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Resulta imposible olvidar las raíces históricas de los desarrollos científico-técnicos, que han sido pioneros en el campo de la Biotecnología, por supuesto con sus limitaciones histórico-sociales de su tiempo. Los inicios del siglo xx fueron testigos, después de los significativos descubrimientos de la Microbiología, del papel de la inmunidad celular en la defensa contra las infecciones y el desarrollo de las formulaciones biológicas a partir de preparados naturales producidos para combatir o complementar diferentes afecciones orgánicas. La investigación realizada por la doctora Mariana Ravenet resulta oportuna y adecuada para el rescate y apoyo de una institución —el Instituto Biológico Cubano (IBC)— que ofreció a la comunidad médico-farmacéutica cubana y del mundo, productos biológicos inspirados en similares internacionales del más alto nivel y sustentados en la experiencia y la investigación de genuinos científicos cubanos, reconocidos internacionalmente.
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Seitenzahl: 195
Veröffentlichungsjahr: 2025
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Edición:Neyda Izquierdo y Miriam Raya Hernández
Diseño de cubierta y realización:Claudia Alejandra Damiani
Diseño original:Yadyra Rodríguez Gómez
Diseño interior:Carlos Javier Solis Méndez
Emplane digital:Madeline Martí del Sol
© Mariana Ravenet Ramírez, 2019
© Sobre la presente edición:
Editorial Científico-Técnica, 2024
ISBN 9789590513541
INSTITUTO CUBANO DEL LIBRO
Grupo Editorial Nuevo Milenio
Calle 14 no. 4104, e/ 41 y 43, Playa, La Habana, Cuba
www.nuevomilenio.cult.cu
Para Ruth Daisy Henríquez, doctora en Farmacia y decana de la Facultad de Ciencias de la Universidad de La Habana mientras hacía mi Licenciatura en la Facultad de Psicología, directora del Centro de Estudios de Salud y Bienestar Humanos donde colaboré por 14 años y defendí mi doctorado en Sociología, por ser mi inspiradora en la búsqueda de la verdad científica desde una mirada holística y un quehacer interdisciplinario; y por haber nacido cuando este laboratorio se fundaba en una Cuba cuya intelectualidad científica, cultural y política se alzaba contra las viejas ideas.
Al doctor Francisco Rojas Ochoa, quien me impulsó a efectuar la investigación realizada, orientándome sobre los aspectos que no podían faltar en esta. Dolorosamente no llegó a verlo publicado, como señalara en su aval, un año antes de su fallecimiento.
Para Raquel Ramírez Corría, mi madre, quien no alcanzó títulos universitarios, pero tuvo la visión de salvaguardar para el futuro los documentos que ella intuía servirían para construir la historia de esta institución y de sus forjadores.
A la memoria de los médicos, especialistas, trabajadores y colaboradores que, como una gran familia, contribuyeron a incrementar el prestigio del Instituto Biológico Cubano, en especial a los trabajadores que conocí desde pequeña: Edelio, Bebo, Nano, Edelmiro, Cheo, Oberto, Titi del Canto y “al Maestro”.
A Blanca Colls Basté, nuestra querida Blanquita, secretaria del Instituto Biológico Cubano. Gracias a su colosal memoria y a los valiosos documentos que guardó celosamente para ofrecérlos, con el ánimo de que se hiciera la historia y no cayera en el olvido.
Al doctor Gregorio Delgado García, historiador de la medicina cubana, por los criterios que tan atentamente me brindara, por su ejemplo y dedicación a esta ardua tarea.
La historia es una parte fundamental del basamento de una nación. En el desarrollo de la humanidad, y en particular en los últimos tres siglos con el advenimiento de la Revolución Industrial, se introdujo como fuerza productiva, una economía industrial que marcó pauta hasta nuestros días y previsiblemente en el horizonte de sucesos que se avecinaban. La vinculación estrecha entre la ciencia y la tecnología productiva no escapan a esta consideración.
