Grandes Misterios del Cristianismo - José Gregorio González Gutiérrez - E-Book

Grandes Misterios del Cristianismo E-Book

José Gregorio González Gutiérrez

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Beschreibung

Contra la idea de la Santa Sede de que el cristianismo es un dogma monolítico y un corpus cerrado de creencias, existen numerosos fenómenos al margen del dogma, alguno de ellos cercanos a la herejía. El cristianismo no es un fenómeno hermético, cerrado, en donde sólo cabe el dogma, lejos de esto existen numerosos sucesos heterodoxos, en los márgenes, algunos de ellos contradictorios o directamente heréticos. Grandes Misterios del Cristianismo analiza los mitos cristianos como el Arca de Noé o la Sábana Santa, la profecías de San Malaquías o del papa Juan XXIII y, entre muchas otras cosas, analiza figuras tan controvertidas como Lutero o María Magdalena y consigue hacernos llegar la imagen de un credo plural, móvil y plagado de matices. José Gregorio González bucea en fuentes como el famoso Documento Q, los Manuscritos del Qumram o los evangelios gnósticos, o incluso aborda los evangelios de Judas, para mostrar los hechos de la historia del cristianismo que se encuentran en los márgenes de la historia oficial. Nos muestra hechos tan significativos como el exorcismo de María Magdalena, las precisas predicciones de San Malaquías con la elección de todos y cada uno de los papas hasta la actualidad, los distintos restos del Arca de Noé que se han encontrado a lo largo de la historia o las falsificaciones de reliquias tan relevantes como la Sábana Santa, también conoceremos a fondo a personajes tan determinantes como Lutero, con una vida plagada de apariciones divinas y algunas que actualmente se considerarían contactos con alienígenas. Los mitos, las leyendas y los misterios del cristianismo contados de una manera directa y fundamentada: el verdadero paradero de la tumba de Cristo o del Arca de la Alianza basado en fuentes fiables, y trasmitido de un modo didáctico y accesible. Razones para comprar la obra: - El cristianismo es un tema con una enorme relevancia para millones de personas, en toda su profundidad y en todos sus matices.

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GRANDES MISTERIOS DELCRISTIANISMO

GRANDES MISTERIOS DELCRISTIANISMO

El evangelio de Judas, los pergaminos de Qumran, el Santo Grial, el Arca de la Alianza, la tumba de Jesús y otros enigmas

JOSÉ GREGORIO GONZÁLEZ

 

 

Colección: Historia Incógnita www.historiaincognita.com

Título: Grandes misterios del cristianismo. Subtítulo:El evangelio de Judas, los pergaminos de Qumran, el Santo Grial, el Arca de la Alianza, la tumba de Jesús y otros enigmas.Autor: © José Gregorio González

Copyright de la presente edición: © 2007 Ediciones Nowtilus, S.L. Doña Juana I de Castilla 44, 3º C, 28027 Madrid www.nowtilus.com

Editor: Santos Rodríguez Coordinador editorial: José Luis Torres Vitolas

Diseño y realización de cubiertas: Rodil&Herraiz Maquetación: JLTV

Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por la Ley, que establece pena de prisión y/o multas, además de las correspondientes indemnizaciones por daños y perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicaren públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la preceptiva autorización.

ISBN-13: 978-84-9763-380-2

Libro electrónico: primera edición

A mi pequeño Alexander y a Toñi, mi infatigable compañera En ellos encuentro la fuerza

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN

1. EL DILUVIO UNIVERSAL

2. EL ENIGMA DEL ARCA DE LA ALIANZA

3. EL MISTERIO SALOMÓN:DE LOS GENIOS A LA MESA MÁGICA

4. DEL EVANGELIO DE JUDAS AL DOCUMENTO Q

5. JESUS SIN COARTADA

6. EL ENIGMA DE MARIA MAGDALENA

7. EL SANTO GRIAL

8. LA SABANA SANTA Y OTRAS SÍNDONES

9. LA SANTA LANZA, LIGNUM CRUCIS Y OTRAS RELIQUIAS

10. FENOMENOS PARANORMALES EN EL CRISTIANISMO

11. APARICIONES MARIANAS

12. PROFETAS Y VIDENTES DE LA IGLESIA

13. GALERIA DE PERSONAJES INSÓLITOS

14. GALERIA DE MISTERIOS VARIOS

15. EL ANTICRISTO

BIBLIOGRAFÍA

INTRODUCCIÓN

Una Historia de creencias, un Universo de misterios

La edición que el lector tiene entre sus manos, actualizada con nuevos datos y ampliada con novedosos capítulos, tuvo como germen Enigmas del Cristianismo, una primera aproximación a los ancestrales misterios vinculados a la historia de esta confesión religiosa, que en su momento fue posible gracias a la apuesta por la misma de Fernando Jiménez del Oso. Mis primeras palabras son por tanto para él, para recordarle y agradecerle públicamente —aunque ya no esté entre nosotros para leer estas líneas— ese voto de confianza que entonces tuvo en nuestro trabajo y que ahora secunda con mayor entusiasmo, sí cabe, nuestro editor. Aunque es necesario etiquetar estas páginas, salta a la vista que los asuntos abordados en las mismas no se circunscriben exclusivamente al Cristianismo, sino que como el lector comprobará arrancan en muchos casos en el corazón del judaísmo y la tradición hebrea, y ocasionalmente extienden sus ramificaciones por momentos tan distantes de la historia como el Egipto de los faraones o la Segunda Guerra Mundial; tienen, en definitiva, algo que ver para bien o para mal con la historia de buena parte del mundo y con los miles de millones de personas que lo han habitado en los últimos 4000 mil años. A pesar del tiempo transcurrido y del avance de disciplinas científicas que los interpretan como simples mitos, pocas veces originales y casi siempre fundamentados en creencias irracionales según estos criterios, estos misterios siguen más vivos que nunca. Un excelente ejemplo de ello lo constituyó la macro producción El Éxodo descodificado, un espectacular documento audiovisual producido en 2006 y auspiciado por James Cameron que muestra ayudado por la tecnología moderna la interpretación que hace Simcha Jacobovici de los acontecimientos narrados en el Éxodo. Con independencia de un contenido y unas conclusiones que han sido dura y sólidamente discutidas tanto por sectores críticos como afines al cristianismo, alcanzadas entre otras razones por jugar con los datos aquí o cambiar las cronologías allá, lo indiscutible es que se trata de una iniciativa con un coste superior a los 3,5 millones de dólares que va dirigida a un mercado real, a hombres y mujeres que desde la fe o la simple curiosidad demandan información sobre tales cuestiones. Tampoco es despreciable que el Creacionismo y su versión más científica, el llamado Diseño Inteligente, tengan tantos millones de simpatizantes en todo el mundo, la inmensa mayoría en Estados Unidos, donde se han promovido iniciativas legislativas para convertir en objeto de estudio con categoría de ciencia una propuesta que en muchos aspectos choca frontalmente con bastantes fundamentos de la ciencia moderna. A nuestro juicio esta situación, con independencia del fundamentalismo religioso que pueda suponer, es un claro síntoma de la manera en la que viejos misterios abordados desde la filosofía y la teología como la existencia de Dios, el sentido de vida, la supervivencia tras la muerte, etc. conviven con las intrigas científicas que suponen el comportamiento de las partículas subatómicas estudiado por la física cuántica, el desciframiento del código genético o la propia expansión del universo iniciada tras el Big bang.

