Industria y protección en Colombia, 1810-1930 - Luis Ospina Vásquez - E-Book

Industria y protección en Colombia, 1810-1930 E-Book

Luis Ospina Vásquez

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Beschreibung

Esta iniciativa de la Facultad de Economía recupera las obras básicas de la historia de Colombia. Entender el desarrollo económico del país y sus realidades presentes debe partir de una comprensión profunda de nuestro pasado. Por ello, la colección publicará libros clásicos, que son fundamentales para entender el desarrollo económico de Colombia y reflexionar sobre nuestros problemas actuales. La colección se compone de obras rigurosas en la investigación y en el análisis histórico. El paso implacable del tiempo ha demostrado que estos libros son imprescindibles para estudiosos de las ciencias sociales, lo cual los ha convertido en obras clásicas de la historia económica de Colombia. Las obras seleccionadas se basan en archivos históricos, exhiben un sólido trabajo documental, trascienden la simple descripción de datos, y sus análisis profundos contribuyen con nuevas metodologías a entender la realidad del país. La Colección Básica de Historia Económica de Colombia busca, además, recuperar obras que no han recibido la atención merecida y que pueden dar nuevas luces de nuestra realidad. La Facultad de Economía ofrece esta nueva colección a estudiantes, investigadores, intelectuales y estudiosos de la economía y la historia. Los libros seleccionados exponen diversos enfoques y están escritos de manera amena y comprensible para el público en general. La colección publicará las ediciones originales de libros agotados y no disponibles en la actualidad, pese a su enorme importancia. La lectura de estas obras ofrece nuevas bases metodológicas, diversidad de enfoques y estímulos para que afronten con rigor el estudio del crecimiento y bienestar de los países en desarrollo. Con esto, la Facultad de Economía quiere promover el análisis cuidadoso de la historia e interesar a las nuevas generaciones por la investigación desde el siglo xvi hasta hoy.

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INDUSTRIA Y PROTECCIÓN

EN COLOMBIA, 1810-1930

Colección Básica de Historia Económica de Colombia

Esta iniciativa de la Facultad de Economía recupera las obras básicas de la historia de Colombia. Entender el desarrollo económico del país y sus realidades presentes debe partir de una comprensión profunda de nuestro pasado. Por ello, la colección publicará libros clásicos, que son fundamentales para entender el desarrollo económico de Colombia y reflexionar sobre nuestros problemas actuales.

La colección se compone de obras rigurosas en la investigación y en el análisis histórico. El paso implacable del tiempo ha demostrado que estos libros son imprescindibles para estudiosos de las ciencias sociales, lo cual los ha convertido en obras clásicas de la historia económica de Colombia. Las obras seleccionadas se basan en archivos históricos, exhiben un sólido trabajo documental, trascienden la simple descripción de datos, y sus análisis profundos contribuyen con nuevas metodologías a entender la realidad del país. La Colección Básica de Historia Económica de Colombia busca, además, recuperar obras que no han recibido la atención merecida y que pueden dar nuevas luces de nuestra realidad.

La Facultad de Economía ofrece esta nueva colección a estudiantes, investigadores, intelectuales y estudiosos de la economía y la historia. Los libros seleccionados exponen diversos enfoques y están escritos de manera amena y comprensible para el público en general. La colección publicará las ediciones originales de libros agotados y no disponibles en la actualidad, pese a su enorme importancia. La lectura de estas obras ofrece nuevas bases metodológicas, diversidad de enfoques y estímulos para que afronten con rigor el estudio del crecimiento y bienestar de los países en desarrollo. Con esto, la Facultad de Economía quiere promover el análisis cuidadoso de la historia e interesar a las nuevas generaciones por la investigación desde el siglo XVI hasta hoy.

INDUSTRIA Y PROTECCIÓN

EN COLOMBIA, 1810-1930

LUIS OSPINA VÁSQUEZ

Ospina Vásquez, Luis, 1904-1977

Industria y protección en Colombia, 1810-1930 / Luis Ospina Vásquez. – Bogotá: Universidad de los Andes, Facultad de Economía, Ediciones Uniandes, 2019.

(Colección Básica de Historia Económica de Colombia)

ISBN 978-958-774-788-1

1. Colombia – Industrias 2. Colombia – Política económica I. Universidad de los Andes (Colombia). Facultad de Economía. II. Tít.

CDD 338.               SBUA

Primera edición: marzo del 2019

© Luis Ospina Vásquez †

© Universidad de los Andes, Facultad de Economía

Ediciones Uniandes

Calle 19 n.° 3-10, oficina 1401

Bogotá, D. C., Colombia

Teléfono: 3394949, ext. 2133

http://ediciones.uniandes.edu.co

[email protected]

ISBN: 978-958-774-788-1

ISBNe-book: 978-958-774-789-8

Corrección de estilo: Rodrigo Díaz Lozada

Diagramación interna y de cubierta: Luz Samanda Sabogal

Imagen de cubierta: moneda de 5 centavos de peso colombiano de 1886, en níquel. Colección privada de Andrés Álvarez.

Conversión ePub: Lápiz Blanco S.A.S.

Hecho en Colombia

Made in Colombia

Universidad de los Andes | Vigilada Mineducación.

Reconocimiento como universidad: Decreto 1297 del 30 de mayo de 1964.

Reconocimiento de personería jurídica: Resolución 28 del 23 de febrero de 1949, Minjusticia. Acreditación institucional de alta calidad, 10 años: Resolución 582 del 9 de enero del 2015, Mineducación.

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida ni en su todo ni en sus partes, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electro-óptico, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial.

A Carolina Vásquez de Ospina

A Isabel Lleras de Ospina

A Carolina Ospina Lleras

CONTENIDO

EL PROBLEMA DEL PROTECCIONISMO

La relevancia de Industria y protección en Colombia, 1810-1930 para los debates de hoy

Jorge Tovar

LAS REVISIONES DE OSPINA VÁSQUEZ AINDUSTRIA Y PROTECCIÓN

El fin imposible de la historia

Andrés Álvarez y Gabriela Rubio

PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN

INTRODUCCIÓN

CAPÍTULO I. LOS ANTECEDENTES

CAPÍTULO II. 1810-1830

CAPÍTULO III. 1830-1845

CAPÍTULO IV. 1845-1961

CAPÍTULO V. 1861-1880

CAPÍTULO VI. 1880-1902

CAPÍTULO VII. 1902-1909

CAPÍTULO VIII. 1909-1930

CAPÍTULO IX. RESEÑA Y EPÍLOGO

ANOTACIONES MANUSCRITAS AL EJEMPLAR PERSONAL

Notas separadas y organizadas en un bolsillo exterior del ejemplar

Notas adheridas al cuerpo del texto o manuscritas sobre las páginas de este

LISTA DE CARTOGRAMAS

La Nueva Granada al final de la Colonia

La colonización antioqueña

República de Colombia, 1930

Establecimientos industriales principales en el valle de Medellín, 1945

Ejemplo de la obsesión por la revisión permanente de la evidencia cuantitativa.

LISTA DE TABLAS

Rendimiento anual de los impuestos en la Nueva Granada

Derechos (%) que pagan las mercancías de la segunda clase

Comercio internacional de la Nueva Granada

Derechos de importación sobre algunos artículos (1831-1844)

Comercio internacional de la Nueva Granada

Derechos de importación sobre algunos artículos (tarifas de 1847, 1856 y 1858) (pesos y centavos)

Comercio internacional de los Estados Unidos de Colombia

Rentas nacionales recaudadas

Deuda pública nacional (en pesos colombianos)

Rentas de algunos departamentos y municipios (1916-1929)

Comercio internacional (1910-1930)

Salarios de las obreras de fábrica en Medellín (1916-1931)

Estado civil, edad, procedencia e instrucción de las obreras de fábrica en Medellín (1916-1931)

Establecimientos industriales principales en el valle de Medellín 1946

Primer censo industrial de Colombia - 1945. Resumen general

Primer censo industrial de Colombia - 1945. Resumen general

Primer censo industrial de Colombia - 1944

Producción por capítulos y departamentos - 1.° de julio de 1944 a 30 de junio de 1945

Primer censo industrial de Colombia - 1945. Resumen general

Ejemplo de las múltiples revisiones y los comentarios hechos en diferentes momentos.

EL PROBLEMA DEL PROTECCIONISMO

LA RELEVANCIA DEINDUSTRIA Y PROTECCIÓN EN COLOMBIA, 1810-1930

Jorge Tovar*

Para cierto tipo de mentalidad la idea de que acoplando dos industrias artificiales se obtiene una industria natural, y de que sumando dos disminuciones se obtiene un aumento, tiene un atractivo muy grande.

Luis Ospina Vázquez, Industria y protección en Colombia1

NADIE EN COLOMBIA, NADIE en el mundo actual, duda de la importancia de los datos. La información sistematizada, organizada, compartida y analizada ha hecho millonarios a muchos en esta era digital que vivimos. A mediados del siglo XX, la recolección de información aún no era tan poderosa como para hacer millonarios a unos pocos. Pero, ya en aquella época, tenía un valor social apreciable y su importancia era suficientemente valorada por académicos, investigadores y diseñadores de política económica.

Uno de aquellos economistas pioneros fue Simon Kuznets, quien con tan solo veintiún años migró de su Bielorrusia natal a los Estados Unidos en 1922 —en estos tiempos que corren no está de más recalcar eso—. En uno de los primeros proyectos en que se involucró, participó en la recolección de información que posteriormente, cuando fue nombrado director del National Bureau of Economic Research (NBER), dio lugar al desarrollo de las cuentas nacionales, que logró extender hasta 1869.

Luis Ospina Vázquez, nacido en 1904 en Medellín, realizó estudios de administración y economía en Estados Unidos e Inglaterra. Quiero creer que en algún momento sus intereses académicos se cruzaron con el trabajo de Kuznets, lo que terminó plantando la semilla de una de las obras de historia económica más representativas del siglo XX en Colombia.

Industria y protección en Colombia, 1810-1930 fue publicado por primera vez por la Editorial Santa Fe en Bogotá en 1955. El año de publicación es muy diciente de lo novedoso que fue aquel trabajo en Colombia. Kuznets publicó su trabajo sobre cuentas nacionales y formación de capital en 1937. La magnitud del trabajo de Ospina, quien explora y analiza más de cien años de nuestra historia económica, y que, vale la pena anotar, destaca por el excelente manejo de las múltiples fuentes en las que se basa, sugiere que no fue mucho después de publicados los primeros documentos de Kuznets que él mismo comenzó a maquinar un trabajo de gran dimensión en Colombia. Para entonces Colombia era un país perdido en el patio trasero de los Estados Unidos.

Como tantas otras veces en la historia, inicialmente el trabajo de Ospina Vázquez no fue valorado en su justa dimensión. Hubo que esperar a la edición de 1974 para que se apreciara como una de las obras más serias escritas sobre la historia económica de Colombia (Lozano, 1977). Antes de Ospina Vásquez otros habían realizado ejercicios cuantitativos de cierta importancia. Camacho Roldán, por ejemplo, intentó en su momento realizar cálculos del ingreso nacional en el siglo XIX. El trabajo de Ospina va más lejos, por el alcance temporal, la profundidad empírica y su amplitud teórica. Aunque nominalmente el libro cubre el periodo que va de 1810 a 1930, en la práctica se estudia la problemática económica desde la Conquista hasta una deliciosa discusión sobre las intenciones de política en los años cuarenta.

El trabajo de Ospina, quizás sobre aclarar, se centra, como él mismo afirma en su introducción, en la industria, sector tan relevante ayer como hoy. Su trabajo, por supuesto, va mucho más allá de la recolección y sistematización de datos. Es particularmente importante el reconocimiento de la política económica como “factor esencial en la evolución industrial”2. Su justificación es tan actual como llamativa:

Nuestra industria es artificial; no puede producir al mismo precio que la extranjera, ni es probable que lo pueda hacer en el futuro cercano si no ocurren cambios anormales o imprevisibles. Nuestro proteccionismo es proteccionismo puro: protege industrias artificiales.3

¿Por qué es esa frase tan llamativa? Una frase escrita hace más de sesenta años no debería ser más que un recuerdo de nuestra historia. Especialmente si se considera que Colombia, hace más de veinticinco años, siguiendo preceptos traídos del exterior, optó por abrir su economía al mundo. Menos aún debería resultar tan llamativa si tenemos presente que durante la primera década del siglo XXI, el país se integró aún más al mundo a través de múltiples tratados de libre comercio. Lo que inició como una estrategia unilateral, evolucionó hacia la negociación bilateral.

La frase es llamativa, también, porque los acontecimientos políticos de los últimos años nos recuerdan que el proteccionismo, como herramienta política, y como instrumento para agitar masas está presente en el mundo. En Colombia, como en el extranjero, hay suficientes líderes prestos a defender sus posturas proteccionistas en nombre del interés nacional, aun sin comprender las consecuencias negativas para el bienestar. En las últimas décadas, el proteccionismo ha estado hibernando, pero solo necesita una chispa para resurgir.

La presencia latente de estas tendencias proteccionistas (en ocasiones salpicadas de nacionalismos populistas), es en parte culpa de la misma ciencia económica. Ni Ospina Vásquez ni los economistas de renombre en el mundo han podido transmitir con éxito al gran público el mensaje de que el comercio internacional requiere ajustes y controles, pero los efectos de bienestar son superiores a los costos de cerrar una economía. El resurgir del discurso nacionalista en la segunda década del siglo XXI centra buena parte de su argumentación en los daños que el comercio internacional hace al país, particularmente a los votantes del aspirante a caudillo.

En esencia, la frase de Ospina es llamativa porque más de medio siglo después, todavía existen, en Colombia y en el mundo, políticos que quieren retroceder a épocas superadas y que prefieren una protección “artificial” a la implementación de políticas de desarrollo integral.

La frase de Ospina Vásquez, por supuesto, tiene otro trasfondo, más allá de la simple retórica librecambista. Reconoce que el nivel de desarrollo del país, el nivel de “industrialización” está aún lejos de países como “Francia o Italia”, menos aún “Inglaterra o Bélgica”4. Nuestras industrias no son solo artificiales porque las protegemos. Son artificiales porque carecen de la productividad y de la escala que tienen en países más desarrollados. Ello es cierto ayer y hoy. Quizás por el vaivén de esas políticas que Ospina Vázquez tan bien documenta, y que han continuado hasta nuestros días. La falta de políticas de Estado, aquellas en que el sucesor retoma lo que el gobernante saliente ha construido, ha impedido que Colombia haya tenido una opción real de acortar distancias con las grandes potencias. Hoy como ayer, las potencias europeas de antaño siguen siendo parámetros a los que aspiramos pero a los que no logramos llegar.

