Socios por amor - Darcy Maguire - E-Book

Socios por amor E-Book

DARCY MAGUIRE

0,0
2,99 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

Alguien se equivocaba... Inteligente, sexy y soltera, Clare Harrison era una chica que trabajaba demasiado para que le quedara tiempo para un romance. Hasta que un encuentro accidental con el guapísimo millonario Mark King le hizo reconsiderar su vida. ¿Acaso no le sentaría bien una aventura sin compromisos para alejar la mente del trabajo? Y aunque la atracción que había entre ellos era increíble, lo que realmente le sorprendió fue la sinceridad de Mark. Antes de darse cuenta, el romance se había vuelto más serio de lo que ella había previsto...

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 170

Veröffentlichungsjahr: 2016

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2002 Debra D’Arcy

© 2016 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Socios por amor, n.º 1770 - marzo 2016

Título original: Accidental Bride

Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

Publicada en español en 2003

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Jazmín y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-687-8028-3

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Portadilla

Créditos

Índice

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Si te ha gustado este libro…

Capítulo 1

 

Estaba espectacular. Mark no podía apartar los ojos de ella. Echó un vistazo en torno a la pista de baile y descubrió que muchos otros hombres la miraban, tan gratamente impresionados como si acabaran de tener un golpe de suerte en la Bolsa. Pero él adivinaba que esa mujer podría resultar peligrosa y todo su cuerpo se tensó ante el reto de conquistarla.

Era tan alta como el grupo de hombres que la rodeaba y destacaba tanto por su elegante porte como por su estilo al vestir. La suave luz de las arañas de la sala de fiestas del hotel bañaba su figura, destilando destellos caoba en su hermosa melena morena, que llevaba sujeta en lo alto de la cabeza en forma de moño, del cual se escapaban unos mechones rebeldes que enmarcaban su rostro marfileño. Unas perlas adornaban sus orejas, haciendo juego con el collar que le acariciaba el inicio de los pechos y se abrochaba en la desnuda nuca. Mark cerró los ojos y soñó con recorrer ese escote con los labios y la punta de la lengua.

Arrastró lentamente a su pareja por la pista de baile al son de la música para acercarse a la desconocida, con la vista prendida del vestido negro y largo que se ajustaba perfectamente a todas las curvas de su cuerpo, mientras sentía cómo sus manos se morían por acariciarlo. La raja frontal del traje de noche dejaba entrever las piernas casi al completo, unas piernas que eran capaces de despertar las más exquisitas fantasías de cualquier hombre y que Mark deseó sentir en torno a su cuerpo. Le miró las manos con ansiedad: ningún anillo, comprobó soltando un suspiro de alivio. ¿Quién demonios podía ser esa mujer?

–¡Mark! –la voz de Sasha lo sacó de sus fantasías–. Si no quieres bailar, dímelo, llevo unos zapatos nuevos.

Mark miró hacia abajo y se dio cuenta de que su enorme pie aplastaba la punta de uno de los pulidos zapatos color carmesí de su acompañante.

–Lo siento –dijo apartándose y deseando que su mente se centrara en cualquier cosa que no fuera la morena desconocida. Pensó en el trabajo, en cómo afrontar su próximo reto profesional, en cómo comprar otra empresa, diseccionarla y vender los pedazos por separado, con el fin de que cada dólar invertido se multiplicara por mil. ¿En qué trabajaría la señorita femme fatale? ¿Sería modelo? ¿Diseñadora? ¿O quizá vivía de romper corazones a diestro y siniestro, picando cada vez más alto, y vaciando las cuentas corrientes de los incautos? Mark sintió cómo todo su cuerpo le pedía disfrutar de la compañía de esa mujer. Podría verla ocasionalmente, o a menudo, o incluso a diario …, fantaseó.

–Disculpe –dijo una voz femenina mientras una mano de manicura perfecta, pero sin esmalte de uñas, se posaba sobre el hombro de Sasha.

