Fidel Castro. Las declaraciones de La Habana - Fidel Castro Ruz - E-Book

Fidel Castro. Las declaraciones de La Habana E-Book

Fidel Castro Ruz

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"Una revolución no es un camino de rosas. Una revolución es una lucha entre el futuro y el pasado", Fidel Castro. Erigidas como reveladores pilares vocacionales y pronunciadas en respuesta al intento de la Administración estadounidense de aislar a Cuba, las declaraciones de La Habana fueron pronunciadas por Fidel Castro ante millones de cubanos, en la plaza de la Revolución, con el fin de radicalizar y rebelar a la sociedad latinoamericana de la época, cuya conciencia se veía adormecida por las falsas promesas de pertenencia y seguridad ofrecidas por el Gobierno estadounidense. En dichos discursos, Castro proyecta clara y positivamente una Cuba independiente y libre del imperialismo norteamericano, una representación del doloroso pasado, de sus injusticias, y un camino a seguir en el futuro. Dado que Latinoamérica experimenta hoy revoluciones en Venezuela y Bolivia, y puesto que Estados Unidos continúa con sus planes de imperialismo neoliberal, el reconocido escritor y activista radical Tariq Ali, activo en la izquierda desde 1960, presenta un profundo análisis sobre la relevancia del mensaje de Castro en la actualidad.

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Seitenzahl: 251

Veröffentlichungsjahr: 2015

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Akal / Revoluciones / 7

Fidel Castro

Las declaraciones de La Habana

Introducción a cargo de: Tariq Ali

Traducción de la introducción, notas y cronología de: Carlos Prieto del Campo

«Una revolución no es un camino de rosas. Una revolución es una lucha entre el futuro y el pasado», Fidel Castro.

En respuesta al intento de la Administración estadounidense de aislar a Cuba, Fidel Castro pronunció una serie de discursos para radicalizar a la sociedad latinoamericana. En unos momentos en los que Latinoamérica vuelve a experimentar nuevas revoluciones en Venezuela y Bolivia, y Estados Unidos continúa con sus planes de imperialismo neoliberal, el reconocido escritor y activista radical Tariq Ali presenta un profundo análisis sobre la relevancia del mensaje de Castro en la actualidad.

Diseño de portada

Sergio Ramírez

Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del Código Penal, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes sin la preceptiva autorización reproduzcan, plagien, distribuyan o comuniquen públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo de soporte.

Nota editorial:

Para la correcta visualización de este ebook se recomienda no cambiar la tipografía original.

Nota a la edición digital:

Es posible que, por la propia naturaleza de la red, algunos de los vínculos a páginas web contenidos en el libro ya no sean accesibles en el momento de su consulta. No obstante, se mantienen las referencias por fidelidad a la edición original.

Título original

Fidel Castro. The Declarations of Havana

© Verso, 2008

© de la introducción, Tariq Ali, 2008

© Ediciones Akal, S. A., 2012

para lengua española

Sector Foresta, 1

28760 Tres Cantos

Madrid - España

Tel.: 918 061 996

Fax: 918 044 028

www.akal.com

ISBN: 978-84-460-3179-6

Introducción

La honda de David

Tariq Ali

Las incursiones en la relación amo-esclavo tienen un largo y distinguido pedigrí en la literatura mundial y sus contradicciones han sido reflejadas por Al-Ma’ari, Dante, Shakespeare, Cervantes y Goethe entre otros. En la obra maestra de Cervantes, por ejemplo, un falso oráculo informa al epónimo héroe de que su amada Dulcinea sólo puede ser liberada si él está dispuesto a sentenciar a su escudero Sancho Panza con miles de latigazos. Desesperado por Dulcinea, el amo decide que será él mismo quien aplicará el castigo. En una noche templada, la impaciencia se apodera de él, se levanta de la cama y se prepara para azotar al inocente Sancho Panza. Imaginemos el asombro del amo cuando su escudero, en lugar de someterse silenciosamente a la violencia, le derriba. Cervantes escribe:

Don Quijote: ¿Contra tu amo y señor natural te desmandas? ¿Con quien te da tu pan te atreves?

