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¿Por qué una persona permanece en relaciones que le causan sufrimiento? ¿Cómo es posible que alguien que nos hace daño tenga tanto poder sobre nosotros? Raquel Jiménez, psicóloga de parejas especializada en dependencia emocional, nos enseña, a través de su experiencia, qué es el abuso emocional y cómo identificar la personalidad narcisista y las estrategias de manipulación que utiliza. Este libro nos ofrece las herramientas necesarias para aprender a poner límites, no dejar entrar en nuestra vida a personas abusivas y despedirnos definitivamente no solo de quien nos hirió, sino también de esa parte de nosotros que permite que nos hieran. Una guía clara y completa para comprender el abuso y recuperar la autoestima y el amor propio. «El pasado no se puede cambiar, pero sí se puede transformar, puede dejar marcas imborrables, marcas que te acompañarán de por vida, pero marcas que, si aprendes a cicatrizar, serán tus aliadas recordándote donde NO debes volver nunca más. El futuro suele darnos miedo porque es un misterio, pero te aseguro que, si pones tu energía en movimiento para favorecer tu recuperación, tu corazón volverá a latir como ya no recordabas».
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Seitenzahl: 304
Veröffentlichungsjahr: 2025
Índice
Portada
Un viaje de vuelta a la vida
Nota de la autora
El love bombing de Narciso
1. El abuso emocional
Nombrar la personalidad narcisista
Las secuelas del maltrato psicológico
Poner voz, primer paso para sanar
Un patrón de comportamiento muy sutil
Personalidades camufladas tras una máscara
El peligroso juego de demonizar
2. Tipos de narcisismo: un carnaval en Venecia
El extrovertido
El introvertido
El perverso
El altruista
El espiritual
Tras la perfecta luna de miel
3. Traficantes emocionales: el ciclo del abuso narcisista
Idealización: la seducción indiscriminada
Devaluación: la ola que arrasa tu castillo de arena
Un intento de defensa
Descarte: te quedas en la estacada
Hoovering: dame más
Por qué va y viene
Llueve sobre mojado
4. Origen y destino
¿De dónde vienen?
Yo, mí, me, conmigo
Inmadurez emocional versus narcisismo
Cómo dañan las personalidades abusivas
La empatía
5. No es tu culpa
Acordeones aplastados
La empanada mental
Disonancia cognitiva: ángel o demonio
Amnesia perversa
Esperanza tóxica
Indefensión aprendida
Los últimos coletazos de la relación
6. Dependencia emocional
Cómo se desarrolla
¿Por qué te quedas ahí?
El inconsciente elige por ti
Las trampas que te cuentas
El descarte final
7. El peregrinaje hacia la recuperación
Cómo salgo de aquí
¿Cuánto dura el sufrimiento?
El síndrome de abstinencia
Conciencia y propósito
8. El botiquín de primeros auxilios
Ayuda profesional
Plan de acción
Tender la mano
9. El amor que me debía
Dejar a un lado las ansias de revancha
Poner foco en ti te ayudará a sanar más rápidamente
Cicatrices que cuentan historias de superación
Abrazar los miedos es la mejor forma de vencerlos
Epílogo
Bibliografía
Agradecimientos
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.
Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra. www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47
Editado por HarperCollins Ibérica, S. A.
Avenida de Burgos, 8B - Planta 18
28036 Madrid
www.harpercollinsiberica.com
Hasta la vista, narcisista. Cómo salir de relaciones abusivas, superar la dependencia emocional y recuperar la autoestima
© 2025, Raquel Jiménez González
© 2025, para esta edición HarperCollins Ibérica, S. A.
Todos los derechos están reservados, incluidos los de reproducción total o parcial en cualquier formato o soporte.
Sin limitar los derechos exclusivos del autor y del editor, queda expresamente prohibido cualquier uso no autorizado de esta edición para entrenar a tecnologías de inteligencia artificial (IA) generativa.
Diseño de cubierta: Elsa Suárez Girard
Dibujos de interiores: Facilitados por la autora
Fotografía de solapa: Facilitada por la autora
Diseño y maquetación de interiores: Raquel Cañas
ISBN: 978-84-1064-196-9
A ti, Alberto, que fuiste refugio.
Te sentirías orgulloso de la mujer
en la que me he convertido, a pesar
de lo cabrón que ha sido el viaje.
Y a todas las personas que estáis
aprendiendo a vivir con grietas.
Querido lector:
Comienzo escribiendo estas páginas desde una profunda necesidad de compartir contigo una de las experiencias más desoladoras que cualquier ser humano puede atravesar en algún momento de su vida: el abuso emocional. Quiero hacerlo a través de Celia, una mujer que vivió una oscura historia de amor en la que sintió que le robaban la dignidad y que, a pesar de haber transitado un infierno, logró encontrar el camino de vuelta a la vida.