Las ciencias biomédicas han estado relacionadas, cada vez más, desde finales del siglo xix y comienzos del siglo xx, con un compromiso socialproductivo y con una salida práctica en: fármacos, vacunas, medios diagnósticos e incipientes productos biológicos derivados de animales y humanos con sus limitaciones, en cuanto a su caracterización e identificación de sus componentes activos y contaminantes indeseables.
Este devenir tecnológico ha permitido disponer de herramientas terapéuticas y de prevención adelantaron enormemente los estándares mundiales de salud a pesar de las inmensas diferencias sociales que aún nos aquejan como seres humanos. Resulta imposible olvidar las raíces históricas de los desarrollos científico-técnicos, que han sido pioneros en el campo de la biotecnología, por supuesto, con las limitaciones histórico-sociales de su tiempo. Los inicios del siglo xx fueron testigos, después de los significativos descubrimientos del microbiólogo ruso Iliá Ilich Méchnikov, quien demostró el rol de la inmunidad celular en la defensa contra las infecciones y de un creciente interés en las formulaciones biológicas, a partir de preparados naturales para combatir o complementar diferentes afecciones orgánicas.
Es aquí donde la investigación de la doctora Mariana Ravenet resulta oportuna y pertinente en el sentido de rescatar una institución —el Instituto Biológico Cubano (IBC)— que ofertó a la comunidad médico-farmacéutica cubana y del mundo, una serie de productos biológicos inspirados en similares internacionales del más alto nivel, sustentados en la experiencia y la investigación de genuinos científicos cubanos, reconocidos internacionalmente. Llegó a tener representación comercial en 17 países del mundo con ventas significativas en todos ellos.
La Revolución cubana ha significado un impulso arrollador a la ciencia en nuestro país a partir de 1959 con una amplitud de temáticas que rebasan, con mucho, a la más limitada ciencia cubana en los campos de la medicina, la farmacia y la agricultura; pero es justo reconocer los avances y prestigio que, desde principios del siglo xx, fueron protagonizados por médicos y farmacéuticos cubanos con los aciertos y fracasos que implica todo desarrollo tecnológico, comercial o académico.
El Instituto Biológico Cubano es un magnífico ejemplo de ese desarrollo pionero en nuestro país, que fue capaz de hacer productos farmacéuticos, sobre la base de la ciencia biomédica de su momento que estuvieron disponibles para médicos y farmacéuticos, algunos de los cuales, en el transcurso de los años, fueron superados por el desarrollo de las ciencias y otros, cuyas ideas primigenias dieron paso a renglones farmacéuticos muchos más actuales y adelantados, de acuerdo con el “Estado del Arte” en nuestros días.
La exhaustiva investigación ha traído a la luz protocolos y fórmulas farmacéuticas exitosas que fueron el reflejo de la práctica médica en la primera mitad del siglo xx y que no solo fueron productos comerciales, sino aplicables, también, en las instituciones públicas de salud del país.
Este trabajo con su excelente exposición pone en contexto político-social los avances tecnológicos del IBC para su época, convertidos en productos biofarmacéuticos, que fueron colocados en mercados internacionales con explícita aceptación.
Los integrantes del laboratorio IBC fueron continuadores del pensamiento científico presente en Cuba en los dos siglos anteriores, momento en que se desarrollaba una conciencia nacional y un pensamiento humanista y con visión interdisciplinaria.
Considero muy oportuna y pertinente esta obra que da continuidad al patrimonio científico productivo en el campo biofarmacéutico de nuestro país.
PhD, Dr. C. Anselmo J. Otero González,
Microbiólogo
Centro de Estudios de Proteínas
Facultad de Biología, Universidad de La Habana
Cada teoría es falsa si promueve, justifica o tolera la injusticia.
Dr. Richard Levins1
1Profesor de Matemática y Ecología Humana, Escuela de Harvard de Salud Pública, Boston, EE. UU.
La importancia de la historia para la ciencia ha sido destacada por diferentes autores y desde distintas aristas, tanto desde el punto de vista epistemológico como social y ético.
