Amor renovado - Darcy Maguire - E-Book
SONDERANGEBOT

Amor renovado E-Book

DARCY MAGUIRE

0,0
2,99 €
Niedrigster Preis in 30 Tagen: 2,99 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

Él no tenía la menor idea de que era padre... La organizadora de bodas Skye Andrews llevaba cuatro años ocultándole un secreto al célebre abogado Nick Coburn: tenían una hija... Pero ahora Skye debía organizar una boda en la que Nick iba a ser el padrino... y seguían sintiéndose tan atraídos como siempre. ¿Durante cuánto tiempo podría Skye ocultarle la razón por la que había tenido que romper su relación? ¿Qué pasaría cuando él descubriera la verdad?

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 142

Veröffentlichungsjahr: 2012

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Editados por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

© 2004 Debra D’Arcy. Todos los derechos reservados.

AMOR RENOVADO, Nº 1949 - noviembre 2012

Título original: The Best Man’s Baby

Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

Publicada en español en 2005

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con permiso de Harlequin Enterprises II BV.

Todos los personajes de este libro son ficticios. Cualquier parecido con alguna persona, viva o muerta, es pura coincidencia.

® Harlequin, logotipo Harlequin y Jazmin son marcas registradas por Harlequin Books S.A.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

I.S.B.N.: 978-84-687-1201-7

Editor responsable: Luis Pugni

Conversión ebook: MT Color & Diseño

www.mtcolor.es

Capítulo 1

Hombres de esmoquin.

Mmm.

Skye Andrews se paró en la puerta de la boutique de vestidos de novia Camelot y tomó aire varias veces disfrutando de la panorámica.

Cinco hombres altos lucían impecables esmóquines combinados con camisas blancas y corbatas de seda azules a juego con los pañuelos.

Estaban tan guapos y encantadores que parecían salidos de un cuento de hadas.

Desde luego, no se veían hombres así en un bar ni en una discoteca.

Skye se cruzó de brazos.

Aquella boutique, propiedad de Riana, su hermana pequeña, era la guinda del pastel al negocio que Skye tenía con su madre y con su otra hermana.

Aquel día, Riana no andaba por allí pues sabía que podía dejar todo en manos de su sastre, Charlie, que era de toda confianza.

En aquel momento, Charlie le estaba metiendo el dobladillo a uno de los hombres y, al ver a Skye, se giró hacia ella y le guiñó un ojo.

–¿Qué te parece?

Skye se mordió el labio inferior e intentó pensar de manera profesional, pero el hombre que vestía aquel esmoquin era demasiado perfecto como para no reparar en él.

Tenía una buena espalda y manos grandes que hicieron que Skye cerrara los ojos y se las imaginara por su cuerpo.

–Perfecto –contestó.

Acto seguido, se dijo que debía controlarse.

Obviamente, hacía demasiado tiempo que un hombre no pasaba por su vida. Iba a tener que salir más.

–Me han dicho que de esta boda te encargas tú –comentó Charlie mientras continuaba con su trabajo.

–Así es –contestó Skye–. Mamá está resfriada –añadió mirando a su alrededor.

Lo cierto era que prefería encargarse de una boda desde el principio hasta el fin para conocer bien a la familia, pero en aquella ocasión los allí reunidos le eran completamente desconocidos.

–Hola –saludó a los presentes–. Me llamo Skye y me voy a encargar de la organización de la boda porque Barbara está enferma –les explicó–. ¿Quién de ustedes es el novio?

El hombre al que Charlie le estaba metiendo los pantalones se giró levemente hacia ella.

–¿Qué pasa? –preguntó con voz suave.

Skye sintió que se tensaba.

Aquella voz.

No podía ser.

–¿Quién es usted? –le preguntó.

Al instante, sintió que la sangre se le agolpaba en las sienes y rezó para que aquel hombre no fuera quien ella creía que era y para que, por favor, no fuera el novio.

El hombre se giró completamente hacia ella.

Y Skye sintió que el corazón le daba un vuelco.

¡Nick!

No podía ser.

¡No podía ser él, no podía ser allí y no podía ser en aquellas circunstancias!

Capítulo 2

Skye pensó en salir corriendo, pero se había quedado clavada en el sitio.

Nick seguía teniendo el pelo claro, pero ahora lo llevaba más largo. También seguía teniendo aquella mandíbula cuadrada que a ella tanto le gustaba besar y la estaba mirando con el ceño fruncido.

–¿Skye? –dijo mirándola con aquellos ojos azules muy abiertos.

–Nick.

–Un poco de cuidado que estoy trabajando con alfileres –dijo Charlie para que Nick no se moviera.

–Estás... –dijo Nick mirándola de arriba abajo–... fenomenal.

