Santos y bandidos - Jorge Osvaldo Bazán - E-Book

Santos y bandidos E-Book

Jorge Osvaldo Bazán

0,0

Beschreibung

Tomando la posta del historiador británico Eric Hobsbawn, Jorge Bazán recrea la vida y la muerte de muchos conocidos y otros ignotos bandoleros que se levantaron en armas contra el poder constituido y que fueron canonizados al margen de la Iglesia por aquellos pueblos que sufrieron la opresión de los poderosos. HIstorias cortas de lealtades y traiciones, de cuchillos afilados, de fusiles humeantes, de cabezas cortadas y sangre derramada.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 163

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Santos y bandidosHistoria de los Robin Hood de Sudamérica

Santos y bandidosHistoria de los Robin Hood de Sudamérica

Jorge Osvaldo Bazán

Índice de contenido
Portadilla
Legales
Eric Hobsbawm y sus bandidos
Martina Chapanay
Antonio María
El “Gauchito” Antonio Gil
Juan Moreyra
Joaquín Murrieta
El Clinudo “Rodríguez”
Juan Bautista Vairoletto
El “Pelayo” Alarcón
Plácido Jara
Regino Vigo
Virgulino Ferreira da Silva
Carlos Prestes
Butch Cassidy
Segundo David Peralta
Isidro Velázquez
El Capitán Venganza

Bazán, Jorge Osvaldo Santos y bandidos : historia de los Robin Hood de Sudamérica / Jorge Osvaldo Bazán. - 1a ed. - La Plata : Arte editorial Servicop, 2022.

Archivo Digital: descargaISBN 978-987-803-305-1

1. Narrativa Argentina. 2. Novelas. I. Título.

CDD A863

© 2021, Jorge Osvaldo Bazán

Digitalización: Proyecto451

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del “Copyright”, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático.

ISBN edición digital (ePub): 978-987-803-305-1

Para mi esposa Dora Isabel Caíno.

Para mis hijos Fernando Raúl, Santiago Jesús y María Florencia.

Para mis nietos María Guillermina y José Ignacio.

Eric Hobsbawm y sus bandidos

Eric John Ernest Hobsbawm

“Los hombres pueden vivir sin justicia y en general se ven obligados a ello, pero no pueden vivir sin esperanza”

Eric John Ernest Hobsbawm, había llegado al mundo en El Cairo en 1917, aunque luego nacionalizado británico. Fue un pensador marxista clave en la historia del siglo XX, uno de los más importantes historiadores de su época y un académico que se sintió intrigado por el hecho de que en distintas partes y épocas del mundo, el cansancio, las penurias, la sublevación y a veces la imaginación popular habían engendrado la admiración de personajes como Robin Hood, El Zorro, Pancho Villa, los cangaceiros del Brasil o los guerrilleros urbanos del anarquismo español.

Hobsbawm, que falleció a los 95 años en Londres, fue uno de los intelectuales más admirados y respetados en el mundo. Su trilogía: “La era de la revolución”: Europa 1789-1884 (1962), “La era del capital”: 1848-1875 (1975) y “La era del imperio”: 1875-1914 (1987), lo convirtió en un autor imprescindible en las clases de historia de las universidades del mundo.

Escribe el periodista Pablo Díaz Marenghi: “Eric fue uno de los primeros autores de prestigio académico en prestarle atención a la historia de los personajes considerados por la historiografía como marginales, lúmpenes y delincuentes. Sus libros Bandidos y Rebeldes primitivos son prueba de ello”.

Hobsbawm acuñó el término “bandolero social” en su libro Rebeldes Primitivos (1959), y luego con Bandidos (1969), desatando como era de esperarse, fuertes controversias en parte de una sociedad que lo acusaba poco menos que de “subversivo” por “apañar” formas equivocadas de resistencia que pudieron proveer de basamento ético y hasta moral a las organizaciones paramilitares o guerrilleras de todo el planeta. Pero ello sólo puede provenir de una interpretación amañada y prejuiciada o poco conocida del pensamiento de Hobsbawm, que no reivindica de ninguna manera la lucha armada per sé, sino que advierte que la aparición de personajes idílicos, de héroes y mártires románticos son producto de la propia indefensión de los pueblos sojuzgados, que al sentirse desprotegidos y a merced de los “que mandan”, muchas veces asocian las aventuras y sobretodo la muerte de esos solitarios redentores con la necesidad de su propia reivindicación social frente a los atropellos cotidianos. Queda claro, al estudiar la obra de Hobsbawm, que él distingue claramente dos tipos de bandolerismo: el social, como fenómeno universal, porque configura una forma primitiva de protesta de los campesinos contra la opresión y la pobreza, y el bandolerismo criminal, que opera en franca oposición a los intereses de la población y que en general, utiliza la fuerza y la violencia con el único fin de satisfacción personal o grupal y que no puede ser considerado como una legítima forma de protesta y rebeldía.