Sancho: Ni quito ni pongo rey […] sino ayudome a mí que soy mi señor.

Esta es, en pocas palabras, la historia de la Revolución cubana. Con el fin del gobierno colonial directo durante la década posterior a la Segunda Guerra Mundial, la vasta mayoría de los países de los tres continentes explotados dejaron de ser colonias en el sentido habitual de la palabra. Estados Unidos, a diferencia de sus primos europeos, siempre había preferido el estilo de dominación indirecta, el cual se convirtió rápidamente en la norma: Estados formalmente independientes y soberanos, pero fuertemente dependientes de sus amos metropolitanos, cuya hipertrofiada y parasitaria maquinaria burocrática, heredada del periodo colonial, administraba una estructura socioeconómica atrasada.

La función de esos Estados formalmente independientes era servir las necesidades económicas de las potencias imperiales, a costa de su propia soberanía política y económica. Con frecuencia, esta situación derivaba en un sistema de plantación organizado para el monocultivo –azúcar de caña en el caso de Cuba– o en la extracción de recursos minerales y petrolíferos, como en África y en Oriente Próximo. Esta estructura desanimaba cualquier intento real de generar un proceso autónomo de industrialización. India y Brasil fueron las excepciones a este respecto, pero la autonomía manifestada en estos países tuvo poca incidencia en la estructura global de dominación.

En América del Sur, la elite criolla gobernante, cuyo dominio en la mayoría de los casos contaba con el apoyo militar y político de Estados Unidos, mantuvo el continente controlado con relativa facilidad. Las rebeliones, como la liderada por Sandino en Nicaragua, fueron cercadas y doblegadas. La represión física y cultural de los pueblos indígenas era considerada como algo normal (con la excepción de México). Los experimentos populistas (Argentina y Brasil) no duraron mucho. Pocos pensaron en Cuba como el escenario propicio para la primera revolución anticapitalista. Una de las razones era que estaba demasiado cerca de Estados Unidos; además, la escala de la inversión estadounidense en la isla era tal que parecía altamente improbable que las empresas estuvieran dispuestas a renunciar a ella. Y si se planteaba un problema serio, los marines serían sin duda enviados para calmar a los nativos de acuerdo con una larga tradición.

Pero las cosas no se desenvolvieron exactamente así. El pequeño grupo de guerrilleros liderado por Fidel Castro, Che Guevara y Camilo Cienfuegos fue contemplado en un primer momento como poco más que algo molesto. Batista, el dictador respaldado por la mafia en La Habana, negó que hubiera disturbios de envergadura en el país, y tuvo que ser un emprendedor periodista norteamericano quien revelara al mundo por primera vez las verdaderas noticias de la lucha armada en Sierra Maestra. Herbert Matthews, reportero de TheNew York Times, ejerció su oficio en un mundo ligeramente diferente al nuestro. Y ello porque el «periódico de referencia», como se definía a sí mismo el Times, normalmente permitía a sus periodistas la libertad creativa de explorar nuevos terrenos o investigar sobre el efecto de las intervenciones estadounidenses en su patio trasero de América del Sur. Su serie de artículos para el periódico sirvió de heraldo de los inicios de la Revolución cubana.