Lejos de insensatas pretensiones, estás páginas pretende tan solo ofrecer información variada sobre diversos aspectos enigmáticos vinculados con el cristianismo y en parte con el judaísmo, aportando también visiones críticas que equilibren la balanza de las propuestas más especulativas. Colocaremos la lupa sobre aquellos hechos anómalos que consideremos especialmente significativos, pero el lector también comprobará como no escatimaremos a la hora de manifestar nuestro escepticismo sobre aquellos temas que lo demanden. Ojeando el sumario se percatará de nuestra apuesta por la diversidad, —fenómenos paranormales y milagrosos, reliquias, arqueología bíblica, personajes significativos, textos sagrados, simbología, etc.— y a través de la lectura de este libro espero que también quede claro nuestro sincero respeto por las creencias, a nuestro juicio compatible con el rol de comunicador que asumimos a partir de este instante. Amigo lector, hay hechos que merecen ser estudiados, que requieren ser investigados despojándonos de limitadores prejuicios; espero que en estas páginas usted los encuentre.

EL DILUVIO UNIVERSAL

Y dijo Dios a Noé: “He decidido acabar con todos los seres vivos, pues la tierra está llena de violencia por culpa de ellos, y los voy a suprimir de la tierra. En cuanto a ti, construye un arca de madera de ciprés; en el arca dispondrás celditas, y la recubrirás con brea por dentro y por fuera. La construirás de la siguiente manera: tendrá ciento cincuenta metros de largo, veinticinco metros de ancho y quince metros de alto. Le pondrás un techo, dejando medio metro entre la parte superior de los costados y el techo. Pondrás la puerta del arca en un costado y harás un primer piso, un segundo y un tercero”. (Génesis, 1316)

Para aquellos que postulan que la tradición cristiana se nutrió principalmente con elementos pertenecientes a otras culturas, el mito del Diluvio Universal y la saga de Noé constituyen el mejor de los argumentos. Y es que no existe otra narración en la Biblia que se encuentre tan ampliamente difundida en los mitos de otras religiones como la de la gran inundación, un catastrófico acontecimiento provocado en la mayoría de las versiones por las potencias divinas, del que apenas lograron sobrevivir unos pocos elegidos. Y si bien la ciencia nos puede brindar hoy en día argumentos más que suficientes para certificar la veracidad de grandes cataclismos en la antigüedad cuyo recuerdo pudiera haberse transmitido a través de estos mitos, no deja de ser harina de otro costal el intentar demostrar que personajes como Noé, o instrumentos como su gran embarcación, existiesen realmente. En este capítulo el lector podrá comprobar que existen variadas referencias a Noés en la tradición mesopotámica, hindú, azteca, maya, japonesa, china, australiana o norteamericana, lo que nos pone sobre la pista de un hipotético acontecimiento real. Igualmente y casi de forma anecdótica, asistiremos a los intentos por demostrar que el Noé bíblico no solo existió como tal, sino que incluso su embarcación se conserva en las inaccesibles cumbres del monte Ararat.

CUARENTA DÍAS DE LLUVIA

El Diluvio es uno de los mitos universales por excelencia, un pasaje de la historia de la humanidad casi arquetípico que se ha registrado con sus pertinentes variantes hasta en reducidas comunidades. Y hasta cierto punto es lógico que así sea, dado lo relativo que puede ser el concepto de “universal” para una cultura determinada. Desde este punto de vista es comprensible que una época de fuertes inundaciones localizadas en un territorio muy concreto, en el que se asienta por ejemplo una tribu de indios apaches, sea tomada como un diluvio universal, un episodio destructivo interpretado tal vez en clave de castigo divino al menos para su universo. El arqueólogo bíblico Hans Einsle resume el problema en la siguiente pregunta “¿quedó antiguamente cubierta la tierra por un solo y enorme diluvio, del que cada pueblo informó según sus propias observaciones, o hubo más bien varias catástrofes provocadas por grandes inundaciones, una de las cuales se convirtió en el objeto del informe?”, respondiéndose a medida que analiza el problema “el autor del informe bíblico solo veía su propio país, su círculo vital. De mismo modo que un escritor anterior al descubrimiento de América, no podía escribir sobre el Nuevo Mundo, el escritor bíblico tampoco pudo decir nada sobre países situados mucho más allá de su propio horizonte espiritual”.

En todo caso, se rastrea en muchas de estas historia ciertos elementos comunes que han llamado la atención de los especialistas en mitología comparada, elementos que invitan a pensar en posibles cataclismos que afectaron mediante inundaciones, más que lluvias propiamente dichas, a bastas regiones del planeta.

El relato bíblico narrado en el Génesis nos cuenta la historia de un Noé bastante longevo, con nada menos que 600 años, que recibe el encargo de Yavé de construir una embarcación con tres plantas, de trescientos codos de largo, por cincuenta codos de ancho y otros treinta de alto. Lo cierto es que este episodio bíblico tiene una redacción muy extraña, con repeticiones de párrafos en los que cambian algunos datos, como si se tratara de dos versiones superpuestas que el redactor no unificó en una sola, sino que simplemente las intercaló.

Noé y su familia han sido los elegidos en el Génesis para salvarse de una inminente destrucción de la humanidad, motivada por la maldad que emanaba del hombre, cuyo corazón “era puro mal de continuo”. Tras embarcar provisiones y a una pareja “de cada especie de aves, de cada especie de ganados, de cada especie de reptiles entrarán contigo sendas parejas para sobrevivir”, comenzaron las lluvias, durante cuarenta días y cuarenta noches. “Crecieron las aguas y levantaron el arca, que se alzó de encima de la tierra. Subió el nivel de las aguas y crecieron mucho sobre la tierra, mientras el arca flotaba sobre la superficie de las aguas. Subió el nivel de las aguas mucho, muchísimo sobre la tierra, y quedaron cubiertos los montes más altos que hay debajo del cielo. Quince codos por encima subió el nivel de las aguas, quedando cubiertos los montes”.

