La causa raíz de los accidentes - Germán Gabriel Bonifacio - E-Book

La causa raíz de los accidentes E-Book

Germán Gabriel Bonifacio

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Beschreibung

Este libro está dedicado a todas aquellas personas que en su trabajo están expuestas a riesgos, a aquellas que tienen personal a cargo, a aquellas que deben liderar grupos de trabajo, operarios, supervisores, gerentes y muy especialmente a aquellos profesionales de la prevención, ya que estas historias están relatadas desde la mirada de un preventor o profesional en Higiene y Seguridad, como se lo llama en la Argentina, y su batalla interna a la hora de tomar decisiones, de llegar a las personas, de influir en las decisiones de los demás, de sus miedos y de sus fantasmas. Esta obra está basada en historias reales de accidentes en el marco laboral de la industria del cemento y cerámica, con la intención de poder conocer las verdaderas causas que los originaron, ya que estas se repiten una y otra vez en la industria de hoy, provocando invaluables pérdidas humanas y materiales.Los rostros varían, pero el horror es siempre el mismo. La miseria humana que anida en el corazón de los hombres, se ve reflejada en las distintas historias que el terror nos acerca Acompáñame a descubrir los distintos horrores que habitan sobre esta tierra.

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Seitenzahl: 222

Veröffentlichungsjahr: 2018

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Gabriel bonifacio

La causa raízde los accidentesHistorias de accidentes en la industria

Editorial Autores de Argentina

Bonifacio, Gabriel Germán

La causa raíz de los accidentes : historias de accidentes de la industria / Gabriel Germán Bonifacio. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2017.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga

ISBN 978-987-761-198-4

1. Narrativa Argentina. 2. Relatos. I. Título.

CDD A863

Editorial Autores de Argentina

www.autoresdeargentina.com

Mail: [email protected]

Diseño de portada: Justo Echeverría

Maquetado: Eleonora Silva

Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723

Impreso en Argentina – Printed in Argentina

Indice

Agradecimientos

Prólogo

Capítulo 1

Prevención de accidentes, una disciplina tan ingrata como emocionante

Capítulo 2

Feliz cumpleaños

Capítulo 3

El ascensor

Capítulo 4

Atrapado en el espacio confinado

Capítulo 5

El precinto

Capítulo 6

El maquinista

Capítulo 7

El cielo sobre mí

Capítulo 8

El favor

Capítulo 9

Todavía puedo verlo

Capítulo 10

La decisión

Este libro está dedicado a todas aquellas personas que en su trabajo están expuestas a riesgos, a aquellas que tienen personal a cargo, a aquellas que deben liderar grupos de trabajo, operarios, supervisores, gerentes y muy especialmente a aquellos profesionales de la prevención, ya que estas historias están relatadas desde la mirada de un preventor o profesional en Higiene y Seguridad, como se lo llama en la Argentina, y su batalla interna a la hora de tomar decisiones, de llegar a las personas, de influir en las decisiones de los demás, de sus miedos y de sus fantasmas.

Esta obra está basada en historias reales de accidentes en el marco laboral de la industria del cemento y cerámica, con la intención de poder conocer las verdaderas causas que los originaron, ya que estas se repiten una y otra vez en la industria de hoy, provocando invaluables pérdidas humanas y materiales.

Familias destruidas, seres queridos que ya no volverán o que si lo hacen es con una incapacidad producto de un accidente laboral.

A través de estas historias y personajes, cuyos nombres son ficticios para resguardar la identidad de los distintos protagonistas, podremos llegar a ver un poco más allá de lo que puede parecer obvio e indagar descubriendo la raíz de los comportamientos que los originan.

Una vez que este aprendizaje está en nosotros obtenemos lo que se llama una distinción que es simplemente separar algo del entorno y poder tomar acción.

La razón por la cual los accidentes se repiten una y otra vez es porque no llegamos a actuar sobre sus verdaderas causas raíces, solo tomamos acción sobre las superficiales atacando el síntoma y no la enfermedad.

Si bien las causas son vastas y variadas cuando obtenemos un aprendizaje lo podemos replicar a otras situaciones similares previniendo futuros eventos y lesiones mucho más allá del sector o entorno donde este se produjo.