Mark navegó por la profundidad de esos ojos azules que reclamaban su atención y contuvo el aliento. El fuerte magnetismo sexual que irradiaba la desconocida lo cautivó y prendió una poderosa llama en el centro de su sistema nervioso, cargado ya de adrenalina. No pudo apartar los ojos de ella: el rostro marfileño de esa diosa estaba teñido por un ligero rubor en las mejillas, como si un escultor hubiera tallado sus delicados rasgos, antes de colorear ligeramente los pómulos. Los labios de tono rojo oscuro, llenos y sabrosos, destacaban sobre la pálida tez, al igual que la llamarada que se desprendía de sus profundos ojos azules, que lo miraban con intensidad, danzarines, haciéndole sentir súbitas oleadas de deseo. Una pequeña cicatriz interrumpía el perfecto trazado de una de sus cejas, dando cuenta de que, al fin y al cabo, aquella mujer era un ser humano como todos los demás y no una preciosa obra de arte.

Sasha soltó el brazo de Mark y se dio la vuelta para encararse con ella.

–¿Perdón?

–Cambio de parejas –anunció la voz de la desconocida con autoridad. Sasha no pudo evitar que ella apoyara una mano sobre el hombro de Mark y se colara con agilidad entre sus brazos–. No te importa, ¿verdad?

Mark trató de ocultar su asombro y no dudó. Pasó un brazo en torno a la cintura de aquella mujer y de inmediato sintió la súbita incandescencia del contacto físico, mientras su mente volvía a llenarse de fantasías sexuales. Entrelazó sus dedos con los de ella y ambos volaron girando por la pista de baile. Mark se estremeció, excitado, el atractivo de esa mujer era devastador y el tacto de su piel cremosa resultaba suave y sedoso. Las torrenciales sensaciones que emanaban de ella le causaron sorpresa y su cuerpo reaccionó de inmediato. Mark tomó una amplia bocanada de aire, llenándose los pulmones con el exclusivo aroma que emanaba de la desconocida. No comprendía por qué estaba reaccionando con tal intensidad ante esa mujer. Había conocido a muchas mujeres muy bellas a lo largo de su vida, e incluso algunas se habían lanzado sobre él con tanto descaro y poderío como lo había hecho la que en ese momento bailaba con él. Esa mujer era diferente, concluyó… y él deseaba conocer todos sus secretos.

–¿A quién debo el placer? –preguntó.

A Clare le había costado mucho esfuerzo reunir el coraje necesario para interrumpir el baile y solicitar un cambio de parejas. Pero al fin había conseguido lo que pretendía.

–Me aburría –contestó ella con un ligero encogimiento de hombros, dejándose invadir por una oleada de satisfacción. King había picado el anzuelo. Solo tenía que dejar que las cosas siguieran su curso, para atraparlo y ponerlo en su sitio. Era tan fácil interesar a un hombre…

–¿Te aburrías? –dijo él con sorpresa.

–Sí, claro –contestó ella con calma, echando un perezoso vistazo a sus admiradores. Clare no había sospechado que su vestido fuera a atraer la atención de tantos hombres, pero se alegró, ya que eso incentivaba su atractivo delante del arrogante hombre que pretendía conquistar. Mark King se merecía un ajuste de cuentas, después de lo que había hecho. Y ella estaba dispuesta a ponerlo todo de su parte, con ese fin. Sin embargo, tuvo que reconocer que la imagen de ese hombre apuesto de cabello negro y piel morena, de mandíbula cuadrada y boca generosa, vestido con un impecable traje oscuro, era más interesante que la copia del bodegón de Cézanne que tenía colgada de la pared del salón.

–¿Cómo puede aburrirse una mujer tan guapa como tú?

El sensual tono de su voz recorrió la espina dorsal de Clare, haciéndola estremecerse y provocándole una sonrisa.

–¿Nunca has pensado que la vida ya no te depara retos interesantes?

Los ojos de color gris acerado de Mark brillaron con picardía.

–Sé exactamente a lo qué te refieres –dijo estrechándola contra su cuerpo, por primera vez, con aire de complicidad.

Físicamente, encajaban a la perfección, pensó Clare, traicionándose a sí misma. En cuanto se dio cuenta de semejante desliz, desterró ese pensamiento equívoco de la mente. No iba a pensar positivamente del enemigo, se juró: lo que había hecho ese hombre era imperdonable. Clare había sufrido mucho por causa de los hombres y estaba firmemente decidida a apartarlos de su vida para siempre… en cuanto terminara con el asunto que se traía entre manos.