Construyo este mapa en forma de libro principalmente para mí, por si algún día vuelvo a perderme en ese infierno y no soy capaz de encontrar la salida, que este libro me sirva de brújula para regresar a casa, porque como decía Aristóteles «no se puede desatar un nudo sin saber cómo está hecho», y es que uno tiene que entender qué le pasa para saber por dónde empezar a sanar.
Este libro también está escrito especialmente para ti si te sientes atrapado y no sabes poner palabras a la angustia que estás viviendo. A ti, que el miedo te aprieta la garganta. Te ayudará a ordenar tu experiencia o quizá lo que te está sucediendo en este momento, y comprenderás lo que significa atravesar una relación de abuso y manipulación. Es posible que cuando leas algunas escenas o episodios que voy a contarte, te sientas identificado y que por instantes creas que estoy hablando de ti, y es que tú también podrías ser la prueba de una cruel realidad que afecta a más personas de las que nos gustaría. Tú también formas parte de esta historia.
Todos tenemos una historia, cada una única y especial, pero algunas merecen ser contadas, como la de Celia, una historia de recuperación que habla del camino que tantos de nosotros recorremos hasta encontrar la dirección que nos devuelve a casa transformados. El paisaje que encontremos en cada uno de nuestros caminos será diferente, pero contar con un mapa trazado por alguien que ha navegado esos mares puede ser de gran ayuda, puede ser el bastón que te impulse a poner fin a tanto sufrimiento. A mí me hubiese servido tener esta guía.
También está escrito como un canto a todas las personas que nos dedicamos a cuidar a otros, que nos preocupamos por hacer bonitas y más llevaderas las vidas de los demás, porque igualmente caemos y enfermamos y necesitamos ayuda, para que podamos darnos permiso para ser vulnerables, sabiendo que hay lindas manos que acarician nuestra alma.
Y, por supuesto, es el libro que te acercará a comprender desde una mirada empática y profunda el dolor que sienten las personas inmersas en relaciones abusivas y a resolver esas dudas que a todos nos han asaltado en algún momento: qué hay detrás de la «elección» de algunas personas para quedarse en lugares donde son maltratadas. Ojalá sirva para abrir los ojos a aquellos que tienen inconscientemente comportamientos abusivos y tendencias narcisistas, para poner conciencia sobre los efectos que tienen sus conductas y elijan cambiarlas, porque en ocasiones la diferencia entre tendencia y «trastorno» es solo cuestión de tiempo.
Sea cual sea tu caso, te aseguro que lo que aquí vas a encontrar no te dejará impasible.
Más allá de poner etiquetas a conductas aisladas, mi deseo es que la información que descubras en estas páginas te ayude a identificar comportamientos abusivos y dañinos y tengas herramientas para prevenir caer en las redes de estos abusadores. Y si ya eres presa de ellos, para que destapes a los personajes a los que te estás enfrentando, entiendas qué te ha llevado a engancharte a una relación abusiva, qué le está ocurriendo a tu cerebro y cómo salir de ahí con carácter urgente, encontrando el camino de vuelta a tu bienestar.
Este libro es un viaje para resurgir de tus cenizas, para hacerte dueño de tus sombras y vacíos, sin sentimientos de vergüenza y culpa, y retomar el poder que perdiste, aprendiendo a poner límites firmes de la manera más amorosa posible, sobre todo contigo mismo, porque enfocarte en ti te ayudará a sanar más rápidamente.
¿Te atreves a acompañarme en este viaje?
Aunque los relatos que vas a leer en el libro están basados en hechos reales, los casos —sucesos— y personajes que en ellos aparecen son completamente ficticios y no se corresponden con la realidad, cualquier parecido con la misma es pura coincidencia.
Adelantarte que la historia de Celia y Narciso está inspirada en la experiencia de mujeres que han sido manipuladas y abusadas casualmente por hombres. Es por ello que he decidido plasmar el rol de abusador en el personaje de Narciso, un hombre con personalidad narcisista, y el rol de víctima en el personaje de Celia, pero toda la información que aquí te brindo es aplicable tanto para hombres como para mujeres. El abuso emocional no entiende de géneros, los hombres también son víctimas de abuso y, por supuesto, también hay mujeres narcisistas.