Acompañame, estimado lector, a mi mundo, al mundo de la prevención, del sufrimiento, del dolor, de los peligros, de las luchas internas, de las derrotas, de actos valerosos, de las frustraciones, de la entrega, de los riesgos y por sobre todo del aprendizaje, ya que a través de él podremos hacer una diferencia positiva y prevenir accidentes .

“Los accidentados son la consecuenciay no la causa de los accidentes”

Gabriel Bonifacio

Agradecimientos

Quiero agradecer la concreción de este libro a mi esposa Julieta, a mis hijos Ambar e Ian, a mi madre, padre, hermanos, sobrinos y amigos de toda la vida, por regalarme el tiempo para poder realizar este trabajo, bancarse mis ausencias, mis malos tragos, mis cambios de humor, producto de mi profesión tan hermosa, pero tan ingrata.

Muy especialmente a mis abuelos Beba y Cacho que ya no están conmigo y me dejaron mientras escribía este libro y yo extrañándolos horrores, queriendo contarles todas mis cosas y deseando saber más sobre ellos, sus experiencias, vivencias y consejos.

De vez en cuando, en los sueños, seguimos charlando y les digo todo lo que los necesito y que las palabras me quedan cortas para poder agradecerles el haberme criado, educado y por sobre todo, haberme amado tanto.

La palabra “gracias” me parece poco para lo que fueron y son para mí, pero desde que ya no están físicamente, me parece sentirlos más cerca que antes.

A todos aquellos operarios, compañeros, empresas y compañías en las que se desarrollan estas historias de aprendizaje.

Reconocer, acompañar a todos aquellos trabajadores que han sufrido algún accidente laboral y homenajear a los que ya no están con nosotros.

Tengo el profundo deseo de que los aprendizajes que nos dejan cada una de estas historias basadas en hechos reales sirvan para evitar que se produzcan nuevos eventos y poder impedir el sufrimiento y dolor.

Solo de nuestras acciones depende bajar la frecuencia y gravedad de los accidentes, tomar conciencia de que estos ocurren por causalidad y no por casualidad.

Tenemos el control de nuestras acciones y de influir en forma positiva sobre nuestro personal, compañeros, supervisados y sobre lo que más queremos, nuestras familias.

A Julieta, mi esposa, la que me regaló su amor y los dos tesoros más grandes que poseo, mis hijos Ambar e Ian, ella con solo 4 palabras desató una tormenta de fuego y revolución en mi interior, una fuerza tan poderosa que me arrastró modificando mis actos, pensamientos y paradigmas muchos años antes que este libro existiera primero en mi mente y luego en el papel.

Fueron esas 4 palabras las que me sacaron de mi zona de confort, emprendiendo una profesión que me atrapó tanto y en la cual el verdadero objetivo es ayudar a las personas, cuidarlas, y lo más importante, mostrarles la forma para que se cuiden a sí mismos y entre sí.

Esas 4 palabras me hicieron renacer, resucitar y pensar que todo lo que necesito para poder cumplir mis sueños reside en mi interior. Que transformaron mi noche más oscura en el día más brillante.

Gracias a vos, estimado lector, por estar leyendo esta obra porque esta y las que vienen fueron generadas por 4 palabras, en el momento oportuno, con el tono adecuado, por la persona adecuada, con los silencios adecuados y con el sentimiento adecuado.

Yo comencé a creer en la magia después de escucharlas, después de sentir su efecto en mí, de una frase tan simple, pero a la vez tan poderosa.

Que disfrutes estas historias mezcladas con mis miedos, pensamientos, decisiones e indecisiones, sentimientos, actos, alegrías, tristezas, derrotas, en definitiva, aprendizajes.

Esas 4 palabras fueron:

¡¡Yo creo en vos!!

Prólogo

No vengo del mundo de la industria, mis primeros comienzos laborales son como repositor de mercadería en un supermercado de una cadena multinacional, allí permanecí 11 años, pero durante ese tiempo sentía que ese no era mi lugar, había algo y alguien que me incentivaban para comenzar en el mundo de la prevención. Comencé mis estudios sin saber muy bien de qué se trataba, recibirme no fue fácil, las largas jornadas de trabajo y los tiempos de cursada hicieron que me demorara un par de años más.