–Tú, también –contestó Skye apartando la mirada.

No sabía qué decirle porque había pasado mucho tiempo.

¿Se iba a casar?

La idea le dio náuseas.

No podía ser.

Después de todo lo que había ocurrido, del dolor, de las dudas y de su sacrificio, no podía ser.

–¿Qué haces aquí? –le preguntó Nick.

–Trabajo aquí –contestó Skye–. Soy la organizadora de tu boda.

–¿Mi boda? –rió Nick.

Su risa, que la sacudió de pies a cabeza, hizo que comprendiera que no podía ser su boda. Si lo hubiera sido, habría leído su nombre y se habría dado cuenta antes.

–Tú no eres el novio –recapacitó en voz alta.

–Claro que no –contestó Nick.

Skye suspiró aliviada y sintió que las piernas le temblaban.

–¿Entonces?

–Soy el padrino.

Skye se quedó mirando a aquel hombre, el único hombre que había sido dueño de su corazón, el único hombre en el que pensaba cuando se acostaba por las noches y el único hombre con el que soñaba.

–Creía que tenías un negocio familiar –dijo Nick cruzándose de brazos.

–Así es –contestó Skye.

–Nunca me dijiste que se tratara de una empresa de organización de bodas.

Skye tragó saliva.

–No te lo dije porque era obvio que no te gustaban las bodas –le recordó.

Nick le había dejado claro desde el principio que no era hombre de compromisos ni de matrimonios y, por miedo a que saliera corriendo si le decía la verdad, Skye no le había contado a qué se dedicaba exactamente.

–Ahora que lo pienso, se me hace raro no haberme dado cuenta entonces de que jamás me contaras detalles de tu trabajo –recapacitó Nick.

–Estabas demasiado ocupado como para darte cuenta –comentó Skye.

De repente, se preguntó si lo sabría.

No, imposible.

En cualquier caso, tragó saliva víctima del pánico.

–Así que eres el padrino... –comentó nerviosa.

–Efectivamente –sonrió Nick.

Skye había soñado varias veces con volver a verlo, pero jamás hubiera esperado que fuera en aquellas circunstancias.

En cualquier caso, no estaba preparada para el reencuentro, pero tomó aire para intentar controlar la situación.

–Te aseguro que el último lugar en el que hubiera esperado verte es en una boda –le dijo sinceramente.

Nick se encogió de hombros.

–Las cosas cambian –contestó Nick mirándola lánguidamente, como si estuviera recordando la magia que había habido entre sus cuerpos en el pasado.

Al instante, Skye sintió que se tensaba de pies a cabeza y dio un paso atrás con las mejillas sonrosadas.

–¿Y qué tal estás?

–Bien –contestó Nick–. ¿Y tú?

–Bien –contestó Skye.

Lo cierto era que le picaba la curiosidad, pero no podía ponerse a hacerle preguntas personales cuando habían pasado cuatro años sin verse.

–Sé que trabajas para un prestigioso bufete de abogados –dijo arrepintiéndose al instante.

Maldición.

Ahora se iba a dar cuenta de que había intentado saber de él a través de la prensa rosa y de todo lo que le había sido posible.

–Así es –contestó Nick–. ¿Y tú conseguiste lo que querías?

Skye se quedó mirándolo fijamente.

Lo que quería...

Había rezado y soñado todas las noches desde el día en el que lo había abandonado para conseguir lo que siempre había querido y ahora lo tenía ante sí.

–Muy bien –dijo girándose hacia los demás–. ¿Todo el mundo contento con su esmoquin?

Hubo un murmullo de asentimiento.

–Skye... –insistió Nick.

–Perfecto. Entonces, sigamos adelante. Estaré en mi oficina por si alguien tiene alguna pregunta –dijo ignorando a Nick–. Me alegro de volver a verte, Nick... quiero decir, señor Coburn.

Dicho aquello, Skye se obligó a salir de la habitación.

–¿Nos tomamos un café después? –oyó que le preguntaba Nick.

–No se mueva –lo reprendió Charlie.

–No, gracias, no puedo –contestó Skye huyendo a la desesperada.

Lo último que quería era estar con aquel hombre porque le dolía todo, porque le entraban ganas de llorar y se moría de miedo por el secreto que guardaba.

Nick no debía enterarse jamás.

Nick se quedó mirando la puerta.

Se giró hacia el espejo y se masajeó el cuello pues la tensión había sido muy fuerte. Claro que era normal que reaccionara así porque Skye estaba más guapa que nunca.

Era todavía más mujer que cuatro años atrás y, al verla, Nick había deseado volver a deslizar sus manos por sus curvas y, al imaginarse sus pechos desnudos, el deseo se había apoderado de él.

