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¿Qué pasaría si el órgano más olvidado de tu cuerpo fuera, en realidad, el gran influencer de tu salud física y emocional? El intestino no es solo un simple sistema digestivo; es una auténtica central multifuncional. Te defiende de bacterias, virus y toxinas, interactúa con millones de microorganismos e influye directamente sobre el cerebro, el hígado y el corazón. Además, gracias a sus células sensoriales y redes neuronales, es capaz de percibir sensaciones internas y afectar la forma en que nos sentimos, ganándose por ello el apodo de "segundo cerebro". Sin embargo, a pesar de su importancia, hoy en día, las afecciones digestivas se multiplican: enfermedad celíaca, SIBO, colon irritable e incluso ciertos tipos de cáncer. ¿Por qué está ocurriendo esto? ¿Es nuestro estilo de vida el verdadero detonante de estas enfermedades? Basándose en una sólida evidencia científica y con un lenguaje claro y accesible, el Dr. Ignacio Caldo responde a estas preguntas y desmenuza las funciones menos conocidas del intestino, ofreciendo alternativas prácticas para optimizar tu sistema digestivo. El resultado es GastroConciencia, una guía para sembrar salud desde las entrañas y transformar tu ecosistema corporal.
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Seitenzahl: 201
Veröffentlichungsjahr: 2025
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IGNACIO CALDO
EL SENTIDO OCULTO DE TUS ENTRAÑAS
Caldo, Ignacio
Gastroconciencia / Ignacio Caldo. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Galerna, 2025.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga
ISBN 978-631-6632-71-5
1. Salud. I. Título.
CDD 158.1
© 2025, Ignacio Caldo
© 2025, RCP S.A.
Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna, ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopias, sin permiso previo del editor y/o autor.
ISBN 978-631-6632-71-5
Hecho el depósito que marca la ley 11.723
Foto de solapa y contratapa: Martina Zamudio
Imágenes de tapa: Freepik
Primera edición en formato digital
Versión: 1.0
Digitalización: Proyecto451
Portada
Portadilla
Legales
PRÓLOGO
POR GABRIEL VINDEROLA
INTRODUCCIÓN. DEL INTESTINO AL BIENESTAR: UN VIAJE DESDE ADENTRO
PRIMERA PARTE. UN ÓRGANO MULTIFUNCIONAL
1. EL DESCOMPRESOR DE ALIMENTOS
Lo que ya sabés
2. EL SISTEMA OPERATIVO ENTRAÑABLE: MUCHO MÁS QUE LA DIGESTIÓN
El antimalware corporal
El segundo cerebro
El hogar de billones de vidas
El
influencer
corporal
SEGUNDA PARTE. INTERCONEXIÓN META-INTESTINAL
3. EMOCIONES, NOTIFICACIONES CORPORALES Y ESTRÉS
Emociones y sentimientos
Las redes neuronales de las emociones
Interocepción, las notificaciones de tus entrañas
El regulador de las notificaciones: la Red de Saliencia y la ínsula cerebral
Estresarse es estar vivo
4. TODO ESTÁ CONECTADO: CEREBRO, INTESTINO Y MICROBIOTA
El trío fantástico, el eje CIM
Las vías de la serotonina y del triptófano
Emociones que cambian el accionar del estómago
Cuando el eje cerebro-intestino-microbiota (CIM) se altera
Colon irritable, un intestino con mucha interocepción
SIBO: la disbiosis más famosa (y su conexión con las emociones)
5. GASTROCONCIENCIA, EL GPS DE TU BIENESTAR
¿Conciencia o plena conciencia?
La GastroConciencia, el GPS del bienestar
¿Cómo sanar el eje CIM?
EPÍLOGO. NO ES MÁS QUE UN BREVE ADIÓS
BIBLIOGRAFÍA
AGRADECIMIENTOS
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Tabla de contenidos
Comienzo de lectura
A Beni, Rami y Johi:son la risa y los besos que desarman mis angustias,la certeza de que el amor no se explica… se respira.Todo lo que escribo también les pertenece.
En memoria de Lali:veintiún años sin tu abrazo,pero nunca sin tu Presencia.
