Jorge Sanjinez Lenz: un peruano en la Segunda Guerra Mundial - José Ignacio Mogrovejo Palomo - E-Book

Jorge Sanjinez Lenz: un peruano en la Segunda Guerra Mundial E-Book

José Ignacio Mogrovejo Palomo

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Beschreibung

Esta obra narra la historia de vida de Jorge Sanjinez Lenz, un veterano moqueguano que alcanzó notoriedad pública por su participación en la Segunda Guerra Mundial. El libro transmite la perspectiva personal de la experiencia única de un peruano en una guerra europea, desde el niño que se fuga de su hogar que se convierte en un joven soldado de las fuerzas belgas libres, hasta el padre de familia que vive en el Perú durante la violencia política. A través de las voces de los múltiples actores que Sanjinez recoge en su testimonio, estas memorias nos brindan un retrato vívido de la historia contemporánea peruana y global, narrando diversos hechos sociales que hasta ahora han sido poco documentados y estudiados.

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Jorge Sanjinez Lenz (Moquegua, 1917 - Pucallpa, 2020) fue un veterano peruano de la Segunda Guerra Mundial y gerente comercial de la compañía de aviación Faucett. Sirvió con distinción en la unidad militar del gobierno belga en el exilio, la Brigada Piron. Por acciones de heroísmo en los Países Bajos, en 1945 se le condecoró con la Cruz de Guerra del Reino de Bélgica; asimismo, recibió la Orden del Rey Leopoldo II; la Cruz de Guerra al Valor del Perú; y la Legión de Honor de Francia en 2017. En su calidad de ser uno de los últimos sobrevivientes de su unidad militar, participó, en compañía de su familia, de las celebraciones por el 75 aniversario de la liberación de Francia.

José Ignacio Mogrovejo Palomo (Lima, 1998) es licenciado en Historia por la PUCP. En 2022 ganó el Concurso Nacional de Historia en la categoría junior con un ensayo sobre los veteranos de las batallas de Junín y Ayacucho durante las primeras décadas de la República.

José Ignacio Mogrovejo PalomoEditor

Jorge Sanjinez Lenz

Un peruano en la Segunda Guerra Mundial

COLECCIÓN LATERAL

Jorge Sanjinez Lenz: un peruano en la Segunda Guerra MundialJosé Ignacio Mogrovejo Palomo, editor

Colección Lateral

© Pontificia Universidad Católica del Perú, Fondo Editorial, 2023Av. Universitaria 1801, Lima 32, Perú[email protected]

Diseño de portada: Illari Aliaga Peña ([email protected]) Diseño de la colección: Alexandra Nicole Goñe Lupescu ([email protected]) y logo: Hellen Fernanda López Collins ([email protected])

Diagramación, corrección de estilo y cuidado de la edición: Fondo Editorial PUCP

Primera edición digital: agosto de 2023

Prohibida la reproducción de este libro por cualquier medio, total o parcialmente, sin permiso expreso de los editores.

Las opiniones vertidas en este libro son de entera responsabilidad de sus autores.

Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú Nº 2023-08001e-ISBN: 978-612-317-891-8

A mi esposa, mi acompañante de muchos años, quien es la razón de mi vida y quien me motivó a contar mi historia.

A la compañía de aviación Faucett y su fundador, por darme un futuro y muchos de los mejores recuerdos de mi vida.

A mi madre, a quien guardo en mi mente y corazón por darme la oportunidad de vivir.

Jorge Sanjinez Lenz

Índice

Agradecimientos

Prólogo

Introducción

Capítulo 1. Una infancia difícil

Capítulo 2. Lima

Capítulo 3. El Hipódromo de San Felipe

Capítulo 4. La guerra mundial

Capítulo 5. Inglaterra

Capítulo 6. Normandía, ocho semanas después

Capítulo 7. Libertad

Capítulo 8. Nuestra tragedia en los canales

Capítulo 9. El pueblo de Capelle

Capítulo 10. El fin

Capítulo 11. La compañía Faucett

Capítulo 12. Ocho años en Chiclayo

Capítulo 13. Don Jorge, el gerente

Capítulo 14. Tiempos diferentes

Epílogo. «Pasa el tiempo, y vuelves al momento donde la gente se acuerda de ti»

Bibliografía

Agradecimientos

El término de un largo proceso que tanto don Jorge como yo esperamos por varios años finalmente llegó con la publicación de las presentes memorias. Para él, solo había dedicatorias puntuales por hacer, por lo que recayó en mí la responsabilidad de reconocer a quienes hicieron que este trabajo lograra ver la luz.

Por tanto, el mayor agradecimiento recae en Jorge Sanjinez Lenz, por su generosidad, apertura y constante disposición a conversar conmigo, aun cuando no estuviese físicamente disponible por tener que cumplir con el a veces horario ajustado de los Estudios Generales Letras. Incluso cuando llegué a la Facultad de Letras de la PUCP, su sincero interés por apoyarme en la investigación no solo me permitió conocerlo más allá del personaje, sino que también recibí consejos invaluables sobre la vida y la necesidad de seguir adelante sin importar los problemas. En las páginas que componen su testimonio de vida, puedo verme crecer y madurar con los años mientras visitaba su hogar con mi grabadora, muchas veces con la mochila llena de lecturas de clase sin resumir o libros prestados de la biblioteca. Siempre estaré agradecido por su amistad y por confiar en que un estudiante de 17 años podía estar a la altura del desafío que significó recopilar sus memorias, porque gracias a ello encontré una vocación y un propósito a futuro.

Por supuesto, estas conversaciones no habrían sido posibles sin el apoyo de la familia Sanjinez. Abrirme las puertas de su hogar y permitirme compartir con ellos las tres comidas del día, hasta una buena tarde de vino que surgió tras una reunión con los extrabajadores de la compañía Faucett. Siento que para la señora Meche fui como un pequeño hijo más y aprendí algunos tips de cocina de su gran sazón, que más de una vez me ayudó a extender mis visitas los fines de semana con don Jorge. Sin ella, no habría sido posible capturar el difícil recuerdo de la época de violencia en Pucallpa; además, su presta disposición por conversar de política actual siempre me causó admiración y más porque, salvando la distancia generacional, los almuerzos sirvieron como un espacio de franco debate y de indignación mutua por los problemas que aquejan al país.

De igual manera, los hijos de don Jorge me permitieron conocer la perspectiva de haber crecido con un papá que, más que un héroe de guerra, significó un modelo a seguir en sus vidas adultas. Jorge, Ángel, Yoli y Jorge, cada uno de ellos me transmitió su experiencia de crecer en un entorno familiar donde su padre dejó una profunda impresión en ellos, influyendo en la perspectiva que tendrían sobre el reconocimiento que recibió de diferentes entidades durante los últimos años de su vida. Gracias a Jorge Sanjinez Alava pude conocer a su padre y, sin su ayuda, probablemente mis pesquisas intelectuales como estudiante no habrían logrado transformarse en un proyecto de largo plazo que permitió, al final, escribir las memorias. Tanto él como Ángel Sanjinez Alava me animaron a continuar la edición del texto pese a las innumerables dificultades que supuso hacerlo sin ser un académico o historiador realizado. Creo que los gestos de sorpresa y admiración que ambos tuvieron al verme cada vez con más frecuencia visitando el hogar de sus padres evidenciaron su confianza por saber que, pese a mi falta de experiencia, asumiría con responsabilidad la recopilación del testimonio de don Jorge. Ocho años después, puedo decir «misión cumplida».

