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"La Aurora en Copacabana" es una joya literaria que nos lleva a un viaje por la devoción y el teatro del Siglo de Oro español. Escrita por Pedro Calderón de la Barca durante su período de senectud, entre 1664 y 1665, esta comedia se distingue por ser la única de tema americano creada por este aclamado dramaturgo español. Esta obra dramatiza la historia de la milagrosa talla de la Virgen de Copacabana, una pieza esculpida por el talentoso artista indígena Francisco Tito Yupanqui.
El contexto histórico y espiritual de la época cobra vida a través de esta trama teatral, que forma parte de la campaña de difusión del culto de la Virgen de Copacabana en España. Calderón de la Barca nos lleva a explorar la riqueza de la cultura y la fe en América, ofreciendo una perspectiva única y valiosa en la historia de la dramaturgia.
Inspirado por fuentes como la Historia general del Perú de Inca Garcilaso de la Vega y la Historia del Santuario de Nuestra Señora de Copacabana de Alonso Ramos Gavilán, Calderón tejó una narrativa que se basa en la libertad artística y la interpretación de la época. La pieza destaca la dimensión evangelizadora de la conquista del Perú, reflejando las ideas y creencias de su tiempo.
En la quietud de la lectura, sentirás la emoción de un teatro que trasciende culturas y épocas. "La Aurora en Copacabana" es más que una comedia; es un testimonio histórico y una obra que ilumina la devoción y la expresión artística de un período crucial en la historia de América y España.
Prepárate para sumergirte en esta cautivadora narrativa que te llevará a explorar la fe, el teatro y el encuentro de dos mundos en una amalgama de cultura y devoción. ¡Un destello de la historia que merece ser descubierto y apreciado en toda su grandeza!
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Veröffentlichungsjahr: 2023
Copyright 2023
Cervantes Digital
All rights reserved
Pedro Calderón de la Barca
LA AURORA EN COPACABANA
Personas que hablan en ella:
GUÁSCAR INGA, rey.
YUPANGUÍ.
GLAUCA.
TUCAPEL.
UN SACERDOTE.
GUACOLDA.
LA IDOLATRÍA.
Unos Indios.
Un indio llamado ANDRÉS.
Cuatro damas.
PIZARRO.
ALMAGRO.
CANDÍA.
Marineros.
DON LORENZO DE MENDOZA, conde de Coruña.
DON JERÓNIMO MARAÑÓN, gobernador.
UN DORADOR.
Dos Ángeles.
Acompañamiento y Música.
Jornada I
Dentro instrumentos y voces, y salen en tropa todos los que puedan vestidos de indios, cantandoy bailando YUPANGUÍ, indio galán, un SACERDOTE, GLAUCA y TUCAPEL, y detrás de todos GUÁSCAR INGA, rey, todos con arcos y flechas.
YUPANGUÍ En el venturoso día
que Guáscar Inga celebra
edades del sol, que fueron
gloria suya y dicha nuestra,
prosiga la fiesta.
MÚSICA Prosiga la fiesta, 5
y aclamando a entrambas deidades,
del Sol en el cielo, del Inga en la tierra,
al son de las voces repitan los ecos,
que viva, que reine, que triunfe y que venza
INGA ¡Cuánto estimo ver que a honor 10
de la consagrada peña
que desde Copacabana
sobre las nubes se asientan,
en nacimiento de gracias
de haber sido la primera 15
cuna del hijo del Sol,
de cuya clara ascendencia
mi origen viene, os mostréis
tan alegres!
YUPANGUÍ Mal pudiera
nuestra obligación faltar 20
a tanta heredada deuda.
Cinco siglos, gran señor,
de dádiva tan excelsa
como darnos a su hijo
para que tú dél desciendas, 25
se cumplen; y hoy otros cinco
ha que cada año renuevan
la memoria de aquel día
todas tus gentes, en muestra
de cuánto a su luz debimos 30
y así no nos agradezcas
festejos que de dos causas
nacen hoy: una que seas
tú nuestro monarca, y otra
que al culto en persona vengas, 35
a cuyo efecto hasta Túmbez,
donde el Sol su templo ostenta,
a recibirte venimos,
diciendo en voces diversas.
ÉL y MÚSICA Que vivas, que reines, 40
que triunfes y venzas.