En esos años nunca ni en mis sueños más ambiciosos me imaginaba que descubriría una profesión de la que me enamoraría descubriendo poco a poco que el desafío no era el saber técnicamente, sino las relaciones con las personas.

Me criaron mis abuelos junto con mi hermano un año menor. Mi padre se fue cuando tenía tres años y jamás lo volví a ver.

Al principio, desde pequeño lo viví como un juego, ya que cuando me preguntaban en la escuela qué hacía mi papá, inventaba varias profesiones, pero en mi interior me avergonzaba y me entristecía el casi no conocerlo, ya que no tengo ninguna imagen de él en mi mente, ni una palabra, nada de nada.

Mi mamá siempre estuvo, volvió a casarse y producto de ese matrimonio tengo dos hermanos menores.

En mi casa no nos sobraba nada, pero jamás nos faltó nada tampoco. Mi abuelo, siendo jubilado, continuó trabajando en diferentes rubros y mi hermosa abuela tejió pulóveres hasta una edad avanzada.

Luego de terminar el secundario solo quería trabajar y disponer de mi dinero, no pensaba en estudiar, a los 18 años comencé a buscar trabajo y este no se hizo esperar, fui tomado en una cadena de supermercados multinacional como repositor de mercaderías.

Los primeros años solo me dediqué a trabajar, pero veía que mientras el tiempo pasaba no progresaba, estaba en un trabajo que cada vez me gustaba menos y mi autoestima yacía por el suelo. En ese entonces mi novia Julieta, a la que conocí a la edad de 22 años, me insistía para que comenzara a estudiar.

Ya hacía varios años que había terminado el secundario y la verdad no creía que podría tener éxito en el estudio.

Luego de comenzar a cursar la carrera de Seguridad e Higiene y pedir los días por examen, mi gerente me dijo que él no pensaba que mi cabeza diera para estudiar y me sugirió que no perdiera el tiempo.

Esas palabras quedaron resonando en mi mente durante toda mi vida, incluso las escucho cuando escribo este capítulo, pero lo más triste de esta anécdota es que yo mismo estaba convencido de esto, dudaba de mí profundamente, no me creía capaz de realizar un gran progreso en mi vida y de emprender nada con éxito, estaba casi seguro de eso.

Para colmo mi familia era muy conservadora y me alentaba a elegir lo seguro por miedo a que perdiera lo poco que tenía.

Para ese entonces las revistas corporativas mostraban operarios que se jubilaban en mi puesto y yo me veía uno de ellos dentro de unos 40 años.

No estaba conforme, pero este trabajo era seguro y no quería correr riesgos.

El apoyo de Julieta y sus palabras, “Yo creo en vos”, generaron en mí una poderosa tormenta y confusión. ¿Cómo puede creer en mí esta joven si yo no lo hago? ¿Qué está viendo ella que yo no veo todavía?

Mi desprecio hacia mí mismo y el “no puedo” se transformaron en “Lo voy a hacer” o “Cómo puedo hacerlo”. Las palabras de mi gerente se transformaron en un poderoso combustible y cada vez que fracasaba solo las recordaba y sentía un volcán que explotaba en mi cuerpo sorteando todo tipo de adversidades.

El “yo creo en vos” se transformó en “Yo soy el dueño de mi destino”, “Yo creo en mí” y las cosas comenzaron a suceder.

Nada sucede por casualidad, son nuestras decisiones las que nos llevan a estar donde estamos, este aprendizaje llevado al mundo de la prevención de accidentes sería la piedra angular de mi cambio de paradigmas.

Me recibí de “Técnico en seguridad”, renuncié a mi trabajo en el supermercado.

Fundé mi propia consultora en seguridad con profesionales en relación de dependencia, obtuve mi título universitario y comencé a estudiar Coaching Ontológico.

Comencé a dar clases y cursos de “prevención de accidentes” en un instituto tecnológico, fundé una empresa de servicios para la industria, Vertical S. A. y otra de venta de insumos para la industria llamada Zona Zegura SH.

