Historia de un caracol que descubrió la importancia de la lentitud - Luis Sepúlveda - E-Book

Historia de un caracol que descubrió la importancia de la lentitud E-Book

Luis Sepulveda

0,0
3,99 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

Spanische Literatur in Reclams Roter Reihe: das ist der spanische Originaltext – mit Worterklärungen, Nachwort und Literaturhinweisen. Die "Geschichte einer Schnecke, die die Bedeutung der Langsamkeit erkannte" (deutsch: "Der langsame Weg zum Glück"? ist die dritte Tierfabel von Luis Sepúlveda.Eine Schneckenkolonie lebt ein selbstzufriedenes, unaufgeregtes Leben auf einer Wiese, auf der es immer genug saftigen Löwenzahn zu fressen gibt. Das ist ihre ganze Welt. Nur eine der jüngeren Schnecken will ihre Existenz nicht einfach so hinnehmen, stellt Fragen und wünscht sich einen Namen. Erst die Begegnung mit einer Schildkröte bringt sie auf ihrer Suche voran, und dank ihr wird sie auch auf die Gefahr aufmerksam, die der Schneckenwiese droht. Eine Geschichte über Freundschaft, über die Herausforderungen des Alltags und die Überwindung der Angst. Spanische Lektüre: Niveau B2 (GER) E-Book mit Seitenzählung der gedruckten Ausgabe: Buch und E-Book können parallel benutzt werden.

Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:

EPUB

Seitenzahl: 86

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Luis Sepúlveda

Historia de un caracol que descubrió la importancia de la lentitud

Illustrationen von Simona Mulazzani Herausgegeben von Michaela Schwermann

Reclam

Diese Ausgabe darf nur in der Bundesrepublik Deutschland, in Österreich und in der Schweiz vertrieben werden.

Venta autorizada únicamente en Alemania, Austria y Suiza.

2016 Philipp Reclam jun. GmbH & Co. KG, Stuttgart

Copyright für den spanischen Text © 2013 Luis Sepúlveda by arrangement with Literarische Agentur Mertin Inh. Nicole Witt e. K., Frankfurt am Main, Germany

Copyright für die Illustrationen © 2013 Simona Mulazzani

Gesamtherstellung: Reclam, DitzingenMade in Germany 2017

RECLAM ist eine eingetragene Marke der Philipp Reclam jun. GmbH & Co. KG, Stuttgart

ISBN 978-3-15-961123-5

ISBN der Buchausgabe 978-3-15-019917-6

www.reclam.de

Inhalt

Historia de un caracol que descubrió la importancia de la lentitud

Editorische Notiz

Werke von Luis Sepúlveda

Nachwort

Hinweise zur E-Book-Ausgabe

[5] … sobre esta historia …

Hace algunos años y mientras estábamos en el jardín de nuestra casa, mi nieto Daniel observaba atentamente un caracol. De prontodirigió su mirada hacia mi, y me hizo una pregunta muy difícil de responder: ¿por qué es tan lento el caracol?

Le respondí que no tenía una respuesta en ese momento, y le prometí que le contestaría, no sabía cuándo, pero lo haría.

Como me precio decumplir con la palabra empeñada, esta historia intenta responder a esa pregunta.

Y naturalmente está dedicada a mis nietos Daniel y Gabriel, a mis nietas Camila, Aurora y Valentina, y a los lentos caracoles del jardín.

de pronto:

plötzlich, auf einmal.

dirigir la mirada hacia:

den Blick richten auf.

preciarse de algo:

sich einer Sache rühmen.

cumplir con la palabra empeñada:

sein Wort/Versprechen halten (

empeñar la palabra:

sein Wort geben).

[7] Uno

En un prado cercano a tu casa o a la mía, vivía una colonia de caracoles muy seguros de estar en el mejor lugar. Ninguno de ellos había viajado hasta los lindes del prado, y mucho menos hasta la carretera de asfalto que empezaba justo donde crecían las últimas briznas de hierba. Y como no habían viajado no podían comparar y, así, ignoraban que para las ardillas el mejor lugar estaba en la parte más alta de las hayas, o que para las abejas no había lugar más placentero que los panales de madera alineados al otro extremo del prado. No podían comparar y no les importaba, pues para ellos aquel prado en el que, alimentadas por las lluvias, crecían en abundancia las plantas de diente de león, era el mejor lugar para vivir.

