Historia de España comentada con Pablo Salvat - Ignacio Galán - E-Book

Historia de España comentada con Pablo Salvat E-Book

Ignacio Galán

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Beschreibung

Este es un libro sobre la historia de España que está relatado mediante una conversación con un personaje ficticio, Pablo Salvat, quien, tras su gentil e imaginaria ayuda en mis libros, va adquiriendo una vida cada vez más independiente, asistiéndome en la redacción comentada de hechos históricos de nuestra amada patria. Es un libro con pretensiones divulgativas y didácticas para aprender a conocer y amar a España. Abarca desde los Tartesos hasta la España actual advirtiendo del incierto futuro del devenir de la Patria.

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© Derechos de edición reservados.

Letrame Editorial.

www.Letrame.com

[email protected]

© Ignacio Galán

Diseño de edición: Letrame Editorial.

Maquetación: Juan Muñoz Céspedes

Diseño de cubierta: Rubén García

Supervisión de corrección: Celia Jiménez

ISBN: 978-84-1068-267-2

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

.

A mis nietos Rodrigo e Ignacio, a quienes ruego conozcan la grandiosidad de la España que amó su abuelo.

.

PRÓLOGO

Hay mucho de lo que hablar, por lo que voy a ser breve en esta introducción a mi última obra literaria: La historia de España comentada con Pablo Salvat.

Esta es una ambiciosa idea que me propuse para dejar constancia de lo más importante que he apreciado en la historia de España, según todos los textos que he leído, de forma muy seleccionada, sobre temas preferentes que creo son del gusto del mayor número de españoles que tengan algún sentimiento afectivo respecto de su patria. Abarca desde la civilización de los Tartessos hasta los dolorosos tiempos presentes de los que tanto trabajo me ha costado escribir. Es un libro instructivo, didáctico, que facilitará el conocimiento de extremos desconocidos por el común de los españoles. No creo que la historia de España pueda ser superada por otra en cuanto a héroes, conquistas, descubrimientos y logros a lo largo y ancho de la historia de la humanidad; a medio mundo España le dio una fe, una lengua y una historia común, a pesar del maltrato que ha sufrido, tanto por sus enemigos ancestrales como por los propios españoles, pero se ha superado en todo, creo que la divina providencia velará por su persistencia cuando llegue el momento de que sea necesaria esa divina intervención que, sin duda, será real y efectiva.

LIBRO I

«¡Pues sí, soy español, español de nacimiento, de educación, de cuerpo, de espíritu, de lengua y hasta de profesión y oficio; español sobre todo y ante todo y el españolismo es mi religión y el cielo en que quiero creer es una España celestial y eterna, y mi Dios un Dios español, el de Nuestro Señor don Quijote; un Dios que piensa en español y en español dijo: ¡Sea la luz!, y su verbo fue verbo español...!»

Así es, no puede haber mejor inicio, y más tratándose de un texto del maestro don Miguel de Unamuno, persona inigualable. Falleció el 31 de diciembre de 1936 con el dolor de ver a España debatiéndose por sobrevivir. Fue quien pronunció la famosa frase: «Me duele España». Un gran vasco y un grandísimo español.

—Te diré que sin hacer un estudio histórico profundo daré cuenta de mi percepción del devenir de España y todo lo relacionado que me acuerde de mi condición de español. Una españolidad de la que me siento orgulloso pues sin duda alguna España ha sido, desde una perspectiva histórica definitiva, la nación, el Imperio mayor que ha existido y además por el mayor período de tiempo.

—¿Exageras?

—En absoluto, solo hay que tener inquietud por la historia y ver lo que España hizo a lo largo de los siglos para llegar a esa conclusión, solo hay que ver el nivel histórico de sus enemigos y cómo se confabularon para lograr su destrucción.

—Debe de ser así, Ignacio, pues desde siempre se ha dicho que la dimensión de alguien viene dada por la entidad de sus enemigos y, en el caso de España, sus encarnizados enemigos han sido Inglaterra, sobre todo, Francia y Holanda. Estas han sido las depredadoras del Imperio Español y los Estados Unidos su enterrador.

—Efectivamente, y sin entrar en muchos detalles, ya verás por qué...

HISPANIA EN LA ANTIGÜEDAD

Habríamos de remontarnos a la Iberia prerrománica para comprobar que ya había historias que contar como la civilización tartésica, el rey Argantonio, la diosa Tanit, el dios Melkart, el tesoro del Carambolo, que es propiedad del Ayuntamiento de Sevilla, que fue descubierto durante los años cincuenta cuando se abrían zanjas en un lugar llamado el Carambolo para conducciones de agua y se comprobó que se trataba de una colección de joyas de oro (gargantillas, brazaletes, anillos) de gran calidad artística de la época prefenicia, de la población tartésica. También hay dos ríos que marcan la identidad de Iberia: el Ebro, que da nombre a la península, pues Iberia viene de Iber,Ebro, y el Betis, al que lo árabes cambiaron de nombre para denominarlo Guadalquivir. Fueron lo Tartesos quienes dieron ese nombre al río Guadalquivir, el mismo fue respetado por fenicios, cartagineses, romanos, vándalos, godos, hasta que llegaron los musulmanes y lo cambiaron de nombre para llamarlo río grande o Guad el quivir.

—Ya, claro, y tu equipo se lo reservó para hacerlo pervivir en las glorias deportivas de esta tierra.

—Pues sí, pero esa denominación, «Betis», que Roma aceptó como denominación del río, la utilizó para la división territorial de la península ibérica, que ellos llamaban Hispania, término que después sirvió para dar nombre a nuestra nación, mi Patria: Lusitania, Bética, Penibética y Tarraconensis.

