La Compañera de Gabriel - Tina Folsom - E-Book

La Compañera de Gabriel E-Book

Tina Folsom

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Esta traducción y edición está basada en el Español Latinoamericano y no en el Español Castellano hablado en España. Después de que Maya fue transformada en un vampiro en contra de su voluntad, se le encarga a Gabriel, el vampiro y guardaespaldas de Scanguards, protegerla y encontrar a su atacante. Gabriel nunca ha cuidado un cuerpo tan perfecto como el de Maya. Por otra parte, la atractiva mezcla de vulnerabilidad y fuerza de Maya es difícil de resistir. Sin embargo, debe resistir. A pesar de que la tensión sexual entre ellos aumenta y el vampiro rufián se acerca a ellos, Gabriel se rehúsa a ceder a su deseo. A pesar de la intimidad que comparten, Gabriel teme que, si alguna vez se revela a sí mismo plenamente hacia ella, Maya reaccionará de la misma forma que otras mujeres lo han hecho, huyendo de él y llamándolo un monstruo, un fenómeno, una criatura que no merece su amor. ¿Probará Maya ser la mujer que realmente aprecia todo lo que Gabriel es? SOBRE LA SERIE La serie Vampiros de Scanguards está llena de acción trepidante, escenas de amor ardientes, diálogos ingeniosos y héroes y heroínas fuertes. El vampiro Samson Woodford vive en San Francisco y es dueño de Scanguards, una empresa de seguridad y guardaespaldas que emplea tanto a vampiros como a humanos. Y, con el tiempo, también a algunas brujas. ¡Agrega unos cuantos guardianes y demonios inmortales más tarde en la serie, y ya te harás una idea! Cada libro puede leerse de manera independiente, ya que siempre se centra en una nueva pareja encontrando el amor. Sin embargo, la experiencia es mucho más enriquecedora si los lees en orden. Y, por supuesto, siempre hay algunas bromas recurrentes. Lo entenderás cuando conozcas a Wesley, un aspirante a brujo. ¡Que la disfrutes! Lara Adrian, autora bestseller del New York Times de la serie Midnight Breed: "¡Soy adicta a los libros de Tina Folsom! La serie Vampiros de Scanguards® es de lo más candente que le ha pasado al romance de vampiros. ¡Si te encantan las lecturas rápidas y apasionantes, no te pierdas de esta emocionante serie!" La serie Vampiros de Scanguards lo tiene todo: amor a primera vista, de enemigos a amantes, encuentros divertidos, insta-amor, héroes alfa, parejas predestinadas, guardaespaldas, hermandad, damiselas en apuros, mujeres en peligro, la bella y la bestia, identidades ocultas, almas gemelas, primeros amores, vírgenes, héroes torturados, diferencias de edad, segundas oportunidades, amantes en duelo, regresos del más allá, bebés secretos, playboys, secuestros, de amigos a amantes, salidas del clóset, admiradores secretos, últimos en enterarse, amores no correspondidos, amnesia, realeza, amores prohibidos, gemelos idénticos, y compañeros en la lucha contra el crimen. Vampiros de Scanguards La Mortal Amada de Samson (#1) La Revoltosa de Amaury (#2) La Compañera de Gabriel (#3) El Refugio de Yvette (#4) La Redención de Zane (#5) El Eterno Amor de Quinn (#6) El Hambre de Oliver (#7) La Decisión de Thomas (#8) Mordida Silenciosa (#8 ½) La Identidad de Cain (#9) El Retorno de Luther (#10) La Promesa de Blake (#11) Reencuentro Fatídico (#11 ½) El Anhelo de John (#12) La Tempestad de Ryder (#13) La Conquista de Damian (#14) El Reto de Grayson (#15) El Amor Prohibido de Isabelle (#16) La Pasión de Cooper (#17) La Valentía de Vanessa (#18) Deseo Mortal (Storia breve) Guardianes Invisibles Amante Descubierto (#1) Maestro Desencadenado (#2) Guerrero Desentrañado (#3) Guardián Descarriado (#4) Inmortal Develado (#5) Protector Inigualable (#6) Demonio Desatado (#7)

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Seitenzahl: 495

Veröffentlichungsjahr: 2022

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LA COMPAÑERA DE GABRIEL

VAMPIROS DE SCANGUARDS -# 3

TINA FOLSOM

ÍNDICE

Prólogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Capítulo 21

Capítulo 22

Capítulo 23

Capítulo 24

Capítulo 25

Capítulo 26

Capítulo 27

Capítulo 28

Capítulo 29

Capítulo 30

Capítulo 31

Capítulo 32

Capítulo 33

Capítulo 34

Capítulo 35

Epílogo

Otros libros de Tina

Orden de Lectura

Sobre el Autor

DESCRIPCIÓN DEL LIBRO

Después de que Maya fue transformada en un vampiro en contra de su voluntad, se le encarga a Gabriel, el vampiro y guardaespaldas de Scanguards, protegerla y encontrar a su atacante.

Gabriel nunca ha cuidado un cuerpo tan perfecto como el de Maya. Por otra parte, la atractiva mezcla de vulnerabilidad y fuerza de Maya es difícil de resistir. Sin embargo, debe resistir. A pesar de que la tensión sexual entre ellos aumenta y el vampiro rufián se acerca a ellos, Gabriel se rehúsa a ceder a su deseo. A pesar de la intimidad que comparten, Gabriel teme que, si alguna vez se revela a sí mismo plenamente hacia ella, Maya reaccionará de la misma forma que otras mujeres lo han hecho, huyendo de él y llamándolo un monstruo, un fenómeno, una criatura que no merece su amor.

¿Probará Maya ser la mujer que realmente aprecia todo lo que Gabriel es?

Traducido al español por Gely Rivas

Editado por Stella Ashland, María Riega y Josefina Gil Costa

Derechos de Copia © 2012 – 2021 por Tina Folsom

Scanguards ® es una marca registrada.

PRÓLOGO

Philadelphia, 1863

Vestido solamente con sus calzoncillos largos, Gabriel miró a la mujer que estaba frente a él en su camisón virginal. Los bordes de encaje en el cuello y en las mangas, solo acentuaban más su inocencia. Temprano en el día, el ministro los había declarado marido y mujer ante Dios, pero ahora era el momento de hacer a Jane verdaderamente suya.

Esa era su noche de bodas, una noche que había anticipado con el afán de un joven deseoso de comenzar su propia familia. A excepción de unos cuantos besos, no había tenido relaciones íntimas con Jane. Su estricta crianza religiosa, le había exigido esperar para tocarla hasta casarse. Él había esperado, no sólo porque la amaba de verdad con todo su corazón, sino también porque él tenía sus propias inhibiciones sobre hacer el amor.

Jane dio un paso tentativo hacia él. Gabriel completó el paso. Sus brazos serpentearon alrededor de su espalda y la atrajo hacia sí. La tela bajo su mano se sentía suave y tan delgada, que parecía estar tocando su piel desnuda. Cuando acercó sus labios hacia los de ella, aspiró su perfume, una mezcla de rosas y jazmines como las flores de su bouquet de bodas. Por debajo del mismo estaba su propio aroma personal, el olor embriagador de Jane, un olor que le había hecho marearse cuando por primera vez lo había sentido. Él había estado duro y listo desde entonces.

—Mi esposa—, le susurró Gabriel. Las palabras se sentían bien mientras salían de sus labios, chocando con su dulce aliento. Con un suave gemido, la besó con toda la pasión que había estado conteniendo, esperando que ella se convirtiera en su esposa. El cuerpo de ella se aferró al suyo, con más ganas de las que había anticipado, cediendo a su contacto, imprimiendo en él el amor que había intuido en sus ojos, mucho antes de que hubiese pedido su mano en matrimonio.