La Cuba a la que llegó Matthews en 1957 era el producto de un pasado turbulento. «La isla fiel» del folclore imperial español, se había unido, bajo el liderazgo de su burguesía terrateniente, contra el Gobierno metropolitano durante la década de 1860. Tras diez años de salvaje represión, la revuelta fue aplastada. La caída de los precios del azúcar hizo estallar un nuevo alzamiento en 1895 cuando los propietarios de las plantaciones apoyaron la causa de la independencia. Los españoles lucharon duramente, y encerraron a cientos de miles de cubanos en los «reconcentrados», es decir, en campos de concentración (su primera aparición en el mundo), donde languidecieron y murieron. El 20 por 100 de la población cubana (350.000 personas) murió durante los tres años que duró el conflicto. La entrada de Estados Unidos en la guerra llevó a la derrota española, pero la terrible experiencia había debilitado seriamente a la clase terrateniente, que no pudo impedir el establecimiento de un protectorado norteamericano de facto, con una base militar permanente en Guantánamo. La Iglesia católica era débil (tres cuartas partes de los curas eran extranjeros) e incapaz de oponerse al nuevo régimen. La oligarquía terrateniente cubana había desaparecido prácticamente del paisaje político tras otro catastrófico desplome de los precios del azúcar acaecido después de la Primera Guerra Mundial. Este hecho hizo desaparecer la única fuerza local que podría haber impedido una revolución, tal como se había hecho de manera exitosa en otras partes del continente.

A la clase urbana rica, carente de cohesión, no le importó ocupar una posición subalterna respecto a las corporaciones estadounidenses que ocuparon la isla. El capital norteamericano invertido en Cuba era siete veces mayor que en el resto de Sudamérica. En la década de 1950 el auge de la construcción ayudó a crear una nueva clase de empresarios cubanos. Ocasionalmente soñaban con la grandeza y usaban sus inmensas fortunas para recuperar sus antiguas plantaciones que estaban en manos de empresas norteamericanas, pero siempre enfatizaban su subordinación a la presencia imperial. Eran parásitos y estaban felices con el nicho que se les había concedido. El tedio que impregnó a esta clase constituye el tema central de muchas de las novelas cubanas de la época.

El fraudulento régimen parlamentario de Cuba era corrupto. Sus políticos con frecuencia saqueaban los fondos públicos del país y las guerras entre bandas criminales devastaban las ciudades. Era, en pocas palabras, una completa debacle. Como era de esperar, el segundo golpe del general Batista en 1952 no encontró resistencia por parte del establishment político, pero tampoco recibió un apoyo excesivo de este último. Se le tenía como un aventurero (en 1933, cuando era sargento, organizó junto con grupos de estudiantes una exitosa revuelta contra sus propios mandos militares) y era considerado indigno de confianza. Debido a su tez oscura no se le permitía el acceso al Club Havana, lugar en el que los ricos hacían negocios placenteramente.

La situación del país continuó deteriorándose y el régimen de Batista, detestado por el pueblo, sin ningún tipo de apoyo serio por parte de los ricos e hiperdependiente de Washington y de la Mafia, se vio rápidamente aislado. Era, sin duda, el eslabón más débil de la cadena de regímenes militares que salpicaron América Latina.

El 26 de julio de 1953, un joven abogado airado, Fidel Castro, lideró una pequeña banda de hombres armados en un intento de tomar el cuartel de Moncada en Santiago de Cuba, en la provincia de Oriente. La mayoría de los guerrilleros fue abatida. Castro fue juzgado y se defendió a sí mismo con un discurso magistral, reproducido en el capítulo 1 de este libro, repleto de referencias clásicas y de citas de Balzac y Rousseau, que termina con las siguientes palabras: «Condenadme, no importa, la historia me absolverá». Ganó ambas cosas, notoriedad y popularidad.

