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El libro no expone propiamente una cronología de hechos, sino el relato de un grupo de eventos que sucedieron a la aviación cubana tanto en el período de cuarenta años anteriores al 1.o de enero de 1959 como en el primer ciclo de tres años de la naciente Revolución en el poder. Sobre esta base, el autor refiere lo que ocurrió con aquel novedoso medio de comunicación del siglo xx, el cual empezó entonces a conocer y a entender su importancia para el país, a partir de las responsabilidades desempeñadas en ese medio. Los relatos que aquí aparecen son muy diversos, simpáticos unos, sorprendentes otros, muy cubanos; particularmente, resulta asombrosa y hasta desconocida, la participación de Fidel para evitar el secuestro de un avión en el aeropuerto de Varadero. Es meritorio destacar, además, los ejemplos de lucha de los trabajadores del sector de la aviación cubana para enfrentar el bloqueo comercial y financiero impuesto al país desde los primeros años de la Revolución.
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Seitenzahl: 203
Veröffentlichungsjahr: 2025
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Edición y corrección: María de los Ángeles Navarro González
Diseño de cubierta: Jadier I. Martínez Rodríguez
Diseño, composición y conversión a ebook: Idalmis Valdés Herrera
©Luis José Martínez Menocal, 2024
© Sobre la presente edición:
RuthCasa Editorial, 2024
ISBN 9789962740674
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El libro no expone propiamente una cronología de hechos, sino el relato de un grupo de eventos que sucedieron a la aviación cubana tanto en el período de cuarentaaños anteriores al 1.ode enero de 1959 como en el primer ciclo de tres años de la naciente Revolución en el poder. Sobre esta base, el autor refiere lo que ocurrió con aquel novedoso medio de comunicación del siglo xx, el cual empezó entonces a conocer y a entender su importancia para el país, a partir de las responsabilidades desempeñadas en ese medio.
Los relatos que aquí aparecen son muy diversos, simpáticos unos, sorprendentes otros, muy cubanos; particularmente, resulta asombrosa y hasta desconocida, la participación de Fidel Castro para evitar el secuestro de un avión en el aeropuerto de Varadero. Es meritorio destacar, además, los ejemplos de lucha de los trabajadores del sector de la aviación cubana para enfrentar el bloqueo comercial y financiero impuesto al país desde los primeros años de la Revolución.
Luis José Martínez Menocal (La Habana, 2 de diciembre de 1936). General de brigada (r) del Ministerio del Interior, contador, graduado de la Escuela Profesional de Comercio de La Habana (1952-1956) y licenciado en Periodismo (1975-1979).
Contratado desde 1953 hasta 1957 por la Firma de Auditores Hidalgo y Forrest, Contadores Públicos, con oficinas centrales en calle 23 y L, Edificio Radiocentro, donde, por integrarse a la actividad clandestina de lucha contra la dictadura del gobierno existente entonces en Cuba, renunció a su cargo por voluntad propia.
Se reinsertó en la Firma de Auditores desde el 9 de enero de 1959 hasta agosto de ese mismo año, en que fue designado ejecutivo de la compañía Cubana de Aviación S. A. y cuyo cargo ostentó hasta noviembre de 1961. En ambos años estuvo obligado a realizar viajes a Venezuela, Perú, Chile, Uruguay, Estados Unidos, Canadá, Checoslovaquia, Alemania, España e Inglaterra, y, posteriormente, cumplió tareas permanentes en el extranjero como diplomático en las embajadas cubanas en Venezuela y en Japón.
En su trayectoria laboral ocupó otras responsabilidades como ejecutivo y contador-especialista, director de Economía y Finanzas, representante del Ministerio del Transporte en negocios comerciales para la compra-venta de equipos y piezas de repuesto del parque activo automotor, ferroviario, aéreo y marítimo en Cuba y otros países, entre ellos Alemania, España, Inglaterra, China, Japón, Rusia, Brasil, Argentina, Panamá, Venezuela, México y Canadá.
[...] En una sociedad, el de más condición
es elque mejor la sirve.
