Gran sertón: Veredas - João Guimarães Rosa - E-Book

Gran sertón: Veredas E-Book

João Guimarães Rosa

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Beschreibung

Riobaldo, antiguo yagunzo del agreste sertón brasileño a principios del s. XX, emprende una extensa narración autobiográfica ante un interlocutor de ciudad, presumiblemente un médico. Su voz emerge unida a la dureza lírica del paisaje y al sentir profundo y melancólico de sus gentes, tanto como de la épica descarnada y salvaje de las grandes historias. No siempre está claro lo que pretende transmitir; a veces desgranando vocablos y giros lingüísticos propios del esquivo universo sertanero; a veces avanzando y retrocediendo por aberínticos derroteros que se van abriendo paso al mismo ritmo que los cascos de los caballos hollando el polvo de las inhóspitas veredas del sertón; a veces, en fin, sometiendo la inabarcable realidad a los imprecisos horizontes míticos que lo cercan pero que, no obstante, le son bastantes como para adentrarse, con la autoridad propia de quien ha desafiado al mismísimo demonio, en los misterios más insondables de la vida.Desde su lejana experiencia, curtida en mil batallas, avenido sin embargo a una vida familiar convencional en el ocaso de su existencia, Riobaldo rememora sus belicosas andanzas junto a personajes tan carismáticos e inolvidables como los líderes Joca Ramiro —arquetipo del jefe de imbatible genio militar, sabio e intrépido—Medeiro Vaz y Zé Bebelo; y los muchos yagunzos que le acompañan en sus extraordinarias aventuras, como Alaripe, Marcelino Pampa, João Concliz o el cruel y misterioso Hermógenes; pero especialmente Diadorín, de cuya singular gallardía y serenidad queda prendado, sellando con tan hondo sentimiento su destino como hombre.

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Riobaldo, antiguo yagunzo del agreste sertón brasileño a principios del s. XX, emprende una extensa narración autobiográfica ante un interlocutor de ciudad, presumiblemente un médico. Su voz emerge unida a la dureza lírica del paisaje y al sentir profundo y melancólico de sus gentes, tanto como de la épica descarnada y salvaje de las grandes historias. No siempre está claro lo que pretende transmitir; a veces desgranando vocablos y giros lingüísticos propios del esquivo universo sertanero; a veces avanzando y retrocediendo por laberínticos derroteros que se van abriendo paso al mismo ritmo que los cascos de los caballos hollando el polvo de las inhóspitas veredas del sertón; a veces, en fin, sometiendo la inabarcable realidad a los imprecisos horizontes míticos que lo cercan pero que, no obstante, le son bastantes como para adentrarse, con la autoridad propia de quien ha desafiado al mismísimo demonio, en los misterios más insondables de la vida.

Desde su lejana experiencia, curtida en mil batallas, avenido sin embargo a una vida familiar convencional en el ocaso de su existencia, Riobaldo rememora sus belicosas andanzas junto a personajes tan carismáticos e inolvidables como los líderes Joca Ramiro —arquetipo del jefe de imbatible genio militar, sabio e intrépido— Medeiro Vaz y Zé Bebelo; y los muchos yagunzos que le acompañan en sus extraordinarias aventuras, como Alaripe, Marcelino Pampa, João Concliz o el cruel y misterioso Hermógenes; pero especialmente Diadorín, de cuya singular gallardía y serenidad queda prendado, sellando con tan hondo sentimiento su destino como hombre.

João Guimarães Rosa

Gran sertón: Veredas

Título original: Grande sertão: Veredas

João Guimarães Rosa, 1956

Nota del traductor

El presente libro, uno de los más importantes de la literatura brasileña de todos los tiempos, se presta a comentarios de la más variada índole. Sin embargo, a nosotros, en cuanto traductores, sólo nos corresponde en esta ocasión referirnos a nuestro trabajo, no por la dificultad y la satisfacción intelectual que éste nos ha supuesto, sino porque, al hacerlo, ayudaremos, en cierto modo, al lector a gozar plenamente de su lectura.

El lenguaje de Guimarães Rosa no se ajusta, ni mucho menos, a las normas usuales de la lengua portuguesa, ni siquiera a las del portugués, matizado en muchos aspectos, que se escribe en el Brasil con la consideración de lengua culta o literaria. En primer lugar, su puntuación —reflejo de su cadencia— se atempera al tono coloquial o conversacional. De ahí los numerosos incisos, las reiteraciones, incluso los pleonasmos tan abundantes en este libro. Ocurre esto porque el autor ha hecho una obra más para oída que para leída o, si se quiere, para leída en voz alta. Su tono es «cantable» y nosotros hemos procurado mantener en la traducción castellana las aliteraciones y demás recursos utilizados por el autor para conseguir ese tono. Por ello, y en la medida de lo posible, hemos conservado su misma puntuación.

