Historias cortas de magnicidios y de sangre - Jorge Osvaldo Bazán - E-Book

Historias cortas de magnicidios y de sangre E-Book

Jorge Osvaldo Bazán

0,0

Beschreibung

Relatos verídicos de asesinatos o magnicidios que terminaron con la vida de distintos referentes de la historia de América del Sur, como en el caso de seis gobernadores de la provincia argentina de San Juan; otro gobernador de la provincia de Salta; un vicepresidente paraguayo emboscado por los sicarios de un general rebelde; un líder colombiano que cae a balazos y desata un levantamiento popular; un supuesto suicidio de un joven presidente boliviano progresista; otro mandatario de origen peruano que es muerto por una "pistola loca" como en el caso de Kennedy; un mandatario boliviano que es linchado como Mussolini; un ingeniero-presidente venezolano que muere en un secuestro; el martillo de sacerdotes y de un obispo argentino; la lucha de la hija de un ex presidente chileno que descubre que su padre fue envenenado; otro ex presidente brasileño que muere en el exilio por el mismo veneno; un ex presidente argentino que de fusilador se convierte en fusilado y un mandatario nicaragüense asilado en Paraguay que es masacrado por motivos pasionales que involucran a lo más alto del Gobierno y del poder.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 183

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Historias cortas, de magnicidios y de sangre

Historias cortas, de magnicidios y de sangre

Jorge Osvaldo Bazán

Índice de contenido
Portadilla
Legales
A manera de introducción
1.-El asesinato del Gobernador Amable Jones Bazán. Provincia de San Juan. Argentina
Conservadores y radicales
Intervención federal
La zaga del terror
La muerte del sexto mandatario
2.-Vida, pasión y muerte de Miguel Ragone. Provincia de Salta. Argentina
La primavera de Rubén Fortuny.
El invierno de Ragone
3.-La diagonal de la muerte. Asunción. Paraguay
Amanecer democrático
Pesadilla y encerrona
Estupor y estallido popular
El que a hierro mata…
4.-El asesinato de Jorge Eliécer Gaitán. Bogotá. Colombia
La irrupción de Jorge
El día del chacal
5.-La muerte “dudosa” de Germán Busch. La Paz. Bolivia
La guerra por el petróleo inexistente
La aparición de Germán
Derrota y estaño
Presidencia y calvario
¿Asesinato o suicidio?
6.-El asesinato del “mangache”. Lima. Perú
Veamos el contexto
¿Pero qué pasaba en la política del altiplano?
La presidencia de Luis
7.-El linchamiento de Gualberto Villarroel. La Paz. Bolivia
El coronel de la logia
La conjura
Los extremos se juntan
8.- Secuestro y muerte de Carlos Delgado Chalbaud. Venezuela
Ingeniero y militar
Secuestro y asesinato
Justicia ciega e injusta
Las pruebas contra Pérez Giménez
9.- Los asesinatos de Mugica y Angelelli. Argentina
Carlos Mugica
Enrique Ángel Angelelli
10-El complot contra Eduardo Frei. Santiago de Chile
Hernia y veneno
La lucha en soledad
11.- La ejecución del ex presidente Juan José Torres. Buenos Aires. Argentina
12.-Veneno para el ex mandatario. Mercedes. Provincia de Corrientes, Argentina
13.-Asesinato del senador Zelmar Michelini. Buenos Aires. Argentina
14.- Los fusilados y “la verdad del poder”. Provincia de Buenos Aires. Argentina
El “paredón”
Timote
Igual que Dorrego
Suspicacias
15.- La masacre de “Tachito”. Asunción. Paraguay
Aparición de “Tachito”
1.-La “Historia Oficial”
2.- Historia “Oficiosa”: “Cuestión de “polleras”
16.-Otros magnicidios. Panamá. Guatemala. R. Dominicana. Grenada. Colombia

Bazán, Jorge OsvaldoHistorias cortas, de magnicidios y de sangre / Jorge Osvaldo Bazán. - 1a ed. - La Plata : Arte editorial Servicop, 2021.