¿Cómo demonios había dejado que se le escapara una mujer así?

Seguía teniendo el pelo oscuro, pero le había crecido. En cualquier caso, estaba preciosa.

Nick apretó los puños.

Obviamente, aquella mujer le seguía gustando. ¿Y por qué no? Al fin y al cabo, había sido ella la que lo había dejado.

Por lo menos, había tenido la decencia de parecer avergonzada al encontrarse con él. Claro que, después de lo que le había hecho, era sorprendente que se atreviera a mirarlo a la cara.

Nick se había fijado en que no llevaba alianza y supuso que el bastardo que se la había arrebatado no le había tomado al final en matrimonio.

Aquello lo hizo sonreír.

Justicia divina.

Aunque habían pasado cuatro años, le parecía que era ayer cuando entre ellos había habido una relación mágica.

Para Nick, desde luego, lo había sido. Hablaban de todo y tenían una complicidad maravillosa tanto en la cama como fuera de ella.

Skye era la mujer perfecta para él.

Habían estado juntos seis meses y, luego, ella había desaparecido.

Nick no se había dado cuenta de que salía con otro hombre a la vez que con él, pero tendría que haberlo sospechado porque las últimas semanas era cierto que le había parecido que se estaba alejando de él.

Cuanto más hablaba él de lo que quería hacer en la vida, más se distanciaba Skye.

Entonces, no le había dado importancia, pero era obvio que era porque estaba con otro hombre.

Nick cerró los ojos y tomó aire. Lo que tenía muy claro era que jamás iba a pasar por aquel dolor.

Tenía muy claro que no quería volver a sufrir por culpa de Skye Andrews y lo que tenía que hacer era olvidarse de aquella tramposa de una vez por todas.

–Todo terminado –anunció Charlie poniéndose en pie.

–Gracias –contestó Nick saliendo del vestuario.

El que no había terminado con Skye Andrews era él.

Capítulo 3

Skye marcó el número de su hermana con la boca seca.

–Tara, ¿has hablado con Bridal Creations?

–Últimamente, no –contestó su hermana mayor.

–¿No ibas a intentar birlarles a una de sus organizadoras de bodas? –preguntó Skye cruzando los dedos.

Ojalá su hermana dijera que sí para que, así, no tuviera que vérselas con Nick Coburn durante las próximas dos semanas.

Era prácticamente imposible que una nueva organizadora se encargara de una boda para la que quedaba tan poco tiempo, pero había una esperanza ya que, si la nueva adquisición organizaba con ella la boda Harrison-Brown, podría encargarse del padrino, que era lo que a Skye le interesaba, mientras ella se encargaba de los novios.

–Lo estoy pensando, sí –contestó Tara–, pero, si esa chica no les es fiel a ellos, ¿por qué nos lo iba a ser a nosotras?

–Por dinero –contestó Skye.

–Sí, pero eso cuesta –dijo Tara como si lo estuviera considerando–. A ver si se me ocurre alguna manera de que trabaje para nosotras, pero que no sea solamente por el dinero.

–Pues date prisa.

–¿Por qué? ¿Te pasa algo?

Skye se mordió la lengua.

Había conseguido ocultar la identidad del hombre que le había cambiado la vida hacía años.

No le había contado a su hermana los detalles entonces y no se los iba a contar ahora porque tenía muy claro que Tara iría directamente a hablar con Nick y eso era lo último que Skye quería.

Además, no quería que Tara le leyera la cartilla y eso era precisamente lo que haría porque su hermana era muy cabezota y estaba acostumbrada a llevar la voz cantante.

–No, es que me tengo que hacer cargo de una boda de mamá y...

–No te preocupes por eso, Skye, lo tengo todo controlado. Yo tengo dos bodas, pero Maggie y yo nos vamos a encargar de las reservas y de todo lo demás.

–Pero...

–Tú lo estás haciendo cada vez mejor.

–¿De verdad? –exclamó Skye emocionada.

No era normal que su hermana mayor dijera aquel tipo de cosas, pero desde que se había casado con Patrick había cambiado.

–No te pongas nerviosa –le aconsejo Tara–. Acabo de hablar con mamá y está convencida de que la boda Harrison-Brown saldrá a las mil maravillas. Por cierto, no la molestes a no ser que sea completamente necesario porque se encuentra bastante mal.

–Muy bien –contestó Skye–. Entonces, ningún problema.

–Me alegro.

Skye colgó el teléfono y se rió con amargura.

¿Ningún problema?

¡No, sólo que el hombre al que había abandonado cuatro años atrás había vuelto a parecer!

Skye se obligó a tomar aire lentamente varias veces para no perder los nervios y se dijo que, probablemente, no volvería a verlo.

Sí, eso era, tenía que evitarlo hasta el día de la boda.

