Juegos amorosos - Linda Goodnight - E-Book
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Juegos amorosos E-Book

LINDA GOODNIGHT

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Beschreibung

Él creía que no volvería a amar, ella quería hacerse con la custodia de sus gemelos... Grant había jurado que no volvería a casarse, pero si alguien podía volver a hacerle sentir, ésa era la dulce Ariana. Ella necesitaba un buen abogado que la ayudara a luchar por sus bebés y merecía un buen hombre en quien apoyarse para traer al mundo a los dos pequeños. Si el amor podía solucionarlo todo, quizá juntos podrían encontrar la solución a sus problemas... y a sus sueños.

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Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2003 Harlequin Books S.A.

© 2017 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Juegos amorosos, n.º 5549 - marzo 2017

Título original: Her Pregnant Agenda

Publicada originalmente por Silhouette® Books

Publicada en español en 2004

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Jazmín y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.:978-84-687-8803-6

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Portadilla

Créditos

Índice

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Epílogo

Si te ha gustado este libro…

Capítulo 1

 

No iba a llorar.

Ariana Fitzpatrick se metió a toda prisa en el servicio de señoras de las oficinas de Wintersoft. Por suerte, estaba vacío y se apresuró a encerrarse en uno de los baños. Tomó un poco de papel del dispensador y lo apretó con fuerza contra sus ojos. Daba igual lo duro que fuera el día, no iba a llorar otra vez. Ya había pasado ese período de su embarazo.

Se miró el vientre abultado por siete meses de gestación y ratificó su afirmación: ya no era momento de llorar.

Apoyó la cabeza contra la fría pared de azulejos y buscó, de nuevo, un trozo de papel higiénico. Pero se había acabado. Ése fue el detonante definitivo. Un río de lágrimas se deslizó por sus mejillas.

Ariana, normalmente tan profesional y calmada, lloró desconsoladamente hasta que los ojos se le hincharon y la garganta se le irritó.

–Te odio, Benjy Walburn –dijo, y golpeó la pared con el puño.

–¿Estás bien? –dijo una voz desde fuera.

Ariana se llevó la mano a la boca para contener un sollozo.

–¿Necesitas hablar? –preguntó la misma voz.

–No –dijo Ariana, y esa misma palabra volvió a provocar un mar de lágrimas.

–Abre la puerta –solicitó la voz, preocupada.

–¿Quién eres? –preguntó Ariana.

–Soy Emily Winters.

Por si no había tenido bastante, encima aquello. Se trataba de Emily Winters, la hija del jefe.

–Soy Ariana Fitzpatrick –dijo, mientras abría la puerta y salía con cuidado de no golpear su abultado vientre contra nada.

–¡Ariana! –exclamó Emily alarmada–. ¿Estás bien?

–Sí –respondió ella entre gemidos.

–Pues está claro que te sucede algo –dijo Emily.

Vestida con una camisa azul oscuro y una chaqueta blanca, Emily tenía un aspecto profesional y elegante.

Ariana, ansiosa por poder contarle a alguien su problema, sintió el irrefrenable deseo de sincerarse. Aquellos meses de mentiras a la empresa y a su familia por temor a perder todo lo que tenía pesaban demasiado. Nadie mejor que Emily para contarle definitivamente la verdad.

Antes de que las lágrimas le cortaran el habla, le dijo:

–Soy una mentirosa.

Emily no pareció alterarse por la confesión.

–¿Quieres contarme el problema con más exactitud? Quizá pueda ayudarte.

–Estoy embarazada.

–Bueno… eso es evidente –dijo Emily. Ariana no pudo evitar una leve carcajada–. Sé que todo el mundo está emocionado por tus gemelos y la inminente boda.

–Ése es el problema: no va a haber boda. Me lo he inventado –aquella pequeña mentira le había parecido la mejor solución en su momento–. Benjy me abandonó hace dos meses.

–¡Oh, Ariana, lo siento! –Emily tomó un trozo de papel de otro dispensador y se lo dio para que se limpiara las lágrimas–. Pero no entiendo por qué te inventaste esa mentira. No eres tú quien sale perdiendo, sino él.

–La verdad es que, entre otras cosas, me preocupa causarle un problema a la empresa. Mi trabajo como relaciones públicas de Wintersoft es dar buena imagen.