»Y cuando esta historia discurría en los siglos anteriores a Cristo del mundo anglosajón, escandinavo, etcétera, pueblos hoy tan avanzados tanto en lo bueno como en lo malo, ni se tenía conocimiento de su existencia.

»También surgieron los primeros héroes: Indíbil y Mandonio, dos caudillos íberos, ambos lucharon como aliados de los cartagineses contra los romanos cuando Roma atacó la península ibérica, para contrarrestar el avance de Aníbal en Italia. Indíbil participó con Asdrúbal en la batalla contra Publio Cornelio Escipión, pero mientras Asdrúbal Barca, hermano de Aníbal, preparaba una nueva campaña contra Italia, Publio Cornelio Escipión convenció a Indíbil y Mandonio de que los cartagineses los habían traicionado, los atrajo al bando romano y, cuando los cartagineses fueron vencidos, los romanos se volvieron contra ellos.

»También Viriato y pasajes como los de Numancia o Sagunto, y tenemos que estar aguantando todo el día glorias del tres al cuarto del mundo anglosajón. Cuando dos traidores entregaron a Viriato a los romanos y después fueron a cobrar la recompensa, Escipión los mandó ejecutar mediante la frase histórica: «Roma no paga traidores».

—Bueno, Ignacio, como introducción del tema te has despachado bien.

—Sí, esto promete. Esta va a ser la forma de exposición: hablar de cosas aparentemente deslavazadas que no lo son en realidad. Quiero ser lo suficientemente entretenido pues es la forma de no aburrir.

—Pues sigue contando historias porque son muy entretenidas.

—La de Sagunto y Numancia son muy conocidas pero si te dijera que el gran Aníbal llegó a Cádiz con ocho años, cuando lo mandó traer su padre, Amílcar Barca, y cuando juró odio eterno a los romanos, se cree que lo hizo en el templo de Hércules Melkart ante la diosa Tanit, y ese templo se ubica junto al castillo árabe que está en el caño de Sancti Petri en la playa de la Barrosa en Chiclana de la Frontera, muy cerca de Cádiz por la línea de costa.

Castillo musulmán de Sancti Petri edificado sobre el templo de Hércules Melkart.

—Allí es donde tú pasas los veranos.

—Sí, y sentado en la sombrilla, cuando está la marea baja, asoman las piedras de lo que fue el templo junto al castillo árabe. De hecho, como siempre hicieron, utilizaron esos restos como cimentación para hacer el castillo que hoy se puede visitar. Desde la playa no se puede apreciar bien pero cuando cruzas el Caño de la Gallinera, que así se llama el paso en barca, aprecias la perfecta disposición de lo que hace miles de años fue una construcción de un templo y hoy son solo restos arqueológicos bajo el mar.

—¿Sic transit gloria mundi?

—Así es, Pablo. Bueno, aquí se dieron toda clase de batallas. De aquellos años de la dominación cartaginesa se cree que Amílcar Barca murió en un enfrentamiento en el río Guadiana al caer del caballo con la armadura puesta y su peso le hizo hundirse en el agua y morir ahogado.

—Muerto Amílcar Barca le sucedió Aníbal.

—Mira, Pablo, lo que Aníbal hizo solo es comparable a lo que hizo Hernán Cortés pues Aníbal preparó un ejército muy bien pertrechado con elefantes temibles para los adversarios y partiendo desde Cádiz subió por toda la costa hasta lo que hoy es Francia, cruzando los Alpes hasta introducirse en Italia manteniendo una gran y decisiva batalla junto al lago Trasimeno, soslayando el ataque a Roma, a la que bordeó, y marchó hacia el sur, instalándose, durante veinte años, en la Campania amargando la vida al pueblo romano.

—Fue el único que se atrevió contra Roma hasta que llegaron los bárbaros y acabaron con todo.

—Pues sí, pero la gesta de Aníbal se culminó pasando a la historia. Roma atacó Cartago y Aníbal, vencedor en mil batallas, es una forma de hablar, se vio obligado a volver a Cartago para defender su Patria.

—Esa fue entonces la estrategia del Senado romano. Como no podían vencer a Aníbal decidieron atacar Cartago para que acudiera en su defensa dividiendo su fuerza.

—Así fue, hasta que sucumbió en la batalla de Zama viéndose obligado a huir. Se alió con piratas del Mediterráneo con los que pasó bastante tiempo haciendo guerra de guerrillas, tanto por tierra como por mar, hostigando a los romanos hasta que se retiró a los dominios de un rey de lo que hoy es Siria, viéndose obligado a suicidarse cuando se enteró por el propio rey amigo que los romanos venían a por él y, como ya tenía sesenta y dos años, la misma edad que Cortés cuando murió en Sevilla, pensó que había vivido bastante y que no iba a complicar la vida a quien lo había acogido.

—Fue un héroe de los grandes, enorme, porque la dimensión de su enemigo era también similar.

—Sí, Pablo, y cuando Escipión el Africano compareció ante el Senatus pronunció la famosa frase «delenda est Cartago», o lo que es lo mismo, Cartago ha sido destruida, se abrió una nueva etapa marcada por la expansión de Roma a los cuatro vientos.

—Sí pero nos quedamos en España, Ignacio, para continuar con lo que nos ocupa.