En últimas, su trabajo defiende un camino para impulsar el desarrollo industrial como condición sine qua non para abandonar ese subdesarrollo al que se hace mención en el texto. La independencia, por ejemplo, trajo cambios notorios en prácticamente todas las áreas de la sociedad, incluida la libertad política y comercial. Estos cambios, afirma Ospina Vázquez, se demostraron insuficientes para “hacer nacer la industria”5. La reacción general, como en tantas otras ocasiones en la historia de Colombia y del mundo, por simple facilidad de implementación fue “hacia el proteccionismo”6. Y así comienza el vaivén de políticas librecambistas y proteccionistas, pasando por el periodo de librecambismo iniciado en 1847, hasta la discusión sobre las intenciones de quienes diseñan la política pasada la Segunda Guerra Mundial.

En este orden de días, es destacable el debate imaginario que mantiene con Jorge Eliécer Gaitán a través de la “fracción del liberalismo” que lo seguía y que planteó en 1947 un proyecto de ley “por el cual se ordena la revisión del Arancel Aduanero”.

Ospina Vásquez califica de “poco menos que milagroso” la idea de proteger “a la industria, a los productores de materia prima y a los consumidores”, a la vez que se espera obtener una “justa e indispensable elevación del nivel de vida del trabajador colombiano”7. Profundizando en su argumentación, en últimas, el debate económico que se plantea es sobre el nivel de protección que requiere Colombia para desarrollarse. Un debate que no se superó ni después de la Segunda Guerra Mundial, ni en los setenta, ni en la apertura de los noventa, ni mucho menos en el siglo XXI. Es un debate que se eterniza, que cada cuatro años trasciende el trasfondo académico para acariciar el ámbito político.

La ley propuesta por los gaitanistas entiende que “Colombia no pueda rechazar por sí misma las modernas tesis de cooperación internacional”. Es explícita en afirmar que el país no puede aspirar a la “autarquía”, pero que el desarrollo industrial debe servir para que, “con la mayor capacidad de consumo que establece, determine el fomento agropecuario”8. Era los suficientemente ambiciosa como para exigir, además de ajustes arancelarios, un “estricto y eficiente control de precios, que impida definitivamente el alza del costo de la vida”.

Llama la atención la expresión de autarquía utilizada, porque se repite varias veces en el texto. Don Juan García del Río, por ejemplo, cerca de la década de 1830, se “pronunciaba contra la autarquía, pero opinaba que se debían establecer gravámenes crecidos sobre la importación”9. La utilización del término, que en su sentido literal es la idea de autosuficiencia por parte de un Estado, como punto de referencia al que no se pretende llegar, sugiere que el concepto de proteccionismo tenía una cierta connotación negativa en ciertas capas de la sociedad.

Meses después de aquella propuesta de ley, llegó el turno del Plan Gaitán. La discusión que sobre este hace Ospina Vásquez sugiere un posicionamiento político en contra del movimiento de Gaitán. El Plan Gaitán (1948), presentado por los seguidores de un ya asesinado líder liberal, proponía una serie de reformas instituciones estructurales y un rol central del Estado en el proceso de desarrollo. El argumento central era que “todo esfuerzo de desarrollo industrial en el país debe estar amparado por el Estado, en la doble forma de tarifas aduaneras proteccionistas y de inversiones de capital oficial en la empresas colombianas”. Más allá de críticas sobre la profundidad del plan, para Ospina Vásquez es claro que el Plan estaba invitando “a pensar la protección como parte de la intervención estatal”10.

La posterior discusión sobre el creciente precepto proteccionista del Partido Conservador lleva a pensar que, más allá de sus ideas políticas, el debate contra los gaitanistas no tenía un origen político, sino la defensa de su entender sobre cómo impulsar el desarrollo industrial en Colombia. Esto se deduce a partir del recuento que hace desde 1931, en el cual demuestra que, a medida que transcurría el tiempo, también los conservadores abogaban por un creciente y persistente intervencionismo estatal dirigido a industriales grandes y pequeños. También se interesaban en la “clase trabajadora” cuyo gobierno, con el fin de proteger una economía “amenazada por factores de diversa índole”, debía protegerla mediante “tarifas aduaneras”11.

En general, crítica la falta de profundidad de unos y otros sobre las razones fundamentales del proteccionismo. A ellos, a los partidos tradicionales, se sumaría también la Misión Currie. Para Ospina Vásquez, ni unos ni otros lograban pensar globalmente la política y “el problema del proteccionismo”12. Se asume, afirma, “que debe ser así [una industrialización forzada], se hace entrar la industrialización en un esquema general, pero nada se puede saber del porqué de ello”13.

Ospina Vásquez opina que es obsoleta esa “vieja idea de que la protección es admisible y conveniente si las industrias que fomenta se desarrollan en cierta forma, si observan cierta línea de conducta (si evitan la formación de monopolios […])”14. Este es el camino para generar las industrias “artificiales”, aquellas que se basan en materias primas nacionales adquiridas gracias a las medidas coercitivas del Gobierno. Más allá de que la materia prima sea más costosa o de inferior calidad que la extranjera, esa estrategia lograba “nacionalizar” las fábricas. El costo social de no asignar eficientemente los recursos llevaría a una “disminución de la capacidad económica en el conjunto”.

El mensaje de Ospina Vázquez en el tema proteccionista es que lo andado hay que aceptarse, pero que el futuro debe entenderse mejor. En el prólogo a la segunda edición del libro anota que no encuentra razones para cambiar la última frase de ese, aquella que dice: “ya está bien avanzado el proceso de industrialización, ya es cosa sumamente difícil volver atrás”15. Admite desconocer el camino que seguirá el país, o si nos conviene o no. Sin duda su propia investigación lo ha llevado a entender que el vaivén de la historia es demasiado fuerte como para no influir en el ir y venir de las políticas económicas que a su vez terminan, de una u otra forma, interactuando con el sector industrial.

El debate que propone Ospina Vásquez en torno a la profundidad con la que una economía debe sumergirse en el mercado mundial es tan actual que su lectura casi permite nombrar figuras políticas y académicas actuales. Siendo una discusión permanentemente abierta, el libro tampoco sería capaz de convencer a quienes hoy proponen renegociar los tratados de libre comercio como alternativas para garantizar el consumo de materias primas por parte de la industria nacional. Sin embargo, el lector actual entenderá que no es un simple debate entre el neoliberalismo salvaje y quienes en representación del pueblo propugnan por mecanismos ya probados en el pasado. El libro obliga al lector a pensar en factores que solo años después se formalizarían en la ciencia económica. En particular, la dificultad de Colombia para generar economías de escala y poder, por fin, desarrollar esos niveles de inversión (pública o privada) que nos hagan producir eficientemente y podamos competir con fuerza en los mercados mundiales. El debate, se puede deducir del análisis histórico que plantea Ospina Vásquez, es si debemos pensar que variables resultado (inequidad, pobreza) son resultado de instrumentos de segundo orden (política comercial), o si desarrollamos una tercera vía donde partamos del supuesto de que es nuestro histórico desorden institucional lo que nos impide alcanzar a las potencias de Europa occidental. Quizás no son ellos. Quizás somos nosotros.

Si bien hay un tema central que hila la discusión, en la práctica, una obra de tamaña extensión, el problema industrial y su rol en el desarrollo económico va más allá del debate proteccionista. Así, Ospina Vásquez logra plantear algunas hipótesis tan actuales como las relacionadas con el origen de la desigualdad social. Utilizando información de Bogotá, y basado en la dieta alimenticia, sugiere que durante la colonia española la población campesina “gozó de una situación alimenticia netamente superior a la que gozó más tarde”16. El interesante debate posterior que plantea sobre el efecto de la población en el ingreso per cápita y los efectos que sobre el bienestar relativo tenía la mortalidad infantil en el pasado son temas de moda en cualquier doctorado de demografía o economía en el mundo contemporáneo.