Archivo Digital: descargaISBN 978-987-803-162-0

1. Narrativa Argentina. 2. Relatos Históricos. I. Título.

CDD A863

© 2021, Jorge Osvaldo Bazán

Digitalización: Proyecto451

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del “Copyright”, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático.

ISBN edición digital (ePub): 978-987-803-162-0

A manera de introducción.

La historia no es solamente la ciencia que estudia los sucesos del pasado. Sino más bien una infinita colección de eventos atados al carro alado de Clío, su musa mitológica que, enhebrados, constituyen el devenir de los tiempos. Que podrían arrancar con los relatos escritos de Heródoto (484-425 a.c), en la “Verídica descripción” de Ulrico Schmidl (1510-1580), con Voltaire (1694-1778) , o con Jules Michelet (1798-1874). Cada uno se preocupó por dejar escritas sus experiencias personales o ajenas, para analizar la realidad de entonces en función del tiempo y del espacio.

Cuando el cronista alemán Schmidl escribe: “(...) Aconteció en la misma noche por parte de otros españoles que ellos han hurtado los muslos y unos pedazos de carne del cuerpo y los han llevado a su alojamiento y comido. También ha ocurrido que un español se ha comido a su propio hermano que estaba muerto. Esto ha sucedido en el año 1535 en nuestro día de Corpus Christi en la sobredicha ciudad de Buenos Aires”, consagra el valioso precedente de las penurias a que fueron sometidos aquellos conquistadores que con la cruz en la mano y la espada en la otra incorporaron estas tierras irredentas al dominio de la corona de España. Ulrico escribe así la historia de los primeros colonizadores, en los territorios de Argentina y Paraguay. Pero lo hace desde su propia cosmovisión, comentando los hechos cotidianos a través del filtro de su bagaje moral y hasta sexual: “(…) Las mujeres son grandes amantes, según mi parecer (...) Nuestro capitán hacia la media noche había perdido sus tres mozas. Tal él no pudo haber contentado en la misma noche a las tres juntas, pues él era un hombre viejo de 60 años; si le hubiere dejado a esas mocitas entre nosotros los peones, ellas tal vez no se hubieren escapado” (“Viaje al Río de la Plata”. (1534-1554) Ulrico Schmidl.)

La crítica literaria actual considera la obra de Schmidl como un mero “relato de viajes” antes que la enunciación concreta de una historia cronológicamente documentada. De todas maneras, sus aventuras junto a Pedro de Mendoza, los horrores de la primera fundación de Buenos Aires, sus recorridos por lo que él denomina el “Paraíso de las selvas del Paraguay y el Chaco”, navegando el río Paraná, es sin dudas la primera versión de la historia, que tiene el valor de ser contada en primera persona.

En función de ese ejemplo tan añejo, para ser “historiador” o más humildemente, para escribir sobre historia, y no ser criticado se requiere, entre otras cosas, de la tenacidad y compromiso de Fermín Chávez, de la rigurosidad de Félix Luna o de José María Rosa, de la sapiencia de Felipe Pigna, de la capacidad de análisis de José Pablo Feinmann, y de la cordura de Pacho O’ Donnell, tal vez mucho para concentrar todo eso en una misma humanidad.

Es por eso que advierto a mis lectores, como lo hice en mi obra anterior, “Historias cortas de poder, de amor y de tragedia” (Editorial Servicop), que no me considero un historiador clásico, ni mucho menos, sino apenas un buceador del pasado que si algún mérito tiene es el de intentar hilvanar pacientemente relatos y epílogos, para buscar y a veces encontrar la relación que siempre aparece entre causa y efecto, consagrando aquello de que “los hechos son sagrados, pero la interpretación es libre”.

En “Historias cortas de magnicidios y de sangre” el lector asistirá a un increíble carrusel de asesinatos espantosos, que tienen como víctimas a personalidades que detentaron la autoridad política, o el sagrado Óleo de Samuel, en una América del Sur cuya impronta también se forjó, en tales casos, a fuerza de balazos, de ponzoñas, y de bombas, siempre en medio de intrigas palaciegas mediante las cuales no se disputaba otra cosa que no sea el poder, en todas y cada una de sus acepciones posibles.

