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Texto teatral perteneciente al subgénero del juguete cómico, escrito a cuatro manos con el autor Pedro Muñoz Seca, en el que prima el humor y el absurdo por encima de la historia, que se desarrolla en torno a una gran deuda de dinero de su protagonista y a los excesos a los que llega para esconderse de sus acreedores.
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Seitenzahl: 84
Veröffentlichungsjahr: 2022
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Enrique García Álvarez
ORIGINAL DE
JUGUETE CÓMICO en dos actos, divididos en cuatro cuadros, en prosa Estrenado en el TEATRO CERVANTES el 5 de Marzo de 1915
Saga
Pastor y borrego
Copyright © 1915, 2021 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726686708
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
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a quien Gutenberg, si resucitase, abrazaría agradecidísimo
Sus admiradores y amigos,
Enrique Garcia Alvarez. Pedro Muñoz Seca.
Telón corto de calle o plaza. En el lateral derecha un clásico y tipico aguaducho y ante él un par de mesitas, con sus asientos correspondientes. Es de día. La acción en Madrid, época actual.
_____
(Al levantarse el telón, están en escena dorotea , una buena moza, zambrano , rodulfo y pelaez . Dorotea, es la dueña del aguaducho; Zambrano, es un tío como de cuarenta años, carnicero de los barrios bajos, en traje de gala; sentado ante la primera mesita de la derecha, lee un periódico. Rodulfo y Peláez, dos hombres de mediana edad y bien portados, sentados ante la otra mesita, conversan animadamente, entre sorbo y sorbo de cerveza.)
Rod. Te digo que es un hombre imposible. Me juró por la salvación eterna de su santa madre y por la vida un hijo que tiene con una tía y una prima en Dos Hermanas, que ayer me remitiría sin falta, las seiscientas veinticinco pesetas. Creo que después de esperarle cinco años, Job a mi lado es un frenético.
Pel. Incurable.
Rod. Bueno, pues ayer he recibido en unión de una peseta, el siguiente continental. (saca una carta y lee. ) «Entrañable Rodulfo: Estoy bajo el peso de uno de los dolores más lacerantes que pueden padecerse en este asteroide, vulgo tierra. No puedo cumplir los dos bárbaros juramentos que le hice en el Monopol. Veo el alma de mi santa madre en medio de espantosas llamas y contemplo a mi vástago querido al borde de la meningitis. Ahí va una peseta por si puedo aliviar en algo estas dos hecatombes. Abra su viscera cardíaca al noble sentimiento de la compasión y perdone a este suyisimo idolatra, Q. E. L., P. Pastor.» ¿Eh? ¿Qué te parece?
Pel. Escucha. ¿Qué quiere decir Q. E. L?
Rod. Que está loco: me me lo dice aquí en una llamada. Como comprenderás esto es un timo.
Pel. Yo que tú daba parte.
Rod. ¿Pero cómo voy a dar parte de una peseta?
Pel. Lo que no comprendo es como te dejaste sacar esas seiscientas veinticinco pesetas, sabiendo como sabes que ese Pastor es un sinvergüenza.
Rod. Qué quieres: es un hombre que comienza a hablarte y te embauca. Me propuso un negocio de paraguas, que yo me dije, esto va a ser un diluvio de perros, porque se trata ba de unos paraguas que en cuanto les caía cuatro gotas, se abrían solos.
Pel. ¡Atiza!
Rod. Y podían expenderse a una cincuenta.
Pel. ¡Menudo negocio!
Rod. Bueno, pues me encandiló, apoquino la luz para materiales, él me deja un violín Stradivarius en prenda, y a los quince días recibo la primera remesa de artefactos contra la lluvia. Los examino, y como no veía el mecanismo por ninguna parte, le escribo diciendo, ¿estos paraguas, por dónde se abren? Y me contesta: Esos paraguas se abren por la tela que es muy mala.
Pel. ¡Chavó qué tío!
Rod. Como podrás imaginar, me atufé y dudando ya de que el violín fuese un Stradivarius, me fuí a casa de un prestamista inteligente en instrumentos, se lo mostré, le Biblioteca dije... «seiscientas pesetas» y para que oyera sus voces rae puse a tocar el violín.
Pel. ¿Qué te contestó él?
Rod. Pues una paradoja: que estaba tocando el violón, que aquello no valía arriba de catorce reales y que si quería por él treinta céntimos. Vamos, pa desplomarse.
Pel. Los hay frescos.
Rod. Lo que toca este Pastor, apaga un incendio
con un suspiro.
Pel. Pues a ese Pastor le deja con chichonera un tal Borrego que yo conozco. ¡Señores, qué labia de hombre! ¡Con decirte que a mí, que no tengo un real, me sacó dos mil reales para la construcción de una dama-juana, que él llamaba la dama juana cantora!
Rod. Me dejas frío; tú, ¿y qué era eso?
Pel. Pues una vasija para alcoholes, que le quitabas el tapón y tenía un mecanismo que principiaba a cantar: «Tápame, tápame, tápame...»
Rod. ¡Rediez!
Pel. Bueno, el día que me lo encontré y me dijo que no había podido construir la damajuana, porque como la música era tan bonita, en cuanto principiaban a sonar saltaba el cristal... por poco le ahogo.
Rod. ¡Hay cada pillo!...
Pel. Bueno, tú, que ya habra bajao don Napoleón a la oficina. Vamos.
Rod. ¿Pagas tú o pago yo?
Pel. Hombre, no quiero serte gravoso: paga tú.
Rod. Te lo preguntaba porque si decías que pagara yo, te iba a replicar que no tengo dinero.
Pel. Está bien. (Llamando. ) ¡Joven!