 

Así vio Doré el episodio del Arca de Noé.

Como es de suponer, y el pasaje bíblico lo explica, el exterminio fue absoluto y las aguas cubrieron la tierra por espacio de ciento cincuenta días, menguando poco a poco por designio de Yavé hasta que el arca con todos sus tripulantes varó sobre los montes de Ararat. Unos cuatro meses después y tras comprobar con la prueba de la paloma, que retornó al arca con una rama de olivo, que la tierra se había secado, descendieron del arca todos sus tripulantes con la misión de repoblar el planeta y la promesa de Yavé de que “Nunca más volveré a maldecir el suelo por causa del hombre, porque las trazas del corazón humano son malas desde su niñez, ni volveré a herir a todo ser viviente como lo he hecho”.

EL DILUVIO DE UTNAPISHTIM

La inmensa mayoría de los historiadores aceptan que el relato bíblico de Noé es una versión o copia casi literal del diluvio narrado en la Epopeya de Gilgamesh, un importante héroe de la cultura sumeria que se tiene por fundador de la ciudad mesopotámica de Uruk, la actual Al Warka. Sin embargo ésto no fue siempre así, ya que la existencia de esta primera versión de los hechos diluvianos no fue conocida hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XIX. Fue el descubrimiento y desciframiento de las más de 30.000 tablillas de arcilla, con caracteres cuneiformes desenterradas en las excavaciones de la ciudad de Nínive, Babilonia y Nippur las que pusieron al descubierto el hipotético plagio cristiano. Datadas en su mayor parte en unos 3.000-3.500 años de antigüedad, se estima que la información que contienen se haya a medio camino entre el II y el III milenio antes de Cristo, es decir, que muy bien podrían referirse a historias transmitidas por tradición oral con 5.000 años de antigüedad. Una docena de estas tablillas narran la historia del mítico Gilgamesh, un heroico personaje que se ve envuelto en una trama que le lleva en busca del secreto de la eterna juventud, que finalmente resulta ser una planta que algunos identifican con una rosa que se haya oculta en el fondo del mar. Existen varias versiones de la historia correspondientes a épocas diferentes, con detalles sobre devaneos amorosos entre dioses y humanos, principalmente de la diosa Ishtar, pero los pasajes que aquí nos interesan son los relativos a una gran inundación en la que el protagonista no es nuestro héroe, sino otro personaje que responde al nombre de Utnapishtim (o Ziusudra en otra de las versiones). El viejo sabio le cuenta a Gilgamesh cómo los dioses le salvaron a él y a su familia de sucumbir ante un terrible diluvio que arrojaron sobre los hombres, un castigo en toda regla que Utnapishtim y los suyos pudieron evitar gracias a que los dioses le advirtieron de lo que iba a suceder, dándole además las indicaciones apropiadas para que construyera un arca de madera. “El quinto día tracé el plano. El suelo estaba sobre Iku. Sus lados tenían 10 gar de altura, cada borde de su cuadrado medía diez gar. Delineé su forma exterior y les di forma, juntos, dividiéndolos en siete y el plano del suelo lo dividí en nueve partes. Vertí seis sar de brea en los calderos…”. Unos ciento cincuenta metros de longitud, veinticinco metros de anchura y quince metros de altura, con siete pisos y nueve estancias en cada uno.

Por indicación divina el arca había sido convenientemente cubierta de brea y en la misma habían entrado una pareja de cada animal, “Cargué todo lo que tenía de simientes de vida. Llevé a la nave a toda mi familia y parientes. Animales salvajes, animales domesticados, llevé arriba a todos los obreros. Entre a la nave y cerré la puerta” (…). “Mugía el viento del sur, mugían las aguas, las aguas llegaban ya a las montañas, las aguas caían sobre todas las gentes. Seis días y seis noches cayó lluvia como una cascada. Al séptimo día del diluvio se calmó. Se hizo el silencio, como después de una batalla. El mar se tranquilizó y la desastrosa tempestad cesó. Contemplé el tiempo que se había calmado. Todos los hombres estaban cubiertos de fango”.

La embarcación se detiene sobre el monte Nisir (que algunos localizan en la misma cordillera del Ararat, otros al sur de Ninive, y muchos en la imaginación del autor de la epopeya) y tras unos días esperando la calma comienza la suelta de aves como verificación de que la tierra ya era habitable. Primero una paloma, luego una golondrina, que regresaron por no encontrar donde posarse, y finalmente un cuervo que no retornó al arca. Curiosamente la lista de reyes sumerios se cuenta en monarcas de antes y después del diluvio.

Como vemos, Noé y Utnapishtim (o el monarca Ziusudra) parecen exactamente la misma persona, que se salva del mismo castigo y de la misma manera, aún cuando existan más de 1.500 años de diferencia entre uno y otro, y sus dioses sean diferentes. Autores como el ya citado Einsle insisten en sostener que la tradición cristiana no tomó prestada la historia de las fuentes babilónicas, sino que posiblemente ambas proceden de una tradición anterior que cada pueblo puso por escrito según su propio recuerdo. Tal vez sea así, pues no debemos olvidar que uno de los bisnietos de Noé, Nimrod, hijo de Kus, que a su vez era hijo de Cam, reinó entre otras ciudades en Babel y fundó Nínive, la tierra de las tablillas cuneiformes.

 

Tablilla de la Epopeya de Gilgamesh.

