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Curioso texto humorístico del autor Enrique García Álvarez. Más habituado al teatro, en esta ocasión el dramaturgo se lanza a la prosa sin por ello renunciar a sus señas de identidad: el humor, el retrato de ciertos rasgos de la España de su época en clave satírica y los juegos de palabras. En este caso la historia aborda el encuentro en París de dos vividores que se han refugiado en la capital francesa huyendo de acreedores y celosos. Pronto, ambos urdirán un plan para hacerse ricos.
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Seitenzahl: 48
Veröffentlichungsjahr: 2022
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Enrique García Álvarez
o el monstruo de Anita Esparza
Ilustraciones de GARRIDO
LA NOVELA DE HOY FUNDADOR: ARTEMIO PRECIOSO
Saga
Garagarza
Copyright © 1926, 2022 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726686739
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
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En el próximo número publicaremos
RIO ARRIBA
POR
Vicente Díez de Tejada
ILUSTRACIONES DE
PUIG
Algo de lo muchísimo que me ha dicho el gran Enrique García Alvarez.
García Alvarez habla, habla... y tose. Con él no hay manera de meter baza. Como si estuviese uno de espectador de alguna de sus graciosísimas obras, no podemos hacer otra cosa que escuchar... y reír.
Oíd su conversación:
—¿Cuántos años tienes y de dónde eres?
—Estoy poniendo los puntos a una morena azabachada, que usufructúa dos ojos que son dos pistas de circo ateniense, y una boca que un piñón cascado, puesto junto a una de sus comisuras, resulta la columna de Vendôme, amén de poseer una garganta tan esbelta y nacarina y un nacimiento de lo que hay debajo de la garganta, que, ¡vamos!, mirando ese nacimiento te dan ganas de tocar la zambomba. Pues figúrate, amigo Artemio, cómo quieres que sea tan Cándido Menéndez que estando en vísperas de tograr un si sostenido de la supradicha morena, te diga el año en que he nacido; porque claro que, en honor de la verdad, soy el autor más joven de todos los que llevamos veinticinco años de largar tonterías en uno o más actos; pero con toda la juventud que quieras, la joven se mosquearía un poco si por casualidad leyera aquí el día, mes y año que tuve la inmensa felicidad de abrir los ojos, y eso, no; antes musulmán. Por cierto que, cuando abrí los ojos por vez primera, me quedé estupefacto, porque vi que el comadrón le estaba pellizcando a una criada metida en carnes, que teníamos en casa, sin respetar a su señorita, mi buena madre, y a una íntima amiga de mi abuela, dama bastante antigua que se encontraba en la estancia, y, claro, como yo nací y me depositaron sobre un bonito velador de caoba sin que nadie demostrase el menor interés por averiguar si yo era macho o hembra, sobre el velador permanecí largo rato, hasta que la que me dió el ser rogó a la anciana señora que tuviese la bondad de fijarse en mi sexo; y como era de esperar, muy amable doña Ludovica (que tal era el nombre de la noble anciana), se aproximó a mí cuanto más pudo y, sacando unas enormes gafas que colocó sobre un pimiento morrón que tenía por nariz, y transcurridos unos cuantos minutos, dando un suspiro que tenía todos los caracteres de un simoun africano, exclamó: “Si la memoría no me es infiel, es un niño.” Así, que renuncia a saber los años que tengo. Ahora, decirte de dónde soy, vamos, Artemio, eso, con millón y medio de amores. Pues soy madrileño castizo, porque tuve la dicha de nacer en la manola calle del Barquillo. ¿Eh, qué te habías figurado? Barquillo. Por cierto que mi padre, pasados los años, al saber que yo sentia decidida inclinación por la literatura, tuvo un pequeño disgusto porque él se había hecho la ilusión de que, por haber nacido yo en la calle del Barquillo, tenía que ser marino. ¡Cosas que se les ponen a los seres en la cabeza!
—¿Has amado mucho?
—¡Ah, Precioso de mi víscera cardíaca! ¿Que si he amado mucho? Estoy amando desde que contaba trece años, y creo que amaré hasta que tenga cuarenta... y décimas.
—¿Dónde estrenaste tu primera obra... y tu primer traje?
—Mi primera obra la estrené en el teatro de Eslava cuando tenía diez y nueve años. Algunos amigos a quienes yo di butacas para el estreno aplaudieron al final de la representación, y yo salí a escena más amarillo que unas natillas, y al adelantarme a la batería cogido de la mano del primer actor y la tiple, se encaró conmigo uno de la segunda fila de butacas, y me dijo, con una voz que parecía que salía de un sótano: “Mira, niño, estudia Cálculo mercantil, que así es posible que no te falten nunca unas almejas a la marinera.” ¿Qué dónde estrené mi primer traje? En la iglesia en donde me bautizaron.
—¿Cuántas veces has dejado de fumar?
—Cuatro. En el momento actual llevo nueve meses sin echar humo, y me parece que ya es definitivo. El fumar me sentaba peor que un sombrero de copa que me prestó una vez un tío mío para que asistiese a un baile de la Zarzuela. Si me sentaría mal aquella chistera, que tuve que tomar bicarbonato.
—¿Cuál ha sido tu mayor fracaso?
—¿Mi mayor fracaso? No sé... No caigo... Quizá haya sido la primera obra que se estrenó en el teatro de la Comedia este año. Creo que un querido compañero se pasó la noche chuflándose de las situaciones cómicas y de los chistes. Yo no le deseo más que todas, absolutamente todas las obras que estrene hasta que sucumba o se vuelva idiota, sean intereses creados, es decir, que deba siempre dinero a todos los espectadores para que éstos, al final de todas las comedias, le aplaudan como locos... para cobrarse luego mensualmente de los derechos que devenguen las obras extraordinariamente aplaudidas.
—¿Y tu mayor éxito?