Sin interrumpir el beso, él desató las cintas en la parte delantera de su camisón, y luego deslizó el vestido por sus hombros y lo dejó caer al suelo. Con un suave sonido, cayó sobre sus pies. Nunca más necesitaría un camisón: él la calentaría cada noche a partir de ahora. Su ágil cuerpo se estremecía, pero le hizo darse cuenta de que no era por el frío. No, ella estaba tan excitada como él.

Gabriel soltó sus labios y la miró. Pequeños pechos redondos, con duros y oscuros pezones, se mantenían firmes. Sus caderas eran anchas, su piel suave y sensible a sus toques. Cuando él la levantó en sus brazos y la llevó a la cama que compartirían por el resto de sus vidas, su deseo por ella creció.

Sus calzoncillos largos estaban tan apretados, que casi no podía respirar, pero ahora su pene se había expandido aún más, impaciente por atravesarla. La puso sobre la cama y la miraba, mientras abría los botones de su bragueta con manos temblorosas, el corazón latía en su garganta. La transpiración resbalaba por su frente. Durante todo ese tiempo, su ansiedad aumentaba. Mientras se desnudaba, la amorosa mirada de Jane se alejó de su cara dirigiéndose a la parte inferior de su cuerpo. Entonces su expresión cambió de repente. Era lo que, en secreto, más había temido.

—¡Oh, Dios, no! — Ella se enderezó, mientras su mirada seguía fija en su ingle, el horror distorsionaba sus rasgos faciales. —¡Aléjate de mí! — Gritó ella y saltó de la cama al otro lado.

—Jane, por favor, déjame explicarte—, le rogó y fue tras ella, mientras corría hacia la puerta. Él debía haberla preparado para eso, pero ya era demasiado tarde. Había tenido la esperanza, de que, si él era amable y paciente con ella, tal vez lo aceptaría.

Él la alcanzó en la cocina.

—¡Eres un monstruo, aléjate de mí!

Gabriel la tomó del brazo y la detuvo antes que corriera otra vez. —Por favor, Jane, mi amor, escúchame—. Si tan sólo le diera una oportunidad, podría demostrarle que en su interior no era un monstruo, que dentro de él estaba el hombre que la amaba.

Con sus salvajes ojos, Jane miró frenéticamente alrededor de la cocina, antes de luchar por liberarse de su agarre y darse la vuelta.

—¡No vuelvas a tocarme otra vez!

—¡Jane! — Tenía que tratar de calmarla y de que lo escuchara. Su futuro dependía de eso.

Cuando se volvió hacia él, lo único que vio fueron sus ojos horrorizados. Era demasiado tarde, vio el reluciente cuchillo en su mano… Demasiado tarde para darse la vuelta y evitar que el filo hiriera su rostro. Pero lo que dolía más que la herida punzante en su rostro, era ver a su propia esposa apartándose de él con horror.

—¡Ahora, las mujeres se apartarán de ti como deberían, eres un monstruo, Gabriel, eres una criatura del diablo!

La cicatriz que le dejaría en su hermoso rostro, empezaba desde la barbilla hasta la parte superior de la oreja derecha, y sería un recordatorio constante de lo que era: un monstruo, un fenómeno en el mejor de los casos, indigno de ser amado por una mujer.

1

San Francisco, hoy.

El clic-clac de sus tacones, hacía eco en los edificios. Maya apenas podía ver el pavimento a través de la niebla, que colgaba como una espesa bruma en el aire de la noche, ampliando cada sonido.

Un susurro proveniente de algún lugar detrás de ella, le hizo acelerar más sus ya apresurados pasos. Sintió un fuerte escalofrío como si una mano helada pasara por ella tocando su piel. Ella odiaba la oscuridad, y eran en noches como estas, cuando ella maldecía el estar de turno en su servicio. La oscuridad siempre la había asustado, y últimamente lo hacía aún más.

Ella abrió su bolso mientras se acercaba al edificio de apartamentos de tres pisos, en el que había estado viviendo durante los últimos dos años. Con dedos temblorosos, buscaba las llaves de su casa. En el momento en que sintió el frío metal en la palma de su húmeda mano, se sintió mejor. En unos segundos, ella estaría de vuelta en la cama y tendría un par de horas de sueño, antes de que su siguiente turno comenzara. Pero lo más importante, era que iba a estar de vuelta en la seguridad de sus propias cuatro paredes.

Cuando se volvió hacia las escaleras que conducían a la pesada puerta de entrada, se dio cuenta de la oscuridad en el vestíbulo. Ella levantó la mirada. El foco de luz sobre la puerta, debió haberse quemado. Un par de horas antes había estado alumbrando. Lo puso en su lista mental de cosas para informarle al propietario del edificio.

Maya buscó el pasamanos a ciegas y se agarró de él, contando los escalones mientras subía.

Ella nunca llegó a la puerta.

—Maya.

Se quedó sin aliento cuando ella giró sobre sus talones. Sumida en la oscuridad y la niebla, no podía distinguir su rostro. No necesitaba saberlo… ella conocía su voz. Sabía quién era. Casi la paralizó. Su corazón martilleaba en su garganta, mientras el miedo aumentaba dentro de sus entrañas.

—¡No! —, gritó ella y se apresuró hacia la puerta, con la esperanza contra toda probabilidad de poder escapar.

Había vuelto, como se lo había prometido.

Puso su mano en su hombro y le dio vuelta hacia él. Pero en lugar de su rostro, en todo lo que podía concentrarse, era en el blanco de sus dientes puntiagudos.

—Serás mía.

La amenaza fue lo último que oyó, antes de sentir que sus colmillos afilados rompieran su piel y se hundieran en su cuello. A medida que la sangre salía, también lo hacían los recuerdos de las últimas semanas.

* * *

—¿Ya ha intentado la cirugía? — El Dr. Drake preguntó, sin levantar la vista de la libreta de notas.

Gabriel lanzó un resoplido frustrado y se sacudió una imaginaria partícula de polvo de sus jeans. —No funcionó.

—Ya veo—. Carraspeó la garganta. —Sr. Giles, ¿ha tenido esto... —, el doctor se estremeció e hizo un movimiento indescriptible con la mano — eh... ¿toda su vida? ¿Incluso cuando era humano?

Gabriel cerró los ojos por un segundo. Después de la pubertad, no había un solo día en su memoria de vida, que no hubiera tenido ese problema. Todo había sido normal cuando era un niño pequeño, pero en el momento en que sus hormonas habían comenzado su apogeo, su vida había cambiado. Aún como ser humano, había sido un marginado.

Sintió que la cicatriz palpitaba en su cara, recordando el momento en que la había recibido y se sacudió para alejarse de sus recuerdos. Hacía tiempo que el dolor físico había disminuido, pero el dolor emocional estaba tan vivo como siempre. —Lo tenía mucho antes de convertirme en vampiro. En aquel entonces, nadie pensaba en la cirugía. Demonios, una infección probablemente me habría matado—. Si hubiera sabido cómo sería su vida, él mismo se habría clavado un cuchillo, aunque es fácil ser sabio después del hecho.

—De todos modos, como usted probablemente sabe mejor que yo, mi cuerpo se regenera mientras duermo y cura lo que percibe como una herida. Así que no, la cirugía no ha funcionado.

—¿Supongo que esto ha causado problemas con su vida sexual?

