Hombres sin atributos - Carolina Soria Somoza - E-Book

Hombres sin atributos E-Book

Carolina Soria Somoza

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Beschreibung

Este libro explora los motivos que ocasionaron la aparición y difusión dentro del mundo narrativo de los estereotipos de los hombres chino-americanos como afeminados y emasculados, imágenes todavía vigentes en el cine, la televisión, la publicidad y la literatura. El volumen analiza algunas de las obras de los autores más relevantes de la literatura chino-americana contemporánea: Maxine Hong Kingston, Frank Chin y Ha Jin. El objetivo es examinar las diferencias entre los modelos que resultan obsoletos y estereotípicos de aquellos que puedan ofrecer alternativas viables para las masculinidades chino-americanas. El dialogo entre los planteamientos de las teorías críticas y las obras proponen resultados innovadores, que servirán para evitar la repetición de las tradicionales imágenes negativas y contribuirán a la difusión de nuevos modelos de masculinidad chino-americana.

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Seitenzahl: 274

Veröffentlichungsjahr: 2017

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HOMBRES SIN ATRIBUTOS

MASCULINIDADES EN LA FICCIÓNCHINO-AMERICANA CONTEMPORÁNEA

Biblioteca Javier Coy d’estudis nord-americans

http://www.uv.es/bibjcoy

DirectoraCarme Manuel

HOMBRES SIN ATRIBUTOS

MASCULINIDADES EN LA FICCIÓN CHINO-AMERICANA CONTEMPORÁNEA

Carolina Soria Somoza

Biblioteca Javier Coy d’estudis nord-americansUniversitat de València

Hombres sin atributos:masculinidades en la ficción chino-americana contemporánea© Carolina Soria Somoza

1ª edición de 2016

Reservados todos los derechosProhibida su reproducción total o parcial

ISBN: 978-84-9134-181-9

Imagen de la portada: “What Shall We Do with Our Boys”, George Frederick Keller (The Wasp, 3 marzo, 1882)Diseño de la cubierta: Celso Hernández de la Figuera

Publicacions de la Universitat de Valènciahttp://[email protected]

A mis padres.Porque sin su confianza y apoyojamás habría logrado finalizar este viaje

A Carolina Núñez Puente,por su cariño y dedicación

Índice

INTRODUCCIÓN

CAPÍTULO I

‘The Sick Man of East Asia’: historia y evolución de las masculinidades chino-americanas

CAPÍTULO II

Mariposas, vaqueros de Chinatown y bananas: modelos clásicos de masculinidad en la literatura chino-americana

CAPÍTULO III

Hacia otros modelos de masculinidad: deconstruyendo estereotipos en la literatura chino-americana

CONCLUSIÓN

El eterno diálogo de las masculinidades

Bibliografía

Introducción

I am an Oriental. And being an Oriental,I could never be completely a man.

David Henry Hwang, M. Butterfly

Asexuados, afeminados, delicados, pasivos, emasculados… Estos son algunos de los adjetivos que han definido históricamente a los hombres chino-americanos y con los que la sociedad occidental, incluso hoy en día, continúa asociándolos. Tal y como el personaje de M. Butterfly (1988), Song Liling, expone en la cita que abre esta introducción, el estereotipo del chino-americano es el de un hombre que no puede llegar a ser un hombre; el chino-americano parece carecer de atributos tradicionalmente masculinos.1 Los motivos que dieron lugar a la aparición e instauración de este estereotipo tan extendido son muy complejos y entrañan factores culturales, sociológicos, políticos y económicos.

Uno de los medios que contribuyó en gran medida a la difusión de estos estereotipos fue la literatura. Escritores como Earl Derr Biggers o Sax Rohmer, creadores de los famosos personajes de Charlie Chan y Fu Manchú respectivamente, fueron responsables de que las sociedades occidentales percibiesen a los chinos como seres caracterizados por la inescrutabilidad y la pasividad (Novas y Cao xix); es decir, crearon unos estereotipos basándose en atributos asociados tradicionalmente a lo femenino, evitando de esta forma lo considerado como viril y masculino.