Liberado por la amnistía de 1955, Castro abandonó la isla y comenzó a organizar la rebelión en México. Durante un tiempo, estuvo en una hacienda que en su día había pertenecido al legendario revolucionario mexicano Emiliano Zapata. A finales de noviembre de 1956, ochenta y dos personas, entre ellas Fidel Castro y Che Guevara, navegaron desde México en un minúsculo barco, el Granma, y se infiltraron por las impenetrables y boscosas colinas de Sierra Maestra en la provincia de Oriente. Los hombres de Batista les tendieron una emboscada en cuanto desembarcaron; los doce supervivientes llegaron a Sierra Maestra y empezaron la guerra de guerrillas. Fueron apoyados por una sólida red urbana de estudiantes, trabajadores y funcionarios públicos, que se convirtió en el pilar del Movimiento del 26 de Julio. En 1958 los ejércitos de la guerrilla empezaron a descender desde las montañas hacia las llanuras: una columna dirigida por Fidel tomaba las ciudades del Oriente, mientras que Che Guevara y sus hombres asaltaban la importante ciudad de Santa Clara. Al día siguiente, Batista y sus compinches mafiosos huían de la isla, mientras el ejército rebelde, ahora saludado como libertador, marchaba a través de la isla en dirección a La Habana. La popularidad de la Revolución se hizo patente ante los ojos de todo el mundo.

La victoria de Castro dejó anonadados a los estadounidenses. Era obvio que no se trataba de un acontecimiento ordinario. Todas las posibles dudas sobre las intenciones de la Revolución se disiparon con la Primera Declaración de La Habana (capítulo 2 de este libro), hecha pública delante de un millón de personas en la Plaza de la Revolución, en la que Castro afirmó la total independencia de Estados Unidos. Washington reaccionó furiosa y apresuradamente, e intentó aislar al nuevo régimen del resto del continente, lo cual trajo aparejada una respuesta radical por parte de los líderes cubanos. Se decidió nacionalizar las empresas de propiedad estadounidense sin ningún tipo de compensación. Tres meses más tarde, el 13 de octubre de 1961, Estados Unidos rompió relaciones diplomáticas con Cuba. A continuación armó a los exiliados cubanos de Florida y lanzó una invasión fallida de la isla cerca de Bahía Cochinos. El presidente Kennedy impuso poco después un bloqueo económico total, empujando a los cubanos en dirección a Moscú. El 4 de febrero de 1962, la Segunda Declaración de La Habana (capítulo 3 de este libro) denunció la presencia de Estados Unidos en América Latina y apeló a la liberación de todo el continente.

Cuarenta años después, Castro explicaba la necesidad de dichas declaraciones:

Al comienzo de la Revolución […] realizamos dos comunicados oficiales que denominamos la Primera y la Segunda Declaración de La Habana. Eso ocurrió durante una concentración de más de un millón de personas en la Plaza de la Revolución. Mediante esas Declaraciones estábamos respondiendo a los planes concebidos en Estados Unidos contra Cuba y contra América Latina, porque la potencia estadounidense forzó a todos y cada uno de los países latinoamericanos a que rompieran relaciones con nuestro país […]. [Estas Declaraciones] aclararon que no se habría emprendido la lucha armada si hubieran existido las condiciones legales y constitucionales para emprender una lucha civil pacífica. Esa era nuestra tesis en relación a América Latina […].

Durante el tiempo que las fuerzas rebeldes permanecieron en Sierra Maestra, aún no estaba clara la dirección que tomaría la Revolución, ni siquiera para Castro. Hasta ese momento, él nunca había sido socialista y las relaciones con el Partido Comunista de Cuba oficial eran tensas. Fue la reacción de ese vecino molesto y poderoso del norte la que contribuyó a determinar la orientación de la Revolución. Los resultados fueron desiguales. Políticamente, la dependencia de la Unión Soviética conllevó la imitación de las instituciones soviéticas y de todo lo que ello implicaba. Socialmente, la Revolución cubana creó un sistema educativo y un sistema de salud que continúan siendo la envidia de muchos países del mundo neoliberal. Será la historia la que juzgue en última instancia, pero Fidel Castro ya ha sido elevado por un gran número de latinoamericanos al podio ocupado por aquellos grandes libertadores como Bolívar, San Martín, Sucre y José Martí.