Gabriel se apretó más atrás contra el respaldo de la silla frente al Dr. Drake, después de haber ignorado el ataúd-sofá con un estremecimiento interno al ingresar al consultorio. Su amigo Amaury, le había advertido acerca de la elección de mobiliario del médico. Sin embargo, el ataúd que había sido transformado en una reposera al remover un panel lateral, le daba escalofríos. Ningún vampiro que se apreciara querría ser atrapado muerto en ella. Un juego de palabras.

—¿Cuál vida sexual? — murmuró en voz baja. Pero, por supuesto, el oído superior de vampiro del doctor, le aseguró que las palabras no se le habrían escapado.

La mirada sorprendida de Drake, lo confirmó. —¿Quieres decir que...?

Gabriel sabía exactamente lo que el hombre estaba preguntando. —Excepto por alguna ocasional prostituta desesperada, a la cual tengo que pagar sumas extravagantes de dinero para que me preste sus servicios, no tengo vida sexual.

Él bajó la mirada, sin querer ver la lástima en los ojos del médico. Estaba allí para pedir ayuda, no para ser digno de lástima. Aun así, tenía que impresionar al hombre lo suficiente para que viera lo importante que era para él. —No he conocido a una mujer que no haya retrocedido de miedo al ver mi cuerpo desnudo. Me llaman monstruo, fenómeno en el mejor de los casos… y ellas son las más buenas—. Hizo una pausa, se estremeció mientras recordaba todos los nombres con los que había sido llamado.

—Doctor, yo nunca he tenido una mujer en mis brazos que quiera estar conmigo—. Sí, él había cogido mujeres… rameras… pero nunca había hecho el amor con una mujer. Nunca había sentido el amor o la ternura de una mujer, la intimidad o el despertar en sus brazos.

—¿Cómo espera que yo lo ayude? Como usted mismo lo ha dicho, la cirugía no lo ha ayudado, y yo sólo soy un psiquiatra. Yo trabajo con la mente de la gente, no con sus cuerpos—. La voz de Drake estaba infundida con rechazo, cada sílaba de la misma. —¿Por qué no utilizas el control de la mente en las mujeres humanas? De todas maneras, no lo sabrán.

Tendría que haberlo esperado. Gabriel le dio una mirada fulminante. —Yo no soy un completo idiota, doctor. No voy a usar a las mujeres de esa manera—. Hizo una pausa antes de continuar, controlando su enojo por la deshonrosa sugerencia. —Usted ayudó a mis amigos.

—Tanto los problemas del Sr. Woodford como los problemas del Sr. LeSang, eran diferentes, no...— buscó las palabras adecuadas —físicos como el suyo.

El pecho de Gabriel se contrajo. Sí, físico. Y un vampiro no puede alterar su forma física. Estaba escrito en piedra. Esa era la razón exacta, por la que su rostro estaba marcado por una cicatriz, que se extendía desde la barbilla hasta la parte superior de la oreja derecha. Había recibido la herida cuando él era un ser humano. Si hubiera sido herido siendo un vampiro, nunca habría tenido una cicatriz, y su rostro estaría intacto.

Dos golpes en su contra, para empezar una cicatriz horrible que ahuyentaba a muchas mujeres, y para terminar cuando se bajaba los pantalones… él se estremeció y miró nuevamente al doctor, que pacientemente esperaba sentado en su silla.

—Los dos me afirmaron que utilizaba métodos poco ortodoxos—, Gabriel le puso un anzuelo.

El Dr. Drake se encogió de hombros sin comprometerse. —Lo que unos llaman poco ortodoxo, otros lo considerarían como natural.

Esa fue una no respuesta si es que hubo alguna. Sutiles pistas, no le darían a Gabriel la información que buscaba. Se aclaró la garganta y se movió hacia adelante en su silla.

—Amaury mencionó que usted tenía ciertas conexiones—. Hizo hincapié en la palabra “conexiones” de tal manera, que el médico no pudiera confundir a lo que él se refería.

El enderezamiento casi imperceptible en el cuerpo del médico se le habría escapado a la mayoría, pero no a Gabriel. Drake había entendido muy bien lo que estaba buscando.

Los labios del doctor se apretaron. —Tal vez pueda referirte a otro médico entre mis conexiones que podría ser capaz de ayudarte más que yo. Nadie aquí en San Francisco, por supuesto, ya que sigo siendo el único vampiro con capacitación médica aquí —, confesó.

Gabriel no estaba sorprendido por la revelación: ya que los vampiros no eran susceptibles a las enfermedades humanas, muy pocos se convertían en médicos. Teniendo en cuenta que San Francisco tenía una población de vampiros menor a mil, era de mucha suerte tener al menos un médico profesional dentro de los límites de la ciudad.

—Veo que estamos de acuerdo en que no somos una buena combinación—, prosiguió el doctor.

Gabriel sabía que tenía que actuar ahora, antes de que el médico lo rechazara por completo. Cuando Drake se trasladó a su tarjetero giratorio en su escritorio, Gabriel se levantó de su silla.

—Yo no creo que eso sea necesario…

—Bueno, entonces, fue un placer conocerte—. El médico estiró su mano, su relajada cara mostraba ahora alivio.

Con un ligero movimiento de su cabeza, Gabriel rechazó el gesto. —Dudo que el tarjetero contenga el nombre de la persona que estoy buscando, de todos modos. ¿Estoy en lo cierto? — Mantenía una cierta malicia en su voz, sin tener intención de enajenar al hombre. En cambio, sus labios dejaron asomar una media sonrisa.

Un destello en los ojos azules de Drake, confirmó que sabía exactamente de lo que Gabriel estaba hablando. Ya era hora de traer a los peces gordos. —Soy un hombre muy rico. Puedo pagar todo lo que usted quiera—, ofreció Gabriel. En sus casi ciento cincuenta años como vampiro, había amasado una fortuna.

La ceja levantada del doctor, indicaba interés. Hubo un titubeo en el movimiento de Drake, pero segundos más tarde le señaló las sillas. Ambos se sentaron nuevamente.

—¿Qué le hace pensar que estoy interesado en su oferta?

—Si no fuera así, no estaríamos sentados.

El médico asintió con la cabeza. —Su amigo Amaury habla muy bien de usted. Confío en que él está bien ahora.

Si Drake quería charlar, Gabriel le daría gusto, pero no por mucho tiempo. —Sí, la maldición se ha roto. Tengo entendido que uno de sus conocidos fue el instrumento para averiguar cómo podría ser revertida la maldición.

—Tal vez. Pero comprender cómo solucionar algo y hacerlo, son dos cosas diferentes. Y como yo lo veo, Amaury y Nina revirtieron su maldición por sí solos. Sin necesitar la ayuda de nadie.

—¿Hay alguna diferencia en mi caso?

El doctor se encogió de hombros, un gesto del cual Gabriel ya se estaba cansando. —No sé. Puede haber una explicación perfectamente plausible para su dolencia.

Gabriel negó con la cabeza. —Vamos a cortar por lo sano, Drake. No es una enfermedad. ¿Qué explicación aceptable voy a darle a una mujer que me ve desnudo?

—Sr. Giles…

—Por lo menos llámame Gabriel. Creo que hemos pasado la etapa de Sr. Giles.

—Gabriel, entiendo tu situación.

Gabriel sintió como el calor de su ira se elevaba por su pecho revolviéndose, algo que era cada vez más común, mientras se ocupaba de su situación. —¿La entiende? ¿Realmente entiende lo que se siente el ver el asco y el miedo en los ojos de una mujer con la que se quiere hacer el amor? — Gabriel tragó con esfuerzo. Nunca había hecho el amor con una mujer, en realidad, nunca hizo el amor. El sexo con prostitutas no era amor. Claro, él podría usar el control mental como el médico le había sugerido, y atraer a una mujer confiada a su cama y hacer con ella lo que quisiera, pero había jurado nunca llegar tan bajo. Y nunca había roto esa promesa.

