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"¿Es la destrucción de Gaza una consecuencia del ataque del 7 de octubre o el epílogo de un largo proceso de opresión y erradicación? ¿Tienen los palestinos derecho a resistirse a la ocupación? ¿Hablar de genocidio es antisemitismo? Enzo Traverso, uno de los historiadores más autorizados de nuestro tiempo, va a la raíz del conflicto israelopalestino poniendo en cuestión la historia del conflicto y ofrece una interpretación crítica que da la vuelta a la perspectiva unilateral desde la que nos hemos acostumbrado a observar lo que ocurre en Gaza. Se suele describir a Israel como una isla democrática en medio de un océano oscurantista y a Hamás como un ejército de bestias sedientas de sangre. La historia parece remontarse al siglo xix, cuando Occidente perpetró genocidios coloniales en nombre de su misión civilizadora. Sus supuestos esenciales siguen siendo los mismos: civilización frente a barbarie, progreso frente a atraso. Junto a las declaraciones rituales sobre el derecho de Israel a defenderse, nadie menciona nunca el derecho de los palestinos a resistir una agresión que dura desde hace décadas. Pero si en nombre de la lucha contra el antisemitismo permitimos que se desate una guerra genocida serán nuestras propias orientaciones morales y políticas las que se vean empañadas, serán los supuestos de nuestra conciencia moral los que se verán socavados: la distinción entre el bien y el mal, el opresor y el oprimido, los perpetradores y las víctimas. El atentado del 7 de octubre fue atroz, pero hay que analizarlo y no solo condenarlo, y debemos hacerlo reuniendo todas las herramientas críticas de la investigación histórica. Si la guerra de Gaza acabara en una segunda Nakba, la legitimidad de Israel se vería completamente comprometida. En ese caso, ni las armas estadounidenses, ni los medios de comunicación occidentales, ni la distorsionada y la memoria distorsionada e indignada de la Shoah podrán redimirlo."
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Seitenzahl: 123
Veröffentlichungsjahr: 2024
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Akal / Reverso. Historia crítica / 19
Enzo Traverso
Gaza ante la historia
Traducción de: Valentina Olalla Salvador
Se suele describir a Israel como una isla democrática en medio de un océano oscurantista y a Hamás como un ejército de bestias sedientas de sangre. La historia parece remontarse al siglo XIX, cuando Occidente perpetró genocidios coloniales en nombre de su misión civilizadora. Los supuestos esenciales siguen siendo los mismos: civilización frente a barbarie, progreso frente a atraso. Junto a las declaraciones rituales sobre el derecho de Israel a defenderse, nadie menciona nunca el derecho de los palestinos a resistir una agresión que dura desde hace décadas. Pero, si en nombre de la lucha contra el antisemitismo permitimos que se desate una guerra genocida, serán nuestras propias orientaciones morales y políticas las que se vean empañadas, serán los supuestos de nuestra conciencia moral los que se verán socavados: la distinción entre el bien y el mal, el opresor y el oprimido, los perpetradores y las víctimas. El ataque del 7 de octubre fue atroz, pero hay que analizarlo y no solo condenarlo, y debemos hacerlo reuniendo todas las herramientas críticas de la investigación histórica. Si la guerra de Gaza acabara en una segunda Nakba, la legitimidad de Israel se vería completamente comprometida. En ese caso, ni las armas estadounidenses, ni los medios de comunicación occidentales, ni la memoria distorsionada e indignada de la Shoah podrán redimirlo.
Nacido en Italia, Enzo Traverso hizo su doctorado en Francia, donde fue profesor en la Universidad de Picardia por muchos años. Desde 2013, es Profesor in the Humanities en la Universidad Cornell de Ithaca, Nueva York. Autor de referencia internacional, ocupa hoy día el lugar de preeminencia historiográfica que en su día ocuparon E. P. Thompson o Eric Hobsbawm. Sus últimas publicaciones, en lengua española, son El totalitarismo. Historia de un debate (2001), La violencia nazi. Una genealogía europea (2002), El pasado, instrucciones de uso. Historia, memoria, política (2007), ¿Qué fue de los intelectuales? (2009), A sangre y fuego. De la guerra civil europea (1914-1945) (2009), La historia desgarrada. Ensayo sobre Auschwitz y los intelectuales (2011), La historia como campo de batalla. Interpretar las violencias del siglo XX (2012), El final de la modernidad judía. Historia de un giro conservador (2013), Las nuevas caras de la derecha (2018), Melancolía de la izquierda. Después de las utopías (2019), Pasados singulares. El «yo» en la escritura de la Historia (2022) y La cuestión judía. Historia de un debate marxista (2023). En Akal ha publicado Revolución. Una historia intelectual (2022).