Indagar en la historia es un requerimiento metodológico, un punto de partida para cualquier ciencia y muchas veces caemos en errores y lagunas cognoscitivas imperdonables, por no haber investigado lo suficiente en las bases, en los orígenes de un fenómeno o proceso, de una disciplina, de una institución o de la ciencia misma. El eminente matemático y ecólogo de la Universidad de Harvard, profesor Richard Levins, señalaba: “Si uno acepta solamente la ciencia como el crecimiento del conocimiento, cae en el cientifismo —doctrina que insiste en la verdad objetiva de la ciencia sin reconocer sus raíces sociales y sus limitaciones históricas—, no puede criticar las ideas corrientes desde la óptica histórica, y queda esclavo a las modas populares en la ciencia…”.2
2Richard Levins:Sorpresas, Errores y Dudas.Revista Cubana de Salud Pública, 30: 225-225, 2004.
Es indiscutible que los adelantos científicos, cada vez con mayor rapidez, transforman la sociedad, pero el conocimiento de las tareas a las que se dedica la ciencia actual no es suficiente para comprender cómo se producen los cambios. “(…) también es esencial saber cómo ha llegado a ser lo que es, cómo ha respondido en el pasado a las sucesivas formas de sociedad y cómo ha servido a su vez, para modelar estas últimas”.3
3John D. Bernal:Historia social de la ciencia. Tomo I,en Reflexiones sobre ciencia, tecnología y sociedad. Tomo I,Lecturas escogidas compiladas por Jorge Núñez Jover y Maria E. Macías.Ed. Ciencias Médicas, La Habana, 2008.
Con el apoyo de estos preceptos y los planteamientos de Félix Blanco sobre la importancia y productividad que para la ciencia tiene la historia de las instituciones científicas,4 el presente trabajo pretende contribuir con la historia de la industria biofarmacéutica cubana, dando a conocer la evolución de una institución surgida en la primera mitad del siglo xx — Instituto Biológico Cubano (IBC)— que por sus características, resulta un precursor ineludible del desarrollo alcanzado por la biotecnología actual en el país.
4Felix Blanco Godinez, Milagros de la C. Milera Rodríguez y cols.:Indio Hatuey. Génesis y evolución del quehacer científico,EDICA, 2007.
Como objetivo general se plantea identificar cuáles son las características que hacen de esta institución un precursor de la industria biofarmacéutica cubana.
En este sentido se trazan los objetivos específicos siguientes:
1. Contextualizar los momentos históricos (económicos, políticos, sociales y científico-tecnológicos) en que surge y se desarrolla el Laboratorio IBC.2. Destacar la formación profesional e ideológica de sus principales representantes y cómo ello influyó en las características de la institución.
Para la consecución de estos objetivos se ha recurrido, en primer lugar, al análisis de fuentes bibliográficas y periódicas, así como a fuentes primarias provenientes en lo fundamental del archivo familiar de la autora y de una trabajadora del IBC —Blanca Colls Basté—, quien además escribiera la historia de la Planta de Sueros “Adalberto Pesant González”,5 en ocasión de inaugurarse, en 1983, la Planta de Hemoderivados en aquel entonces, Frente Biológico del Oeste de La Habana.
5Ese es el nombre que se le dio a la nueva planta de sueros que sustituyó a la del laboratorio IBC, cuya construcción culminara en 1971.
El uso de entrevistas a trabajadores y usuarios del IBC, resultó muy importante porque permitió esclarecer dudas y enriquecer la información. Cabe destacar las diversas entrevistas sostenidas con Blanca Colls, quien en su condición de secretaria del laboratorio antes de 1959 y continuadora como empleada en las plantas de suero fabricadas después, se convierte en untestimonio de vital importancia. Algunos planteamientos están basados en declaraciones de mi madre-hermana de los principales dirigentes del laboratorio y auxiliar administrativa de este en los años treinta— me daba a conocer en sus conversaciones. También este material fue sometido a la consideración y memoria de familiares que en algún momento se vincularon laboralmente al laboratorio.
