Goya - Valeriano Bozal - E-Book

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Valeriano Bozal

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Beschreibung

Pintor de costumbres, retratista de cortesanos y burgueses, pintor de leyendas, paisajista, pintor de la guerra y la violencia no menos que de la belleza y la felicidad, de la miseria y la elegancia, pintor de las lacras morales y sociales, de la superstición y la razón, nada fue ajeno a Francisco Goya. Lo pintó todo, y lo hizo en dibujos, grabados y pinturas al óleo y al fresco, sobre lienzo, hojalata, directamente sobre el muro, sobre papel, en planchas de cobre, en una evolución que, si se inicia en el marco del tardo- barroco y el rococó, pronto domina un estilo propio, inconfundible. Francisco Goya es un artista central en la historia de nuestra pintura y de nuestra cultura, su influencia es todavía hoy muy grande. El presente libro de Valeriano Bozal, autor de diversas obras especializadas sobre el maestro aragonés, analiza con sencillez no exenta de rigor sus pinturas, dibujos y grabados, y ofrece un panorama de su vida, en muchos momentos azarosa, en el medio histórico en el que se desarrolló, una época crucial para España y para Europa.

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Goya

1. Autorretrato, h. 1815, Madrid, Museo Nacional del Prado.

Valeriano Bozal

Goya

© Valeriano Bozal, 2010

© de la presente edición, Machado Grupo de Distribución, S.L.

C/ Labradores, 5. Parque Empresarial Prado del Espino

28660 Boadilla del Monte (Madrid)

[email protected]

www.machadolibros.com

ISBN: 978-84-9114-112-9

Índice

1. Goya joven, los primeros años

2. El oficio de pintor. Goya en Madrid

3. La primavera ilustrada

4. Caprichos. Dibujos, estampas y pinturas

5. Goya y la Guerra de la Independencia

6. La postguerra

7. Disparates y Pinturas negras

8. Goya en Burdeos

9. La influencia de Goya

Bibliografía

Ilustraciones

Apéndice. Cartones para tapices

2. Estudio de cabeza de ángel para La Gloria (o Adoración del nombre de Dios) del coreto de la basílica de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza, h. 1771-1772, Zaragoza, Museo de Zaragoza.

Capítulo 1Goya joven, los primeros años

Empezaré por la que puede parecer una paradoja: hay muchos Goya, hay un Goya. Hay muchos Goya: su obra se extiende por un tiempo largo y complejo, cambia y evoluciona, se adentra en géneros distintos, retrato, historia, pintura religiosa, etc., y en diferentes técnicas: óleo, grabado al aguafuerte y al aguatinta, con punta seca, litografía, dibujo. Pero hay un Goya: la evolución del artista traza una línea coherente en la que progresa no sólo técnica o estilísticamente, también se amplía su campo de atención, los motivos que suscitan su interés, nada queda fuera de su mirada.

Hay un Goya y hay varios: como pintor, como profesional de la pintura, es artista que pretende un puesto en la corte, equivalente a lo que hoy podríamos considerar un «funcionario», con salario fijo y una situación administrativa consolidada, pero también es artista que, más próximo a nosotros, al mundo moderno, trabaja por gusto, por capricho, hace dibujos privados y obras que verán pocos, muchas veces sólo sus amigos, sin prescindir por eso de los encargos oficiales y privados. Incluso en el exilio de Burdeos, al final de su vida, continúa siendo pintor del Rey, hasta que se jubila. Y cuando se jubila, nada más «antiguo» para un artista, hace las pinturas y los dibujos más modernos.

3. Sacrificio a Vesta, 1771, Zaragoza, Colección Félix Palacios Remondo.

Francisco Goya nace en 1746 en un pequeño pue blo aragonés, Fuendetodos, dedicado a la agricultura, y muere en Burdeos, una ciudad comercial y burguesa, el 16 de abril de 1828. Cuando nace, reina en España Fernando VI, segundo de los borbones; cuando muere, es Fernando VII quien ocupa el trono. Entre tanto han reinado Carlos III y Carlos IV; el movimiento ilustrado ha recibido un fuerte impulso, aunque no definitivo, la oposición entre la Iglesia y la aristocracia, por una parte, y los ilustrados, por otra, se ha intensificado. Ha estallado la Guerra de la Independencia, se ha proclamado la Constitución de 1812, la Constitución de Cádiz, reinstaurado el absolutismo, abolido la Inquisición, que vuelve a estar en vigor a partir de 1814. Cae el absolutismo con el levantamiento del general Rafael de Riego, se instaura el liberalismo, la Constitución de 1812. Desaparece la Inquisición de nuevo, se pierden las colonias españolas en América del Sur. El ejército francés del duque de Angulema reinstaura el absolutismo otra vez, Goya marcha a Francia, vuelve la represión sobre liberales, masones.

