La máscara - Robert William Chambers - E-Book

La máscara E-Book

Robert William Chambers

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Beschreibung

El relato narra la historia del artista Boris Yvain, quien estudiando el Rey de Amarillo, descubrió un líquido misterioso con propiedades tan asombrosas como inquietantes, que tiene la facultad de convertir cualquier objeto en una bella escultura de mármol.Junto con su amante, Geneviève, y sus dos amigos Alec, el narrador, y Jack Scott, la historia se desarrolla en la casa de Boris en Francia, mientras pinta, esculpe y pasa el rato con sus amigos. Geneviève, al encontrarse enredada en una trama amorosa, ya que es deseada tanto por Boris como por Alec, elige al escultor.De manera repentina, Geneviève comienza a tener una fiebre misteriosa y severa, a la vez que comienza a delirar y a tener pensamientos suicidas. Al rato, Alec comienza a tener los mismos síntomas misteriosos. Es así que bajo los efectos de la droga, Geneviève se tira al estanque lleno del líquido misterioso... Descubre el misterio que atañe la historia y que desencadena una serie de eventos misteriosos y desafortunados. -

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Robert William Chambers

La máscara

 

Saga

La mascaraOriginal titleThe Mask

Copyright © 1895, 2019 Robert William Chambers and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726338195

 

1. e-book edition, 2019

Format: EPUB 2.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

Camilla: Señor, deberíais quitaros la máscara.

 

Forastero: ¿De veras?

 

Cassilda: En verdad, ya es hora. Todos n os hemos despojado de los disfraces, salvo vos.

 

Forastero: No llevo mascara.

 

Camilla: (Aterrada a Cassilda) ¿No lleva máscara? ¿No la lleva?

Acto 1. Escena 2a.

I

Aunque yo no sabía nada de química, escuchaba fascinado. El cogió un lirio de Pascua que Geneviève había traído esa mañana de Nôtre Dame y lo dejó caer en el cuenco. Instantáneamente el líquido perdió su cristalina claridad. Por un segundo el lirio se vio envuelto de una espuma blanco lechosa que desapareció dejando el fluido opalescente. Sobre la superficie jugaron cambiantes tintes anaranjados y carmesíes y luego, lo que pareció un rayo de pura luz solar surgió desde el fondo donde se encontraba el lirio. En el mismo instante sumergió la mano en el cuenco y extrajo la flor.

 

—No hay peligro —explicó— si se escoge el instante preciso. Ese rayo dorado es la señal.

 

Me tendió el lirio y yo lo tomé en mi mano. Se había convertido en piedra, en el más puro mármol.

 

—Ya lo ves —me dijo—, ni la menor mácula. ¿Qué escultor podría reproducirlo?

 

El mármol era blanco como la nieve, pero en sus profundidades las vetas del lirio se teñían del más leve azul celeste y un ligero arrebol se demoraba en lo profundo de su corazón.

 

—No me preguntes la razón —dijo sonriente al advertir mi asombro—, no tengo idea de por qué se colorean las vetas y el corazón, pero siempre sucede así. Ayer hice la prueba con el pez dorado de Geneviève: helo aquí.

 

El pez parecía esculpido en mármol. Pero si se lo sostenía a la luz, la piedra estaba hermosamente veteada de un pálido azul, y desde cierto sitio interior surgía una luz rosada como la que dormita en el ópalo. Miré el cuenco. Una vez más parecía lleno del más puro cristal.

 

—¿Si lo tocara ahora? pregunté.

 

—No lo sé —replicó—, pero es mejor que no hagas la prueba.

 

—Hay una cosa por la que siento curiosidad —dije—: ¿de dónde proviene el rayo de sol?

 

—Parece un verdadero rayo de sol —dijo—. No lo sé, siempre aparece cuando sumerjo un ser viviente. Quizá —continuó sonriente—, quizá sea la chispa vital de 1a criatura que escapa de la fuente de donde vino.

 

Vi que se burlaba y lo amenacé con un tiento, pero él se limitó a reír y cambió de tema.

 

—Quédate a comer. Geneviève llegará en seguida.

 

—La vi dirigirse a misa temprano por la mañana —dije— y lucía tan fresca y dulce como ese lirio… antes que lo destruyeras.

 

—¿Crees que lo he destruido? —preguntó Boris con gravedad.

 

Destruido, preservado… ¿quién puede decirlo?

 

Estábamos sentados en un rincón del estudio cerca de "Los Hados", su grupo sin acabar. Se apoyó en el respaldo del sofá dando vueltas en las manos a su pincel y mirando con fijeza su obra.

 

—Entre paréntesis —dijo—. He dado fin a esa vieja pieza académica Ariadna y supongo que tendré que presentarla en el Salón. Es todo lo que tengo listo este año, pero después del buen éxito que tuve con la "Madona", me da vergüenza mandar algo semejante.