Diseño de portada
RAG
Director de la colección
Juan Andrade
Motivo de cubierta
Juan Hervás / artbyte.es
Traducción del poema de Mahmud Darwish
Sami Yousef Elías Barakat
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Título original
Gaza davanti alla storia
© Enzo Traverso, 2024
© Ediciones Akal, S. A., 204
para lengua española
Sector Foresta, 1
28760 Tres Cantos
Madrid - España
Tel.: 918 061 996
Fax: 918 044 028
www.akal.com
ISBN: 978-84-460-5579-2
Quizás triunfen los enemigos sobre Gaza (quizás el mar embravecido sobre una isla, quizás corten todos sus árboles)
quizás rompan sus huesos.
Quizás planten sus tanques en las entrañas de sus niños y mujeres, y la echen al mar o la arena o la sangre, pero
no se repetirán las mentiras y no dirá a los invasores: sí
y continuará explotando.
No es muerte tampoco es suicidio, pero es la forma que tiene Gaza de expresar que merece vivir:
y continuará explotando.
No es muerte tampoco es suicidio, pero es la forma que tiene Gaza de expresar que merece vivir…
Mahmud Darwish, «El silencio sobre Gaza» (1973)
Prefacio
Este breve ensayo surge en el trágico contexto de la guerra en Gaza y la encendida polémica que la ha seguido. El ataque de Hamás del 7 de octubre fue objeto, en casi todas partes, de una condena necesaria y comprensible. En cambio, la furia asesina y devastadora desencadenada por Israel en los meses siguientes provocó reacciones mucho más encontradas, fruto de un distanciamiento avergonzado, pero siempre indulgente, casi comprensivo. Las raras críticas a la política israelí no cuestionan una premisa de simpatía y solidaridad. El subtexto de los editoriales es casi siempre el mismo: francamente, estáis exagerando, no podemos evitar criticar vuestros métodos un tanto brutales pero lo hacemos porque estamos, como siempre, de vuestro lado, queremos ayudaros a luchar contra los monstruos, que están en el otro bando. Los países de lo que comúnmente se llama el Sur Global han expresado su indignación unánime por la destrucción de Gaza, mientras que Occidente –es decir, la gran mayoría de sus gobiernos y medios de comunicación– la ha respaldado, cuando no facilitado, cavando un surco cada vez más profundo entre sus elites y la opinión pública.
Las páginas que siguen nacen de esta constatación. No se trata, por tanto, de un texto escrito con sereno distanciamiento, sino más bien de un intento de elaborar una primera reflexión sin ocultar los sentimientos de estupor, incredulidad, desaliento y rabia que me han asaltado en los últimos meses. Podría decir, parafraseando a Sartre, que se trata de un texto escrito en situation. El título, Gaza ante la historia, no debe malinterpretarse. No soy un estudioso de Oriente Medio, ni del conflicto árabe-israelí, ni siquiera de Palestina. No pretendo explicar esta guerra, describir sus protagonistas, perspectivas y dimensión geopolítica. Otros ya lo hacen mucho mejor que yo, con herramientas y conocimientos que no poseo. El propósito de estas páginas es otro. He intentado escudriñar con ojo crítico el debate político e intelectual que ha suscitado la crisis de Gaza, tratando de desenredar el nudo de historia y memoria que la envuelve. En definitiva, se trata de una reflexión crítica sobre el presente y de cómo la historia está llamada a interpretarlo. El tema es amplio y merecería mucho más que estas notas escritas a toda prisa, pero es urgente. Los historiadores pueden desviarse de sus hábitos asumiendo algunos riesgos, sobre todo si –como es mi caso– no cultivan la ilusión de encarnar una ciencia «axiológicamente neutra».