INGA De una y otra causa, a ti
no poca parte te empeña,
Yupanguí, pues que no ignoras
desciendes también de aquella 45
primera luz, por quien de Inga,
ya que no la real grandeza,
la real estirpe te toca.
YUPANGUÍ Mi mayor fortuna es esa.
(Aparte.)
Bien que mi mayor fortuna, 50
si he de consultar mis penas,
no es sino ser el felice
día en que a Guacolda, bella
sacerdotisa del Sol,
llegué a ver. ¡Ay de fineza 55
que al cabo del año un día
está con mirar contenta!
SACERDOTE Pues en tanto que llegamos
a la falda de la sierra,
donde las sacerdotisas 60
deste templo es bien que vengan,
puesto que allá ha de ser hoy
la inmolación de las fieras
que llevamos encerradas,
para sus aras sangrientas, 65
prosiga el canto.
GLAUCA Bien dice.
El baile, Tucapel, vuelva.
TUCAPEL ¿Es por mostrar, Glauca, cuánto
de hacer mudanzas te precias?
YUPANGUÍ ¿Que siempre habéis de reñir? 70
LOS DOS Pues, ¿quién sin reñir se huelga?
YUPANGUÍ ¿Ni quién sino yo tendrá
para sufriros paciencia?
MÚSICA Prosiga la fiesta,
aclamando a entrambas deidades, 75
del Sol en el cielo, del Inga en la tierra,
al son de las voces repitan los ecos
que viva, que reine, [que triunfe y que venza.]
[ESPAÑOLES (Dentro a lo lejos.)
¡Tierra, tierra!
[OTROS ¡Tierra, tierra!]
INGA Oíd. ¿Qué extrañas voces son 80
las que articuladas suenan
como humanas, sin saber
lo que nos dicen en ellas?
YUPANGUÍ No extrañéis que en estos montes
voces se escuchen tan nuevas, 85
pues tantos ídolos tienen
como peñascos sus selvas.
Desde aquí a Copacabana
no hay flor, hoja, arista o piedra
en quien algún inferior 90
dios no dé al Sol obediencia.
Y así, no solo se oyen
aquí equívocas respuestas
de idiomas que no entendemos;
pero se ven varias fieras 95
que por los ojos y bocas
fuego exhalan y humo alientan.
¿Y qué mayor que haber visto
una escamada culebra
tal vez, que todo el contorno 100
enroscadamente cerca
hasta morderse la cola
dando a su círculo vuelta,
como que da a entender cuánto
es misteriosa la selva, 105
a quien hacen guarda tales
prodigios?
INGA Que este lo sea
no será razón que a mí
me turbe ni me suspendas.
Prosiga la fiesta.
MÚSICA Prosiga la fiesta, 110
y aclamando a entrambas deidades,
del Sol en el cielo, [del Inga en la tierra,
al son de las voces repitan los ecos
que viva, que reine, que triunfe y que venza.]
(Dentro PIZARRO a lo lejos.)
PIZARRO Pues ya vemos tierra, ¡ea!, 115
para arribar a su orilla,
amaina.
TODOS Amaina la vela.
(Vuelven a bailar, y a suspenderse.)
INGA Callad, pues vuelven las voces,
por si podéis entenderlas.
INDIO Silencio.
OTRO Silencio.
GUACOLDA (Dentro.) ¡Ay triste! 120
INGA ¿Qué nuevo eco se lamenta
ya en nuestro idioma?
TUCAPEL (Aparte.) El de una
mujer, y según las señas
sacerdotisa.
YUPANGUÍ Guacolda
es la que diciendo llega. 125
(Sale GUACOLDA como asustada.)
GUACOLDA Valientes hijos del Sol,
cuya clara descendencia
hasta hoy lográis en el grande
Inga que en vosotros reina,
suspended los sacrificios 130
que a su alta deidad suprema
prevenís, y acudid todos
a mi voz y a la ribera
del mar, a ver el prodigio
que a nuestros montes se acerca. 135
INGA Hermosa sacerdotisa,
cuya divina belleza
te acredita superior
a cuantas el claustro encierra
a su deidad consagradas, 140
¿qué es esto? ([Aparte.] Hablar puedo apenas,
admirado en hermosura
tan rara.) Cuando te espera
tanto concurso a que tú
sus ricos dones ofrezcas, 145
en vez de venir festiva
y acompañada de bellas
ninfas del Sol, sola, triste,
confusa, absorta y suspensa
a turbarlos vienes.
