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En algún momento de nuestra vida, todos nos preguntamos: ¿quién soy? ¿qué quiero? ¿cuáles son mis habilidades? ¿cómo recupero el entusiasmo y el disfrute? Este libro invita a explorar y a volver a conectar cuerpo, mente y emociones para crear una nueva experiencia de vida. Un recorrido que busca acompañar el despertar de la consciencia y el deseo dormido, para encontrar la autenticidad y el poder de ser. Con prácticas que nutren y sostienen la transformación cotidiana. Fuerza matriz, el cuerpo como llave propone un camino para aproximarnos a saber quiénes somos, qué queremos y desplegar nuestros dones.
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Seitenzahl: 181
Veröffentlichungsjahr: 2021
FLORENCIA BEBER
Beber, Florencia
Fuerza matriz / Florencia Beber. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2020.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: online
ISBN 978-987-87-1013-6
1. Desarrollo Personal. I. Título.
CDD 158.1
EDITORIAL AUTORES DE ARGENTINA
www.autoresdeargentina.com
Ilustradora: Elvira Solle
Editora: Agustina Rabaini
Correctora: Jorgelina Soulet
Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723
Impreso en Argentina – Printed in Argentina
«Un año de belleza. Un año de abundancia. Un año de siembra. Un año de cosecha. Un año de bosques. Un año de curación. Un año de visión. Un año de pasión. Un año de renacimiento. Este año podemos renovar la tierra. Deja que comience con cada paso que damos. Deja que comience con cada cambio que hacemos. Deja que comience con cada cadena que rompemos.
Y déjalo comenzar cada vez que nos despertemos».
Canto Celta
La obra creativa surge como resultado de un diálogo con los otros. No podría ser un acto solitario. Por eso honro y agradezco a los maestros que con generosidad me acompañaron a correr el velo que cubría la luz. En representación de todos ellos, Alicia Souto y Sri Sri Ravi Shankar.
A mis mentores y compañeros, fundamentales a la hora de reafirmar el camino elegido. En especial a Eugenia, hermana de la vida, con la que compartimos años de trabajo en equipo en los que cultivamos las semillas que hoy están dando sus frutos. Sin esa inspiración, esta obra no hubiera sido posible.
A Agustina Rabaini, quien con inmensa paciencia y extraordinaria habilidad dio forma al contenido para que hoy sea lo que es.
A quienes generosa y desinteresadamente leyeron el material, por regalarme su tiempo y las devoluciones que me alentaron a continuar.
A las mujeres que se entregaron a la aventura de decirle sí a la vida, por mostrarme de mil maneras que podemos absolutamente todo.
A mi familia, amigos y alumnos, porque su amor es motor y sostén.
A cada círculo, a cada mirada, a cada respiración.
Los celebro y los abrazo agradecida.
Florencia Beber, agosto de 2020
«El relato biográfico es importante porque inspira tanto a quien lo lee y se identifica con él, como a quien da testimonio y reconoce su fuerza y capacidad de transformación en esa hazaña que es su vida».
Así como la flor en potencia está encerrada en el capullo y al ser acariciada por la luz y el calor despliega sus pétalos progresivamente, las palabras de Flor Beber nos describen un camino que nos impulsa a descubrir la esencia y transmutar aquello que no somos, a través de un acto de observación permanente y constante.
Flor Beber parte del reconocimiento de los fantasmas y falsas creencias heredadas para descubrir el poder interior. Para ello acerca técnicas proporcionadas por la sabiduría antigua, pero animadas por su propia experiencia de transformación. Herramientas prácticas, efectivas, llenas de amor a uno mismo y que, al ser trabajadas con seriedad, producen grandes cambios en un tiempo relativamente corto.
Su relato muestra valentía para afrontar el dolor y la pérdida de sentido. Nos lleva a descubrir el pulso de la vida, el oscilar natural, para ir develando las capas emocionales desde el miedo, la culpa, el enojo, hasta el rechazo, siendo ese desenmascaramiento un paso esencial para comenzar a sanar.
El libro es a su vez una guía y un método que dirige el ascenso de la conciencia desde la reactividad (el primer chakra) hasta la integración con el todo (el séptimo chakra). Este es el camino del yoga, la ciencia de la unión.