Sin embargo, el tiempo no pasa en vano y más allá del encomiable esfuerzo estadístico y económico. En el libro se encuentra alguna cita que se debe analizar desde una perspectiva histórica, entendiendo las normas sociales predominantes de los tiempos en que se escribió. Hoy, por ejemplo, la aseveración de que “no siempre se deben aceptar” los testimonios que afirman que la “mala situación de los indios de resguardo” se debe a su “incuria y holgazanería” no puede aceptarse como históricamente correcta17. Debe aclararse, sin embargo, que a pesar de la afirmación políticamente incorrecta en términos actuales, en la práctica Ospina Vázquez estaba defendiendo las injusticias contra la población nativa como residuo de la época colonial.

En resumen, el trabajo pionero de Ospina Vázquez es importante para aquellos interesados en la coyuntura de política comercial y política industrial, y para todos quienes quieran entender de dónde venimos y porque no hemos llegado.

REFERENCIAS

Kuznets, S. (1937). National Income and Capital Formation, 1919-1935. Nueva York: NBER.

Lozano, F. (1977). “En la tumba de autor desconocido”. Gaceta Colcultura. Vol. 1 N.º 12/13. Julio/agosto. Bogotá.

Ospina Vásquez, L. (2018). Industria y protección en Colombia, 1810-1930. Bogotá: Ediciones Uniandes.

Urrutia, M. (2016). “Camacho Roldán como economista empírico”. En A. Álvarez y J. S. Correa (compiladores). Ideas y políticas económicas en Colombia durante el primer siglo republicano (pp. 69-94). Bogotá: Ediciones Uniandes.

NOTAS

*Profesor asociado de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes.

1Todas las referencias al libro Industria y protección en Colombia, 1810-1930 envían a la paginación de la presente edición.

2Ibíd., p. 7.

3Ibíd.

4Ibíd., p. 17.

5Ibíd., p. 147.

6Ibíd., p. 148.

7Ibíd., p. 473.

8Ibíd., p. 474.

9Ibíd., p. 148.

10Ibíd., p. 479.

11Ibíd., p. 481.

12Ibíd., p. 486.

13Ibíd., p. 491.

14Ibíd., p. 494.

15Ibíd., p. 498.

16Ibíd., p. 423.

17Ibíd., p. 425.

LAS REVISIONES DE OSPINA VÁSQUEZ AINDUSTRIA Y PROTECCIÓN

EL FIN IMPOSIBLE DE LA HISTORIA

Andrés Álvarez1y Gabriela Rubio2

LA COLECCIÓN DE CLÁSICOS de Historia Económica de Colombia no podría estar completa sin la publicación de Industria y protección. La publicación de esta edición definitiva de este libro pionero en la historia económica moderna de Colombia ha sido posible gracias a la generosidad e interés de la familia de don Luis. El entusiasmo y la generosidad de su hija Carolina Ospina Lleras, de su esposa María Eugenia Posada y su hijo Luis Alberto Ospina Posada hicieron posible que la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes pudiera tener acceso a un material inédito y de un valor incalculable para el estudio de este libro y para la historia económica de Colombia. Se trata del ejemplar personal del texto que don Luis trabajó diariamente, hasta perder su visión, y más allá, con la esperanza de hacer una nueva y definitiva edición.

Este ejemplar, del que la Universidad de los Andes publicará su versión digitalizada en un espacio virtual que acompaña a este libro, es una muestra material de la dedicación y la disciplina de trabajo de su autor. Un documento descuadernado, roto y releído infinitas veces, de la edición de 1955. El documento está anotado a mano en más del 80 % de sus páginas y contiene adicionalmente un conjunto de más de cuarenta fichas de cartón separadas con anotaciones manuscritas que corresponden a referencias bibliográficas, anotaciones de lecturas e ideas que debían incluirse en algunas páginas precisas o secciones del libro.

El trabajo de don Luis en su ejemplar demuestra su deseo de transformación del libro en un manuscrito completamente revisado y actualizado. Buena parte de las anotaciones se refieren a datos adicionales que soportarían o ampliarían la información del libro.

Este trabajo de revisión y ampliación de sus ideas se enfocaba principalmente en su obsesión por producir un manuscrito más claro, que le permitiera superar la poca difusión que tuvieron las primeras ediciones del libro. Como lo afirma en la primera nota manuscrita sobre el texto:

Lo que se concretará en el problema de libre proteccionismo, qué era industrializar o no industrializar, desarrollar más bien nuestras potencialidades agrícolas y mineras dos posibilidades básicas con alternativas de desarrollo. Cada una con su ciencia y más que eso, con su mística. Pero lo que tendrían que decir nuestros padres no correspondió a la importancia y calidad del problema. Las puedo suplir de mi cosecha. No es que hacerlo haya sido cosa insólita, entre insólitas y entre otras partes, mi mucho menos, pero no me ha parecido esa la mejor manera de decirlo. (Nota manuscrita de Luis Ospina Vásquez en su ejemplar privado de Industria y protección)

Don Luis nunca logró encontrar la mejor manera de decirlo. Sobre todo porque al observar detalladamente sus abundantes notas, no se trataba solo de una revisión de forma. Lo que estos documentos manuscritos, un tanto desordenados, muestran es que el diálogo intelectual que el autor quería plantear estaba encontrando nuevos interlocutores. Es el pensamiento de un autor pionero en la historia económica moderna, que se hace historiador económico casi de manera autodidacta, y que empieza a reconocer el surgimiento de esta nueva forma en su disciplina. Como lo explica Jorge Tovar en su estudio preliminar a esta edición definitiva, Ospina Vásquez empieza sus exploraciones en historia económica probablemente de forma contemporánea con los cimientos que planta Kuznets y prolonga su compulsiva revisión de las ideas al ritmo de los nuevos desarrollos de lo que se llamaría primero la cliometría y luego la Nueva Historia Económica. En este camino, durante el cual nunca se le agotan las fuerzas, pero sí encuentra que sus métodos lo sobrepasan, el autor no parece evidenciar un deseo por revisar sus tesis principales. Al contrario, la nueva disciplina parece darle más la razón y nuevos elementos para soportar sus tesis. Así, el lector del siglo XXI y los venideros encontrarán en esta edición definitiva un lugar de inspiración y un autor ansioso de entablar un nuevo diálogo con la historia económica contemporánea. Las notas que transcribimos en su totalidad a continuación serán la voz, en algunos momentos confusa, de un autor con una vigencia indiscutible.

Las notas están divididas en dos grupos. La primera parte (A) constituye el conjunto de notas escritas sobre pequeños cartones a manera de fichas, organizadas en un orden correspondiente a la numeración dada por el autor y que parecen haberse organizado de esta manera porque el espacio sobre el manuscrito se agotaba y porque son, por lo tanto, posteriores a las que él escribe directamente sobre el texto. Estas últimas se organizan en un segundo bloque (B), refiriéndose a la página del ejemplar de la edición de 1955 donde están escritas.

La transcripción se hace lo más fiel posible a la forma de la escritura. En muchos casos los textos son incompletos y contienen abreviaciones. Buena parte de estos tienen referencias a artículos o libros leídos por el autor. En algunos casos el símbolo asterisco está manuscrito y por lo tanto se incluye entre paréntesis para significar que es un símbolo escrito por el autor para resaltar algún elemento del texto.

Esperamos que este material sea del interés de investigadores jóvenes quienes se sumerjan con pasión en la obra de un autor excepcional y le demuestren que el poco éxito editorial que don Luis atribuía a su obra se explica más por su carácter pionero que por su poco interés o sus falencias retóricas.