Y curiosamente, detrás de cada muerte, de cada complot, de cada conspiración, casi siempre aparece la influencia de la “gran potencia inmaculada” del norte y sus esbirros locales, con o sin sotana, con o sin uniforme, y los medios de comunicación adictos, claro. Los personajes que aparecen en este libro en su casi totalidad han vivido y han muerto en el siglo XX, cuando los medios gráficos, radiales y hasta televisivos pudieron registrar, documentar y consolidar para los tiempos venideros todo ese enorme material que pudimos estudiar, comprender e interpretar, para poder sorprender al lector con acontecimientos que de no haber ocurrido bien podrían inspirar y hasta superar la imaginación creativa de cualquier novelista de fuste.

El idioma castellano tiene cosas curiosas, al designar con nombres genéricos a situaciones diversas. Magnicidio, por ejemplo, se define como el “asesinato de una persona importante en política por su cargo o poder.” El “regicidio”, a su vez, es “el homicidio de un monarca, su consorte, o su príncipe heredero”. Es decir que independientemente del tipo de persona que cae bajo las balas, hay un vocablo que los ampara por igual. Y ello resulta por lo menos injusto. Mahatma Gandhi o Martin Luther King murieron por disparos y también así se fueron de este mundo el general Pedro Eugenio Aramburu y Anastacio Somoza Debayle. Pero mientras los primeros fueron héroes fundamentales, referentes mundiales de la paz y la no violencia, los otros dos generales que aparecen en los últimos capítulos derramaron sangre ajena antes de sus definitivas partidas al reino del Señor, si es que llegaron hasta allí.

Si usted decide leer esta obra, cuando se adentre en su lectura, abrirá una suerte de Caja de Pandora que no soltará por cierto los males del mundo, pero que sí lo va a introducir en una asombrosa saga de muerte y de sangre, que involucra a magnicidios cobardes y casi todos impunes, que torcieron caprichosamente el destino de muchos pueblos que fueron despojados de esa manera de sus mejores mesías y referentes.

Para mi esposa, la Profesora Dora Isabel Caíno,

por su apoyo y consejos literarios.

A mis hijos Fernando, Santiago y Florencia.

Para mis nietos José Ignacio y Guillermina.

1.-El asesinato del Gobernador Amable Jones Bazán

San Juan es una de las 23 provincias argentinas. Ocupa casi 90.000 km. cuadrados, y está ubicada al noroeste de la región de Cuyo, al pie de la Cordillera de los Andes, en el límite con Chile. Fundada en 1562, vivió en la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del siglo XX, una etapa durísima, casi surrealista en su vida institucional que registra antecedentes increíbles de homicidios que muy bien podrían llevarse al cine como una ficción perfecta.

Uno de esos eventos fue el brutal asesinato del gobernador sanjuanino Amable Jones Bazán, ocurrido el 20 de noviembre de 1921, hecho ampliamente investigado por el eximio escritor e historiador Juan Carlos Bataller, cuyos trabajos se publican en el portal de la fundación homónima.

Conservadores y radicales

En 1920, Don Hipólito Yrigoyen llevaba cuatro años en el poder. Había triunfado en las elecciones presidenciales del 12 de octubre de 1916 con el 47,25 % de los votos, en la primera vez que se aplicaba la Ley Saénz Peña de sufragio masculino universal secreto y obligatorio, con colegio electoral, como mandaba la vieja Constitución de 1853, con sus reformas de 1860, 1866 y 1898. Le había ganado al conservador Ángel Dolores Rojas, un sanjuanino que salió segundo con el 25,88 %. Los radicales alcanzaron 152 electores sobre un total de 300, obtuvieron 48 de los 120 legisladores de la cámara baja, y triunfaron en 6 provincias, de las 14 existentes (el resto era territorio nacional). Hipólito sería el nuevo primer mandatario, pero con el congreso en contra. En San Juan, los conservadores habían ganado con el 54,7 % contra la Unión Cívica Radical (UCR) que llegó al 35,2%. Por ello la relación de fuerzas no cambió demasiado cuando en 1917, asumió la gobernación sanjuanina por el partido Concentración Cívica Amador Izasa. Eso generó una grave interna dentro del radicalismo clásico, a consecuencia de la cual el caudillo Federico Cantoni, que presidía esa agrupación a nivel provincial, optó por retirarse para fundar el Partido Radical Intransigente, desde donde se montó una campaña feroz en contra de Izasa. Ante la impericia del gobernador para manejar las cuentas públicas y al declararse San Juan en bancarrota, los graves incidentes estuvieron a la orden del día, sobretodo cuando se produjo el pedido de quiebra del banco provincial, y tomó estado público que la planta de empleados se había triplicado de manera irresponsable, en un distrito que apenas podía pagar salarios.