HISPANIA EN LA ÉPOCA ROMANA

—Pues mira, en la conformación del Imperio Romano tuvo lugar una batalla importantísima en Munda, que se corresponde con Montilla (Córdoba), aproximadamente fue localizada entre el territorio que está entre Montilla, Astiges (Écija) o Ursa (Osuna-Estepa), que era donde estaba el campamento de Julio César. En esa batalla acabó con el ejército de Pompeyo, que huyó a Egipto, y cuando Julio César viajó a Egipto, Cleopatra le regaló un cesto con la cabeza de Pompeyo.

—¿Y qué más hicieron los romanos por Hispania?

—Pues mucho porque Hispania fue una gran provincia del Imperio. Se fundaron ciudades, se construyeron templos, teatros y toda clase de edificios administrativos y privados.

—Destácame alguno.

—Mérida para mí es la que guarda los mejores restos romanos. Roma la denominó «Emerita Augusta» y fue fundada por veteranos de las legiones que dominaron Hispania. No solo tiene restos magníficos sino también un museo diseñado por Moneo con un contenido digno de exhibirse en Roma. Difícilmente superable.

—¿Algunos más?

—Hay muchos. La conocida Tarraco, las murallas de Lugo o la Torre de Hércules en La Coruña, Itálica en Sevilla, Baelo Claudia en la bellísima playa de Bolonia (Cádiz), fundada por el emperador Claudio, donde se procedía a la salazón de los atunes y donde se preparaba el garum, alimento identificativo del Imperio, destacando sobremanera el extraordinario Acueducto de Segovia. También destaca Astiges (Écija), que tiene un museo romano excepcional, o templos a la diosa Diana como el de Estepa o el de Évora en Portugal. La cultura Romana fue determinante en la historia de España.

—Dime alguna aportación cultural o administrativa.

—Edificaron acueductos para canalizar el agua, carreteras, caminos, vías, que las llamaban ellos, importantísimas como la Vía de la Plata, que comunicaba el sur, desde Itálica, con el Cantábrico. Así como toda clase de edificaciones, a lo largo de las cuales se fundaron grandes ciudades como León, Mérida, etcétera.

»Pues mira, Pablo, muchos hispanos fueron parte esencial en el desarrollo de Roma, pero te destacaría al filósofo Séneca, que era de Córdoba, y los dos emperadores que dio Itálica, junto a Híspalis, la actual Sevilla.

—Dime quienes son.

—Cronológicamente el primero fue Trajano, bajo cuyo mandato Roma conoció su máxima expansión; y el segundo, Adriano, quien dio nombre a la muralla que separa Inglaterra de Escocia. Como verás mi tierra tiene mucha historia. También Teodosio fue un emperador romano nacido en Hispania. También es de destacar la implantación del Derecho Romano, la base del Derecho en Europa y, por supuesto, en Hispania.

—Sobre finales del siglo I y principios del II se introdujo en Hispania el Cristianismo.

—Pero se cuenta que antes estuvo el apóstol Santiago, el de Zebedeo, hermano del Evangelista Juan, llegando hasta Compostela,

—¿Estuvo entonces llevando la palabra de Jesús?

—Sí pero volvió a Jerusalén para morir decapitado; pero sus discípulos trajeron sus restos de nuevo a España y se depositaron en Compostela descansando en la catedral de la ciudad que lleva su nombre. Es grande su relación con España hasta tal punto de ser declarado patrón. En la Reconquista. Santiago es un nombre que tiene también dos acepciones porque Jacobo y Jaime son lo mismo que Santiago.

—Dime, ¿cuánta verdad hay en esa historia?

—Ni me lo planteo pues como ya te lo dije en otro apartado de nuestro diálogo, me quedo con el inciso final de la película de John Ford, El hombre que mató a Liberty Wallance: cuando la realidad no supera a la leyenda debe prevalecer la leyenda.

—Muy ingenioso.

—Quizá pero si no te digo esto no te creerías que se apareció en varias batallas contra los sarracenos. Lo cierto y verdad es que es el patrón de España y que la magnífica catedral gótica en la que descansan sus restos es objeto de peregrinación constituyendo hoy día el final del denominado Camino de Santiago.

—Pues sigamos cronológicamente con el devenir de España.

—Poco hay que decir pues el Imperio Romano cayó por la invasión de los bárbaros (barbarii), cuya traducción exacta es «extranjeros».

—Sí pero se entiende por «salvajes», «bestias».

—Cuestión de acepciones, ya sería menos. El caso es que se adaptaron y se cristianizaron. A la península ibérica vinieron lo suevos, vándalos y alanos.

—Todo lo que tú quieras, Ignacio, pero muy delicados no creo que fueran porque vandalismo viene de «vándalos» y el vandalismo no tiene que ser explicado.

—Ja, ja, ja. Muy agudo lo tuyo. Al ente de ficción no se le escapa una. Pues para ti todos eran unos bárbaros pero no olvides que fueron los godos los que, como su propio nombre indica, dieron paso al arte gótico, estancándose el románico, que a mí, por su austeridad, me parece maravilloso, extraordinario; pero los tiempos cambian y hay que tomarlo con filosofía de aceptación.

—Y en esa parte de la Edad Media, ¿cómo se llevaban los pueblos de Hispania?

—Solo hubo el problema del arrianismo, que fue condenado por herejía en el Primer Concilio de Nicea, año 325, y definitivamente condenado por herético en el Primer Concilio de Constantinopla, 381. En España pervivió hasta el Tercer Concilio de Toledo, 589, durante el reinado de Recaredo I, que se convirtió al catolicismo.

—Y en síntesis ¿qué era el arrianismo?