José Martí
Con la colaboracióninestimable de los compañeros
Antonio Sánchez López, Ovidio Almendral, Orfelina Menéndez,
Juan Luis Forment, Carmendel Busto, Silvia y Jova,
sin los cualesno se hubiera podido realizar este trabajo.
El libro Historias de la aviación cubana del general de brigada (r) Luis Martínez Menocal, viene a llenar un espacio hasta ahora casi inédito en el conocimiento de aquellos primeros tiempos de enero de 1959 y meses subsiguientes para el sector de la Aviación Civil cubana, en que la naciente Revolución empezaba a gobernar a Cuba después de casi siete años de desgobierno y de una guerra civil de dos.
Su óptica era la de un combatiente de la clandestinidad, joven, contador y auditor, pero que fue el primer revolucionario en asumir las funciones totales de dirección de una compañía tan compleja y amplia como la de aviación de transporte civil de pasajeros y carga en un país como Cuba, con vuelos diarios y semanales hacia variados destinos en Estados Unidos, México, países del Caribe y España, así como en el propio territorio nacional.
Sus relatos dan a conocer cómo las ideas, acciones y leyes revolucionarias comenzaron a ser aceptadas por los tripulantes, técnicos, especialistas y trabajadores en general del sector aéreo, evidenciándose con ello un muy justo reconocimiento a aquellos que no abandonaron la patria en esos complejos y difíciles tiempos y se integraron plenamente al quehacer revolucionario.
Asimismo, destaca también la creatividad del cubano, como se explica en el caso de la retención de un avión Bristol Britannia por las autoridades de Nueva York, para embargarlo con la excusa de reclamaciones en una corte de distrito de aquella ciudad por supuestas deudas de empresas cubanas con empresas registradas en Estados Unidos, y la solución habilísima que se le dio, con la participación de un joven abogado, entonces representante de Cubana en el territorio norte de Estados Unidos y que todavía hoy, aunque ya no físicamente tan joven, se desempeña como asesor en la Dirección Jurídica de la Autoridad Aeronáutica Civil de Cuba.
Que sirva este libro para una mejor comprensión por todos, preferentemente los jóvenes, de la historia de nuestra Aviación Civil; la que surgió en la primera mitad del siglo xx con una amplia visión del destino histórico que le correspondía por la privilegiada situación geográfica de nuestra Isla, se potenció en 1959 luchando contra las acciones del poderoso imperio y se cubrió de gloria en el cumplimiento de muchas tareas posteriores, en particular, las de apoyo a las misiones internacionalistas.
Manuel López Bello
Presidente, Cubana de Aviación S. A.
2009
No tengo como profesión la de escritor, pero me pidieron que expusiera mis experiencias en la aviación, durante un acto celebrado en el Aeropuerto Internacional José Martí el 15 de febrero de 2006 —donde recibí un Diploma de Reconocimiento por conmemorarse 46 años de la unificación de todas las líneas aéreas comerciales cubanas—, etapa en donde se me cambió el estatus inicial de interventor de la aviación, por el de presidente-director de aquel conglomerado de empresas.
Escribí unas cincuenta páginas, donde relataba vivencias que mis amigos presentaron al Foro de Ciencia y Técnica celebrado en el propio aeropuerto semanas después. Allí participé en unencuentro con trabajadores que habían leído el trabajo.
Uno de los participantes, un joven piloto, mehizo el comentario de que lo leídotraslucía la gran dosis de heroísmo cotidiano de aquellos trabajadores que los habían precedidoen el sector de la aviación, en aquellostiempos de paz relativa muy similares a los actuales; por ello le parecía importante se pudiera trasladar esa información a laactual y futuras generaciones.
Otro participante, un trabajador con muchos años de experiencia en el aeropuerto, se refirió a que algunos aspectos de mi relato tenían quever con los orígenes de la aviaciónen Cuba, sobre lo cual, a pesarde sus años en el sector, antes no había tenido oportunidad de leer testimoniosde la época, pues lo único queen su opinión hasta ese momento existía eran algunos relatos de Tomás Toledo y un folleto muy bien escrito por un compañero del sector, quien presidióun grupo de trabajo de redacción, enel cual se apuntaban cosas que prometían ser apasionantes, peroque daban la impresión de haber quedado sinterminar.