Los archiveros y bibliotecarios del Instituto Riva-Agüero, la Biblioteca Nacional del Perú, el Archivo Central del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú y la Biblioteca Central de la Pontificia Universidad Católica del Perú me brindaron asistencia invaluable para iniciarme en la investigación y, con ello, tener una imagen más precisa del contexto histórico en que transcurrió la vida de don Jorge.

Sin Jean Louis Marichal y Georgette Houbion habría sido imposible encontrar los vínculos entre la experiencia bélica de un peruano nacido en Moquegua con los esfuerzos del gobierno belga en el exilio por participar de la liberación de su tierra en la etapa final de la Segunda Guerra Mundial. Junto a Santi Zegarra, hicieron posible que don Jorge vuelva a reincorporarse a la comunidad de amigos, familiares y veteranos de la «Brigada Piron», trayéndole gran satisfacción y alegría por finalmente sentir que su servicio era reconocido y recordado. En particular, Jean Louis me ayudó a dar sentido a las conversaciones que tuve con don Jorge sobre la guerra, brindándome los datos faltantes, precisando algunos hechos y dándome acceso a las imágenes que acompañan los capítulos de estas memorias. Su amistad me ayudó a superar las dudas que naturalmente surgen tras años de trabajo y, tras superar las inseguridades, entender que el ser historiador no significa distanciarse de manera profesional de un objeto de estudio, sino también aprender a comprenderlo y empatizar con las sensibilidades que logra transmitir. Merci beaucoup.

Como es normal, un estudiante debe saber buscar guía cuando haga falta en sus maestros. En ese sentido, conversar con los doctores Jesús Cosamalón y Jorge Lossio una tarde de 2015, en el Departamento de Humanidades, fue mi punto de partida en el proceso académico de investigar la memoria y las narrativas autobiográficas. Jesús me animó de forma constante, durante los años, a seguir puliendo mis preguntas e inquietudes, siempre vinculando el testimonio con información que podía encontrarse en libros y revistas especializadas. Más importante aún, como yo no sabía si mantener la distancia profesional en las entrevistas era la forma «correcta» de actuar como historiador, Jesús me animó a no perder la amistad que logré formar con don Jorge y su familia, porque supo ver antes que yo que muchas de las cosas buenas que se lograron excedían cualquier competencia propia de un académico profesional. De igual manera, Jorge, quien se convirtió en mi asesor de tesis de licenciatura, me brindó consejos sumamente útiles para agilizar las entrevistas, teniendo como enfoque no saber de hechos específicos, sino conocer, desde la voz testimonial, las diferentes posibilidades que encierra la memoria en generar la narrativa autobiográfica de don Jorge.

El apoyo de los profesores de la especialidad de Historia de la PUCP me permitió impulsar de manera temprana la proyección que al final tendría esta iniciativa como un resultado de mi experiencia de estudiante. Gracias a la doctora Liliana Pérez y al doctor Miguel Costa, don Jorge pudo presentarse frente a un público tan grande que llenó el auditorio de Humanidades y las salas de conferencias de Estudio Generales Letras el año 2017. Siempre existen posibilidades por mejorar un trabajo académico y el doctor José de la Puente Brunke me recordó la importancia de saber comunicar las ideas, sin perder de vista el componente visual para saber cómo situar un contexto. Sus sugerencias permitieron nutrir las memorias de colecciones fotográficas de gran valor testimonial, rescatando tanto los fondos de un archivo familiar como de un archivo institucional que rebasan las fronteras nacionales.

Jamás pensé que tomaría tantos años concluir este proceso, al punto tal que resume temporalmente la totalidad de mi experiencia universitaria. Sin embargo, en el camino, conocí a personas cuya generosidad, atención y palabras de aliento me permitieron seguir adelante siempre. A mis compañeros, colegas y amigos Valeria Díaz, Mauricio García, Adrian Torres, Camila Núñez, Brunella Yzú, Yennifer Salinas, Claudia Hernández, Omar Ramseyer, Daniel Laurie, Rodrigo Valencia, Lucero Candiotty, Nicole Diaz, Jonathan Alvarado, Luis Leyva, Claudia Soto, Alonso Campos, Andrés Llaury, Eduardo Barriga, Jorge Bayona y Mauricio Ávila. Sin ustedes, no habría podido terminar este trabajo y mucho menos aprovechar el trayecto para madurar como persona para bien. Una mención especial va para Juan Lan y Joseph Dager, quienes me enseñaron el valor de saber celebrar las victorias, por más pequeñas que sean, y no mirar cabizbajo a las situaciones que parecen imposibles de resolver. De las aulas hasta la pandemia y después, estas memorias reflejan la voz de don Jorge, pero también mi voluntad por perseverar y mirar la vida con la esperanza que ambos supieron inculcarme.

No podrían faltar mis amigos del colegio, Carolina Godoy, Sebastián Borja, Sebastián Hermoza, Sebastián Cosamalón, Álvaro Villanueva, Carlos Bornás, Ana Giles, Mauricio Cosamalón, Carlos Mendoza, Salvador Velarde, Aldo Martínez y Mariana Bravo. Muchas veces dejé de verlos los fines de semana por ver a don Jorge por las tardes, o incluso por dedicarme semanas enteras a transcribir e investigar para la edición de las memorias. Siempre lo tomaron con alegría, interés y las bromas no faltaron, por lo que difícilmente podría pensar en personas tan comprensivas como ustedes. Ahora ya saben por qué me ausenté tanto.

Asimismo, quiero agradecer al Fondo Editorial PUCP por asumir la responsabilidad de dar a conocer la increíble historia de don Jorge, ayudándome a cumplir una promesa que le hice en el cumpleaños de su centenario. A Patricia Arévalo y a Militza Angulo, por las facilidades brindadas para terminar de pulir los últimos detalles del texto. Al editor, Daniel Amayo, por su magnífico trabajo para lograr que las memorias se publiquen en las mejores condiciones posibles. A Illari Aliaga, por las hermosas ilustraciones que adornan la cubierta del libro y que realzan el valor de la historia de vida que se presenta en estas páginas.

Por último, a mi familia, por haber creído desde siempre en la importancia de rescatar el testimonio de don Jorge, aun siendo un estudiante sin mayor perspectiva a futuro. Alguna vez me dijeron que sabían que me gustaba la historia porque, cada vez que hablaba de lo que había hecho en casa de la familia Sanjinez, se me iluminaban los ojos y parecía que podía conversar de ello por horas sin cansarme. Su apoyo incondicional me permitió aprender de los errores y su vocación por valorar la disciplina y la actitud crítica frente a la realidad me enseñó que cualquier carrera pierde su significado si no logra impactar en las personas. Mamá y papá, esto es para ustedes.

Prólogo

Cuando hace varios años José Mogrovejo se acercó a preguntarme acerca de si existía información de peruanos que combatieron en la Segunda Guerra Mundial, mi respuesta automática fue: que yo sepa oficialmente nunca enviamos personal militar. La sorpresa fue mayúscula cuando José me contó la forma en que tomó contacto con don Jorge Sanjinez, peruano veterano combatiente en Europa.

