La casa de Bernarda Alba - Federico García Lorca - E-Book

La casa de Bernarda Alba E-Book

Federico García Lorca

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Beschreibung

La casa de Bernarda Alba (1936) es una de las obras teatrales más conocidas y representadas de Federico García Lorca, y la última que publicó antes de su muerte. No fue hasta 1945 cuando se publicó y estrenó en Buenos Aires, de la mano de la actriz Margarita Xirgu. Escrita en tres actos, y ambientada en una época en la que las mujeres están sujetas a la tradición y opresión, Lorca utiliza esta obra para representar la lucha entre la represión y la libertad. Tras la muerte de su segundo marido, Bernarda Alba, de carácter fuerte y autoritario, obliga a sus hijas, como luto, a una reclusión de 8 años en su casa. Será ahí donde se desarrollará toda la obra teatral, donde sus cinco hijas lucharán por liberarse de su encierro.

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La casa de

Bernarda Alba

Federico García Lorca

No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su almacenamiento en un sistema informático, ni su transmisión por cualquier procedimiento o medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro, o por otros medios, sin permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.

“Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra”.

© Editorial Ardea, s.l.

ISBN: 978-84-10011-05-2

[email protected]

Índice

Acto Primero

Acto segundo

Acto tercero

Vocabulario

Personas

BERNARDA, 60 años

MARÍA JOSEFA (madre de BERNARDA), 80 años

ANGUSTIAS (hija de BERNARDA), 39 años

MAGDALENA (hija de BERNARDA), 30 años

AMELIA (hija de BERNARDA), 27 años

MARTIRIO (hija de BERNARDA), 24 años

ADELA (hija de BERNARDA), 20 años

CRIADA, 50 años

PONCIA (criada), 60 años

PRUDENCIA, 50 años

MENDIGA

MUJERES DE LUTO

MUJER 1ª

MUJER 2ª

MUJER 3ª

MUJER 4ª

MUCHACHA

Acto Primero

(Habitación blanquísima del interior de la casa de BERNARDA. Muros gruesos. Puertas en arco con cortinas de yute1 rematadas con madroños2 y volantes. Sillas de anea3. Cuadros con paisajes inverosímiles de ninfas, o reyes de leyenda. Es verano. Un gran silencio umbroso se extiende por la escena. Al levantarse el telón está la escena sola. Se oyen doblar las campanas.)

(Sale la CRIADA.)

Criada. Ya tengo el doble de esas campanas metido entre las sienes.

PoNcia.(Sale comiendo chorizo y pan.) Llevan ya más de dos horas de gori-gori4. Han venido curas de todos los pueblos. La iglesia está hermosa. En el primer responso5 se desmayó la Magdalena.

CRIADA. Esa es la que se queda más sola.

PONCIA. Era a la única que quería el padre. ¡Ay! Gracias a Dios que estamos solas un poquito. Yo he venido a comer.

CRIADA. ¡Si te viera Bernarda!

PONCIA. ¡Quisiera que ahora, como no come ella, que todas nos muriéramos de hambre! ¡Mandona! ¡Dominanta! ¡Pero se fastidia! Le he abierto la orza6 de chorizos.

CRIADA.(Con tristeza, ansiosa.) ¿Por qué no me das para mi niña, Poncia?

PONCIA. Entra y llévate también un puñado de garbanzos. ¡Hoy no se dará cuenta!

VOZ. (Dentro.) ¡Bernarda!

PONCIA. La vieja. ¿Está bien encerrada?

CRIADA. Con dos vueltas de llave.

PONCIA. Pero debes poner también la tranca7. Tiene unos dedos como cinco ganzúas.

VOZ. ¡Bernarda!

PONCIA. (A voces.) ¡Ya viene! (A la CRIADA.) Limpia bien todo. Si Bernarda no ve relucientes las cosas me arrancará los pocos pelos que me quedan.

CRIADA. ¡Qué mujer!

PONCIA. Tirana de todos los que la rodean. Es capaz de sentarse encima de tu corazón y ver cómo te mueres durante un año sin que se le cierre esa sonrisa fría que lleva en su maldita cara. ¡Limpia, limpia ese vidriado!

CRIADA. Sangre en las manos tengo de fregarlo todo.

PONCIA. Ella, la más aseada, ella, la más decente, ella, la más alta. Buen descanso ganó su pobre marido.

(Cesan las campanas.)

CRIADA. ¿Han venido todos sus parientes?

PONCIA. Los de ella. La gente de él la odia. Vinieron a verlo muerto, y le hicieron la cruz.

CRIADA. ¿Hay bastantes sillas?

PONCIA. Sobran. Que se sienten en el suelo. Desde que murió el padre de Bernarda no han vuelto a entrar las gentes bajo estos techos. Ella no quiere que la vean en su dominio. ¡Maldita sea!

CRIADA. Contigo se portó bien.

PONCIA.Treinta años lavando sus sábanas, treinta años comiendo sus sobras, noches en vela cuando tose, días enteros mirando por la rendija para espiar a los vecinos y llevarle el cuento; vida sin secretos una con otra, y sin embargo, ¡maldita sea!, ¡mal dolor de clavo le pinche en los ojos!

CRIADA. ¡Mujer!

