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La dama duende es quizá la comedia de enredo más famosa y divertida de Calderón de la Barca, aunque también tiene rasgos (como sucede con otras) de comedia de honor y de capa y espada. De ritmo trepidante y vertiginoso, la acción desarrolla una intriga compleja en la que, como novedad, existen múltiples lazos familiares entre los protagonistas. La obra muestra a don Manuel y a don Luis enfrentados por una cuestión de honor relativa a una dama. Don Manuel, que resulta herido, no sabe que don Luis es el hermano de su mejor amigo, don Juan, y que la dama en cuestión, Ángela, es su hermana. Don Luis es el hermano segundón y vive a costa del mayorazgo de don Juan. Don Manuel se disponía en el momento de ser herido a alojarse en casa de los tres hermanos. La complejidad se acentúa al cortejar don Luis a Beatriz, al igual que su hermano Juan, aunque sin éxito el primero. Juan, por su parte, no llega a enterarse de dicho cortejo, ni de las relaciones "hipotéticas" de su amigo Manuel con su hermana. Beatriz y Ángela (la dama duende) son también amigas, con lo cual Luis queda enfrentado a todos, bien por amor o bien por honor. Con este intrincado planteamiento se desarrolla una rocambolesca peripecia, a veces cómica y a veces rozando el drama, en la que la intransigencia de don Luis será el camino que lo lleve a la frustración y la desgracia.
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Seitenzahl: 92
Veröffentlichungsjahr: 2013
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Pedro Calderón de la Barca
La dama duende
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: La dama duende.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN tapa dura: 978-84-1126-267-5.
ISBN rústica: 978-84-96290-40-2.
ISBN ebook: 978-84-9953-724-5.
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Créditos 4
Brevísima presentación 7
La vida 7
Teatro de juventud 7
Personajes 8
Jornada primera 9
Jornada segunda 55
Jornada tercera 103
Libros a la carta 143
Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 1600-Madrid, 1681). España.
Su padre era noble y escribano en el consejo de hacienda del rey. Se educó en el colegio imperial de los jesuitas y más tarde entró en las universidades de Alcalá y Salamanca, aunque no se sabe si llegó a graduarse.
Tuvo una juventud turbulenta. Incluso se le acusa de la muerte de algunos de sus enemigos. En 1621 se negó a ser sacerdote, y poco después, en 1623, empezó a escribir y estrenar obras de teatro. Escribió más de ciento veinte, otra docena larga en colaboración y alrededor de setenta autos sacramentales. Sus primeros estrenos fueron en corrales.
Lope de Vega elogió sus obras, pero en 1629 dejaron de ser amigos tras un extraño incidente: un hermano de Calderón fue agredido y, éste al perseguir al atacante, entró en un convento donde vivía como monja la hija de Lope. Nadie sabe qué pasó.
Entre 1635 y 1637, Calderón de la Barca fue nombrado caballero de la Orden de Santiago. Por entonces publicó veinticuatro comedias en dos volúmenes y La vida es sueño (1636), su obra más célebre. En la década siguiente vivió en Cataluña y, entre 1640 y 1642, combatió con las tropas castellanas. Sin embargo, su salud se quebrantó y abandonó la vida militar. Entre 1647 y 1649 la muerte de la reina y después la del príncipe heredero provocaron el cierre de los teatros, por lo que Calderón tuvo que limitarse a escribir autos sacramentales.
Calderón murió mientras trabajaba en una comedia dedicada a la reina María Luisa, mujer de Carlos II el Hechizado. Su hermanó José, hombre pendenciero, fue uno de sus editores más fieles.
La dama duende es una de las más célebres comedias de enredo de Calderón de la Barca, fue escrita durante su juventud y relata la historia de una joven viuda que se convierte en duende para conseguir lo que se propone.
Clara, criada
Cosme, gracioso
Criados
Don Juan
Don Luis
Don Manuel
Doña Ángela
Doña Beatriz
Isabel, criada
Rodrigo, criado
(Salen don Manuel y Cosme, de camino.)
Manuel Por un hora no llegamos
a tiempo de ver las fiestas
con que Madrid generosa
hoy el bautismo celebra
del primero Baltasar.
Cosme Como ésas, cosas se aciertan
o se yerran por un hora:
Por una hora que fuera
antes Píramo a la fuente,
no hallara a su Tisbe muerta
y las moras no mancharan
porque dicen los poetas
que con arrope de moras
se escribió aquella tragedia.