Quizá sin que él lo sepa, a pesar de que nos conocíamos desde hacía años, ese reencuentro con don Jorge coincidía con mi interés por la Segunda Guerra Mundial, una de mis pasiones, por lo que comenzamos a conversar constantemente acerca del tema, de sus entrevistas con don Jorge y de la manera en que fue recopilando la información que hoy presenta como libro.

Muchas veces me pregunté cómo fue posible que un joven que recién comenzaba su carrera universitaria fuera capaz de hacer aquello que se le negó a periodistas y a otras personas interesadas en escribir las memorias de don Jorge. Por supuesto, esta pregunta no pretende para nada negar la capacidad analítica que sobradamente muestra José en estas páginas. La pregunta era otra: ¿cómo supo ganarse la confianza de don Jorge al punto de lograr que le revele toda su vida?

Una posible respuesta es que José intuitivamente hizo algo que recomiendan todos los especialistas dedicados a la historia oral: presentarse como alguien que no conoce nada del tema, decidido completamente a aprender de este «abuelito» siempre dispuesto a contar historias. Y no es que José fuese un novato en el tema; por el contrario, contaba con un vasto conocimiento de la guerra. Sin embargo, José siempre estuvo abierto a escuchar y aprender antes que a demostrar lo que sabía, con una actitud que sin duda era la más adecuada para lograr los resultados que se presentan en esta publicación.

Otra explicación puede ser la relación entre José y don Jorge, la cual tuvo los matices del vínculo entre el «abuelito» y el «nieto». Un abuelito dispuesto a contar su historia de vida a un nieto siempre dispuesto a escucharlo y disfrutar de su fascinante relato. Y, lo más importante, contar su historia sin sentirse juzgado ni interpelado, solo hablar ante alguien genuinamente interesado en conocer todo lo que vivió en el Perú y en Europa. Incluso, sin tener el plan de hacer un libro, solo por el gusto muy humano de conocer la vida de alguien.

Una tercera condición que hizo posible la reconstrucción de la vida de don Jorge fueron su extraordinaria memoria y su locuacidad. Cuando José logró recopilar una abundante información acerca de la vida personal y militar de don Jorge, entusiasmados por su vida y por lo que significaba, le organizamos una presentación, el 6 de abril de 20171, a pocas semanas de haber cumplido los cien años, el cual fue uno de los eventos más memorables que me tocó presenciar. Si bien el tema de la Segunda Guerra Mundial es parte de la enseñanza de los cursos básicos de historia en los Estudios Generales Letras de la PUCP, fue más que enorme la expectativa por escuchar a un veterano de la misma, a una persona que desembarcó en Normandía pocos meses después del Día D y que combatió como miembro de la Brigada Piron del ejército de Bélgica y que fue parte de la liberación de Bruselas. En esa presentación, el auditorio de Humanidades quedó literalmente pequeño y los estudiantes rebasaron su capacidad, al punto que fue necesario improvisar un salón adicional para pasar la conferencia por señal de televisión y permitir que puedan disfrutar del evento.

En esa oportunidad, don Jorge se lució. Llegó acompañado de su familia y de José, con su casaca de sargento del ejército, con una lucidez envidiable y con una colita en el cabello que rompía todas las imágenes posibles de un abuelito que acababa de cumplir los cien años. Su presentación fue memorable, contó detalles de su vida, de la violencia doméstica que sufrió, de cómo huyo de niño de su casa, de sus aventuras, de cómo trabajó sin quererlo en un prostíbulo limeño, de sus diversos empleos y de la forma en que se alistó en el ejército belga. Su memoria era envidiable, pero mucho más lo era su manera graciosa y pícara de contar varias de sus aventuras como enlistado y luego soldado, incluyendo temas tabúes como el sexo en el ejército. Y todo esto delante de un auditorio de jóvenes estudiantes compuesto por hombres y mujeres entre los 16 y 17 años mayoritariamente.

Nunca había visto un auditorio de estudiantes tan conmovido. Los asistentes estábamos sacudidos de escuchar de primera mano cómo fue la guerra, de los peligros que vivió y de las cosas tan tristes que tuvo que presenciar entre aliados y enemigos, de literalmente cómo las balas de la temible MG-40 le zumbaban por la cabeza. El momento cumbre fue cuando don Jorge comenzó a contestar preguntas. Una de ellas, muy directa, fue si se arrepentía de haber participado de la Segunda Guerra Mundial. Su respuesta, la cual se encuentra completa al final de esta publicación, fue épica:

No me arrepiento [de haber sido voluntario de guerra]. Lo que sí pido es que no haya más guerras. La guerra es la maldición del mundo, yo la he probado. Y no me arrepiento de haberlo hecho porque es una enseñanza para todos ustedes jóvenes. ¡No debe existir guerra! ¡Hagamos la paz del mundo! ¡Somos humanos! No somos todos soldados, somos también civiles. Tenemos hijos, tenemos hermanos. La guerra debe terminar.

El auditorio se quedó por un breve instante en silencio, pero pronto todos comenzamos a aplaudir la sabiduría de un veterano de guerra. Quizá esperábamos un discurso belicista, al estilo Hollywood, pero lo que escuchamos fue un bello alegato a favor de la paz como una tarea pendiente para los más jóvenes.

Al finalizar la presentación, don Jorge, cual estrella de rock, fue felicitado por los jóvenes estudiantes. Una larga fila de personas esperaba estrecharle sus manos y tomarse un selfie. Todo ello lo vivió el veterano con alegría y con una paciencia envidiable. Es más, recuerdo con meridiana claridad que una joven se le acercó con lágrimas en los ojos para agradecerle su testimonio, totalmente conmovida. En ese momento, quedó claro que era necesario escribir su historia.

La tarea de elaborar las memorias de don Jorge no fue sencilla. La investigación de José no solo consistió en miles de horas de conversación con él, reubicando papeles, fotografías y rememorando pacientemente los recuerdos y ordenándolos para su biografía. También consistió —como buen historiador— en compulsar esos recuerdos y datos con otros documentos, con publicaciones acerca de la Segunda Guerra Mundial y la Brigada Piron, contactándose con especialistas en historia militar, confirmando paso a paso el itinerario de la brigada y de don Jorge en la guerra.

No solo eso, otra tarea para nada menor era contextualizar la información para que el lector pueda aquilatar la importancia de la vida de don Jorge; pero, al mismo tiempo, no perder de vista la historia mayor de la que fue parte: el siglo XX peruano, la guerra y el desarrollo de la aviación civil en Perú. Las dos secciones de la vida de don Jorge, la etapa previa a la guerra y la posterior, resultan igualmente valiosas. Su vida en Perú posterior a la Segunda Guerra Mundial resultó sorprendentemente interesante. Luego de finalizada la guerra y sin poder establecerse en Europa, don Jorge regresó a Lima y comenzó a trabajar en la compañía de aviación Faucett. Su participación en la expansión de la empresa es notable, un testimonio imprescindible de cómo comenzó a desarrollarse el turismo internacional. Estuvo nuevamente en Europa encargándose de vender las rutas turísticas al Perú y su conocimiento del inglés y francés, adquiridos durante sus años como combatiente, fue fundamental para comunicarse con los operadores europeos y concertar los acuerdos con Faucett; pero, no solo eso. Hizo uso de su picardía para lograr que esos operadores del ámbito mundial se interesen en una pequeña y desconocida compañía de aviación peruana, una habilidad que desarrolló como parte de las estrategias de vida que le permitieron sobrevivir a todo lo que se enfrentó.

