La Demoiselle D'ys - Robert William Chambers - E-Book

La Demoiselle D'ys E-Book

Robert William Chambers

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Beschreibung

Philip, un joven viajero americano, se encuentra extraviado en un páramo de la Bretaña francesa. Había salido de caza y no sabe encontrar el camino de regreso. Allí de pronto se encuentra a Jeanne, una misteriosa mujer que lo invita a su castillo. Se trata de la Doncella d'Ys, en cuyo castillo luego de que la relación entre ambos comienza a estrecharse, el velo de la realidad se desgarra y admite la aparición de todo tipo de criaturas asombrosas.Inesperadamente tras ser atacado por una serpiente, Philip pierde el conocimiento y cuando despierta, se halla sólo y se conmueve mediante el descubrimiento de una piedra con una dedicatoria hacia él...-

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Robert William Chambers

La Demoiselle D‘ys

 

Saga

La Demoiselle D‘ysOriginal titleThe Demoiselle D'Ys

Copyright © 1895, 2019 Robert William Chambers and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726338225

 

1. e-book edition, 2019

Format: EPUB 2.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

Mais je croy que je

Suis descendu au puits

Tenebreux auquel disoit

Heraclytus estre Verité cachée.

Hay tres cosas que son en exceso

hermosas para mí, sí, cuanto

que no conozco:

El águila en el aire; la

serpiente en la roca; un

barco en medio de la mar; y

la presencia de un hombre ante una doncella.

La cabal desolación de la escena empezó a tener su efecto; me senté para enfrentar la situación y, de ser posible, evocar algún hito que pudiera ayudarme a abandonar mi presente posición. Si sólo pudiera encontrar el océano nuevamente, todo se aclararía, porque sabía que era posible ver la isla de Groix desde los acantilados.

 

Dejé el rifle en el suelo y arrodillándome tras una roca encendí una pipa. Luego consulté mi reloj. Eran casi las cuatro. Quizá me habría alejado bastante desde Kerselec desde el alba.

 

Encontrándome el día anterior en los acantilados bajo Kerselec con Goulven, al mirar los sombríos yermos donde ahora había extraviado mi camino, estas colinas me habían parecido casi tan niveladas como un prado, extendidas hasta el horizonte, y aunque sabía cuán engañosa es la distancia no me di cuenta que lo que desde Kerselec parecían meras hondonadas herbosas, eran grandes valles cubiertos de espinos y brezos, y lo que parecían piedras esparcidas eran en realidad enormes peñascos de granito.

 

—Es un mal sitio para un forastero —había dicho el viejo Goulven—; es mejor que se procure un guía.

 

Y yo le había contestado:

—No me perderé.

Ahora sabía que me había perdido mientras me estaba allí sentado fumando con el viento del mar en la cara. A cada lado se extendía el paramo cubierto de espinos florecidos, brezos y peñascos de granito. No había un solo árbol a la vista y mucho menos una casa. Al cabo de un rato, recogí la escopeta y dando la espalda al sol, me eché a andar nuevamente.

 

Era inútil seguir ninguno de los estruendosos arroyos que de vez en cuandose me interponían en el camino pues, en lugar de desembocar en el mar, iban tierra adentro a estanques cubiertos de juncos en las hondonadas de los páramos. Había seguido a varios, pero todos me condujeron a ciénagas o pequeños estanques desde donde las agachadizas alzaban vuelo piando y se alejaban en un éxtasis de pavor. Empezaba a sentirme fatigado y la escopeta me desollaba el hombro a pesar de estar doblemente forrada. El sol descendíamás y más, brillando a nivel de los espinos amarillos y los estanques del páramo.