Debido a esto, algunos escritores chino-americanos comenzaron a proponer a través de sus trabajos y personajes otras imágenes que sirvieran para mitigar los efectos de los estereotipos y para dotar a los chino-americanos del tipo de masculinidad entendido al modo occidental. Algunos de los más destacados, Frank Chin o Shawn Wong, fueron los que se encargaron de editar la famosa antología Aiiieeeee!: An Anthology of Asian American Writers (1974). Estos autores propusieron un modelo de masculinidad machista muy semejante al occidental y acusaron a otros escritores chino-americanos, la mayoría mujeres, de confirmar los estereotipos a través de sus libros.2 Desde entonces hasta ahora, el problema de las masculinidades3 chino-americanas y el rumbo que deberían seguir continúa siendo motivo de debate. Diversos autores, como King-kok Cheung o Jachison Chan, han ido proponiendo posibles alternativas. ¿Qué características tienen las masculinidades chino-americanas representadas en la literatura? ¿Qué ideales deberían tratar de alcanzar estos autores? ¿Existe algún autor que ya haya ofrecido un modelo alternativo viable a seguir?

Los estudios de masculinidades surgieron alrededor de los años ochenta, influidos por diferentes acontecimientos que tuvieron lugar entre el Movimiento por los Derechos Civiles en los años cincuenta y la segunda ola feminista en los sesenta. Estas corrientes revolucionarias marcaron el nacimiento de la conciencia asiático-americana, “conceived in the United States in the late 1960s and 1970s as an act of resistance to the dominant U.S. racial hierarchy” (Anderson y Lee 7). Paralelamente, comenzaron a desarrollarse los estudios asiático-americanos, uno de cuyos objetivos principales era el de reclamar plenos derechos de ciudadanía en lo relativo a lo social, lo cultural, lo económico y lo político (7). Más recientemente, estos estudios empezaron a experimentar una crisis debido a que las diferencias de clase y de origen de los asiático-americanos hacían que resultase imposible desarrollar un cuerpo teórico común a todos (8), hecho que ha llevado a muchos teóricos a hablar de la diáspora asiática (9). Autores como Lisa Lowe apuntaron los peligros que podría entrañar un intento de homogeneizar a los asiático-americanos, ya que de esa forma se estaría confirmando el discurso racista a través de la subestimación de las diferencias (71). Por este motivo, he decidido centrarme y profundizar únicamente en cuestiones de masculinidad relativas a los chino-americanos y a su literatura. Entre otras cosas, dado que el contexto y las imágenes asociadas a otros grupos, como los japoneses, son muy diferentes, la extensión necesaria para realizar tal estudio tendría que ser mucho mayor que la que se presenta en este estudio.

Comenzaré por exponer y analizar las diversas circunstancias que propiciaron los estereotipos relativos a la masculinidad chino-americana, que surgieron antes de las grandes olas de emigración a Estados Unidos. A continuación, examinaré los estereotipos masculinos más recurrentes en las obras literarias de algunos de los escritores chino-americanos más relevantes, como Maxine Hong Kingston, Gish Jen y David Henry Hwang. Estos estereotipos servirán de contraste para considerar otros modelos4 más innovadores que podrían entrañar una de las soluciones posibles a los problemas relacionados con la masculinidad de esta minoría étnica. Los personajes que aparecen en los textos de estos escritores ofrecen unos parámetros alternativos justos y adecuados al contexto actual, con lo que podrían ayudar a crear una nueva imagen positiva del hombre chino-americano.

Sin embargo, antes de poder entrar de lleno en el tema específico de las masculinidades chino-americanas es necesario comprender otros conceptos. El género o el sexo, así como la raza y la clase social, van íntimamente ligados a las masculinidades. De esta forma, el trabajo de autores como Michel Foucault —The History of Sexuality (1976)— jugará un papel importante en mis análisis. También me apoyaré en las teorías queer, desarrolladas por autoras como Judith Butler, Eve Kosofsky Sedgwick o Judith Halberstam. En cuanto a la crítica literaria asiático americana, algunas de las teorías más relevantes para este trabajo serán las desarrolladas por autores como King-kok Cheung, Jinqi Ling, Kam Louie y Sau-ling Cynthia Wong. Por otro lado, la teoría de la deconstrucción, planteada por Jacques Derrida, también estará presente a lo largo de este trabajo. Dado que mi intención en los próximos capítulos es replantear diversos conceptos relativos al sexo, al género y a las masculinidades, las teorías deconstructivas resultan de lo más apropiadas para llevar a cabo tal labor. De hecho, “to deconstruct a text . . . is . . . to show that a text . . . can have intertwined, opposite ʻdiscoursesʼ—strands of narrative, threads of meaning” (Murfin 200). Derrida defiende que no existe un significado primario, ya que el significado siempre depende del contexto y el contexto nunca puede ser determinado de forma absoluta (Limited 2-3).