—Lo constituían las enseñanzas de Arrio, que negaba la divinidad de Jesucristo, por tanto se trataba de una doctrina contraria al dogma trinitario determinado en los dos primeros concilios ecuménicos y mantenidos en la actualidad por la Iglesia Católica.

—Bueno, ya tenemos una Hispania completamente católica, ahora es conveniente avanzar y creo que nos vamos a encontrar con la invasión musulmana en el 711 bajo el mando de Tarik y Muza.

EL ISLAM EN HISPANIA

—Pues sí, mira, el primero, Tarik, le dio nombre a la ciudad de Tarifa, posiblemente desembarcaría en la actual playa de los Lances, y también a Gibraltar (yebel-tarik o monte de Tarik).

—Muy curioso, pero dime cómo aconteció todo esto porque una invasión en toda regla no puede acontecer de la noche a la mañana.

—Cierto, todo comenzó en el 623, año que para los musulmanes es el año cero y es desde el cual se cuentan los años en su calendario.

—Y ¿qué es lo que ocurrió en el 623?

—Pues la Hégira o huida de Mahoma de la Meca, la ciudad santa del Islam. A partir de ese momento el mundo árabe se expande militarmente a los cuatro vientos: por el este se extendió por lo que hoy es Oriente Medio, Irán la antigua Persia y Afganistán, hasta el Indico, Indonesia y la India; por el sur hasta Sudán y el África subsahariana, por el norte hasta lo que hoy es Turquía y por el oeste hasta el Atlántico; y ahí se dispuso a dar el salto a Europa a través de la península ibérica, que por entonces estaba dividida en diversos reinos no muy bien avenidos.

—Y ¿fueron muy belicosos?

—Muy belicosos y muy violentos. Fueron los mayores genocidas de la historia de la humanidad pues acabaron con todos los pueblos de Oriente, como por ejemplo los persas, y se establecieron en lo que es hoy Pakistán, Afganistán, Irán, etcétera, también por el sur acabaron con civilizaciones como la de los egipcios y así siguieron por todo el norte de África, donde estaban asentadas civilizaciones descendientes de los griegos y los romanos como Hipia de Alejandría o San Agustín de Hipona (actual Túnez). Pues los que no pudieron huir fueron aniquilados. La inmensa mayoría de los habitantes de estas zonas huyeron a Europa a través de Grecia, Italia y la península ibérica; y cuando estaban dispuestos para dar el salto por el estrecho de Gibraltar, el de menor complicación por sus trece kilómetros de anchura, en la península hubo una desbandada hacia el norte.

—¿Por qué esa ferocidad genocida?

—Pues porque se trataba de una Guerra Santa o, lo que es lo mismo, como una Yihad. No respetaron ninguna civilización, a los judíos, que hoy son sus más encarnizados enemigos, los expulsaron de lo que era Israel, a los que llamaban «los hombres del libro», ello dio lugar a la conocida diáspora, pues se extendieron por toda Europa, pero no respetaron a ninguna religión que representara la divinidad por una imagen porque eran iconoclastas. Si no te convertías al Islam te cortaban la cabeza. Así de sencillo.

—Entonces ahora entiendo la desbandada que hubo en la península ibérica.

—Sí, pero aquí ya hubieron de ir entendiéndose y, aunque a la más mínima, por hacer una señal de la Cruz te cortaban la cabeza, no obstante fueron algo más tolerantes si no hacías proselitismo del Cristianismo.

—Bueno, entonces en el 711 cruzaron el estrecho de Gibraltar Táriq y Musa.

—Sí, Táriq ibn Ziyad y Musa ibn Nusair; pero con una ayuda, la del conde don Julián, gobernador de Septem, actual Ceuta, padre de doña Florinda de la Cava, que fue ultrajada por el rey visigodo don Rodrigo teniendo lugar la primera batalla en el lugar denominado La Janda, por donde transcurre el río Guadalete, dentro de un lugar de un triángulo imaginario de las actuales Arcos, Chiclana y Vejer, es decir, en un lugar próximo a Medina Sidonia.

—Supongo que ganarían los invasores musulmanes.

—Pues sí, y ahí comenzaron los ochocientos años, ocho siglos, que se dice muy pronto, de dominación árabe. Ocho siglos que modelaron una raza de hombres curtidos en la necesidad, en el combate y en la grandeza. Una raza de hombres que conformaron con el tiempo el Imperio que jamás haya existido. Hombres duros, aguerridos, valientes capaces de todo.

—Pero no me contarás lo acontecido en ocho siglos en Hispania.

—Pues no, me limitaré a dar datos que se pueden ampliar y comentar fácilmente.

—Bien, Ignacio, pues háblame del astur don Pelayo, quien apreciando el cariz que estaban tomando los acontecimientos, encabezó los movimientos cristianos beligerantes contra los musulmanes…

—Con don Pelayo comenzó la Reconquista en los montes de Covadonga, con ocho siglos por delante.

»De tal calibre era la empresa de la Reconquista que cuando se formaron las Cruzadas para liberar los Santos lugares en Tierra Santa, la Iglesia, el Papa, excluyó a los reinos cristianos de la península ibérica de su deber para con las Cruzadas.

—No era para menos, Ignacio, estaban conteniendo a los musulmanes y manteniéndolos a raya evitando con ello su expansión por Europa.

—Por eso el cine nos habla de Ricardo Corazón de León, Robin Hood, Saladino y las órdenes militares, pero una vez más Iberia quedó olvidada en la magna empresa de las Cruzadas y de la incipiente Europa.

—Aquí, Ignacio, lo que hubo fueron guerras de guerrillas en las que los españoles siempre fueron unos expertos. A Almanzor lo traían loco pues lo atacaban en cualquier lugar y desaparecían. Y todo porque no había un ejército cristiano fuerte.