Si hubiese que buscar algún antecedente, aunque remoto, a la plenitud creadora de este libro, lo encontraríamos en el autor gaucho brasileño Simões Lopes Neto, dato que traemos a colación para que el lector relacione esta obra con el Martín Fierro del argentino José Hernández, cuyo lenguaje bien podría servir de introducción castellana al más evolucionado literariamente de Guimarães Rosa.

Gran Sertón: Veredas ha sido traducido al alemán, al francés y al inglés. Conocemos las traducciones a los dos últimos idiomas y, en ellas, sus autores no se han preocupado de mantener el clima lingüístico del original. Se trata de un francés y un inglés ortodoxos o levemente matizados, en ocasiones, de cierto coloquialismo. Lo que nosotros hemos intentado es más expuesto a errores, pero también más congruente con el verdadero concepto de traducción; hemos tratado de aplicar al castellano el mismo instrumental que Guimarães Rosa ha aplicado al portugués y procurado efectos semejantes a los por él conseguidos. Nuestra traducción —consciente y escrupulosamente— tampoco se ajusta al castellano usual en literatura. Esta versión, como el original, no sólo no es académica: tampoco es corrientemente literaria. Y, no obstante, nos parece que se acercará tanto más al concepto de literatura de creación cuanto más se aproxime al original, que hemos tratado de respetar con el mayor miramiento.

El lenguaje de Riobaldo, narrador de sus propias aventuras, posee un fondo de términos, de expresiones —y hasta de sintaxis— propio del interior del Estado de Minas Gerais. Apuntan en él ciertos arcaísmos corrientes en el interior del Brasil a los que hemos buscado correspondencia en otros de estirpe castellana. Pero lo más característico de su manera de hablar es el empleo impropio de ciertas palabras que, sin embargo, subsana el contexto de la frase. Hubiera sido gratuito por nuestra parte substituir dichos términos por los correctos de nuestra lengua. Por otro lado, son muchos los nombres de animales, vegetales, alimentos y objetos de diferente índole que no tienen correspondencia exacta en nuestro idioma o cuya sinonimia sería muy problemática en el castellano hablado en América. En lugar de ofrecer una traducción siempre dudosa —y dado que su abundancia no es tanta como para dificultar la lectura— los hemos mantenido, pero ofreciendo su transcripción fonética, si bien la ortográfica, cuando ambas no coinciden, va indicada al pie de la primera en el glosario que completa esta traducción. El haber realizado una transcripción fonética de estos vocablos —además de atemperarse a las nuevas orientaciones de la lingüística— obedece a una adecuación al tono oral, y no meramente «literal», de la obra de Guimarães Rosa. Pero no todos los nombres de plantas o de animales han sido incluidos en el glosario: sólo forman parte del mismo aquellos que gozan de especial relieve en la narración o los que pudieran prestarse a dudas sobre la naturaleza de lo por ellos designado.

Asimismo llamamos la atención sobre otros dos hechos. El primero se refiere a los neologismos acuñados mediante la concentración de varias voces en una sola, tales como «rasclavar», cuyo significado puede consultarse en el glosario. Bastantes de estos neologismos tienen un tan claro sentido que no hemos creído preciso incluirlos en él. Hay otro grupo de neologismos a los que conviene la denominación de cultismos. De todos ellos damos cuenta en el glosario[1].

Una última indicación, relativa al título de la obra: sertón[2] no tiene equivalente en castellano, pero ya ha sido adoptado por el que se habla en Hispanoamérica; vereda[3], cuya significación aclaramos en el glosario, no se corresponde con la que esta palabra tiene en castellano. A pesar de ello, hemos mantenido una traducción literal del título de este libro, por no seguir la viciosa costumbre de inventar otro para nuestra traducción. Nuestro respeto a la entidad y categoría literaria del original no nos permite hacer otra cosa.

Ofrecemos estas sumarias explicaciones, no para salir al paso de las críticas de quienes tengan un concepto de la literatura diferente del nuestro y del de Guimarães Rosa, sino para ilustrar la lectura de quienes se acerquen a esta gran narración libres de estériles prejuicios literarios.

Ángel Crespo

A Aracy, mi mujer,

Ara, le pertenece

este libro.

«El diablo en la calle,

en medio del remolino…»

Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!

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