CAUSAS PROBABLES

Descartando la interpretación del castigo divino, ¿cuáles pueden haber sido las causas reales que dieron lugar al mito del diluvio? En los textos se habla de inundaciones, asociadas a fuertes lluvias, pero parece bastante improbable que un fenómeno atmosférico por muy fuerte que pueda ser termine dando lugar a la tradición de un diluvio que acaba con toda la humanidad. Por ello tal vez debamos plantear que el agua que cubrió la tierra no procediera precisamente del cielo, sino de los mares o incluso de los casquetes polares. Ambas posibilidades son compatibles, ya que para la mayor parte de la comunidad científica el mito del diluvio universal pudo haber surgido como el recuerdo de la época en la que terminó la última era glaciar, hace unos 10 ó 12 mil años. Quizá sean unas fechas muy antiguas para relacionarlas con el diluvio, pero nada impide que la tradición se mantuviera durante miles de años o que incluso se dieran inundaciones posteriores. En todo caso hablamos de una subida del nivel de las aguas bastante brusca, recordada como un hecho que se dio en muy poco tiempo y que por ello acabó con todo rastro de vida, a excepción de aquella que pudo ser preservada gracias al aviso divino. ¿Qué pudo provocar algo tan inmediato? ¿Y sí ese “algo” vino precisamente del cielo? En los últimos años son numerosos los científicos (astrónomos, geólogos, historiadores, antropólogos, etc.) que plantean la posibilidad de que las grandes extinciones y saltos evolutivos de la vida se deban al efecto de los impactos de meteoritos o cometas sobre nuestro planeta. Sabemos a ciencia cierta que la Tierra ha sufrido en época prehistórica al menos cinco grandes extinciones masivas, de entre las cuales la más conocida es la que terminó con los dinosaurios. Para todas ellas existen pruebas suficientes como para afirmar que fueron el fruto del impacto de grandes meteoritos, que provocaron toda suerte de cataclismos, desde terremotos a incendios masivos, pasando por inundaciones y fenómenos como el del efecto invernadero a consecuencia de la gran cantidad de material “polvo, humo, vapor de agua” que lanzaron a la atmósfera.

Para los expertos este tipo de episodios se han seguido produciendo prácticamente hasta nuestros días, y cada cierto tiempo se encuentran nuevas evidencias que refuerzan esta hipótesis, hallando en esos impactos cósmicos el final de algunas civilizaciones como el Imperio Accadio o la cultura del Valle del Indo, y la explicación a narraciones como la de Sodoma y Gomorra. Es bastante probable pues que el rápido deshielo de los casquetes que cubrían buena parte del planeta durante la última era glaciar fuera provocado por el impacto de asteroides, que a los ojos de nuestros antepasados sería interpretado como auténticos castigos enviados desde los cielos por los dioses. Tanto si la historia del diluvio tiene su origen en la época glaciar como sí es posterior y se reduce a tal vez 5.000 ó 6.000 años de antigüedad, la hipótesis de la inundación provocada por la caída de meteoritos es válida.

Los diluvios bíblico y babilónico es posible que ocurrieran en la cuenca del Éufrates y el Tigris, ya que aunque no entraremos en detalle sobre ello los hallazgos de depósitos materiales arcillosos que apuntan a esa posibilidad son muy abundantes. El último estudio destacable lo realizaron Bill Ryan y Walter Pitman, de la Universidad de Columbia, quienes descubrieron un catastrófico desbordamiento del Mar Negro hacia el año 5600 a. C., provocado por la llegada masiva de agua procedente del Mediterráneo. Pero no fueron los únicos diluvios.

OTROS NOÉS

Aunque el espacio escasea en estas páginas tanto como debió de hacerlo dentro del arca, conviene que brevemente reseñemos otras tradiciones diluvianas presentes a lo largo del planeta. En opinión de Einsle, “conocemos hasta el momento no menos de sesenta y ocho informes sobre diluvios, de los que treinta y siete proceden de América, trece de Asia, cuatro de Europa, cinco de África y nueve de Australia y los mares del Sur”, mientras que para autores como Christopher Knight y Robert Lomas “hay cientos de esas leyendas en cada continente”.

En la India se cuenta la historia de Manu, el primer hombre, quien mientras se lavaba la cara encontró un pez adivino en el cuenco que estaba usando. El pescado, que no era otro que el dios Vishnú transformado, le propuso que sí Manu lo cuidaba, le diría como salvarse de un gran diluvio que azotaría la tierra, de tal manera que el hombre aceptó el trato y cuidó del pez hasta que este creció y encontró su hogar en el mar. Llegado el momento del diluvio el pez indicó a Manu que construyera un barco, y una vez hecho comenzó a llover hasta cubrirse toda la tierra. Atado al pez, la embarcación llegó una vez finalizado el diluvio a la cima de una montaña.

Entre los aztecas precolombinos se cuenta la historia de Tata y Nena, una pareja de indígenas que se salvaron de un diluvio provocado por el dios del agua Tláloc, quien cansado de la maldad del hombre quiso borrarlos de la faz de la tierra. Los hechos ocurrieron durante la Era del Cuarto Sol, y el propio Tláloc fue quien avisó a la pareja del castigo que iba a enviar, así como de la forma en la que se podían salvar: vaciando un tronco de un árbol y llevando consigo dos mazorcas de maíz. En otra versión fue un indio llamado Tapi o Tezpi al que se le apareció el creador del mundo, avisándole del diluvio y de que debía construir una embarcación y en ella una casa a la que llevar a su mujer y a una pareja de cada animal. El arca azteca se detuvo en el monte Cohuacán.

Por su parte los incas peruanos recordaban un diluvio ocurrido en el periodo Pachachama, en el que también la humanidad era depravada y se había olvidado por completo de los dioses. En este caso fueron dos hermanos pastores y sus familias quienes se pusieron a salvo de las lluvias que cayeron durante meses enviadas por Viracocha, gracias a la advertencia de dos llamas. Refugiados dentro de una cueva situada en la cima de los Andes, el nivel de las aguas subía y la montaña crecía salvaguardando a nuestros protagonistas, quienes finalizado el diluvio repoblaron la tierra.

En cuantos a los egipcios, también poseen su propio mito diluviano, aunque algo más sangriento. El castigo divino viene de la mano de la diosa Hator, a quien se le fue la mano matando a millones de personas y provocando que su sangre desbordara las aguas del Nilo. La única manera que tuvo Ra de detenerla fue, por consejo de Thot, emborrachándola con cerveza hasta que se quedó dormida, de tal manera que los humanos supervivientes repoblaron la tierra.

En la rica mitología griega tampoco podía faltar un diluvio, como es lógico, y lo encontramos precisamente en el castigo que Zeus envía a la humanidad por su perniciosa maldad. En este caso es Prometeo quien coloca en un arcón de madera a su hijo humano Deucalión y a la esposa de este Pirra, salvándose así de nueve días y nueve noches de lluvias intensas, hasta encallar en lo alto del Monte Parnaso. La tierra se repobló gracias al lanzamiento de piedras por parte de la pareja superviviente, que al caer se convertían en hombres y mujeres.

Por su parte la tribu norteamericana de los Mojave-apache cuenta una historia en la que sus antepasados pasaron a vivir del interior de la tierra a la superficie, padeciendo un diluvio del que solo se salvó una niña que los sabios habían colocado previamente en una gran canoa. En China el héroe es Ta Yü, el fundador de la dinastía Hsia, quien nació milagrosamente del vientre de su padre Kun y construyó desagües por los que se drenaron las aguas que cubrían toda la tierra. Las tradiciones son innumerables y para muchas de ellas, con su localización precisa, se han localizado indicios que sugieren que realmente se refieren a un cataclismo local o global sucedido miles de años atrás.