—Pues sí, Pablo, porque aquí no habían grandes combates. Aquí dominaban los reinos musulmanes porque, al igual que los cristianos también estaban divididos guerreando entre ellos. La ciudad más importante era el califato de Córdoba y el rey más importante, Abderramán III.

—Entonces ¿ellos tampoco se llevaban bien?

—Pues se llevaban bastante mal. Por ejemplo, la maravillosa ciudad omeya de Medina Zahara, muy próxima a Córdoba, fue arrasada por los enemigos taifas, y cuando digo arrasada me quedo corto. Allí solo queda una ruina de piedras y mármoles.

—Vaya si hacen eso los cristianos.

—Pues fíjate. Pero vamos a lo que vamos. Ellos, los musulmanes, estaban divididos y en algunos casos con alianzas con reyes cristianos que iban cada uno por su cuenta defendiendo su territorio. Había una tierra de nadie entre los reinos musulmanes y los cristianos que se llamaba extremaduras.

—Y así pasan unos tres siglos ¿no?

—Sí, los musulmanes se acostumbraron a gozar de esta maravillosa tierra nuestra en más de su mitad y los reyes cristianos siempre en sus historias del deporte nacional de agresión al vecino.

—Pero en estas situaciones siempre surgen determinados personajes que suponen una inflexión en el devenir de la historia.

—Veo que lo sabes.

—Se lee en tu pensamiento Ignacio.

—Pues sí, Pablo, tenemos a Jaime I el Conquistador, que se vuelca en la conquista del levante español.

—¿Y?

—También los Reyes Cristianos de Castilla con los vascos nobles del Señorío de Vizcaya, León, Aragón, etcétera.

—¿Y?

—Ya sé lo que esperas para contarlo en el libro.

—Adelante, Ignacio.

—Pues nada más y nada menos que don Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, sobrenombre que le dieron los musulmanes, muchos de ellos reyes de los diversos reinos que existieron en la época, como Granada, Sevilla, Córdoba, Carmona y otros, por la admiración que le profesaban. Noble castellano que hizo jurar al rey de Castilla ante la palabra de Dios contenida en la Biblia que no tuvo participación en la muerte de su hermano Sancho. Tras ello se postró ante él sometiéndose como súbdito, pero ello le supuso el destierro.

—Era hombre de honor, de los que mueren de pie porque no nacieron para vivir de rodillas. Es posiblemente el primer exponente de esa raza de hombres que crearon un Imperio pero que nunca gobernaron. De él dijo un rey moro una frase que encierra la definición más excelsa de ese pueblo español forjado con los siglos: «Que buen vasallo si tuviera buen señor».

—Pues sí, porque el pueblo español ha sido siempre un gran vasallo sin tener nunca un buen señor. ¿Por qué me dices que nunca gobernaron el Imperio?

—Porque desde que murieron los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, en España solo han existido dinastías de casas reales extranjeras, con los Austrias y los Borbones, con el paréntesis de la casa de Saboya representada por Amadeo I, que, como verás, era bastante mejor que todo lo que hemos tenido. Por eso, Pablo, ha sufrido tanto este pueblo español, porque siempre ha sido presidido por personas que no amaban España porque no les dolía en la sangre.

—Y sigue, ¿no?

—Por supuesto que sigue sufriendo, ahora más que nunca, y no se le ve el fin a ese sufrimiento.

—Estamos entonces en los siglos IX y X.

—Y es a partir de ahí cuando se va extendiendo una conciencia común de dar el paso decisivo. Eso viene a coincidir a mediados del año 1212 cuando el rey Moro Miramamolín prepara un ejército para asestar el golpe definitivo de la expansión musulmana por Europa. Esa Europa de los mercaderes que nunca valoró lo que España llevó a cabo conteniendo a los musulmanes.

—Con lo que me dices se estaban poniendo las bases de una gran batalla.

—Pues sí, la de las Navas de Tolosa, en las estribaciones de Despeñaperros por la parte de Andalucía, cerca de la localidad de Guarromán y Santa Elena, provincia de Jaén.

—Y ¿fue importante?

—Mucho porque supuso el principio del fin de la dominación musulmana en la península ibérica.

—Entonces, Ignacio, creo que nos deberíamos detener un poco en relatar resumidamente esta batalla.

—Sí, lo voy a hacer.

—Pues cuenta pero no te enrolles y ve al grano.

—De acuerdo. La batalla de las Navas de Tolosa enfrentó el 16 de julio de 1212 a un ejército aliado cristiano formado en gran parte por las tropas castellanas de Alfonso VIII de Castilla, las aragonesas de Pedro II de Aragón y las navarras de Sancho VII de Navarra contra el ejército numéricamente superior del califaalmohadeMuhammad Al-Nassir, conocido por los cristianos como Miramamolín, en las inmediaciones de la localidad jienense de Santa Elena.

—Y ¿cómo surgió?

—Fue iniciativa de Alfonso VIII de Castilla entablar una gran batalla contra los almohades tras haber sufrido la derrota de Alarcos en 1195. Para ello solicitó al PapaInocencio III apoyo para favorecer la participación del resto de los reinos cristianos de la península ibérica. Se saldó con victoria del bando cristiano y fue considerada como el punto culminante de la Reconquista y el inicio de la decadencia de la presencia musulmana en la península ibérica. Tras la derrota del rey Alfonso en la batalla de Alarcos (1195) y la caída del castillo de Salvatierra (1211), que había tenido como consecuencia que los almohades empujaran la frontera hasta los Montes de Toledo, viendo Alfonso VIII amenazada la propia ciudad de Toledo y el valle del Tajo, el rey de Castilla quería resarcirse venciendo a los musulmanes en un combate decisivo y campal. Habiendo fraguado diferentes alianzas con Aragón y Navarra con la mediación del Papa y del arzobispo de Toledo, Jiménez de Rada, y roto las distintas treguas que mantenía con los almohades, se enfrentó en 1212 contra el califa.