Como punto de partida para la defensa de la interrogante planteada en el título de este trabajo, se siguieron los conceptos centrales definidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Productos biológicos: Son medicamentos obtenidos a partir de microorganismos, sangre u otros tejidos vivos, cuyos procedimientos de fabricación pueden incluir uno o más de los siguientes elementos: crecimiento de cepas de microorganismos en distintos tipos de sustrato, empleo de células eucariotas cultivadas o no, extracción de sustancias de tejidos biológicos, incluidos humanos, animales y vegetales, y la propagación de microorganismos en embriones o animales, entre otros. Dentro de los productos biológicos se encuentran vacunas, hormonas, antígenos, citosinas, derivados de sangre y de plasma humano, sueros e inmunoglobulinas monoclonales y policlonales.6
6 Leslie Pérez-Ruiz y cols.: “Importancia de la farmacoeconomía en los ensayos clínicos con productos biotecnológicos”, 2014,Revista Colombiana Ciencias Químicas Farmacéuticas, 43: 120-136, Comunicación personal de Anselmo J. Otero González, abril, 2018.
Algunos de estos productos desarrollados principalmente en la primera mitad del siglo xx a causa de su complejidad y heterogeneidad, si bien fueron exitosos en la práctica clínica y aprobados por farmacopeas, incluso de países desarrollados, fueron sustituidos después al introducirse los protocolos de ensayos clínicos controlados e implantados en la segunda mitad del sigloxx y principios del siglo xxi.
Productos biotecnológicos: Son proteínas o ácidos nucleicos fabricados por un organismo vivo que ha sido modificado a través de tecnología ADN recombinante en bacterias, levaduras o células superiores o también mediante la tecnología de hibridomas para obtener anticuerpos monoclonales completos o fragmentos recombinantes. Estas biomoléculas han tenido una probada eficacia en el tratamiento de muchas enfermedades crónicas y frecuentemente mortales, pero como su desarrollo demanda una inversión considerable de tiempo y dinero, por lo general, son protegidos por medio de patentes farmacéuticas, su costo suele ser elevado y, en consecuencia, se ve limitado el acceso de los pacientes a este tipo de terapia.7
7 Agustín Lage-Dávila, T. Crombet-Ramos: “Del nuevo producto biológico para el cáncer al impacto en la salud poblacional”, Revista Cubana de Salud Pública, 38: 781-793, 2012.
El trabajo se divide en dos capítulos que contextualizan la economía, la política y la sociedad cubana en dos momentos: uno de 1927 a 1942, período en que surge y da sus primeros pasos el laboratorio IBC y el segundo analiza los avances de este desde 1942 hasta 1962 año en que fue nacionalizado. En cada uno de estos momentos se describen las características infraestructurales y organizativas del laboratorio, sus investigaciones, su producción, las condiciones laborales y sus políticas internas y externas. Un acápite en el primer capítulo se destina a cumplimentar el segundo objetivo específico, al resaltar las características ideológicas y profesionales de los principales representantes del laboratorio que ejercieron marcada influencia en el acontecer y desarrollo del IBC, por lo que son válidas para el segundo capítulo también. En la medida de las posibilidades, los análisis de cada capítulo se enlazan con los avances de las ciencias de la salud y de la industria farmacéutica en el mundo y en el país, a fin de resaltar el adelanto científico del laboratorio del IBC en cada período.
El trabajo consta de tres Anexos contentivos de fotografías, documentos, fórmulas, mementos (memorias), artículos periodísticos, publicidad y otros, que constituyen materiales probatorios o demostrativos de los resultados presentados.