Celia vivía una época dulce, era psicóloga y por las mañanas compartía despacho con María, donde trabajaban con grupos de mujeres en riesgo social. María se había convertido en su nueva mejor amiga, con ella moría de risa, les gustaba bailar y eran hábiles para transformar dramas en situaciones cómicas. Tenían la particularidad de involucrarse en relaciones sentimentales de esas de las que una sabe que acabará herida, pero no les asustaba porque sentían que juntas eran invencibles, eran guerreras en batallas emocionales. Imaginaban que tenían una pala de tamaño XXL para recogerse cuando una de ellas caía al barro tras meterse en algún lío, aunque la mayoría de veces hubieran necesitado una grúa para salir del fango.
Lo que más le gustaba del día era pasar consulta privada por las tardes, donde trabajaba con parejas a las que ayudaba a afianzar sus vínculos. Hacía muchos años, cuando aún era casi una niña, le había prometido al universo devolver en forma de terapeuta el amor que recibió de un equipo de psicólogos que le salvó la vida en un momento donde fácilmente la podría haber perdido.
A sus cuarenta recién cumplidos había recuperado el poder tras la ruptura de una relación que no salió como esperaba, y es que cuando se enamoraba, sentía que perdía una gran parte de sí misma. Pero en esta ocasión el universo tenía un plan para ella que la transformaría por completo, y es que a veces la vida te da un duro revés de esos que te dejan besando la lona.
Llevaba unos meses en una aplicación para conocer al que sería «el hombre de su vida», había tenido varias citas, algunas dignas de contar, aunque no lo haré por mantener la dignidad de esas personas, pero ya te adelanto que hay gente que se acostaría con una lata de sardinas.
Se tiró en el sofá y encendió la aplicación para bichear qué novedades podrían merecer la pena, iba deslizando el dedo, nole, nole, nole, nole, sile: allí estaba el perfil que cambiaría su futuro, un hombre apuesto, interesante, muy atractivo… Se describía a sí mismo como bastante romántico y buscaba una mujer aventurera, generosa, espontánea, atenta, sociable, exigente, sensible, bienhumorada y que inspirara confianza, ¡ah!, y que fuera muy romántica… —«¡¡¡presente!!!», pensó Celia—.
Su perfil decía:
Soy una persona activa, optimista y divertida, dicen de mí que soy culto y educado y me considero muy generoso y cariñoso. Me gustaría conocer a una mujer alegre, cariñosa, romántica, divertida y curiosa, que sea sensible y que le guste disfrutar del mar, de la montaña, de una copa de vino o una cerveza con una buena charla, de practicar deporte y de viajar juntos. Busco esa persona con la que crear equipo, con la que compartir todo lo bonito que la vida tiene, que juntos la vida sea más sencilla.
«Con esa descripción, sin lugar a dudas, se dedica a las ventas —se dijo Celia, y esbozando una sonrisa pinchó la pestaña “escribir”—. Narciso, Narciso, qué bien te vendes…».
Resulta increíble como un momento tan azaroso puede cambiar la vida de una persona. A los pocos minutos su móvil le avisó de un nuevo mensaje:
Ja, ja, ja. ¡¡Hola, Celia!!
Enseguida comenzaron a hablar como si ya se conocieran y Narciso le pidió su número para seguir la conversación por WhatsApp. Él estaba viendo Karate kid, así que le explicó que hacer terapia era como esa película. Celia era algo así como el señor Miyagi, un anciano veterano de guerra con «equipaje emocional» y los pacientes como Daniel LaRusso, jóvenes que no tenían la suficiente confianza en sí mismos mientras lidiaban con problemas con un grupo de karatecas en el instituto.
El señor Miyagi, que se da cuenta del conflicto que Daniel vive, se ofrece para enseñarle kárate de una manera especial: encerando coches. Daniel, un chaval inmaduro y tremendamente impaciente —como somos todos—, quiere aprender rápido y se enfada por tener que hacer un trabajo que no entiende. En realidad no es consciente de que el señor Miyagi le prepara para la crisis, no solo le da lecciones de autodefensa, sino que también le guía en el aprendizaje de la vida, enseñándole disciplina y una filosofía…, algo parecido a lo que hacemos los terapeutas.
La conversación fue divertida, hablaron de muchas cosas, de lo divino y lo humano, de sus aficiones, de lo que esperaban de la vida y de sus anteriores parejas…, y la conexión fue tanta que quedaron para conocerse el martes siguiente en Ana La Santa, un lobby precioso en la plaza Santa Ana, el sitio preferido de Celia en el que pasaba muchas tardes leyendo frente a la chimenea.
Era un martes frío de febrero y Celia se estaba vistiendo para la primera cita. Nerviosa, eligió al detalle qué ponerse, quería dar una buena impresión y a la vez mostrarse natural, así que se puso sus vaqueros preferidos con una camisa blanca casual y un pañuelo a juego con sus botas marrones. Salió de casa sintiéndose guapa y segura de sí misma. La cita era a las ocho y media y Narciso le había dejado caer su gran problema para gestionar el tiempo, era una forma sutil de expresar lo que comúnmente se le llama llegar siempre tarde y Celia le había contado lo importante que era para ella la puntualidad, síntoma de respeto hacia los demás.