—Has hablado de un pago—, oyó decir a Drake.

Por fin, había una luz al final del túnel. —Di un precio, y te enviaré el dinero a tu cuenta en cuestión de horas.

Drake negó con la cabeza. —No estoy interesado en el dinero. Entiendo que tienes un don.

Gabriel se irguió en su silla. ¿Cuánto sabía el doctor acerca de él? Él sabía que Amaury nunca revelaría ninguno de sus secretos. —No estoy seguro de entender…

—Gabriel, no me tomes por tonto. Así como averiguaste acerca de mí, yo también lo he hecho acerca de ti. Tengo entendido que eres capaz de desbloquear los recuerdos. ¿Te importaría explicarme tu don?

No en particular. Pero al parecer no tenía otra opción. —Veo en las mentes de las personas y puedo ahondar en sus recuerdos. Yo veo lo que han visto.

—¿Esto significa que puedes mirar en mis recuerdos y encontrar a la persona que estás buscando? —, preguntó Drake.

—Sólo veo eventos e imágenes. Así que a menos que encuentre una memoria que muestre su casa o algo por el estilo, no seré capaz de encontrarla. No leo la mente, sólo los recuerdos.

—Ya veo—. El doctor hizo una pausa. —Estoy dispuesto a darte el paradero de la persona que estás buscando, a cambio de que me dejes utilizar por una sola vez tu don.

—¿Quieres que ahonde en tus recuerdos y encuentre algo que has olvidado? — Claro, él podría hacer eso.

Drake se echó a reír. —Por supuesto que no. Tengo una memoria perfecta. Quiero que desbloquees los recuerdos de otra persona para mí.

La esperanza se evaporó. Su habilidad era sólo para ser utilizada en situaciones de emergencia o cuando la vida de alguien estaba en juego. Él no capturaría los recuerdos de una persona para su propio beneficio, sin importar lo que signifique para él. —No puedo hacer eso.

—Por supuesto que puedes. Me acabas de decir…

—Lo que quise decir es que no lo haría. Los recuerdos son privados. No voy a acceder a los recuerdos de una persona sin su permiso—. Y estaba seguro que la persona cuyos recuerdos el doctor quería revelar, no le iba a dar su consentimiento.

—Un hombre con altos valores éticos. Es una lástima.

Gabriel miró a su alrededor. —Con el dinero que estoy dispuesto a pagarte, podrías efectuar una remodelación muy ostentosa—. Y deshacerte del ataúd-sofá.

—Me gusta la forma en que luce mi consultorio. ¿A ti no? — Drake le dio al ofensivo sofá una mirada acentuada.

Gabriel supo entonces que las negociaciones habían terminado. El médico no daría su brazo a torcer, y él tampoco lo haría.

2

En el momento en que Gabriel llegó a la casa victoriana de Samson en Nob Hill, respiró profundamente. Tenía que regresar a Nueva York ahora, cuanto antes mejor. Tal vez si estaba de regreso en su entorno habitual, estaría más relajado y no esperaría lo imposible. ¿Por qué de repente había empezado a sentirse como si pudiera hacer algo acerca de su problema aquí en San Francisco, cuando él había renunciado a eso hace muchos años?, no lo sabía.

Teniendo que informarle sobre su partida a su jefe, Samson, se alegró de que lo hubiese llamado para ir a su casa cuando salió de la oficina de Drake.

Con un paso determinado, Gabriel entró en el vestíbulo, dejando atrás la neblina y la bruma. La casa estaba iluminada a pesar de lo avanzada de la hora, como lo estaría la casa de un compañero vampiro. Cobraría vida al atardecer y se apaciguaría una vez que saliera el sol. Gabriel dejó que sus ojos recorrieran todo el vestíbulo de la entrada, con sus paneles de madera oscura, sus alfombras elegantes y sus decoraciones antiguas. Le gustaba la casa de Samson, había conservado todo el encanto de la época victoriana en la cual fue construida, eliminando la sensación claustrofóbica de sus pequeñas habitaciones. Samson había abierto el espacio, para dar una sensación aireada. Sin embargo, el encanto se mantenía.

Gabriel levantó la cabeza hacia el techo. Había una conmoción arriba. Pasos pertenecientes a varios hombres se dejaban oír desde el pasillo en la segunda planta. Un momento después, Samson bajó por las escaleras.

En primer lugar, las piernas largas de Samson se dejaron ver mientras se apresuraba por las escaleras de caoba original. Luego todo su cuerpo quedó a la vista. Su pelo negro azabache, estaba en marcado contraste con el color de sus ojos avellana. Con más de un metro noventa de alto y buena complexión, era una figura impresionante. Su aguda inteligencia y su fuerza, le habían ganado la admiración y el respeto tanto de sus colegas como de sus amigos. Su decisión y determinación eran lo que lo distinguía: Samson era el jefe. Y Gabriel estaba orgulloso de ser su segundo al mando.

Cuando Samson se dio cuenta de la llegada de Gabriel, levantó la mano en señal de saludo. —Gracias por venir tan rápido.

Detrás de él, dos hombres bajaban las escaleras. Gabriel reconoció a uno de ellos como Eddie, ahora cuñado de Amaury, que trabajaba como guardaespaldas de la empresa de seguridad de Samson, Scanguards. Sin embargo, no había razón para que él estuviera en la residencia privada de Samson, a menos que hubiera un evento social planificado.

Samson se dirigió a los dos hombres. —Ya tienen sus órdenes, y ni una palabra a nadie por ahora.

Los dos gruñeron en acuerdo y, con una inclinación de cabeza a Gabriel, se dirigieron hacia la puerta.

—¿Qué están…? — comenzó Gabriel.

—Tenemos una situación—. La mirada en la cara de Samson era grave. —Ven, tenemos que hablar.

Samson le hizo un gesto hacia la sala de estar, decorada con muebles auténticos de la época victoriana. Gabriel lo siguió con una extraña sensación de presentimiento en el estomago. Su jefe y amigo de muchos años, siempre había tenido una actitud calmada, pero esta noche estaba diferente. Su pelo negro estaba erizado, los ojos preocupados, y las líneas en su cara lo decían todo.

Samson se detuvo delante de la chimenea y se volvió hacia Gabriel. Incluso en junio, la chimenea estaba encendida para proporcionar calor y atenuar la niebla de la noche. —Sé que estás ansioso por volver a Nueva York.

—Estaba pensando en tomar el avión a.…— interrumpió Gabriel.

—Lo siento, Gabriel, pero voy a tener que abusar de mi rango sobre ti. Te necesito aquí. No te puedes ir—. El anuncio de Samson, lo sorprendió totalmente.

—¿Qué?

—Yo sé que quieres irte a casa, pero necesito que te hagas cargo de esta situación por mí. Ricky no me es útil en este momento. Desde que Holly rompió con él el mes pasado, no es el mismo—. Samson pasó su mano por el pelo. Ricky era la contraparte de Gabriel en San Francisco, el Director de Operaciones. Gabriel no dijo ni una palabra. Algo andaba mal, muy mal, si Samson consideraba que era más importante que él se quedara en San Francisco, en lugar de regresar a su trabajo en Nueva York.

—Esto es demasiado importante. Créeme, me hubiera gustado que Amaury se hiciera cargo de esto, pero él y Nina necesitan un tiempo juntos. Está prácticamente en su luna de miel, encerrados en su casa. No puedo hacerle eso a él en este momento.