4. Venus y Adonis, h. 1771, Zaragoza, Museo de Zaragoza.

5. El bautismo de Cristo en el Jordán, h. 1771-1775, Madrid, Colección de los Condes de Orgaz.

Algunos historiadores consideran, con razón, que todas éstas son causas –y testimonios– de la quiebra de régimen tradicional, el antiguo régimen, la monarquía absoluta. Pero el nuevo régimen no se impone con fuerza y el siglo XIX será escenario de pronunciamientos y cambios políticos que ponen de relieve la inestabilidad de nuestro país, su fragilidad política, económica y social. Entonces Goya ya habrá muerto, pero en 1863 y 1864 se conocen algunas de sus series de estampas más importantes, que quedaron sin publicar cuando marchó de España: Desastres de la guerra (1863) y Disparates (1864).

6. Cuaderno italiano, 1770-1771, Madrid, Museo Nacional del Prado.

El panorama europeo no puede ser ignorado. La Ilustración y el Enciclopedismo, el desarrollo de la Revolución industrial, la Revolución Francesa, Napoleón, el imperio napoleónico y el surgir de los nacionalismos. La Restauración que, a pesar de su nombre, nunca llegó a restaurar, a reponer, lo que se había quebrado. Pues, al igual que en el caso de España, también en Europa se produce una quiebra del Antiguo Régimen, el liberalismo ocupa el lugar destacado en el ámbito político, la industrialización conduce al desarrollo urbano, permite la aparición y rápida implantación de los medios de comunicación de masas e introduce formas culturales por completo originales. Si la España que pudo contemplar Goya al nacer era muy distinta de la que veía en la distancia de Burdeos al morir, otro tanto sucedió en Europa. Su pintura no es ajena a este movimiento.

7. Aníbal vencedor contempla por primera vez Italia desde los Alpes, 1771, Cudillero, Asturias, Fundación Selgas Fagalde.

Como ya se ha dicho, Goya nació en un pequeño pueblo, a 44 kilómetros de Zaragoza. Sus padres, José Goya y Gracia Lucientes se habían trasladado a Fuendetodos mientras arreglaban su casa en Zaragoza. El pintor fue el cuarto hijo de los que nacieron: Rita, Tomás, Jacinta, Francisco, Mariano y Camilo. Estudió sus primeras letras en las Escuelas Pías de la capital aragonesa y en 1759 inició su aprendizaje en la Academia de Dibujo que dirigía José Luzán (1710-1785). Podemos saber lo que aprendió a tenor de lo que pintara el maestro Luzán, un rococó más italiano que francés, volcado sobre el género religioso, pero su influencia sobre Goya no fue grande. Conviene decir ahora que Goya fue un pintor de andadura lenta, que sus comienzos no fueron sorprendentes, aunque él pronto estuviera convencido de su habilidad, incluso de su genialidad, como veremos de inmediato.

Tal como era habitual entre los artistas de la época, la pintura religiosa y la mitológica fueron el punto de partida de su oficio. Se conservan pocas obras [3, 4, 5], algunas de autoría discutida, y no tuvo aceptación cuando se presentó al concurso de pintura de tercera clase convocado por la Academia de Bellas Artes de San Fernando (1763): no obtuvo ningún voto. Quizá fuera esa la razón por la que se puso bajo el «amparo» de Francisco Bayeu (1734-1795), que en adelante aparece como su mentor. La relación se hizo más estrecha al casar Goya con la hermana del pintor, Josefa Bayeu, en 1773. Bayeu le apoyará en la corte madrileña como pintor de cartones para tapices, pero las relaciones entre ambos también serán tirantes.

8. Boceto de La Gloria (o Adoración del nombre de Dios) del coreto de la basílica de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza, 1771-1772, Zaragoza, Ibercaja.

Antes, Goya ha decidido viajar a Italia (1770-1771/72). El viaje a Italia formaba parte del aprendizaje de los pintores de la época, que comúnmente lo hacían financiados por alguna institución o contando con alguna beca o ayuda. Goya no dispone de ayuda alguna y se financia el viaje él mismo. Podemos reconstruirlo parcialmente a partir del cuaderno de apuntes que realizó, el llamado Cuaderno italiano [6], conservado en el Museo del Prado, también por su participación en el concurso de pintura convocado por la Academia de la ciudad de Parma. El tema propuesto para el concurso era Aníbal vencedor, a partir de un soneto de Carlo Innocenzo Frugoni, secretario de aquella Academia.

Aníbal vencedor contempla por primera vez Italia desde los Alpes (1771, Cudillero, Asturias, Fundación Selgas Fagalde) [7], la pintura de Goya, no ganó el concurso pero fue comentada elogiosamente por el jurado. El artista aragonés mostró toda su capacidad en una composición tardobarroca de cromatismo frío, profundamente académica, como cabía esperar.

A su vuelta a Zaragoza, apresurada, Goya se ocupa en la realización de pintura religiosa: La adoración del nombre de Dios (1772), fresco en la bóveda del coreto de la Basílica del Pilar [2, 8], un conjunto de obras para el palacio de los duques de Sobradiel (1772) y pinturas sobre la vida de la Virgen en la Cartuja de Aula Dei (1773-1774) [9], junto a Zaragoza, once óleos de carácter monumental, los más importantes en este momento.