Dado que parte de mi trabajo se centra en los modelos de masculinidad presentados por algunos autores a través de sus obras, los personajes de las mismas ocuparán un lugar importante aquí. Mientras que los formalistas, algunos estructuralistas o las teorías de Aristóteles subordinan la importancia del personaje a la del argumento (Chatman 113), en mi opinión ambos son igualmente importantes. De hecho, “stories only exist where both events and existents occur” (113). Por ello, tal y como Seymour Chatman defiende, consideraré a los personajes como entes autónomos y abiertos, cuyas funciones exceden a las de servir únicamente al argumento (119). Además, si consideramos que las obras literarias tratan sobre temas cercanos y específicos en lugar de abstractos, siguiendo la tendencia comenzada por los románticos (Eagleton 57), otro aspecto a tener muy presente es el contexto.5 El contexto es especialmente importante en la literatura chino-americana, ya que los factores sociales, históricos y culturales han marcado profundamente el devenir de esta minoría. De ahí que dedique el segundo capítulo a analizar y exponer las condiciones históricas y socio-culturales que afectaron a los chino-americanos, entre otros aspectos.

En el primer capítulo trataré las circunstancias históricas, políticas y culturales que favorecieron la aparición de los distintos estereotipos chino-americanos. Para comprender mejor todo esto, no obstante, será necesario comenzar analizando los ideales tradicionales chinos de masculinidad y sexualidad, así como los mitos y costumbres asociados a ellos. Kam Louie, por ejemplo, defiende que, para poder comprender la manera en que la masculinidad afecta a una minoría en Estados Unidos es necesario analizar y comprender primero cuáles son los valores de la cultura indígena (“Chinese” 2). Para ello, el trabajo de R. H. Van Gulik La vida sexual en la Antigua China será de gran utilidad. Uno de sus mitos más representativos es el del yin y el yang, que simboliza la unión y mezcla entre hombre y mujer. Como se verá en esta primera sección, los ideales tradicionales chinos en cuanto a masculinidades son muy diferentes de los occidentales, por lo que utilizar parámetros occidentales para definir ideales chinos resulta inapropiado. Algunos de los ideales chinos más representativos son los de las figuras de wen o erudito y wu o luchador.

Una vez desarrollados los modelos chinos tradicionales se analizarán los hechos que tuvieron lugar cuando los chinos comenzaron a emigrar a Estados Unidos. Estos hechos históricos son imprescindibles para comprender y situar la literatura que se analizará en los dos capítulos siguientes. Las políticas de exclusión dirigidas hacia los chinos, así como las condiciones de vida en el país para esta minoría, provocaron la difusión de estereotipos que fueron evolucionando a través de los años. La última sección analiza la situación actual de este grupo, así como posibles alternativas masculinas, como las propuestas por Cheung, que combatan los estereotipos.

Los capítulos dos y tres examinan cuestiones literarias.6 En el segundo capítulo, se analizan los modelos de masculinidades que han marcado las tendencias más recurrentes en la literatura chino-americana y que presentan unas propuestas poco innovadoras. Además de ser estereotípicos, estos modelos resultan inadecuados para el contexto actual y son, además, injustos, tanto para los propios hombres como para las mujeres, debido a sus características demasiado conservadoras. Dichos modelos incluirán el modelo de la mariposa, el del vaquero de Chinatown o el del pionero y el de la banana.

El modelo de la mariposa se desarrollará a partir del personaje de Song Liling, presente en la obra de teatro M. Butterfly (1988), de David Henry Hwang. La mariposa es el reflejo de todos los estereotipos del hombre chino-americano, basados en su afeminamiento. Inspirada por la ópera de Giacomo Puccini Madame Butterfly, la obra es una ridiculización de la ceguera que provocan los estereotipos. Hwang crea una historia basada en hechos reales en la que un espía chino es capaz de hacerse pasar por mujer y mantener un largo romance con un diplomático occidental con el fin de conseguir información secreta para su país. Para ilustrar el modelo del vaquero de Chinatown o pionero utilizaré a Tampax Lum de The Chickencoop Chinaman (1972), de Frank Chin, y a Bak Goong de China Men (1981), de Maxine Hong Kingston, respectivamente. Ambos modelos suponen una respuesta directa a la imagen de hombre afeminado a través de una búsqueda y restablecimiento de la virilidad. Este modelo se caracteriza por su agresividad y por su aproximación a modelos masculinos más propiamente occidentales. Por último, me centraré en el modelo de la banana a través de Ralph Chang de Typical American (1991), de Gish Jen, y de Ben Loy de Eat a Bowl of Tea (1961), de Louis Chu. La banana, amarilla por fuera y blanca por dentro, es una metáfora para designar a aquellos emigrantes asiáticos que han acabado por aculturarse a las tradiciones estadounidenses. Ambas novelas presentan diferentes situaciones en las que el tema del nativismo frente a la asimilación cultural adquiere una importancia central para el desarrollo de las masculinidades de sus protagonistas.