Cuando llegaban los primeros días de la primavera y el sol dejaba sentir levemente su tibiacaricia, [8] despertaban del letargo invernal, un leve esfuerzo muscular les permitía levantar la concha el espacio suficiente para sacar la cabeza, y enseguida estiraban los cuernossostenedores de los ojos. Entonces descubrían con alegría que el prado estaba cubierto de hierbas, pequeñas flores silvestres y, por sobre todo, del sabroso diente de león.

Algunos caracoles, los más viejos, llamaban País del Diente de León al prado, y también llamaban Hogar a la frondosa planta de calicanto que cada primavera surgía con renovadovigor desde los restos de sus hojas castigadas por la escarcha invernal. Bajo esas hojas pasaban gran parte del tiempo, ocultos a la ávida ­mirada de los pájaros.

Entre ellos se llamaban simplemente con la palabra [10] caracol, y esto ocasionaba a veces algunas confusiones que eran superadas con lenta parsimonia. Sucedía, por ejemplo, que uno del grupo deseaba hablar con otro, entonces susurraba: «caracol, quiero contarte algo», y eso bastaba para que los demás girasen sus cabezas. Los que estaban a su lado derecho la giraban a la izquierda, los de la izquierda a la derecha, los que estaban delante hacia atrás, y los de atrás estiraban sus cabecitas susurrando: «¿es a mi a quién quieres contar algo?»

Cuando esto ocurría, el caracol que deseaba con­tarle algo a otro, lentamente se desplazaba, primero a la izquierda, luego a la derecha, enseguida hacia delante o hacia atrás, repitiendo: «lo siento, no es a ti a quien quiero contar algo», hasta que llegaba hasta el caracol al que en efecto deseaba contarle algo, generalmente algún suceso relacionado con la vida en el prado.

Sabían que eran lentos y silenciosos, muy lentos y muy silenciosos, y también sabían que esa lentitud y ese silencio los hacía vulnerables, mucho más [11] vulnerables que otros animales capaces de moverse con rapidez y dar voces de alarma. Para que la lentitud y el silencio no les creara miedo, preferían no hablar de eso, y aceptaban ser como eran con lenta y silenciosa resignación.

– La ardilla chilla y salta rauda de rama en rama, el jilguero y la urraca vuelan veloces, uno canta y la otra grazna, el gato y el perro corren veloces, uno maúlla y el otro ladra pero nosotros somos lentos y silenciosos, así es la vida y no hay nada que hacer – solían susurrar los más veteranos.

Pero entre ellos había un caracol que, sin embargo de aceptar una vida lenta, muy lenta y entre susurros, deseaba conocer los motivos de la lentitud.

el prado:

Wiese, Weide.

la colonia:

Kolonie.

el linde:

(Grundstücks-)Grenze.

la brizna:

Halm.

la hierba:

Gras, Rasen.

la ardilla:

Eichhörnchen.

el haya

(f.): Buche (pl

. las hayas

).

la abeja:

Biene.

placentero/a:

angenehm.

el panal:

Wabe.

alineado/a:

aufgereiht.

el extremo:

(äußerstes) Ende.

importar a alg.:

jdm. wichtig sein.

la abundancia:

Überfluss.

el diente de león:

Löwenzahn.

levemente:

leicht.

tibio/a:

lauwarm.

la caricia:

Streicheln.

el letargo (invernal):

Winterschlaf.

la concha (del ­caracol):

Schneckenhaus.

el espacio:

(Zwischen-)Raum.

estirar(se):

(sich) strecken, in die Länge ziehen.

el cuerno:

Horn; hier: Fühler.

el sostenedor:

etwa: Träger, Halter (

sostener:

tragen, stützen).

cubierto/a:

bedeckt (

cubrir:

bedecken).

la flor silvestre:

Wildblume.

el hogar:

Heim, ­Zuhause.

rondoso/a:

dicht.

el calicanto:

blühender ­Gewürzstrauch aus der Familie der Lorbeergewächse (Caly­canthus).

surgir:

hervorquellen, auftauchen; hier: aus­treiben.

renovado/a:

erneuert.

el vigor:

Kraft, Stärke, ­Vitalität.

castigar:

hier: Schaden zufügen, verderben.

la escarcha:

Raureif.

oculto/a:

verborgen.

ávido/a:

gierig.

ocasionar:

hervorrufen, bewirken.

superar:

überwinden.

la parsimonia:

Ruhe, Bedächtigkeit.

suceder:

geschehen, sich ereignen (

el suceso:

Geschehnis).

susurrar:

flüstern (

el susurro:

Flüstern, Murmeln).

girar:

drehen, wenden.

desplazarse:

sich auf den Weg machen.

vulnerable:

­verletzlich, verwundbar.