El fenómeno social del bandolerismo popular en Argentina fue estudiado y ampliamente difundido por Hugo Chumbita (1), y en lo que tiene que ver con el Paraguay, el Profesor e Historiador Herib Caballero Campos realizó trabajos de ese tipo que tuvieron trascendencia mundial, en línea con su sapiencia y antecedentes.

Chumbita sostiene que en el caso de los bandidos argentinos que él estudió, “fueron rebeldes a quienes la fatalidad llevó a hacerse cuatreros, contrabandistas o salteadores, solidarios con su comunidad en un contexto de resistencia a los opresores.”

En “Jesús, hombre rebelde”, Juan Esteban Londoño(2), afirma que Jesús no solamente es un hombre rebelde frente a las imposiciones coloniales de Roma, también lo es frente a la religión institucional.

“Él es crucificado entre bandidos. La palabra usada para sus compañeros de tortura es lestés (ladrón), pero también revolucionario e insurrecto, un Espartaco judío, desde los ojos romanos”.

Que el Mesías multiplicador de los panes y de peces, el apóstol del perdón frente a la agresión, el que dió su vida terrenal para redimir los pecados ajenos, el que jamás derramó otra sangre que no fuera la propia sea visto como el perfecto redentor, el hijo unigénito de Dios, de naturaleza divina, resulta razonable, justificado, loable.

Pero el caso de Bonnie Parker y Clyde Barrow, en los Estados Unidos post crack financiero del año 30 es insólito y paradójico. Esa pareja de criminales desalmados, que llegaron a la fama tras robar algunos bancos, y que desarrollaron una carrera delictiva por demás sangrienta y tortuosa, pudo escalar en la consideración pública durante la crisis financiera que azotó a la nación y produjo millones de nuevos pobres, a la mayoría de los cuales se les habían ejecutado las hipotecas por falta de pago, quedando en la calle, engrosando un ejército de pordioseros ambulantes. Esos menesterosos identificaron a los dos asesinos como sus vengadores. Por ello, al ser emboscados por la policía y masacrados en 1934, al sepelio concurrieron más de 20.000 personas y la historia de sus vidas fue llevada al cine en 15 películas y consagrada en cientos de poemas, y temas musicales. Cada 23 de mayo, en la localidad de Luisiana, a la vera de la ruta 154, donde se produjo la matanza, se lleva a cabo el Festival de Bonnie and Clyde y allí la gente común se da cita para llevar recuerdos y muchos hasta para rezar por el descanso eterno de ese par de pillos sanguinarios.

Es por ello que entonces, podemos describir, utilizando la nomenclatura de Hobsbawm, Chumbita y Caballero Campos, dos tipos de bandidos rurales. Aquellos que convirtieron sus correrías al margen de la ley en relatos románticos donde el fin último perseguía de alguna manera el bien común, o la reivindicación de las familias desplazadas por el sistema; y los otros, los que utilizaron la confianza pública al sólo efecto de poder escabullirse de los tentáculos de la justicia, mientras sus arcas personales eran engordadas con el producto de sus acciones, de la violencia o el crimen innecesario.

La población rural argentina, sobretodo de provincias como San Juan, fundada en 1562, o Corrientes, fundada en 1588, mantiene mitos y rasgos tradicionales, que se verifican en la existencia de un santoral criollo “disidente” de la iglesia oficial, basado en experiencias propias, en hechos notables que casi siempre involucran a personas sacrificadas por defender lo colectivo, por ser la voz de los oprimidos, por ser el pecho franco de los esclavizados, de los sufrientes anónimos despojados de dignidad por el uso de la fuerza, por parte “de los de arriba”, en perjuicio “de los de abajo”.