Por Gabriel Vinderola
A esta altura de mi vida leí bastantes cosas sobre la microbiota intestinal, desde papers muy complejos hasta esas revisiones impecables que guardo para dar clases, pasando por libros de difusión científica más o menos “basados en la evidencia”, notas periodísticas de distintos colores o publicaciones en redes sociales que a veces me pregunto por qué me las habrá mostrado el algoritmo.
Cuando Nacho me invitó a hacer el prólogo de su libro, pensé (pero no se lo dije, total no se va a enterar): ¿es necesario otro libro de difusión que incluya a la microbiota? ¡Y chan! Sí, este era definitivamente necesario.
Al empezar a leerlo me desconcertó. Mezcla de novela, anatomía, relatos, fisiología, historias, ciencia, no era exactamente el libro que esperaba leer y, aunque había leído de todo en esta área, me sorprendió para bien el abordaje y la originalidad que le dio. Siempre hay margen para una vuelta de tuerca, evidentemente.
En épocas de influencers que muchas veces desorientan y confunden más que informar, llamar al intestino y a su microbiota un “influencer corporal” sublima en dos palabras exactamente lo que la microbiota es. Celebro esa frase que ojalá se ponga de moda. Hablar del intestino como un “descompresor de alimentos” también me pareció una forma muy gráfica de ilustrar lo que el sistema digestivo hace: desarma alimentos y libera sus nutrientes, por supuesto asistido por las más de nueve mil enzimas que puede tener ese conjunto de microorganismos que llamamos microbiota intestinal. Ese primer capítulo hace un recorrido muy didáctico por los fenómenos que tienen lugar en la digestión de alimentos, de la boca al ano, pero ¡apto para todo público! El libro sigue adentrándose en el intestino, para presentarnos, también de una forma didáctica, el otro gran integrante de este órgano, el sistema inmunológico, porque pocas cosas son tan complejas como este sistema, donde una citoquina como la interleuquina 6 puede tener propiedades inflamatorias, y si no te gusta, ¡puede ser reguladora también! En esta parte aborda una de las cosas más de moda de los últimos tiempos: el intestino permeable, ¡pasen (la barrera epitelial) y vean!
Lo que pasa en Las Vegas queda en Las Vegas, o lo que pasa en Bariloche queda en Bariloche (¡todos fuimos a Bariló!), pero lo que pasa en el intestino no queda en el intestino. Y acá es donde Nacho se mueve como pez en el agua, como experto en mindfulness hace una exquisita conexión entre intestino y cerebro.
Es recién después de este paseo por el intestino y el cerebro cuando el libro se mete en ese mar de microbios que es la microbiota intestinal, sin demasiados tecnicismos, sino más bien con un lenguaje llano que nos hace tomar conciencia (¡no por nada es @gastroconciencia en redes!) de lo importante que son estos microorganismos para nuestra salud o nuestra enfermedad. La narrativa sigue navegando entre el estrés y las emociones y cómo estas conectan con el intestino y con otra de las vedetes de las redes sociales: el SIBO.
Si la gente conociera la importancia del intestino y de su microbiota, aprendería a cuidarlos, y así ganaría salud. Y los gastroenterólogos como Nacho tendrían mucho menos trabajo. Enseñar sobre la salud digestiva podría parecer un tiro en el pie para Nacho, pero no. Como decía Tanguito: “El amor es más fuerte”, y acá está la prueba. Felicitaciones y bienvenido este libro sobre microbiota, que no es un libro más sobre microbiota.
¿Por qué de repente todos hablan del intestino?
¿Es solo un tubo procesador de alimentos o hay algo más?
¿Puede influir en nuestras emociones y en la forma en que vivimos?
¿Qué tan cierto es esa idea del “segundo cerebro”? ¿Y la microbiota? ¿Importa?
¿Por qué es necesario conocer cómo funciona si queremos vivir mejor?
No quiero sonar a mago ni adivino, pero seguramente conozcas a alguien que, si prueba una medialuna o un pedazo de budín, tiene que salir corriendo al baño. Tal vez sea celíaco, tenga sensibilidad al trigo o una intolerancia a los fructanos. Da igual el nombre raro, porque cada vez hay más personas que sufren problemas digestivos.
