Erhalten Sie Zugang zu diesem und mehr als 300000 Büchern ab EUR 5,99 monatlich.
En ocasión de la inauguración del Centro Leverhulme para el Futuro de la Inteligencia en la Universidad de Harvard, el astrofísico Stephen Hawking resumió sus preocupaciones en la siguiente frase: "El surgimiento de una poderosa inteligencia artificial será lo mejor o lo peor que le haya pasado a la humanidad, todavía no lo sabemos". En esta frase radica el modo en que podemos aproximarnos a la Inteligencia Artificial: abrirnos paso en un camino que se encuentra entre el entusiasmo y la cautela, entre la maravilla y el terror.
Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:
Seitenzahl: 38
Veröffentlichungsjahr: 2023
Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:
Este es un ensayo acerca de cómo la inteligencia artificial supondrá el fin de la humanidad. Quizás no la extinción total de la raza humana, pero sí la “humanidad” tal como la conocemos hasta el momento, con todas sus características distintivas, exclusivas y únicas.
Solemos utilizar las palabras “avance tecnológico”, es decir, solemos recibir los desarrollos y las incorporaciones como una suerte de paso hacia adelante en un camino “deseable”. Pero cabe preguntarse si realmente esos “avances” mejoran la calidad de vida o mejoran al planeta en general. ¿Se traducen de algún modo en mayor felicidad o mayor igualdad? ¿Cómo contribuyen estos “avances” con las relaciones interpersonales, la empatía, la salud mental en general? ¿De qué modo se los regula y controla, quién nos cuida a nosotros los humanos, a nuestra privacidad y a nuestra integridad?
Todas estas preguntas, desde luego, no tienen una respuesta fácil ni acabada. En medio de este contexto, la explosión de la inteligencia artificial, los chatbots y los sistemas que escriben, diseñan y dibujan (todo ello con estilos cada vez mejores y con una rapidez inigualable), promete revolucionar la vida de los seres humanos y trastocar los cimientos de ámbitos tan arraigados como la medicina, la educación y las artes.
Convivimos con ordenadores en nuestros hogares desde hace ya varias décadas. El paso de la enciclopedia al buscador ya está incorporado en nuestra cotidianeidad, aún para quienes crecimos con esos gruesos volúmenes como fuente de consulta en nuestras casas. Los smartphones o teléfonos inteligentes son un “básico”: sencillamente algo de lo que no podemos prescindir. Para que nos indique el camino, para transferir dinero, para comprar un vuelo, para enterarnos de qué vistió tal persona en tal evento, o para cualquier otra cosa… No debería llamar la atención el hecho de que ya pasamos una media de un cuarto del día scrolleando esas historias y publicidades continuas e infinitas que las redes sociales ofrecen…
Desde hace un tiempo, uno de los “avances” tecnológicos que incorporamos a nuestras vidas fue el comando de voz. Asistentes virtuales están listos a toda hora para abrir aplicaciones mientras manejamos el automóvil, para leer la receta más popular del estofado de carne, en fin, para que prescindamos de actividades como buscar un contacto de un listado y llamar, o escribir la dirección a la que nos dirigimos.
Por ahora, todos esos dispositivos están fuera de nuestros cuerpos. Pero desarrollos como Neuralink (de Elon Musk) trabajan en la integración directa de esos dispositivos en nuestro organismo. Es una de las cuestiones que se avecinan. Por otro lado, las inteligencias artificiales son entrenadas para aprender por sí mismas, y de algún modo, para ser independientes de sus programadores. Es decir, estas inteligencias podrías despegarse de sus “creadores” y tomar los caminos que ellas mismas determinen…
Si bien muchos de esos “avances” que hoy pueden provocar escalofríos aún no están disponibles, todo parece estar cambiando a un ritmo tan acelerado que en un abrir y cerrar de ojos estos “avances” quizás conduzcan al borde de un precipicio, y quizás terminen por empujarnos en caída libre. Pero no nos adelantemos aún en el pesimismo deliberado, antes es conveniente echar un vistazo a la breve historia (no lleva ni cien años) de la inteligencia artificial y de los momentos clave en este desarrollo, sin dudas nos permitirá comprender mejor el futuro que se avecina, las posibilidades y los peligros implícitos.
El destacado astrofísico británico Stephen Hawking, que padecía esclerosis lateral amiotrófica, se valió para comunicarse desde 1986 hasta su muerte en el año 2018, de sistemas artificiales de sintetizador de voz cada vez más sofisticados. En sus últimos años, movía apenas un músculo de una de sus mejillas, y eso era suficiente para que el sistema creado especialmente para él articulara sus frases y expusiera sus ideas. Un sutil movimiento de mejilla le permitía activar un sensor infrarrojo que tenía incorporado en sus gafas y el cursor de la pantalla de su ordenador, le permitía además enviar instrucciones y controlar el teclado virtual predictivo. El sistema inteligente había sido creado por la empresa Intel especialmente para Hawking, no sólo según las especificidades para enfrentar sus impedimentos físicos: todas sus obras escritas, discursos y material de referencia estaban cargados en el sistema, y eso le permitía mayor capacidad predictiva, fluidez y rapidez.
En 2014, Hawking dio una entrevista a la BBC, y moviendo un único músculo de su mejilla expresó a través de este sofisticado sistema de comunicación: