Intrigas y secretos - Kathleen Eagle - E-Book
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Intrigas y secretos E-Book

Kathleen Eagle

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Beschreibung

¿Perdería al hombre al que amaba por investigar sobre el pasado? Un posible escándalo político podía ser la gran oportunidad para impulsar la carrera periodística de Bella. Durante su investigación, descubrió una posible conexión entre su historia y Ethan Wolf Track. En el instituto, ella había estado enamorada de Ethan, pero este no la correspondía. Ahora, él parecía haber dejado atrás su oscuro pasado y estaba decidido a ganar el primer premio de la exhibición de caballos salvajes que Bella debía cubrir por encargo de la cadena de televisión para la que trabajaba. ¡Ojalá pudiera mantenerse concentrada en el trabajo cada vez que aquel vaquero estaba cerca! Sin embargo, Ethan también tenía sus secretos...

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Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

© 2012 Kathleen Eagle. Todos los derechos reservados.

INTRIGAS Y SECRETOS, Nº 1984 - junio 2013

Título original: The Prodigal Cowboy

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con permiso de Harlequin Enterprises II BV.

Todos los personajes de este libro son ficticios. Cualquier parecido con alguna persona, viva o muerta, es pura coincidencia.

® Harlequin, logotipo Harlequin y Julia son marcas registradas por Harlequin Books S.A.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

I.S.B.N.: 978-84-687-3121-6

Editor responsable: Luis Pugni

Conversión ebook: MT Color & Diseño

www.mtcolor.es

Capítulo 1

Parece que no va a venir.

Bella Primeaux alzó la vista desde la pantalla de su smartphone, donde estaba viendo las noticias. El vaquero que ocupaba el taburete de al lado, en la barra del bar, estaba medio borracho y era muy feo. Ella no lo conocía y no tenía interés en conocerlo, así que no merecía la pena mirarlo más de una vez. Se apoyó con los codos en la barra del bar, se giró dos centímetros a la derecha y lo ignoró.

—¿Qué estás bebiendo?

Bella miró a su derecha. Se había acercado otro. Estaba rodeada, pero sabía por experiencia que si no les hacía caso, se marcharían.

—¿A ti qué te parece, Loop? —le preguntó el de la derecha al que estaba a la izquierda—. ¿Un cóctel? ¿Un Seven and seven?

¿Loop? A Bella le entró la risa. «Lazo» era un apodo de lo más apropiado para un vaquero de rodeos, la verdad.

—Parece té —dijo Loop.

—¿Es ese otro cóctel llamado Long Island iced tea? ¿Quieres probarlo, Loop? —preguntó Rude, y le hizo un gesto al camarero—. Sírvanos tres más de esto, por favor.

—Deja que pruebe el suyo primero —dijo Loop, y tomó el vaso de Bella por su izquierda.

Ella metió el teléfono en su bolso y se lo colgó del hombro. El vaquero podía quedarse con su bebida. De todos modos, ella se iba.

—¿Es whisky y té? —preguntó Loop. Lo olisqueó, le dio un sorbo y lo dejó en la barra de nuevo—. Es té solo.

—Y ahora es tuyo, Loopy —dijo un recién llegado que se unió al grupo.

Bella se giró hacia la izquierda y, por encima del sombrero de vaquero de Loopy vio a alguien que le resultaba familiar. Sí, era un hombre familiar, guapo y francamente inquietante. Hacía años que no lo veía, pero él llevaba tan bien la edad como el sombrero de vaquero. Sorprendente, teniendo en cuenta el lugar en el que había pasado los dos últimos años. Tenía el sombrero abollado, y su camiseta y sus vaqueros habían conocido épocas mejores, y sin embargo, era como si estuviera preparado para posar ante las cámaras. Ella había perdido el poco contacto que tenía con sus amigos del instituto, y Ethan Wolf Track no era una excepción, pero nunca había perdido por entero la curiosidad sobre lo que él pudiera estar tramando. Generalmente, nada bueno.

Sin embargo, su sonrisa seguía siendo tan encantadora como siempre.

—Siento llegar tarde, Bella.