Fuerza matriz, el cuerpo como llave, nos invita a:
– Descender hasta el cuerpo y honrarlo como el templo que es, la morada del espíritu.– Experimentar cada centro para descubrir el poder y la expresión de la energía del mismo.– Encontrar las resistencias, digerir los eventos y situaciones que se están viviendo, para poder reconocernos y amarnos a pesar de las circunstancias.– Emplear la palabra conscientemente, guiados por la sabiduría del corazón, sobre todo, recordar que somos parte de «algo más grande».– Descubrir el yo oculto tras los disfraces, encontrar la autenticidad y el poder de ser.– Dar lugar al disfrute y permitirnos el placer. – Invocar la generosidad del universo y convertirnos en creadores conscientes de la realidad reconociendo que el propio cosmos conspira para que seamos plenos y felices.
«Comprar un boleto hacia vos», dice la autora de este libro, un recorrido que busca acompañar el despertar de la conciencia y el deseo dormido.
Volver para sanar las heridas, recuperar el afecto hacia nosotros a través del servicio iluminado y enfrentar los antiguos hábitos de sometimiento. Darnos permiso de equivocarnos, de no saber, de hacer nada.
La búsqueda de lo bello, lo bueno y lo verdadero inscrito en cada uno, pero escondido por todo el aprendizaje externo, por el «debo, tengo», dejando de lado el impulso interior.
Escucharnos en pleno silencio y con toda atención nos da luz, nos permite encontrar el sendero que nos lleva a la autorrealización, a ese lugar sagrado en nuestro corazón que se manifiesta al construir un templo externo.
Es en ese lugar donde oficiamos el rito diario de interiorización y comunicación con lo trascendente.
Descubrir esa voz interior que nos susurra pero que nuestro hacer diario nos impide escuchar y encontrar la visión detrás de la apariencia; aprender a jugar lo que la vida nos propone de manera liviana y responsable. Estar disponibles, celebrar cada día y compartir, reconociendo que cada uno es único, asumiendo el compromiso y la disciplina.
Rendirnos, entregarnos, reconocer, aceptar y agradecer.
Saber que solo desde el amor se puede transformar el mundo.
Todavía recuerdo el edificio antiguo al que llegué para tomar mi primera clase de yoga, un salón de techos altos con piso de madera y aberturas grandes.
La situación no era cómoda, el espacio, las personas, lo que hacíamos, todo me resultaba extraño. Sin embargo, en esa época de mi vida, ese rato era el único momento del día en el que dejaba atrás la angustia y experimentaba unos instantes de paz.
Recuerdo otro día en el que salimos de la clase con mi profe y, al verla caminar, me animé a desear esa liviandad que percibía en ella. Aquella imagen aún me conmueve y hoy la recuerdo como el primer contacto con un deseo verdaderamente mío. El alma es tan poderosa que logra manifestarse aún en los momentos confusos.
Sé que ahí comenzó mi viaje de vuelta a casa. Un largo viaje de regreso a mí misma en el que me llevé a honrar mis raíces, a iluminar mis sombras, a descubrir y sanar mis heridas.
Me animé en el sentido más literal de la palabra: me di vida, desperté la espiritualidad en el cuerpo, perdí el miedo y le di lugar al amor.
Ese despertar me llevó a querer saber por qué se producían las transformaciones en mí. Dedique varios años al estudio de la filosofía del yoga, al servicio y la práctica.
Me sumergí en la sabiduría de las plantas, los cristales, los sonidos y los rituales.
Entendí que un maestro refleja el poder que hay en uno y así lo despierta, que lo más importante es la intención que ponemos ante cada acción y que solo a través del amor se puede transformar el mundo. Comprendí que la fe es confiar en que todo es perfecto como es. Aprendí a suavizar mis formas, a desplegar mi energía femenina y a encauzar esa fuerza natural de una manera creativa.