EL ARCA EN EL MONTE ARARAT

Finalmente y aunque para muchos apenas sea un mito que recuerda una época de grandes inundaciones, la creencia de que los restos del Arca de Noé se encuentran en la cima del monte Ararat ha generado en el último siglo todo tipo de especulaciones. Algunas fotografías, trozos de madera y diversos testimonios pretenden reforzar dicha posibilidad.

El Ararat (o los Ararat, el grande de 5.166 m y el pequeño de 4.030 m.) se encuentra dentro de las actuales fronteras de Turquía, formando parte de una cadena montañosa que se extiende hacia Armenia e Irán, regiones donde la arqueología ha demostrado que existían asentamientos humanos desde hace 5000 años. El caso es que la creencia de que en su cima estaba el arca bíblica, los turcos la conocen como “la montaña del arca”, llegó a ser recogida por historiadores como el griego Beroso en el siglo III a. C, aunque en este caso se refería a un diluvio caldeo, asegurando que “Todavía quedan restos del barco varado en Armenia. Según los habitantes de la zona, el betún extraído de ellos elimina el mal y muchos lo utilizan como talismán”. Pero no sería hasta mediados del siglo XIX cuando comienzan a llegar expediciones hasta esta remota región del planeta, expediciones que aseguran encuentran una embarcación bajo el hielo del monte. El tiempo pasa y es en el año 1916 cuando un aviador ruso, Wladimir Roskowizky, localiza a unos cuatro mil metros de altitud lo que parece una embarcación enterrada, parte de la cual sobresale del hielo. Esta y otras historias similares vinculadas con la antigua Unión Soviética y el arca son realmente confusas, ya que al parecer el aviador emitió un detallado informe que llegó a manos del zar Nicolás II, quien ordenó que se organizara una expedición que se vería coronada con el éxito, de tal manera que se tomaron medidas, muestras de madera y material gráfico que finalmente “desaparecieron” de la circulación. Es imposible saber sí realmente estos hechos tuvieron lugar, como tampoco sabemos sí es cierto que numerosos aviones sobrevolaron las cumbres del Ararat topándose con la embarcación durante la Segunda Guerra Mundial, pero no hay duda de que en 1960 sería un aviador turco, el mayor S. Kurtis, quien aportaría uno de los testimonios modernos más fidedignos sobre la anomalía del Ararat. Cartografiando la zona descubrió una formación ovalada en los montes Tendürek, en Turquía, situados a menos de 30 kilómetros de las cumbres de Ararat, una formación incrustada en la lava, que una vez analizada a través de las fotografías tenía unas medidas aproximadas de unos 157 metros de largo por 50 de ancho. Esta formación despertó tanto interés que generó una larga serie de expediciones y especulaciones que llevaron al geólogo Salih Bayraktutan, de la Universidad de Ataturk a infomar a comienzo de 1994 que habían localizado finalmente el Arca de Noé. Lo curioso de este objeto situado a unos 2000 metros de altitud, es que no se trata de madera, sino de un fósil con forma y medidas bastante similares a las que pudo tener el arca bíblica.

 

Esta es la imagen más popular de llamada “Anomalía del Ararat”, la hipotética Arca de Noé.

Pero hay bastantes más pruebas de su existencia. En los años cincuenta el alpinista francés Fernand Navarra afirmó descubrir los restos del arca en un glaciar del Ararat, organizando diversas expediciones y tomando muestras de su madera trabajadas a mano, que datadas por Carbono 14 resultó tener una antigüedad superior a 5.000 años. Finalmente, hace apenas unos años se tuvo conocimiento de que la CIA había ordenado a mediados de la década de los setenta que aviones espía U-2 sobrevolaran las cumbres turcas, con el objetivo de confirmar si dichas formaciones similares a embarcaciones existían verdaderamente. Confirmaron su existencia, pero el misterio de su verdadera naturaleza se mantiene.

Un equipo de catorce investigadores del Bible Archaeology Search and Exploration Institute (BASE) anunciaron en julio de 2006 el descubrimiento un año antes al noroeste de Irán de una estructura pétrea que también podría corresponderse con la bíblica Arca de Noé. Hasta el momento como ya hemos visto la región que puntuaba más entre las candidatas a albergar los restos de la mítica embarcación del Diluvio Universal era la correspondiente al Monte Ararat, y si ya resultaba complejo defender esa propuesta que hunde sus raíces en la tradición de aquellas regiones, la idea de Irán se nos antoja harto más difícil. Ahora el equipo de la organización cristiana BASE, dirigido por Robert Cornuke y con sede en Plamer Lake, Colorado, plantea la posibilidad de que la reliquia se localice en una formación rocosa ubicada a 4000 metros de altitud en el Monte Suleiman, en el sistema montañoso de Elburz, donde existe una anomalía de 122 metros que según los expertos se corresponde con madera fosilizada de aspecto negruzco. De hecho, la extracción de muestras ha permitido en palabras de los investigadores identificar con claridad las estructuras celulares de la madera. La conexión de este sistema rocoso singular con forma de barco con el arca bíblica vendría dada por la presencia de una capilla antigua cerca de los supuestos restos petrificados, enclave que en el pasado habría sido un importante lugar de peregrinaje y del que ya ofreció las primeras noticias el explorador británico A.H.McMahan en 1894. La datación de la madera presente en la capilla arrojó una antigüedad de cinco siglos y las opiniones de expertos independientes no parecen apoyar la tesis del equipo de BASE, al que los más críticos desacreditan por su afinidad con el creacionismo. La gran altitud a la que se encuentra la anomalía, las condiciones de conservación que requiere la madera, el tiempo necesario para lograr una petrificación como la que se presenta y la existencia de alternativas geológicas que pueden explicar la curiosa formación juegan en contra, al igual que en caso de la Anomalía del Ararat, de la presencia del Arca de Noé en aquella remota región.

EL ENIGMA DEL ARCA DE LA ALIANZA

Dijo Yavé a Moisés: “Di a tu hermano Aarón que no entre nunca en el santuario a la parte interior del velo, delante del propiciatorio que está sobre el Arca, no sea que muera, pues yo me muestro en la nube sobre el propiciatorio”. (Levítico 16: 1-2)

Para muchos especialistas, el Arca de la Alianza es sin duda alguna uno de los mayores misterios del Antiguo Testamento, una poderosa herramienta que fue construida siguiendo las instrucciones dadas a Moisés por el mismísimo Yavé. Sus asombrosos poderes atemorizaron durante siglos al pueblo judío, y hoy en día su paradero continúa siendo un enigma. Y no ha sido por no haberla codiciado y buscado: el Arca de la Alianza es uno de los objetos religiosos y arqueológicos más perseguidos de la historia; una “máquina” capaz entre otras cosas de provocar tumores, emitir destellos cegadores, descargas energéticas mortales o levantarse por los aires junto a sus porteadores violando la siempre pesada ley de la gravedad.