Loopy miró hacia atrás, y después se giró nuevamente hacia Bella con un interés nuevo en los ojos.

—¿Por qué no nos has dicho que estabas con Ethan Wolf Track? Demonios, tío, solo estábamos…

—Long Island iced tea para todo el mundo. Invita Loopy —dijo Ethan, y posó la mano sobre el hombro de Loop—. ¿No?

—Es solo té. No tiene whisky —replicó Loop.

—Long Island iced tea no se hace ni con whisky ni con té. ¿Es que has estado viviendo debajo de una piedra, Loopy?

—Como tú.

—No, mira la diferencia —dijo Ethan, y puso la mano sobre la barra, junto a la de Loop—. Tienes que tomar un poco el sol, chico.

—Té helado para dos —dijo el camarero, mientras ponía dos vasos en la barra—. En cuanto a los otros dos, ¿queréis otra cerveza? Vale lo mismo que el té.

—Nada de cerveza para estos burros, Willie —dijo Ethan, mientras tomaba los dos vasos.

—Tú tienes tu oficial de libertad condicional, y yo tengo el mío. En lo que a mí respecta, la cerveza no cuenta —refunfuñó Loop.

—Nada de cerveza —repitió Ethan, y arqueó una ceja.

Después miró a Bella y le hizo un gesto para que lo acompañara hacia una mesa en un rincón. Bella bajó de su taburete, aunque no tenía demasiadas ganas de quedarse allí. Aquel bar, el Hitching Post, no era su sitio preferido de Rapid City.

—¿Preferirías ir a otro lugar? —le preguntó Ethan en voz baja.

Bella lo miró asombrada por aquel súbito cambio de tono. Estaba hablando solo para sus oídos, y la pregunta parecía sincera, incluso esperanzada. Ella sintió tensión en los hombros mientras negaba con la cabeza.

—No, podemos charlar y ponernos al día aquí mismo.

Cuando se acercó a su mesa, vio sobre ella un libro abierto y una taza de café solo. Se deslizó en el asiento, de espaldas al local.

—Parece que no va a venir —dijo, mirando el reloj.

—Puede que todavía esté trabajando en su historia —dijo Ethan. Dejó su vaso en la mesa, tomó el libro, lo cerró y lo depositó en el asiento, a su lado, con un rápido movimiento. Sus ojos tenían un brillo de alegría—. Esperemos que sea buena, ¿eh?

Ella se encogió de hombros, y tuvo que reconocer que él le estaba llevando la corriente.

—Has estado aquí todo el tiempo. Lo único que yo veía era el sombrero.

—Es muy útil —dijo él, y se bajó el ala de modo que sumió en sombras todo su rostro, salvo sus labios generosos. Tenía una ligera sonrisa.

—Me sorprende que te acuerdes de mí.

—Veo la televisión.

—Entonces, en realidad no te acuerdas de mí.

—Verte de espaldas sentada en el taburete me ha traído muchos recuerdos. Tú te sentabas delante de mí en… ¿Qué clase era? ¿Inglés?

—Historia.

—Historia. Yo nunca retengo nombres ni fechas, pero no se me olvida jamás la espalda de una mujer. Tienes un lunar precioso aquí —dijo él, mientras se tocaba el hombro, cerca del cuello, con la mano.

—¿Precioso? —preguntó ella, riéndose—. Más bien es un horror.

—Para mí no.

Bella siguió sonriendo. De repente, sintió curiosidad por el libro que estaba leyendo Ethan.

—¿De qué es? —preguntó, señalándolo.

—De Historia. Mi clase favorita. Me gustó tanto que la repetí dos veces —dijo él, y bajó la mano hacia el asiento mientras se apoyaba en el respaldo con una sonrisa. Ella se lo imaginó dando unos golpecitos al libro, como si quisiera tranquilizar a una mascota—. Tú coincidiste conmigo la segunda vez.

—No me extraña que siempre supieras las respuestas. Ya habías oído las preguntas.

—No me enteré de nada la primera vez —replicó él, y se inclinó hacia delante—. Hicimos un trabajo juntos, ¿te acuerdas?

—No iba a mencionarlo. Todavía estás en deuda conmigo.