GUACOLDA No 150
me culpes hasta que sepas,
generoso Guáscar Inga,
la causa.
INGA ¿Qué causa es?
GUACOLDA Esta.
YUPANGUÍ [Aparte.]
¿Quién creerá que muero yo
por saberla y no saberla? 155
GUACOLDA De ese templo que a la orilla
del mar brilla, en competencia
del que a la orilla también
de la laguna que cerca
de Copacabana el valle 160
yace, vista de la peña
en cuya eminente cumbre
el Sol una Aurora bella
amaneció para darnos
a su hijo, porque fuera 165
no menos noble el cacique
que domine las setenta
y dos naciones que hoy,
después de partir herencias
con tu hermano Atabaliba 170
mandas, riges y gobiernas.
De ese templo, otra vez digo,
salí con todas aquellas
que al Sol dedicadas, hasta
que por su suerte merezcan 175
ser su víctima algún día,
viven a su culto atentas,
con deseo de llegar
tan rendida a tu presencia
que fuesen mi alma y mi vida 180
el primer don de la ofrenda;
cuando, volviendo los ojos
al mar, vimos en su esfera
un raro asombro, de quien
no sabré darte las señas; 185
porque si digo que es
un escollo que navega,
diré mal, pues para escollo
le desmiente la violencia;
si digo preñada nube 190
que a beber al mar sedienta
se abate, diré peor,
porque viene sin tormenta;
si digo marino pez,
preciso es que me desmientan 195
las alas con que volando
viene; y si digo velera
ave el que nadando viene,
también desmentirme es fuerza.
De suerte que a cuatro visos 200
monstruo es de tal extrañeza,
que es escollo en la estatura,
que es nube en la ligereza,
y aborto de mar y viento,
pues con especies diversas, 205
pez parece cuando nada
y pájaro cuando vuela.
Los gemidos que pronuncia,
voces son de extraña lengua
que hasta hoy no oímos. Y al verle, 210
todas huyeron ligeras
a salvar la vida, viendo
que si a tierra una vez llega,
será en vano que la huida
las ampare ni defienda. 215
Pues quien corre tan veloz
por el mar, ¿qué hará por tierra?
Sola yo, no al valor tanto
como al desmayo sujeta,
absorta me quedé, y viendo 220
que habían cerrado las puertas
del templo a mi retirada,
ni bien viva ni bien muerta,
hasta este sitio he llegado,
donde para que no creas 225
más a mi voz que a tus ojos,
te pido que al mar los vuelvas.
Mírale, pues, cuán horrible
ya a las orillas se acerca.
Sálvete, señor, la fuga, 230
pues no puede la defensa.
INGA ¡La fuga salvarme a mí
contra quien en vano engendra
portentos ni tierra ni agua,
ni aire ni fuego! Las flechas 235
que contra otros animales,
bien que no de igual fiereza,
emponzoñadas usamos
de mil venenosas yerbas,
contra este flechad; que yo 240
seré el primero que emprenda
lograr el tiro.
YUPANGUÍ A tu vida
mi pecho el escudo sea.
¡Ay Guacolda, si entendieses
tan equívoca fineza, 245
que es lealtad cuando me obliga,
y es amor cuando me fuerza!
GUACOLDA ¡Oh, si tú, Yupanguí, vieses
los pesares que me cuestas!
TODOS Todos haremos lo mismo. 250
TUCAPEL Sino yo, Glauca.
GLAUCA ¿Qué intentas?
TUCAPEL Que tú te pongas delante,
con que a todos nos remedias.
GLAUCA ¿Yo a todos?
TUCAPEL Sí.
GLAUCA ¿Cómo?
TUCAPEL ¿Cómo?
Si te coge la primera 255
a ti, de ti quedará
tan ahíto, que no tenga
hambre para los demás.
INGA Pues ya que la lealtad vuestra
en mi defensa se ponga, 260
no venga a ser en mi ofensa.
