El palco del real - Enrique García Álvarez - E-Book

El palco del real E-Book

Enrique García Álvarez

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Beschreibung

Breve texto teatral en clave humorística del dramaturgo Enrique García Álvarez. Como es habitual en este autor, la historia retrata de manera satírica algunos rasgos de la España de su época y las condiciones de miseria y envidia en las que vivía mucha gente. En este caso, todo se articula en torno al deseo de una familia humilde de aparentar un status más elevado al asistir a un evento que no es propio de su condición.

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Seitenzahl: 39

Veröffentlichungsjahr: 2021

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Enrique García Álvarez

El palco del real

Juguete cómico en un acto y en prosa

Celso Lucio

Saga

El palco del real

 

Copyright © 1904, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726686746

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

PERSONAJES

BASILISA. GLORIA. VIRGINIA. PEPA. CÉSAR. ARTURO. DON SATURIO. JACOBITO.

Época actual.

Acto único

Comedor de una casa muy modesta. Mesa en el centro, aparador platero, cuadros, sillas de paja, etcétera. Dos puertas al foro practicables. A la derecha, balcón, también practicable.

Escena I

Al levantarse el telón, la escena está sola. Pocodespués, BASILISA, GLORIA y CÉSAR, por la puerta del foro.

 

BASILISA.- (Dentro.) Usted lo pase bien, marquesa.

CÉSAR.- A los pies de usted, marquesa.

GLORIA.- Adiós, señora marquesa.

 

(Casi simultáneamente los tres. Se oye cerrar una puerta. Dentro.)

 

Adiós, adiós, abríguese. ¡Cuidado con las escaleras!

 

(Entran los tres en escena.)

 

BASILISA.- ¡Pero, César, has visto!

CÉSAR.- Hija, un encanto, ¡un verdadero encanto!

GLORIA.- ¡Ay, mamá, qué alegría! (Besándola.)

BASILISA.- Si ya te lo decía yo siempre... Roce, roce con gente que pueda dar algo. (A CÉSAR.) Anda, tú sal al balcón, hombre, y dale el último adiós. No estás en nada.

CÉSAR.- ¡Ah, sí, tienes razón!

BASILISA.- Levántate el cuello.

GLORIA.- Papá, la gorrita. (Dándosela.) No te vayas a constipar.

CÉSAR.- Trae. (Se pone la gorra.) Y el pañuelo.

BASILISA Anda, hombre, déjate de pañuelo. (Empujándole.)

CÉSAR.- (Abre el balcón.) ¡Uff! ¡Caracoles! (Vuelve acerrar.)

BASILISA.- ¡Que se va a ir, hombre!

CÉSAR.- Voy, voy. (Abre y cierra en seguida, después dehaber dicho muy fuerte: «Adiós, señora marquesa».) ¡Recorcholitos, qué frío hace! Ya os podéis abrigar mucho, porque va a hacer una nochecita de prueba; ¡pero qué demonio! (Cantando.) Los peligros no me arredran. (Transición.) Bueno, pues ya lo sabéis, esta noche la distinguida familia de don César Menéndez ocupará en el Real un palco platea; creo que es platea, esperarse. (Registrándose.) ¿Dónde he puesto yo el palco?

BASILISA.- ¡César!

GLORIA.- ¡Papá!

CÉSAR.- No asustarse, hombre. ¡Ah! Aquí está; efectivamente, un palco platea, propiedad de la señora marquesa viuda de Valdespinazo. ¿Eh?

GLORIA.- ¡Poquitas envidias que vamos a dar! ¡Ay, qué gusto!

BASILISA.- ¿Lo ves, lo ves, te convences ahora de lo que es salir los veranos, visitar los balnearios elegantes y codearse con lo mejorcito de la grand monde?

CÉSAR.- Bueno, pero vamos a ver, el haber ido el verano pasado a Aguas Tibias, ¿a quién se lo debemos?

BASILISA.- A don Faustino el prestamista.

CÉSAR.- Eso es, a don Faustino el prestamista y a mi dolor de estómago. ¿De dónde, si no, hubiéramos conocido a esta señora marquesa?

BASILISA.- Que es de la más rancia aristocracia, no se te olvide.

CÉSAR.- Ya lo creo.

GLORIA.- Y tan simpática. ¿Verdad, mamá?

BASILISA Y tan amable.

CÉSAR.- Y tan rancia, ¡porque, cuidado que debe ser rancia!

BASILISA.- Como que a mí me ha dicho que desciende por línea directa de los Lacerdas.

CÉSAR.- No, no, tú has entendido mal. Ésta es de la rama de los Ruiz-Pérez. Lacerda era su abuela.

GLORIA.- ¡Pobrecilla, y cómo se ha acordado del ofrecimiento que nos hizo en el balneario!

BASILISA.- Tú siempre la estabas mareando con el Real.

GLORIA.- Como que nunca lo he visto. ¡Debe ser bonito!

CÉSAR.- (A BASILISA.) ¡Bonito, tú!

BASILISA.- Hija, eso es de lo que no hay. Recuerdo como si lo estuviera viendo ahora mismo la última vez que estuvimos hace veinte años.

césar .- ¿Te acuerdas, Basi? Hacían Rigoletto. (Cantando.)La dona es un mueble...

 

BASILISA.- Calla, hombre, calla.

GLORIA.- (Riéndose.) ¡Por Dios, papá!

CÉSAR.- ¡Oh! ¡Qué voz, qué voz la de aquel tío! ¡Cómo subía! ¡Y qué conjunto el de la sala! Las luces quebrándose en las aristas múltiples de las piedras preciosas; los rostros angelicales de las damas, en sus movimientos nerviosos que simulaban un oleaje de nácar; las blancas pecheras revoloteando como inocentes mariposillas en derredor de las hermosas que semejan flores colocadas en artístico bouquet; el canto dulce de los artistas; la luz, los colores, la armonía. ¡Ah! Parecía que estábamos en el paraíso.

BASILISA.- ¿Pues dónde estábamos?

CÉSAR.- Ya lo sé que estábamos en el paraíso, pero en delantera.

GLORIA.- Pues figurarse