Tanto la posibilidad de profundizar sobrela historia de la aviación en Cuba como sobre las muestras de aquellos momentosde heroísmo cotidiano vividos en los años de 1959 a 1961, se megrabaron en la mente y me propusela tarea de tratar de abordarlos.
Como lo primero que tenía que hacer erahurgar en las fuentes de esa historia,programé un proceso investigativo que me fuellevando a obtener documentos confiables, los cualesefectivamente me ratificaron la importancia que tuvo Cuba enel desarrollo de la aviación comercial americana. En cuanto alo segundo, me esforcé, sobre todo en desentrañar la formade exponer lo que se refería al heroísmocotidiano, pues de ello había tenido muchosejemplos durante los tres años en que estuve vinculado connuestra aviación, cuyos principales componentes llegué a la conclusión de que eran: inteligencia y valor.
Ambospodían estar incorporados a ese tipo de acciones en proporciones diferentes: a partes iguales o no; pero siempre estarían presentesal mismo tiempo el uno y el otro.
Pensé que eraimportante lograr que el lector así lo captara y decidí incorporara esta introducción un hecho, aunque extemporáneo, que tuvo lugarun poco después que yo había dejado de ser presidente de Cubana de Aviación, el cualpodía servir de vínculo y facilitar a quienes leyeran el libro el descubrimiento de otras acciones heroicas.
El hecho alcual me referiré, constituyó una prueba de inteligencia y valor humano en sumo grado, ocurrido casi inmediatamente después de haber tenido lugar otra acción ejecutada por un piloto, durante el secuestro por una persona armada de un avión de pasajeros de la ruta Habana-Santiago de Cuba, con el fin de tratarde producir una salida ilegal de nuestro país.
Sus pormenores sonlos siguientes:
No se conocía la identidad del secuestrador en losmomentos en que se produjo la acción y la clasificación quedimos al delito fue de la más alta peligrosidad.
Se nos informódesde la Torre de Control de Tránsito Aéreo(ATC), que elavión secuestrado aterrizaría en Varadero para rellenarcombustibley continuar a Jamaica, y la Jefatura Superior me ordenó dirigirme, juntocon otros oficiales, a dicho aeropuerto para tomar las medidas pertinentesque resolvieran la grave situación creada.
En el trayecto en auto desde La Habana hacia Varadero, conocimos por el teléfono delvehículo una parte de lo ocurrido:
Un avión bimotor DC-3 de pasajeros de la Compañía Cubana de Aviación, que hacía la ruta Habana-Santiago de Cuba, fue secuestrado por una persona armada con una pistola y una granada de mano. El sujeto en cuestión logró entrar al área reservada de la cabina, desarmar al custodio e inmovilizarlo y conminar al piloto y al copiloto a que desviaran el avión de su ruta, para trasladarlo a la isla de Jamaica, al sur del territorio oriental de Cuba, la cual entonces era territorio inglés.
El piloto, haciendo gala de una extraordinaria dosis de sangre fría y valor, convenció al asaltante del avión de que no tendrían suficiente combustible para llegar a Jamaica y que, por lo tanto, era preciso reabastecer la aeronave en algún aeropuerto, proponiéndole Varadero, cuestión que el asaltante aceptó, con la advertencia de que, cualquier engaño por parte del piloto, del custodio o de las autoridades cubanas, traería como resultado la destrucción del equipo, con la consiguiente pérdida de la vida de toda la tripulación y de los pasajeros.
Para hacer más creíble su afirmación, el asaltante extrajo el perno de seguridad a la espoleta de la granada que portaba, por lo que cualquier simple acción de la mano que la sostenía, podría causar la explosión.
Esto último fue informado a la Torre de Control por el piloto mientras solicitaba pista para aterrizar en Varadero a rellenar combustible, lo cual nos permitió plantearnos soluciones extremas que impidieran el ulterior despegue del avión y al propio tiempo resguardaran de la muerte a los pasajeros y a los miembros de la tripulación.