Estaba llegando a la plaza, cogió el teléfono, tenía un mensaje de Narciso:
He llegado puntual. La ocasión lo merece.
¡Qué nervios, ja, ja, ja! Voy sin gafas, igual no te conozco. Por si acaso, soy la del tic en el ojo.
Ja, ja, ja, ja. Yo te espero apoyado en la barra, que se me olvidó el bastón.
Madre mía, no quiero ni imaginarlo. Voy descojonándome de risa yo sola por la calle.
Ven pronto, por favor, la gente no me quita ojo.
Abrió la puerta del bar y se encontró de cara a la única persona que estaba sentada en la barra. Era un tipo serio y la miraba fijamente. Poco parecido había con las fotos que tenía colgadas en su perfil, se sintió decepcionada y por un instante se quedó paralizada. Notaba cómo le subía la temperatura y su cara enrojecía, no sabía cómo reaccionar. Algo le hizo mirar a su izquierda, vio a un chico de espaldas en el borde de la barra, miraba hacia la puerta que conecta con el hotel. De repente, lo entendió: el tipo serio que la miraba fijamente no era Narciso. Ufffff, respiró aliviada y se dirigió hacia él:
—¡¡Hola!! —le dijo.
Narciso se dio la vuelta y esbozó:
—¡¡Por fin!!
Ese sí se parecía al tipo de las fotos, era guapo, alto, de piernas largas y sonrisa encantadora… Su estómago estaba full de mariposas revoloteando descontroladas.
Se sentaron en el rincón preferido de Celia. El lenguaje no verbal delataba que estaban encantados de conocerse, se gustaban muchííííííísimo. Las pupilas de Narciso estaban dilatadas, así que Celia entendió que sentía mucha atracción por ella, la cual no paraba de tocarle el brazo mientras le hablaba con el fin de establecer una comunicación más profunda —no tardaron en rendirse ni tres minutos—.
Mandó un mensaje a su amiga María. Cuando tenía una cita con alguien que no conocía, se los enviaba para que supiese que el susodicho no la había raptado. Era una comunicación en clave: emoticonos de mierdecitas o corazoncitos, dependiendo de lo que le gustara. Hasta entonces todos habían sido mierdecitas, a veces una y otras unas cuantas…, no había habido suerte :))
Sacó el móvil mientras Narciso se acercaba a la barra, abrió el WhatsApp y escribió:
Por si no quedaba claro, el mensaje en clave decía:
María, este sííííí…
Por un momento el tiempo se detuvo, no fueron conscientes de nada más que de ellos mismos hasta que a la una de la madrugada los invitaron a marcharse porque el restaurante tenía que cerrar. Al salir se besaron y así comenzó todo… No querían despedirse, así que se fueron a Viva Madrid hasta que también los echaron y tuvieron que poner fin al que fue su primer encuentro.
Narciso era cariñoso y muy atento, no paraba de expresarle a Celia lo contento que estaba de haberla conocido, lo mucho que le gustaba, parecía que había encontrado un tesoro. Le recordaba a un niño entusiasmado, todo lo quería hacer con ella, era como si hubiese encontrado algo que llevaba toda su vida buscando.
A los tres días fue San Valentín y ya pretendía celebrarlo con ella, pero Celia tenía planes con dos amigos para ir al spa y una cena divertida. Se quedó chafado porque esperaba compartir juntos un día tan especial. Era muy intenso y, aunque le gustaba mucho, durante las primeras semanas, Celia tenía una sensación extraña, como si la absorbiera.
Su segunda cita fue al día siguiente de San Valentín. Quedaron en la cafetería del Teatro Bellas Artes para tomar un café. Narciso estaba esperando muy puntualmente, incluso había llegado antes de tiempo, así que Celia comprendió que en realidad no tenía problemas para gestionar el tiempo, sino que dependía del grado de importancia o prioridad que le daba a la persona en cuestión.
Celia recordará ese momento para siempre: llegó apurada a la cafetería, no le gustaba aparecer tarde, se ponía muy nerviosa. Cree firmemente que la puntualidad es una virtud que demuestra consideración hacia otras personas.
Al entrar le buscó entre las mesas vacías, parecía como si Madrid aún no se hubiera puesto en marcha. La extrañó, no estaba acostumbrada a ver la ciudad en calma.