—¿Yo?

—Yo compré todos los materiales. En realidad, yo hice todo el trabajo. Tú ibas a venir a mi casa la noche anterior al día de entrega, pero no apareciste.

—Se me había olvidado eso —dijo él. Arqueó una ceja y miró significativamente el reloj de Bella—. ¿Por qué sigues mezclándote con tipos como ese?

—No he quedado con nadie —confesó ella.

—Entonces, ¿qué estás haciendo aquí?

Ella se encogió de hombros.

—Conociendo el sitio.

—¿Para qué? Este no es un bar de solteros. Es un cuchitril.

—Puede que yo no sea soltera. Puede que haya venido a hacer mi trabajo —dijo Bella, y después hizo una breve pausa para controlar el tono de voz—. Y tal vez no necesitara que me rescataras.

—Antes no habrías dicho «puede que». Cuando empezabas a hablar, eras una chica muy segura y decidida. No sé nada de lo demás, pero tú no estás casada.

—Eso no significa que sea soltera.

—Yo creo que sí —dijo él, y tomó un sorbo de té mientras la miraba—. Bueno, ¿y cuánto te debo por el material y el trabajo?

—Como era un trabajo obligatorio para clase, creo que me debes tu diploma.

—Aparecí para exponerlo. Conocía todos los datos. Nos pusieron sobresaliente, ¿no? No se puede pedir más —dijo él, cabeceando suavemente—. Tendremos que pensar en otra cosa. Seguro que no necesitas mi diploma.

—Y seguro que tienes mejor memoria de lo que has insinuado al principio —replicó ella con una sonrisa tensa—. Supongo que estamos en paz, porque ser la compañera del trabajo de Historia de Ethan Wolf Track mejoró mi estatus social de marginada.

—¿Estabas en el segundo curso?

Ella negó con la cabeza.

—¿En el primero?

Ella sonrió y asintió.

—¿Cómo pudiste entrar en esa clase siendo de primero, por el amor de Dios?

—Hice un examen. Bueno, en realidad tuve que hacer varios. Les costó dar con un horario adecuado para mí —dijo Bella, encogiendo un hombro. Él tenía sus músculos y ella tenía su cerebro—. Y tú estabas en el último curso y eras el capitán de todo.

—Tú eras lista. No era necesario hacer un examen para saberlo. Ibas a llegar lejos. A sitios mejores que este.

—Yo voy allá donde están las buenas historias. O donde pensamos que pueden estar.

—Hazme un favor: avísame si van a hacer una redada por aquí. Intento no meterme en líos últimamente.

—¿Y qué haces?

—Supongo que podría decirse que soy vaquero.

—¿Como tu hermano?

—No, no soy vaquero de rodeos como Trace. Soy vaquero de verdad. Trabajo en un rancho. Trabajo en el Square One.

Ella no tenía ni idea de dónde estaba, pero tomó nota del nombre. Podía llevarla a algo.

—Así que eres de una raza en extinción. Escribí una crónica sobre un tipo que se define como vaquero en alquiler. Dice que tiene más trabajo del que puede abarcar. ¿Tú vas a caballo o en todoterreno?

—A caballo. No podría llamarme vaquero si fuera en uno de esos coches. Demonios, a mí me crio Logan Wolf Track.

—Él adiestrador de caballos, ¿no?

—Sí, yo también lo soy. En este momento estoy adiestrando a un mustang. Lo he apuntado a un concurso —dijo Ethan, y le guiñó un ojo—. Y voy a ganar.

Aquel guiño le recordó algo a Bella. Ella había sido la destinataria de uno igual hacía años, y la experiencia le había producido un cosquilleo en el estómago.

—¿Estás hablando de la competición que van a celebrar en la nueva Reserva para Caballos Salvajes que está cerca de Sinte?

—El programa de caballos salvajes es bastante nuevo, pero el rancho Double D siempre ha estado ahí —le recordó él—. Yo estuve trabajando allí un par de veranos cuando era un chaval. Entonces lo llevaba Drexler, y ahora lo llevan sus hijas.