Debido a que yo todavía teníaen mi poder la documentación que me acreditaba comopresidente-director de Cubana de Aviación, el plan que elaboramos duranteel trayecto, para aplicar a nuestra llegada al lugar, consistió en utilizar esa documentación para persuadir al asaltante de que medejara subir al avión y convencerlo de que, si permitíasalir de la aeronave a todos los pasajeros, le garantizaríael combustible adicional y el despegue del avión hacia Jamaica, llevándome, además,como rehén junto con los tripulantes del avión.
Previamente se me colocaría con cinta adhesiva un pequeño revólver en un lugar protegido del cuerpo, para que, a la menor posibilidad, después que los pasajeros estuvieran a salvo, controlara al asaltante y me ocupara de la granada de mano en la forma que fuera necesario, a fin de evitar alguna lesión. Como es natural, si no lograba aquello, el avión no partiría de Varadero.
Llegamos al aeropuerto cuando ya erade noche. Esta instalación se encontraba entonces a la entrada del poblado de Varadero, a mano derecha, cuando se accedía desde la capital por la Vía Blanca.
El avión estaba situado junto al edificio de la terminal aérea, apagado interiormente e iluminado desde el exterior por un reflector. En el área solo se encontraban los custodios designados para controlar la nave, pues se había desalojado al resto de las personas. La puerta del avión estaba abierta, pero a través de ella no se distinguía ningún movimiento interior.
Cuando estábamos en los preparativos para ejecutar el plan, se nos anunció por el equipo de radio del auto que suspendiéramos cualquier acción y esperásemos por una persona que estaría allí en pocos minutos.
Cinco minutos después llegó el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, quien ese día se encontraba en Varadero atendiendo a un visitante extranjero y, al ser informado del hecho, suspendió la otra actividad y se dirigió al aeropuerto en compañía del jefe de su escolta y de algunos miembros de su seguridad personal.
No preguntó sobre nuestros planes, sino que pidió le relatáramos los hechos desde el inicio, con el mayor detalle posible.
Se le explicó la ruta que cubría el avión secuestrado y que el asaltante, no sabíamos cómo, había logrado penetrar a la parte delantera protegida del avión, reducir al custodio sin hacerle daño y conminar al piloto y al copiloto para que lo llevaran a Jamaica. Se le dijo también que el asaltante había aceptado la explicación del piloto en cuanto a que el combustible del avión no alcanzaría para llegar a esa isla y que, por tanto, sería necesario rellenar los depósitos, por lo que había estado de acuerdo en hacer el aterrizaje en Varadero.
La explicación se le repitió en varias ocasiones y fue ampliada por consultas específicas que él solicitaba se hicieran por teléfono a los operadores de la Torre de Control de Tránsito Aéreo del aeropuerto de Rancho Boyeros que habían hablado directamente con el piloto del avión cuando este se encontraba en vuelo.
Al cabo de unos diez minutos, el Comandante en Jefe se levantó de su asiento, se deshizo de su pistola, se dirigió en aquella oscuridad casi absoluta hacia el costado de la terminal aérea que daba al área donde estaba situado el avión, tomó un fusil automático de uno de sus escoltas, lo manipuló para colocarle una bala en el directo y se lo entregó al jefe de su escolta, con la indicación de que solamente él se situara detrás de la columna que le indicó, desde la cual se divisaba la puerta del avión DC-3 y cumpliera las órdenes que el Comandante le diera.
Fidel Castro fue caminando hasta el área de la pista que quedaba de frente a la puerta del avión, dentro del marco de luz cubierto por el único reflector de la zona y se situó a unos dos metros de distancia de ella, donde quedaba totalmente identificado por la luz del reflector.
Unos segundos antes de salir al exterior de la terminal aérea se viró hacia nosotros y, para calmar el estupor de todos los que estábamos allí presentes y poder convencernos de que lo dejáramos actuar, nos dijo en tono firme, pero afable: “Este asaltante es un guajiro joven, miembro del Ejército Rebelde y no es un contrarrevolucionario”.