(ser) capaz de hacer algo:

fähig / im Stande (sein) etwas zu tun.

dar la (voz de) alarma:

Alarm schlagen.

chillar:

kreischen.

raudo/a:

rasch, flink.

la rama:

Ast.

el jilguero:

Distelfink.

la urraca:

Elster.

veloz:

schnell.

graznar:

krächzen.

maullar:

miauen.

ladrar:

bellen.

soler hacer algo:

etwas zu tun pflegen.

sin embargo:

jedoch, trotzdem; hier: auch wenn, gleichwohl.

[13] Dos

El caracol que deseaba conocer los motivos de la lentitud como los demás tampoco tenía un nombre, y esto le causaba una gran preocupación. Le parecía injusto no tener un nombre, y cuando alguno de los caracoles mayores le preguntaba por qué quería tener un nombre, también sin alzar la voz respondía:

– Porque el calicanto se llama así, calicanto, y eso hace que, por ejemplo cuando llueve, digamos que nos vamos a refugiar bajo las hojas de calicanto. También el sabroso diente de león se llama así, diente de león, y eso hace que cuando decimos vamos a comer unas hojas de diente león no nos equivoquemos y comamos ortigas.

Pero los argumentos del caracol que deseaba conocer los motivos de la lentitud no despertaban mayor interés en los demás caracoles. Entre ellos murmuraban que las cosas estaban bien así, que bastaba con saber el nombre del calicanto, del diente de león, de la ardilla y de la urraca, del prado al que llamaban País del Diente de León, y consideraban que no necesitaban nada más para ser felices como lo que eran, [14] caracoles lentos y silenciosos, empeñados en conservar la humedad de sus cuerpos y en engordar para soportar el largo invierno.

Un día, el caracol que deseaba conocer los motivos de la lentitud escuchó los susurros de dos caracoles mayores. Hablaban del búho que vivía entre el follaje del haya más vetusta y alta de las tres que se alzaban a un costado del prado. Comentaban que sabía muchas cosas, y que en las noches de luna llena, sin importarle si era o no escuchado, cantaba una letanía que hablaba de muchos árboles llamados nogal, castaño, encina y roble, que los caracoles nunca habían visto ni se podían imaginar.

Decidió preguntar al búho los motivos de la lentitud y, lentamente, muy lentamente, se dirigió hasta la más vetusta de las hayas. Salió del amparo de las hojas del calicanto cuando el rocío hacía resplandecer el prado reflejando la primera luz matinal, y llegó [16] hasta el haya cuando las sombras se extendían como un manto de silencio.

– Búho, quiero hacerte una pregunta – susurró estirando su cuerpo hacia la altura.

– ¿Qué eres? ¿Dónde estás? – quiso saber el búho.

– Soy un caracol y estoy al pie del tronco – contestó.

– Será mejor que subas hasta mi rama, tu voz es tan débil como el ruido de la hierba al crecer. Sube – invitó el búho, y el caracol empezó otro lento, muy lento viaje.

Trepando hacia la parte alta del haya e iluminado nada más que por los débiles destellos de las estrellas colándose entre el follaje, pasó junto a una ardilla que dormía abrazada a sus crías, más arriba esquivó el trabajo laborioso de una araña que tejía su red entre las ramas, y cuando fatigado por la subida llegó hasta la rama del búho, la luz del nuevo día devolvía al haya todos sus tonos y colores.

– Aquí estoy – susurró el caracol.

– Lo sé – contestó el búho.

[17] – ¿No abres los ojos para verme? – volvió a susurrar el caracol.

– Los abro por la noche y veo todo lo que hay, durante el día los cierro y así veo todo lo que hubo. ¿Cuál es tu pregunta? – inquirió el búho.

– Quiero saber por qué soy tan lento – susurró el caracol.

El búho abrió entonces sus enormes ojos redondos y observó atentamente al caracol. Luego los cerró nuevamente.

– Eres lento porque cargas con un gran peso – indicó el búho.

Al caracol no le pareció convincente esa respuesta, nunca le pareció que su concha fuera pesada, no le producía fatiga cargar con ella y jamás escuchó a otro caracol quejarse de ese peso. Así se lo dijo al búho y esperó a que éste terminara de mover la cabeza en torno al cuello.