Bibliografía sugerida

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Cronología de la historia cubana y de la Revolución

La Cuba prerrevolucionaria: fechas clave

1868

10 de octubre: Declaración de rebelión («Grito de Yara») contra España lanzada por Carlos Manuel de Céspedes; comienzo de la Guerra de los Diez Años.

1878

11 de febrero: Termina la guerra con la Paz de Zanjón; en Baraguá, Antonio Maceo rechaza la rendición de los líderes rebeldes, pero en mayo es obligado a rendirse él mismo.

1879-1980: Guerra Chiquita contra España en el este.

1892: José Martí funda el Partido Revolucionario Cubano en Estados Unidos.

1895

24 de febrero: Declaración de independencia (Grito de Baire).

19 de mayo: Muere en combate José Martí.

1898

15 de febrero: Hundimiento del buque estadounidense Maine.

25 de abril: Estados Unidos declara la guerra a España, dando comienzo a la Guerra Hispano-Estadounidense.

17 de julio: España se rinde.

1899: El Tratado de París decide el futuro de Cuba y la retirada de España; comienza la ocupación militar estadounidense.

1901: Se obliga a la Convención constitucional cubana a incorporar el texto de la Enmienda Platt en la futura Constitución, que ligaba legalmente la Cuba independiente a Estados Unidos.

1902

20 de mayo: Independencia de Cuba y retirada de las tropas estadounidenses.

1903: El Tratado de Reciprocidad Comercial liga a Cuba al mercado azucarero y a las manufacturas estadounidenses.

1906: Una rebelión antigubernamental conlleva la primera intervención militar estadounidense (hasta 1909) bajo los términos de la Enmienda Platt (parte del Tratado Permanente con los Estados Unidos).

1912: Se suprimen las protestas de la población negra con gran derramamiento de sangre y miles de muertes (entrada en Cuba de las tropas norteamericanas para proteger los intereses comerciales y azucareros de Estados Unidos en las áreas afectadas).

1917: Tercera intervención militar estadounidense (hasta 1923).

1920: El colapso de la industria azucarera cubana (después del desplome del precio del azúcar) incrementa el poder económico de Estados Unidos sobre los sectores azucarero y bancario, generándose las primeras agitaciones de radicalismo izquierdista y de nacionalismo estudiantil desde la independencia.

1925: Fundación del Partido Comunista Cubano.

1933

Agosto: El derrocamiento de Gerardo Machado provoca una revolución en septiembre de la mano de una alianza de estudiantes y suboficiales del ejército liderados por Fulgencio Batista.

1934

Enero: Batista pone fin a la revolución y toma el poder, dando comienzo a seis años de gobierno autoritario mediante presidentes títeres. Ramón Grau San Martín y los antiguos estudiantes rebeldes fundan en México el Partido Revolucionario Cubano Auténtico («Auténticos»).

1938: La alianza política entre Batista y el Partido Comunista trae aparejada la influencia comunista en los sindicatos y un sesgo de izquierdas en la Constitución de 1940.

1940: Batista es elegido líder de la Coalición Socialista Democrática.

1942: Dos ministros comunistas se incorporan al gabinete de Batista.

1944: Grau y el partido de los «Auténticos» ganan las elecciones.

1947: Eduardo Chibás funda el Partido del Pueblo Cubano («Ortodoxos») para luchar contra la corrupción.

1948: Grau es sucedido por Carlos Prío (otro «Auténtico»).

1951: Chibás se suicida.

1952

10 de marzo: Batista recupera el poder mediante un golpe de Estado.

1957

13 de marzo: Estudiantes rebeldes atacan el Palacio presidencial liderados por José Antonio Echevarría, que muere en el ataque.

La trayectoria de Fidel Castro antes de 1959

1926

13 de agosto: Nace en Birán, cerca de Mayarí, en la provincia de Oriente.

1935: Cursa sus estudios en el Colegio de La Salle en Santiago.

1939: Sigue sus estudios en el Colegio jesuita de Dolores en Santiago.

1942: Continúa estudiando en el Colegio jesuita de Belén en La Habana.

1945: Ingresa en la Universidad de La Habana para estudiar Derecho.

1947: Participa en la frustrada expedición Cayo Confites para derrocar a Rafael Trujillo (República Dominicana); se afilia al nuevo Partido Ortodoxo.

1948: Acude en Bogotá, Colombia, a una conferencia estudiantil continental; coincide con los disturbios que se desencadenan tras el asesinato del líder popular Gaitán. En octubre, se casa con Mirtha Díaz-Balart.

1949: Nace su hijo Fidel.

1950: Se gradúa en la Universidad; comienza a ejercer de abogado.

1952: Candidato por los «Ortodoxos» en las elecciones de abril, que Batista frustra con el golpe del 10 de marzo.

1953

26 de julio: Lidera el ataque contra los cuarteles de Moncada y Bayamo, en Oriente.

1 de agosto: Es arrestado.

16 de octubre: Juzgado y condenado a quince años de prisión.

1955

Mayo: Liberado (junto con Raúl y otros) por una amnistía.

Junio: Se funda el Movimiento 26 de Julio.

Julio: Exilio en México; conoce a Che Guevara.

La insurreción

1956

25 de noviembre: El barco Granma parte de Tuxpán, México, hacia Cuba, con ochenta y dos rebeldes a bordo.

30 de noviembre: Alzamiento fracasado en Santiago, que acarrea la muerte de su cabecilla, Frank País.

2 de diciembre: El Granma atraca en Oriente, cerca de Manzanillo.

5 de diciembre: Los rebeldes supervivientes dispersados en Alegría del Pío, en Sierra Maestra.

18-20 de diciembre: Quince de los rebeldes supervivientes se reagrupan en la Sierra.

1957

17 de enero: Primera pequeña victoria en el cuartel de La Plata.

17 de febrero: Entrevista en la Sierra con Herbert Matthews de TheNew York Times.

1958

1 de marzo: Dos nuevos frentes se establecen en Oriente.

9 de abril: Huelga general fallida.

25 de mayo: Ofensiva fallida del ejército cubano contra los rebeldes.

Agosto: Dos columnas avanzan hacia el oeste.

La revolución de la década de 1960

1959

1 de enero: Victoria de los rebeldes.

Febrero: Fidel Castro es nombrado primer ministro.

Marzo: Primera Ley de Reforma Urbana (50 por 100 de reducción en los alquileres).

Abril: Visita de Castro a Nueva York; Nixon autoriza el entrenamiento militar de los exiliados.

Mayo: La reforma agraria conlleva las primeras sanciones económicas por parte de Estados Unidos.

Julio: Dimisión del presidente Urrutia (reemplazado por Osvaldo Dorticós).

Octubre: Creación de las milicias; muerte de Camilo Cienfuegos.

1960

Febrero: Acuerdo comercial petrolero-azucarero entre Cuba y la Unión Soviética.

Marzo: Establecimiento de la agencia de planificación JUCEPLAN.

Mayo: Cierre del Diario de la Marina y otros periódicos de visión crítica.

Junio-julio: Represalias económicas de Estados Unidos contra Cuba.

Agosto: Creación de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC).

Septiembre: Creación de los Comités para la Defensa de la Revolución (CDR)/Primera Declaración de La Habana.

Octubre: Embargo estadounidense de las exportaciones; Segunda Ley de Reforma Urbana.

1961

Enero: Comienzo de la fusión de los grupos en las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI); ruptura de las relaciones diplomáticas Estados Unidos-Cuba; comienza la Campaña de alfabetización.

Febrero: Creación de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP).

17-19 de abril: Bahía Cochinos (Playa Girón); declaración del «carácter socialista» de la Revolución (18 de abril).

Junio: El discurso «Palabras a los intelectuales» define la política cultural.