El tercer y último capítulo propone algunos modelos más innovadores que podrían suponer una alternativa para las masculinidades chino-americanas. La teoría queer y la deconstrucción juegan un papel muy importante aquí ya que, a través de ellas, se puede llegar a destruir las barreras de las masculinidades. Estos modelos rompen con los estereotipos asociados a figuras como Charlie Chan o Fu Manchú a la vez que entrañan ideales más adecuados, equilibrados y positivos, tanto para mujeres como para hombres, que los analizados en el capítulo anterior.

El primer apartado del capítulo tercero analiza el modelo del mono a través de Wittman Ah Sing de Tripmaster Monkey: His Fake Book (1987), una novela escrita por Maxine Hong Kingston. Aunque el mono comparte ciertas características con el vaquero de Chinatown, como su gusto por las prendas de color negro o su actitud provocadora, el hecho de que sea un intelectual lo conecta con la corriente tradicional china wen. Además, gracias a su habilidad para la transformación, resulta imposible encasillarle en cualquier estereotipo. Todo este entramado de tradiciones se refleja incluso a través del nombre del protagonista. Por un lado, Wittman es una alusión al famoso escritor norteamericano Walt Whitman mientras que, por otro, el mono es el protagonista de uno de los libros más famosos de la literatura tradicional china. El siguiente modelo será el del neowen, representado por el personaje de Nan Wu de A Free Life (2007) de Ha Jin. Como su propio nombre indica, este modelo podría ser una actualización del ideal tradicional wen del erudito. Al contrario que las bananas, Nan no se contamina del materialismo estadounidense y permanece fiel a sus valores y sueños de convertirse en poeta. Al igual que ocurre con el mono, Nan encarna un modelo a través del cual se propone un diálogo entre las culturas estadounidense y china.

El tercer apartado está dedicado a la figura de la guerrera a través de la narradora en The Woman Warrior. Memoirs of a Girlhood among Ghosts (1975), de Kingston. A través del trabajo de Halberstam, entre otros, se mostrará que lo masculino no tiene por qué ir asociado a los hombres necesariamente; con lo cual una mujer puede encarnar un modelo de masculinidad. La joven protagonista de la novela demuestra ser una guerrera que se enfrenta de forma inteligente a las injusticias de su comunidad, pero que mantiene a la vez los vínculos con ella. Por último, el cuarto apartado analiza el modelo del padre maternal, representado por Art Woo de “Birthmates” (1995), un relato de Jen. A pesar de no cumplir con los estándares de ideal tradicional masculino, Art representa una alternativa muy interesante en la que el afecto y el cuidado destacan por encima de cualidades como la fuerza o la agresividad. Este modelo rompe con las funciones asignadas tradicionalmente a cada género y demuestra que la paternidad para un hombre puede tener la misma importancia que la maternidad para una mujer.

Las argumentaciones desarrolladas en estos capítulos muestran que, a pesar de lo complicado que resulta destruir unos estereotipos tan arraigados como los asociados a las masculinidades chino-americanas, existen alternativas viables.

1 Al hablar de atributos tradicionalmente masculinos me estoy refiriendo a los que caracterizan a las sociedades occidentales, ordenadas según sistemas patriarcales y falocéntricos, en los que un hombre se define por su fuerza o agresividad; es decir lo que se conoce como masculinidad hegemónica, “defined as the configuration of gender practice which embodies the currently accepted answer to the problem of the legitimacy of patriarchy, which guarantees (or is taken to guarantee) the dominant position of men and the subordination of women” (Connell 77).

2 Aunque quizás lo más correcto sería referirme a más de un género gramatical, dado que este trabajo trata de sexo y género entre otros temas, hacerlo así resultaría poco práctico e incluso tedioso para el público lector; de ahí mi decisión de optar por el masculino en la escritura aun partiendo de la base de que hay más de un sexo y un género.