En este recorrido encontré personas y espacios que me inspiraron y me alentaron a seguir, que avivaron la llama y vieron mi poder incluso antes de que yo pudiera reconocerlo. Desde lo más chiquito a lo más grande y viceversa, aprendí de todo y estoy agradecida. Fue un gran recorrido, no siempre cómodo, pero consciente y sanador. Todo me condujo hasta este presente en el que siento que puedo ser quien quiero ser.
Hace tiempo que soy testigo y sostén de la transformación en la vida de las personas. Comprobé que al reparar el cuerpo sutil, se transforma luego la materia, y que al trabajar en un círculo sagrado, el poder de las acciones se multiplica.
Desde entonces, mi felicidad crece en la medida que comparto mi visión del mundo y cumplo mi propósito de despertar otras conciencias y verdades.
La síntesis de todo es Matriz Activa, un método que nace de la felicidad de haberme transformado y de saber que continúo haciéndolo en cada paso. Fuerza matriz, el cuerpo como llave es un recorrido terapéutico que busca acompañar el despertar de la conciencia y el deseo dormido, llegar a recordar que todo lo necesario está dentro de cada uno de nosotros. Un camino para aproximarnos a saber quiénes somos, qué queremos y desplegar nuestros dones.
Aprenderás cómo volver a conectar cuerpo, mente y emoción para pasar de tu antigua vida a una nueva. La vida está siempre evolucionando y a un ritmo muy rápido en este momento único en la historia. Las viejas estructuras se disuelven y lo nuevo puja por nacer.
Inmersos en el caos que precede al nuevo orden, muchos sienten un fuerte impulso hacia una transformación positiva. Estamos ante la puerta de un mundo que se abre a la inteligencia espiritual.
Este recorrido propone aprender a usar el potencial de la energía para crear una nueva experiencia de vida.
Alcanzar un estado de mayor coherencia, donde cooperan cuerpo, mente y emociones. Y despertar a nuevas posibilidades: las de poder ser y crear.
Es mi deseo que al finalizar la lectura haya una nueva mirada, y que al llegar a la última página, puedas ser un poco más libre y más feliz, y te sorprendas al ver cómo eso se expande a tu entorno.
A lo largo de mi recorrido transité disciplinas con diversos orígenes. Lo interesante fue descubrir que todas las filosofías y prácticas tienen puntos en común en la base de su fundamentación.
De Oriente a Occidente, desde el conocimiento más antiguo (la filosofía védica, la medicina indoamericana) hasta los avances científicos actuales, coinciden en que somos energía. Esa energía que sostiene la vida en yoga se conoce con el nombre de prana.
Otro punto de acuerdo es que todos formamos parte de una misma red. Aunque sea invisible al ojo humano, esta trama existe y nos une, provocando así que todo acto individual tenga una incidencia en el entorno.
Existen cantidad de términos que buscan nombrar el todo que nos dio origen y nos contiene: universo, fuente, gran espíritu, divinidad. Y lo mismo ocurre cuando nos referimos a la red o matriz que nos une: campo unificado de conciencia, campo morfogenético, mente grande. Lo propio de cada ser, a su vez, está unido al grupo: inconsciente individual, alma individual, yo superior, etcétera.
No es la intención de este libro desarrollar estos conceptos, sino que podamos comprender de qué hablamos cuando nos referimos a la energía y a la materia, a lo individual y a lo social, al pasado y al futuro.
Lo separamos para poder abordarlo e integrarlo, pero nada funciona aisladamente, porque somos interdependientes, formamos un todo. Esta noción de unión, la tan usada frase “somos uno”, es común en todas las culturas del mundo.
Un chamán de la selva peruana me contó que, en los orígenes, en la tribu a la que pertenece no existía un vocablo para designar a la naturaleza, nunca habían tenido la necesidad de definirla porque se sentían parte de un todo común. Humano, animal, planta, tierra y cielo formaban un mismo cuerpo. Volver a esa unión consciente es el fin último del yoga y de todo camino espiritual.
Estas visiones coinciden en algo: lo que conocemos como cuerpo físico es solo una porción –parte visible– de lo que somos, porque la anatomía sutil describe un complejo entramado de siete cuerpos.
Este recorrido comprende, en mayor medida, tres cuerpos: el cuerpo físico etérico, el cuerpo emocional y el cuerpo mental. Si recordamos que todos están dentro de una misma matriz o trama, al trabajar sobre uno podemos incidir en todos los demás.