Todos mis emprendimientos están relacionados con la prevención, hoy como profesional y empresario, siento que me enamoré de mi profesión y jamás volví a dudar de mí mismo.

Descubrí que, como escribe Adam Jackson en su libro Los 10 secretos de la riqueza abundante: “Lo importante no es dónde podés llegar, lo que realmente importa es dónde creemos que podemos llegar”.

Mi responsabilidad es que los trabajadores vuelvan a sus casas sanos, allí los esperan sus familiares, hijos, madres, padres, esposas y amigos para los cuales la posibilidad de que ocurra un accidente laboral es impensada.

Pero la realidad de vez en cuando nos sorprende desencadenando un efecto dominó que provoca lesiones leves, graves o la muerte.

Cada uno de estos eventos puede prevenirse, ya que no depende de la casualidad, sino de la causalidad; estos tienen causas bien definidas que los desencadenan. Estas pueden ser múltiples, pero solo una o dos son las raíces, de las cuales se desprenden las restantes, el poder llegar a encontrarlas ha sido una de mis obsesiones desde hace unos años.

La mayoría de las investigaciones de accidentes en la industria son superficiales y no pueden garantizar la no repetición de los hechos por la simple razón de que no se llegó a encontrar la causa raíz, en algunas oportunidades ni nos acercamos a ella.

Pero cuando la encontramos y atacamos con medidas concretas podemos prevenir no solo la repetición de ese evento, sino de otros similares.

Este libro se trata de ello, de esa búsqueda, de los aprendizajes a través de las derrotas y de los fracasos, de mis luchas internas, las cuales se daban detrás de cada decisión importante y que están hasta hoy.

Cada una de estas historias dejó una marca en mi ser y una mochila que cada vez es más pesada y que debo cargar porque el sufrimiento de los trabajadores y sus familias no se puede borrar, pero el poder utilizar estos aprendizajes para poder evitar y prevenir nuevos eventos aliviana mi peso.

Te doy la bienvenida al mundo de la prensión de accidentes y espero puedas aprovechar cada uno de estos aprendizajes para replicarlos y poder ver un poco más allá ayudando a que el trabajo sea una forma de ganarse la vida y no de encontrar la muerte.

Capítulo 1

Prevención de accidentes, una disciplina tan ingrata como emocionante

Según la OIT (Organización Internacional del Trabajo), a incluir en el Convenio 121 que “la legislación de cada país deberá prescribir una definición del accidente de trabajo”. No obstante, el Repertorio de Recomendaciones Prácticas sobre Denuncia y Notificación de Accidentes ha brindado la siguiente: Suceso ocurrido en el curso del trabajo o en relación con el trabajo que causa: a) Lesiones profesionales mortales; b) Lesiones profesionales no mortales. Otra definición propuesta es: “suceso concreto ocurrido durante el trabajo, cuyas circunstancias han sido claramente establecidas, que conduce a una lesión física o mental que acarrea la muerte o una incapacidad de trabajo de más de tres días calendario. Esta definición engloba los casos de intoxicación aguda y los actos cometidos intencionalmente por terceros, excluyendo las mutilaciones voluntarias y los accidentes de trayecto a la ida y vuelta del trabajo”.

Cuando terminé mis estudios como profesional de Seguridad en el Trabajo sabía mucho de definiciones como la anterior, pero en realidad no conocía con lo que me encontraría a la hora de comenzar a trabajar. Esta carrera se encontraba en mi ciudad y de todas las ofertas educativas era la que más me atraía por alguna razón que todavía desconocía.

No había investigado nada acerca de lo que se trataba y tenía mis serias dudas de si me gustaría a la hora de comenzar a ganarme la vida como preventor, aunque tampoco me imaginaba ganándome la vida de preventor para ser sincero.

Lo cierto es que trabajaba y estudiaba a la vez buscando un futuro mejor, pero no tenía bien claro qué me depararía mi futuro, cuatro horas de cursada diarias, largas jornadas de trabajo, dormir poco, adicción a la cafeína, etcétera, por mencionar algo de lo más relevante.