Dor. ¡Va!
Zam. (Volviendo la hoja del periódico. ) A Ver qué dice la guerra. Aquí está. (Leyendo. ) Desde Servia: Servíos helados... ¿eh? Será servios helados.
(Dorotea se acerca a Rodulfo y Peláez, éste la da una moneda y Dorotea vuelve al kiosko en busca de cambio. En este momento entra en escena por la izquierda, pompeyo, ilustre héroe de esta farsa. Este Pompeyo, es un hombre de cuarenta y cinco años, medianamente trajeado. Gasta una luenga barba y conduce un enorme canasto lleno do estatuítas de yeso. )
Pom. Vendo barato. Estupendas reproducciones de las más notables esculturas del Partenón. El Apolo de Belvedere, la Diana de Versalles. Arte, elegancia, economía.
Rod. (sin mirarlo. ) No queremos nada.
Pom. Bustos de Wagner, Listz y Rossini que están hablando.
Pel. No se canse usted.
Pom. Abadía de Wesminster, cementerio de Génova, atrio de Pisa, pórtico de Nápoles, y... ¡espárrago, Rodulfo! (Se vuelve de espaldas para no ser visto por éste. )
Pel. (A Dorotea que le entrega unos perros ) Toma, para ti.
Dor. Muchas gracias.
Rod. Hasta mañana.
Dor. Vayan ustedes con Dios.
(Se van por la izquierda Rodulfo y Pelaez. )
Pom. (Viéndoles írse. ) Y el otro es Pelaez: si me reconocen liquido por derribo. (Acercándose a zambrano. ) Vendo barato. Estupendas reproducciones de las más notables esculturas del Partenón.
Zam. Retírese y no moleste.
Pom. Caray, Zambrano. El cielo me lo envía. (Coloca el canasto sobre la mesa desocupada. Llamando a Dorotea. ) ¡Pchs!
Dor. (Acercándose. ) ¿Qué va a ser?
Pom. ¿Qué hay?
Dor. Vermout, cotteles, sidra, cerveza y gaseosa.
Pom. Digo que, qué cuentas.
Dor. Pitorreíto, ¿eh?
Pom. Tráeme media del Gaitero, que siempre ameniza.
Dor. En seguida.
Pom. (Llamando en voz baja. ) Zambrano. (Zambrano mira a su alrededor y continúa leyendo. ) ¡Zambrano!
Zam. ¿Quién es usted?
Pom. (Quitándose la barba postiza. ) Un primo de León Tolstoy.
Zam. ¡Borrego!
Pom. No grites, que me comprometes.
Zam. Ven acá, hombre. (Pompeyo se guarda la barba en el bolsillo y se sienta Junto a él. ) ¿Tú con barba postiza y vendiendo esculturas?
Pom. Hay que agarrarse a una tachuela al rojo, que mira que es difícil.
Dor. (Con el servicio en la mano y buscando a Pompeyo. ) Ya volverá: se ha dejado aquí el establecimiento. (Acercándose a Pompeyo. ) ¿Qué Va a Ser?
Pom. Ya le he dicho que media del Gaitero.
Dor. (sirviéndole. ) Usted dispense. (¿Será Frégoli?) (So retira al kiosko. )
Zam. Bueno, chico, me has dejao a quince bajo cero.
Pom. (Bebiendo. ) A tu Salud.
Zam. ¿Me quieres decir qué significa esa barba y ese canasto?
Pom. Pues el canasto, las esculturas y la barba significa que no tengo dos reales.
Zam. Lo de siempre.
Pom. Me encontré a Ramoncillo Más, que se dedica a vender esto con el apellido de Massini, me metió en el negocio asegurándome que cada escultura me dejaría cuarenta y cinco céntimos limpios y yo dije: arreando.
Zam. ¿Y te dejan eso efectivamente?
Pom. Me dejan reventado, porque hay días que ando diez kilómetros y no vendo ni una cazadora.
Zam. ¿Cómo una cazadora?
Pom. Una Diana: bueno, me he llegado a convencer que todo esto es música; Wagner, Listz, Apolo... música. Las Dianas, músicas.
Zam. Pero escucha, ¿y lo de la barba?
Pom. Lo de la barba merece capítulo aparte. ( Bebiendo. ) A tu salnd.
Zam. Que aproveche.
Pom. Pues lo de la barba, querido Zambrano, es como si dijéramos una cota de malla que me preserva de una de estacazos que no tienes idea. He abusado de la cándida confianza de más de cuatro amigos, y hay por ahí diez o doce prójimos que abrigan la jocosa idea de dar una pateadura a Borrego.
Zam. ¡Atiza!
Pom. Y otros diez o doce que sueñan con patear a Pastor.
Zam. ¿A qué Pastor?
Pom. U séase Borrego.
Zam. ¿Pero qué dices?
Pom. Pues digo que para unos soy Pastor y para otros Borrego. ¡Oh! Si llevase el mismo apellido para todos, sería horrible. De este otro modo, cuando una víctima de Borrego habla con uná víctima de Pastor, hay aquello de ¡bah! ese Pastor es un santo, una torrija, al lado de un tal Borrego que yo conozco, y así, mientras unos me pelan... otros me dan jabón.
Zam. Eres único... ¿Cómo quieres que te llame?
Pom. Pompeyo, que es mi nombre de pila.
Zam. Pero vamos a ver, ¿tú no eras agente de una compañía de seguros contra incendios?
Pom. Sí, pero los incendios dejan muy poco. Ahora represento a una compañía portuguesa de seguros contra el robo.
Zam. ¡Qué raro!
Pom. Una compañía muy seria; se llama: «O terror de os sinvergonzas.»
Zam.