¿Qué importancia tiene su testimonio para la investigación histórica? De acuerdo con los especialistas en la historia oral, las entrevistas ofrecen aquello que los documentos de otra naturaleza no muestran. Por ejemplo, se tiene conocimiento de lo que cada brigada hizo durante la guerra, las misiones que les fueron encomendadas, sus resultados, los informes de los oficiales a cargo y el lamentable balance de bajas. A lo más, algunas notas más personales acerca de los acontecimientos, incluyendo las recomendaciones para ascensos o medallas por los actos de heroísmo durante el conflicto. También contamos con los innumerables relatos periodísticos, escritos y visuales, que nos ofrecen otra perspectiva interesante acerca de la Segunda Guerra Mundial, por mencionar otras fuentes más. A pesar de toda esta oceánica documentación, la entrevista nos permite ver los hechos desde el actor; en este caso, desde el soldado o el trabajador, sus alegrías, miedos, sufrimientos, etcétera. Con los testimonios orales, se encuentra la paleta de colores que permite completar el panorama de los hechos, introduciendo un conjunto de matices que no solo enriquecen el total, sino que nos permite abrir nuevas pistas de investigación con temas que desde los otros documentos no se perciben.

Así, esta publicación es una biografía, pero va más allá del género. Se conoce que un libro de esa temática tiene como objetivo recrear la existencia de una persona, relevante por diversas características. En este caso, la vida de don Jorge supera por mucho esa importancia; pero José también se encarga de contextualizar los detalles de su vida para que dialogue con el contexto de cada momento, en un diálogo individuo-sociedad que eleva el libro por encima de la biografía. Además, esa estrategia de análisis y de desarrollo hace que el texto se pueda leer como un compendio de historia del Perú y del mundo del siglo XX.

La utilidad de este libro es múltiple. En primer lugar, para quienes —somos muchos y muchas— la Segunda Guerra Mundial es un tema apasionante, sin negar que se trató de una desgracia a escala mundial. Se trata de algo que no dejó de estar de moda en la investigación histórica; por el contrario, parece que aumentó el interés por ella, a juzgar por la cantidad de libros, documentales, películas, programas de televisión, podcast, documentales y youtubers que surgieron en los últimos años. Este libro no es uno más de esos productos. Se trata de una biografía que podemos calificar de excepcional. Hay trabajos acerca de la presencia de soldados latinoamericanos en la Segunda Guerra Mundial, de la historia de los soldados en ese conflicto; pero no teníamos, hasta hoy, una biografía de un peruano en esta terrible y lamentable guerra. Es una verdadera joya para los interesados e interesadas en este conflicto.

En segundo lugar, para quienes deseen realizar una investigación histórico-biográfica, este libro muestra un derrotero metodológico y narrativo muy relevante. Desde el hallazgo del tema, el interés personal, el acercamiento a la persona, el registro de la información y su contextualización, este texto es un excelente ejemplo de cómo desarrollar un tema. Y, no menos importante, muestra que la investigación histórica le debe mucho a la intuición, al toque humano y a la curiosidad, más allá de las herramientas que se obtienen con la formación universitaria.

Por último, pero no menos importante, este libro debe convertirse en un texto fundamental para que los alumnos y alumnas de las universidades del país y del extranjero revivan los detalles dramáticos y hasta pintorescos de la guerra, una polarización que solo es posible porque estamos frente a un relato humano, que no tiene por qué ser coherente en todos sus planos. Si hay algo que emerge por sobre todas otras cosas de este libro es la humanidad. Don Jorge fue un excepcional ser humano que participó en hechos trascendentales de la historia mundial y peruana, pero lo hizo sin considerarse especial o relevante, no más que cualquiera de sus compañeros. Además, este libro tiene una virtud trascendental: son las reflexiones de un veterano de más de cien años, que nunca buscó romantizar lo que hizo; por el contrario, quiso que su vida sirva de ejemplo y de advertencia de la inutilidad de las guerras y de todo el dolor que siempre traen.

Agradecer un esfuerzo como este, más que necesario, es imprescindible. Como suele ocurrir con los grandes acontecimientos, son muchas las voluntades que deben juntarse para que se logren resultados trascendentes. A José, por su dedicación a la investigación y su enorme tenacidad para superar todos los obstáculos y publicar este libro; al Fondo Editorial de la PUCP, por aceptar ser el responsable de esta edición; y, fundamentalmente, a don Jorge, por abrir sus recuerdos y su corazón a todos nosotros.

Jesús A. Cosamalón Aguilar

1 El video de la presentación se puede ver en https://educast.pucp.edu.pe/video/8146/un_peruano_en_la_segunda_guerra_mundial

Introducción

Jorge: Ya tú, como buen escritor, puedes redactar una carta con ese tema. Primero, pedir que por favor a quién se tiene que dirigir para que por lo menos hagan un aumento a esta pensión de guerra, que verdaderamente es una miseria cada tres meses. Así, con todo. Nada vamos a perder.

José: ¿La amistad del embajador quizás? [risas].

Jorge: La amistad del embajador [risas]. A mí me cae bien y yo le caigo bien a él… pero se ciñen estrictamente a la ley, pero las leyes… ¡los gobiernos tienen su salida! ¿Cómo es posible, señor? ¡Es el único sobreviviente de este grupo, no hay más! ¿Cómo lo vamos a dejar?2

Con estas palabras, «don Jorge» (como lo conocimos sus amigos y seres queridos), manteniendo su buen humor de siempre y actitud decidida, intentaba explicarme, tras haber cumplido un siglo de vida, que, incluso en la vejez, no dejó de ser consciente de lo que su experiencia de vida significó para Bélgica y, junto con ellos, para el recuerdo colectivo de Europa.

Nacido en Moquegua, en 1917, Jorge Sanjinez Lenz dedicó casi toda su vida a sobrevivir penurias y dificultades que lo marcaron desde pequeño, cuando habitó, junto a su familia, las alturas bolivianas en un pueblo minero en la década de 1920, para luego vivir por su cuenta en las calles de Lima durante su adolescencia, atravesar los campos de batalla europeos junto a las tropas belgas durante las etapas finales de la Segunda Guerra Mundial, abrirse camino en una de las empresas de aviación más importantes de la historia peruana, hasta sentir temor por la vida de su familia durante el conflicto armado interno en Pucallpa. Producto de varios años de recopilación y edición, sus memorias ofrecen una narración personal de sus experiencias, opiniones y una crónica detallada de su recorrido por casi todo el siglo XX en Perú, su participación en un acontecimiento global y las repercusiones que esto trajo en su vida, tanto de forma inmediata como a largo plazo. Diversos temas, como la pobreza, la violencia, la guerra, el trauma y la definición de una identidad personal figuran prominentemente dentro del relato de Sanjinez, producto de una vida extraordinaria inserta en una de las épocas más convulsas de la historia.