Agosto: Se crea la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

1962

Enero: Se produce la expulsión de Cuba de la Organización de Estados Americanos (OEA).

Marzo: «Asunto Escalante»; creación de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC).

Octubre: Crisis de los misiles (Crisis del Caribe).

1963

Febrero: Las ORI son reemplazadas por el Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba (PURSC).

Octubre: Comienza el embargo oficial de Estados Unidos.

Reforma agraria.

1965

Abril: Partida de Che Guevara hacia África.

Octubre: Fundación del Partido Comunista de Cuba.

1966: Comienzo de la «economía moral» y de la estrategia de la «cosecha de diez millones de toneladas».

Enero: Conferencia tricontinental en La Habana, de la que surge la Organización Latinoamericana de Solidaridad.

1967

9 de octubre: Muerte de Guevara en Bolivia.

1968

Enero: Segundo «Asunto Escalante» («Asunto microfacción»).

Congreso cultural en La Habana.

Marzo: La «Ofensiva revolucionaria» nacionaliza alrededor de 56.000 empresas.

Agosto: Ambivalencia sobre la invasión soviética de Checoslovaquia.

1970: La cosecha azucarera asciende a diez millones de toneladas.

1

La historia me absolverá[1]

I

Señores magistrados:

Nunca un abogado ha tenido que ejercer su oficio en tan difíciles condiciones; nunca contra un acusado se había cometido tal cúmulo de abrumadoras irregularidades. Uno y otro son, en este caso, la misma persona. Como abogado, no ha podido ni tan siquiera ver el sumario y, como acusado, hace hoy setenta y seis días que está encerrado en una celda solitaria, total y absolutamente incomunicado, por encima de todas las prescripciones humanas y legales[2].

Quien está hablando aborrece con toda su alma la vanidad pueril y no están ni su ánimo ni su temperamento para poses de tribuno ni sensacionalismos de ninguna índole. Si he tenido que asumir mi propia defensa ante este tribunal se debe a dos motivos. Uno: porque prácticamente se me privó de ella por completo; otro: porque sólo quien haya sido herido tan hondo, y haya visto tan desamparada la patria y envilecida la justicia, puede hablar en una ocasión como ésta con palabras que sean sangre del corazón y entrañas de la verdad.

No faltaron compañeros generosos que quisieran defenderme, y el Colegio de Abogados de La Habana designó para que me representara en esta causa a un competente y valeroso letrado: el doctor Jorge Pagliery, decano del Colegio de esta ciudad. No lo dejaron, sin embargo, desempeñar su misión: las puertas de la prisión estaban cerradas para él cuantas veces intentaba verme; sólo al cabo de mes y medio, debido a que intervino la Audiencia, se le concedieron diez minutos para entrevistarse conmigo en presencia de un sargento del Servicio de Inteligencia Militar[3].

Se supone que un abogado deba conversar privadamente con su defendido, y este derecho se respeta en cualquier lugar del mundo, salvo que se trate de un prisionero de guerra cubano en manos de un implacable despotismo que no reconozca reglas legales ni humanas. Ni el doctor Pagliery ni yo estuvimos dispuestos a tolerar esta sucia fiscalización de nuestras armas para el juicio oral. ¿Querían acaso saber de antemano con qué medios iban a ser reducidas a polvo las fabulosas mentiras que habían elaborado en torno a los hechos del cuartel Moncada[4] y sacarse a relucir las terribles verdades que deseaban ocultar a toda costa? Fue entonces cuando se decidió que, haciendo uso de mi condición de abogado, asumiese yo mismo mi propia defensa.