Pero lo más importante que comencé a desarrollar fue la tolerancia al fracaso, el no darme jamás por vencido, aunque mi boca exteriorizaba un abandono, mi corazón y mi espíritu de lucha jamás se rendirían y así fue.

Este aprendizaje, este movimiento reflejo de volverme a parar después de las caídas más duras, sería la característica más importante que me ayudaría a sobrellevar los momentos difíciles de esta profesión.

Soy un convencido de que lo que marca una diferencia en todo dominio de las personas (familiar, laboral, profesional, etc.) es la actitud por sobre el conocimiento, la actitud por sobre lo técnico, la actitud para aprender del fracaso y utilizarlo como un requisito obligatorio e indispensable para alcanzar el éxito.

Lo que descubrí una vez inmerso en el mercado laboral fue una disciplina que me enamoró como aquel primer amor platónico que nos hace suspirar y estar pendientes durante todo el día. Tener la posibilidad de evitar un accidente para mí es algo mágico.

Tener incidencia en que un colaborador, compañero, operario o trabajador regrese a su casa con aquellos que lo esperan es en mi caso una de las gratificaciones más grandes.

Realizo cursos sobre prevención casi en forma semanal, esto es algo que me fascina, el estar frente a un auditorio, poder interactuar, contar experiencias, dar ejemplos prácticos, por sobre todas las cosas poder influir sobre las personas desde la prevención.

Poder salir de la teoría porque la verdad de los libros en la realidad “se prende fuego”. Estas palabras sé que a algunos de mis profesores no les simpatizan demasiado, pero fue lo que me pasó a mí en forma particular.

Lo que hace la diferencia cuando liderás grupos de trabajo no es el conocimiento técnico, sino las relaciones con las personas, ganamos o perdemos por ellas.

Me encanta la capacitación, el contacto con las personas, con los trabajadores, con los operarios, el poder ver sus rostros, el poder sentir sus reclamos, preocupaciones y dificultades.

El poder contar historias reales sobre mi trabajo y el poder acompañarlos en el camino de la prevención.

Normalmente para generar contexto con el auditorio realizo al público las siguientes preguntas, para comenzar con una capacitación o una charla sobre concientización en prevención de accidentes

–¿Para qué están ustedes en una charla de prevención de accidentes? Luego de realizada esta pregunta comienzan las primeras respuestas, por ejemplo: “Para cumplir con las normas de seguridad”, “Para respetar las directivas de la empresa”, por supuesto responde alguno “para no accidentarnos”, ja, ja, como si la respuesta fuera algo obvia.

Yo podría haber preguntado:

–¿Por qué ustedes están en una charla de prevención de accidentes? Pero esto nos relaciona con el pasado, pero el “para qué” nos proyecta hacia el futuro, con el objetivo que perseguimos y por el cual hacemos lo que hacemos.

Luego de escuchar varias respuestas sigo con la misma pregunta:

–¿Para qué están ustedes en una charla de prevención de accidentes? Ya las miradas son con algo de sorpresa y a la vez de curiosidad, pero insisto en que no se den por vencidos y aliento al auditorio a responder. “Para no faltar al trabajo” se escucha por lo bajo, “Para quedar bien con el jefe ja, ja”, y todos se sonríen unos segundos, ya que luego se dan cuenta de que nadie contestó lo que yo quería escuchar. ¿Para cumplir con la empresa? Se escucha desde el fondo con una voz fuerte y decidida. Pero mi cuerpo comunica que ninguno ha contestado de forma correcta.

En ese momento se hace un silencio en la sala y todos me miran como queriendo que yo responda a mi propia pregunta:

–¿Para qué están ustedes en una charla de prevención de accidentes? Entonces sale una voz muy tenue y temerosa: “Para volver a nuestras casas”, y yo contesto que eso último que resonó lo quiero escuchar más fuerte elevando mi volumen y tono de voz.

“Para volver a nuestras casas” repite más fuerte el operario y esta vez con más seguridad y como queriendo que todos lo vean, ya que había contestado o descubierto la respuesta correcta.