Gabriel asintió con la cabeza. —¿Qué ocurre?

—Siéntate.

Gabriel se sentó y esperó hasta que Samson hiciera lo mismo. —Nunca te he visto así.

Samson soltó una risa amarga. —Creo que mi responsabilidad como esposo y futuro padre, no va de la mano con tener un vampiro recién convertido en la casa.

—¿Un vampiro recién convertido? — Esto era realmente un shock. Un vampiro recién convertido era un peligro, incapaz de controlar sus impulsos, dispuesto a atacar a cualquiera. El que Samson estuviera inquieto, tenía mucho sentido. Su esposa Delilah era un ser humano y estaba embarazada de su primer hijo. Ella sería un blanco principal para cualquier nuevo vampiro.

—Ella fue atacada esta noche.

—¿Delilah? ¿Delilah fue atacada? — Gabriel sintió la adrenalina disparándose a través de sus venas.

—No, no. Gracias a Dios. Delilah está muy bien. No. Esta mujer “un ser humano” fue atacada y se convirtió. Los dos guardaespaldas que acaban de salir: Eddie y James, ahuyentaron a su atacante y llegaron a ayudarla. Sus ojos ya se habían vuelto negros, así que sabían que el proceso se había iniciado.

Los ojos de un humano convirtiéndose eran completamente negros sin ningún rastro de blanco, era una clara señal de la transformación. Sólo una vez terminado el cambio, los ojos regresaban a la normalidad.

—Ellos la trajeron aquí, hace media hora—, continuó Samson. —Debe haber sido atacada en el camino hacia su casa. Tenemos que encontrar a su agresor y matarlo.

Gabriel entendió. —Un sinvergüenza. Mientras él esté ahí afuera, es un peligro para todo el mundo y sobre todo si sabe que la estamos protegiendo.

Gabriel y sus colegas despreciaban a los vampiros que convertían a humanos inocentes, en contra de su voluntad. Se trataba de una infracción grave en su sociedad… de hecho, un delito… condenable con la muerte. La vida de un vampiro no era fácil… Gabriel más que todos los demás, lo sabía a ciencia cierta. Por lo tanto, creía en la protección del derecho de un ser humano para elegir, y no forzaría a tomar esa vida a nadie. Había que castigar a cualquiera que violara ese derecho.

—Sí. Es por eso que te necesito. Necesito a alguien en quien pueda confiar.

—¿Qué tenemos? — Gabriel era todo oídos ahora. Ese era su trabajo. Eso era lo que hacía mejor. Un caso en el cual abocarse, y olvidarse de sus pensamientos sobre su problema personal, era lo que necesitaba. —¿Se sabe quién es la mujer?

—Ella es médico. Trabaja en el Centro Médico de la UCSF. Encontramos su documento de identidad. Su nombre es Maya Johnson, treinta y dos años, vive en Noe Valley. No hemos podido preguntarle nada todavía. Cuando Eddie y James la trajeron, estaba inconsciente. Espero que nos pueda dar una descripción del vampiro que la atacó cuando despierte. Mientras tanto, voy a mantener en silencio este tema. Podría ser cualquiera. Hasta que sepamos quién podría estar detrás de esto, no quiero que nadie sepa que ella está aquí.

—Eso es inteligente—, coincidió Gabriel. Hasta que pudieran hablar con ella, tenían que ir a lo seguro. Por supuesto, asumiendo que ella les pudiera decir algo. —Sabes que ella será presa del pánico cuando se despierte—. No sólo estará traumatizada por el ataque, sino que una vez que se dé cuenta en lo que se ha convertido, ella en verdad entrará en pánico.

Samson cerró los ojos y asintió con la cabeza. —Puedo imaginármelo muy bien.

—¿Deberíamos traer a alguien más para ayudarla a pasar por esto? — Gabriel sabía que no era la persona adecuada para guiar a una mujer a través de una transición que cambiaría su vida, como lo era convertirse en un vampiro. Él no era bueno con las mujeres.

—Ya he enviado por Drake. Él sabrá qué hacer. Tal vez pueda calmarla cuando empiece a ponerse histérica.

Teniendo en cuenta sus propias interacciones con Drake, Gabriel dudó que el hombre lo hiciera mejor que él. Pero no iba a contradecir a Samson, que tenía claramente al médico en alta estima.

—Sí, esperemos que pueda. ¿No deberíamos tener una mujer aquí cuándo se despierte? Tener un montón de vampiros de más de un metro noventa algo sorprendidos frente a ella cuando despierte, podría ser un poco intimidante—. Gabriel miró a los ojos de Samson. No tenía ningún interés en ser el que le diera la mala noticia. Tampoco era tímido en delegar las cosas que él no tenía por qué hacer. Era mejor si una mujer, una persona con un poco más de sensibilidad, hiciera el trabajo.

—No será Delilah. No quiero que de ninguna forma esté cerca de la mujer. Tú sabes tan bien como yo lo que un vampiro recién convertido es capaz de hacer. Ella no será capaz de controlar su fuerza, incluso aunque no quiera herir a nadie.

Gabriel levantó la mano. —Yo no estaba pensando en Delilah. Yvette no ha viajado a Nueva York todavía. Le di un par de días libres para hacer un poco de turismo—. Yvette era una buena guardaespaldas y, a pesar de que ella pudiera actuar un poco escrupulosa, era seria y tenía un fuerte sentido del bien y del mal. Estaba seguro de que las dos mujeres, se llevarían bien al instante.

Samson soltó un suspiro. —Por supuesto. Yvette. Esa es una buena idea.

Pesados pasos se escucharon en la escalera. Un momento después, Carl, el mayordomo de confianza de Samson, se precipitó en la habitación. Era un hombre corpulento, de gruesa cintura y tenía alrededor de cincuenta años. Como siempre, llevaba puesto un traje oscuro formal. De hecho, Gabriel nunca lo había visto con ninguna otra cosa, y estaba seguro de que el hombre no tenía ni un solo par de jeans.

—Sr. Woodford, la mujer está empeorando.

—El Dr. Drake ya está en camino. No hay nada que podamos hacer hasta que llegue aquí. No deberías dejarla sola—, dijo Samson.

—La señorita Delilah está con ella—, respondió Carl.

Samson y Gabriel se levantaron.

El pánico golpeó la cara de Samson mientras subía corriendo las escaleras. Gabriel corrió tras él e irrumpió en la habitación de invitados.

—¡Delilah! — La voz de Samson estaba llena de alarma.

La menuda mujer de Samson estaba sentada en el borde de la cama y secaba la cara de la mujer con un paño húmedo. —Samson, por favor, estoy tratando de todo para que ella se sienta cómoda. Cuando entras gritando así en la habitación, no ayuda—. El regaño de Delilah era suave. Su cabello largo y oscuro, caía en su cara, mientras se inclinaba hacia la mujer. A pesar de que estaba embarazada, su cuerpo no mostraba ninguna protuberancia todavía. Según Samson, sólo tenía tres meses de embarazo, lo que significaba que había quedado embarazada casi inmediatamente después de que la pareja había hecho el vínculo de sangre, después del Año Nuevo Chino.

—No deberías estar aquí en absoluto. No sabemos cómo va a reaccionar. Es muy peligroso para ti—. Samson puso sus manos sobre sus hombros y la ayudó a levantarse y alejarse de la cama. —Por favor, cariño, estás quitándome décadas de vida haciendo esto—. Miró sobre su hombro a Gabriel, haciéndole un gesto para acercarse hacia la cama. —¿Gabriel te importaría?