3 No se puede hablar de la masculinidad en singular, ya que no es algo único, sino que existen muchos y muy diferentes modelos. Estoy de acuerdo con Keith Thompson cuando afirma que “la masculinidad no existe . . . sólo hay masculinidades, muchos modos de ser hombre” (Prólogo 11). De ahí que hable de las masculinidades y de los modelos de masculinidad en plural. También es necesario aclarar que las masculinidades analizadas en este trabajo serán únicamente las declaradas como heterosexuales, una decisión tomada por motivos de extensión y con el fin de lograr mayor profundización en los análisis.

4 Cuando hablo de modelos de masculinidades no me estoy refiriendo a estereotipos, sino más bien a lo que Terry Eagleton denomina como tipos: “stereotypes reduce men and women to general categories, whereas types preserve their individuality but lend it some broader context” (57). Estos modelos son abiertos y están definidos por unos rasgos generales. Aquellos personajes que se adapten a estos modelos no tienen que hacerlo en su totalidad, sino que es suficiente con que compartan algunos de sus rasgos.

5 Según Eagleton, la novela realista europea fue, dentro del panorama occidental, la primera en dirigir su atención hacia la importancia que tiene la combinación de personaje y contexto en un trabajo literario (63).

6 Dada la obligada selección del corpus objeto de estudio, mi análisis incluye únicamente trabajos literarios escritos en prosa, tanto por mujeres como por hombres chino-americanos, pertenecientes a géneros como el relato, la novela, la autobiografía y el teatro.

CAPÍTULO I

‘The Sick Man of East Asia’1:historia y evolución de las masculinidades chino-americanas

Imagine a person, tall, lean and feline, high-shouldered, with a brow like Shakespeare and a face like Satan, a close-shaven skull, and long, magnetic eyes of the true cat-green. Invest him with all the cruel cunning of an entire Eastern race, accumulated in one giant intellect, with all the resources of science past and present, with all the resources, if you will, of a wealthy government— which, however, already has denied all knowledge of his existence. Imagine that awful being, and you have a mental picture of Dr. Fu-Manchu, the yellow peril incarnate in one man.

Sax Rohmer, The Insidious Dr. Fu-Manchu

Existe una tendencia muy marcada en las mentalidades occidentales que consiste en representar y considerar al hombre chino como falto de masculinidad y, por lo tanto, afeminado y emasculado. Los factores que han contribuido a crear estas imágenes son muy diversos: desde la historia a la política, pasando por la literatura y el cine, por nombrar algunos.2 A través del tiempo y de la repetición, estas imágenes han acabado por instaurarse como estereotipos3 de gran eficacia y de consecuencias dramáticas para quienes se supone que los encarnan. No obstante, estos estereotipos no son estáticos, sino que han ido alterándose a lo largo de los años. Como Kam Louie explica, los hombres chinos son considerados a menudo menos sexuales y más inteligentes que los blancos o los negros (Theorising 5). Uno de los ejemplos que mejor evidencia estos estereotipos es la asociación de Occidente con adjetivos como poderoso, masculino y dominante, y la consecuente asociación de Oriente con adjetivos como débil, femenino y sumiso. Tal y como Song, el personaje de la obra M. Butterfly, afirma: “The West thinks of itself as masculine—big guns, big industry, big money—so the East is feminine—weak, delicate, poor” (62). No obstante, los estereotipos relacionados con el hombre chino se verán todavía más acentuados con su llegada a Estados Unidos, donde tendrá que enfrentarse a innumerables dificultades a la hora de tratar de integrarse en una sociedad de hegemonía blanca y mentalidad racista.

La experiencia de la colonización ha demostrado que el mecanismo utilizado por la raza blanca para asegurar su supremacía ha sido siempre el de “desvalorizar al ʻotroʼ, conferirle un sentido de inferioridad y crear la mentalidad de esclavo” (Carabí, “Una introducción” 16). El miedo a la diferencia, a la posibilidad de ser “inferior”, resultó en que “las personas de color─negros, asiáticos, indios del continente americano─fueron convertidas en estereotipos y contempladas como individuos sumisos, pasivos, incultos, femeninos” (16). Esta idea se encuentra íntimamente conectada con el trabajo de Edward Said Orientalism (1978), que también menciona esta oposición entre Europa/Occidente y Oriente, que acaba convirtiéndose en “el otro” (2). El orientalismo designa todo el cuerpo ideológico, político y literario que Occidente ha ido creando en torno a Oriente con el fin de conferirle un estatus inferior que justifique su dominación (95). La relación entre uno y otro es de dominación frente a subordinación, con lo que Oriente queda totalmente emasculado y afeminado. Aunque esta teoría se refiere concretamente a Oriente Medio, puede extrapolarse y aplicarse a toda Asia y, más específicamente, a China.