Un instrumento así, construido siguiendo fielmente las instrucciones que el propio Dios-Yavé le dio a Moisés durante su estancia en el Monte Sinaí, lógicamente ha despertado a lo largo de los siglos el interés tanto de iniciados y órdenes esotéricas, como de arqueólogos, periodistas y científicos. Las pruebas más claras de dicho interés las tenemos en las múltiples teorías sobre la naturaleza del Arca y sus supuestos paraderos, así como en su incursión en el mundo del cine de la mano de Spielberg, en la primera entrega de las aventuras de Indiana Jones, “En busca del Arca Perdida”, película que popularizó aún más este misterioso objeto en las últimas décadas del siglo pasado.

INSTRUCCIONES DIVINAS

En la tradición sagrada recogida en el Antiguo Testamento no se pone ni por un momento en duda que fuese el propio Yavé quien diera las instrucciones a Moisés para la construcción del Arca, a pesar de que objetos similares y con funciones comunes existían ya en el antiguo Egipto cuando el patriarca judío ni tan siquiera había nacido, como veremos más adelante. En cualquier caso no deja de ser cierto que Yavé se mostró muy explícito con los detalles del Arca: “Harán un Arca de madera de acacia, que tenga de longitud dos codos y medio, codo y medio de anchura y codo y medio de altura. La revestirás de oro por dentro y por fuera y encima labrarás una cornisa de oro alrededor. Le pondrás cuatro anillos, uno en cada ángulo del Arca, dos a un lado y dos al otro. Harás también unas varas de madera de acacia y las cubrirás igualmente con oro. Las pasarás por los anillos que están a los lados del Arca y servirán para llevarla. Estas varas estarán siempre metidas en los anillos y no se sacarán de ellos…

Harás también un propiciatorio de oro puro de dos codos y medio de largo y uno y medio de alto. Harás dos querubines de oro, de oro batido, a los dos extremos del propiciatorio, uno a un lado y otro a otro lado de él. Lo harás formando un solo cuerpo con él, a sus dos lados. Tendrán los querubines sus dos alas extendidas hacia arriba cubriendo con ellas el propiciatorio, estando sus rostros uno frente al otro y mirando hacia el propiciatorio…” (Éxodo 25:10).

Las instrucciones fueron seguidas al pie de la letra por Bezaleel y otros “hombres hábiles a los que Yavé había dado pericia”, quienes no solo construyeron el Arca sagrada, sino que también trabajaron en la elaboración del Tabernáculo, el candelabro, el vestuario de los sacerdotes, la mesa sagrada y los objetos para los que estaba destinada, etc.

Cuando estuvo terminada y con las poderosas y determinantes Tablas de la Ley en su interior, el Arca comenzó a ocupar un lugar destacado en el sanctasanctórum del Tabernáculo, ese auténtico templo portátil que los israelitas construyeron y transportaron durante su larga búsqueda de la Tierra Prometida, convirtiéndose la citada “caja celestial” en un auténtico “talismán” que representaba la alianza de Dios con su pueblo, cuando no la propia encarnación material de Yavé.

SUS MISTERIOSOS PODERES

Poco tiempo después de su construcción el pueblo israelí conocería los temibles poderes de un instrumento que entre otras cosas permitía a Yavé mostrarse y comunicarse con Moisés, una función ciertamente desconcertante hoy en día a los ojos de cualquier persona. Tengamos en cuenta que aparentemente no era más que una caja de madera de 1,25 metros de largo, por 75 cm de ancho por otros tantos de alto, cubierta con una tapa de oro, es decir, material aislante y conductor respectivamente. La parte más inestable y peligrosa del Arca parecía ser justo la zona existente entre los dos querubines, encima del propiciatorio. Allí no solo se manifestaba Yavé en forma de llama o nube, sino que también, como apunta el autor de Símbolo y Señal Graham Hancock, “Otros fenómenos supuestamente sobrenaturales se manifestaron también (entre los querubines) que se miraban sobre la tapa de oro del Arca. Pocos días después del infortunado fallecimiento de los dos hijos de Aarón, Moisés penetró en el sanctasanctórum del Tabernáculo, entonces instalado todavía a la sombra del monte Sinaí. Dentro oyó la voz de alguien que le hablaba desde lo alto del propiciatorio que está sobre el Arca, entre los querubines.”

Hancock, que dedicó cerca de diez años a investigar el paradero del Arca, aporta interesantes datos sobre sus poderes recogidos en leyendas y tradiciones judías. “Según un perdurable recuerdo tradicional, escribe, (dos chispas, descritas en otros lugares como “llamas abrazadoras”, brotaron de los querubines que guardaban el Arca), chispas que en ocasiones quemaban y destruían los objetos cercanos…”. Los poderes del objeto se manifestaban generalmente de forma espontánea, afectando mortalmente a quienes estaban a su alrededor. Este fue el caso por ejemplo de los hijos de Aarón mencionados antes, las dos primeras víctimas mortales del Arca de la Alianza. Según se desprende del Antiguo Testamento, Nadab y Abihú “tomaron cada uno su incensario, pusieron fuego en ellos y, luego de echar incienso encima, ofrecieron ante Yavé un fuego profano que él no les había mandado. En ese momento salió de la presencia de Yavé un fuego que los devoró, y murieron delante de Yavé”. El mismo destino corrieron algunos porteadores del Arca, quienes según tradiciones rabínicas de vez en cuando eran muertos por las poderosas chispas que salían de los querubines. Años después, cuando el Rey David quiso llevar el Arca a Jerusalén, se repitió nuevamente la historia. En esta ocasión la víctima fue Uzzá, hijo de Abinadab, quien junto a su hermano Ajyó trasladaban el objeto sagrado en una carreta: “Al llegar a la tierra de Nacón, Uzzá extendió las manos hacia el Arca de Dios y la sujetó, porque los bueyes amenazaban con volcarla. Entonces la ira de Yavé se encendió contra Uzzá y allí mismo, Dios lo castigó por haberse atrevido a tocar el Arca, y cayó muerto al lado del Arca de Dios” (Samuel II: 6).