9. Visitación (detalle), 1773-1774, Zaragoza, Cartuja de Aula Dei.

Las pinturas de la Cartuja han sufrido notable deterioro y han sido restauradas en distintas ocasiones. Cuatro de ellas fueron pintadas de nuevo por los hermanos Paul y Amedée Buffet, que también intervinieron en otras. A pesar de todo, encontramos una personalidad que no puede ignorarse y un modo de pintar que, sin ser por completo original, revela la existencia de un artista diferente de lo habitual. Su dominio de la composición y su sentido de la monumentalidad son muy notables, así como el tratamiento del espacio y los juegos de perspectiva, especialmente en el «encaje» de las figuras en los motivos arquitectónicos y el tratamiento retórico de gestos y actitudes. En cualquier caso, sin embargo, todavía no estamos ante el Goya que todos tenemos en nuestra retina, el Goya que vuelve a empezar su carrera con los cartones para tapices, pero sí ante algunas figuras que más adelante reconoceremos, familiares: mujeres jóvenes que son vírgenes, hombres mayores que son santos.

10. La vendimia (o El otoño) (detalle), h. 1786-1787, Madrid, Museo Nacional del Prado.

Capítulo 2El oficio de pintor. Goya en Madrid

El artista, reclamado por Mengs para pintar cartones para tapices, quizá a instancias de Francisco Bayeu –recordemos que en ese momento era su cuñado–, parte para Madrid el 3 de enero de 1775. Antón Raphael Mengs (1728-1779), conocido como el «nuevo Rafael», era, tras la muerte de Giambattista Tiepolo (1696-1770), el «nuevo Veronés», la máxima autoridad pictórica en España y, quizá, en Europa. Autor de obras destacadas en el marco del gusto neoclásico y de textos teóricos que todavía hoy conservan interés para entender este estilo (y algunos de los rasgos de la pintura de Goya, tan poco proclive, por otra parte, al neoclasicismo), sus ideas podían chocar, sin embargo, con la tradición poco «idealista» de la pintura española, de Velázquez, Zurbarán, Ribalta o Ribera. Su dominio del mundo de la pintura fue total y contar con su apoyo, decisivo para el artista que quisiera medrar en la corte.

Que Goya deseaba subir peldaños en el «escalafón» de pintores-funcionarios, no constituye secreto alguno: sus cartas a Zapater están llenas de indicaciones al respecto. Pero el punto de partida era bajo: los cartones para tapiz no son sino los modelos necesarios para fabricar tapices en la Real Fábrica, una empresa cortesana de cuño ilustrado, destinados en su mayoría a las reales habitaciones. Como tales modelos, debían ser realizados atendiendo a temas, dimensiones y formatos fijados previamente, a la exigencias del telar, muchas veces bajo la tutoría de un pintor más conocido, Bayeu por ejemplo, y, una vez utilizados, se guardaban, no se exhibían.

11. La merienda, 1776, Madrid, Museo Nacional del Prado.

Nada tiene de particular, por tanto, que el artista aragonés, a la vez que realizaba los cartones, procurase encargos con mayor futuro e hiciese trabajos que le proporcionaran mayores ingresos. Prestigio e ingresos son dos ideas que tiene en mente cuando llega a Madrid. Satisfacerlas costó su tiempo.

12. El baile a orillas del río Manzanares, 1777, Madrid, Museo Nacional del Prado.

1. CARTONES PARA TAPICES

La Real Fábrica de Tapices, cuyos orígenes pueden rastrearse hasta 1720, conoció sus mejores épocas en los reinados de Fernando VI y Carlos III, su actividad disminuyó en el de Carlos IV, aunque no desapareció. Su objetivo fue proveer de tapices a los Reales Sitios, algo que hizo sirviéndose, primero, de modelos flamencos y franceses, con motivos de costumbres y mitológicos. Carlos III fue el primer monarca que solicitó se representasen costumbres españolas, una decisión que cambió sustancialmente la condición de los motivos y obligó a pensar en la realidad española, los lugares, tipos, indumentarias y costumbres de la Península.

Los cartones que realizó Goya se inscriben en este marco de preferencias, un ámbito cultivado también por dibujantes y grabadores, con cuya obra mantienen los cartones de Goya fecundo diálogo: en las estampas podemos encontrar muchos de los tipos que aparecen en los cartones, la naranjera, el murciano, los bandoleros, toreros, etc. Aunque se ha hablado de realismo, la verdad es que todas estas imágenes ofrecen una visión edulcorada de la vida española, también de las clases más humildes, y son testimonio de una sociedad pintoresca que sólo existió –la verdad era mucho más dura– en el imaginario de los cortesanos y, poco después, en el imaginario de los viajeros europeos: consagraron como real una visión tópicamente casticista y exótica.