–No digas tonterías. La imagen de la compañía no es el problema, Ariana. Lo importante sois tú y tus niños –Emily frunció el ceño–. ¿Ese desgraciado de Benjy tiene alguna intención de prestarte apoyo financiero?

–Me ha dicho que todo esto es problema mío.

–¡Es indignante!

La puerta del baño se abrió y Carmella López, la secretaria del director de la compañía, se unió a ellas. Ariana habría preferido que la influyente mujer, demasiado próxima al dueño de la empresa, no se enterara de su mentira. Pero Emily le explicó el asunto sin dilación y Carmella se indignó como ella.

–Lo que necesitas es un buen abogado –dijo rápidamente.

–No puedo permitírmelo –se lamentó Ariana.

La mirada de Emily se iluminó de repente.

–Yo sé quién te puede ayudar. Nuestro vicepresidente del departamento legal es uno de los mejores abogados de Boston. Podemos convencerlo para que se encargue de tu caso –agarró a Ariana de la mano y la condujo hacia la puerta.

–¡No puedo hacer eso! –Ariana retrocedió horrorizada.

Ya era bastante humillante estar sola y embarazada como para, encima, tener que aceptar la caridad de otros.

–Claro que puedes. Los abogados hacen con frecuencia ese tipo de cosas por ética y sé que Grant Lawson es un hombre de principios.

Emily volvió a agarrarla de la mano y Ariana no tuvo más remedio que seguirla.

–Emily –dijo Carmella–. ¿Podrías venir a verme más tarde? Tenemos que hablar.

–Muy bien –contestó Emily y empujó a Ariana fuera del servicio–. Hasta luego.

En cuestión de minutos, Emily y Ariana ya estaban en el despacho del abogado. Emily asomó la cabeza por el vano de la puerta.

–Hola, Grant. ¿Tienes un segundo? Ariana necesita tu consejo.

Grant levantó la cabeza y miró a su visita.

–Sí, por supuesto.

El atractivo abogado, tenía un increíble pelo negro, unos bonitos ojos azules y un atlético cuerpo que dejaba sin respiración. Era un profesional muy respetado por todo el mundo, y un soltero codiciado por muchas mujeres de Wintersoft. Pero sus modales correctos y educados eran, a la vez, un modo de mantener las distancias con todo el mundo.

Ariana, sin embargo, no se encontraba entre sus admiradoras. Empleaba su tiempo y energía en rescatar a hombres desamparados, sin conseguir jamás resolver sus carencias y buscándose demasiados problemas.

Grant se levantó y les señaló los asientos.

–Sentaos.

Emily se sentó en una silla y cruzó sus piernas largas y bien contorneadas, dejando que la falda le descubriera la rodilla.

Ariana envidiaba a cualquiera que pudiera cruzar las piernas. Por su parte, buscó un asiento amplio en el que aposentar su dilatado cuerpo.

–Estaré encantado de poder ayudar a una compañera. Ahora necesito que me cuentes el caso con detalle.

–Muy bien –Emily se levantó–. Os dejaré solos para que habléis. No te preocupes, todo irá bien. Estás en buenas manos.

Dicho aquello, salió del despacho y dejó a Ariana ante don Perfecto para que le diera cumplida cuenta de su estupidez.

Mientras ella relataba la situación, él asentía interesado, interrumpiendo con preguntas en un par de ocasiones.

Al terminar, Grant se quedó pensativo unos segundos. Luego se inclinó hacia delante y apoyó los codos sobre la mesa.

–Háblame de ese ex prometido tuyo con más detalle.

Su gesto estaba pensado sin duda para invitarla a hablar y la verdad era que funcionaba.

Parte de la tensión que había acumulado en los hombros desapareció al compartir su problema con alguien más.

Había pasado unos meses terribles desde el día que había descubierto que Benjy no sólo no se iba a casar con ella, sino que iba a hacerlo con la mujer con la que llevaba meses viéndose.

–Benjy salió huyendo el mismo día que íbamos a casarnos.

–¿Benjy? ¿Estás hablando de un perro? –bromeó Grant para suavizar la tensión.

Ariana captó rápidamente su intención.

–Ojalá. Al menos podría haberlo llevado a la perrera.