Como es conocido, la economía cubana antes de 1959 tenía un carácter monoproductor y monoexportador de azúcar, con una intensa dependencia del capital norteamericano. Sus orígenes datan desde finales del siglo xviii, cuando Cuba comienza su participación en el comercio internacional como resultado de la política de libre cambio impuesta al mundo por Inglaterra desde la Revolución Industrial. Gracias a las condiciones de fertilidad de sus tierras y a la introducción masiva de fuerza de trabajo esclava, la industria azucarera cubana alcanza un fuerte desarrollo que se acelera aún más después de la primera guerra de independencia (1868-1878), con la introducción del ferrocarril y las nuevas tecnologías incorporadas a la industria. A fines del siglo xix Cuba se libera del colonialismo español, momento que aprovecha Estados Unidos para intervenir militarmente hasta 1902, en que se declara la “independencia” del país dando inicio a la etapa neocolonial, cuyas políticas respondían a los intereses estadounidenses. Como consecuencia se produce una fuerte penetración de ese capital que ya en 1925 controlaba lo fundamental de la economía del país, con la peculiaridad de que se mantuvo el patrón económico heredado del colonialismo español, una economía dependiente de la industria azucarera.
Entre 1914 y 1924 la economía avanza por el incremento de los precios y las demandas de azúcar que la Primera Guerra Mundial y el periodo de posguerra provocaron. Hubo un acelerado crecimiento de las inversiones estadounidenses que, entre 1911 y 1924-1925 creció de 205 millones de pesos a 1360 millones de pesos, consolidándose el control de ese capital en los sectores clave de la economía, a saber: la industria azucarera (60,3 % de la producción); control del sistema bancario; dominio de la producción de energía eléctrica y de 96 % de las acciones de la Compañía de Teléfonos; junto con el capital inglés, de la producción y exportación tabacalera, así como del sistema ferroviario del país, entre las más importantes.8
8González M. Rodríguez: El proceso de industrialización de la conomía cubana, Ed. de Ciencias Sociales, Ciudad de La Habana, pp. 113-119, 1980.
Según Julio Le Riverend, ya desde 1920, en que los precios del azúcar bajaron de $ 0,22 la libra en Nueva York hasta $ 0,03 a finales del propio año, el sentimiento de que la supeditación económica era el principal mal que aquejaba a la nación cubana, quedó inscripto como fuerza fundamental de la actividad del pueblo cubano y se define a partir de entonces el sentimiento antimperialista, por lo que se puede hablar de la aparición de una nueva conciencia nacional.9
9Julio Le Riverend:La República,Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 3: 168, 1973.
Surgieron movimientos sociales con resultados importantes y diversos como la creación de la Federación Estudiantil Universitaria, el Congreso Obrero Nacional, el movimiento de reforma universitaria encabezado por Julio Antonio Mella, la Liga Antimperialista y la Universidad Obrera José Martí. Se destaca el papel desempeñado por el Grupo de los Trece10 que, con la guía de Rubén Martínez Villena, fue la “primera manifestación de descontento de los intelectuales contra las costumbres y prácticas políticas que ya estaban prendidas como un cáncer en la vida nacional… Poco tiempo después, el 2 de abril de 1923, se unía a la campaña pública la Junta de Renovación Nacional Cívica encabezada por Fernando Ortiz… con un programa de reformas basado en la lucha contra la corrupción”.11
10Entre los integrantes se encontraban: Juan Marinello, José Antonio Fernández de Castro, Luis Gómez Wangûemert, Jorge Mañach, José Manuel Acosta, José Zacarías Tallet, entre otros.
11Julio Le Riverend: Ibídem, p. 200.
Es importante señalar la diversidad de origen de los participantes en estos movimientos (miembros de la clase media, la pequeña burguesía, los estudiantes y los intelectuales) y la diversidad de profesiones que desempeñaban (médicos, periodistas, filólogos, historiadores, pintores, escritores, pedagogos, etc.); pero la unidad de sus ideas radicales les permitió consolidar un pensamiento humanista que, no solo los articuló en su ulterior vida social, sino también en la visión integradora que asumieron en sus respectivas profesiones.