El historiador y folclorólogo argentino Juan Draghi Lucero (1895-1994), ha subrayado el carácter ancestral de esas creencias, que se acoplan al símbolo ígneo de una vela encendida, casi siempre los lunes, el día de las ánimas para que con el concurso de la oportuna plegaria se eleve al más allá la petición del promesero. Draghi afirma que la exaltación religiosa de los bandidos gauchos proviene de los sectores humildes que desconfían de las instituciones estatales, que con la complicidad de gobernantes, jueces y policías, siempre benefician a los privilegiados.

En la historia europea, el folklore inglés tuvo en Robin Hood al arquetipo de héroe y forajido medieval, eximio arquero, defensor de los pobres y los débiles, que se ocultaba en los bosques de Sherwood, para desde allí luchar contra los injustos edictos reales de Eduardo II de Inglaterra.

Y fue descrito como el que “roba a los ricos para darle a los pobres”.

Guillermo Tell, a su vez, era supuestamente un habitante suizo de finales del siglo XIII, que paseando con su hijo por una plaza de la localidad de Altdorf, rehusó inclinarse ante el sombrero del soberano, por lo que fue detenido por orden del gobernador Hermann Gessler, que conociendo la destreza de Tell con la ballesta, puso una manzana sobre la cabeza del vástago, a 100 pasos, ordenando que si acertaba a la fruta, sería liberado y si erraba, condenado a muerte. Guillermo acertó sin herir a su hijo y con una segunda flecha mató al gobernador, por lo que fue perseguido, transformándose en un símbolo por la lucha del pueblo alzado contra la corona.

En el continente americano, a su vez, surgieron héroes famosos, bandidos rurales que vivieron, lucharon y tuvieron románticos desenlaces creados por la imaginación de los distintos autores, o que sí existieron y se fueron de este mundo crucificados en medio de puñales, bayonetas y disparos, y que a diferencia de Jesús sólo pudieron resucitar entre los meandros del fervor popular o pueblerino que los rescató de las catacumbas perpetuas para encumbrarse en lo alto de esa fé colectiva que hasta los hizo santos.

Guy Willams El Zorro.

En 1920, la primera película del Zorro(3) era muda, y el actor Douglas Fairbanks representó al célebre “bandido” rural.

El sonido recién llegó con “La marca del zorro”, filmada en 1940, protagonizada por el mítico Tyrone Power y Linda Darnell, y ambientada en la ciudad de Los Ángeles, cuando era parte de la vieja California española del siglo XIX. Don Diego Vega, hijo de un rico hacendado, vuelve de la península ibérica y al contemplar la sangrienta dictadura del gobernador, decide disfrazarse como elZorro, un enmascarado que luchará por los oprimidos y los humildes.

A mediados de la década de 1950, The Walt Disney Company, aprovechando el boom de la floreciente televisión, produce “El Zorro”, y sería el inolvidable Guy Willams (Armando Joseph Catalano) el que vistiera la capa negra en una serie que tendría un éxito mundial notable durante las siete décadas siguientes, sobretodo cuando se remasterizaron los capítulos pasando al color, dejando atrás el blanco y negro originales. En los 83 capítulos filmados, el entrañable jinete enmascarado estaba acompañado por personajes inolvidables como el bondadoso sargento Demetrio LópezGarcía, y Bernardo, su secretario sordomudo que no era sordo.

Y fueron muchas generaciones, millones de personas que se identificaban con ese justiciero valiente y cándido, que se había atrevido a luchar contra el statu quo vigente, poniendo siempre su vida en peligro.

El historiador peruano Carlos Aguirre (4), a su vez afirma:

“ La discusión sobre si el bandolerismo es o no una forma de protesta ha cedido lugar a la consideración de los múltiples factores que lo explican y las varias formas en que se inserta dentro de las luchas políticas y sociales de su época”. (...) “Los cambios que trajo la ola neoliberal en la región no han hecho sino acentuar las fracturas sociales que se reflejan en las manifestaciones de criminalidad.(...) La respuesta a esas conductas, no solo desde el estado sino también desde la sociedad civil, deberá tomar en consideración el hecho, ampliamente demostrado por los historiadores, de que la simple represión o el ejercicio de prácticas punitivas no son una solución”,