—Y ¿cómo fue eso, Ignacio?

—El ejército cristiano estaba formado por tropas castellanas al mando del propio Alfonso VIII de Castilla, junto con varias milicias urbanas de concejos castellanos. Constituían, junto con las mesnadas de los señores, el grueso de las tropas cristianas. Entre ellas destacaba la mesnada real, que constituía la guardia personal del rey, y los caballeros que formaban parte de su séquito habitual. Por su parte las tropas de los reyes Sancho VII de Navarra y Pedro II de Aragón congregaron unos mil caballeros del rey de Aragón y unos doscientos navarros. El ejército aragonés no solo contaba con caballeros aragoneses y catalanes, sino que también acudieron de sus dominios occitanos. Algunos caballeros portugueses y leoneses combatieron voluntariamente, pero sus reyes Alfonso IX de León y Alfonso II de Portugal rechazaron el llamamiento de Alfonso VIII y el Papa por conflictos entre ellos con Castilla. Por ello, Alfonso VIII pidió la mediación pontificia para evitar ser atacado por otros reinos peninsulares. Inocencio III accedió y amenazó con la excomunión a todo aquel que se atreviera a violar la paz mientras los castellanos lucharan contra los musulmanes. Este hecho contrasta con lo sucedido años atrás cuando el mismo Papa había obligado al monarca castellano, sin éxito, a devolver esos castillos a Alfonso IX, que eran los que causaban el litigio entre los reyes castellano y leonés.

—Pues eran pocos y mal avenidos.

—En España ha ocurrido desde siempre.

—Bueno sigue.

—También tenemos las tropas de las órdenes militares de Santiago, Calatrava, Templarios y Hospital de San Juan. Eran caballeros fuertemente pertrechados y especializados en la guerra que formaban parte de las fuerzas permanentes al servicio del ejército cristiano. No serían un gran número de caballeros, pero cada freire contaba con un escudero a caballo y uno o dos peones. Un contingente de cien freires podían suponer un cuerpo de medio millar de efectivos en el combate. Además, su disciplina y jerarquización los convertía en una fuerza de élite que habitualmente se integraba en las grandes batallas en la mesnada real o militia regis,que tenían como obligación constituir la guardia personal del rey y estaba formada por los nobles del séquito regio. Junto con los caballeros de las órdenes militares habría que incluir las guarniciones de los castillos, que en gran parte estaban defendidos por freires de estas órdenes militares. También había un gran número de cruzados provenientes de otros Estados europeos. Estos guerreros, en su mayoría franceses, llegaron atraídos por la llamada del Papa Inocencio III, quien a su vez había sido contactado por el arzobispo de Toledo, Jiménez de Rada, por encargo del rey de Castilla. La mayor parte de ellos no llegaron a participar en la batalla, ya que abandonaron el ejército antes de entrar en liza.

—Entonces, ¿en cuanto se cifran los contendientes cristianos?

—Se dan muchas cifras, algunas muy exageradas. El número total de soldados en la batalla, según estudiosos de la historia, se calcula en atención el espacio que ocupó el campamento cristiano (2,5 hectáreas), y se llegó a la conclusión de que el bando cristiano lo formaban aproximadamente doce mil hombres. Concretamente se establece que el número de caballeros cristianos sería de alrededor de cuatro mil, a los que acompañarían ocho mil peones, lo que suma un total de doce mil efectivos.

—Muchos para la época, ¿no?

—Pues sí, pero hay fuentes que hablan de cincuenta mil cristianos contra noventa mil almohades, pero esos datos no me los creo, me parecen más fiables los que te doy.

»Los musulmanes contarían con aproximadamente el doble de combatientes. De todos modos, era un número extraordinario para una época en que los ejércitos cristianos no llegaban casi nunca a tres mil soldados: un millar de caballeros y dos mil peones ya era un importante contingente, pues lo normal es que las batallas medievales se dirimieran con unos centenares de caballeros por bando.

»Alfonso VIII salió de Toledo el 20 de junio de 1212 con el grueso de las tropas. Las fuerzas de choque como avanzadilla compuesta por los tramontanos al frente del vasco don Diego Lope de Haro se adelantaron y llegaron a Malagón, en cuya fortaleza no se dio cuartel a sus ocupantes musulmanes, que fueron pasados a cuchillo y, cuando llegó el rey Alfonso VIII, no se sintió gratificado por el espectáculo tenebroso, mediando un roce con los extranjeros tramontanos autores de la matanza, pero continuó hasta llegar a la fortaleza de Calatrava que fue de los Templarios. Aquí sí pactó perdonar la vida a sus ocupantes al entregarse, a lo que los extranjeros tramontanos mostraron su oposición y enfado abandonando el grueso del ejército y perdiéndose un veintitrés por ciento que se compensó cuando se unió el rey Pedro II de Aragón. Por tanto, los hispanos quedaron solos ante el poder almohade, pero sus reyes decidieron continuar adelante.

—Cuán complicadas se le ponían las cosas al rey de Castilla.