Intervención federal

Por todo ello, el 17 de octubre de 1919 Yrigoyen intervino la provincia por decreto, nombrando al Dr. Manuel Escobar hasta julio de 1920. Para ese entonces, como dijimos, sólo una parte del radicalismo sanjuanino respondía al presidente, y la otra, al caudillo local Federico Cantoni y a su hermano Aldo. En poco tiempo ambas posiciones se volvieron irreconciliables, y en el fragor de esas luchas nació el llamado “bloquismo sanjuanino”.

Federico era médico, uno de los 50 galenos que existían en San Juan y el peor enemigo que cualquiera pudiera tener, por lo corajudo y sanguíneo. Hijo mayor de un prominente ingeniero de minas y catedrático de prestigio que se casó con Ursulina Aimó Boot, Cantoni era hiper trabajador, sensible, carismático, dueño de una personalidad avasallante, además de orador excelente, sobresalía de la mediocridad general y se convirtió en el referente natural de los pobres y en un adversario formidable de las clases altas y de los ricos bodegueros de la época.

En las elecciones legislativas del 7 de marzo de 1920, volvieron a triunfar los conservadores, lo que hizo que los dos grupos antagónicos radicales se unieran estratégica y provisoriamente y dos meses después lograron imponer como candidato de consenso para la gobernación al también médico Amable Jones Bazán, nacido en San Juan en 1870. Neurólogo y psiquiatra, recibido en 1892, y perfeccionado en Francia y Alemania, poseía altos oropeles científicos pero la política le era ajena. Residiendo en Buenos Aires, hacía 35 años que estaba ausente de la provincia. En 1916 había sido convencional por San Juan de la UCR, y así se acerca a Yrigoyen, cuando éste logra imponerse en contra de la facción liberal del partido, para luego ser elegido presidente de la nación.

El nuevo mandatario, el primero que juró con banda (a la usanza presidencial), formó su gabinete con gente que llegó de Buenos Aires, y pronto demostró ser un intelectual de fuste, pero sin capacidad para administrar el presupuesto y generar acuerdos de gobernabilidad y, ante los primeros conflictos, se volvió autoritario e intransigente. Firmaba los expedientes que le acercaban casi sin mirarlos y muchos lo vincularon con hechos de corrupción que seguramente habrán beneficiado a personajes de su círculo íntimo pero no al propio gobernador.

Cuenta Bataller que a Jones le gustaba ser adulado. “Gran lector del diario La Prensa (...) Delgado, usaba el pelo corto y grandes bigotes con las puntas levantadas. Si se lo observaba bien de cerca, podía advertirse un detalle muy particular: tenía un ojo verde y el otro celeste”. De todas maneras, en febrero de 1921, la legislatura le inicia un juicio político, el Congreso Nacional interviene la provincia, pero el interventor designado llega a San Juan, impugna algunos nombramientos judiciales y se vuelve a Buenos Aires. Para colmo, en un tiroteo Federico Cantoni resulta herido, lo cual colma la paciencia de la oposición. El llamado “cantonismo” se preparó entonces para sacar a Jones del gobierno “por las buenas o por las malas”. Y eligieron esta última opción.

La zaga del terror

Créase o no, hubo en la historia de San Juan cinco gobernadores asesinados con anterioridad: Los militares Nazario Benavídez, en 1858, José Antonio Virasoro, en 1860, Antonio Aberastain, en 1861, Valentín Videla, en 1872 y Agustín Gómez, en 1884.