Por una hora que tardara
Tarquino, hallara a Lucrecia
recogida con lo cual
los autores no anduvieran,
sin ser vicarios, llevando
a salas de competencias
la causa, sobre saber
si hizo fuerza o no hizo fuerza.
Por una hora que pensara
si era bien hecho o no era
echarse Hero de la torre,
no se echara, es cosa cierta,
con que se hubiera excusado
al doctor Mira de Amescua
de haber dado a los teatros
tan bien escrita comedia,
y haberla representado
Amarilis tan de veras
que volatín del carnal
—si otros son de la cuaresma—
sacó más de alguna vez
las manos en la cabeza.
Y puesto que hemos perdido
por una hora tan gran fiesta,
no por una hora perdamos
la posada, que si llega
tarde Abindarraez, es ley
que haya de quedarse fuera;
y estoy rabiando por ver
este amigo que te espera
como si fueras galán
al uso con cama y mesa,
sin saber cómo o por dónde
tan grande dicha nos venga.
Pues, sin ser los dos torneos,
hoy a los dos nos sustenta.
Manuel Don Juan de Toledo es, Cosme,
el hombre que más profesa
mi amistad, siendo los dos
envidia ya que no afrenta
de cuantos la antigüedad
por tantos siglos celebra.
Los dos estudiamos juntos
y, pasando de las letras
a las armas, los dos fuimos
camaradas en la guerra
en las de Piamonte. Cuando
el señor duque de Feria
con la jineta me honró,
le di, Cosme, mi bandera.
Fue mi alférez y después,
sacando de una refriega
una penetrante herida,
le curé en mi cama mesma.
La vida, después de Dios,
me debe. Dejo las deudas
de menores intereses;
que entre nobles es bajeza
referirlas. Pues pos eso
pintó la docta academia
al galardón una dama
rica y las espaldas vueltas,
dando a entender que, en haciendo
el beneficio, es discreta
acción olvidarse de él;
que no le hace el que le acuerda.
En fin, don Juan, obligado
de amistades y finezas,
viendo que su majestad
con este gobierno premia
mis servicios y que vengo
de paso a la corte, intenta
hoy hospedarme en su casa
por pagarme con las mesmas.
Y, aunque a Burgos me escribió
de casa y calle las señas,
no quise andar preguntando
a caballo dónde era,
y así dejé en la posada
las mulas y las maletas.
Yendo hacia donde me dice,
vi las galas y libreas,
e, informado de la causa,
quise, aunque de paso, verlas.
Llegamos tarde en efecto,
porque...
(Salen doña Ángela e Isabel, en corto tapadas.)
Ángela Si como lo muestra
el traje, sois caballero
de obligaciones y prendas,
amparad a una mujer,
que a valerse de vos llega.
Honor y vida me importa
que aquel hidalgo no sepa
quién soy y que no me siga.
Estorbad, por vida vuestra,
a una mujer principal,
una desdicha, una afrenta,
que podrá ser que algún día...
¡Adiós, adiós; que voy muerta!
(Vase.)
Cosme ¿Es dama? ¿O es torbellino?
Manuel ¿Hay tal suceso?
Cosme ¿Qué piensas
hacer?
Manuel ¿Eso preguntas?
¿Cómo puede mi nobleza
excusarse de excusar
una desdicha, una afrenta?
Que según muestra, sin duda,
es su marido.
Cosme ¿Y qué intentas?
Manuel Detenerle con alguna
industria. Mas si con ella
no puedo, será forzoso
el valerme de la fuerza
sin que él entienda la causa.
Cosme Si industria buscas, espera;
que a mi fe me ofrece una.
Esta carta, que encomienda
es de un amigo, me valga.
(Salen don Luis y Rodrigo, su criado.)
Luis Yo tengo de conocerla,
no más de por el cuidado
con que de mí se recela.
Rodrigo Síguela, y sabrás quién es.
(Llega Cosme, y retírase don Manuel.)
Cosme Señor, aunque con vergüenza
llego, vuesarced me haga
tan gran merced que me lea
a quién esta carta dice.
Luis No voy agora con flema.
(Detiénele.)
Cosme Pues si flema solo os falta,
yo tengo cantidad de ella,
y podré partir con vos.
Luis Apartad.
Manuel (Aparte.) (¡Oh, qué derecha
es la calle. Aún no se pierde
de vista.)
Cosme Por vida vuestra.
Luis Vive Dios, que sois pesado,
y os romperé la cabeza
si mucho me hacéis.
Cosme Por eso
os haré poco.
Luis Paciencia
me falta para sufriros.
Apartad de aquí.
(Rempújale.)
