La casa de Bernarda Alba - Federico García Lorca - E-Book

La casa de Bernarda Alba E-Book

Federico García Lorca

0,0
0,59 €

oder
-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

Federico García Lorca escribió "La casa de Bernarda Alba" en 1936, poco antes de ser asesinado. Esta gran obra que se publicó póstumamente en 1945 muestra la maestría con la que Lorca aunaba la tradición con la vanguardia. La tradición aparece en la representación de la represión ejercida sobre las mujeres en una familia rural de Andalucía, así como en la influencia tan marcada de la tragedia griega y el teatro del Siglo de Oro. La abundancia de simbología es de carácter vanguardista y muy común en las obras de Lorca y de la generación del 27. En esta pieza Lorca también combina el compromiso social con el concepto de  ars gratia artis (el arte por el arte).

Tras la muerte de su segundo esposo, Bernarda Alba se recluye e impone un luto riguroso y asfixiante por ocho años, prohibiendo a sus cinco hijas a que vayan a la fiesta. Cuando Angustias, la primogénita y la única hija del primer marido, hereda una fortuna, atrae a un pretendiente, Pepe el Romano. El joven se compromete con Angustias, pero simultáneamente enamora a Adela, la hermana menor, quien está dispuesta a ser su amante. Durante un encuentro clandestino de los amantes, María Josefa, la madre de Bernarda que mantienen encerrada por su locura, sale con una ovejita en los brazos y canta una canción absurda pero llena de verdades. Cuando Bernarda se entera de la relación entre Adela y Pepe, estalla una fuerte discusión y Bernarda le dispara a Pepe, pero éste se escapa. Tras escuchar el disparo, Adela cree que su amante se haya muerto y ..., se masca la tragedia.

Pocas obras del teatro español definen la tragedia de un modo tan acertado como "La casa de Bernarda Alba". Un mundo de mujeres amargadas, sumisas, esperando que cualquier rayo de luz las ilumine y pueda sacarlas de un agobio insostenible. Relaciones trazadas con la precisión de un entomólogo. Una bomba de relojería insostenible que no puede finalmente sino estallar y llenar ese ambiente asfixiante hacia quién sabe dónde. Y sobre todo un trabajo de actuación pleno de matices, miradas, ausencias, esperanzas, resignación, rebeldía, furia, contención y locura.

Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:

EPUB

Veröffentlichungsjahr: 2024

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Tabla de contenidos

LA CASA DE BERNARDA ALBA

PERSONAJES

ACTO PRIMERO

ACTO SEGUNDO

ACTO TERCERO

LA CASA DE BERNARDA ALBA

Federico García Lorca

El poeta advierte que estos tres actos tienen la intención de un documental fotográfico.

PERSONAJES

BERNARDA (60 años)

MARÍA JOSEFA (madre de Bernarda, 80 años)

ANGUSTIAS (hija de Bernarda, 39 años)

MAGDALENA (hija de Bernarda, 30 años)

AMELIA (hija de Bernarda, 27 años)

MARTIRIO (hija de Bernarda, 24 años)

ADELA (hija de Bernarda, 20 años)

LA PONCIA (criada, 60 años)

CRIADA (50 años)

PRUDENCIA (50 años)

MENDIGA

MUJER 1ª

MUJER 2ª

MUJER 3ª

MUJER 4ª

MUCHACHA

MUJERES DE LUTO

ACTO PRIMERO

( Habitación blanquísima del interior de la casa de Bernarda. Muros gruesos. Puertas en arco con cortinas de yute rematadas con madroños y volantes. Sillas de anea. Cuadros con paisajes inverosímiles de ninfas o reyes de leyenda. Es verano. Un gran silencio umbroso se extiende por la escena. Al levantarse el telón está la escena sola. Se oyen doblar las campanas.)

( Sale la Criada)

CRIADA.— Ya tengo el doble de esas campanas metido entre las sienes.