El general Benavídez fue aliado de Juan Manuel de Rosas y Justo José de Urquiza. Conocido como “caudillo manso”, gobernó San Juan por casi veinte años y siempre se dijo que su muerte fue instigada por Sarmiento. Estando engrillado, el coronel Domingo Rodriguez le disparó en el pecho y luego le clavó la bayoneta en el corazón.

El caso del coronel Virasoro no es muy distinto. La prensa opositora porteña había anunciado con anticipación que este gobernador iba a ser eliminado. Se habló incluso de enormes cifras de dinero destinadas a ese objetivo, y finalmente fue asesinado a balazos, en su propia casa junto a varios de sus amigos. Como Benavídez, ambos eran federales.

Con relación a Aberastain, a poco de asumir, el presidente de la Confederación, Santiago Derqui, ordenó al gobernador de San Luis, Coronel Juan Saa la inmediata invasión de San Juan para impedir la jura. Junto a las fuerzas del gobernador de Mendoza, Laureano Nazar, invaden San Juan y en la batalla de La Rinconada apresan a Aberastain, que luego fue fusilado. Valentín Videla fue muerto en la mañana del 13 de diciembre de 1872. Su cuerpo fue hallado en una vereda céntrica con la cabeza aplastada y parte de la masa encefálica colocada en su galera. La justicia determinó que varias personas habían participado del crimen, y una en especial, Vicente García Aguilera, que aún siendo apresado, pudo escapar. Para muchos fue un crimen pasional.

En su libro “Historia de los gobernantes de las provincias argentinas”, Antonio Zini revela que Valentín Videla fue el cuarto de los hermanos que murieron misteriosamente, pertenecientes a una rica familia sanjuanina. El primero, Ignacio, murió de una extraña enfermedad que lo consumió. Otro hermano, que era sacerdote, fue encontrado muerto en la cama sin haber estado enfermo. El tercer hermano, fue asaltado en la calle y asesinado a puñaladas.

El anteúltimo de la nómina de los gobernadores malogrados fue Agustín Gómez. Murió violentamente en febrero de 1884, durante una reunión política. Además de gobernador, había sido Jefe de Policía, Inspector General de Milicias, diputado provincial y nacional. Enfrentado al presidente Julio Argentino Roca, con apenas cuarenta años, nueve balazos certeros de manos anónimas acabaron con su vida.

La muerte del sexto mandatario

Volviendo a Amable Jones, aquel domingo 20 de noviembre de 1921, el gobernador, en compañía del presidente del Superior Tribunal, Dr. Luis Colombo, salió de la ciudad para inspeccionar obras en ejecución y el bodeguero Juan Meglioli también se ubicó en el automóvil sin custodia. En un momento determinado, unos quince hombres armados con fusiles y revólveres rodearon el vehículo y al grito de “¡Viva Cantoni!” comenzaron a disparar. La balacera mata instantáneamente a Jones y Meglioli. Antes de irse los delincuentes arrojaron una bomba rellena con pólvora, metal y vidrios que termina la faena. El único que sobrevive es Colombo que le tocaría asumir la gobernación ante la acefalía. Los asesinos huyen a Chile pero luego serían apresados.

Al día siguiente, la policía allanó el domicilio de Federico Cantoni, encontrando gran cantidad de armas y proyectiles. Fueron acusados de los asesinatos siete personas reconocidos por testigos, detenidos, procesados y que señalaron a Cantoni como el autor intelectual de la masacre. El juicio tuvo sus idas y vueltas y finalmente fue anulado. En la siguiente instancia judicial, con los buenos abogados penalistas que se abocaron a la defensa, los reos cambiaron su versión y desligaron a Cantoni.

La autopsia reveló que la muerte del gobernador se produjo por los disparos de fusiles Winchester y Mauser con balas blindadas, revólveres calibre 38 y el estrago de la bomba de tipo casera que le abrió parte del costado derecho del tórax. Su cuerpo fue embalsamado y cuando exhumaron el cadáver en 1970, sus restos aún estaban bien conservados.