Nuestra anatomía sutil describe un sistema de canales que recibe información del entorno y la absorbe, la transforma y la distribuye dentro del cuerpo físico etérico, para proyectarla luego hacia afuera. En este intercambio y fluctuación de energía o información vivimos todos los días. Seamos conscientes o no, sucede.
Estos canales de energía llamados nadis son infinitos y al encontrarse dan origen a puntos donde se concentra energía e información, los llamados chakras.
Los chakras principales poseen la mayor concentración de información y están distribuidos a lo largo de nuestra columna vertebral. Cada centro rige determinadas glándulas endocrinas, determina formas de pensar y actuar, y cada uno de ellos permite acceder a un determinado nivel de conciencia.
A medida que avanzamos en la comprensión y somos capaces de incorporar –de hacer cuerpo– la inteligencia que propone cada chakra, nuestra conciencia evoluciona.
A través del reconocimiento de sus cualidades y potencialidades, podremos desplegarlas y avanzar. Es un recorrido evolutivo, un camino posible.
«Mientras cursaba la carrera de Diseño en la Universidad de Buenos Aires, se instaló en mí la creencia de que, a diferencia de los demás, yo no tenía nada para contar.
Sentía que mi vida no tenía nada especial, que no había en mí una fuente creativa por no haber atravesado nada demasiado trascendente.
Venía de una familia común, muy común, a mi criterio. Una familia tipo del interior de nuestro país: papá trabajador, mamá ama de casa y cuatro hermanos, dos varones y dos mujeres.
No tenía apellidos compuestos ni sabía nada del origen de los que tenía. No tenía historias de padres separados y mucho menos “importantes”; no conocía otros continentes ni había subido nunca a un avión. Lo que sí había desarrollado era una gran capacidad para ver lo que me faltaba: lo que no había vivido, lo que no tenía, lo que no era.
¿Qué pasó entre aquella joven que creía que no tenía nada para dar y esta mujer que hoy les escribe? Ocurrieron cosas. Algunas. A través de los años.
Hubo trabajos en cine, festivales y teatro. Mudanzas y años vividos en Brasil. Horas dedicadas a la docencia en colegios y en la universidad.
Hubo una relación de pareja que terminó luego de diez años. Una pérdida devastadora y una crisis de pánico que me llevó al borde de la locura. Y, lo más importante, haber aprendido a ver lo que había vivido, reconocer lo que tenía y aceptar quién era: un primer paso hacia mi libertad.
Todavía recuerdo con nitidez aquel momento clave en mi vida: volvía de Brasil después de quince arduos días de rodaje, me sentía agotada y a la vez feliz por la experiencia. Me encontré sentada frente a la computadora mirando el monitor y detrás un board de diseño en la pared. Un espacio cerrado y sin ventanas, donde diseñaba para una industria que ya no tenía que ver conmigo. ¿Me gustaba? Sí, pero… El tiempo se detuvo y a la vez se abrió un espacio infinito. El contraste entre ambos escenarios y la experiencia en cada uno de ellos me dieron la llave maestra. ¿La vida de quién estaba viviendo?
Sentí la electricidad recorrer el cuerpo y vi con una claridad desconcertante dos identidades, como un yo desdoblado, uno que eventualmente hacía lo que verdaderamente deseaba, y otro que seguía un camino delineado por ideales, condicionamientos, miedos y creencias limitantes. Debajo de lo observable, tuve que enfrentarme a una verdad: yo no era libre. Me fingía a mí misma una libertad.
Y ya no pude volver atrás. Fue un momento Ahá, de descubrimiento y plena conciencia que me llevó a profundizar en mí. La primera etapa en la que me cuestioné todo, el comienzo del recorrido al encuentro conmigo misma.
Llegué a sentir que me dejaba morir. Como suele suceder, después de cada muerte, brota una nueva vida.
La vida hace todo lo posible por sobrevivir y así fue cómo, en busca de una nueva posibilidad, llegué a mi primera clase de yoga. El camino más desafiante y amoroso había comenzado».