En los últimos veinte años, vimos un aumento exponencial de noticias y publicaciones en redes sociales vinculadas al intestino. Pareciera que todo gira en torno a la microbiota intestinal o a la idea del “segundo cerebro”. Y ni hablar del SIBO —sigla de Sobrecrecimiento Bacteriano del Intestino Delgado—, un problema digestivo que se volvió tendencia en búsquedas de Google, tanto en Argentina como en España.
Incluso en afecciones más graves como el cáncer, el intestino también es protagonista. El cáncer de colon en personas jóvenes aumentó un 40 % en los últimos treinta años. Pero ¿qué está pasando? ¿Solo mejoramos las formas de diagnosticar, o hay algo más profundo?
Es cierto que la tecnología avanzó mucho. Hoy contamos con videoendoscopias (sondas flexibles con microcámaras que nos permiten espiar, en tiempo real, las profundidades de las entrañas) o los test de aire espirado (dispositivos similares a los alcoholímetros) que detectan indirectamente el incremento desproporcionado de ciertos bichitos en el intestino delgado.
Sin embargo, no todo se explica por el avance tecnológico. Hay otra razón, mucho más silenciosa pero igual de poderosa: el cambio radical en nuestro estilo de vida. En las últimas décadas, hemos puesto en jaque a la microbiota y a las células intestinales, desencadenado diversos problemas de salud. Dicho de otro modo, el intestino comenzó a hablar a través de enfermedades, como consecuencia de dicho cambio de hábitos.
Para avanzar en este sendero, en los próximos capítulos iremos desde lo más conocido —como la digestión— hasta temas menos explorados pero igual de fascinantes. Este orden nos servirá para ir desmenuzando cada uno de los aspectos de tu sistema digestivo y su interacción con todo nuestro organismo, con el fin de integrar y comprender cada una de sus partes, ya que ningún proceso ocurre por separado.
En estas páginas te guiaré por los roles que cumple tu intestino en el cuerpo, que van más allá de la absorción de nutrientes de los alimentos. Tradicionalmente se lo veía como el aparato de la digestión, capaz de triturar una nuez hasta convertirla en azúcares, grasas y proteínas para luego absorberlos hacia al torrente sanguíneo y de allí nutrir a los órganos.
Sin embargo, hoy sabemos que es un órgano multifuncional. Nos defiende de bacterias y toxinas, percibe lo que pasa dentro nuestro actuando como un segundo cerebro, interactúa de forma recíproca con millones de microorganismos y ejerce una influencia sobre otros órganos como el cerebro, el hígado o el corazón. Me explayaré en detalle sobre cada uno de estos roles para que comprendas su importancia tanto en el mantenimiento de tu salud como en la aparición de enfermedades.
Una de las funciones clave es la defensa de nuestro cuerpo contra microorganismos dañinos y toxinas que puedan ingresar con el agua o los alimentos.
Pero, además, tiene el rol de albergar la microbiota, un universo microscópico que vive dentro nuestro que, aunque no lo veas, interactúa con nosotros e influye en nuestro metabolismo, en nuestras defensas e incluso en nuestra forma de comportarnos.
También hablaremos de esa función intrigante, la de segundo cerebro. ¿Podrá pensar, soñar o planificar unas vacaciones? Claro que no. Pero sí puede sentir. Gracias a sus neuronas y células sensoriales, es capaz de notar inflamación, distensión, incomodidad o dolor. Desde esas percepciones internas puede influir fuertemente en nuestras emociones cotidianas. Por eso, si estás mal de la panza, es probable que también tengas un mal día.
En este último sentido, nuestro intestino es un influencer corporal. Desde sus células envía señales eléctricas al cerebro, a través del nervio vago que conecta ambos sistemas. Pero eso no es todo: también libera hormonas o metabolitos, sustancias que viajan por la sangre y que llevan información a distintos rincones del cuerpo. Hoy sabemos que esa comunicación no va solo al cerebro. También alcanza al hígado, la piel, las arterias… y mucho más.
Una vez que entendamos cómo funciona el intestino, vamos a enfocarnos en un enemigo silencioso, el verdadero promotor del daño intestinal. Seguro escuchaste que el estrés es un mal de nuestro tiempo. Pero muchas veces lo reducimos a preocupaciones o conflictos emocionales que solemos tratar en terapia. Sin quitarles a las emociones su importancia crucial, en este libro vamos a ir más allá: trataremos de descubrir las raíces biológicas del estrés crónico, ese que nos enferma de verdad…
Finalmente, saldremos de nuestro foco entrañable para entender cómo nuestro intestino le habla al cerebro y viceversa: cómo nuestras redes neuronales influyen en nuestras entrañas. Comprendiendo las conexiones entre el intestino, la microbiota y el cerebro, será fácil entender cómo es que aparecen las problemáticas digestivas más prevalentes de la actualidad como el SIBO o el colon irritable.