El mismo día de la masacre, un diario sanjuanino publicaba un extraño aviso de media página con una orla de luto que decía: “Liquidación. Se liquidan todas las existencias de la tiranía jones por ausentarse definitivamente de la provincia el empresario”. Nadie reparó de que se trataba de una profecía autocumplida.

La relación de Federico Cantoni con el general Perón fue excelente. De hecho, en 1947 fue designado Embajador de Argentina en la Unión Soviética hasta 1952. El 9 de mayo de 1974, poco tiempo antes de su muerte, el presidente Juan Domingo Perón afirmó en una carta enviada al senador nacional Aldo Hermes Cantoni, sobrino de Federico Cantoni, que el bloquismo fue precursor del peronismo, y “de los postulados de justicia social, soberanía política y libertad económica que plasmaría la doctrina justicialista”.

(Diario de Cuyo. 31/05/2019)

Bibliografía

“Historia de San Juan” (1551-1982) Horacio Videla. Editorial Plus Ultra. 1984.

“El día que mataron a Amable Jones” Fundación Bataller. San Juan al mundo.

“Amable Jones: el mandatario que más solo estuvo” San Juan Al Mundo. Juan Carlos Bataller.

“Jones, el asesinato que cambió la historia de San Juan”. Juan Carlos Bataller. Editores del Oeste. Premio ADEPA de investigación histórica 2002.

“Atentados políticos en la Argentina”. Roberto Juárez. Editorial Peña Lillio. 1970.

“Efemérides sanjuaninas” César Guerrero .1961.

“Yrigoyen” Félix Luna. Editorial Sudamericana. Buenos Aires 1983.

Diario de Cuyo. Edición del 13 de junio de 2007.

2.-Vida, pasión y muerte de Miguel Ragone

En la provincia de Salta, “la linda”, anida desde hace 45 años la certeza de una muerte injusta y diabólica que se llevó para siempre al Dr. Miguel Ragone. Desapareció entre gritos y balazos, en medio de la promiscua relación entre el poder político de turno, la justicia corrupta y complaciente y uniformados matarifes venales, que acordaron poner fin a la vida de uno de los hombres más extraordinarios que se recuerde.

Miguel Ragone nació el 21 de enero de 1921, en el seno de una familia muy humilde, de origen napolitano, residente en Tucumán. A los cinco años se fueron todos a Salta. Luego de sus estudios secundarios, pasó a la facultad de medicina de la UBA donde se graduó en 1948. Pronto comenzó a militar en el justicialismo. “Ser joven y no ser de izquierda es casi una contradicción biológica” había dicho Salvador Allende y se aplicaba muy bien a Miguel. Él no era un marxista ni nada que se le pareciera. Había adoptado la doctrina social de la Iglesia, como una forma de vida y comulgaba con los postulados más claros que había explicitado la propia Eva Perón en su corta vida. No era un revolucionario teórico, de escritorio, era un servidor social comprometido, a la sazón con un título de médico que vio en la función pública el atajo más inmediato para poner en práctica su “buena praxis” política, que consistía ni más ni menos que en tratar de achicar la enorme brecha entre pobres y ricos que en una provincia como Salta había alcanzado distancias escandalosas. Y por eso no fue perdonado.

El 11 de marzo de 1973, la fórmula presidencial del Frente Justicialista de Liberación (FREJULI) se imponía a nivel país con total comodidad. En Salta, Miguel Ragone y Olivio Ríos ganaban la gobernación y vice, con el 58 % de los votos, un triunfazo impresionante que hubiera permitido gobernar para los desposeídos de una forma cabal y firme. Pero veremos que no pudo ser.

El nuevo gobierno salteño fue identificado desde el comienzo con el grupo de gobernadores ligados al “camporismo” (“La Opinión” 27/05/73), es decir, afines a ese fugaz presidente Héctor Cámpora, que duró menos de dos meses en el cargo para ser reemplazado por Raúl Lastiri, que llamaría a elecciones en las cuales el binomio Juan Domingo Perón-María Estela Martínez de Perón