¿Samson quería hacerlo jugar a la enfermera? Eso no era parte del trato. Él iba a investigar quién le había hecho esto a ella, incluso le daría su protección si ella todavía estuviera en peligro, pero bajo ninguna circunstancia se sentaría junto a la cama de la mujer y sería su enfermero.

Lo mejor era decírselo a su jefe en esos momentos. Ser la niñera de una mujer vampiro recién convertida, no era lo que necesitaba en esos momentos, especialmente cuando no esperaba interactuar realmente con ella, en un nivel tan íntimo. Estaría más que dispuesto a realizar algunos interrogatorios, seguro, pero no eso, no se sentaría junto a su cama a cuidarla.

Demonios, él no tenía idea de qué hacer. Su conocimiento del cuerpo de una mujer se limitaba a algunas rápidas interacciones sexuales y muchas películas porno no tan apresuradas. Sin duda, nadie podía esperar que cuidara de una mujer vampiro. ¿Dónde diablos estaba Drake? ¿No debería estar ahí?

Gabriel se volvió hacia Samson, que llevaba a Delilah hacia la puerta, listo para rechazar el trabajo que se esperaba de él. Sin embargo, un gemido de la mujer en la cama, le hizo mirar en su dirección.

Su aliento se quedó atrapado en su pecho cuando la vio por primera vez.

Gabriel oyó cerrarse la puerta y supo que estaba solo con ella.

La mujer yacía sobre las sábanas, la ropa manchada de sangre. Llevaba pantalones y una camiseta, una bata blanca de médico encima. En letras rojas, su nombre estaba bordado por encima del bolsillo de su pecho: Doctora Maya Johnson, Urología.

La cara de Maya estaba pálida y parecía aún más pálida por el enmarcado de su pelo oscuro hasta los hombros. No era perfectamente lacio, caía en grandes ondas que parecían acariciar su rostro. Sus ojos estaban cerrados, gruesas pestañas oscuras los protegían. Se preguntó de qué color serían sus ojos, una vez que regresaran a su estado normal. Su piel tenía un tinte de oliva haciéndola parecer Latinoamericana, del Mediterráneo, o del Medio Oriente.

Ella tenía contusiones y cortes en la cara, principalmente alrededor de los labios que eran perfectamente gruesos y curvos. Había luchado con su agresor, lo supo al instante. En cuestión de horas, sus heridas habrían desaparecido, su cuerpo ya vampiro se curaría a sí mismo, mientras dormía.

Sólo podía imaginar el dolor que había sufrido y el horror cuando se diera cuenta de lo que estaba pasándole. Había muerto esa noche a manos de un rufián, y él la había traído de regreso desde el borde del abismo. Ella había tenido que experimentar la muerte, para ganar una nueva vida. ¿Qué tan dolorosa había sido su muerte?

Gabriel sabía que la transformación de todos los vampiros era diferente. Muchos tenían recuerdos horribles del suceso, cosas que nadie hablaba. Y los recuerdos de esta mujer serían terribles… Ser convertida en contra de su voluntad, sería traumático. Sus heridas lo atestiguaban.

Gabriel miró más allá de las lesiones y la fealdad de la herida por la mordedura en el cuello. Estaba claro que habían interrumpido al rufián, ya que no había tenido la oportunidad de cerrar la herida con su saliva. Necesitaría más tiempo para cerrarse sin eso. Si hubiera lamido la herida de la mordida, ya ni siquiera sería visible.

Gabriel sólo vio a la mujer por debajo de las lesiones: la curva sensual de su nariz, las líneas fuertes de sus pómulos, y la gracia de su cuello. Su figura esbelta bien podría haber estado descubierta, ya que casi podía imaginar cómo se vería su cuerpo desnudo.

Elegantes dedos largos se extendían de sus manos delgadas, manos que quería sentir en su propia piel acariciándolo. Piernas largas, que él quería que ella envolviera alrededor de su cintura mientras le hacía el amor. Pechos rellenos que podría mamar mientras besaba cada centímetro de su cuerpo. Labios rojos que saborearía con los suyos.

Había algo tan apasionante en su aroma, algo tan extraño, pero tan familiar al mismo tiempo. No había otro aroma que pudiera comparársele. Rico y profundo, lo envolvía, cubriéndolo como un capullo en un aura de calidez y suavidad. Cada célula de su cuerpo respondía a su llamada.

Ella era perfecta.

3

Todo lo que Gabriel podía hacer, era mirar a Maya. Asumiendo una voluntad propia, sus piernas lo llevaron hacia su lado, donde se sentó a la orilla de la cama.

Se inclinó sobre ella y escuchó su corazón. Era lento, demasiado lento. Los latidos del corazón de un vampiro, eran casi el doble de lo normal de un ser humano, sin embargo, el corazón de esta mujer apenas lograba llegar a un latido del corazón humano normal. La preocupación se propagó dentro de él, mientras se daba cuenta de la poca profundidad de su respiración. No le hacía falta ser médico para saber que algo andaba mal.

Gabriel puso la palma de la mano sobre su frente y sintió lo frío y húmedo de su piel. Se tragó su aliento. Sus síntomas le recordaban su propia transformación, y cómo casi se había muerto por segunda vez. Su padre había estado confundido por los acontecimientos, pero nunca había sido capaz de explicárselo. Había sido como si su cuerpo hubiera rechazado la idea de convertirse en un vampiro. Al igual que ella estaba haciéndolo. Buscando la muerte en su lugar.

Él no lo permitiría.

—No—, le susurró Gabriel. —No voy a dejarte morir. ¿Me oyes? Tú vas a vivir.

Él le acarició su frío rostro con el dorso de la mano. No hubo respuesta de ella. Él le tomó la mano y apretó sus delicados dedos en su gran mano. Estaban como hielo. La sangre no estaba circulando en sus extremidades.

Horrorizado, Gabriel se dio cuenta de que su cuerpo ya había comenzado a dejar de funcionar. Frenéticamente, le frotó los dedos entre sus manos, tratando de generar calor.

—¡Carl! — gritó. Unos pesados pasos subieron las escaleras. Un momento después, la puerta se abrió y Carl intervino.

—¿Usted me llamó Gabriel?

—¿Dónde está ese maldito doctor? — Gabriel no apartaba los ojos de Maya.

—Está en camino.

—Ayúdame. Toma sus pies y frótalos.

—Mmm…

Gabriel dio a Carl una mirada molesta. —¡Ya!

Carl entró en acción. Mientras él trabajaba en sus pies, Gabriel continuaba dando masaje a sus manos, frotando sus largos y elegantes dedos entre sus palmas de gran tamaño.

—¿Qué estamos haciendo? —, preguntó Carl.

—Tratando de hacer que la sangre fluya.

—La transformación no está funcionando, ¿verdad?

El mayordomo había expresado, lo que Gabriel no quería reconocer. Él cerró los ojos y sacó todos los pensamientos negativos de su mente. —Lo hará. Tiene que hacerlo—. Le tocó la cara otra vez, pero aun así estaba tan fría como lo había estado minutos antes.

—Tenemos que ayudar a su cuerpo a hacer el trabajo.

Gabriel se movió y miró a Carl, que le daba un torpe masaje en los pies. Si había alguien más inepto con las mujeres que él mismo, tenía que ser Carl. Apenas le estaba tocando los dedos del pie. —Déjame hacer eso. Toma sus manos en mi lugar.