Skye se acercó a la ventana y se quedó mirando la calle. ¿Sería alguno de aquéllos su coche? ¿Se habría ido ya? ¿Se habría terminado de probar el esmoquin y habría vuelto a su vida?

Skye cruzó los dedos para que así fuera.

¿Habría alguna mujer en su vida?

La idea la hizo estremecerse.

Probablemente, para Nick volverse a encontrar con ella no habría significado nada, pero Skye habría preferido que el encuentro se hubiera producido mucho más adelante, cuando fuera capaz de sobrevivir a un ex novio abogado.

Aquello la hizo suspirar.

Seguramente, Nick ya se habría olvidado de ella. Al fin y al cabo, no había sido más que una novia y, por lo que decían los periódicos, había tenido muchas.

En aquel momento, llamaron a la puerta.

–Déjame el café en la mesa, Maggie, gracias –le dijo a su secretaria sin dejar de mirar por la ventana.

–Ni te he traído un café ni soy Maggie –contestó una voz masculina.

¡Nick!

Skye se giró hacia él.

–¿Qué haces aquí?

–Ya te he dicho que soy el padrino –sonrió Nick.

Skye tomó aire e intentó adoptar una actitud profesional mientras se preguntaba qué había sido de la serenidad con la que había intentado vivir aquellos años.

–¿En qué te puedo ayudar? –le preguntó mirándolo a los ojos e intentando controlar su desbocado corazón.

–Me gustaría hablar contigo del discurso que tengo que dar en el banquete. Necesito algunos consejos –contestó Nick acercándose al sofá.

–Ah, muy bien –contestó Skye.

Siempre y cuando quisiera tratar aspectos profesionales de la boda, no había ningún problema.

–Dispara.

Nick la miró intensamente y Skye sintió un escalofrío por la espalda que la hizo estremecerse de pies a cabeza y la obligó a cruzarse de brazos y a respirar pausadamente para intentar concentrarse en lo que tenían entre manos y no dar rienda suelta a su lengua, que se moría por comenzar una batería de preguntas.

Nick se sentó en el sofá y la miró.

–No sé si debería empezar el discurso con una broma.

Skye se tranquilizó un poco.

–Todo el mundo cree que el padrino tiene que ser divertido e ingenioso –contestó sentándose en su silla roja y haciendo como si el hombre que tenía ante sí fuera un cliente más–. Yo te aconsejo que seas gracioso si normalmente eres gracioso, pero, para mí, lo más importante es ser genuino.

–Entonces, ¿qué me aconsejas?

–Te aconsejo que hagas un discurso sencillo, sincero y breve –contestó Skye empleando las mismas palabras que les decía a todos los padrinos.

–Muy bien –dijo Nick frotándose las manos sin dejar de mirarla–. Comprendido.

–¿Eso es todo? –pregunto Skye poniéndose en pie.

Nick no se movió.

–¿No quieres escucharlo?

–¿Cómo?

–¿No quieres escuchar el discurso?

–Ah, sí, por supuesto –contestó Skye volviéndose a sentar–. Adelante, soy toda oídos.

–Lo cierto es que sólo lo tengo esbozado, pero volveré cuando lo tenga terminado –anunció Nick.

–Muy bien –suspiró Skye–. Ningún problema.

–¿Estás segura? Pareces un poco tensa.

–Te aseguro, señor Coburn, que independientemente de lo que hubo entre nosotros en el pasado soy una profesional –contestó Skye levantando el mentón en actitud desafiante–. No hay ningún problema.

Nick asintió.

–¿No te plantea ningún problema que yo sea el padrino?

–En absoluto –mintió Skye mirándolo a los ojos–. Nuestra relación fue hace cuatro años y ya no tiene relevancia.

Nick apretó las mandíbulas.

–Me gustaría saber cómo te ha ido la vida en estos cuatro años, Skye.

Al oír su nombre en sus labios, Skye sintió un escalofrío por la espalda.

–No creo que eso sea asunto tuyo –contestó.

–Desearía que así fuera porque, después de lo que hubo entre nosotros, me parece que por lo menos me podrías invitar a tomar una taza de chocolate caliente.

Skye sintió que se le hacía un nudo en la garganta.

¡Se acordaba de su bebida favorita!

–No –le dijo–. Por si no te acuerdas, no lo dejamos como amigos.

No había podido ser de otra manera. Tuvo que ser de una manera radical porque Skye no se podía arriesgar a volver a verlo.

–¿De verdad? Ya no me acuerdo –dijo Nick poniéndose en pie–. Sólo un chocolate, no vaya a ser que a tu marido no le haga gracia.

–No estoy casada –contestó Skye.

Aquello hizo sonreír a Nick.