Él la condujo con maestría por la pista de baile, actuando con autosuficiencia y dominio, y ella supuso que se creía un dios, el mejor regalo al que cualquier mujer podría aspirar. La sujetaba con firmeza, dejándola sentir la calidez y la potente masculinidad de su abrazo. Clare no esperaba que Mark King fuera tan cálido y respetuoso. Se había imaginado a un hombre frío y calculador, no a ese individuo de sangre caliente que apelaba a sus instintos más básicos. No era sorprendente que las mujeres cayeran a sus pies, hipnotizadas por su encanto. Clare podía sentir la fuerza de sus músculos bajo el impecable traje oscuro, la palpitante promesa de que la intimidad con él resultaría una experiencia inolvidable. Pero no estaba dispuesta a perder la cabeza. Había sufrido suficientes decepciones amorosas como para no fiarse de los hombres y de sus vehementes promesas… sembradas de mentiras. No importaba lo que su cuerpo sintiera, ni lo placentero que pareciera el ambiente mágico que se había creado en torno a ellos, ella era inmune a todo eso.

La sensación de angustia que su último amante, Josh, había dejado tras de sí la había predispuesto en contra de cualquier relación de pareja. Se mordió el labio al recordar el dolor de aquellos días. Aún no podía creerse cómo se había dejado atrapar por la promesa de un amor verdadero… Las cenas tranquilas a la luz de las velas, los paseos por la playa, la decisión de vivir juntos… Y de pronto… todo había acabado. Clare no había detectado que nada fuera mal hasta que se encontró a Josh haciendo el equipaje. ¿Cómo había podido estar tan ciega? Lo cierto era que él no había dudado en lanzarse en los brazos de otra mujer cuando aún estaba recién instalado en el apartamento que iba a compartir con Clare. Pero durante aquellos meses, ella había estado demasiado ocupada con su trabajo como para darse cuenta de que se estaba gestando un desastre. Y, al final, Josh la había abandonado y se había casado con su rival. Tensó los hombros… nunca volvería a sentir aquellos cariñosos besos sobre el cuello. Sin duda, se había dejado engañar como una idiota, pero había aprendido la lección. No más promesas, no más compromisos. Se alegró de que sus tacones altos le permitieran mirar a su acompañante directamente a los ojos, en términos de igualdad. Jamás permitiría que un hombre volviera a dominarla.

La música se acabó y ellos se separaron, aplaudiendo a la orquesta como el resto de los invitados. Clare tuvo que reconocer que la sala de fiestas del hotel Excelsior era el lugar perfecto para que Mark King celebrara su cena de caridad. Los suelos de madera pulida y encerada, las extravagantes arañas de importación que colgaban del techo, junto a la impresionante orquesta de veinte músicos creaban un ambiente lujoso y distendido, muy propicio para ablandar los corazones de los donantes.

Clare se apoyó indolentemente sobre Mark King y acarició su cuello con los labios.

–¿Estás dispuesto a jugar? –susurró.

–¿A jugar a qué? –preguntó él, alerta.

–Es una adivinanza –contestó ella con gracia, antes de darse la vuelta para alejarse, muy consciente de que él la seguía con la mirada.

Clare se obligó a mantener un paso sereno y a respirar con calma. Había dado el primer paso y esperaba que el plan siguiera adelante sin contratiempos.

Capítulo 2

 

Mark recorrió la sala con la vista, en busca de esa mujer tan intrigante. Sabía que no debía haberle quitado los ojos de encima, pero no le había quedado más remedio que ponerse a buscar a Sasha. Había mujeres morenas por todas partes, pero ninguna tan alta como ella, ni con esa raja tan espectacular en el vestido, por no hablar de los sobrecogedores ojos azul oscuro.

–¿Quién demonios era esa mujer? –preguntó Sasha, ofendida, agarrándose a su brazo posesivamente.

–No tengo ni la menor idea –contestó él, firmemente decidido a descubrir su identidad. Si de verdad era una mujer tan fascinante y misteriosa como prometía, Mark King estaba dispuesto a investigar y a descubrir todos los detalles de su vida, incluido el color de su ropa interior.