Narciso estaba sentado en una mesa mirando al ventanal hacia la calle. El día era precioso, lleno de luz. Al verlo, pudo relajarse. Llevaba un vaquero y un jersey azul de cuello alto y su sonrisa, encantadora. Se sentó y Narciso le cogió la mano, la abrazó entre las suyas:
—Tengo algo importante que decirte.
Esa mañana le explicó que el número de teléfono con el que se comunicaban lo tenía para las citas que le surgían de la aplicación, que había estado viendo a varias personas, pero no tenía nada serio y que desde el día que la conoció decidió que era con ella, así que se desharía del teléfono. Él la había elegido como su próxima pareja. Desplegó sus dotes comerciales para convencerla de la suerte que tenía porque era «la seleccionada», lo expresaba como si hubiera una multitud de mujeres, cada una con uno o varios boletos, esperando ilusionadas ser elegidas. Como cuando juegas a la lotería de Navidad y esperas escuchar tu número premiado. Y así fue, Celia, ella, nada más y nada menos, había sido la premiada. Nunca había tenido semejante golpe de suerte o quizá podría llamar pedrada. —He de decir, así por lo bajini, que una alarma, un tono anaranjado empezó a parpadear en su cerebro—.
Una semana después de conocerse le confesó que era la mujer de su vida, no necesitaba más tiempo, sabía lo que sentía. Tuvo dos relaciones importantes antes: se casó con alguien de quien nunca estuvo enamorado y más tarde con una compañera de trabajo con la que tuvo una relación muy intensa, y que semanas después describiría como una persona inestable y bipolar que le agredía cuando perdía los nervios.
Celia se debatía entre la emoción de lo especial que la hacía sentir y el rechazo que le provocaba una intensidad desbordante, ya que por momentos se sentía invadida. La forma que tenía de seducirla la asustaba y al mismo tiempo, algo que aún no comprendía qué era, la atrapaba.
Tenía mucho miedo a enamorarse y sentirse abandonada, esa era su mayor herida, la que llevaba toda su vida trabajando y conscientemente evitando. Su sensación de abandono aparecía cuando dejaba de ser especial para el otro, y en su interior sabía que eso terminaría pasando. Y es que hay inicios con cierto sabor a despedida que no queremos ver.
Quiso ser muy honesta con él y le mostró sus heridas de guerra. Cuando le hablaba sobre su vida, Narciso la miraba embelesado como si el mundo se detuviera. Le hacía sentir cómoda al hablar con él sobre sus emociones, la animaba a hacerlo desde una aparente escucha donde sus miedos se disipaban al sentirse comprendida. Parecía entender todo lo que le contaba desde una empatía extraordinaria, jamás había conocido a un hombre que respetara de una forma tan bonita su sensibilidad, se sintió cuidada como nadie lo había hecho antes. Fue tan fuerte la sensación de ser especial y su necesidad de que alguien la cuidara y se hiciera cargo de ella, que disipó cualquier ruido que la alarma emitía.
Con Narciso todo sucedió muy rápido. A las dos semanas le regaló un espectacular viaje romántico a Roma, casualmente lugar que Celia tenía ganas de visitar, y al mes ya eran inseparables. Le abrió las puertas a su mundo a una velocidad pasmosa, videollamadas con sus padres, presentaciones donde le hacía sentir la persona más importante del universo, le hablaba de ella a todos sus amigos:
—La tenéis que conocer, es una mujer maravillosa, es profunda, sensible, me da mucha paz. —Le escuchaba decir.
Hablaba de «nosotros», y eso fue lo que la enamoró, le hacía sentir en familia.
Era un hombre con éxito, muy inteligente, con una mente privilegiada, de altas capacidades, valorado en su entorno profesional, sabía cómo darle a cada persona lo que necesitaba. Su familia lo adoraba, hijo único al que sus padres le hacían sentir especial e importante. Rápidamente quiso presentarla a todos sus amigos, a su familia. La incluía en cada uno de sus proyectos:
—Vamos a vivir en tal sitio, vamos a montar una empresa, nuestro dinero, nuestra casa, nuestro futuro…
La colmaba de regalos y la llevaba a sitios espectaculares, estaba atento a cualquier necesidad que pudiera tener, hasta se hizo vegetariano como ella. Le hacía sentir especial. Fueron unos meses maravillosos, la llenó de atenciones, le repetía constantemente la suerte que tenía de estar con ella, quería todo a su lado, el sexo era fantástico, decía que jamás había sentido nada igual, una conexión brutal que nunca había tenido con nadie. Supo lo que anhelaba y se encargó de que recibiera lo que siempre había soñado.