Él empujó a Carl a un lado y tomó los pies de Maya en sus manos. Necesitaba conseguir que su sangre circulara, para hacerla llegar a cada célula de su cuerpo y completar la transformación. La transformación era un proceso químico complicado, pero normalmente el cuerpo sabía qué hacer. Al parecer las células de Maya, o bien no entendían las instrucciones que estaban recibiendo, o se negaban a cumplirlas.

La piel de sus pies era suave y tersa, las uñas de los pies muy bien formadas y cuidadas. Esmalte color rubí las adornaban. Gabriel notó cómo el color de su propia piel prácticamente igualaba al de ella, aunque la textura no podía ser más diferente. Sus manos callosas no se parecían en nada a su suavidad. Gabriel nunca había visto unos pies más besables. No, no podía dejar que una mujer tan perfecta como ella, muriese.

Con una determinación renovada, masajeó sus pies con las manos, frotando hacia arriba y abajo de su planta del pie, frotándolos, luego acariciándola hasta los tobillos, y luego hacia abajo otra vez. No estaba seguro de cuánto tiempo había estado haciendo eso, hasta que finalmente escuchó unas voces desde abajo.

Drake había llegado. Oyó fragmentos de las explicaciones que Samson le daba, mientras se precipitaba por las escaleras. Un momento después, irrumpieron en el dormitorio.

—Ya era hora—, gruñó Gabriel.

Carl apartó las manos de Maya al instante y se apartó de la cama, claramente aliviado de ser liberado de su obligación. —Confío en que no me necesitan más, ahora que el médico está aquí.

Sin esperar respuesta, se fue de la habitación.

—No estoy seguro de cuánta ayuda puedo ser. Soy psiquiatra, no médico —, la explicación de Drake no era necesaria. Tanto Samson como Gabriel, estaban plenamente conscientes de las credenciales del hombre o de la falta de ellas en su práctica de la medicina real.

—Eso es lo mejor que podemos hacer—, insistió Samson. —El médico vampiro más cercano se encuentra en Los Ángeles. No tenemos tiempo para traerlo hasta aquí.

—Muy bien, pero quiero que firmen una renuncia de que no seré demandado, si no consigo ayudarla. No puedo ser responsable si…

Gabriel tomó a Drake por el cuello, y lo cortó a mitad de la frase. —Si no dejas de balbucear, no tendrás que preocuparte acerca de una demanda, porque no vas a estar presente para comparecer ante el tribunal. ¿Estamos claros en eso?

—¡Gabriel! — la reprimenda de Samson, desvaneció la tensión en la sala.

Gabriel soltó al médico, quien le dio una mirada agria.

—Bien—. Con un movimiento corto y rápido, Drake se acercó a la cama y miró a la mujer. Gabriel observaba todos sus movimientos, por alguna razón sentía un inexplicable sentimiento de protección hacia ella. ¿Y por qué no habría de hacerlo, ya que Samson le había asignado este caso? Era justo como en los viejos tiempos, cuando había empezado a trabajar para la compañía de Samson como un guardaespaldas, mucho antes de que él hubiera recorrido todo el camino hasta su actual posición de poder, como el número dos en Scanguards. Se limitaba a actuar como su guardaespaldas. Solo que nunca había cuidado un cuerpo tan perfecto como el de ella.

Drake levantó un párpado y luego el otro para observar las pupilas de Maya, antes de que abriera y separara sus labios, para examinar sus dientes. Deslizó su dedo a lo largo de sus dientes superiores, para sentirlos.

—Mmm.

—¿Qué pasa? —, preguntó Gabriel, impaciente por escuchar la evaluación del médico.

Drake se volvió hacia él y Samson. —Sus colmillos no están creciendo, y el blanco de sus ojos no está volviendo. Samson, dijiste que tus hombres que la habían encontrado creyeron que habían interrumpido al vampiro que estaba haciendo esto.

Samson asintió con la cabeza. —Sí, vieron a alguien salir corriendo, pero no fueron lo suficientemente rápidos como para atraparlo. Ellos estaban más preocupados por ponerla a ella primero a salvo.

—Tiene sentido. Creo que no pudo terminar. Se fue a tan sólo la mitad del proceso. Probablemente recibió muy poca sangre de vampiro. Su cuerpo humano está luchando. Y su lado vampiro no es lo suficientemente fuerte. No es suficiente para convertirla, pero sí para que la posibilidad de seguir siendo una humana, sea imposible. Tienes que tomar una decisión.

—¿Una decisión? — Gabriel preguntó, entonces sintió las miradas del médico y de Samson sobre él. ¿Se darían cuenta que tenía más de un interés pasajero en ella?

—Convertirla totalmente o dejarla morir.

Gabriel se quedó sin aliento. Dio un paso hacia el médico, dispuesto a estrangularlo. —¿Vas a dejarla morir? — Antes de que pudiera poner las manos sobre Drake, Samson puso una mano sobre el hombro de Gabriel.

—Gabriel. Detente.

Se dio la vuelta para hacer frente a Samson. —No puedes dejar que se muera—. A pesar de que él lo dijo, sabía que lo que estaba planeando hacer, estaba en contra de sus propias creencias: dar a un ser humano una elección. Pero él no estaba pensando en darle esa opción. Maldición, ella no estaba consciente para hacer esa elección por sí misma.

Samson le dio una sonrisa triste. —Entonces ella tiene que ser convertida completamente. ¿De verdad quieres esa responsabilidad?

Gabriel tragó. —¿Preferirías lidiar con la culpa de dejarla morir? — Él prefería enfrentar la culpa de saber que la mantendría con vida como vampiro.

—Convertirla significaría imponer tu voluntad sobre la de ella—. Como si Gabriel no supiera eso.

Samson continuó, —El rufián ya la ha dejado sin decisiones. ¿Vas a hacer lo mismo? ¿Estás preparado para tomar esa decisión por ella? ¿Qué pasa si ella se quisiera morir?

—¿Y si ella prefiriera vivir? —, respondió Gabriel.

¿Qué pasa si yo quiero que ella viva?

—¿De verdad quieres jugar a ser Dios?

Aunque sabía que Samson era un hombre que creía en Dios, Gabriel había perdido la fe hace mucho tiempo. Pero nunca había perdido su sentido de lo correcto e incorrecto, lo bueno y lo malo. Dejarla morir ahora estaba mal. —Estoy preparado para jugar a ser el diablo si eso significa que ella va a vivir—. La decisión de Gabriel era clara: bajo ninguna circunstancia iba a dejarla morir. ¡Pase lo que pase! Si lo odiaba por eso más adelante, que así fuera, pero mientras ella no pudiera tomar una decisión, él lo haría por ella. Y esperaba que estuviera de acuerdo con él al final.

Samson asintió con resignación en respuesta. —Drake, ¿qué sugieres?

Drake se aclaró la garganta. —Ella tendrá que ser alimentada con más sangre de vampiro.

—¿Cuánto? —, preguntó Gabriel, a pesar de que no importaba. Él le daría todo lo que necesitara. Cuantos litros de su sangre ella quisiera, él lo proveería feliz.

—No lo sé todavía. Me temo que tendremos que improvisar—. El doctor se encogió de hombros.

Gabriel se desabrochó la manga izquierda y empujó la tela hacia su codo. —Estoy listo.

—¿Cuándo te alimentaste por última vez? —, preguntó el médico, con la preocupación grabada en su rostro. De repente, él estaba muy enfocado, su actitud impertinente se había evaporado.

—Hace unas horas.

—Bien—. Él guio con la mano a Gabriel, al otro lado de la cama. —Métete a la cama y siéntate a su lado. Necesito que abras tu vena. Voy a mantener su boca abierta, y tú tendrás que empezar a gotear la sangre en ella.