—Pues así llegaron a las estribaciones de Sierra Morena, donde aguardaba con su ejército Al-Nassir con fuerzas preparadas para la emboscada en los peligrosos pasos de Despeñaperros. Esperaba que los cruzados se cansaran por el duro caminar por los montes de Sierra Morena, que suponía un difícil obstáculo para los cruzados cristianos.

—Ignacio, es que el ejército era numeroso y atravesarla no iba a resultar sencillo. Además, si en los únicos pasos disponibles estaban emboscados los almohades, tú me dirás.

—Los exploradores de los cristianos trataban de encontrar pasos francos que permitieran el movimiento de tropas sin riesgos. Entonces un pastor se apareció a las tropas cristianas y les dijo que él conocía un paso. El avanzado de don Diego Lope de Haro comprobó que el paso existía y que el pastor no les había engañado. Se dieron las indicaciones oportunas a los reyes y las tropas se dirigieron hacia el paso descubierto. Para entonces ya se había incorporado Sancho VII, el rey de Navarra, con doscientos caballeros y unos dos mil peones. El paso los condujo hacia un lugar llamado la Mesa del Rey, donde se estableció el campamento cristiano. El paso se señaló con calaveras de cabeza de vacas y tras aquellos se le autorizó al pastor a que su descendencia utilizara a modo de apellido o de título «Cabeza de Vaca», que tantos españoles han ostentado a lo largo de la historia, destacando el conquistador-descubridor jerezano Álvar Núñez Cabeza de Vaca.

»Bueno, pues así las cosas, Al-Nassir apreció que los cristianos habían pasado los pasos serranos y entonces dio la orden de formar a su ejército. Al-Nasir mandó algunas vanguardias de jinetes y arqueros para provocarlos y cansarlos aún más. El 15 de julio de 1212, los dos ejércitos estaban frente a frente y en la madrugada del 16 de julio las tropas están dispuestas para el combate.

—Lo que tuvo que ser aquello.

—Pues fíjate, la Espada frente al Alfanje. En esa madrugada los cristianos se prepararon para vencer o morir. Al amanecer se dio la comunión a las tropas cristianas, los soldados encomendaron su alma al cielo y se prepararon para la batalla. Se iban a enfrentar dos ideologías totalmente diferentes, la Espada contra el Alfanje, como te decía, la Cruz contra la Media Luna.

—¿Y quién inició el ataque en aquel, supongo, caluroso día?

—El primero que dio la orden de ataque fue Alfonso VIII. Pero no te preocupes, Pablo, que en tales circunstancias no se debe de notar ni frío ni calor.

—¿Y al frente del ataque quién iba?

—El vasco don Diego Lope de Haro, el abanderado, a quien se dedica la Gran Vía de Bilbao. Comenzado el ataque y el día se produjo con lo que se conoció como la carga de los tres reyes, el de Castilla, Alfonso VIII, el de Navarra, Sancho VII, y el de Aragón, Pedro II. Se cuenta que al iniciar la carga el rey Alfonso de Castilla, que tenía a su lado al obispo Rada, al desenvainar la espada le dijo al obispo: «Encomendémonos a Dios porque aquí hemos venido a morir». Fue el de Navarra el primero en llegar a la tienda del rey almohade Miramamolín, rompiendo las cadenas que la marcaban y la protegían. Esas cadenas están representadas en el escudo de Navarra.

—Debió de ser tremendo y además se ganó.

—La batalla, Pablo, supuso una victoria absoluta y fue el comienzo del fin de la dominación musulmana en la península. El Pendón de Castilla en aquella batalla se encuentra en el Monasterio de las Huelgas de Burgos.

»Pues sí, Pablo, el camino quedó abierto pues en las siguientes décadas cayeron Jaén, Córdoba y por supuesto Sevilla, ciudad en la que entró el rey Fernando III eL Santo el 23 de noviembre de 1248, día de San Clemente, con su Pendón que se encuentra en la catedral de Sevilla junto con la espada del Rey Santo. ¡Qué gran rey! El mejor que tuvo España.

—Y el cine haciendo películas de Robin Hood.

—Pues eso, películas de bandidos simpáticos y traidores pero, eso sí, simpáticos y valerosos y por supuesto británicos…

—¿Y cómo fue la conquista de Sevilla?

—Se cercó, y para vencer el asedio el rey San Fernando tuvo que hacer venir desde Santander una flota al mando del almirante Bonifaz, quien con la proa de su barco rompió las cadenas, aquí también había cadenas, las del puente de barcas que unía lo que conocemos por Triana con Sevilla propiamente dicha. Por ello el escudo de Cantabria refleja aquel hecho: las aguas que se ven son el río Guadalquivir, las cadenas y una barca es el puente referido y la torre es la que se conoce como Torre del Oro.

—Bonita historia, Ignacio.

—La Historia es apasionante, lo que hay es que amar la historia y ser crítico y estudioso de ella.

—Entonces ¿vas a seguir con la de España?

—Seguiré hasta los tiempos actuales pero comentando y analizando, ahora me he extendido porque esta batalla de las Navas de Tolosa fue de vital importancia para detener el avance definitivo del Islam en su propósito de invadir Europa. Ya verás cómo en los siglos posteriores se agradece aquella intervención decisiva de los tres reyes españoles frente a un ejército que los triplicaba en efectivos sufriendo una derrota severísima. Ya verás el agradecimiento por esto y lo de Lepanto.

—Me parece, Ignacio, que te vas a despachar a gusto.

—Pues sí que lo haré y se me criticará y cuestionará pero lo que diré será el resultado de lo estudiado y concluido a lo largo de los años.