Richard Fung defiende que existe una correlación entre las personalidades y los comportamientos reproductivos del ser humano. Según Fung, existe una escala en la que los negros se encuentran a la cabeza, debido a que tradicionalmente se ha considerado que poseen una mayor sexualidad, y son seguidos por los blancos. Los orientales, como cabe esperar, se encuentran al final de dicha escala. Esto se debe a que el grado de sexualidad se ha relacionado con el nivel de criminalidad, de manera que los negros siempre han sido víctimas de una hipersexualización; los asiáticos, sin embargo, asociados con la inteligencia, siempre se han situado en el otro extremo, totalmente desexualizados (Fung). Esta tendencia y manera de entender la sexualidad en Occidente, que todavía continúa patente hoy en día en la televisión y en la publicidad, proviene de los tiempos del colonialismo y la esclavitud (Fung).

Antes de continuar conviene señalar las diferencias que existen entre los términos “emasculación” y “feminización” dentro del contexto de los estudios asiático-americanos. Aunque en algunas ocasiones estas palabras se utilizan casi como sinónimas y sin apenas distinción entre ellas, es importante puntualizar que se refieren a procesos diferentes. Mientras que, por un lado, la emasculación “suggests the overall social consequence of the displacement of Asian men’s subject position”, la feminización “constitutes but one specific form of Asian men’s racial gendering in America” (Ling 314). Por lo tanto, el término “emasculación” no implica afeminamiento ni falta de atributos masculinos; simplemente se refiere a la imposibilidad de cumplir con el papel tradicionalmente desempeñado por los hombres (patriarcas, cabezas de familia, etc.).

Sexualidades y masculinidades chinas tradicionales

Aunque no existe demasiada información sobre la China arcaica, R.H. Van Gulik plantea la hipótesis de que es posible que estuviese organizada según un modelo matriarcal, partiendo de que “la asociación mujer-útero-tierra-poder creador es más antigua que la de hombre-falo-cielo-poder creador” (38).4Asimismo es significativo que los antiguos manuales de sexo chinos “representan a la mujer como guardiana de los arcanos del sexo y como depositaria del conocimiento sexual . . . y al hombre como un alumno ignorante” (36). Estos datos sitúan al hombre en un segundo plano, con lo que suponen una gran diferencia con respecto a los modelos occidentales.

Este supuesto sistema matriarcal del que Van Gulik habla acabó por alterarse más tarde con la llegada de la dinastía Chou (1100-221 a.C.), cuya sociedad se organizaba de acuerdo a un modelo feudal y patriarcal. Será la escuela de Confucio (221 a.C.-24 d.C.) la que exalte definitivamente “al hombre como indiscutible jefe y guía de la familia, como elemento fuerte y activo, símbolo de la luz y superior a la mujer, considerada débil y pasiva, símbolo de las tinieblas” (Van Gulik 37). De hecho, para los confucianos, “la mujer ideal era aquella que concentraba todos sus esfuerzos en las tareas domésticas” (91). Consecuentemente, la participación de una mujer “en los asuntos ajenos al hogar . . . se repudiaba y se consideraba como raíz de todo mal y causa del fin de las grandes dinastías” (91). La escuela confuciana, por lo tanto, se asemeja bastante a la ideología occidental en cuanto a que defiende la supremacía del hombre con respecto a la mujer. No obstante, existe una diferencia importante y es que consideraban que la mujer era inferior de manera natural, sin que ello supusiese un rechazo u odio hacia ella, cosa que sí sucedía en el caso del cristianismo: “para los confucianos considerar a la mujer inferior era tan natural como que la tierra fuese inferior al cielo, y esto no implicaba en absoluto ni odio ni repudio a la mujer, como sucedía en el caso de tantos sacerdotes medievales” (111).

