La fiera, el rayo y la piedra - Pedro Calderón de la Barca - E-Book

La fiera, el rayo y la piedra E-Book

Pedro Calderón de la Barca

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Beschreibung

La fiera, el rayo y la piedra es una obra de teatro escrita por el aclamado dramaturgo del Siglo de Oro español, Pedro Calderón de la Barca. Esta pieza teatral es un excelente ejemplo de una comedia mitológica, un subgénero popular en el teatro del Siglo de Oro, que se caracteriza por incorporar personajes y temáticas extraídos de los mitos y leyendas de la antigüedad clásica. La trama de La fiera, el rayo y la piedra gira en torno a las maquinaciones de varios dioses del panteón clásico, incluyendo a Venus, la diosa del amor; Cupido, el dios del deseo; y Atropos, una de las Moiras responsables del destino humano en la mitología griega. La obra se distingue por su tratamiento de estos personajes mitológicos, que son utilizados por Calderón de la Barca para explorar una serie de temas y dilemas humanos. Los dioses son retratados no como figuras distantes e inalcanzables, sino como entidades con sus propias ambiciones, debilidades y conflictos. Esto permite a Calderón de la Barca examinar aspectos como la pasión, el destino y la moralidad desde una perspectiva única. A través de esta mezcla de comedia, mitología y filosofía, La fiera, el rayo y la piedra se convierte en una fascinante exploración de los misterios del comportamiento humano, presentada a través de las interacciones y conflictos de los dioses del Olimpo. En última instancia, la obra nos muestra que, aunque los dioses pueden ser inmortales y todo poderosos, no están exentos de las pasiones y dilemas que afectan a los mortales.

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Seitenzahl: 123

Veröffentlichungsjahr: 2010

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Pedro Calderón de la Barca

La fiera, el rayo y la piedra

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: La fiera, el rayo y la piedra.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN rústica: 978-84-9816-424-4.

ISBN ebook: 978-84-9953-209-7.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Personajes 8

Jornada primera 9

Jornada segunda 69

Jornada tercera 129

Libros a la carta 187

Brevísima presentación

La vida

Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 1600-Madrid, 1681). España.

Su padre era noble y escribano en el consejo de hacienda del rey. Se educó en el colegio imperial de los jesuitas y más tarde entró en las universidades de Alcalá y Salamanca, aunque no se sabe si llegó a graduarse.

Tuvo una juventud turbulenta. Incluso se le acusa de la muerte de algunos de sus enemigos. En 1621 se negó a ser sacerdote, y poco después, en 1623, empezó a escribir y estrenar obras de teatro. Escribió más de ciento veinte, otra docena larga en colaboración y alrededor de setenta autos sacramentales. Sus primeros estrenos fueron en corrales.

Lope de Vega elogió sus obras, pero en 1629 dejaron de ser amigos tras un extraño incidente: un hermano de Calderón fue agredido y, éste al perseguir al atacante, entró en un convento donde vivía como monja la hija de Lope. Nadie sabe qué pasó.

Entre 1635 y 1637, Calderón de la Barca fue nombrado caballero de la Orden de Santiago. Por entonces publicó veinticuatro comedias en dos volúmenes y La vida es sueño (1636), su obra más célebre. En la década siguiente vivió en Cataluña y, entre 1640 y 1642, combatió con las tropas castellanas. Sin embargo, su salud se quebrantó y abandonó la vida militar. Entre 1647 y 1649 la muerte de la reina y después la del príncipe heredero provocaron el cierre de los teatros, por lo que Calderón tuvo que limitarse a escribir autos sacramentales.

Calderón murió mientras trabajaba en una comedia dedicada a la reina María Luisa, mujer de Carlos II el Hechizado. Su hermano José, hombre pendenciero, fue uno de sus editores más fieles.

Personajes

Pigmaleón

Cupido

Céfiro

Venus

Anteo

Anajarte

Brunel

Ifis

Pasquín

Irífile

Lebrón

Lisi

Laquesis

Clori

Cloto

Laura

Atropos

Isbella

Anteros

Música

Hombres y mujeres

Jornada primera

(Oscurécese el tablado, y mientras se dicen los primeros versos, se descubre la perspectiva del mar, con truenos y relámpagos.)

Pasquín (Dentro.) ¿Qué se nos hizo el día?

Céfiro Enmarañada, oscura sombra fría,

con pálidos enojos

nos le hurta de delante de los ojos.

Lebrón (A otra parte.) ¿Qué se nos hizo el Sol?

Pigmaleón En un instante, 5

no solo nos le quitan de delante

entupecidas nieblas;

pero el confuso horror de las tinieblas

nos le hace a cada paso

síncopa del oriente y del ocaso. 10

Brunel (A otra parte.) ¿Qué se nos hizo de la hermosa lumbre

el esplendor?

Ifis Aquella excelsa cumbre

le trasmontó, porque antes que llegara

hoy al mar, en la tierra se apagara.

Los dos primeros Al monte.

Los segundos Al llano.

Los terceros Al puerto. 15

(Sale Irífile, vestida de pieles, suelto el cabello.)

Irífile Y tres asombros en una sombra advierto.

Dejo, aparto el horror del terremoto,

en cuya lid la cólera del Noto,

de tierra y mar, con dos violencias sumas,

los riscos postra, eleva las espumas, 20

y voy a las tres voces,

que tres veces distantes, tres veloces,

llegaron a mi oído.

¿De cuándo acá, ni aqueste escollo ha sido

de humano pie pisado 25

ni de quilla aquel piélago surcado?

Si ya no es que por mar y tierra quiera

sitiarme quien pensando que soy fiera,

otra vez me ha seguido.