Todo el mundo ha comprendido que esta guerra marca un punto de inflexión, no solo por sus consecuencias geopolíticas, sino por lo que representan palestinos e israelíes a los ojos del mundo. Sin embargo, este asunto pertenece al presente y aún no estamos en condiciones de escribir su historia; la historización de los grandes acontecimientos requiere tiempo, fuentes establecidas y accesibles, una mirada distanciada y una distancia crítica indispensable. No cabe duda de que la guerra de Gaza encontrará sus historiadores en el futuro. Por el momento, solo podemos observar los usos públicos del pasado que la acompañan, y reflexionar sobre la ayuda que la historia puede prestarnos para escrutar el presente y sobre las instrumentalizaciones a menudo cuestionables y a veces despreciables de que es objeto. Esto es lo que me ocupa en este breve ensayo. Mi punto de vista es discordante, en el sentido de que no coincide con los axiomas de esa pequeña parte del mundo que llamamos Occidente, que pretende detentar el monopolio no solo del poder, sino también de la moral. En este sentido, mi texto quisiera actuar como «contrapunto» a ese consenso, recogiendo la invitación que Edward Said dirigió hace años a los intelectuales, cuando se lamentaba de cómo sus voces se escuchaban cada vez menos, inmersas en el estruendo mediático. No obstante, si intentamos cambiar de punto de observación, poniéndonos en la piel de quienes sufren esta guerra, las voces ajenas al coro dicen cosas bastante obvias.
En el origen de este breve texto se encuentra un artículo publicado el pasado mes de diciembre por Il Manifesto y aparecido luego en inglés, en una versión actualizada, en Jacobin, así como una entrevista concedida al diario francés Mediapart, traducida después a varios idiomas. Las reacciones suscitadas por estas intervenciones me incitaron a escribir un ensayo más amplio en el que aclaro algunas observaciones. Agradezco a Tomás Rodríguez y Ediciones Akal el entusiasmo con que han acogido esta propuesta, convencidos de que merece la pena acoger y difundir una voz crítica.
Enzo Traverso
Mayo de 2024
1
EJECUTORES Y VÍCTIMAS
En un notable ensayo dedicado a los bombardeos aéreos durante la Segunda Guerra Mundial, el novelista alemán W. G. Sebald se preguntaba por las razones del silencio en torno al sufrimiento de sus conciudadanos al final del conflicto[1]. En 1945, Alemania estaba devastada, casi 600.000 personas habían muerto bajo los escombros de sus ciudades bombardeadas, un número aún mayor de civiles habían resultado heridos y varios millones, que habían perdido sus hogares, deambulaban como una masa de refugiados. Sin embargo, este sufrimiento extremo fue silenciosamente censurado e interiorizado por una sociedad muda; casi nadie se atrevía a expresarlo públicamente. Por supuesto, la Alemania ocupada ya no era una nación soberana, pero este silencio tenía razones más profundas. Los alemanes sabían que, cuando el fuego devoraba sus ciudades y de las ruinas se elevaban al cielo nubes de humo, la Wehrmacht, la policía y las SS estaban cometiendo crímenes mucho más graves que los que ellos mismos habían sufrido. Esto explica la vergüenza y el silencio culpable en que se encerraron, así como la diligencia y el frenesí con que trabajaron para retirar los escombros y reconstruir sus ciudades después de la guerra.