Al ganar notoriedad como veterano de guerra, uno podría preguntarse por el valor de su testimonio para comprender la historia del país, cuando su identidad está profundamente marcada por participar en un conflicto que, a diferencia de las guerras internacionales o civiles de los siglos XIX y XX que forman parte de la memoria colectiva de la sociedad peruana, aparentemente no causó cambios profundos en el Perú de manera directa3. Sin embargo, a raíz de las entrevistas que concedió a diferentes medios de prensa en los últimos años y los esfuerzos por parte de las instituciones armadas y la ciudadanía en darle reconocimiento ante su creciente notoriedad, fue ampliamente conocido en la esfera pública como «el último peruano que combatió en la Segunda Guerra Mundial» (Giner, 2016). Dado que esto se motivó, sobre todo, por entenderse, en la esfera pública, como un modelo de heroicidad nacional, su historia de vida nos plantea una serie de interrogantes sobre cómo se ubica dentro de los relatos personales del siglo XX en Perú y cómo este caso excepcional puede aportar a la comprensión de las complejas dinámicas de cambio social y político en la historia contemporánea de Latinoamérica.

Incorporándose a un campo de temprana concepción en la región y combinando rasgos metodológicos de la biografía y las memorias, la narrativa autobiográfica de don Jorge se construyó mediante las historias orales de vida, las cuales permiten que los entrevistados puedan pensar desde su propia experiencia sobre los cambios en su universo social a través del tiempo, muchos de los cuales podrían pasar desapercibidos si no fuera por el proceso de producción del testimonio. A partir de los diversos ejemplos que hay para Latinoamérica, estos permitieron revelar las prioridades y aspiraciones de quienes recuerdan cómo diferentes fuerzas sociales influyeron en sus experiencias, las cuales dieron forma a sus narraciones del pasado y el relato de sus historias de vida (Carey, 2017, pp. 170-172). Sin embargo, es necesario distinguir que, por un lado, estas memorias nutren el fértil campo de los escritos autobiográficos en el país, sin necesariamente calzar en alguno de los cánones que caracterizaron dicha literatura4.

Asimismo, como puede apreciarse a lo largo de las páginas que componen este texto, también guarda semejanzas con el testimonio, un género que, para el caso peruano, se caracterizó sobre todo por la representación textual de la voz de testimoniantes que representan a las clases populares, quienes dan cuenta de sus vicisitudes y problemas de la vida cotidiana (Zevallos, 2018)5. En su condición de veterano de guerra, su historia de vida asume dicha identidad para legitimar sus experiencias como un soldado que combatió por Bélgica durante la Segunda Guerra Mundial, así como para revalorar los sucesos precedentes y sucesivos a este momento por ser determinantes en cómo es recordado dentro de su narrativa personal6. Debido a mi intervención para plasmar por escrito la narrativa autobiográfica de don Jorge, el testimonio narrado en estas páginas es el resultado de un proceso complejo, colaborativo y mediado; sin embargo, las historias, palabras y actores que se manifiestan en él pertenecen a la voz de su narrador.

Una infancia por descubrir

Los recuerdos de vida de don Jorge se inician en una etapa de cambios profundos en la historia latinoamericana. La necesidad por alcanzar la industrialización y la modernidad económica de principios del siglo XX sirven de telón de fondo para el escenario minero de las alturas bolivianas, donde no quedó mayor alternativa que insertarse dentro de los oficios que el capital minero proporcionaba, como parte de un contexto de alta inversión de capital extranjero en la minería, a la par de una importante participación de las industrias mineras nacionales en el rubro extractivo (Contreras, 2000, pp. 194-195). Como se aprecia en el primer capítulo, esta experiencia duró hasta que, por rencillas familiares, no hubo mayor salida para huir de su hogar a los 12 años.

Esta etapa formó parte de un proceso global en el que millones de niños dejaron sus hogares a temprana edad, en especial aquellos de escasos recursos, para emanciparse económicamente o abrirse camino a través de las sociedades que los cobijaban7. En el caso de Perú, podemos tener una idea sobre los niños que se desempeñaban como trabajadores en Lima, entre 1933 y 1938, a partir de los accidentes de trabajo producidos en dicho período. Estos no constituyen una población extensa dentro del total de casos reportados, por lo que el 1,42% representa a quienes llegaban hasta los 15 años; pero, si esto se extiende unos años más, entre las edades de 16 y 20 años, constituyen el 20,78%, es decir, la quinta parte de los accidentes en la clase trabajadora (ver MHC, 1935, 1937, 1938a y 1938b)8.

Más allá de las cifras, la infancia «recordada» de Sanjinez evidencia un relato marcado por la pobreza material, la violencia familiar y las vicisitudes que suponen para un niño asumir una temprana emancipación del hogar. Por otro lado, como se estudió en la construcción de historias de identidad en espacios rurales en Canadá durante la posguerra, puede enriquecer las investigaciones futuras sobre la noción de «infancia» en la sociedad peruana y el recuerdo de otras «infancias» para este período, que se construyen socialmente por múltiples actores (Corbett & Horner, 2019). En un contexto donde la situación del abandono infantil se convirtió en una de las principales problemáticas sociales que debía manejar el Estado, en especial por la percepción de los intelectuales sobre los riesgos «morales» que traía la mendicidad y vagancia del niño como obstáculos al progreso nacional, las vivencias que marcan su viaje desde Coro Coro hasta Lima muestran las situaciones de riesgo a las que un menor de edad se expone tras salir de su hogar9. Sin embargo, la identidad juvenil que se formó a partir de la constante migración y el trabajo en difíciles condiciones de vida ponen de relevancia el rol de estos lugares en la memoria personal para definir una experiencia distintiva de la infancia en el Perú moderno10.

Según se detalla en el segundo capítulo, estos datos permiten situar el universo social de don Jorge en pleno proceso de madurez. Asimismo, estos datos dejan muchas posibles contribuciones para la creciente historiografía sobre la infancia en Perú, la cual, aunque ha brindado importantes hallazgos para el período colonial y ha contribuido en nuestra comprensión sobre cómo la infancia se constituye en torno a los vínculos familiares y sociales, aún se encuentra en ciernes en lo que respecta al período republicano (Aristizábal & Mücke, 2020). Varios ejemplos de la región muestran que la preocupación por el bienestar infantil fue comprendida sobre todo bajo dinámicas verticales de participación entre el Estado y la sociedad civil. Desde la inserción de menores en fábricas, talleres y hogares adinerados como aprendices hasta las labores de reformación de las cárceles juveniles, el estudio de la transición hacia un Estado de bienestar en Latinoamérica, capaz de reemplazar el trabajo y la delincuencia infantil por la moderna educación básica universal, rara vez tomó en cuenta la voz del infante en la definición de su rol social y económico (Guy, 2002)11. Sin embargo, las experiencias relatadas en los primeros capítulos muestran que la continuidad de dicho enfoque resulta insuficiente para comprender las motivaciones que dieron forma a las valoraciones mutuamente constitutivas sobre el trabajo de un grupo de jóvenes migrantes en los Andes. Como lo estudió Ann Blum (2010) para el México posrevolucionario, las dinámicas de reciprocidad entre la unidad familiar y el trabajo infantil se contrastaban con la visión de protección al niño que buscó implementar el Estado. Así, el trabajo de los menores que contraviene el ideal de las élites no se rige solo por dictámenes verticales, sino también por valores morales compartidos por el grupo inmediato de codependencia, los cuales comprenden desde la responsabilidad hasta el mero acto de supervivencia.