Para cerrar este recorrido, veremos por qué la GastroConciencia será nuestra guía central. Como un GPS, nos mostrará las alternativas adecuadas para cuidar nuestro sistema digestivo y desde allí sembrar salud al resto del ecosistema corporal.
Aunque este libro tiene una base científica, mi compromiso es usar un lenguaje accesible, sin tecnicismos innecesarios. Quiero que entiendas, sin tener que buscar definiciones cada dos páginas. En ese sentido, te dejo un pequeño aviso: el sistema digestivo incluye muchos órganos —desde la boca hasta el intestino—, pero, para simplificar, voy a usar “intestino” como sinónimo de todo ese sistema.
Por último, si bien parece evidente, este libro no reemplaza la consulta con un profesional de la salud. Pero, sin duda, te acercará información veraz para comprender mejor nuestro sistema digestivo y cómo impacta en nuestra salud y bienestar.
Acompañame en este recorrido entrañable por el universo de tu intestino. Porque entender cómo funciona por dentro puede cambiar tu vida por fuera.
“La simplicidad es la máxima sofisticación.”
Leonardo Da Vinci
Claro que mientras caminaba de vuelta a casa, luego de una trasnoche bolichera con amigos bajo esa tenue luz gris-azulada del cielo que denotaba la antesala del amanecer y con las calles aún desiertas, no tenía planes de sentir hambre. Es que no había forma de que la tuviera. En la previa habíamos comido unas pizzas hasta reventar y, después de la salida del bar, helado de dulce de leche tentación y mascarpone porque había pintado el bajón. Con todo ese shot calórico, era imposible sentir hambre. Sin embargo, al pasar por un local de persianas bajas, llegó el aroma inesperado. Un olor cálido, dulce y condimentado con recuerdos de mi infancia que era imposible de ignorar. Esa oleada de factura recién horneada proveniente de la panadería de don Julio impregnaba mis fosas nasales y estaba surtiendo efecto no solo en mi boca, sino en todo mi cuerpo.
En ese momento, sin previo aviso, la saliva comenzó a brotar queriendo derribar las comisuras labiales como mar embravecido que rompe contra los acantilados. Casi como una traición, mi estómago, que antes juraba estar satisfecho, reaccionó con una sensación de vacío y crujidos que parecían pedir o casi rogar aquel pedazo de masa dulce horneada. No podía creer cómo un simple aroma, o tal vez el recuerdo infantil asociado a dicho olor, podía desmoronar tan rápidamente mis certezas fisiológicas previas.
A decir verdad, estas cosas no me pasan solo a mí, o al menos eso es lo que quiero transmitir. Es muy probable que te haya sucedido alguna vez. No hablo de las trasnoches bolicheras ni de comilonas de pizza y helado, aunque puede que te resulten familiares. Hablo de ese momento en que algo tan simple como el aroma o incluso la imagen de una mermelada bajo cocción activan en vos un hambre que no sabías que podías tener.
Tal vez te pasó al escuchar el crujir de los pochoclos que comía el de la butaca de al lado, mientras intentabas concentrarte en esa peli aburrida que era un furor en los comentarios de las redes sociales. O quizás cuando, encerrado en tu habitación intentando estudiar, se colaba por la puerta el aroma a salsa que tu vieja cocinaba con paciencia infinita y hacía que cualquier esfuerzo intelectual pareciera inútil frente a la promesa de aquel aditamento aromático y sabroso para los tallarines caseros en proceso.
Eventos que pasan, pequeñas trampas del cuerpo-mente, que, en realidad, pensándolo con algo más de precisión, no son trampas. Quizá sean meros recordatorios de lo simple, de lo esencial, de lo humano que es dejarse llevar por esas sensaciones internas que nos conectan con lo más básico y, al mismo tiempo, con lo más placentero de estar vivos.