LA PONCIA.— ( Sale comiendo chorizo y pan) Llevan ya más de dos horas de gori-gori. Han venido curas de todos los pueblos. La iglesia está hermosa. En el primer responso se desmayó la Magdalena.

CRIADA.— Es la que se queda más sola.

LA PONCIA.— Era la única que quería al padre. ¡Ay! ¡Gracias a Dios que estamos solas un poquito! Yo he venido a comer.

CRIADA.— ¡Si te viera Bernarda…!

LA PONCIA.— ¡Quisiera que ahora, que no come ella, que todas nos muriéramos de hambre! ¡Mandona! ¡Dominanta! ¡Pero se fastidia! Le he abierto la orza de chorizos.

CRIADA.— ( Con tristeza, ansiosa) ¿Por qué no me das para mi niña, Poncia?

LA PONCIA.— Entra y llévate también un puñado de garbanzos. ¡Hoy no se dará cuenta!

VOZ.— ( Dentro): ¡Bernarda!

LA PONCIA.— La vieja. ¿Está bien cerrada?

CRIADA.— Con dos vueltas de llave.

LA PONCIA.— Pero debes poner también la tranca. Tiene unos dedos como cinco ganzúas.

VOZ.— ¡Bernarda!

LA PONCIA.— ( A voces) ¡Ya viene! ( A la Criada) Limpia bien todo. Si Bernarda no ve relucientes las cosas me arrancará los pocos pelos que me quedan.

CRIADA.— ¡Qué mujer!

LA PONCIA.— Tirana de todos los que la rodean. Es capaz de sentarse encima de tu corazón y ver cómo te mueres durante un año sin que se le cierre esa sonrisa fría que lleva en su maldita cara. ¡Limpia, limpia ese vidriado!

CRIADA.— Sangre en las manos tengo de fregarlo todo.

LA PONCIA.— Ella, la más aseada; ella, la más decente; ella, la más alta. Buen descanso ganó su pobre marido.

( Cesan las campanas.)

CRIADA.— ¿Han venido todos sus parientes?

LA PONCIA.— Los de ella. La gente de él la odia. Vinieron a verlo muerto, y le hicieron la cruz.

CRIADA.— ¿Hay bastantes sillas?

LA PONCIA.— Sobran. Que se sienten en el suelo. Desde que murió el padre de Bernarda no han vuelto a entrar las gentes bajo estos techos. Ella no quiere que la vean en su dominio. ¡Maldita sea!

CRIADA.— Contigo se portó bien.

LA PONCIA.— Treinta años lavando sus sábanas; treinta años comiendo sus sobras; noches en vela cuando tose; días enteros mirando por la rendija para espiar a los vecinos y llevarle el cuento; vida sin secretos una con otra, y sin embargo, ¡maldita sea! ¡Mal dolor de clavo le pinche en los ojos!

CRIADA.— ¡Mujer!

LA PONCIA.— Pero yo soy buena perra; ladro cuando me lo dice y muerdo los talones de los que piden limosna cuando ella me azuza; mis hijos trabajan en sus tierras y ya están los dos casados, pero un día me hartaré.

CRIADA.— Y ese día…

LA PONCIA.— Ese día me encerraré con ella en un cuarto y le estaré escupiendo un año entero. «Bernarda, por esto, por aquello, por lo otro», hasta ponerla como un lagarto machacado por los niños, que es lo que es ella y toda su parentela. Claro es que no le envidio la vida. La quedan cinco mujeres, cinco hijas feas, que quitando a Angustias, la mayor, que es la hija del primer marido y tiene dineros, las demás mucha puntilla bordada, muchas camisas de hilo, pero pan y uvas por toda herencia.

CRIADA.— ¡Ya quisiera tener yo lo que ellas!

LA PONCIA.— Nosotras tenemos nuestras manos y un hoyo en la tierra de la verdad.

CRIADA.— Ésa es la única tierra que nos dejan a las que no tenemos nada.

LA PONCIA.— ( En la alacena) Este cristal tiene unas motas.

CRIADA.— Ni con el jabón ni con bayeta se le quitan.

( Suenan las campanas)