—Bueno, pues sigue porque te quedaste en Fernando III el Santo.

—¡Qué grandísimo rey!, el más grande de todos los reyes de España y, además, santo, al igual que su primo San Luis, rey de Francia.

—Además, Ignacio, creo que en la catedral de Sevilla se encuentra su cuerpo incorrupto.

—Bajo la Virgen de los Reyes que él mismo veneró y otorgó a Sevilla siendo la Patrona de la Archidiócesis, primero, y de la ciudad después, pues la patrona de la ciudad fue desde la Edad Media la Virgen del Pilar. El patronazgo de la ciudad por la Virgen de los Reyes es del siglo pasado, es decir, muy reciente.

—Muy curioso, no creo que lo sepa mucha gente. Y ¿por qué fue tan gran rey?

—Porque fue el rey que actuó siempre en la defensa de su reino y de las vidas de sus súbditos pero, sobre todo, por la visión de futuro y la planificación que hizo y no pudo llevar a cabo.

Sepultura reyes de Aragón en Huesca.

—Pues cuenta, porque esto es interesante.

—Fue el único rey de España, o mejor dicho, de Castilla, que es con que se identifica hasta el advenimiento de los Reyes Católicos, que tuvo el convencimiento de que la expansión natural de España era el norte de África, que es por donde le iba a venir siempre el peligro, y tras conquistar Sevilla el 23 de noviembre de 1248, emprendió una marcha hasta Algeciras para cruzar el estrecho de Gibraltar y consolidar la ampliación del reino por África. Pero como siempre le ocurre a España, cuando algo le puede favorecer, se trunca. El rey murió el 30 de mayo de 1252. Por eso se llaman los pueblos de la ruta del ejército hacia Algeciras «de la Frontera»,porque lo prioritario era avanzar, no conquistar.

—Y esos pueblos mantuvieron su identidad fernandina.

—Así es, hasta nuestros días y para siempre. Su hijo Alfonso X no pudo seguir el brillante plan de su padre y se limitó a un ataque por mar a Rabat y poco más. Es la única vez que se intentó por Castilla, o España, que es lo mismo, una expansión por África y no la pérdida que supuso a España las guerras europeas, sobre todo la de Flandes, una auténtica sangría de dinero y de vidas, aunque esta estuvo justificada por luchar contra la reforma luterana y la expansión del protestantismo.

—La verdad, Ignacio, ¿qué se le había perdido a España en Flandes, el milanesado o Roma?

—La Reforma, el avance del protestantismo, solo eso. Supuso una sangría para toda Europa, fueron muchos años de guerras de religión, donde menos hubo fue en España porque hasta en Francia, con la matanza de hugonotes, también se conoció esa lacra de sangre en guerras de religión.

»No me voy a extender pero todo empezó con nuestro católico rey Carlos I de España, y no lo olvides, V de Alemania. Tenía en su conciencia el Sacro Imperio Romano Germánico. Aquellas fueron guerras de religión provocadas por el avance de la Reforma. Europa siempre fue nuestra ruina y perdición. Por eso no estoy en nada de acuerdo con aquella frase que dijo Ortega y Gasset que para mí es muy desafortunada, esa frase venía decir: «España es el problema y Europa la solución».

»No estoy de acuerdo en absoluto, Pablo. Europa ha sido siempre la gran tragedia de España, siempre hemos estado enfrentados con todos, especialmente con los ingleses, y a cambio no han agradecido nada de la contención que hicimos del mundo musulmán ni el descubrimiento de un continente ni de las nuevas rutas marinas que les dimos y descubrimos al mundo.

»La única justificada alianza fue la Liga Santa, comandada por don Juan de Austria, hermanastro de Felipe II, contra el turco, que se saldó con la victoria en Lepanto el 7 de octubre de 1571. Lo demás fue un horror. Hasta el propio don Juan de Austria murió en Flandes por enfermedad.

»Nada se le perdió a España por allí arriba. Fíjate, Pablo, el coste que supuso la nefasta Armada Invencible, derrotada por los elementos y algo de improvisación y precipitación, y todo por la maldita guerra de Flandes, que solo servía a la ambición de Carlos V de Alemania, I de España, más del V que del I, gastando en esas campañas todo el oro y la plata que venía de América. El conocido quinto del rey. La contención de la reforma luterana no bebió nunca de arruinar las perspectivas económicas nacionales del Imperio.

—Quizá por eso se fue a morir arrepentido a Cuacos de Yuste, pero el daño estaba hecho.

—Pues sí, Pablo, de allí lo único que se sacó de valor es el cuadro de la Rendición de Breda del inmortal Velázquez, sevillano él.

—Más vale que avancemos porque esto es bastante duro para ti.

—Aquí puedes apreciar con claridad aquella ironía del agradecimiento de Europa a lo que hizo España en las Navas de Tolosa.

—Te entiendo. Creo que se generó un odio a España y lo español, llegando a decirse a los niños en Holanda que si no haces esto o te comes aquello llamo al duque de Alba. Es decir, que se utiliza al duque de Alba para asustar a los niños.

—Así es, en la actualidad también, y ahí es donde se empieza a acuñar la famosa mentira de la Leyenda Negra de la que te hablaré más adelante. Ahora vamos con lo que más duele a los ancestrales enemigos de España: Inglaterra, Francia y Holanda.

EL IMPERIO ESPAÑOL. LA CASA DE AUSTRIA

—El Imperio español, que duró más de tres siglos y en el que nunca se puso el sol. Todo comenzó con los Reyes Católicos.

—Veo que pegas un salto considerable en la historia.