«Quiero un tiempo pero un tiempo no apurado / tiempo de jugar que es el mejor».
María Elena Walsh
(escritora y cantautora argentina)
Con el correr de las páginas, vas a encontrarte con preguntas y cada una de ellas será importante más por el espacio que abre que por la respuesta que puedas conseguir.
Una misma pregunta formulada en diferentes momentos de nuestra vida tendrá diferentes respuestas. Pero, ¿para qué las hacemos?
Al convertirnos en observadoras, entramos en un espacio de contemplación y búsqueda que nos invita a tomar distancia, a dejar el automatismo y comenzar a ser conscientes.
La pregunta es la llave de acceso al conocimiento. Muchas veces evitamos usarla para abrir una puerta hacia un lugar interior que sabemos o intuimos que está, pero al que le tememos. Nos resistimos, como si el descubrimiento fuese un peligro amenazador e implicara la pérdida de nuestra identidad.
Aunque no nos brinde felicidad, no queremos dejar ese mundo conocido donde creemos sentirnos seguras.
¿Cuántas veces hemos escuchado a hombres y a mujeres decir: “yo estoy bien así, ahora no tengo tiempo, no tengo dinero, esto no es para mí”?
La resistencia, ese saboteador interno, tiene múltiples formas, puede reinventarse, amoldarse, ser convincente. Estar alerta y hacerle frente será el desafío si queremos evolucionar hacia una vida más honesta.
¿Y qué tememos descubrir? Que nuestro deseo y nuestro poder son salvajes y, una vez traídos a la luz, ya no podemos esconderlos. Debemos recuperar nuestra naturaleza, nuestra verdadera identidad.
«Formular la pregunta apropiada constituye la acción central de la transformación no solo en los cuentos de hadas sino también en el análisis y la individuación. La pregunta llave da lugar a la germinación de la conciencia. Debidamente formulada, emana de una curiosidad esencial acerca de lo que hay detrás. Las preguntas son las llaves que abren la puerta secreta de la psique (...) Para desarrollar la conciencia hay que buscar lo que se oculta detrás de lo directamente observable», escribe Clarissa Pinkola Estés en Mujeres que corren con los lobos.
Este proceso de individuación que implica descubrirnos como seres únicos e irrepetibles, con habilidades y una misión, tendrá sus frutos si abrazamos y aceptamos lo que descubrimos debajo de la superficie.
El impulso de huida deberá ser resistido sabiendo que una vez que “veamos”, tendremos la responsabilidad de elegir liberarnos. De otra manera, solo seremos eternas fugitivas de nuestra realización personal.
Por eso decimos que cada pregunta llave es un paso, un escalón que nos abre camino hacia ese lugar de libertad y bienestar que todas anhelamos. A medida que avanzamos, las preguntas van cediendo espacio al asombro. La curiosidad despierta, las preguntas adecuadas y la aceptación de la verdad, acompañadas de una práctica regular y sostenida, nos permiten elevarnos a una comprensión más amplia. Pasamos de querer entender a dejarnos sorprender, permitiéndonos la inocencia del momento presente y la recuperación del juego, para jugar el juego de la vida con la liviandad de un niño y con la responsabilidad de un ser plenamente adulto.
Una vez que hemos sido capaces de reconocer la necesidad de transformar algo en nuestra vida, es imprescindible tomar responsabilidad, ser conscientes y saber que nuestra felicidad y bienestar dependen exclusivamente de nosotras.
Comenzamos siempre por lo más evidente, nuestra rutina. Para que un cambio profundo suceda, debe haber una sumatoria de pequeños cambios sostenidos en el tiempo.
¿Y no es nuestra vida también eso, una suma de pequeñas acciones diarias?
Al comenzar a trabajar por nuestra propia felicidad, permitimos que la vida fluya.
«Un día me di cuenta de que toda mi vida había estado forzando la dirección, creía que estaba actuando a mi favor, pero estaba jugando en contra. Eso marcó un antes y un después, no estaba dejando que las cosas sucedieran».
Tenemos que parar a observar dónde estamos, cómo nos sentimos y descubrir qué queremos. Dar lugar a nuestra voz y perder el miedo a descubrirnos.