–¿Cómo has permitido que me sintiera tan abandonada y violenta delante de tanta gente? –preguntó Sasha sonrojada.

King hizo un esfuerzo para atender a su pareja y sus ojos se enfriaron al ver en los de ella el daño que había sufrido su orgullo. El trato incluía presentar a Sasha a todas las personas importantes que asistían a la fiesta y ni siquiera habían empezado aún.

–Lo siento, Sasha. Estaba pensando en otras cosas.

–Pues me gustaría que pensases un poco más en nuestras cosas –protestó ella–. Estoy tan avergonzada que no sé si voy a ser capaz de mirar a la gente a la cara.

Mark King no estaba especialmente satisfecho de haberse comprometido a salir con la mejor amiga de su hermana pequeña esa noche, pero había necesitado una pareja neutral y Sasha estaba disponible. Su mirada seguía escrutando la multitud, cuando por fin detectó de nuevo la figura de la misteriosa desconocida y sus sentidos se avivaron. Esa mujer era realmente memorable. Pero no tenía ni la menor idea de lo que pretendía. ¿Un juego? ¿Una adivinanza? Analizó las diferentes explicaciones posibles que acudían a su mente… y todas acababan con esa mujer desnuda y metida en su cama. El misterio lo estaba volviendo loco, lo último que había esperado que le ocurriera en esa noche dedicada a recolectar fondos para los enfermos del corazón era encontrarse con una mujer tan deseable y enigmática.

Su única intención al organizar esa cena de caridad había sido dotar a su vida de un cierto significado humanitario, necesario para mantener la paz espiritual, una vez alcanzada la meta inicial de convertirse en millonario. Pero su corazón latía desbocado e incontrolable por causa de la desconocida, por lo que llegó a la conclusión de que podía hacer las dos cosas al mismo tiempo: perseguiría a esa mujer, y además recolectaría el dinero de los generosos contribuyentes.

King cruzó la entrada de la sala de fiestas y se dirigió al maitre, agachándose ligeramente para acercar la boca a su oreja.

–Hay un cambio en la disposición de las mesas –susurró–. ¿Ve a esa mujer? –preguntó señalando a la impresionante morena que charlaba con un hombre sonriente–. Quiero que esté en mi mesa y a mi lado.

–Por supuesto, señor.

Mark King sonrió y se estiró, satisfecho, antes de volver a la sala de fiestas para seguir saludando a los invitados. Si ella había pensado en imponer las reglas del juego, iba a llevarse una sorpresa.

Clare no se extrañó lo más mínimo cuando el maitre consiguió separarla del hombre con el que había estado conversando para escoltarla hasta la mesa de Mark King. Se hubiera llevado una gran decepción de no haber sido así. Por lo que sabía de ese hombre, podía adivinar que su vida había perdido interés para llenarse de aburrimiento, una vez logrado su propósito inicial de amasar una buena fortuna. Esa era la razón por la que ella había trazado su plan de esa manera, apelando al misterio. Se imaginaba que un hombre aburrido como él, aceptaría casi cualquier tipo de reto que la vida le presentara, por el simple placer de verse tentado ante un misterio sin resolver, y más aún si el reto partía de una hermosa mujer.

Clare echó un vistazo a la sala, había unas cincuenta mesas redondas preparadas para cuatro comensales, decoradas con un precioso arreglo floral, con manteles blancos y cubertería de plata. Clare sabía que Mark King solo se conformaba con lo mejor. Alzó la barbilla. La situación era perfecta: había la suficiente gente en la sala de fiestas como para que ella se sintiera a salvo y, en la mesa, disfrutarían de la intimidad necesaria para que pudiera poner en práctica su plan.

Cuando Clare llegó a la mesa de Mark King, el resto de los comensales ya había tomado asiento. Dirigió una lánguida mirada a los demás, observando la perfecta confección de los trajes de los hombres y admirando las joyas y los vestidos de diseño de las mujeres. Luego sus ojos se posaron sobre Mark King.