* * *

Ediciones Uniandes y la Facultad de Economía agradecen a la familia de Luis Ospina Vásquez por haber depositado su confianza en nosotros para la edición definitiva de esta obra. Gracias a Carolina Ospina Lleras, quien, en nombre de su madre Isabel Lleras Restrepo, aceptó esta invitación con entusiasmo. A Luis Alberto Ospina Posada y a su madre María Eugenia Posada, quienes conservaron preciosamente los documentos que hoy reproducimos y nos encomendaron generosamente la tarea de digitalizarlos y publicarlos, a pesar de la fragilidad y el valor sentimental e histórico del material.

Ejemplo de la obsesión por volver siempre a los archivos y encontrar nueva evidencia para agregar a la obra.

NOTAS

1Profesor asociado de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes.

2Economista de la Universidad de los Andes y estudiante de Maestría en Economía en la misma universidad.

PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN

Luis Ospina Vásquez

ESTA NO ES, HABLANDO propiamente, una segunda edición de la obra Industria y protección en Colombia, es una simple reimpresión. No tiene corrección ni adición.

Las pensé hacer y tenía acumulado mucho material para ello: todo el que ha escrito sabe cómo los datos, las citas más apropiadas y pertinentes, se le vienen a la mano abundantemente, fácilmente, a partir del momento en que ya no es posible incorporarlas a la obra.

Y desde que se publicó no es poco lo que se ha escrito sobre historia económica de Colombia. No mucho, es cierto, se refiere al objeto específico de la obra.

Esta obra fue concebida como un estudio monográfico, y el título lo indicaba. Ha sido promovida desde hace algún tiempo a la categoría de exposición de historia económica general. Si hubiera pensado que recibiría esta distinción, la habría escrito de muy distinta manera. Adecuarla a esa función sería escribir una obra nueva. De eso no se podía tratar por muchas razones prácticas, y además, porque me parece deseable conservarle su identidad: dentro de su modestia, con todas las fallas que se le han de reconocer, puede pretender a un modicum de permanencia. Algunos, cuya opinión respeto, han visto en ella algo más que un simple texto informativo, que para que no se vuelva inútil se ha de corregir, de mantener “al día”. Quiero creer que esto es cierto, y obro en consecuencia.

Esto me obliga a desaprovechar mis propias notas y, sobre todo, algunos estudios, de los cuales hay varios muy valiosos, que han aparecido desde la fecha de la primera aparición de Industria y Protección. Son casi veinte años. Desde esa fecha se ha escrito más sobre historia económica de Colombia, en Colombia y fuera de ella, que en todo el periodo antecedente. La calidad, por lo general, es notablemente superior. Han aparecido cinco, seis o más obras generales, de las cuales tres o cuatro se sitúan plenamente en el plano científico. Han aparecido muchos estudios monográficos, de poca extensión los más, ciertamente, y de varia calidad, pero que en conjunto forman un aporte grande al conocimiento de nuestra historia económica.

Es una lástima tener que dejar de aprovechar este material, pero examinándolo cuidadosamente, y creo que, de manera muy objetiva, he llegado a la conclusión de que no importa modificaciones radicales a lo expuesto en mi vieja obra. Pido que no se tenga esto por un brote de presunción. Más bien, me han confirmado en mi idea de los grandes rasgos, los movimientos fundamentales, de nuestra historia económica, con ciertas salvedades, de las cuales me ocuparé.

* * *

Me ha convencido de que no debo variar la última frase del libro, la más comprometedora; antes he llegado a creer que si las hubiera puesto de primera lo hubiera hecho más directamente comprensible:

Ya está bien avanzado el proceso de nuestra industrialización, ya es cosa sumamente difícil volver atrás, pero no podríamos decir, con razonable precisión y certeza, en términos de nuestra vida económica o del conjunto de nuestro desarrollo, por qué seguimos ese camino, a dónde nos lleva, si nos conviene o si nos perjudica.

Y he pensado que la situación es muy próximamente la misma hoy, a pesar de los planes, proyecciones, evaluaciones que se hoy se usan, de algunas exposiciones de autores burgueses y no burgueses, más sistemáticas que las que nos dejaron nuestros mayores sobre este tema, pero, como las de ellos, fundamentalmente místicas.

La evaluación objetiva perfecta de nuestra industrialización está por hacer, hoy como hace veinte, o cuarenta, o sesenta años. Carecemos todavía del aparato técnico que nos puede poner en capacidad de hacerla.

* * *

Tampoco he creído que deba modificar mi posición en el asunto de nuestro empobrecimiento después de la Independencia, y más especialmente a partir de la “descolonización” de 1849-1850 y años siguientes; que llega a su punto más bajo cerca de 1890.

La confirman estudios recientes, como el de W. McGreevey1. Mi exposición es muy esquemática, los datos cuantitativos son escasos. Se encuentran más ahora. En particular, en la Geografía económica de Colombia que publicó hace poco Alberto Pardo, presenta series de precios y jornales que, pese a las salvedades y críticas de que son susceptibles (como todas las construcciones de esa clase para la época a que principalmente se concreta, y aquí —o tal vez en todas partes—) me parece que convalidan grandemente mi posición.

Lo que requiere modificación es la parte que tuvo en ese empobrecimiento la decadencia de la industria tradicional de textiles.

Esa parte depende, obviamente, de la importancia de esa industria dentro de la economía general. Esa importancia se puede apreciar, parcialmente, por la relación entre el consumo de telas nacionales y el de telas extranjeras.

McGreevey, en la obra ya mencionada, trae series estadísticas que demuestran que el valor de nuestras importaciones, que en mucha parte eran telas, es mucho mayor de lo que creíamos, basados en las estadísticas oficiales; y por consiguiente, era menor la importancia relativa del consumo de telas nacionales, y menor la importancia de la decadencia de la industria textil nacional en el proceso de nuestro empobrecimiento.

¿Mucho menor? Creo que sí, pero no tanto como aparecería, aplicando sin más el índice de resulta de comparar las importaciones de telas según los datos oficiales y según los datos de McGreevey.

Me baso principalmente en esto:

Los que dieron datos o apreciaciones sobre el valor de la producción textil se atenían primordialmente a lo que veían por vista de ojos, los propios o los ajenos. No se fijaban mucho en estadísticas, ni las del comercio internacional ni otras. Algo se fijaban, pero no les daban tanta valía que acordaron sus cálculos, estrictamente, a lo que debía ser, más probablemente, según esas estadísticas. Si hubieran conocido los números que ha dado a conocer McGreevey, seguramente hubieran dado cifras distintas de las que dieron, conociendo solo las estadísticas oficiales (los que las conocían y las tenían en cuenta), pero no tan diferentes que contradijeran lo que veían sus ojos. Si habían dicho cinco, al serles revelados los datos de McGreevey, dirían cuatro y medio, o seis, aunque la diferencia en las cuentas de importación de telas, según los datos oficiales y los otros, fuera proporcionalmente mayor. Y tendrían razón: sus cuentas no podían estar tan fuera de lo cierto. Eso se percibía directamente. Error sí había, pero no era tan grande. No podía ser que hubiera visto el evaluador cinco donde no había sino dos, o doce. Dijeran lo que dijeran las cuentas de comercio internacional.

Admitiendo esto, queda en pie, cualificadamente (si no tenemos razón para rebajar mucho la cuantía del consumo de telas nacionales, sí tenemos que admitir el mayor valor de las importadas), la menor significación del consumo de telas nacionales según los nuevos datos; y como consecuencia no remota, la menor significación de su producción dentro de la actividad económica general. Tenemos que modificar la idea de la importancia relativa de la decadencia de su producción en el cuadro de la marcha de la economía colombiana en el siglo pasado.