Entre marzo y mayo de 1927, por ejemplo, sucedieron diferentes acciones contra la “prórroga de poderes” pretendida por el dictador Gerardo Machado. En ellas participaron jóvenes como Raúl Roa, Cosme de la Torriente, Emilio Roig de Leuschsenring, Antonio Guiteras, Domingo Ravenet y Filiberto Ramírez Corría que —con diferentes perfiles profesionales— se unían en las protestas del Directorio Estudiantil Universitario.12 En marzo del propio año surge la Revista de Avance —dirigida por el joven comunista Martí Casanova— en representación del más ambicioso y renovador movimiento cultural del país; la revista auspició una exposición de Arte Nuevo el 7 de mayo en la Asociación de pintores, en rebeldía contra los académicos oficiales que habían abierto el XII Salón de Bellas Artes; esta exposición constituyó un símbolo de identidad nacional.
12Hortensia Pichardo:Documentos para la Historia de Cuba,Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, t. III, pp. 373-390, 1968.
La situación política en la época del Machadato dio lugar a la huida de gran cantidad de estudiantes (médicos, artistas, escritores) hacia otros países. La formación recibida en dichos países completó la visión humanista e integradora que, la educación recibida en Cuba y los procesos sociales, habían facilitado hasta el momento. En Francia, por ejemplo, se reunieron estudiantes de medicina que después se destacaron en su labor científica, como Joaquín Albarrán, José Borges Carreras, José Chelala Aguilera, Pedro Iglesias Betancourt, Joaquín Fermoselle, Rafael Pedraza, Filiberto Ramírez Corría y otros.
La crisis de la industria azucarera que se inicia en 192513 y el impacto de la crisis capitalista mundial de 1929 implicaron un descenso de la participación de Cuba en la producción azucarera mundial desde 21,3 % en 1925 hasta 8,9 % en 1934. Para contrarrestar esta situación se puso en práctica la Reforma Arancelaria de 1927,14 la cual permitió el desarrollo de algunas industrias como la de pinturas, materiales de construcción, jabonería, calzado, industria alimenticia y de productos farmacéuticos, entre otros.15
13La superproducción se manifiesta agudamente en la industria azucarera europea, lo que repercute en Cuba reiniciando un ciclo depresivo luego de dos años de cierta prosperidad.
14La Reforma se limitó al desglose de antiguas partidas arancelarias y al alza de ciertos tipos de adeudos en productos que se importaban y que podían producirse en Cuba. Esta protección no era suficientemente grande para defender la producción nacional. La protección abarcaba numerosos artículos de importación de países europeos y latinoamericanos, pero no los estadounidenses, cuya entrada en Cuba impedía un desarrollo económico adecuado. Ver Julio Le Riverand,ob. cit., p. 255.
15Gonzálo M. Rodríguez:El proceso de industrialización de la economía cubana, Ed. de Ciencias Sociales, C. Habana, p. 121, 1980.
En ese contexto, el primero de diciembre de 1927 tres científicos cubanos Miguel Ángel Santos Buch, natural de Santiago de Cuba, doctor en Farmacia; Carlos Manuel Ramírez Corría, natural de San Luis (Oriente), Neurocirujano; y Felipe Casas Lajonchere, natural de Jovellanos (Matanzas), Cirujano— fundaron un Laboratorio de productos farmacéuticos denominado Santos, Ramírez y Casas.16 Por la procedencia profesional de sus creadores, resalta el carácter interdisciplinario que servía de fundamento al trabajo que iniciaban estos científicos representativos de la época y también adelantados para esta. Hoy día, entre las tendencias y retos que la industria de medicamentos se traza, está la interdisciplinariedad para obtener fármacos y productos biológicos de mayor calidad.
16Blanca Colls:Historial de la Planta de Sueros Adalberto Pesant González(documento interno de la planta),p. 1, 1983.
El laboratorio, en sus primeros tres años, contaba con situaciones precarias de trabajo y una fuerte competencia dado la amplia gama de laboratorios extranjeros existentes con enormes ventajas arancelarias y un vasto campo propagandístico, que colocaban a la industria farmacéutica nacional en desigualdad de condiciones. Por tal motivo, los pocos trabajadores utilizados en la producción eran eventuales y la plantilla fija la formaban escasos técnicos y oficinistas.17 En 1931, por ejemplo, el sector secundario de la economía cubana era de 16,4 % lo cual reflejaba un escaso desarrollo industrial.18
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