había perdido el tren.

–¿Tarde? –dijo Joe consultando la hora que era y mirándola como si fuera el dueño del universo–. ¿Esto te parece llegar tarde? Para mí, es un desastre total.

–¿Cómo? –dijo Riana mirando a su alrededor.

La estancia estaba llena de gente, luces y cámaras. Le pareció identificar entre el personal a varios de los hombres que habían intentado ligar con ella aquella noche.

–Te advertí que llegaría a las ocho en punto –le recordó Joe mirándola como si supiera de dónde venía–. Después de lo que te costó convencerme para que te hiciera estas fotografías, creía que te interesaría de verdad y que todo estaría listo cuando yo llegara.

–Y así es –contestó Riana.

–Por si no te has dado cuenta, son más de las nueve de la mañana.

Riana echó los hombros hacia atrás. Obviamente, no tenía que justificarse ante aquel hombre que aquel día era su empleado.

La noche de la discoteca la había pillado por sorpresa, con la guardia bajada, pero ese día no. Riana estaba decidida a mostrarse distante y profesional a pesar de que el guapísimo fotógrafo que tenía ante sí tuviera un cuerpo de escándalo.

Joe se puso en pie y se acercó a ella.

–Tenemos que hablar.

Riana sintió que se quedaba sin respiración.

–¿Por qué? –contestó tragando saliva e intentando ignorar la extraña sensación que tenía en el vientre.

Lo cierto era que aquel Joe era todavía más guapo de día que de noche. Para colmo, los vaqueros que vestía le ceñían las caderas y las piernas y la camiseta negra de algodón de manga corta, un poco apretada, revelaba un torso espectacular.

–¿Y qué tal todo? –le preguntó Riana con toda la calma que pudo–. No me refiero al reportaje porque, como ya has dicho, he llegado tarde y todavía no habéis podido empezar y, desde luego, tampoco me refiero a tu vida personal porque, sinceramente, tampoco me interesa –añadió mordiéndose la lengua y dándose cuenta de que estaba hablando por hablar.

–Gracias –contestó Joe–. No, lo que quería era pedirte perdón por lo de la otra noche –añadió con sequedad–. No he podido dejar de pensar en ello. Quería que quedara claro que no quería hacerte creer que quería pedirte una cita o algo parecido.

–Desde luego, eso era lo que parecía –le recordó Riana.

–Sí, bueno, es que te pasaste un poco con algunos de mis amigos.

Riana se quedó mirándolo a los ojos y se dijo que debía acabar con aquella conversación cuanto antes porque tenerlo tan cerca era peligroso.

–Te aseguro que no fue una situación fácil para mí.

–Lo siento –insistió Joe.

Parecía sincero.

–Por favor, no te creas ni por un momento que quería salir contigo –le dijo forzando una risa–. Ya hay un hombre maravilloso en mi vida.

Joe se cruzó de brazos.

–¿De verdad?

Riana asintió.

–De verdad –contestó.

–¿Es serio?

¿Pero qué se creía aquel tipo? ¿Acaso pensaba que estaba destrozada porque no le había pedido el número de teléfono? ¿Creía que necesitaba su compasión porque estaba desesperada?

–Sí, precisamente, he quedado con el esta noche –contestó levantando el mentón–. Hemos quedado en el D’Amore, un restaurante muy romántico en el que todo el mundo sabe que es normal que se hagan ciertas propuestas.

Joe frunció el ceño.

–No se de qué me hablas.

Qué típico. Solamente un hombre en absoluto romántico no sabría que era muy normal en Sidney pedir en matrimonio a una mujer en aquel restaurante francés, acogedor e íntimo.

–Stuart me va a pedir esta noche que me case con él.

–Ah –contestó Joe–. ¿Y vas a aceptar?

Riana sonrió.

–Por supuesto que sí. Mis dos hermanas mayores están felizmente casadas.

–¿Y eso qué tiene que ver?

Riana se quedó mirándolo fijamente. Desde luego, aquel hombre era tonto o se lo hacía.

–Quiere decir que ahora me toca a mí –contestó Riana con énfasis.

–Ah –dijo Joe tocándose la mandíbula–. Yo creía que uno se casaba por amor.

Riana apretó los labios con fuerza y se mordió la lengua para no soltarle todo tipo de improperios. Finalmente, se cruzó de brazos y tomó aire.

–¿Se puede saber por qué dices eso? El hecho de que no haya nadie especial en tu vida que te quiera no quiere decir que puedas ir por ahí...

Joe se encogió de hombros y se alejó de ella.

–Creo que será mejor que empieces a organizar todo para que yo pueda empezar a hacer mi trabajo –le espetó.

Riana apretó los dientes.

Le acababa de contar algo muy íntimo a un perfecto desconocido y él se encogía de hombros y se iba porque, obviamente, le importaba un bledo.

Muy bien, a ella le daba igual. Para empezar, había sido él quien se había acercado para hablar y, si no le interesaba que Stuart le fuera a pedir que se casara con él aquella noche, era su problema.

En cualquier caso, ya lo leería al día siguiente en la prensa.

Riana se dirigió a la parte trasera de la pasarela. Maggie le había dicho que no hacía falta que llegara a las seis de la mañana, cuando iban a llegar las modelos para maquillarse y peinarse, porque ya hacía días que había preparado los vestidos.

¿Qué habría ido mal?

–¿Maggie? –llamó.

Su amiga asomó la cabeza por detrás de una cortina.

–Menos mal que has llegado. Las chicas no saben qué vestido tiene que ponerse cada una.

–¿Y eso es todo? ¿Por eso Joe Henderson está tan enfadado?

Maggie se encogió de hombros tímidamente.

–Es el mejor fotógrafo.

–Por eso, y sólo por eso, voy a sonreírle de manera encantadora en lugar de ahogarlo con mis propias manos, que es lo que me gustaría hacer –contestó Riana eligiendo a una modelo y un vestido–. Éste, para ti. Deprisa.

La mujer se desvistió y se puso el vestido que Riana le había dado.

–Pásame la tiara de medio velo –le pidió a Maggie.

–Muy bien, ya está, lista –le dijo a la modelo.

–Es un genio –insistió Maggie agarrando a otra modelo del brazo–. ¿Has visto sus fotografías?