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El tema de la acción de cierto grupo en la marcha de la economía colombiana se ha convertido en un punto clave de nuestra historia económica, lo que la caracteriza y especifica. La obra de Hagen me puso a cavilar como a muchos otros. Algo había dicho sobre eso, y aún cosa de que se servía Hagen, pero él iba más lejos que yo, ahondaba más que yo.

He llegado a pensar que en mucha parte tiene razón, y que haber puesto en claro la importancia del complejo de beocia, del sentimiento agudo de la privación del estatus en la conducta del antioqueño, aun exagerándola, es una hazaña de psicología. Rebajando lo que me parece exagerado, no cancelaba, completaba la explicación que he puesto en mi obra.

Yo destacaba la “irracionalidad” de la acción de los empresarios antioqueños que se movieron a fundar industrias, y a sostenerlas, cuando eran un riesgo sin mayores halagos, si solo se hacían cuentas en pesos y centavos. Atribuía esa decisión a rasgos del carácter, más comunes relativamente entre los antioqueños que entre los demás colombianos, que hacían a algunos de ellos (muchos en relación con los que asumían la misma posición en otras partes), aptos para buscar y realizar las innovaciones, amigos de hacerlo, a pesar de los mayores riesgos, de las inciertas perspectivas de las nuevas actividades. Y habían adquirido la práctica de defenderse de los riesgos, repartiéndolos.

Hagen descubría un incentivo específico, peculiarmente antioqueño para la acción económica en general, y más especialmente para la de esa clase: para la que da más prestigio y compensa ciertas fallas o la imputación de ellas. Decir que el conato de esa compensación ha modelado el carácter de los antioqueños es, me parece, ir demasiado lejos.

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Debo a la bondad de los editores haber podido cambiar algunos de los cartogramas insertados en esta obra. Se conservaron los tomados de la obra de Parsons, a quien debo dar las gracias, con mucho retraso, por el préstamo que de ellos hice.

Hubiera querido poner frente al que muestra la distribución de las plantas industriales en el valle de Medellín por los años del cuarenta, el que la mostrara hoy. De ninguna otra manera se puede hacer más clara la inmensidad del cambio operado en el curso de esos años en el que era el primer centro industrial de Colombia, gran centro financiero, ahora bien adelantado en el proceso de la conversión en el principal, el arrabal industrial del país.

La Loma (Venecia), abril de 1974.

Diversos soportes eran aprovechados para escribir notas e ideas.

NOTAS

1Véase la edición definitiva del texto de McGreevey en esta misma Colección Básica de Historia Económica de Colombia: McGreevey, W. P. (2015), Historia económica de Colombia, 1845-1930. Ediciones Uniandes (N. del E).

INTRODUCCIÓN

ANTES DE ENTRAR EN materia, no estará mal dar una explicación acerca de lo que se ha tratado de hacer.

Se ha pretendido dar un idea de la marcha de la industria en el país (“industria” en sentido estrecho, adelante habrá oportunidad de precisar el alcance del término), en cierto periodo de la marcha hacia el estado de cosas en que la producción industrial entra proporción importante en la producción total: industrialización; y, particularmente, de estudiar la relación entre el proceso de industrialización (con signo positivo o negativo: durante mucha parte del periodo en cuestión el proceso fue en realidad un proceso de desindustrialización) y las ideas y las prácticas en materia de protección industrial.

El enfoque es principalmente sobre esa relación entre la evolución industrial y la política económica. La política económica ha sido el factor esencial en la evolución industrial. Se concibe con facilidad cómo hubiera sido totalmente diferente si no se hubiera modificado, por etapas sucesivas, a partir de 1880, la política librecambista iniciada en 1847, o si se hubiera seguido pertinazmente la que se inició en 1832, proteccionista. Nuestra industria es artificial; no puede producir al mismo precio que la extranjera, ni es probable que lo pueda hacer en el futuro cercano si no ocurren cambios anormales o imprevistos. Nuestro proteccionismo es proteccionismo puro: protege industrias artificiales.

Pero, aunque la política económica sea la razón de ser de nuestras industrias, no basta para el estudio del proceso de nuestra industrialización seguir la evolución y las consecuencias de esa política económica. Esa política se liga con la política general, con la dirección y el andamiento del desarrollo general del país; y a su vez el proceso de industrialización influye sobre el proceso económico general, y es influido por él, influye en el proceso del desarrollo político y social, y es influido por él, de tal manera que si se trata de hacer algo completo hay que estudiar también este proceso generalísimo para fijar las relaciones con el proceso secundario o terciario, objeto directo del estudio; y como no se puede obrar como si se tratara de un país aislado, para la perfección habría que llevar todavía más lejos la investigación.

Desaparece a poco andar la distinción entre lo económico y lo no económico, tal como generalmente se entienden estos términos: un factor económico, en el sentido más estricto y convencional, tendrá toda clase de efectos, de los que se llaman económicos en el uso corriente, y otros, que en ese uso no se tienen por tales; y los efectos de ambas clases tendrán a su vez efectos económicos y no económicos, en el sentido dicho, etc. O en otros términos: si buscamos los factores de cualquier situación o proceso, el más decididamente económico, encontraremos no solo factores de los que se tienen por económicos, sino también de los que no se tienen generalmente por tales; y el papel de estos no será menos importante que el de los otros; pero en un caso de esta clase es arriesgado hablar de lo más y lo menos importante, según las clases: en cada una habrá factores importantes (desde luego, se puede hacer distinción entre fenómenos económicos, en un sentido limitado, y los demás: los políticos, etc. En el curso de este estudio, salvo indicación especial, se usarán los términos “lo económico”, “lo político”, y los similares, en el sentido estrecho corriente).

Evidentemente, hay que trazarse límites, buscar las líneas generales más pertinentes, dar énfasis especial a los puntos en que la relación es mayor y las influencias son más intensas; pero este punto de la interrelación de fenómenos, y de la consiguiente necesidad de considerar, en todo momento, la posición del fenómeno particular dentro de una realidad global, es de máxima importancia. Más adelante, al tratar de las construcciones teóricas plenamente elaboradas, ocurrirá volver sobre cierto aspecto de esa necesidad. Ahora se tratará de algunos problemas secundarios, de redacción, puede decirse, que tienen que ver con ella.

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No es muy fácil, cuando se trata de asuntos nuestros, dar por sabido mucho, suponer que mucho de lo que se quiere decir, en orden a situar dentro del campo propio el proceso específico que se estudia, se puede decir en forma muy general, o aun por simple alusión o referencia. Los estudios detallados de asuntos económicos han sido escasos entre nosotros. En particular, faltan generalmente los estudios monográficos bien documentados sobre aspectos de lo económico que se rozan con nuestro tema principal. Por ejemplo: no existe ningún estudio sistemático sobre nuestras sucesivas tarifas aduaneras; en cambio, existen estudios bastante completos y valiosos sobre el desenvolvimiento de nuestro comercio internacional. Lo que indica la necesidad de traer más datos a los campos menos estudiados, aun en cantidad que pugne con el carácter general del trabajo. Esto lo puede afear, pero no hacerlo le quitaría gran parte de la poca utilidad que pueda tener.

Los datos estadísticos son generalmente muy escasos y poco dignos de crédito, en particular los que más especialmente nos importarían: valor y volumen de la producción industrial, capital empleado en ella, número de obreros y salarios que devengan. Hasta 1945 no se tiene un censo industrial del país. Los estudios sistemáticos sobre el ingreso nacional son más recientes todavía. Esto estrecha el campo de lo que se puede hacer, pero no facilita la tarea.