Los efectos mortales del arca fueron utilizados por los israelitas durante los cuarenta años que pasaron en el desierto, garantizándose la victoria en las batallas que libraban si esta les acompañaba. La Biblia recoge diversas referencias en este sentido, la más famosa de las cuales quizá sea la caída de Jericó, con Josué al frente del pueblo de Israel como sucesor de Moisés y nuevo portador de los secretos del arca. Sin embargo, como acertadamente ha señalado Hancock, siglo y medio después de la muerte de Josué, el Arca parecía haber perdido su valor para los israelitas, que la habían instalado de forma permanente en un santuario llamado Silo. La terrorífica máquina parecía “desconectada”, como sí los hombres y el propio Yavé la hubieran relegado a un segundo plano. Sin su “arma divina” el pueblo israelí perdió cuatro mil hombres en la batalla de Eben Ezer contra los filisteos y aunque posteriormente decidieron llevar el Arca consigo en un nuevo enfrentamiento, volvieron a caer derrotados perdiendo la reliquia, que fue llevada por los filisteos a Azoto, donde provocó tumores entre la población. Su mortal efecto desencadenó tanta enfermedad que a pesar de codiciarla y ser un botín de guerra de gran fuerza cuando menos para minar la moral del enemigo y manifestar la supremacía de los filisteos, estos terminaron por devolverla a sus legítimos propietarios, los israelitas al cabo de siete meses.

En cuanto a otros poderes atribuidos al Arca cabe señalar la generación del maná con el que se alimentó el pueblo de Israel en el desierto, alimento divino del que al parecer albergó una copa llena, y su capacidad para vencer la gravedad, ya que tradicionalmente se aceptaba que no solo era capaz de levitar sino de transportar a sus porteadores.

HIPÓTESIS PARA EL MISTERIO

Antes de analizar las propuestas sobre su posible localización, cabría detenernos brevemente en las hipótesis formuladas a cerca del origen de sus desconcertantes poderes. Una de las más curiosas fue la planteada por los ingenieros británicos George Sassoon y Rodney Dale, para quienes el Arca o “El anciano de los Días” según el Zohar, era una máquina para producir maná que contaba con algún tipo de sistema técnico de naturaleza nuclear y una suerte de recipiente para el cultivo de una variedad de alga comestible, con mecanismos similares a los utilizados en la actualidad en los vuelos espaciales. Una posibilidad ciertamente difícil de aceptar si tenemos en cuenta que los hechos narrados en el Éxodo parecen remontarse más de 3.200 años.

 

El Arca de la Alianza era un auténtico talismán que debía ser transportado con sumo cuidado.

Así mismo otros han interpretado la enigmática caja como un acumulador de orgón, esa energía sutil de carácter universal que aseguró descubrir a finales de la década de los años treinta el médico y psiquiatra austríaco Wilhelm Reich. Según este carismático y polémico científico, el orgón era la energía que precedía a la materia y la generaba a través de su condensación, y que podía ser usada mediante su acumulación en cajas especiales construidas por medio de la superposición de capas de materiales conductores y no conductores en número variable. Por ello no es de extrañar que algunos estudiosos del Arca de la Alianza hayan creído ver en esta caja de madera y oro un acumulador de esa energía, capaz de generar variados efectos.

Otra hipótesis plantea que lo importante y la razón de sus efectos no era la caja en sí misma, sino lo que esta contenía: algún tipo de material radioactivo terrestre en el que por ejemplo se pudieron grabar las leyes de Yavé, o bien trozos de meteoritos igualmente radioactivos conservados como una manifestación de la divinidad.

Entre las hipótesis planteadas la de mayor rigor quizá sea la que quiere ver en el arca un condensador eléctrico, capaz de producir descargas con un voltaje que oscila entre los 700 voltios propuestos por Maurice Denis-Papin y los 20.000 del físico argentino José Alvarez López.

SI EXISTIÓ, ¿DÓNDE SE ENCUENTRA?

Entrando de lleno en su posible localización, existen varias propuestas al respecto. Entre las más pintorescas se encuentran las formuladas por varios psíquicos y sensitivos, como es el caso de Gerry Cannon quien asegura conocer la localización en Egipto del arca gracias a las revelaciones de su guía Mosec, que en vida fue un soldado encargado de robarla. En la misma línea otros videntes, médiums y sensitivos han formulado variopintas quinielas basadas igualmente en revelaciones espirituales que, cuando menos, adolecen de una mínima prueba física y que la suelen situar en lugares como la Esfinge, la Gran Pirámide, o algún templo o enclave precolombino.

En el ámbito arqueológico el estadounidense Ron Wyatt asegura haberla encontrado en una gruta bajo el Monte Calvario, impregnada de la mismísima sangre derramada por Jesús durante la crucifixión. Wyatt experimentó en 1978 una súbita revelación mientras visitaba las cercanías del monte Moriah, identificado como el Monte Calvario, en los alrededores de la parte más antigua de la ciudad de Jerusalén. De repente tuvo la intuición de que allí estaba el Arca y tras cuatro años de búsqueda y excavaciones, aseguró encontrarla en una de las muchas cavidades artificiales que halló bajo el monte Calvario, dentro de un recipiente de piedra. Tanto este recipiente como el techo de la gruta estaban impregnados de una sustancia ennegrecida, que al parecer se había filtrado desde la superficie del monte y que para este arqueólogo norteamericano no era otra cosa que la mismísima sangre de derramada por Cristo. Al parecer sigue allí esperando la autorización del Gobierno de Israel para extraerla.

No obstante, algunos rabinos la ubican en un túnel cercano al Muro de las Lamentaciones, y el Instituto para la Reconstrucción de la Historia Antigua la tiene localizada en una cueva del Monte Nebo en Jordania desde 1981. Esta ubicación dio mucho que hablar en los años ochenta, cuando se divulgó a nivel internacional la noticia del supuesto hallazgo junto a una fotografía de la misteriosa caja, tomada directamente por el arqueólogo estadounidense Tom Crotser. Al parecer estaba en una cavidad tallada en la roca y situada al final de un largo túnel cercano al monte Nebo, desde el que Moisés vio por primera vez la Tierra Prometida. Al parecer se trataba de una caja de oro de unas medidas algo superiores a las recogidas en los textos bíblicos, 1,55 de largo por 93,5 cm de ancho y 92,5 de alto.

 

Representación del episodio de la muerte de Oza a consecuencia del poder del Arca. Siglo XV.

