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Judas macabeo es uno de los dramas teatrales de Pedro Calderón de la Barca. Suele emplear en ellos auspicios y profecías iniciales que desvían la atención del público, con componentes mitológicos, rasgos deudores de la obra de Lope de Vega y centrados en temas clásicos de la época como la religión, el amor y el honor.
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Seitenzahl: 71
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Pedro Calderón de la Barca
Saga
Judas macabeoOriginal titleJudas macabeo Cover image: Shutterstock Copyright © 1650, 2020 Pedro Calderón de la Barca and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726497298
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 2.0
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SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
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Tocan cajas y trompetas, ysale por una puerta Jonatas , Simeon YJudas , y por otraMatatías , Zares y Músicos.
Músic. Cuando alegre viene
Judas vencedor,
Su frente coronan
Los rayos del sol.
Mat. Valerosos Macabeos,
Legítima sucesion
De palestinos Hebreos,
Cuya gloriosa opinion
Vence al tiempo en los trofeos,
Triunfad dichosos; y vos,
Judas valiente, á quien Dios
Fió venganza y castigo
Del idólatra enemigo,
Sujetad las Asias dos;
Simeon, á quien el tierno
Pecho ocupa dignamente
Prudencia y valor eterno,
En la conquista valiente,
Y prudente en el gobierno;
Jóven Jonatas, que alcanzas
Victoriosas alabanzas,
Y coronado de glorias,
Á las mayores victorias
Exceden tus esperanzas;
Hijos, de quien merecí
Estas glorias, á quien dí
El ser, que yo he recibido,
¿Quedó el Asirio vencido?
Jud. Escucha, y sabráslo.
Mat. Di.
Jud. Despues, señor, que tu espada
Fue con trofeos mayores
Admiracion á la envidia,
Miedo al hado, horror al orbe;
Despues que tu diestra santa,
Ambiciosamente noble,
Libró religiosa el templo
De infames adoraciones;
Y despues que yo, supliendo
Tu esfuerzo, al baston conformes
Admiré con mi obediencia
Tus heredados blasones:Deseoso de victorias,
Partí á Bezacar, adonde
Vencí á Gorgias y Apolonio,
Rayos de la Asiria; entonces
Murió el soberbio Epifanes;
Que lo que el hado dispone,
Ni lo previene la ciencia,
Ni el estudio lo conoce.
No menos altivo y fiero
Antíoco corresponde
Á su inclemencia, heredando
El imperio y las acciones.
En Betulia me alojé,
Cuyo asiento sobre montes
Al mismo sol se levanta,
Digno de que al cielo toque;
Y disponiendo mi gente
Para alguna hazaña noble,
Llegué á la ciudad famosa
Del Jebuseo, renombre
De aquel divino profeta,
De aquel sumo sacerdote,
Que ardió en religioso aroma
Á Dios piadosos olores.
Aqui mi brazo valiente
Pensó ser castigo enorme
Del que idólatra la habita,
Dando culto á falsos dioses.
Sábado fue, cuyo dia
Venerara; pero rompe
Á la costumbre la fuerza;
Que no hay ley, que ella no borre.
De cien mil infantes fuertes,
Y de veinte mil veloces
Caballos, formó su campo
Apolonio, aquel que pone
Á Samaria y Palestina
Terror con solo su nombre;
Pues hijo de la soberbia,
Engendró efectos mayores.
Este pues llegó el primero,
Á quien Simeon con doce
Mil infantes animoso
Dichosamente se opone.
Seiscientas vidas trofeo
Fueron de su ardiente estoque;
Que ministro de la muerte,
Era un rayo cada golpe.
Sim. Cesa, valeroso Hebreo,
Para cuyo eterno nombre
Es de la divina fama
Mudo el labio, sordo el bronce;
Cesa de dar alabanzas
Á mi honor con dulces voces;
Porque ante las glorias tuyas
Son ningunos mis blasones.
Cántate á tí; que á tu fama
Otro estilo será torpe;
Porque tu memoria, solo
Quien la alcanza, la conoce.
Ó ya que, por mas valor,
Tu mismo honor no pregones,
Por ser la propia alabanza
Tan vil en los pechos nobles,
Di, que el sol rayaba apenas
Con su luz nuestro horizonte,
Y la mas vecina punta
Coronaba de esplendores,
Cuando Jonatas valiente,
Atropellando temores,
Por el enemigo campo,
Palestino Marte, rompe;
Di, como llegó animoso
Hasta el elefante, adonde
Triunfaba Apolonio. — Ah cielo!
Bien es que el estilo corte
Á mi voz el sentimiento;
Porque cuando el bruto nombre,
Bárbara pira que ha sido
De Eleazaro, el mundo llore.
Jon. Llore el sol, y á tanta ruina
Haga sentimiento el orbe,
Pues con tal pérdida miras
Levantados tus pendones.
El llanto y la pena son
De la fortuna pensiones;
Porque no hay victoria alguna,
Que sin desdichas se logre.