Igual con todos, haremos
ala, y de nuestras saetas
tan espesa sea la nube
que sobre su escama llevaba 265
los congelados granizos
de piedra y pluma, que muera
en las ondas desangrada.
PIZARRO (Dentro.) Echa el áncora y aferra
haciendo a esos montes salva. 270
GUACOLDA ¿Qué esperáis, cuando ya expuesta
al tiro está?
(Al disparar ellos al vestuario, disparan dentro una pieza, y todos se espantan.)
VOCES (Dentro.) Dale fuego
UNOS ¡Qué asombro!
OTROS ¡Qué horror!
TODOS ¡Qué pena!
TUCAPEL ¡Qué bravo metal de voz
tiene la señora bestia! 275
INGA Monstruo que con tal bramido
al verse herido se queja,
de los abismos sin duda
aborto es.
GUACOLDA Pues no aprovechan
contra él las flechadas iras 280
de nuestros arcos y cuerdas,
defiéndanos de los montes
la espesura.
TODOS Entre sus breñas
nos amparemos.
(Vanse.)
INGA ¡Cobardes!
¡Así a vuestro rey se deja! 285
Pero, ¿qué importa, si quedo
yo conmigo?
YUPANGUÍ Considera
que cuando de conocido
la vida, señor, se arriesga,
todos dicen que es valor, 290
más ninguno que es prudencia.
En ventajosos peligros
donde no alcanza la fuerza
alcance la industria.
INGA ¿Cómo?
YUPANGUÍ Manda desatar las fieras 295
que están para el sacrificio
en diversas grutas presas,
y fieras a fieras lidien,
cebándose antes en ellas
que no en las gentes, aquese 300
asombro.
INGA Bien me aconsejas.
Ceda el brío a la razón
una vez. (Aparte.) Mejor dijera
ceda al gusto, pues por solo
salvar la vida de aquella 305
hermosa sacerdotisa
lo acepto.
YUPANGUÍ Guacolda bella,
ya cumplí con la lealtad,
cumpla ahora con la fineza.
¿Dónde el temor te ha llevado? 310
VOCES (Dentro.) Al monte, al monte.
(Descúbrese la nave, y en ella PIZARRO, ALMAGRO, CANDÍA y marineros.)
PIZARRO La tierra
que desde aquí se descubre
no es como las otras, yerma,
que atrás dejamos, pues toda,
coronando de sus tierras 315
las más eminentes cimas,
se ve de gentes cubierta.
ALMAGRO Gracias a Dios, gran Pizarro,
que después de tan deshechas
fortunas, naufragios, calmas, 320
hambres, sedes y tormentas
como habemos padecido,
desde que abriendo las sendas
del mar del Norte al del Sur,
atravesamos la Nueva 325
España, y en Panamá
nos hicimos a la vela.
Gracias a Dios, otra vez
y otras mil a decir vuelva,
que después de tantos riesgos, 330
ansias, sustos y tragedias,
hemos llegado a lograr
el descubrimiento destas
Indias, que hasta hoy ignoradas,
solamente supo dellas 335
la estudiosa Geografía
de quien halló por su ciencia
el ser preciso que siendo
el orbe circunferencia,
hubiese, mientras no daba 340
una nave al mundo vuelta,
aquella remota parte,
que no constaba encubierta.
PIZARRO Ya que a solo descubrirla
venimos, bástanos verla 345
el día que no tenemos
para su conquista fuerzas.
Y así, pues estas noticias
son el fin de nuestra empresa,
volvamos, ya que tenemos 350
destos mares fijas señas
donde mejor prevenidos
de más pertrechos de guerra,
más navíos y más gente,
víveres, pólvora y cuerda, 355
volvamos a su conquista
en nombre del quinto César
Carlos, que felice viva.
CANDÍA Fuerza será, pues no quedan
de los treinta que salimos 360
más que trece hombres que sean
de armas tomar, y la gente
de mar poca, y esa enferma.
Pero antes que nuevos rumbos
tomemos para la vuelta, 365
será bien, ya que llegamos
aquí, que llevemos destas
remotas partes (porque
podrá ser cuando nos vean,
que si lo creen los valientes, 370
los cobardes no lo crean)
algunas señas, bien como
frutas, árboles o yerbas
que allá no haya, y fuera desto,
será también acción cuerda, 375
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