Gabriel asintió con la cabeza e hizo lo que el doctor le dijo. Se sentó a su lado en la cama. Por su voluntad sus colmillos se extendieron y atravesó su propia muñeca con ellos. Las gotas de sangre aparecieron al instante.

En el fondo, escuchó la puerta abrirse y cerrarse. Samson había decidido, evidentemente, no quedarse a ver. A Gabriel no le importaba, no necesitaba la aprobación de su jefe. Esta era su decisión. Su caso. Pero Gabriel sabía muy bien que esto no era solo un caso para él, esta mujer significaba más. No sabía por qué, pero confiaba en su instinto para saber lo que tenía que hacer. Y su instinto nunca le había fallado.

Mantenerla viva era su misión ahora.

* * *

Maya estaba fría. Un escalofrío sacudió su silueta. Ella trató de acurrucarse para conservar el calor de su cuerpo, pero todos sus músculos se sentían rígidos y no respondían a la demanda de su cerebro. Se sentía paralizada. Cuando sintió un movimiento a su lado, se dio cuenta de que yacía en una cama. A medida que el colchón se movía al lado suyo, el calor llegaba hasta ella. Quien fuera “o lo que fuera” que estuviera al lado suyo, la proveía de su calor, y ella lo deseaba.

Tratando de mover la piedra de molino que presionaba su pecho, ella luchó contra la pesadez de su cuerpo y se dio vuelta muy ligeramente a sí misma hacia la izquierda. Como si la fuente de calor supiera lo que quería, se acercó más, y un momento después se apretó contra su costado. De repente, el calor la inundó, y dejó escapar un suspiro de satisfacción.

Pero en el momento en que trató de tomar una respiración profunda, sus pulmones punzaban por el esfuerzo, y un rayo de dolor atravesó su cuerpo. La presión se acumulaba en sus pulmones, ya que eran incapaces de expulsar el dióxido de carbono. Se sentía como ahogada.

Ella abrió la boca para obligarse a toser, para expulsar el aire utilizado, pero antes de que pudiera hacerlo, sintió que una mano en su boca la mantenía abierta. A continuación, las gotas de un tibio líquido golpeaban en su lengua. Ella quería gritar. Pero todo lo que podía hacer era tragar, antes de que el líquido fuera a ahogarla.

Mientras más ingería, más líquido entraba en su boca. Ella no podía sentir el gusto, pero sabía que no era agua. Era más espesa, casi cremosa. Y para su sorpresa, había aliviado la presión de su pecho. Luego supo que era medicina. Alguien le estaba dando la medicina. Así que la abrió más y se arqueó hacia la fuente del líquido.

—Despacio, despacio—, advirtió una voz profunda.

Con suavidad le tocó los labios. Era una piel caliente y de ella salía el líquido que aliviaba el dolor de su cuerpo. No le importaba lo que era, no quería ni siquiera especular. Lo único que sabía era que estaba ayudándola. Con avidez, chupaba con ganas de más y más, antes de que alguien se lo negara y detuviera el flujo. Tenía que conseguir lo suficiente, antes de que no hubiera más.

Cuanto más bebía, más consciente se hizo de su propio cuerpo y de la fuente de calor junto a ella, la forma en que la acunaba, que la protegía. Ahora que el ardor en su cuerpo comenzaba a disminuir, reconoció la fuente de calor como el cuerpo de un hombre, el cuerpo de un hombre muy grande. ¿Quién era él?

Los párpados le pesaban como una puerta de hierro; sin embargo, trató de levantarlos. Ella logró levantarlos lo suficiente, como para ver la forma del hombre a su lado, el hombre de cuya muñeca, aún estaba bebiendo.

La conmoción corrió por ella. Él no le había dado una medicina… ¡la había alimentado con su sangre!

Maya trató de apartarse de él, pero su cuerpo no le obedecía. Se quedó cerca de su amplio pecho que la calentaba y de su muñeca, que la alimentaba. Se obligó a levantar los párpados más, para poder mirar su cara y deseó no haberlo hecho.

Con horror, se quedó mirando su rostro desfigurado por una fea cicatriz desde la barbilla hasta la oreja. A esta corta distancia, palpitaba amenazadoramente.

Su largo cabello castaño estaba peinado hacia atrás amarrado en una cola. Algunos mechones luchaban por soltarse y enmarcaban su cara cuadrada.

Cerró los ojos con fuerza. No…Ella no estaba acostada en la cama siendo alimentada con sangre por un monstruo. Tenía que ser un extraño sueño… no había otra explicación. Más de ochenta horas de trabajo a la semana, podrían hacerle eso a cualquiera. Largos turnos, luego noches de llamadas tras llamadas, llevarían a cualquiera hasta el extremo de un total y completo agotamiento. No sería la primera vez que le pasara a ella.

Durante su residencia de tres años, había sufrido colapsos un par de veces y había necesitado veinticuatro horas de sueño para recuperarse. Se reportaría como enferma por la mañana. Sí, su cuerpo estaba definitivamente diciéndole que necesitaba descansar.

Si estaba imaginando monstruos chupadores de sangre, era mejor tomarse un poco de tiempo para descansar.

Ella suspiró profundamente. Ahora que había tomado la decisión de tomar un día libre, de pronto se sentía mejor… Desde luego no podía ser, porque todavía sentía el cuerpo caliente del hombre con las cicatrices, apretándose contra ella. Ningún monstruo tendría este tipo de efecto calmante en ella. Y para el caso, tal vez ya era hora de cambiar de alquiler de películas de terror a comedias románticas en su lugar, ya que era obvio que no podía manejarlas.

Si hubiera visto una comedia romántica el fin de semana en lugar de la última película de terror de bajo presupuesto, sin duda el hombre en su sueño habría sido hermoso y no tan horriblemente desfigurado. Maya se estremeció ante el recuerdo de la cara del hombre.

4

—¿Cómo está? — dijo la voz de Samson desde la puerta.

Gabriel levantó la vista del cuerpo dormido de Maya y le indicó a Samson que se acercara. Él había tomado la decisión de dejarla con ropa, pues estaba muy preocupado de que una vez que se despertara y se encontrara desnuda, su pánico podría ser aún mayor. Ella ya tendría suficiente a que hacer frente… la idea de un extraño viéndola desnuda, no ayudaría en esa situación. —Ella ahora tiene una oportunidad.

—Pareces cansado. Te he traído un poco de sangre. Es necesario que te repongas—. Samson le dio dos botellas de líquido rojo.

Gabriel miró las etiquetas “0-negativo” y dio un gruñido agradecido. —De la buena.

—Sólo lo mejor para mi gente. Oye, quería pedirte disculpas por lo sucedido anteriormente. Pero sabes lo que pienso acerca de la creación de nuevos vampiros en contra de su voluntad, y pensé que sentías lo mismo.

Gabriel lo miró y vio la preocupación en los ojos de su jefe. —Y así es. Pero hay veces en que no tenemos otra opción acerca de qué hacer. Es una vida… de cualquier forma. Lo que hará con ella, va a ser su elección. Pero al menos tendrá una opción.

Gabriel abrió la botella y bebió un buen trago. El líquido espeso revistió su garganta. Maldición, se sentía bien. Se había sentido agotado. Maya había tomado casi un litro de él, pero no había tenido el corazón para detenerla. El médico le había advertido, pero sabía que su instinto le diría cuánto necesitaba. Cuando por fin lo había soltado, volvió a caer en un profundo sueño. Su respiración era mejor ahora, y los latidos del corazón se habían acelerado. Las señales eran buenas.