Al sol, que en temprano oriente
Se corona de arreboles,
En términos del ocaso
Pardas nubes se le oponen;
Descortes el viento al prado
Roba hermosura y colores,
Y las que hoy lucientes, son
Mañana caducas flores;
Á la primavera sigue
El invierno, al dia la noche,
Á glorias penas, á agrados
Llantos, á dichas rigores.
¡O venganzas de fortuna!
¡Mil veces felice el hombre,
Que ni teme tus amagos,
Ni se sujeta á tus golpes!
Yo, que de victorias mias
No será bien que te informe
Porque habiendo visto tantas,
Son mis empresas menores,
De nuestro hermano Eleazaro
Diré el fin, para que goce
En su muerte su alabanza;
Sus trágicas glorias oye.
Formó el valiente Apolonio
De veinte y cuatro disformes
Elefantes vago un muro,
Poblada ciudad de montes.
¿Nunca has visto desatados
De un ejército de flores,
De rosas bellas y varias
Divididos escuadrones,
Que de sus ricos matices
Verdes alfombras componen,
Donde alivien su cansancio,
Donde su descanso logren?
Tal las plumas parecian,
Que desatando colores,
Desde las puntas soberbias,
Que entre las nubes se esconden
De vagas selvas, de errantes
Campos, de pénsiles bosques,
En confusion rebozaban
Varias imaginaciones.
Sin temer á tanto exceso,
Judas el campo dispone;
Que lo que al número falta,
Le sobra en los corazones.
Apenas pues fatigados
Vieron los vientos veloces
Con tanto fuego su esfera,
Sus ecos con tantas voces,
Cuando Eleazaro valiente
Atrevido reconoce
Las insignias de Apolonio
En aquel bruto biforme,
Y ambicioso de alabanzas,
Contra la fiera se opone.
¿Quién vió asaltar vivo muro?
Quién vió estremecerse un monte?
El fiero animal rendido
Aun mas al temor, que al golpe,
Disimulado trofeo,
La máquina descompone;
Baja ofendido, y en vez
De que á las plantas se postre
De aquel, cuyos brazos fueron
Para su mal vencedores,
Bárbara losa le oprime,
Rústica tumba le acoge,
Bruta pira le fatiga,
Y urna funesta le esconde.
Halló, vencedor vencido,
En sus desdichas sus loores,
Sus victorias en sus ruinas,
Y su muerte en sus blasones.
Gorgias pues se retiró
Á Jerusalen, adonde
Piensa defenderse en vano,
Si el cielo no le socorre;
Que antes que el sol con sus rayos
Las crespas guedejas dore
Del rugiente signo, y antes
Que otra vez visite el orbe,
De Jerusalen verás
Temblar las soberbias torres,
Temiendo en manos de Judas
De Dios el divino azote;
Y castigando del templo
Tantos sacrificios torpes,
Que á mentidos bultos hacen
Idólatras intenciones,
Hará, que del testamento
Otra vez al templo tornen
Arca, ley, vara y maná
Del Jehova, Dios de los Dioses.
Ma., En mi ciego pensamiento
Tienen confusa porfía
Con el gusto el sentimiento,
Con la pena la alegría
Con el dolor el contento.
¡O llanto desconocido,
Que no igualan mis temores
El contento, que he tenido
Con tres hijos vencedores,
Al dolor de uno vencido!
¡O notable desconcierto,
Que en tormentos tan esquivos,
Cuando gusto y pena advierto,
No borren tres hijos vivos
El dolor de un hijo muerto!
Mas vengo á considerar
Hoy de nuestro ingrato ser,
Que no se sabe estimar
Tanto en el mundo un placer,
Como sentirse un pesar.
Y asi, cuando el alma escucha
Este dolor, que en mí lucha,
Advierto en el bien, que toco,
Que el mucho contento es poco,
Y la poca pena es mucha.
Confieso, que ingrato he sido
Á vuestro favor, mi Dios,
Con la pena que he tenido;
¿Mas qué hiciera yo por vos,
Si no lo hubiera sentido?
Todo es Vuestro, nada es
Mio, Señor. Si prevengo
Algun consuelo en los tres,
Es, porque pienso, que tengo
Con que serviros despues.[Vase.
Zar. Vencedor divino y fuerte, [áJudas.
Cuyas victorias han sido
El término del olvido,
El limite de la muerte,
Macabeo, en quien advierte
La fama mayor trofeo,
Defensor del pueblo hebreo,
De Sabaot esperanza,
Del falso Dagon venganza,
Castigo del Idumeo:
De la pasada victoria
No te he dado el parabien,
Porque dártele no es bien,
Pues era dudar tu gloria;
Que para mayor memoria
De tu valor y poder,
De las que esperas tener
Te la puede el mundo dar;
Pues en quererlo intentar,
Tienes seguro el vencer.
Vence, y mira agradecido
Deste campo la belleza,
Que, indigna de tu cabeza,