Otros aspectos del tema son difíciles de tratar por otros motivos: no se puede citar, entre las causas del difícil adelanto económico de cierta región nuestra, llamada por la generosidad de la naturaleza a una gran riqueza, el hecho de que en ella la política se haya reducido con frecuencia a una pugna entre grupos de hampones. Y en el supuesto de que se pudiera dar tratamiento adecuado a lo que, al fin y al cabo, es cosa tangible, no muy difícil de perseguir y de describir, faltaría aún dar entrada a un elemento sumamente importante, pero este sí difícil de captar y transmitir: la “atmósfera”, las “atmósferas” sucesivas del país y sus regiones, elemento esencial en la historia de la evolución económica. Medellín, en las dos últimas décadas del siglo pasado y en la primera de este, vivió un momento de vida notablemente intensa, que encontró expresión no solo en la producción literaria y en la actividad política, sino que también dio vigor mayor y nuevos horizontes a cierto “romanticismo de lo práctico”, de sabor muy especial, que ha presidido a uno de los fenómenos más interesantes de la historia social y económica de la América tropical: la evolución del conglomerado racial antioqueño. Una sacudida de carácter un poco semejante debió sufrir la generación bogotana que montó las grandes haciendas del occidente de Cundinamarca. Pero, aunque no falten los datos, no es fácil dar razón de fenómenos de esta clase: se requieren dotes poco comunes, tal vez dotes de novelista.

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Ni siquiera es muy fácil el estudio de esa entidad bastante más concreta denominada “pensamiento económico” de cada periodo, que es particularmente importante para el desarrollo de nuestro tema. Es un punto que, por esta razón, y por las dificultades especiales que ofrece, merece ser considerado con alguna atención.

Cuando se habla de la historia del pensamiento colombiano en materias económicas, relacionado especialmente, en el caso de nuestro estudio, con una política económica que se desprende de ese pensamiento, no se puede tratar de hacer una historia de las teorías económicas generales, completas y perfectas (en el sentido en que lo son, digamos, las teorías de los economistas de la escuela clásica inglesa o de la escuela de Lausana), elaboradas por los nuestros, dentro de las cuales hayan encontrado cabida las que específicamente se refieren a la propia política económica. En Colombia no han existido estudios especializados en esa ciencia. No se puede decir que los que han intentado estudios sobre ella, la hayan hecho avanzar, ni siquiera que lo original y grave de nuestros problemas les haya sugerido planteamientos nuevos o ideas de propio cuño. Ni siquiera hemos sido particularmente afortunados en materia de expositores y vulgarizadores: los que hemos tenido han sido mediocres, con excepción de algunos de los que en la segunda mitad del siglo pasado expusieron la doctrina manchesteriana. Los que se han ocupado de economía han sido por lo general hombres dedicados primordialmente a otras disciplinas, muy comúnmente a las jurídicas y políticas. Algunos ingenieros o matemáticos (los Garavito Armero, Julio y Fernando, Escobar Larrazábal, Álvarez Lleras, Belisario Plata) han ensayado el rigor matemático en las construcciones generales, con poca fortuna. Lo demás, por lo general, no se ha salido del campo de lo elemental y pedagógico, y lo que se ha hecho en lo general, no ha sido más que la adaptación de algún autor u obra corriente en el exterior, en forma muchas veces tan simplificada que la verdad científica padece mengua.

Esto no quiere decir, desde luego, que nuestra política económica haya sido completamente arbitraria, sin base teórica de ninguna clase: la ha guiado el reflejo de las grandes teorías elaboradas en otras partes.

Pero esto no lo dice todo. Esas teorías extrañas, o sus reflejos, se hacen operantes por la acción de nuestros líderes políticos, de los publicistas y periodistas. Si queremos saber cómo y por qué sucedió que nuestro país, que de 1821 a 1832 o 33 fue librecambista, en los años de 1833 a 1847 fue proteccionista, es necesario saber no solo qué corrientes primaban en el mundo, que teoría económica era “la oficial” en los países donde se elaboran las grandes teorías económicas, sino también cómo afectaron a los hombres influyentes del país (que no siempre aceptaron in toto la teoría “oficial”), cómo las tradujeron para uso nuestro, qué recorrido hicieron en él.

Evidentemente, este proceso, esta trayectoria, es en sí mismo cosa sumamente complicada, difícil de seguir en cada uno de sus pasos y detalles, pero me parece que los resultados se pueden encuadrar dentro de un esquema sencillo.

El “hombre de la calle” y los que escriben para él manejan una “teoría económica”. Es desde luego sumamente rudimentaria; pero no es fácil fijar sus rasgos, puesto que no hay ni puede haber una exposición sistemática. Se le puede reconstruir por las exposiciones fragmentarias que aparecen en artículos de periódico, en la propaganda y la polémica política, etc. La visión de esa “teoría” solo se extiende a lo más inmediato. Es corriente en ella la personificación, la presencia de ciertas entelequias: el Consumidor, el Productor, el Trabajo Nacional.Y frecuentemente se usa en forma muy especial del procedimiento lógico del caeteris paribus, que considera en cada momento de la discusión una sola variación, y supone que lo demás permanece invariable mientras tanto. En el uso especial de que se trata “lo demás” no se queda quieto sencillamente: desaparece; y así se tienen aquellas curiosas disquisiciones sobre las medidas, sencillas siempre y directas, que conviene tomar para favorecer al consumidor, o al productor, etc.

No vale la pena citar muchos ejemplos de este género de construcciones y raciocinios. Se encontrarán todos los ejemplos que se deseen en tres o cuatro números de un periódico serio cualquiera, o de algunas otras publicaciones (incluso algunas de las que se ocupan con especialidad de temas económicos).

Las teorías de esta clase no carecen de influencia práctica, al contrario. Si alguna lección cierta se saca del estudio de la historia económica es la de la vitalidad y la inmensa eficacia de las ideas sencillas y falsas, o tontas, simplemente. Pero sería poco realista sostener que solo ellas han informado nuestra política económica.

Entre las opiniones del hombre de la calle y las complicadas construcciones del teórico pueden darse todas las gamas de la elaboración, caben toda clase de “sistemas”, naturalmente, pero no me parece difícil de percibir, en el hecho, en cada momento, cierta cristalización, cierta condensación alrededor de un punto, que permite reconocer un cuerpo de “teoría”, una nebulosa de teoría, que se sitúa entre el primer plano —el del hombre de la calle, del artículo periodístico— y el más alto, de las teorías científicas propiamente tales, y que es la teoría económica corriente en los círculos directores del país, en un momento dado. Se trata ya de conceptos un poco más elaborados, se toman ya en cuenta efectos algo más complicados. Refleja alguna teoría económica en boga, simplificada en forma generalmente drástica, para facilitar su empleo (más que una teoría, es una fórmula, o un pequeño conjunto de fórmulas; en ciertos casos, uno o dos latiguillos).

Se trata, digo, de cierta “teoría”, no de “teorías” en número indefinido y en estado de semielaborado, que flotaran en el momento en ese plano intelectual intermedio: parece que en cada momento no hay sino una de esas teorías, o unas poquísimas teorías de esa clase, que son efectivamente operantes, que se llevan la adhesión de todos o casi todos los que tienen que entender en estos asuntos, y se precian de no ser totalmente empíricos (aunque, en principio, cada uno de ellos podría tener su propia “teoría”).

No es generalmente posible encontrar una exposición muy clara y sistemática de esta teoría, pero sí se le puede reconstruir con relativa facilidad, con base en las exposiciones de ciertos programas, en la defensa de algunas medidas oficiales, en la crítica de estas.