Hacer un listado completo de aquellos que vivieron, lucharon y murieron como bandidos bajo el amparo o la definición de escritores fundamentales como Hobsbawm, Hugo Chumbita o Herib Caballero es además de una quimera, una entelequia. Resulta quimérico aquello que es un ilusorio producto de la imaginación y que es improbable que se pueda realizar. Y una entelequia porque abarcar la descripción de todos ellos resulta tan perfecto e ideal que sólo existe en la imaginación. Es por ello que todo aquel que se rebela contra la injusticia o el orden establecido en pos de una quimera, y por ello delinque o viola las normas impuestas precisamente por los que sostienen las desigualdades-objeto de esas luchas forma parte de esa nómina infinita que agrupa a los conocidos y aún a los ignotos que fueron inmolados, y cuyos recuerdos se perdieron entre los meandros de la historia.

De eso se trata este libro, de contar, de resaltar los claroscuros de muchos centauros y una amazona, en una eterna lucha contra un esquivoTemis, el rey griego de la justicia y la equidad, que en los casos que veremos inclinó la balanza hacia un sólo lado, mirando sin venda, de soslayo, hacia el cómodo y protegido sitial de los poderosos.

No busque el lector apología alguna del delito, en los crudos relatos que aquí se presentan. Encontrarán, sí, el intento de reivindicación póstuma de notorios y algunos ignotos personajes que habitaron una época de hacha y tiza, que se midieron contra castillos de vientos y que fueron masacrados por los de arriba y canonizados por los de abajo.

Formosa, Argentina, noviembre de 2021

Bibliografía

“Rebeldes primitivos” . Eric John Hobsbawm. 1983.

“Bandits”. Hobsbawm. 1969.

“Jinetes rebeldes” . Hugo Chumbita. Editorial Colihue. 2011. Buenos Aires.

“Cancionero popular cuyano” . Juan Draghi Lucero. 1938.

“Cuentos mendocinos” .Juan Graghi Lucero. 1964.

“The True Untold Story of Bonnie and Clyde”. Jeff Guinn. 2009.

“Emboscada final”. Película de Netflix. 2019.

“Bonnie and Clyde”. Dallas News. 25 de febrero de 2008.

“Biografía de Guillermo Tell”. M. Ruiza, T Fernández y E. Tamaro. La enciclopedia biográfica en línea. 2004. Barcelona. España.

“El Zorro: un clásico que se despide con pena y con gloria”. Susana Ceballos. Infobae. 01/11/2019.

“Santos criminales: los bandidos canonizados por la memoria popular”. Osvaldo Aguirre. Infobae. 27/12/2017. Buenos Aires.

“Los años interesantes de Eric Hobsbawm”. Pablo Díaz Marenghi. Clarín. 24/09/2021. Buenos Aires.

“Entrevista a Eric Hobsbawm. La historia en persona”. Montevideo Portal. 17/03/2003. Uruguay.

1- Hugo Chumbita es un abogado, docente y, fundamentalmente, historiador. Nació en La Pampa en 1940. Secuestrado por la dictadura militar argentina entre 1975 y 1978, tuvo que exiliarse en España hasta 1984. Cuando volvió, retomó su actividad universitaria y colaboró con la revista Todo es Historia. Entre sus libros, se cuentan “El enigma peronista” (1989), “Última frontera. Vairoletto. Vida y leyenda de un bandolero” (1999), “Jinetes rebeldes. Historia del bandolerismo social en la Argentina” (2000), “El secreto de Yapeyú- El origen mestizo de San Martín”. Es miembro del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico “Manuel Dorrego”.

2- Juan Esteban Londoño. Magister en Ciencias Bíblicas de la Universidad Bíblica Latinoamericana de Costa Rica. Profesor de Filosofía y Teología de la Fundación Universitaria Claretiana.

3- El personaje de El Zorro fue creado por el escritor estadounidense Johnston McCulley para su novela “La maldición de Capistrano”, escrita en 1919, que supuso la primera aparición del enmascarado justiciero.