Pese a los diferentes detalles referidos a esta etapa y los años que siguieron, no puede reconocerse la voz de lo que Antonio Gramsci llamó un «intelectual orgánico», alguien que buscó generar adherentes de su grupo social a un determinado conjunto de ideas, mediante la articulación de los fenómenos que dieron forma al desarrollo de las fuerzas políticas y sociales en la sociedad peruana, entre la década de 1930 y principios de 1940, el momento previo a su partida hacia Europa12. No obstante, estas experiencias, que se detallan en el tercer capítulo, nos proporcionan detalles sumamente amplios e íntimos sobre las actividades frecuentadas por la sociedad limeña en diferentes niveles, desde su interacción con «la cuestión sexual» hasta las dinámicas laborales en la organización de las carreras de caballos. Sin duda, esta información nos brinda mayores luces sobre diferentes temas que engrosaron la producción en la historia social peruana; ya que, gracias al minucioso nivel de detalle en sus recuerdos, estos se consolidan en imágenes dinámicas y entrelazadas a lo largo de este período mediante una narración cargada de múltiples escenarios, actores y sucesos. Por tanto, son de gran utilidad para comprender las prácticas de sociabilidad en el Perú de antaño13.

El peso de la guerra

Tras pasar los azarosos momentos de la infancia y juventud de don Jorge, los sucesos detallados en los capítulos 4 hasta el 10 constituyen la médula de su testimonio autobiográfico. Estos comprenden desde que se alista de manera voluntaria en Lima para pelear en la «guerra mundial», los meses de entrenamiento que tuvo entre América del Norte y Gran Bretaña; las campañas en el Frente Occidental junto a la Brigada Piron, en Francia, Bélgica y Países Bajos; y, por último, las labores de vigilancia y control que su unidad desempeñó en el sector británico de la ocupación aliada de Alemania. Debido a la gran extensión del relato en esta sección, son numerosas las referencias a diferentes temas que atraviesan la narración y que, al final, dan forma al recuerdo de don Jorge sobre sus propias experiencias bélicas: la vida cotidiana, la sexualidad, las relaciones personales, la alimentación, el trauma, las prácticas de sociabilidad, la muerte y, lo que considero particular del testimonio, el desarrollo de una perspectiva singular acerca de un conflicto que no fue visto de la misma forma que los soldados que lo acompañaban.

Debido a las circunstancias sui generis de sus vivencias, es difícil encontrar paralelos inmediatos con otros casos de participación bélica para esos años. A diferencia de la experiencia de algunas tropas coloniales del Imperio británico, don Jorge no estuvo motivado a participar en la guerra por lazos de lealtad impulsados por el mantenimiento de beneficios políticos con la metrópoli o alcanzar prestigio social mediante el ascenso en la jerarquía militar colonial (Jackson, 1997; Roy, 2009). Inclusive, contrario a la tendencia de participación global de miles de personas como voluntarios de guerra por motivos ideológicos en las etapas preliminares de la Segunda Guerra Mundial, no hubo mayor incidencia en combatir por motivos políticos como una razón prominente para decidir pelear por las fuerzas libres belgas, más allá de la posibilidad romántica de participar de una «gran aventura»14.

Si bien existen estudios interesantes que abordan el fenómeno de los «voluntarios» en Latinoamérica o de peruanos que participaron de conflictos internacionales en las primeras décadas del siglo XX, la falta de mayores evidencias para dicho tema imposibilita plantear estudios más completos que puedan expandirse y vincular de manera directa las experiencias colectivas de este conjunto con la realidad social y política del contexto histórico peruano15. En el caso de don Jorge, como consecuencia de su experiencia completamente atípica, sus vivencias no resultan fáciles de comprender bajo el discurso oficial que se tiene para el contexto histórico peruano. Cuando se piensa en la participación del país en la Segunda Guerra Mundial, basta comprender que, desde un nivel diplomático, Perú no tuvo protagonismo bélico en el curso de la conflagración, aunque sí tuvo una presencia importante en el desarrollo de las negociaciones globales de paz, permitiéndole ser uno de los miembros fundadores de la Organización de las Naciones Unidas, así como de una serie de instituciones internacionales durante la posguerra16.

Sin embargo, estudios recientes ampliaron la narrativa histórica para contemplar no solo el aspecto de las relaciones internacionales, sino también la dimensión social de las comunidades extranjeras residentes en Perú, como también de los ciudadanos peruanos que vivieron en Europa durante el conflicto. Más aún, antes que tratarse de hechos aislados y sin mayor relevancia, casos como los de la comunidad nikkei o la comunidad judía muestran que los vaivenes del conflicto y el manejo de la política exterior del presidente Manuel Prado tuvieron consecuencias que afectaron de manera directa la identidad de sus miembros y cuyo legado se mantuvo como un fenómeno importante por recordar como parte de su memoria colectiva17. Estos se sitúan en un campo poco estudiado sobre la Segunda Guerra Mundial en el continente, que pone de relieve el papel fundamental que desempeñó Estados Unidos en condicionar labores de cooperación con gobiernos latinoamericanos para detener, arrestar y deportar ciudadanos del eje y a sus familias, privándoles de procesos judiciales justos y de sus bienes, fragmentando los lazos que pudieran desarrollarse con las comunidades locales de los países donde los acogieron o donde crecieron18.

Precisamente, por motivo de este complejo y poco conocido legado histórico es que las acciones cometidas por el gobierno de turno contra connacionales y extranjeros cuyos países estuvieron involucrados en la contienda no se excluyeron de los discursos estatales peruanos cuando se trata de reconocer el peso de la responsabilidad. Así, el 14 de junio de 2011, el presidente Alan García pidió perdón por los abusos cometidos contra la población japonesa y sus descendientes durante la guerra, lo que simbolizó la reconciliación de la postura institucional del gobierno con la memoria colectiva de una comunidad inmigrante (Higa Sakuda, 2011). No hubo mayor eco del impacto que este gesto de reconocimiento tuvo en el rescate de la responsabilidad estatal por los perjuicios causados contra la comunidad nikkei hace más de medio siglo; pero es un buen ejemplo de la conflictiva y tensa trayectoria del Estado peruano por incorporar y aceptar, dentro de la memoria colectiva, su responsabilidad frente a sucesos del pasado que no necesariamente calzan dentro de la «genealogía nacional» del país. Mientras que los ciudadanos tienen el deber de recordar momentos clave de la historia nacional, sean guerras o conflictos, al mismo tiempo se espera que olviden momentos de hostilidad interna dentro de la sociedad (Anderson, 2006, pp. 196-201). Por ello, ciertas memorias individuales —como la de don Jorge— tienen el potencial de desafiar el recuerdo centralizado en las trayectorias exclusivamente nacionales de la memoria, sea para el caso de la guerra mundial como para la historia «oficial» de Perú (Hun Lim, 2022, pp. 89-94).