Con diferencia han sido los arqueólogos estadounidenses los que con mayor ahínco han buscado el Arca de la Alianza. El tercero en discordia es Vendyl Jones, del que se afirma inspiró a Spielberg la creación de su personaje cinematográfico. El Jones de carne y hueso afirmó en 1994 haber localizado el Arca en Israel, en las ruinas de la ciudad bíblica de Gilgal, gracias a unas fotografías de alta resolución tomadas por un satélite de la Nasa que mostraban los restos de un emplazamiento arqueológico que esta mezcla de científico, aventurero y showman interpreta como una copia del Templo de Salomón en alguna de cuyas parte está el codiciado objeto.

Finalmente otras hipótesis sitúan el codiciado objeto en manos de los templarios, quienes en los primeros años de su constitución como orden la encontraron en el Templo de Salomón, trasladándola a Francia, concretamente al enclave cátaro de Languedoc. Desde aquí unos proponen que viajó a Escocia, a la enigmática Capilla de Rosslyn, mientras que otros consideran que permaneció en Francia hasta que los alemanes la trasladaron a su país poco antes del final de la Segunda Guerra Mundial, donde permanece en paradero desconocido.

LA CLAVE ETÍOPE

Una última hipótesis a tener en cuenta es la que sitúa el misterioso objeto en tierras africanas, concretamente en Etiopía. Durante diez años, el periodista Graham Hancock siguió la pista del Arca de la Alianza desde su misteriosa desaparición bíblica. En 1983 oyó hablar por primera vez de su conexión con Etiopía, mientras escribía un libro sobre este país africano, donde trabaja como corresponsal mucho antes de convertirse en uno de los más populares especialistas en misterios del pasado. En su visita a la ciudad de Aksum, conoció al que afirmaba ser el guardián del Arca o Tabot quien le narró la leyenda del hijo de Salomón y la Reina de Saba y su relación con el objeto sagrado. Dicha leyenda, tenida como cierta en Etiopía y a partir de la cual se ha venido tejiendo el linaje de sus gobernantes, forma parte del libro sagrado Kebra Nagast o Gloria de los Reyes, y en pocas líneas viene a narrar cómo en su visita a Jerusalén la Reina de Saba concibió un hijo de Salomón que nació a su regreso a Aksum y al que llamó Menelik. Cuando el joven estuvo cerca de cumplir los veinte años, fue enviado a Jerusalén a conocer la corte de su padre, donde permaneció por espacio de un año.

Al cabo de este tiempo tuvo que regresar a la ciudad etíope de Aksum, llevándose el Arca sagrada consigo sin el consentimiento de los sacerdotes y ante el aparente resquebrajamiento moral que vivía la corte salomónica. A partir de ese momento el Arca no habría salido de Etiopía, extendiéndose su culto por todo el país de una forma impresionante y única en todo el mundo. Lo que parecía ser solo una leyenda sin demasiados visos de realidad, ya que por ejemplo Aksum no fue fundada hasta uno 700 años después de la muerte de Menelik, se convirtió en una obsesión para Hancock al encontrar conexiones entre una de las primeras obras que habla del Santo Grial, el Parzival del poeta medieval Wolfram von Eschenbach, y algunos relieves de la catedral francesa de Chartres que presentan a la Reina de Saba. Atando cabos llegó a la conclusión de que los templarios habían conocido la leyenda de Menelik y la habían dejado plasmada en clave poética en el Parzival y en piedra en Chartres, siendo el Grial una actualización del Arca.

 

Reconstrucción del Arca por Ancient Astronauts Society

Su búsqueda le llevó en diversas ocasiones a Etiopía, descubriendo que cada iglesia ortodoxa etíope tenía un sagrario que guardaba una réplica del Tabot, y que esta salía en procesión una vez al año cubierta con telas durante la fiesta del Timkat.

En 1991 Hancock ya tenía encajadas varias piezas del rompecabezas. Su meticuloso análisis de las escrituras le llevó a encontrar más de doscientas referencias de la reliquia, y a establecer que el Arca no desapareció del Templo de Jerusalén construido para albergarla hasta el 700 a. C., varios siglos después de lo que se suponía. Hacia el 650 a. C. el Tabot fue sacado de Jerusalén por sacerdotes judíos que huían del rey Manasés y llevada probablemente al templo de Elefantina. De allí pasaría siglos después tras la destrucción del templo en el siglo V a. C. a un monasterio en una de las pequeñas islas del Lago Tana, concretamente a Tana Kirkos, donde permaneció durante 800 años hasta que fue llevada a Aksum hacia el 300 d. C. por el rey etíope Ezana.

En su investigación el autor de Símbolo y Señal descubrió que objetos similares al Arca aparecían en relieves egipcios anteriores a Moisés, y que su función era también albergar la divinidad. Así mismo se percató de que la ceremonia del Timkat aparecía también en los grabados faraónicos de la época de Tutankamón. Su búsqueda concluyó en 1991 cuando participó en el Timkat celebrado en Aksum. Durante dos días se sucedieron los festejos y se sacó en procesión la que aparentemente era el Arca auténtica, una caja rectangular envuelta en un grueso paño azul.

Sin embargo Hancock se percató de que el guardián de la reliquia permaneció durante los dos días sin salir de la capilla de la iglesia de Santa María de Sión, lo que le llevó a confirmar definitivamente que la verdadera Arca no salía en procesión y permanecía bajo la atenta vigilancia de su guardián.

EL MISTERIO SALOMÓN: DE LOS GENIOS A LA MESA MÁGICA

Y el rey Salomón será bendito, y el trono de David será firme perpetuamente delante de Jehová I Reyes,2-45

Salomón es sin lugar a dudas uno de los personajes más apasionantes de cuantos son citados a lo largo de toda la Biblia. De hecho, su fabulosa estela ha trascendido como la de ninguna otra figura bíblica el texto sagrado para echar raíces en el terreno del paganismo, la magia y el conocimiento hermético. Los templarios ocuparon las ruinas de su templo reconstruido, los francmasones aseguran ser herederos de su sabiduría, los cabalistas lo sitúan como uno de sus primeros y principales maestros, la magia popular le endosó unas clavículas mágicas en la que se incluyen invocaciones demoníacas y su sello es uno de los talismanes más potentes que ha llegado a nuestros días. Incluso la ficción literaria y más tarde el cine han alimentado su leyenda a través de la búsqueda de sus míticos tesoros, que de unos años para acá han vuelto a cobrar protagonismo en el terreno de la novela histórica. Lawrence Gardner, maestro masón de la Gran Logia Unida de Inglaterra durante veinte años, se refiere a este aspecto herético de nuestro protagonista cuando escribe sobre el mismo en su insustituible La sombra de Salomón