4- Carlos Aguirre (Talara-Piura 1958) es un historiador formado en la Universidad Nacional Federico Villarreal y en la Pontificia Universidad Católica del Perú, donde se graduó con la tesis: “ Conflicto, resistencia y adaptación: los esclavos de Lima y la desintegración de la exclavititd, 1821-1854”. Es un especialista en la historia de los grupos marginales del Perú, ya sean esclavos, negros o presidiarios, y sus estudios se enfocan en la criminalidad y su impacto en la sociedad peruana durante el siglo XIX y XX.

Martina Chapanay

La cueca de Hilario Cuadros “La Martina Chapanay” dice así:

“Fue Martina Chapanay la nobleza del lugar.

Cuyanita buena de cara morena,

valiente y serena no te han de olvidar”

El escritor Pedro Echagüe, en formato de novela es quien mejor retrató a Martina Chapanay:

“(...)encarnaba esta extraordinaria mujer, de tipo especialísimo, que merece ser recordado, no sólo por sus singularidades físicas, sino también porque se ha incorporado a las leyendas de la región andina; es decir, al fondo de la poesía romancesca y popular, que refleja en cada país el alma de las multitudes.”

Martina era hija de Juan Chapanay, y nació en 1811, en la zona de las lagunas de Guanacache, en la provincia de San Juan, bajo el techo de un humilde rancho. Su apellido significa en el idioma indígena “zona de pantanos”. Su padre era chaqueño, y a la edad de seis años había sido robado de la tribu de los tobas, por otros originarios que lo redujeron al cautiverio. A los ocho años, fue rescatado por otro aborígen que viajaba por el país vendiendo semillas, té de coca y otras yerbas traídas de Bolivia, que también oficiaba de curandero. Así llegaron a la zona de lagunas de San Juan. Pero el niño era maltratado y pasaba hambre, hasta que un humilde pescador llamado Aniceto se encariño con él, lo subió a su mula y se lo llevó lejos del manosanta. Llegados a Mendoza, lo hizo bautizar y le enseñó el oficio de la pesca. Cuando Aniceto falleció, Juan se quedó con las redes y lineadas, y cuando orillaba los 25 años también era un consumado pescador, que podía vivir de ello, por lo cual pensó en formar familia.

Cierta vez, cuando volvía de su diaria incursión por las lagunas, siguiendo un camino poblado de algarrobos y pedregales, oyó un quejido lastimero que lo conmovió. Al instante encontró dos muertos, degollados, y un reguero de sangre lo condujo hasta el lugar donde yacía, herida, una mujer joven, llamada Teodora, a la cual prontamente socorrió. Gracias a sus conocimientos de medicina indígena, a fuerza de mascada de yerbas y grasa de iguana, pudo a duras penas salvar a la muchacha, que relató a las autoridades que ella, su marido y un peón habían sido atacados por una pandilla que les robó el dinero que traían, que eran veinte mil pesos producto de una herencia, con el cual pensaban afincarse definitivamente en San Juan.

La joven viuda sanó pronto de sus heridas, aunque quedó coja de una pierna por una fractura mal soldada. Juan se esmeraba en atenderla todo el tiempo, y ya se había enamorado de esa mujer que había perdido a su esposo y no quería volver así a San Juan, donde las habladurías y chismes de todo tipo, ya eran la comidilla de todos. No faltaron aquellos que se burlaron del triste destino que supuestamente le aguardaba a Teodora al lado del indio, y otros hasta pusieron en duda el relato dado a la policía sobre los pormenores de los crímenes.

En 1810, Juan había ampliado su modesto rancho, y consiguió que la joven, que lucía una cicatriz en su rostro, aceptara casarse con él. Por fin Teodora alcanzaba el sosiego que buscaba al lado de un hombre honrado y trabajador. Y allí nomás quedó embarazada. En 1811, nació Martina Chapanay.

La llegada al mundo de la beba, fue un acontecimiento muy festejado entre los laguneros. Los vecinos regalaron al joven matrimonio hermosos bordados y ajuares y pronto Teodora retribuyó tanto cariño ocupándose de la catequesis de los párvulos vecinos y hasta su casa se convirtió casi en una pequeña escuela. Pero otra vez el destino se ensañó con la querida señora y tres años después un inesperado ataque al corazón acabó con su vida, en medio de la desesperación de Juan y las lágrimas que regaron por doquier los afligidos habitantes de Guanacache.

Desde niña, Martina, tenía los rasgos de su padre. Según uno de sus biógrafos,