Narciso la adoraba, quería aprender a cocinar, a meditar, a admirar las pequeñas cosas que a ella le daban paz, estaba convencido de cambiar de hábitos, decía sentirse un fraude por vivir una vida superficial dedicada al trabajo y a conseguir éxito. Admiraba a Celia por su gran sensibilidad ante el mundo emocional y se sorprendía de su superpoder, una gran memoria emocional: recordaba y almacenaba cada palabra y cada detalle de las conversaciones o situaciones emocionales que ocurrían a su alrededor, sus muecas, cómo iban vestidas, si ese día hacía sol o había llovido, cualquier dato era recordado de forma asombrosa. Y es que desde pequeñita había aprendido a leer las emociones de los demás, así fue como sobrevivió.
Una madrugada Celia se despertó, Narciso no estaba en la cama, bajó las escaleras a buscarlo, se encontraba en el sofá boca arriba, pensativo, parecía preocupado. Celia se acercó cariñosa y le acarició. Su mirada le recordó a la de un niño preocupado, le dijo que la notaba fría y distante, que le preocupaba que no quisiera tener el nivel de conexión que él, que nunca había sentido algo tan especial por nadie y que le daba miedo que Celia no quisiera dar lo mismo.
Celia advirtió que Narciso se abría, que se mostraba vulnerable y se sintió en un lugar seguro para explicarle cómo fue su infancia, lo dura que fue su adolescencia y el proceso terapéutico que llevaba haciendo durante años para sanar las heridas que aún hoy sangraban al apretarlas. Su gran miedo a caer en una relación donde fuera abandonada y traicionada, un pozo negro en el que la asustaba no encontrar la salida. Le daba pánico confiar. Pero Narciso siempre tenía una solución para todo:
—Yo jamás te abandonaré, voy a cuidarte y a quererte tanto que te vas a aburrir de mí —le aseguró.
Esa misma noche, al volver a la cama, quiso expresar todo a lo que estaba dispuesto por ella con la canción Te regalo, de Carla Morrison.
—Esta será nuestra canción —dijo.
Y entonces Celia confió… porque ¿quién no se rendiría a los encantos de alguien tan «hecho a la medida»?
Y este fue el dulce inicio de cómo comenzó el cuento de hadas que meses más tarde se convertiría en una caza de brujas… porque lo que Celia jamás imaginó es que su sueño hecho realidad terminaría en una pesadilla.
Me gustaría comenzar el capítulo invitándote a reflexionar sobre lo que significan para ti algunas cuestiones que serán relevantes en las historias que te voy a contar. Así, al terminar de leer el libro, tú mismo podrás sacar conclusiones interesantes que quizá nunca te hubieras planteado. Tal vez te ayude a reconsiderar qué es el abuso emocional.
Te recomiendo que te hagas con un Diario en el que vayas anotando tus reflexiones, así como los ejercicios que te voy a ir proponiendo a lo largo de esta guía. Te servirá para entender cómo te has quedado enganchado a una relación de abuso; además, cuando eches la vista hacia atrás, podrás darte cuenta de cuánto estás avanzando en tu proceso de recuperación.
Comenzamos con las primeras reflexiones. ¿Crees que has experimentado algún tipo de abuso en algún momento de tu vida? ¿De quién vino? ¿Pudiste nombrarlo? Si es así, ¿a quién se lo confiaste? ¿Le diste o le quitaste importancia? ¿Conoces a alguien cercano que te haya confesado que ha sufrido maltrato? ¿Cómo te sentiste? ¿Qué pensaste? ¿Cómo reaccionaste? ¿Quizá tú mismo hayas presenciado algún comportamiento abusivo, pero te sentiste confundido y no fuiste capaz de ponerle nombre? Y, por último, una pregunta que te planteo para que te acompañe durante esta historia: en el amor, ¿todo vale?
Seguro que te resulta curioso lo mucho que estamos familiarizados con el término narcisista, solo hay que darse una vuelta por las redes sociales para darnos cuenta de que es un tema de rabiosa actualidad. Es posible que hayas escuchado o incluso utilizado alguna vez frases como «menudo narcisista» o te hayas referido a alguien que solo se quiere a sí mismo o que siempre quiere ser el centro de atención como Narciso. Y es que solemos usar coloquialmente el término narcisista para referirnos a individuos con una personalidad egocéntrica, arrogante y excesivamente centrada en sí mismos. Pero ¿qué es en realidad el narcisismo?
Personas así siempre han existido, pero hasta hace poco no se les había nombrado de una manera tan explícita como hoy en día. Yo, por ejemplo, no supe ponerle nombre hasta hace unos años, ni siquiera cuando estudié los trastornos de la personalidad en la universidad y más adelante en formaciones sobre psicopatología pude ponerle cara a la gravedad de esta forma de perversión.