Comenzó a dirigirse al hombre con un tono grave y sereno, quien al principio no contestaba; sin embargo, al cabo de algunos minutos, acertó a decir que él no deseaba entrar en explicaciones sobre lo que había hecho, sino que pedía lo dejaran irse a Jamaica como había exigido y que, a cambio de esto, no haría daño a las personas ni al avión y más nunca sabríamos de él.
Fueron casi dos horas de diálogo, en las que el asaltante nunca mostró parte alguna de su cuerpo a través de la puerta abierta del DC-3; casi al final de la conversación, creímos captar sus sollozos en respuesta de algo que Fidel Castro le había expresado.
El Comandante en Jefe se dirigió entonces a nosotros en voz alta pidiendo una escalerilla y un compañero desarmado que subiera por ella hasta la puerta del avión y esperara allí a que el asaltante le entregara su pistola, así como para ayudarlo a deshacerse de la granada, la cual sostenía desde hacía varias horas en su mano entumecida.
Todo se hizo con rapidez, aunque sin apuro y el asaltante, después de entregar sus armas, bajó por sí mismo por la escalerilla hasta donde se encontraba Fidel Castro, quien lo esperó en el lugar, lo tomó del brazo y lo acompañó a su propio automóvil, en el cual se dirigieron los dos, junto con el chofer y su jefe de escolta, hacia la casa en Varadero donde el Comandante en Jefe se encontraba hospedado. Nosotros lo seguimos en otro vehículo.
La historia que dio lugar a este penoso hecho, conocida pocos minutos después por boca del protagonista, fue impactante por lo simple y por lo humana, pues tiene que ver con la forma en que una humillación sistemática e injusta puede llevar a un hombre bueno a matar. Me reservo el derecho a no contarla.
La exactitud de las apreciaciones hechas por el Comandante en Jefe Fidel Castro en aquellos primeros diez minutos previos a su decisión de dialogar con el asaltante, unidas a su extraordinario valor personal, fueron las que lo llevaron a poner su vida en las manos de aquel desconocido, sin posibilidad alguna de salvación si este hubiera reaccionado ofensivamente contra él. Sin embargo, Fidel Castro estaba seguro de que todo iba a salir bien.
Sobre el otro hecho heroico, personificado previamente por el capitán del avión, dejo a la imaginación del lector la interpretación de su firme gestión de convencimiento llevada a cabo sobre el asaltante, que permitió aterrizar el avión en el aeropuerto de Varadero.
Por mi parte, creo que, en estas dos acciones de heroísmo cotidiano vinculadas a la aviación, participaron en proporciones iguales la inteligencia y el valor.
Aquella noche del 8 de enero de 1959, en que el Comandante en Jefe Fidel Castro hizo su primer discurso públicoante el pueblo de la ciudad de La Habana yle preguntó al comandante Camilo Cienfuegos: “¿Voybien Camilo?”, llegué a la conclusión de que mi vidacomo joven combatiente del Movimiento 26 de Julio había terminado y que debía retomar lo que hasta entonces había sido mi carrera:contador.
Al siguiente día me incorporé a las oficinas de Hidalgo y Forrest-Contadores Públicos, donde había trabajado desde el año 1953 hasta inicios de 1958 y en la que había alcanzado la categoría de auditor.
Me asignaron la misma silla y buró que ocupaba antes de pasar a la clandestinidad y me aseguraron que todo continuaba igual a lo que había sido antes de haber dejado mi trabajo. Pero mi reincorporación a Hidalgo y Forrest apenas duró dos meses.
Una noche de marzo llamó a mi casa un compañero de célula de la clandestinidad, José Manuel Portela, y me pidió que lo acompañara al otro día a una unidad militar.
Me llevó en su auto hasta el antiguo Campamento Militar de Columbia y me condujo a la recién creada Comandancia de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), situada en el cuarto piso del edificio principal de aquella gran instalación.
Portela me explicó que la Comandancia de las FAR no solo precisaba de los jefes de las distintas armas y direcciones, sino también del personal de filas que permitiera garantizar la normal fluidez de las órdenes y otras disposiciones militares de un Estado Mayor General.