Estos elementos no solo conforman un período que significa el parteaguas de toda la experiencia de vida de don Jorge y que no puede entenderse sin sus antecedentes ni consecuencias, sino que también puede resultar de utilidad para producir nuevos estudios sobre la guerra desde una dimensión global que trascienda las versiones oficiales y los sesgos nacionales que muchas veces impregnaron la historiografía19. Todos los ejércitos en la guerra fueron, en diferentes grados, de composición heterogénea y, debido a su carácter multiétnico, es posible dilucidar diferentes dinámicas de arrastre y fragmentación para las sociedades que se vieron involucradas en la contienda. Para los millones de soldados que se desplazaron de todos los rincones del mundo, esta experiencia significó abrir camino a nuevas formas de conectividad cultural, capaces de vincular sus realidades locales con aquellas percibidas como foráneas (Buchanan, 2022).

Estos procesos globales encontraron una gran resonancia en las vivencias personales de don Jorge, las cuales, por fortuna, pueden documentarse no solo por el testimonio escrito, sino también por el componente fotográfico. A lo largo del texto, hay diferentes imágenes que ilustran su experiencia de vida, pero es necesario resaltar la forma en que la unión de la colección personal de la familia Sanjinez y la colección personal del señor Jean Louis Marichal permitieron brindar una mayor profundidad en la contextualización histórica de la memoria personal y la guerra. Desde una dimensión íntima, al reconstruir los pasos previos al entrenamiento como soldado y la llegada a Europa, así como por las muestras públicas del registro fotográfico de las acciones en campaña de la Brigada Piron entre Francia, Bélgica, Países Bajos y Alemania, estos materiales ayudaron de modo significativo a comprender aquellos elementos durante su servicio militar que, para un veterano, son los que le hicieron diferente a un civil y miembro de una comunidad aparte. Así como para el lector, las fotografías permiten situarlo históricamente en el contexto de las memorias, las que fueron la principal herramienta para impulsar el recuerdo durante el proceso de redacción de las mismas. Los actores y lugares adquieren una materialidad distinta a la expresada mediante la palabra escrita; además, vinculan las emociones y sentimientos de un momento decisivo en la vida de don Jorge como un ancla visual de historias que guardan una enorme importancia para él (Long, 2021, pp. 898-900; Mannik, 2011, pp. 80-82).

La vida se abre camino

Sobrevivir al conflicto no necesariamente supuso una ruta inmediata, libre de obstáculos, hacia nuevas experiencias de vida. Dejando atrás las ciudades europeas destruidas, el capítulo 11 inicia con los detalles de los desafíos que supuso retornar al Perú en 1946. Al ser una sociedad que no estaba preparada para reasimilar a don Jorge a una rutina de vida de preguerra, sea mediante la facilitación de servicios de rehabilitación psicológica o de asistencialismo laboral o educativo, como lo hicieron varios países del norte global, o bien brindándole una compensación económica por sus servicios prestados, reajustarse a la vida civil corría por cuenta propia. Más allá del hecho de que el gobierno no estaba obligado a cumplir con alguna de estas acciones, inclusive otros países de la región que tuvieron que lidiar con veteranos de guerra, producto de diferentes niveles de movilización poblacional para emprender acciones bélicas internacionales, no tuvieron mejores resultados. Tanto los gobiernos de Bolivia como Brasil actuaron sin mayor previsión en asistir y reivindicar a los soldados que regresaron del Chaco e Italia, respectivamente. Frente al desamparo estatal, algunos encontraron en sus difíciles circunstancias la motivación para unirse a causas políticas que los posicionaran como agentes de cambio social, mientras que otros se vieron instrumentalizados por la alta jerarquía militar, en su búsqueda por capitalizar el sentimiento de orgullo nacional que dicho grupo representaba para la sociedad (Niehbur, 2020; Smallman, 1998). Aunque resta por estudiar a cabalidad estos temas para el caso peruano, sabemos que los veteranos o «vencedores/sobrevivientes» —si usamos los términos de la época— de conflictos de gran trascendencia nacional, como la Guerra del Pacífico, tuvieron grandes dificultades para subsistir económicamente, incluso luego de varias décadas. Como consecuencia, individuos como Sebastián Ajahuana Ccama, un veterano quechuahablante puneño, pidieron al Estado que les otorguen una pensión como una forma de reconocer sus servicios, motivados por lograr sentirse «protegidos» por el gobierno frente a las penurias económicas que debían afrontar (Reyes Flores, 2018, pp. 48-49)20.

Al llegar a Perú durante los primeros años de la posguerra global, las circunstancias locales no fueron favorables para propiciar una transición con relativa calma hacia una «normalidad» civil para don Jorge. Con el inicio de un nuevo gobierno democrático en 1945, liderado por José Luis Bustamante y Rivero, del Frente Democrático Nacional, se apostó por la búsqueda del centro político y el fortalecimiento del rol estatal en la producción e industrialización del país. De la mano con el Apra, que flexibilizó su postura respecto a la democracia y la influencia norteamericana en el continente, los principales esfuerzos gubernamentales se concentraron en hacer frente a una crisis económica que incrementaba de manera constante los precios y disminuía el valor de los salarios. A partir de las movilizaciones y esfuerzos asociativos de décadas pasadas, los trabajadores fortalecieron sus gremios para hacer llegar sus demandas al gobierno, mientras que los trabajadores agrícolas se organizaron para elevar sus salarios, defenderse de los desalojos arbitrarios y recuperar las tierras usurpadas por los hacendados (Drake, 1994, pp. 123-134; Cotler, 2005, pp. 240-246)21. Para 1947, con una rampante precarización del control estatal en el manejo de la escasez de divisas y los crecientes costos de vida, el país estaba sumido en el desorden político y social. Ante ello, las protestas organizadas de los gremios laborales se hicieron cada vez más frecuentes y el creciente sentimiento antiaprista, cultivado entre la oligarquía, el Partido Comunista y algunos sectores del ejército, terminó por erosionar la frágil confianza que subsistía en favor del gobierno de Bustamante. Desde la esfera pública, la prensa aliada de la derecha denunciaba la incapacidad del Ejecutivo en controlar el país, con lo que alimentaba la necesidad de ocupar a la fuerza el vacío institucional dejado por el gobierno. Así, los altos mandos militares, desencantados con la falta de reformas y el estado nacional de crisis, encontraron, en quien había sido el ministro de gobierno y policía, el general Manuel Odría, la cabeza para frenar el potencial avance del Apra en el gobierno mediante un golpe de Estado. Con ello, se inauguró una nueva época que dio paso a una mayor liberalización de la economía, la apertura hacia el capital extranjero y una firme postura anticomunista en los inicios de la Guerra Fría (Masterson, 2001, pp. 131-156; Portocarrero, 1983, pp. 147-177).

Pese a las circunstancias inciertas en las que la sociedad peruana se vio rápidamente envuelta, al regresar a una dictadura militar luego de casi una década de vida democrática, el quiebre personal en la vida de don Jorge respecto a una juventud y temprana adultez plagada de pobreza e inseguridad laboral logró materializarse al encontrar en su propia identidad «atípica» de veterano una ventana de oportunidad en uno de los rubros comerciales más importantes del siglo XX. Empezando su trabajo como limpiador de oficinas y mozo en los aviones, sus experiencias evidencian una trayectoria de notable ascenso dentro de la industria nacional de la aviación, la cual logró una expansión corporativa muy importante al vincular diferentes zonas del país y diversificar sus servicios, con lo cual logró así suplir las necesidades de transporte y comunicación que por mucho tiempo se sustentaron sobre la base de medios preindustriales y poco tecnologizados22. Por si fuera poco, la empresa fue nada menos que la compañía de aviación Faucett, fundada por el ingeniero norteamericano Elmer Faucett en 1928, la cual —como demuestra el testimonio de don Jorge— jugó un papel decisivo en el desarrollo de la aviación comercial y civil peruana. Solo entre 1932 y 1960, la compañía mantuvo un incremento porcentual promedio anual del 17,9% referido al transporte de pasajeros y un impresionante 143,6% en lo referente a carga transportada (MCH, 1959, p. 269; y 1969, p. 1170).