Es cierto que englobamos de modo erróneo tanto a personas con un trastorno como a aquellas que solo tienen alguna conducta narcisista aislada y, aunque es importante aclarar la diferencia —ya que la destrucción que causa este tipo de personalidad podría equipararse a vivir un tsunami—, no debemos tomar a la ligera las conductas aisladas, puesto que también son dañinas.
Escucho a muchos compañeros en redes sociales molestos porque se utilice este término de una forma tan regular, como si la plaga del narcisismo se hubiera extendido de manera vertiginosa, pero mi sensación es que hay una necesidad primaria de dar nombre a un tipo de abuso que durante muchos años se ha mantenido escondido en la intimidad y más absoluta soledad, un abuso que se vivía con una vergüenza desoladora porque quejarse de algo que «no existía» implicaba burla y que fueras señalado con un dedo acusador.
No sé si a ti te pasa, pero yo tengo la sensación de que aunque cada vez hablamos más de abuso emocional, el único maltrato que hasta ahora hemos conseguido visibilizar y ponerle rostro es al físico, es aquel que deja marcas en nuestro cuerpo.
Hasta hace bien poco, el maltrato psicológico ni tan siquiera era conocido, rara vez se habla sobre este abuso invisible a pesar de ser algo habitual, no podemos olvidar que hemos crecido en una cultura donde la palabra maltrato daba risa y no era tomada en serio, y donde parecía existir un derecho implícito por parte de algunos individuos para vulnerar los derechos de otras personas. A veces el abuso se transfiere de generación en generación, aceptándolo sin cuestionamiento como algo natural. Todo esto ha influido a que estos abusadores y abusadoras estuvieran camuflados en la sociedad y que incluso se sintieran legitimados para hacerlo actuando bajo un sistema de valores implantado en el abuso, perpetuando así este comportamiento.
Pero si has pasado por una vivencia de abuso o conoces a alguien que esté pasando por ello, estarás de acuerdo conmigo en que el maltrato emocional puede ser incluso más destructivo que el físico. El abuso y la adicción que se generan son invisibles.
Sus heridas no sangran en el cuerpo, pero lastiman el alma, dejando cicatrices invisibles de por vida.
Es tremendamente difícil de demostrar, no solo hacia fuera, que hasta nuestra propia familia y amigos llegan a invalidar lo que sentimos pensando que estamos exagerando o interpretando mal los hechos, sino internamente, que llegamos a dudar de nuestro propio criterio por el desgaste psicológico al que hemos sido sometidos y por la invalidación y poca información que tenemos. Así que, imagínate, el desamparo es absoluto y la víctima termina sintiéndose completamente confundida y abandonada.
Déjame que te proponga un ejercicio muy simple: me gustaría que te tomases unos segundos para leer e interiorizar la siguiente frase:
«Laura es maltratada por su pareja».
Por favor, no sigas leyendo. Cierra los ojos por unos segundos y piensa en lo que acabas de leer.
Y ahora dime, ¿qué es lo primero que has pensado?, ¿Cómo te has imaginado que Laura es maltratada? ¿La pareja que maltrata a Laura es hombre o mujer? Es muy habitual que cuando escuchamos la palabra maltrato, la mente, de forma automática, lo asocie a golpes, como mucho a insultos graves como «puta» o amenazas serias: «te voy a matar» o incluso lo asociemos a violencia de género, pero solo de forma ocasional o si estamos concienciados con ello, pensamos que pueda tratarse de abuso emocional, el cual no atiende a géneros. Este tipo de maltrato es tan sutil y tenemos tan poca educación sobre ello que rara vez lo identificamos como maltrato.
Muchas personas hemos sufrido esta clase de abuso, confundidas y hasta enloquecidas al no entender qué nos estaba ocurriendo. Por ello necesitamos visibilizar esta violencia silenciosa, porque lo que no se nombra, no existe. Tenemos la obligación de no seguir escondiendo maltratos disfrazados de queja, poner nombre a estos abusadores emocionales y dejar de revictimizar a las víctimas, haciéndolas creer que son débiles y dependientes o incluso que están locas.
Estoy convencida de que para comenzar el camino de recuperación es esencial ponerle voz y poder nombrar lo que nos ha ocurrido. A día de hoy sigue existiendo un interés en que no se hable de estos abusos porque conviene que tengamos una venda en los ojos, que no seamos conscientes de que estamos sometidos a manipulaciones perversas mientras otros obtienen beneficios tratándonos como meros instrumentos.
Callamos conductas que deben ser denunciadas y normalizamos comportamientos que deben ser sancionados.
Las personas que alzamos la voz no somos cómodas, molestamos, por eso sé que una de las mejores maneras de ayudar es la divulgación de estos conocimientos, porque contribuye a la educación y a la toma de conciencia.