Los sufrimientos infligidos a la población civil alemana durante y después de la Segunda Guerra Mundial, cuando fue expulsada por millones de Europa Central, son incuestionables, pero cuando Martin Heidegger los evocó para dar la vuelta a la tortilla y presentar a Alemania como víctima de una persecución, Herbert Marcuse decidió poner fin a su relación epistolar. Al adoptar estas posiciones, escribió, Heidegger se situaba «fuera del Logos», fuera de «la dimensión en la que todavía es posible un diálogo entre seres humanos»[2]. Heidegger no era uno de los vencedores, estaba en el bando de los que habían perdido la guerra (y sus cátedras universitarias), pero sus argumentos eran descaradamente apologéticos. Solamente a finales de la década de 1990, cuando la Alemania reunificada había integrado plenamente la memoria de los crímenes nazis en su conciencia histórica, sus propios sufrimientos durante la Segunda Guerra Mundial pudieron no solo ser ampliamente estudiados, sino también reconocidos y debatidos en la esfera pública sin dar lugar a malentendidos, sin aparecer como excusas o intentos de autoabsolución[3]. Tengo la impresión de que hoy la gran mayoría de nuestros columnistas y comentaristas se han vuelto «heideggerianos», inclinados a confundir a los agresores con las víctimas, con la diferencia de que los agresores de hoy ya no son los vencidos sino los vencedores.
La guerra de Gaza no es la Segunda Guerra Mundial, eso está claro, pero las analogías históricas –que nunca son homologías– pueden servirnos de guía, aunque impliquen a otros actores y acontecimientos de distinta magnitud. Es en este espíritu que, en 1994, Jean-Pierre Chrétien habló de un «nazismo tropical» a propósito del genocidio de los tutsis en Ruanda, y que la palabra genocidio reapareció en Europa durante la guerra en la antigua Yugoslavia, en particular tras la masacre de Srebrenica[4]. En los genocidios, por complejos y diversos que sean sus contextos históricos, siempre hay verdugos y víctimas. Pero el futuro historiador de la guerra de Gaza tendrá que hacer una valoración diferente de la de Sebald, porque hoy los papeles parecen estar invertidos. Mientras destruye Gaza bajo una lluvia de bombas, Israel se presenta como la víctima del «mayor pogromo de la historia desde el Holocausto».
La escena es bastante paradójica. Es como si asistiéramos a una especie de juicios de Nuremberg a la inversa, donde no se juzgan los crímenes cometidos por los nazis, sino las atrocidades (indiscutibles) cometidas por los aliados. Símbolo de la justicia de los vencedores, los juicios de Nuremberg estuvieron llenos de contradicciones, pero nadie pudo cuestionar seriamente la culpabilidad de los acusados[5]. Después del 7 de octubre, por el contrario, siempre se presenta a Israel como la víctima. ¿La destrucción de Gaza?: un exceso lamentable en una guerra legítima de autodefensa, la reacción implacable pero comprensible de un Estado amenazado que se protege por todos los medios. En los años ochenta del pasado siglo, en la época del gran debate alemán sobre el pasado hitleriano (Historikerstreit), el historiador conservador Ernst Nolte describió los crímenes nazis como «reactivos», culpables sin duda, pero nacidos en la lucha contra una amenaza muy real encarnada en el bolchevismo, el «prius lógico y fáctico» de los totalitarismos del siglo XX y de la guerra en el frente oriental[6]. Hoy, el «prius lógico y fáctico» ha pasado a ser Hamás, un movimiento cuya única razón de ser sería el odio a Israel.
En el crepúsculo de la Guerra Fría, la época del Historikerstreit, todos los conservadores defendían a Nolte, que había expuesto valientemente los motivos de Hitler: puesto que su visión del mundo se basaba en una forma radical de antibolchevismo, tenía que haber algún atenuante. Había que relativizar los crímenes nazis. Los periódicos que entonces defendieron a Nolte, en primer lugar el Frankfurter Allgemeine Zeitung, se han convertido hoy en férreos partidarios de Israel[7]. En el siglo XXI, el fundamentalismo islámico, con el que identifican a Palestina, amenaza a Occidente como lo hizo el comunismo en el pasado siglo. Las motivaciones ideológicas del frente pro-Israel, tan inflexible en su lucha contra el antisemitismo, son básicamente las mismas que hace cuarenta años impulsaron al gran periódico de la burguesía alemana a ser tan indulgente ante las interpretaciones apologéticas del nazismo encarnadas por Nolte. En los dos casos se ha producido una inversión de las partes: en el debate de hace cuarenta años, las víctimas eran los alemanes, no los judíos; hoy, las víctimas son los israelíes, no los palestinos.