Otra idea que quizás resulte algo sorprendente es que, antiguamente, los chinos pensaban que el sexo podía resultar dañino si se practicaba en exceso (Van Gulik 76). El motivo de este razonamiento está ligado a las fuerzas del yin y el yang.5 Se creía que las mujeres contenían la fuerza yin, mientras que los hombres la fuerza yang, y que el contacto de una con la otra favorecía a ambos (93). Este contacto tenía lugar durante el acto sexual. Lo ideal era que el hombre eyaculara únicamente cuando la mujer se encontraba más dispuesta para concebir; de lo contrario, se creía que el hombre estaba malgastando su fuerza yang (93). Esto se debe a que los antiguos chinos estaban convencidos de que la cantidad de esperma masculino era limitada, mientras que la esencia yin de las mujeres era inagotable (93). Debido a esto, se llega incluso a prohibir la masturbación en el hombre por suponer “una pérdida completa de esencia vital”, permitiéndose excepcionalmente en casos concretos en los que un hombre no pudiera disponer de compañía femenina, por ejemplo (95). Lo ideal era que un hombre conviviera frecuentemente con muchas mujeres pero sin emitir esperma, “enriqueciendo su yang con el yin de ellas” (93).

Sin embargo, quizás lo más interesante del símbolo del yin y el yang sea lo que realmente encierra: “que cada hombre tiene un elemento femenino en sí mismo — más o menos pronunciado— y que cada mujer posee a su vez un elemento masculino más o menos desarrollado” (Van Gulik 87). La relación existente entre este pensamiento y la teoría queer es evidente y demuestra que ya en la Antigüedad los chinos eran conscientes de lo difusa que es la línea existente entre los géneros. De hecho, esta idea recuerda a la afirmación de Judith Butler respecto a que lo masculino no tiene por qué relacionarse únicamente con un hombre ni lo femenino con una mujer (Gender 6). No obstante, sí resalta el dualismo hombre-mujer como dos únicas posibles categorías, lo que es contrario a la teoría queer.

Según Van Gulik, la homosexualidad6 en la antigua China era muy común en mujeres pero poco frecuente en hombres hasta la dinastía Han (206 a.C. – 220 d. C.), periodo durante el cual estuvo muy de moda (97). De hecho, existen fuentes que recogen que algunos príncipes tenían “muchachos jóvenes en calidad de sodomitas (lüan-tung) o mantenían relaciones homosexuales con hombres adultos” (66). La homosexualidad continuó en difusión hasta la dinastía Sung del Norte (960-1127 d.C.) y, desde entonces hasta finales de la dinastía Ming (1644 d.C.), se dio con la misma frecuencia que en el caso de la cultura occidental (97). También me gustaría resaltar que, aunque no se tratara de homosexualidad propiamente dicha, “los hombres solían expresar su afecto por los amigos en forma más calurosa que en la mayoría de los países occidentales” (162).

Con el tiempo, concretamente durante la falocéntrica dinastía Qing (1644-1911), la homosexualidad dio un vuelco hasta el punto de prohibirse y estar penada por la ley (Sommer 68). De hecho, los libros de medicina de la época hablan de “ʻfalse malesʼ and ʻfalse femalesʼ (those with ʻuseless bodiesʼ) largely in terms of inability to penetrate and be penetrated, respectively” (67). Consecuentemente, la homosexualidad o el consentir la penetración anal marcaba a los hombres como “ʻnot malesʼ” y tenía importantes repercusiones legales (78).7 Una posible hipótesis que explica este cambio de actitud con respecto a la homosexualidad es la influencia que los misioneros cristianos y otros moralistas occidentales pudieron ejercer durante el siglo XX (Brownell y Wasserstrom 21). Otros autores, sin embargo, aseguran que la homosexualidad no era más que un ejemplo de comportamiento sexual pervertido que estaba mal considerado porque no llevaba a la procreación (21).

Mención especial merecen los eunucos, quienes gozaban de una posición privilegiada en la sociedad. Aunque la mayoría eran niños de familias poco favorecidas a quienes sus propios padres mandaban castrar para que pudieran entrar en la corte, también eran muchos los adultos que tomaban esta decisión para lograr una buena posición en la corte (Van Gulik 431-432). En la mayoría de casos los eunucos llegaban incluso a casarse y a adoptar hijos (432). La operación era rudimentaria pero en muy pocos casos provocaba la muerte (431).8 Lo más interesante es la manera estereotípica en la que se les solía describir, de acuerdo con Van Gulik. Probablemente, las dolencias que estas personas sufrían, así como el sentimiento de inferioridad, fuesen el motivo de su carácter peculiar: “eran, por lo general, altaneros y sumamente suspicaces por naturaleza, se ofendían con facilidad y cambiaban rápidamente de humor. Gustaban enormemente de la vida lujosa y muchos eran famosos por su glotonería, aunque al parecer no les gustaba embriagarse” (431). Su condición hacía que pudiesen estar cerca de las mujeres, con lo que lograban informarse acerca de todo lo que ocurría en palacio, así como conseguir información concreta sobre el emperador. Los eunucos eran capaces de influenciar al emperador, ya sea directa o indirectamente a través de la emperatriz, para beneficiar sus intereses. En ocasiones, “llegaban a usurpar la dirección de los asuntos de Estado, con consecuencias desastrosas para el país y finalmente para ellos mismos” (342), lo que evidencia el poder que podían llegar a adquirir.