Manuel (Aparte.) (Ya es fuerza
llegar. Acabe el valor
lo que empezó la cautela.)
(Llega.) Caballero, ese criado
es mío, y no sé qué pueda
haberos hoy ofendido
para que de esa manera
le atropelléis.
Luis No respondo
a la duda o a la queja
porque nunca satisfice
a nadie. Adiós.
Manuel Si tuviera
necesidad mi valor
de satisfacciones, crea
vuestra arrogancia de mí
que no me fuera sin ella.
Preguntar en qué os ofende
merece más cortesía
y, pues la corte la enseña,
no la pongáis en mal nombre
aunque un forastero venga
a enseñarla a los que tienen
obligación de saberla.
Luis ¡Quién pensare que no puedo
enseñarla yo...
Manuel La lengua
suspended y hable el acero.
(Sacan las espadas.)
Luis Decís bien.
Cosme ¡Oh, quién tuviera
gana de reñir!
Rodrigo Sacad
la espada vos.
Cosme Es doncella
y sin cédula o palabra.
No puedo sacarla.
(Salen doña Beatriz, teniendo a don Juan, y Clara, criada y gente.)
Juan Suelta,
Beatriz.
Beatriz No has de ir.
Juan Mira que es
con mi hermano la pendencia.
Beatriz ¡Ay de mí, triste!
Juan A tu lado
estoy.
Luis Don Juan, tente. Espera;
que más que a darme valor
a hacerme cobarde llegas.
Caballero forastero,
quien no excusó la pendencia
solo, estando acompañado
bien se ve, que no la deja
de cobarde. Idos con Dios;
que no sabe mi nobleza
reñir mal, y más con quien
tanto brío y valor muestra.
Idos con Dios.
Manuel Yo os estimo
bizarría y gentileza;
pero si de mí por dicha
algún escrúpulo os queda,
me hallaréis donde quisiereis.
Luis Norabuena
Manuel Norabuena.
Juan ¿Qué es lo que miro y escucho?
¿Don Manuel?
Manuel ¿Don Juan?
Juan Suspensa
el alma no determina
qué hacer cuando considera
un hermano y un amigo,
que es lo mismo, en diferencia
tal, y hasta saber la causa,
dudaré.
Luis La causa es ésta.
Volver por ese criado
este caballero intenta,
que necio me ocasionó
a hablarle mal. Todo cesa
con esto.
Juan Pues, siendo así
cortés, ¿me darás licencia
para que llegue a abrazarte?
El noble huésped que espera
nuestra casa es el señor
don Manuel, hermano. Llega;
que dos que han reñido iguales,
desde aquel instante quedan
más amigos pues ya hicieron
de su valor experiencia.
Daos los brazos.
Manuel Primero
que a vos os los dé, me lleva
el valor que he visto en él
a que al servicio me ofrezca
del señor don Luis.
Luis Yo soy
vuestro amigo, y ya me pesa
de no haberos conocido,
pues vuestro valor pudiera
haberme informado.
Manuel El vuestro,
escarmentado, me deja
una herida en esta mano
Luis ¡Por mi vida! ¡Más quisiera
tenerla mil veces yo!
Cosme ¡Qué cortesana pendencia!
Juan ¿Herida? Vení a curaros.
Tú, don Luis, aquí te queda
hasta que tome su coche
doña Beatriz que me espera,
y de esta descortesía
me disculparás con ella.
Venid, señor, a mi casa
—mejor dijera a la vuestra—
donde os curéis.
Manuel Que no es nada.
Juan Venid presto.
Manuel (Aparte.) (¡Qué tristeza
me ha dado que me reciba
con sangre Madrid!)
Luis (Aparte.) (¡Qué pena
tengo de no haber podido
saber qué dama era aquella!)
Cosme (Aparte.) (¡Qué bien merecido tiene
mi amor lo que se lleva
porque no se meta a ser
don Quijote de la legua!)
(Vanse los tres, y llega don Luis a doña Beatriz que está aparte.)
Luis Ya la tormenta pasó.
Otra vez, señora, vuelva
a restituir las flores
que agora marchita y seca
de vuestra hermosura el hielo
de un desmayo.
Beatriz ¿Dónde queda
don Juan?
Luis Que le perdonéis
os pide, porque le llevan
forzosas obligaciones,
y el cuidar con diligencia
de la salud de un amigo
que va herido.
Beatriz ¡Ay de mí! ¡Muerta
estoy! ¿Es don Juan?
Luis Señora,
no es don Juan, que no estuviera,
estando herido mi hermano,
yo con tan grande paciencia.