—Ya lo sé. He estado leyendo cosas acerca del sitio —dijo ella, y respiró profundamente. Hizo una pausa. Como periodista, ella era muy hábil; la mayoría de las fuentes ni siquiera sabían que había conseguido algo de ellas.

Sin embargo, Ethan Wolf Track no era como la mayoría de las fuentes. Por supuesto, le había causado ansiedad y decepción durante su adolescencia, pero al fin y al cabo, ese era su trabajo. El capitán de todo era el que tenía que enseñar a la princesa de que no tuviera demasiadas esperanzas. Bella siempre había sido muy rápida para aprender.

Pero de todos modos, él estaba en deuda con ella.

—Creo que es maravilloso que los Drexler hayan hecho ese trato con la Tribu y hayan conseguido más terreno tribal para la reserva de caballos.

La Tribu era su gente, y la gente del padre adoptivo de Ethan. Logan Wolf Track era uno de los miembros del consejo tribal de los sioux lakotas. Ethan también parecía indio, pero ella nunca le había preguntado por su origen. Todo el mundo sabía que la madre de Ethan había abandonado a sus dos hijos con Logan para que él los criara, y que él los había adoptado legalmente. Ella se había marchado y no había regresado nunca, pero nadie hacía demasiadas preguntas. Ethan y su hermano mayor, Trace, se apellidaban Wolf Track.

—¿Estás detrás de alguna noticia? —le preguntó él.

—He estado investigando. Claramente, aquí hay una historia, y creo que viene de antiguo, pero todavía estoy buscando los detalles. No es el tipo de encargo que me haría KOZY-TV.

—¿Por qué no? ¿No les gustan los mustangs?

—Sí, los mustangs sí. Pero no les gusta lo de husmear en asuntos turbios.

—¿Y no es así como conseguís noticias? Lo sucio vende.

—Pero es mejor no remover la suciedad. Los ejecutivos de la cadena no quieren que se les estropee la ropa de trabajo —explicó ella, e ignoró su mirada de confusión—. Digamos que no me pagan para husmear. Pero es divertido, ¿no? ¿Tú no lo haces nunca?

Él se echó a reír.

—No mucho, la verdad.

—Cuando eras adolescente, ¿trabajaste alguna vez para Dan Tutan? —preguntó ella. El cambio de su mirada, de confusa a fría, apenas fue perceptible, pero Bella lo notó—. Ya sabes, el vecino de los Drexler.

Oh, sí. Lo sabía.

Sin embargo, negó con la cabeza. Interesante.

—Creo que hay algo aquí, alguna historia —dijo ella con una sonrisa—. Una enorme rivalidad. Tal vez algún amiguismo político que puede afectar a la Nación India. Y ahí es donde entro yo. Como he dicho, a título estrictamente personal. Tutan quiere el usufructo de los terrenos públicos que le han concedido al rancho Double D para la reserva de caballos. Y tiene un amigo en Washington: el senador Perry Garth.

Él la miró fijamente, y ella pensó que aquel era el momento perfecto para desvelar el quid de la cuestión.

—El amado senador de Dakota del Sur, Perry Garth. Tutan y Garth se conocen desde hace mucho tiempo. Por otro lado, Garth está en el Comité de Asuntos Indios, y también en el Subcomité de Terrenos y Bosques Públicos.

—Política —dijo él, cabeceando de nuevo—. Acabas de traspasar los límites de mi interés. A mí solo me interesan los caballos y la competición —añadió, y se tomó medio vaso de té de un solo trago.

—Pensaba que… como Logan está en el Consejo Tribal…

—Eso es cosa suya —dijo Ethan. Dejó el vaso en la mesa y sonrió mientras se deslizaba hacia el final del asiento—. Si quieres hablar de política, has elegido al Wolf Track equivocado.

Miró hacia la barra, y vio que los taburetes estaban vacíos. El camarero estaba cambiando los canales de la tele que había sobre un letrero luminoso de Bud Light.

—Parece que tus admiradores se han ido.

—No creo que esos dos vean mucho las noticias. Pero sin embargo, te conocen.