Quiero que te tomes esto muy en serio: si te encuentras en una situación de maltrato, o dudas de si lo estás, si te resuenan las dinámicas descritas en el libro, busca ayuda para salir de ahí, o al menos para averiguar qué te sucede. Salir de una relación de abuso no es fácil, pero se puede. Lo sé porque yo también transité ese camino, sé que es horrible y también sé que te mereces vivir una vida plena y en paz.
Antes de comenzar a describir la personalidad narcisista me gustaría explicarte algo más sobre el abuso emocional poniéndote como ejemplo la historia de Sara, una paciente que pasó por mi consulta hace algunos años.
Sara y Juan se conocieron hacía cinco años en unos premios de cine y desde entonces él se encargó de coincidir con ella los siguientes dos meses. La buscaba, aparecía de forma ocurrente y le proponía planes divertidos. Así empezaron su relación, había mucha atracción, se lo pasaban muy bien juntos y se cuidaban. Sara acudió a terapia con un cuadro de ansiedad, llevaba meses sin poder dormir bien y cualquier cosa le hacía enfadarse, estaba en alerta constante. Hablaba de su vida como si fuera maravillosa y no entendía por qué se encontraba así. Se había esforzado mucho durante años para conseguir cumplir su sueño, ser actriz, y ahora que era admirada y respetada en su profesión, sentía tristeza.
Sara era una mujer que buscaba la excelencia en todo lo que hacía y cualquier ámbito de su vida parecía llenarla. Cuando me hablaba de Juan, su pareja, le describía como un hombre inteligente, positivo, con mucha capacidad para conseguir sus objetivos y lleno de cualidades para triunfar. Decía que era muy cariñoso y detallista y que había hecho muchas cosas por ella.
Me sorprendió lo ideal que le describía y lo triste que se sentía desde hacía unos meses coincidiendo con su traslado a Barcelona para vivir con él. Comencé a indagar cómo había sido su relación. Me di cuenta de que no existía una relación de igualdad, él actuaba como si sus proyectos y metas fueran más serios e importantes que los de ella, de forma indirecta le hacía sentir que su trabajo como actriz fuera un pasatiempo, algo poco relevante que hacía para divertirse. Sara no lo verbalizaba, pero esto le hacía cuestionarse su valía. De esta manera Juan, que se había comprometido con Sara en formar una familia en Madrid, consiguió que pospusiera sus compromisos y accediera a trasladarse a Barcelona con él para montar una nueva empresa. A pesar de que Sara había triunfado profesionalmente, Juan la manipuló, minimizando la seriedad de su trabajo para colocarse por encima. Sara se sentía fracasada por el desequilibrio de poder que Juan ejercía desde una manipulación muy muy encubierta.
Cuando tenían una discusión, Juan hacía que Sara se desestabilizara y perdiera la razón, le decía que la emoción la secuestraba y que su mente creía cosas que no sucedían. Algunas veces, si ella le ponía límites y se iba a dormir, él encendía las luces hasta desquiciarla para presionarla a cambiar de opinión, no contemplaba la opción de perder la razón. Le prometía cosas y después le decía que lo había malinterpretado o que no lo había dicho, le hacía sentir que se lo había inventado y a pesar de que Sara lloraba y sufría, Juan no dejaba de hacerlo.
Verbalizando estas situaciones, Sara comenzó a darse cuenta de que su pareja no la trataba bien, pero estaba convencida de que era el hombre perfecto para formar una familia, —Es serio, preocupado, culto, ordenado, no bebe, no fuma —aseguraba.
Creía que nadie iba a quererla tanto, que nadie podría sentirse más orgulloso de ella.
—Otro que se enamore de mí, me dejaría cuando se le pasara el flechazo. Juan podría estar con quien quisiera, es guapo y exitoso y se ha quedado conmigo a pesar de que yo no puedo ofrecerle tanto como él a mí.
Sara había dejado de verse y de cuidarse, había estado sometida durante mucho tiempo a un goteo continuo de devaluación de una manera tan sutil que no reconocía el abuso, Juan la había hecho pequeñita para sostener una relación de poder.
El abuso emocional es una cosa muy seria, es una forma de maltrato psicológico en el que el abusador emplea estrategias no físicas, como la manipulación y el control, y que dañan emocionalmente a la otra persona. No es una violencia extrema y aparentemente grave, pero erosiona la autoestima y el sentimiento de valía de la víctima de poquito a poquito.
Mientras me peleaba conmigo misma intentando colocar mi propia experiencia, me empapaba de información, leía libros, veía vídeos y hacía cursos sin parar con el ánimo de encontrarle sentido y calmar la brutal ansiedad que se había despertado.