No es, por ejemplo, difícil de precisar cuál es la teoría de esta clase que hoy prima en el plano medio de que se viene tratando, en nuestro país: es una teoría del tipo de las keynesianas, bastante simplificada. Hasta puede decirse que ella tiene sus voceros y expositores de oficio, y no solo los semaneros o mensuales, sino otros de más representación y responsabilidad: para hacer que las actuaciones oficiales y otras se conformen a las normas que en materia de actividades fiscales y algunas otras impone esa teoría, se usa desde hace algún tiempo tomar la opinión de algún consejo nacional de planificación, de juntas de expertos más o menos formalmente constituidas. No se trata, evidentemente, de exégetas cualificados de Keynes; pero a su manera, que es la del estilo de pensamiento de un grupo muy influyente, ellos aplican una teoría keynesiana, basada en la operación del flujo monetario sobre la producción y, por ende, sobre el ingreso nacional, nominal y real. Y aún puede decirse en muchos casos —a veces, sin duda, por aquella impavidez y desenvoltura que reconoce Pope, el poeta, a los que contrapone a “los ángeles”— que se trata de una teoría ultrakeynesiana.

Si nos remontamos unos años atrás, nos encontramos con otras teorías o nebulosas de teoría que alumbraron (parcial y difícilmente por regla general, es cierto) en un momento dado nuestra política económica. A veces se encontrará la nebulosa muy cerca del plano más bajo, otras veces estará más cerca del alto. A veces, muchas veces, se encontrará más de una de esas teorías. Pero me parece que va contra lo que la historia de la economía demuestra y contra lo que sabemos de la mentalidad humana el suponer que entre el plano alto y el más bajo no se encuentra sino un espacio poblado de moléculas como las de un gas, sin diferencias locales de densidad o concentración. Me parece también que no son las complicadas teorías plenamente elaboradas las que en la práctica mueven y guían la política económica —en la medida en que puede decirse que la política económica se guía por razones propiamente económicas y en cuanto no es influida por las razones sencillísimas del primer plano atrás mentado— o lo hacen a través de aquel reflejo suyo más manuable. Su importancia práctica es pues sumamente grande. Conviene darles muchísima atención, pero considerándolas como son: bastantes indecisas y vagas, lógicamente muy débiles. No se les debe atribuir una cohesión y precisión que no tienen, ni un radio de visión mucho mayor que el de las teorías ingenuas del hombre de la calle.

Y hay que tener presente que esas teorías pueden no ser sino instrumentos o vehículos (más o menos apropiados a su objeto) de una idea más general, supraeconómica. Pero de esto se tratará un poco más adelante.

En el plano superior, en el plano de las construcciones teóricas plenamente elaboradas, debería ser necesario y posible considerar el problema en su totalidad, tomar en cuenta todos los factores y todos los efectos, cercanos y distantes, los contragolpes, interacciones y repercusiones.

Confrontamos aquí, otra vez, el problema de que se habló al principio, pero lo que ahora interesa destacar no es tanto lo extenso del campo, sino la falta de un aparato lógico que permita operar (en forma no demasiado sencilla y corta) con un conjunto de datos accesibles, o que sin dificultad exagerada se pueden hacer accesibles, y que, si están muy lejos de ser todos los que serían necesarios para la perfección, sí son más significativos y numerosos, cubren más espacio y dan más idea del campo total, que los que se han juzgado adecuados para las construcciones económicas teóricas.

Se tratará de la construcción de modelos económicos mucho más complicados que los que actualmente se usan.

Esta construcción de “modelos” ha sido desde sus comienzos la ocupación de la economía. Se ha preocupado principalmente (casi de manera exclusiva, hasta tiempos recientes) por construir el modelo de una economía de competencia perfecta. Y, evidentemente, ha logrado resultados extraordinarios en ese esfuerzo. Resultados que han requerido una penetración lógica, una agudeza, sumamente notables; y que por muchos aspectos recuerdan las hazañas filosóficas de los escolásticos medievales, cuyos sucesores más legítimos fueron los economistas de las rigurosas escuelas clásicas, deductivas.

Más recientemente se amplió la hipótesis (atenuaciones al supuesto del mercado perfecto, por ejemplo). Sin embargo, a pesar de su inmensa labor, la económica del tipo convencional no está equipada sino para construir, operar y confrontar modelos todavía excesivamente sencillos, que trabajan con datos demasiado escuetos, tomados en un campo demasiado pequeño, deslindado en forma demasiado arbitraria.

Para acercarse más a la realidad por esta vía sería necesario poder construir y echar a andar modelos capaces de trabajar con muchísimos factores, cuantificados, de muy distintas clases y campos, y de llevar lejos el proceso de las acciones, interacciones y relaciones que el juego de esos factores suscitaría.

Llegar a algo valioso en este camino es cosa sumamente difícil, indudablemente.

La extensión del campo en que se opera, la multiplicidad de los factores que tienen significación y que hay que tomar en cuenta y hacer jugar entre sí, es necesaria no solo para los problemas más generales, sino para todos. Así, para dar cuenta cabal del proceso de industrialización consiguiente a una política de protección (supongamos que ese sea el problema específico de que se trata) habría que tomar en cuenta, hacer obrar entre sí, todos los factores de alguna significación que juegan en la economía en estudio, sometida a esa modalidad de la política económica, hacer funcionar el modelo, llevar adelante el experimento, hasta que se hayan captado todas las consecuencias del fenómeno protección-industrialización. Y si se trata de comparar la política de protección con formas de política económica alternativas, habría que proceder de la misma manera para cada una de ellas: librecambio absoluto, régimen de tarifas aduaneras moderadas, con fines fiscales (y en este caso caen distintas formas y alturas de tarifas). Se tendrían entonces modelos perfectos (en cuanto actúan todos los datos aportados, y se registran todas las acciones y reacciones, y en cuanto esos datos cubren un campo extenso de la vida del grupo) cuya operación demuestra procesos, posiciones y resultados que se pueden comparar: se pueden apreciar las diferencias en momentos homólogos en la producción y los consumos, en el ingreso nacional, y cantidades similares de las que suele tomar buena cuenta la economía de tipo tradicional, y también en otras, como la conservación del suelo, la cantidad, composición y distribución de la población, que tienen con el suceder económico —con lo económico, en cualquier sentido racional del término— una relación muy directa y necesaria, que son partes de la mayor importancia, partes esenciales e indispensables, mejor dicho, en cualquier visión económica racional, pero que no se han integrado, que difícilmente caen en el campo operacional de la economía de tipo corriente.

Para decir cuál de los procesos traducidos en la acción de los modelos es “mejor” habría que fijar criterios de lo “bueno” y de lo “malo”. Esto ya no corresponde a la economía. En último lugar, la determinación corresponderá a la política.

Que estamos muy lejos de poder construir esos modelos, de hacer esas comparaciones, en forma que no sea casi totalmente intuitiva, es cosa sumamente evidente. Es cierto que la economía ha avanzado mucho en el sentido de las construcciones de este género en los últimos tiempos (trabajos de Kahn, de Keynes, de Leontief, para no citar sino unos pocos) y es posible afirmar que la marcha en ese sentido es el rasgo más característico en el desenvolvimiento de la economía teórica en los últimos veinte o veinticinco años, y que se puede esperar mucho de los que vienen: se están marcando tendencias que prometen ser causa de una transformación definitiva en la estructura y el punto de vista de la economía, pero lo que hoy por hoy se tiene en este campo de los modelos complicados es poco, difícil y vacilante.

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Este sistema de construcción y comparación de modelos dinámicos de cierta complicación —de denk experimente [experimento mental] llevados bastante