“Muy bien”, contesto yo, “Para volver a nuestras casas”, ese es el objetivo de cada charla en seguridad.

Luego vuelvo a realizar una nueva pregunta al auditorio: ¿Con quién tienen el verdadero compromiso de su seguridad?, una pregunta que genera otra lluvia de respuestas, “Con nuestros compañeros”, “Con la empresa”, “Con mi jefe”. Y luego todos se ríen.

Ante todas estas respuestas mi lenguaje corporal manifiesta de nuevo que ninguno de los asistentes respondió verdaderamente, lo que vuelve a desconcertar a la platea.

Luego vuelvo a preguntar: ¿Con quién tienen el verdadero compromiso de su seguridad? Generalmente alguien dice por lo bajo: con nuestra familia.

Exacto, felicitaciones, con sus familias, ese es el objetivo de todas las capacitaciones en seguridad o prevención, el que cada uno de nosotros pueda volver con su familia.

Normalmente estas charlas o relatos que tienen como único objetivo cuidarme no son comprendidas como tal y en algunas oportunidades algunos colaboradores las toman como un requerimiento legal en el mejor de los casos y en uno de los peores como un pasatiempo.

Luego realizo habitualmente una pregunta, la cual deja en silencio a todas las salas, observo el lenguaje corporal de la platea y noto un cambio, una reflexión, un nuevo pensamiento.

–¿Ustedes se imaginaron o se pusieron a pensar algún día de sus vidas no volver o no regresar a su casa con su familia a causa de un accidente laboral? No contesta la mayoría y otros contestan: “Si yo pensara eso no salgo a la calle”, ja, ja.

Generalmente alguien contesta si no es con esta frase es con alguna similar, pero la verdad, cuando voy a decir estas palabras pongo bastante corporalidad y luego de terminar de decir la última letra todos hacen silencio.

–Muchachos, la verdad es que ninguno de nosotros tiene el regreso asegurado hoy, normalmente no nos ponemos a pensar en esto, pero esa es la verdad y nuestra vuelta depende en su mayoría de nuestros actos con respecto de nuestra seguridad.

Todos están callados para esta altura, continúo expresando que por más que a nosotros esta idea no se nos pase por la cabeza la realidad dice otra cosa. Nos dice que todos los días hay personas que no vuelven, que sus familias deben asistir a un centro asistencial o a un velorio; todos los días hay personas que pierden su vida en ocasión del trabajo.

Continúo haciéndome preguntas a mí mismo y contestándolas. Ustedes pueden preguntarme:

–¿Y por qué tengo que pensar que algo me puede suceder, si yo me cuido? Y si ustedes me preguntan esto, yo les podría contestar:

–¿Y por qué no? ¿En qué nos diferenciamos de esos compañeros que a raíz de un accidente perdieron la vida en su trabajo o camino a este?

Para seguir con esta reflexión les voy a decir algo y si alguno no está de acuerdo puede cuestionarlo. “Ninguno de nosotros tiene el regreso asegurado”, luego de expresar esta frase algunos se me quedan mirando, otros pierden su vista y otros solo se quedan en silencio, pero ninguno se ríe, todo el grupo se pone reflexivo, pensativo.

Para finalizar pido a la platea:

–Quiero que levanten sus manos aquellas personas que desde anteayer no han cometido ninguna falta en cuanto a las normas de seguridad.

Los participantes se miran, pero nadie eleva su mano, susurran comentarios por debajo, pero nadie levanta su mano.

–¿Nadie? –exclamo yo en voz alta.

–Quiero que levanten sus manos aquellas personas que desde ayer no han cometido ninguna falta en cuanto a las normas de seguridad.

Nadie eleva su mano nuevamente, se escuchan risas, comentarios en voz baja.

–¿Cómo es que nadie puede elevar la mano? –pregunto al auditorio.

–¿Nadie? Estamos hablando de ayer a hoy.

–¿Cómo es que nadie puede decir que no se ha equivocado o cometido errores en seguridad desde ayer hasta hoy?

–¿Ninguno? –pregunto con tono sorprendido.

En eso un operario exclama:

–Siempre en algo nos equivocamos, siempre hay algo que mejorar.