–O al veterinario para que lo durmiera eternamente –dijo Grant con un sentido del humor que a Ariana le resultaba extraño en un hombre tan serio como él.

Ella se rió.

–Por desgracia, es el padre de mis hijos. Sólo siento de verdad no haberme dado cuenta del tipo de persona que era. Se hace la víctima para engatusar a las mujeres. Y cuando hablo de mujeres, subrayo el plural porque nunca se conformaba con una.

De pronto, la sonrisa relajada del abogado se transformó en un gesto duro y su voz se hizo áspera.

–¿Te engañó?

–Supongo que debería haberme dado cuenta en el momento en que se negó a hacer planes de boda. Pero no se me ocurrió pensar mal hasta el día en que me dejó plantada en el juzgado. Tonta de mí, pensé que si no llegaba era porque había tenido un accidente.

–Tenías derecho a esperar que el padre de tus hijos te fuera fiel. La confianza es una parte importante en las relaciones. Ahora háblame de ti –dijo Grant, mirándola con intensidad–. ¿Le fuiste infiel alguna vez?

–Jamás –Ariana se ruborizó ante la pregunta.

Aunque Benjy no había sido el primer hombre con el que había salido, sino uno más dentro de una larga lista de malas elecciones, sí había sido su primer y único amante. Había estado tan convencida de que la amaba que se había entregado a él totalmente.

Su autoestima se había visto cruelmente mancillada al descubrir que sólo la había utilizado durante su rehabilitación. Una vez que lo había ayudado a ponerse en pie de nuevo, todo había cambiado. Su embarazo había supuesto un estorbo y una responsabilidad que él no quería asumir.

Grant se recostó sobre el respaldo de su sillón.

–Acepto el caso –dijo él y Ariana lo miró sorprendida–. Conseguiré que ese caniche asuma su responsabilidad para con sus hijos.

 

 

Grant comenzó a escribir a toda prisa en el cuaderno, tomando notas sobre lo que Ariana acababa de contarle.

Le gustaba ocuparse de casos como aquél y lo hacía siempre que podía. Ayudar a los que realmente lo necesitaban hacía que se sintiera bien.

Aunque, en aquella ocasión, no había aceptado el caso sólo por altruismo. Sino porque sabía demasiado bien lo que era sentirse engañado. Era injusto que alguien tuviera que pasar por eso.

Miró directamente a la víctima y se sorprendió al notar la suavidad de su piel.

Aunque todas las conversaciones que habían mantenido hasta entonces habían sido estrictamente profesionales, no era la primera vez que se fijaba en ella. Era muy bonita, con unos ojos almendrados de un color sugerente e inclasificable y un cabello castaño oscuro que le caía, abundante, sobre los hombros. Siempre amable y solícita, incluso con el peor de los impresentables de la empresa, Ariana tenía una oscura belleza que fascinaba a todo el que tuviera un corazón en el pecho. Eso lo dejaba fuera de la lista, porque en el lugar en que antes tenía el corazón sólo le quedaba un enorme agujero.

Grant trató de no mirar a su abultado vientre, pero le fue imposible. Nunca antes había visto a ninguna mujer en un estado tan avanzado de gestación. Además, su gesto de determinación acompañado de un claro componente de debilidad despertaba en él su dormido instinto de protección. No iba a permitir que aquel desalmado saliera impune.

–¿Sabes la dirección de ese tal Benjy?

–No. Pero sé dónde trabaja. No esperes que colabore.

Él le tendió el cuaderno con seguridad.

–¿Te importaría escribirme su nombre completo y la dirección?

El factor sorpresa siempre era importante en aquel tipo de casos, así que necesitaba tener todos los detalles precisos.

Ariana trató de ponerse de pie. Pero su enorme cuerpo no parecía dispuesto a colaborar.

Él trató de ayudarla, pero ella rechazó su mano.

–Esto sí que puedo hacerlo sola, gracias.

Lo intentó varias veces más, hasta que, finalmente, lo logró.

Grant sonrió para sí. Le fascinaba la entereza y determinación de aquella mujer.

No pudo evitar mirarla mientras se acercaba al escritorio, envuelta en un ligero vestido verde.

Con la excepción de aquel vientre descomunal, su figura era menuda y grácil. Tenía una constitución ósea pequeña y un delicado rostro que albergaba la mirada más dulce que había visto jamás.