Las diferencias culturales entre China y, en general, los países occidentales también se evidencian a la hora de describir los atributos ideales que un hombre debía tener (Louie, Theorising 3). Los estereotipos occidentales de hombre se centran en cualidades como “toughness, courageousness and decisiveness . . . an adventurous spirit,[with] a proclivity to violence, [and] a tendency towards physical rather than oral expression” (8). En China, por otro lado, aunque también existe una corriente de “ʻmacho manʼ”, no es la predominante, sino que se equilibra con otra denominada cerebral (8).9 Debido a esto es importante recordar que al hablar de masculinidades chinas no se pueden aplicar los paradigmas occidentales ya que lo único que se conseguiría es corroborar que no son auténticos hombres (8-9).

Tradicionalmente, en China, las principales características ideales de un hombre se organizaban en torno a dos aspectos: el primero asociado a atributos wen (comportamiento culto, refinamiento, dominio de trabajos académicos), el otro asociado a cualidades wu (habilidades marciales, fuerza, dominio de las artes físicas) (Brownell 28).10 Esto quiere decir que “scholar-officials and militaryofficials represented two opposed poles around which masculine identity could be constituted” (28). De esta forma, un estudioso podía ser tan masculino como un soldado, aunque lo ideal era un equilibrio entre ambas cualidades (Louie, Theorising 11). Si los occidentales tenían una visión de la masculinidad china como estereotipada por ser diferente a la suya, lo mismo sucedía con los chinos: “Western men were perceived to be civilised men stripped of their civilisation—men of animal instincts and animal sexual drives” (12). Por lo tanto, los atributos wen y wu solo podían ser encarnados por hombres chinos.11 Además de las implicaciones raciales, estos atributos también están íntimamente ligados a la clase social: dado que los confucianos preferían las virtudes wen, los atributos wu se asociaban a las masculinidades no elitistas (17-18). Con el tiempo, como wen pasó a relacionarse con Confucio empezó a considerarse inalcanzable por los hombres, con lo que la mayoría aspiraba a convertirse en el ideal confuciano del junzi, que podría traducirse como “ʻgentlemanʼ, ʻrefined manʼ or ʻvirtuous manʼ” (44).

Está claro que, para un occidental, sería más sencillo asociar wu con lo masculino ya que se asemeja más a sus convicciones de que la masculinidad debe estar basada en la fuerza física y la valentía. Sin embargo, existe una diferencia importante: mientras que el héroe occidental siempre ha entrañado un alto interés sexual, el guerrero chino no debía tener sentimientos románticos ya que en ningún caso debía dejarse dominar por sus pasiones (Louie, Theorising 23). Por ello, se podría decir que el héroe chino está asexuado. Sin embargo, hay que hacer una distinción aquí ya que lo que se consideraba virtuoso era la disciplina y la capacidad de un hombre para contenerse sexualmente; por lo tanto, una abstinencia sexual forzada, como podía ser el caso de los eunucos, jamás era motivo de alabanza (91). A pesar de que parezca irónico, el modelo wen sí podía tener relaciones con mujeres, aunque tampoco era lo ideal. De hecho a Confucio nunca se le representa rodeado de mujeres, ya que, según él, las mujeres eran una especie que debía evitarse (46-47). Por el contrario, sus discípulos siempre eran hombres, algo que refleja su misoginia. La sexualidad confuciana, de este modo, se caracteriza también por el control de la pasión sexual, algo que contrasta con la tradición occidental de conquista y control (Louie, “Chinese” 6), con la excepción de monjes o curas. No obstante, sería un error asociar el ideal wu con la agresividad y la fuerza, ya que dicho ideal siempre debía ser capaz de contenerse y