–Bienvenida, señorita… –dijo Mark levantándose galantemente para acercarle la silla que estaba situada a su derecha. A la izquierda se sentaba la mujer con la que había estado bailando antes de que ella los interrumpiera con el cambio de parejas.

–Gracias –contestó ella, ignorando la pregunta implícita en el saludo, mientras dejaba que la ayudara a sentarse, consciente de su penetrante e inquisitiva mirada.

–Estoy un poco desconcertado –confesó King con voz profunda y exigente.

–Me cuesta trabajo creérmelo –contestó ella tomando un sorbo de champán mientras le dirigía una mirada desafiante y divertida con los ojos entornados.

King tomó asiento, inclinándose hacia ella al mismo tiempo.

–¿Te has propuesto ocultarme tu nombre a propósito o estás jugando a simular que eres muy tímida? –preguntó en un susurro que indicaba que se sentía ligeramente molesto.

–No se trata de ningún juego. Te lo aseguro –contestó ella fríamente, aunque luego suavizó sus palabras con una sonrisa.

–Entonces se trata de un asunto de negocios, ¿no? ¿En qué trabajas? –preguntó él enarcando una ceja.

–Casi en lo mismo que tú –contestó ella, sin ceder.

–Todas las personas que se reúnen hoy en este salón han sido personalmente invitadas por mí y podría jurar que tú no estás entre ellas –atacó King, levemente airado.

–¿De verdad? –repuso Clare desdoblando la servilleta con un experto giro de muñeca, antes de colocársela sobre el regazo–. ¿Estás seguro? –preguntó con una sonrisa taimada esforzándose por no echarse a reír. Mark King no podía conocer personalmente a todos sus invitados. Clare sabía que trabajaba tanto que necesitaba la ayuda de tres secretarias para sacar sus asuntos adelante. Además, contaba con la colaboración de dos ayudantes personales, ambos de sexo masculino, lo cual confirmaba el hecho de que se tomaba los negocios muy en serio. Nada de distracciones femeninas a su alrededor durante la jornada laboral. Incluso se había ocupado de que las tres secretarias estuvieran casadas y sobrepasaran holgadamente los cuarenta años antes de contratarlas.

King esbozó una sonrisa astuta.

–Ahí me tienes pillado –dijo dándose la vuelta y levantando una mano–. ¡John!

Uno de los hombres que estaba sentado en la mesa de al lado se levantó al instante, con nerviosismo. Estaba fantástico con su traje oscuro, al igual que todos los hombres solían estar.

–Diga, señor.

–John es uno de mis ayudantes personales –explicó King con un guiño–. Se ha ocupado personalmente de enviar todas las invitaciones. John, ¿has invitado tú a esta joven?

John miró primero a la desconocida y luego a su jefe, confuso.

–Hemos mandado más de doscientas invitaciones, señor, pero creo que podré recordar todos los nombres. ¿Usted se llama…?

Clare dedicó una sonrisa cómplice a King.

–Se niega a dar su nombre –explicó él.

–La seguridad es muy estricta –repuso John–. Si está aquí, estoy seguro de que tiene una invitación. Sin embargo, si hay alguna duda, podemos escoltarla hasta la puerta, señor.

–Quizá sea lo mejor –dijo King con expresión sombría, antes de añadir–: Si no me dice su nombre, haré que la saquen de aquí a la fuerza, señorita.

Clare se encogió de hombros.

–Si prefieres echarme a… –dijo interrumpiéndose voluntariamente, para tomar otro sorbo de champán mientras observaba los rostros curiosos del resto de los comensales.

–¿A qué? –preguntó él enfadado.

–A solucionar tú mismo el acertijo. Si eso es lo que deseas…

El cuerpo de King se tensó ante el reto que proponía esa endiablada mujer. Se hizo un silencio impresionante en la mesa, todos atentos a la reacción del anfitrión. Poco a poco, Mark King se fue relajando, dejando que asomara una sonrisa a sus labios que se extendió hasta su mirada.

Clare sintió un destello de inoportuna excitación ante esa expresión súbitamente benevolente. Se concentró en el arreglo floral, respirando hondo. Pero, ni aun así pudo evitar volver los ojos hacia el rostro de él.