Junto al pujante avance corporativo de Faucett, la situación de don Jorge avanzó vertiginosamente hasta convertirse en uno de los gerentes de la compañía, un momento en que su experiencia deja de lado la precariedad material del pasado y lo reemplaza por gestiones administrativas, viajes permanentes al extranjero y comodidades que evidenciaban un cambio en su situación económica y, con ello, su notable ascenso social. A lo largo de los capítulos 11 y 13, sus vivencias denotan lo que significó trabajar frente al clasismo que impregnaba las distinciones que hacían los empleados de sí mismos respecto a los percibidos como «sirvientes de la compañía», sobre todo cómo la jerarquización laboral evidencia un fuerte arraigo en el componente educativo, el cual sirve de medio de «selección cultural» para escalar dentro de la organización corporativa. Según su testimonio, el valor asignado desde las autoridades a la lealtad para otorgar mecanismos de control de poder a ciertos trabajadores no era uniforme y es que, bajo la propuesta de Collin Randalls, mientras más demanda existe por la lealtad en una organización, mayor serán los medios de control. En ese sentido, ascender a gerente sin disponer de una formación escolar completa parece más una anécdota excepcional que un reflejo de las experiencias cotidianas en el ascenso corporativo dentro de la empresa. Sin embargo, dado que «ser instruido» es una característica que, dentro del universo social de Faucett, transmitía confianza y aceptación entre los empleadores, queda por explorar si este era uno de los criterios más importantes para obtener mejoras laborales en el mundo empresarial peruano y bajo qué circunstancias esto permitía negociar los límites impuestos por las razones normativas y de estatus que condicionaron su relevancia (Randalls, 2019, pp. 33-35, 42-45).

Por otro lado, manejar situaciones administrativas de la compañía que, a ojos de los directivos de Faucett, eran de gran importancia para consolidar su presencia aeronáutica en el norte del país, complementa el estilo de vida que don Jorge desarrolló a partir de su ascenso, dejándonos algunas interrogantes sobre las características de los trabajadores profesionales y semiprofesionales (o white-collar workers) en el Perú de la segunda mitad del siglo XX. En este aspecto, aunque hay evidencias de algo similar a un esprit de corps entre los trabajadores de diferentes niveles dentro de la jerarquía laboral, en particular cuando se refiere a defender los intereses de la compañía, no hay muestras significativas de cómo las tensiones políticas subyacentes al desempeño de las funciones influyeron en las relaciones entre los trabajadores. Por tanto, el testimonio en sí mismo no muestra experiencias como las que David Parker describió sobre los empleados bancarios, quienes muchas veces debían mostrarse proactivos en las luchas gremiales para mantener sus beneficios y estilos de vida (1998, pp. 224-227). Pese a ello, si fuéramos a explorar las dimensiones económicas y culturales en la formación de clase de este grupo, como resultado de su propia autopercepción dentro de una jerarquía social, habría mejores posibilidades, puesto que las diferentes valoraciones que don Jorge manifiesta sobre su nuevo ritmo de vida como gerente muestran rasgos de un ideal de estabilidad social y biográfica que los individuos pueden asumir como parte de su experiencia para reconocerse de clase media. A partir de ello, es posible nutrir futuras investigaciones para analizar el rol desempeñado por un grupo de valores, sentimientos y costumbres que se comparten de manera colectiva y que influyen en el imaginario social, así como en la formación de la identidad (Nugent, 2003, pp. 22-23; Portocarrero, 1998, pp. 15-17).

De igual forma, el testimonio de don Jorge sobre los vínculos entre el desarrollo de la industria aérea en el país y el norte peruano nos ubica en una perspectiva regional sobre la historia de la aviación nacional. Este fue un espacio que se estudió sobre todo por su relevancia política y agroexportadora, cuyos cambios tecnológicos y de flujo de capital fueron vistos en función a cómo permitieron consolidar una nueva élite dentro de los sectores agrícolas y acelerar la transición entre el trabajo coercitivo por modos laborales más flexibles, así como la iniciación radical de los partidos de masas en el devenir político de la república23. Bajo un contexto de mayor interés por el Estado de promover el desarrollo de la aviación y la «nacionalización» del espacio aéreo estratégico, mantener la estabilidad de las rutas de transporte de carga y pasajeros entre diferentes centros urbanos de la macrorregión norte resultó fundamental en los lazos de cooperación tejidos entre Faucett y el gobierno para posicionar la aviación como un medio de transporte vital en el desarrollo económico de las provincias (Vidal Olivares, 2019, pp. 4-5). Con ello, la experiencia aeronáutica desde la región abrió el camino para nuevos aportes a una creciente historiografía latinoamericana que recientemente brindó mayores luces sobre el rol de la aviación en la colonización de los espacios fronterizos y como una herramienta «tecnopolítica» para generar ciertas formas de conciencia entre las clases populares de la importancia de los aviones en el sostén de la dignidad nacional y el avance industrial (Fernandes Cruz, 2021; Alsina, 2022).

Sin embargo, no todo lo acontecido durante la posguerra fue positivo para la vida de don Jorge. Tras formar una nueva familia en su vejez y buscando disfrutar los frutos de una experiencia vital que trajo consigo numerosos problemas y sacrificios, dicho momento coincidió con el desarrollo de la violencia política a partir de la década de 1980. El último capítulo nos brinda detalles de su experiencia y la de su familia en Pucallpa durante el conflicto armado interno, una etapa marcada por amenazas permanentes, una cotidianidad de inseguridad y muerte, así como por el desarrollo de estrategias para lidiar con una violencia exacerbada que no hacía distinciones. Si consideramos que toma lugar en una zona que para la historiografía se estudió sobre todo por el rol de la producción cocalera en el Valle del Alto Huallaga dentro del financiamiento de Sendero Luminoso, así como los problemas de ineficiencia y corrupción que trajo las respuestas gubernamentales de contención y cooperación interamericana contra el narcotráfico, las vivencias de la familia Sanjinez abren las posibilidades de estudio para centrar el análisis en comprender cómo la falta de presencia estatal y el fracaso de las iniciativas de desarrollo regional permitieron el avance del Partido Comunistas del Perú Sendero Luminoso (PCP-SL) en las zonas urbanas de la Amazonía24.

Aunque dicho momento finalizó con su mudanza a Lima, lo que coincidió con la llegada a la presidencia de Alberto Fujimori, su relato sobre las dificultades que él y su familia afrontaron se abren camino en un campo poco explorado de los estudios desde las ciencias sociales sobre el período, visibilizando desde su intimidad y dinámicas familiares las tensiones vividas en el área urbana de Pucallpa entre los grupos terroristas y las fuerzas del orden25