–Gracias, muchas gracias –contesto al operario y a todos.

–Ahora les voy a realizar otra pregunta:

Todos en esta sala han cometido errores en seguridad y la pregunta es:

¿Los han cometido queriendo?

Todos se miran unos a otros, disimuladamente algunos esbozan una leve sonrisa, hasta que alguno contesta la pregunta con la respuesta no.

–No queremos equivocarnos, nadie quiere equivocarse –contesta otro operario.

En ese momento y luego de esas respuestas, las cuales yo esperaba que fueran de esa manera, les realizo otra pregunta.

–¿Es posible no equivocarse en seguridad?, ¿es posible no cometer ninguna falta en seguridad?

Luego de esas preguntas se continúan mirando unos a otros y siempre o casi siempre alguno dice que sí, que es posible no cometer errores en seguridad.

Tal respuesta no me extraña en absoluto, nos enseñan a evitar el error de no equivocarnos, algo que es imposible, ya que las personas no somos máquinas.

Cuando escucho en diferentes capacitaciones a personas decir que para evitar accidentes tenemos que realizar las cosas bien, no que debemos cometer actos inseguros, pienso que eso no es posible, ya que el error es parte de nuestra esencia; lo ideal sería que nos enseñen a cómo actuar sobre la base de nuestros errores.

Luego de escuchar esa respuesta vuelvo a preguntar:

–¿Es posible no equivocarse en la vida?

–No, no –responden entre risas.

–La seguridad, muchachos y muchachas, es parte de nuestra vida y por supuesto que no es posible dejar de cometer errores en seguridad.

–Para este momento todos están callados y se miran entre ellos.

–Para terminar con mi mensaje quisiera realizar una de mis últimas preguntas.

Yo puedo asegurarles que entre hoy y mañana todos ustedes en diferentes momentos cometerán algún error y no cumplirán con alguna norma como peatones, conductores de vehículos, en la industria en la que trabajan, etcétera.

–Cuando cometemos los errores, que ya sabemos que vendrán sin pedir permiso y cuando menos los esperemos, ya que no nos avisarán, ¿de quién depende nuestra seguridad y bienestar?

Todos se miran y nadie quiere responder.

–De nosotros mismos –dice un presente en voz alta.

–No, estimado amigo –contesto amablemente–, usted ya tomó una decisión inadecuada, cometió un acto de riesgo, está frente al peligro y no lo está notando, está a merced de este sin saberlo ni imaginárselo.

–¿De quién depende su seguridad en ese momento? Lo único que no pueden contestarme es de ustedes mismos porque esa barrera ya cayó.

Todos se miran, parece que se rompe algún paradigma, alguna creencia, alguien comienza a dudar de algo que consideraba un hecho.

Muy en el fondo de la sala alguien en voz baja dice:

–De nuestro entorno.

–¿Qué? –contesto yo–, Más fuerte por favor, más fuerte, que lo escuche toda la sala, maestro.

–De nuestro entorno, de mi equipo de trabajo, de mis compañeros y supervisores –repite el operario con cada vez más confianza.

–Sí –contesto yo.

–Sí, de nuestro entorno, muchachos, he aquí la única forma de lograr buenos resultados en seguridad: cuidarnos entre todos, cuidarnos las espaldas mutuamente, respetarnos unos a otros, eso es verdaderamente un equipo.

Un equipo de trabajo, con interdependencia, así se dan los mejores resultados en cuestión de prevención de accidentes, trabajando en equipo, algo que parece tan obvio.

–Sentido común –dice alguien con un tono muy seguro de sí mismo.

–¿Sentido común? Gracias por la frase, amigo –contesto.

Esta frase me da pie para aclarar algo que se me pasa a menudo, pero hoy no va a suceder.

–Explico que existen dos corrientes que hablan del sentido común, la primera dice que existe un sentido común que nos engloba a todos, todos somos parte de un sentido común, una forma de actuar que es obvia y nos rige.

–La otra corriente dice que existen tantos sentidos comunes como personas en el mundo y que nada es considerado obvio.

–Ustedes elijan cualquiera de las dos, pero