Así son nuestros sentidos, pequeños interruptores que, como motas de nieve con un pequeño movimiento sobre una gran pendiente, pueden desencadenar avalanchas no esperadas hasta el mismísimo instante previo. Así también puede caer la avalancha del hambre sobre nosotros. Comencemos a descubrir ese indómito proceso interno.
Si te pregunto para qué sirve tu sistema digestivo, me dirás que procesa y asimila lo que comemos. No solo estás en lo cierto, sino que esta función es esencial. Sin embargo, tiene otras particularidades que iremos viendo a su debido tiempo, pero empecemos con lo que ya sabés…
En los libros de medicina, la digestión se define como “el proceso que realiza el aparato digestivo al convertir los alimentos en sustancias asimilables por el organismo”. Si nos remontamos a la etimología de la palabra, digestión proviene del latín digerere, que significa “dividir y distribuir”. En efecto, de eso se trata: fraccionar los alimentos en partes pequeñas y disponerlas para que el cuerpo pueda utilizarlas. Esos fragmentos son los nutrientes: hidratos de carbono, proteínas, lípidos, vitaminas y minerales.
Podemos comparar el proceso digestivo con la función del programa WinZip de tu computadora. Por ejemplo, si recibís un mail de tu jefe con varios documentos pesados adjuntados, tendrás que descargarlos todos juntos comprimidos dentro en una única carpeta. Como se dice en la jerga informática, los documentos estarán zipeados ahí dentro. Luego de descargarla, necesitarás un programa para descomprimir cada archivo por separado. Ese es el WinZip, que te permitirá separar cada uno de esos documentos para leer la información en detalle.
Similar al WinZip, el sistema digestivo toma los alimentos ingeridos (carpeta de archivos) y los descompone en partes más pequeñas: proteínas, carbohidratos, grasas, vitaminas y minerales (cada documento separado). Estas partículas diminutas serán absorbidas y luego distribuidas a través de la sangre hasta cada órgano. De igual manera que un archivo comprimido sería inútil si no se pudiera descomprimir correctamente, sin la digestión de los alimentos, los nutrientes no serían accesibles a cada tejido, y el cuerpo no podría funcionar de manera óptima.
Ahora que entendemos la digestión como un proceso de descomposición y distribución, veamos a los protagonistas y a los actores de reparto de esta gran obra maestra digestiva: los órganos y las glándulas anexas.
En medicina, dividimos el tubo digestivo en dos grandes grupos:
SISTEMA DIGESTIVO SUPERIOR:
- Boca: donde comienza todo.
- Garganta (faringe): el pasaje de transición.
- Esófago: el conducto transportador.
- Estómago: la gran batidora química.
- Duodeno: primera sección del intestino.
SISTEMA DIGESTIVO INFERIOR:
- Resto del intestino delgado: donde ocurre la magia de la absorción.
- Colon (intestino grueso): el reciclador de agua.
- Recto y ano: la vía final de salida.
Pero esta obra no estaría completa sin los actores de reparto que secretan sustancias esenciales: las GLÁNDULAS ANEXAS. Estas son:
- Glándulas salivales: repartidas en la boca.
- Páncreas: ubicado a la altura de “la boca del estómago”.
- Hígado y vesícula: hacia el lado derecho de tu abdomen.
Así como una obra de teatro se constituye en distintas escenas, el proceso digestivo se puede organizar en diferentes fases:
1. Ingestión: el ingreso de los alimentos y los líquidos.
2. Secreción: la liberación de “jugos digestivos” en respuesta a estímulos puntuales. Desde la saliva hasta el ácido gástrico, pasando por las secreciones intestinales.
3. Digestión mecánica: el desmenuzamiento físico de los alimentos. Aquí actúa la masticación que corta y muele, junto con los movimientos del estómago y los intestinos, que mezclan y permiten el avance de los alimentos.
4. Digestión química: la descomposición en moléculas más simples, gracias a sustancias como el ácido clorhídrico del estómago y las enzimas digestivas.
5. Absorción: el paso de los nutrientes desde el sistema digestivo hacia la sangre o la linfa para su distribución por todo el cuerpo.
6. Expulsión: la eliminación de los desechos no digeridos, es decir, la caca (heces, en su nombre técnico formal) a través del ano.