—Sí. Si alguna vez necesitas dar algún nombre para abrirte paso por los bajos fondos, puedes usar el mío —le dijo él, y volvió a guiñarle el ojo. Y demonios, volvió a conseguir que ella se estremeciera—. Si decides escribir algo sobre caballos salvajes, avísame.

Y demonios si no se marchó primero, llevándose aquel libro que ella no había podido identificar.

Ethan estaba sentado al volante de su pickup, aparcado entre las sombras, frente al Hitching Post. Aquel letrero luminoso le había llamado la atención la primera vez que lo había visto. Por fin había recuperado su libertad, por lo menos la mayor parte de su libertad, y estaba deseando hacer algo distinto con su vida, aunque no sabía qué. Mientras lo pensaba, había entrado en el bar, se había sentado en uno de los taburetes de la barra y se había emborrachado.

Al día siguiente se miró al espejo del baño y, rascándose la cara, reflexionó sobre el hecho de que si había aprendido algo durante los dos años que había pasado entre rejas era que la libertad era lo más importante para un hombre. La libertad era la vida. Dos años sin ella, y uno tenía un pie en la tumba. Para revivir era necesario tener un estímulo, un impulso. No tenía ganas de volver a Dakota del Sur. Todavía tenía que madurar un poco.

Se marchó a Colorado y siguió el consejo que le había dado su agente de la condicional: que siguiera por el camino que había tomado con el Programa de Caballos Salvajes para Reclusos. Ethan le respondió correctamente, «sí, me gusta esa idea», pero mentalmente pensó que aquel programa para presos solo había servido para darle una visión clara de cuál era su origen y de adónde podría ir. Se había pasado la mayor parte de la vida muy cerca de un establo, motivo por el que tal vez no hubiera sabido darles a los caballos el valor que tenían, ni tampoco a ninguno de los caminos prometedores que podía haber tomado en vez del que le había impedido aprovechar sus capacidades.

Antes de los caballos, antes de Logan Wolf Track, los recuerdos de su vida eran vagos. Él era el hermano pequeño de Trace. Tenían una madre, pero era parte de lo nebuloso. Incluso después de que se hubiera casado con Logan, su parte de la ecuación familiar era confusa. Él recordaba el sonido de su voz, y su forma de pronunciar algunas palabras, ante la que los oriundos de Dakota del Sur se miraban los unos a los otros y se encogían de hombros. Decían que tenía acento, pero para él era el sonido que calmaba una mente inquieta. «Mamá está aquí». No era capaz de recordar su cara, pero sentía alivio cuando oía su voz, aunque solo fuera mentalmente. Aunque estuviera con el agua al cuello, aunque tuviera problemas, no estaba solo. Podía oírla. Ella no se había ido.

Ni tampoco se había ido aquel estúpido niño. Dios. Cuánto odiaba a aquel niño tembloroso y débil. Aquel niño era patético. Tenía que hacerse más duro o morir, y por supuesto, no podía asomar la cara. Mantener callado a aquel niño había sido un trabajo a tiempo completo. Ethan necesitaba toda la ayuda que pudiera conseguir, y había asignado papeles a los demás. Lo supieran o no, todas las personas, lugares y cosas que estaban cerca de él tenían un papel u otro.

Incluyendo la amistad que podría haber tenido con la mujer que acababa de salir del Hitching Post. Claro que se acordaba de ella. Era una estudiante de sobresaliente, con el cuerpo recto y una actitud franca. Ella iba a llegar lejos, iba a conseguir cosas, y no iba a permitir que nadie se interpusiera en su camino. Pese a que él la atrajera y no tuviera intención de dejar pasar la oportunidad de sacar provecho de eso, ella tenía una dignidad que la protegía de tipos como él.

Pero no de tipos a los que no les importara un comino la dignidad.

Tom Loopy Lupien y su amigo habían salido detrás de Bella. Eran dos figuras sin color que proyectaban su sombra en la acera, a la débil luz del letrero de neón. Él pensaba que se habían ido, pero debían de haberse escondido en los aseos.

—Eh, ¿se ha marchado ya Wolf? —le preguntó a Bella uno de ellos.