Esta decisión, oída y trasmitida por el sargento del SIM, provocó inusitados temores; parece que algún duendecillo burlón se complacía diciéndoles que por culpa mía los planes iban a salir muy mal; y vosotros sabéis de sobra, señores magistrados, cuántas presiones se han ejercido para que se me despojase también de este derecho consagrado en Cuba por una larga tradición. El tribunal no pudo acceder a tales pretensiones porque era ya dejar a un acusado en el colmo de la indefensión. Ese acusado, que está ejerciendo ahora ese derecho, por ninguna razón del mundo callará lo que debe decir. Y estimo que hay que explicar, primero que nada, a qué se debió la feroz incomunicación a que fui sometido; cuál es el propósito al reducirme al silencio; por qué se fraguaron planes, que el tribunal conoce, para asesinarme; qué hechos gravísimos se le quieren ocultar al pueblo; cuál es el secreto de todas las cosas extrañas que han ocurrido en este proceso. Es lo que me propongo hacer con entera claridad.

II

Vosotros habéis calificado este juicio públicamente como el más trascendental de la historia republicana, y si así lo habéis creído sinceramente, no debisteis permitir que os lo mancharan con un fardo de burlas a vuestra autoridad.

La primera sesión del juicio fue el 21 de septiembre. Entre un centenar de ametralladoras y bayonetas que invadían escandalosamente la sala de justicia, más de cien personas se sentaron en el banquillo de los acusados. Una gran mayoría era ajena a los hechos y guardaba prisión preventiva hacía muchos días, después de sufrir toda clase de vejámenes y maltratos en los calabozos de los cuerpos represivos; pero el resto de los acusados, que era el menor número, estaban gallardamente firmes, dispuestos a confirmar con orgullo su participación en la batalla por la libertad, dar un ejemplo de abnegación sin precedentes y librar de las garras de la cárcel a aquel grupo de personas que con toda mala fe habían sido incluidas en el proceso. Los que habían combatido una vez volvían a enfrentarse. Otra vez la causa justa del lado nuestro; iba a librarse contra la infamia el combate terrible de la verdad. ¡Y ciertamente que no esperaba el régimen la catástrofe moral que se avecinaba!

¿Cómo mantener todas sus falsas acusaciones? ¿Cómo impedir que se supiera lo que en realidad había ocurrido, cuando tal número de jóvenes estaban dispuestos a correr todos los riesgos: cárcel, tortura y muerte, si era preciso, por denunciarlo ante el tribunal?

En aquella primera sesión se me llamó a declarar y fui sometido a interrogatorio durante dos horas, contestando las preguntas del señor fiscal y los veinte abogados de la defensa. Pude probar con cifras exactas y datos irrebatibles las cantidades de dinero invertido, la forma en que se habían obtenido y las armas que logramos reunir. No tenía nada que ocultar, porque en realidad todo había sido logrado con sacrificios sin precedentes en nuestras contiendas republicanas. Hablé de los propósitos que nos inspiraban en la lucha y del comportamiento humano y generoso que en todo momento mantuvimos con nuestros adversarios. Si pude cumplir mi cometido demostrando la no participación, ni directa ni indirecta, de todos los acusados falsamente comprometidos en la causa, se lo debo a la total adhesión y respaldo de mis heroicos compañeros, pues dije que ellos no se avergonzarían ni se arrepentirían de su condición de revolucionarios y de patriotas por el hecho de tener que sufrir las consecuencias. No se me permitió nunca hablar con ellos en la prisión y, sin embargo, pensábamos hacer exactamente lo mismo. Es que, cuando los hombres llevan en la mente un mismo ideal, nada puede incomunicarlos, ni las paredes de una cárcel, ni la tierra de los cementerios, porque un mismo recuerdo, una misma alma, una misma idea, una misma conciencia y dignidad los alienta a todos.

Desde aquel momento comenzó a desmoronarse como castillo de naipes el edificio de mentiras infames que había levantado el Gobierno en torno a los hechos, resultando de ello que el señor fiscal comprendió cuán absurdo era mantener en prisión a todas las personas a quienes se acusaba de autores intelectuales, solicitando de inmediato para ellos la libertad provisional.



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