Para mantener tal flujo informativo, el comandante Raúl Castro Ruz, jefede la Comandancia, había tenido que tomar la decisión dedejar en sus puestos de trabajo a una parte delas clases y suboficiales que componían las oficinas del antiguo EstadoMayor General del Ejército; pero al mismo tiempo había ordenado seleccionar jóvenes revolucionarios con suficiente instrucción para aprender rápidamente esastécnicas y con ellos sustituir en el plazo más breve posiblea aquel personal administrativo. Entre los jóvenes captados estaba yo.
El aprendizaje duró cuatro meses y en agosto de 1959 se produjo el cambio total del viejo personal en la Comandancia de lasFAR.
Esto ocurrió en paralelo con la derrota de una “invasión” organizada desde la República Dominicana por su tirano Rafael Leónidas Trujillo, enemigo acérrimo de Cuba, junto con algunos personeros del anterior régimen batistiano, la cual tuvo lugar por la antigua provincia de Las Villas y consistió en el envío de un avión de carga con varias decenas de colaboradores de la anterior dictadura batistiana y elementos contrarrevolucionarios que habían abandonado nuestro país en los primeros días después del triunfo de la Revolución. La “invasión” fue liquidada en tiempo récord, pues supuestamente contaba con el apoyo de los campesinos de aquella zona, pero lo que ocurrió fue que estuvo controlada todo el tiempo por los recién creados órganos de seguridad de nuestra Revolución.
La euforia de aquellos días coincidió con el viaje a Chile del doctor Raúl Roa al frente de una delegación oficial para participar en una Asamblea General convocada por la Organización de Estados Americanos (OEA) de la cual Cuba era miembro pleno. Era la primera Asamblea General de la OEA a la que nuestro país asistía en ese carácter después del triunfo de la Revolución Cubana.
El mismo día 13 de agosto en que celebrábamos los mencionados hechos de la provincia de Las Villas, me fue ordenado participar en la organización de un viaje aéreo a Chile para traer de regreso al país a la delegación del doctor Roa. En el avión viajaría el propio jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, comandante Raúl Castro Ruz y un grupo importante de compañeros del Ejército Rebelde, incluidos varios miembros de la Comandancia.
También nos acompañaría un nutrido grupo de periodistas cubanos, que cubrirían la clausura del evento de la OEA y denunciarían cualquier situación contraria a Cuba que pudiera surgir en aquella actividad.
A las pocas horas de comenzadas las gestiones, la lista de pasajeros aumentaba y pronto nos dimos cuenta de que serían necesarias no una, sino dos naves.
Además del avión cuatrimotor Super G Constellation previsto, se habilitó también un DC-4 de pasajeros para llevar a la prensa. Este último fue el primero en partir al siguiente día con los periodistas y otro personal auxiliar; varias horas más tarde despegamos en el Super G Constellation de Cubana de Aviación con el resto de los viajeros encabezados por el comandante Raúl Castro.
Avión DC-4.
El primer destino de nuestra aeronave fue Caracas, Venezuela. Allí lospasajeros del Super G Constellation pasamos la tarde y la noche parapartir al otro día hacia Lima, en cuya escala dejaríamos unaparte del personal, que no estaba habilitado para viajar a Chile.
Avión Super G Constellation.
La mayoría de los que nos encontrábamos en aquel avión nunca había salido de Cuba y resultó una experiencia inolvidable constatar el comportamiento ejemplar de nuestros compañeros, así como la respetuosa reacción popular cuando caminábamos por las calles de Caracas, en la cual se mezclaba la admiración, el cariño y también el asombro de aquellas personas, al contemplar las largas cabelleras y copiosas barbas de muchos de los visitantes.
El comandante Raúl Castro llegó hasta Chile acompañado de unos diez o d compañeros, además de la tripulación, pues el resto se quedó en Lima esperando nuestro regreso. Durante los tres días que permanecimos en la capital chilena, mantuvimos una vigilancia permanente del avión.