—¿Necesitas que te llevemos a alguna parte? —le preguntó él otro. Con aquella luz era difícil distinguirlos, pero no importaba. Cualquier amigo de Loopy había salido del moho de la parte inferior de un barril vacío.

Sonó el pitido del mando a distancia de una cerradura y se encendió un motor. Bella estaba a salvo. Ethan sonrió. La sensata Bella.

En cuanto ella salió a la calle, se encendió otro motor. Un Ford pickup viejo, más viejo incluso que su propio Chevy, salió del aparcamiento que había detrás del edificio y la siguió.

Demonios. Loopy no era capaz de cobrar una pieza por sí mismo. Era un carroñero. Y el otro no debería conducir. Entre los dos podían causar algún daño.

Ethan se unió al desfile. Cuando llegaron a una calle residencial de una sola dirección, Bella aparcó su Honda blanco frente a la entrada de un modesto edificio de apartamentos de dos pisos. Ethan se alejó del coche de Loopy y se detuvo en la acera contraria, y vio que Loopy y su amigo pasaban de largo del coche de Bella. Se habían dado por aludidos. Ethan se rio suavemente. «Mi trabajo ha terminado».

Bella salió del coche, cerró de un portazo y se giró hacia el pickup de Ethan y se colgó el bolso del hombro.

—¡Eh! ¡Tengo una 38 Smith & Wesson, y sé utilizarla! —gritó desde el otro lado de la calle—. Así que, estés pensando en lo que estés pensando, piénsalo mejor.

Su cara estaba oculta entre las sombras, pero las manos no le temblaban y tenía los hombros erguidos. Él no sabía con quién pensaba que estaba hablando, pero no iba de farol.

Y eso le encantó.

Estaba pensando: «Te cubro las espaldas». Ella no lo necesitaba, claramente, pero él estaba allí por si acaso.

«Vaya pedazo de mujer», se dijo mientras la veía marcar el límite. Ella estaba en la televisión, pero eso solo era un trabajo. No era su vida. Muy bien. Lo suficientemente bien como para captar el mensaje sin necesidad de grandes explicaciones. Fuera cual fuera su interés en el senador Perry Garth, el hombre que había contribuido a encerrarlo durante dos años, a él no le interesaba. Estaba buscando una vida nueva, y quería tener aquella libertad que tenía Bella: la oportunidad de elegir su propio camino y de hacer un trabajo.

La última vez que él la había visto, Bella era una chica muy joven y dulce con una gran inteligencia. Él le había asignado un papel a aquella inteligencia, pero la chica era joven y dulce, y tenía un cuerpo y recto y unas grandes ideas. Claramente, él le gustaba, pero en el instituto, a ella le había parecido mejor alejarse de él con un bufido que mirarlo con los ojos muy abiertos y llenos de inocencia. Todavía tenía que madurar.

En aquel momento, ella se dio la vuelta y subió las escaleras de la puerta principal del edificio.

«Todavía te estoy cubriendo las espaldas, Bella, pero ahora también admiro tu parte frontal. Vamos, date la vuelta. Déjame ver esos preciosos ojos».

No hubo suerte. Ella abrió la puerta y desapareció.

Ethan sonrió y metió la primera marcha. Sí, señor, la pequeña Bella Primeaux había madurado perfectamente.

Capítulo 2

El pequeño pueblo de Sinte, en Dakota del Sur, no había cambiado mucho, pero la casa en la que se había criado Bella era distinta. En tan solo cinco años, las malas hierbas habían invadido los macizos de flores de Ladonna Primeaux. En lo que antes era un huerto ahora había un columpio, y un Jeep viejo se había metido entre los rosales que, más o menos, todavía rodeaban el jardín. Su madre había mimado aquel patio de la misma manera que algunas mujeres mimaban a los bebés. Después de que ella muriera, el jardín había empezado a parecerse al resto de los jardines del vecindario, en los que solía haber un par de álamos, un montón de juguetes, un porche y algo de hierba.

Bella podía oír la voz de su madre en aquellos momentos. «No dejes que se estropee el jardín, Bella. Lo único que hace falta es un poco de interés. La gente que tiene algún tipo de afición es la gente interesante. Son aquellos con los que siempre se quiere hablar».