Si bien esta división es útil como esquema mental, el proceso digestivo no sigue una secuencia estricta. De hecho, existe una fase 0, un paso previo a los seis mencionados, que a mi criterio es uno de los más importantes, pero a la vez habitualmente olvidado por todos.
¿Te acordás de la reacción de mi cuerpo ante el horneado de las facturas de don Julio? Esa respuesta corporal ante aquel aroma particular no fue una extrañeza. Suele ser el primer paso de la digestión. Porque el proceso digestivo comienza antes de que el alimento ingrese en nuestra boca. Ese paso inicial se conoce como fase cefálica de la digestión y se desencadena ante estímulos olfativos, auditivos o visuales relacionados con alguna comida. Incluso un simple pensamiento puede activarla. ¿No te pasó de imaginar una torta de chocolate y que se te haga agua la boca? Bueno, no fuiste vos, fue tu fase cefálica en acción. Esta etapa es clave porque prepara el ambiente digestivo facilitando una digestión más eficiente en las instancias posteriores. Ante el aroma de las facturas de don Julio, el cerebro activa una respuesta de calma y relajación, a través de un nervio clave en toda la conexión intestino cerebral: el nervio vago. En la fase cefálica, este nervio lleva información al estómago, para adelantarse al proceso digestivo. Estimula la liberación de hasta un 30 % del ácido clorhídrico necesario para digerir la comida, enzimas y hormonas que veremos en detalle. Pero esta fase no solo ayuda a digerir mejor, también contribuye a una sensación de saciedad adecuada y a un mejor control del azúcar en sangre. De hecho, en personas con diabetes, este mecanismo suele estar alterado. Por último, es importante destacar que el estrés puede bloquear esta función del nervio vago y así afectar a todo el proceso digestivo. Más adelante descubriremos cómo este cable de comunicación entre tu cerebro y tu intestino desempeña un papel crucial en condiciones como el síndrome de intestino irritable y exploraremos técnicas para activar este nervio y mejorar tu digestión de forma natural.
Luego de esta activación sensorial, cuando la comida ingresa en la boca, la masticación será la encargada de cortar, triturar y moler los alimentos en fragmentos pequeños, facilitando el inicio mecánico de la digestión. Los músculos masticatorios tienen una capacidad fabulosa, ejercen una fuerza equivalente a tener que levantar 90 kg de peso. Si vas seguido al gimnasio, entenderás bien lo que significa soportar ese mismo peso, pero sobre tu espalda, mientras realizás una sentadilla profunda.
Ante la masticación y la mezcla salival con el alimento, se activan los receptores gustativos. Son moléculas diminutas que perciben los distintos sabores y se encuentran dentro de pequeñas estructuras linguales conocidas como papilas gustativas. Existen entre 2.000 y 8.000 papilas gustativas ubicadas en tu lengua, pero también en el paladar blando, la faringe y el esófago. Son las responsables de sentir los cinco sabores: dulce, salado, agrio, amargo y umami. Pero para saborear una comida no alcanza con los receptores del sabor, porque interactuamos con el sentido del olfato, con las texturas percibidas por receptores mecánicos, con la temperatura en nuestra boca y las sensaciones químicas como el picor del ají putaparió o el frescor de la menta. Esto crea la experiencia completa del sabor de los alimentos. Por eso es importante prestar atención no solo a los sabores, sino también a los aromas, texturas y sensaciones difusas en tu boca cuando das cada bocado.
Este paso, que parece insignificante y que solemos saltar “tragando” directamente el alimento, es crucial para una buena digestión. Sería ideal saborear la comida de la misma forma que lo hace un sommelier en el valle de Uco mendocino disfrutando de la última cosecha de ese Malbec añejado en barricas de roble francés que despliega notas de café y chocolate, con matices de cereza y frambuesa. A pesar de su importancia, este punto del proceso digestivo es uno de los que menos respetamos. Ya sea por comer apurados (porque “no tenemos tiempo”), o porque masticamos distraídos mientras escroleamos una noticia en nuestra red social favorita; dan igual los motivos, comemos desatentos. Esta aceleración tiene mucho que ver con el incremento de problemas digestivos como la dispepsia, el reflujo o la hinchazón abdominal. Por esto prácticas como el mindfulness pueden ayudarnos a comer mejor y sufrir menos de la panza.