Algo se removió dentro de él y Grant se sintió confuso. Debía ser simpatía o compasión. Ningún hombre encontraba a una embarazada atractiva, ¿verdad?

No, por supuesto que no.

Ariana tomó el bolígrafo y se inclinó para escribir. Su abundante cabello se derramó sobre su rostro como una cascada.

Inspiró profundamente, un suspiro limpio y fresco.

Él estudió con detenimiento su perfil. Admiró la delicadeza de su largo cuello y esperó pacientemente a que alzara la cabeza para poder observar su cara. Se dijo que lo hacía por una razón profesional. Un abogado conseguía un montón de información a través de los ojos del cliente.

Ella se incorporó y, de pronto, su tez palideció. Se agarró al borde de la mesa.

–¡Ay! –gimió, y se balanceó de un lado a otro.

Grant se levantó de un salto y corrió a su lado para sujetarla. Al tomarla en sus brazos, notó que su vientre se movía. Fue una sensación sorprendentemente agradable. Pero se liberó muy pronto de tan inconvenientes sentimientos. El sentimentalismo no tenía cabida en sus relaciones profesionales.

–¿Estás bien?

–Sí –respondió ella mientras respiraba profundamente–. Me he mareado ligeramente, eso es todo.

La ayudó a llegar hasta la silla y se quedó de pie ante ella.

–¿Te ha ocurrido esto antes?

Ella se mojó los labios y apoyó la cabeza sobre el respaldo.

–De vez en cuando.

Grant se dirigió a la pequeña nevera que tenía en un rincón del despacho y sacó una botella de agua. La abrió y se la dio a Ariana.

–Gracias –dijo ella en un susurro. Tomó la botella y dio un sorbo.

–¿Has comido?

–Algo.

–¿Qué has comido?

Ella se sentó derecha.

–Estoy bien. Ya se me ha pasado.

–A mí no me da esa impresión. ¿Te estás cuidando como es debido? ¿Estás tomando vitaminas, durmiendo lo suficiente?

Ariana se tensó.

–¿Estoy ante un tribunal?

–Perdona, lo siento –él se apartó ligeramente, pero no tanto como para no apreciar las marcas de cansancio en su cara–. Te acompañaré a tu coche en cuanto estés lista para marcharte.

Ella negó con la cabeza.

–Voy en transporte público –repuso la joven.

Por supuesto, se dijo Grant, como casi todo el mundo en Boston. Hasta él solía ir a trabajar en autobús. Aunque a veces se podía permitir el coche porque tenía una plaza de garaje.

Se quedó pensativo un momento. Él tenía coche y ella se encontraba mal. Echó un rápido vistazo a su Rolex y tomó una decisión aún más veloz.

–Te llevo a tu casa.

–Grant, te lo agradezco –dijo Ariana dejando la botella sobre la mesa–. Pero estoy bien. Soy perfectamente capaz de irme sola a casa.

–Esto no tiene nada que ver con la amabilidad, sino con el sentido común. Estás agotada y hambrienta. Has estado a punto de desmayarte. ¿Y si te ocurre algo en el autobús? Soy un caballero y, como tal, me ofrezco a llevarte a casa.

Ella levantó la barbilla, desafiante.

–Necesito un abogado, no un guardián.

–¿Vas a arriesgar la salud de tus hijos por cabezonería?

Ariana apretó los puños.

–Eso ha sido un golpe bajo.

–Soy abogado, ¿qué esperabas? –dijo él con una leve sonrisa.

Ella recapacitó.

–Bueno, la verdad es que estoy cansada y en el autobús tendría que ir de pie.

–Te ofrezco climatizador y un asiento para ti sola.

Ella sonrió y lo apuntó con el dedo.

–Normalmente no necesito que nadie se ocupe de mí. Pero, de acuerdo, esta vez ganas.

Conteniendo una sonrisa satisfecha, la ayudó a levantarse.

Ariana todavía no sabía que él siempre ganaba.

Capítulo 2

 

Llena de satisfacción, Emily Winters vio a Ariana y a Grant Lawson salir juntos de la oficina. Se sentía como la legendaria samaritana haciendo la buena acción del día.

Sabía que el abogado cuidaría de la abrumada Ariana. Sólo él podía sacar algo de su ex prometido.