PONCIA. Pero yo soy buena perra: ladro cuando me lo dice y muerdo los talones de los que piden limosna cuando ella me azuza8; mis hijos trabajan en sus tierras y ya están los dos casados, pero un día me hartaré.

CRIADA. Y ese día…

PONCIA. Ese día me encerraré con ella en un cuarto y le estaré escupiendo un año entero. «Bernarda, por esto, por aquello, por lo otro», hasta ponerla como un lagarto machacado por los niños, que es lo que es ella y toda su parentela. Claro es que no le envidio la vida. Le quedan cinco mujeres, cinco hijas feas, que quitando a Angustias, la mayor, que es la hija del primer marido y tiene dineros, las demás, mucha puntilla bordada, muchas camisas de hilo, pero pan y uvas por toda herencia.

CRIADA. ¡Ya quisiera tener yo lo que ellas!

PONCIA. Nosotras tenemos nuestras manos y un hoyo en la tierra de la verdad.

CRIADA. Esa es la única tierra que nos dejan a las que no tenemos nada.

PONCIA. (En la alacena9.) Este cristal tiene unas motas.

CRIADA. Ni con el jabón ni con bayeta se le quitan.

(Suenan las campanas.)

PONCIA. El último responso. Me voy a oírlo. A mí me gusta mucho cómo canta el párroco. En el «Pater noster» subió, subió, subió la voz que parecía un cántaro llenándose de agua poco a poco. ¡Claro es que al final dio un gallo, pero da gloria oírlo! Ahora que nadie como el antiguo sacristán Tronchapinos. En la misa de mi madre, que esté en gloria, cantó. Retumbaban las paredes y cuando decía amén era como si un lobo hubiese entrado en la iglesia. (Imitándolo.) ¡Améééén! (Se echa a toser.)

CRIADA. Te vas a hacer el gaznate10 polvo.

PONCIA. ¡Otra cosa hacía polvo yo! (Sale riendo.)

(La CRIADA limpia. Suenan las campanas.)

CRIADA. (Llevando el canto.) Tin, tin, tan. Tin, tin, tan. ¡Dios lo haya perdonado!

MENDIGA. (Con una niña.) ¡Alabado sea Dios!

CRIADA. Tin, tin, tan. ¡Que nos espere muchos años! Tin, tin, tan.

MENDIGA. (Fuerte, con cierta irritación.) ¡Alabado sea Dios!

CRIADA. (Irritada.) ¡Por siempre!

MENDIGA. Vengo por las sobras.

(Cesan las campanas.)

CRIADA. Por la puerta se va a la calle. Las sobras de hoy son para mí.

MENDIGA. Mujer, tú tienes quien te gane. Mi niña y yo estamos solas.

CRIADA. También están solos los perros y viven.

MENDIGA. Siempre me las dan.

CRIADA. Fuera de aquí. ¿Quién os dijo que entrarais? Ya me habéis dejado los pies señalados. (Se van, limpia.) Suelos barnizados con aceite, alacenas, pedestales, camas de acero, para que traguemos quina11 las que vivimos en las chozas de tierra con un plato y una cuchara. ¡Ojalá que un día no quedáramos ni uno para contarlo! (Vuelven a sonar las campanas.) Sí, sí, ¡vengan clamores!, ¡venga caja con filos dorados y toallas de seda para llevarla!; ¡que lo mismo estarás tú que estaré yo! Fastídiate, Antonio María Benavides, tieso con tu traje de paño y tus botas enterizas. ¡Fastídiate! ¡Ya no volverás a levantarme las enaguas detrás de la puerta de tu corral!

(Por el fondo, de dos en dos, empiezan a entrar MUJERESDE LUTO, con pañuelos grandes, faldas y abanicos negros. Entran lentamente hasta llenar la escena.)

CRIADA. (Rompiendo a gritar.) ¡Ay, Antonio María Benavides, que ya no verás estas paredes, ni comerás el pan de esta casa! Yo fui la que más te quiso de las que te sirvieron. (Tirándose del cabello.) ¿Y he de vivir yo después de haberte marchado? ¿Y he de vivir?

(Terminan de entrar las doscientas MUJERES y aparecen BERNARDA y sus cinco HIJAS. BERNARDA viene apoyada en un bastón.)

BERNARDA. (A la CRIADA.) ¡Silencio!

CRIADA. (Llorando.) ¡Bernarda!

BERNARDA. Menos gritos y más obras. Debías haber procurado que todo esto estuviera más limpio para recibir al duelo. Vete. No es este tu lugar. (La CRIADA se va sollozando.) Los pobres son como los animales. Parece como si estuvieran hechos de otras sustancias.

MUJER 1ª. Los pobres sienten también sus penas.

BERNARDA. Pero las olvidan delante de un plato de garbanzos.

MUCHACHA. (Con timidez.) Comer es necesario para vivir.

BERNARDA. A tu edad no se habla delante de las personas mayores.

MUJER 1ª. Niña, cállate.

BERNARDA. No he dejado que nadie me dé lecciones. Sentarse. (Se sientan. Pausa. Fuerte.) Magdalena, no llores. Si quieres llorar te metes debajo de la cama. ¿Me has oído?

MUJER 2ª. (A BERNARDA.) ¿Habéis empezado los trabajos en la era12?

BERNARDA. Ayer.

MUJER 3ª. Cae el sol como plomo