¡Oh, no hubiera salido 30

a buscar día de tan gran portento,

anciano padre mío, tu sustento!

Céfiro De aquel peñasco, los incultos mayos,

a la saña nos libre de los rayos.

Pigmaleón De aquella gruta, lóbregos los senos, 35

la amenaza repare de los truenos.

Ifis De aquel celaje al corto abrigo breve

la luz de los relámpagos nos lleve.

Los primeros ¡Piedad, oscuros velos!

Los segundos ¡Piedad, dioses divinos!

Los terceros ¡Piedad, cielos! 40

Irífile En tan confusa guerra,

árbitro yo del mar y de la tierra,

tierra y mar señoreo;

y bien que a poca luz, desde aquí veo

allí correr tormenta, 45

derrotado bajel, allí violenta

tropa abrigarse al monte, y allí al llano

número no menor. En vano, en vano,

si a mí no me buscáis, ¡oh peregrinos

que las huellas seguís de tres destinos! 50

Solicitáis a tanto horror defensa,

si causa este desorden lo que piensa

el docto estudio de mi padre y mío.

¡Oh, fuese antes que estudio desvarío!

(Los truenos.) Mas ¡ay de mí infelice!, 55

que dice mucho este temblor, pues dice

que hoy nace la ojeriza de los hados,

a que no solo fueron destinados

los humanos sentidos,

mas también comprehendidos 60

en estrago de escándalos tan graves

las fieras y los peces y las aves.

Luchando allí lo digan

las unas, y prosigan

trinando, en vez de cláusulas agüeros, 65

allí las otras; y esos brutos fieros,

que del mar no sufridos,

(Pasan los pescados.) mudamente se quejan a gemidos;

pues al romper su verdinegra bruma,

sobre la tez lidiando de la espuma, 70

del margen solicitan las arenas,

monstruos del mar, tritones y sirenas.

¡Ha, si de alguna el canto

la causa me dijera de horror tanto!

Sirena La hija de la espuma madre es del fuego, 75

brame el mar, gima el aire de envidia y celos.

Irífile No hay bajel que a lo lejos

deste puerto no huya,

si no es aquel en cuya

suerte ni arbitrios dejan, ni consejos, 80

vela, timón, bitácora ni aguja,

por más que ya cascado el pino cruja,

dando en aquella roca,

donde, caballo desbocado choca.

Los terceros ¡Piedad, cielos divinos! 85

Brunel Ya que en páramos vemos cristalinos

que apenas del bajel fragmentos quedan,

en el esquife escapen los que puedan

con Ifis, nuestro dueño.

(Descúbrese el esquife, y va pasando con Ifis, Brunel y otros.)

Ifis ¡Oh, fuese tumba el derrotado leño 90

en que, a despecho mío,

de aqueste seno frío

queréis vencer la guerra!

Brunel Ya que el mar se serena, a tierra.

Todos A tierra.

Céfiro (Dentro.) Ya que vuelve a aclarar la hermosa lumbre, 95

el llano penetrad, dejad la cumbre.

(Empieza a aclarar.)

Pigmaleón (Dentro.) Ya que otra vez le restituye el día,

cercana población la suerte mía

solicite, vagando este desierto.

Los terceros A tierra, a tierra.

Los segundos Al valle.

Los primeros Al llano.

Los terceros Al puerto. 100

Irífile ¡Ay infeliz de mí!, que ya la orilla

costeando surca mísera barquilla,

con poca gente en ella,

a tiempo que sin norte de otra huella,

cada tropa se inclina 105

a la tranquilidad de la marina

donde estoy. ¿Quién, sin ser vista, pudiera

de aquí escapar?

(Cúbrese el rostro con el cabello, y al irse a entrar, salen Céfiro y Pasquín.)

Céfiro Humano monstruo, espera;

que aunque tu aspecto pudo

ponerme horror, no dudo 110

que tus señas desmientan tu semblante.

Irífile Tente, joven: no pases adelante,

ni quieras detenerme;

que el escucharme más horror que el verme

te ha de dar, pues si el verme te acobarda, 115

más lo hará oírme.

(Al entrarse por otra parte huyendo, salen Pigmaleón y Lebrón.)

Pigmaleón Humano monstruo, aguarda,

que pues de humano y monstruo

noticias da el cabello sobre el rostro,

con la duda del uno vencer quiero

de otro el terror.

Irífile Primero 120

a aqueste mar me arrojaré que intente

oír a los dos.

(Al irse a entrar, por otra parte salen Ifis y Brunel.)

Ifis Humano monstruo, tente,

que, pues cuanto me asombra, me asegura,

no sé qué luz entre tu traje oscura,

que me escuches pretendo. 125

Irífile Cerrome el paso; y pues aun ir huyendo

no permite mi suerte,

¿qué me queréis?

Céfiro Atiende.

Pigmaleón Escucha.

Ifis Advierte.

Céfiro En la caza perdido...

Pigmaleón Del camino apartado... 130

Ifis En el mar derrotado...

Céfiro ...del terremoto al ruido...

Pigmaleón ...del temblor al amago...

Ifis ...del eclipse al estrago...

Céfiro ...triste yo...

Pigmaleón ...yo confuso...

Ifis ...yo afligido... 135

Los tres ...a este monte he venido...

Céfiro ...donde escuchar deseo...

Pigmaleón ...donde oír solicito...

Ifis ...donde en saber me empleo...

Céfiro ¿Quién eres y qué monte es el que habito? 140

Los dos ¿Quién eres y qué tierra es la que veo?

Irífile ¿De suerte que un deseo

a un intento reduce tres intentos?

Los tres Sí.

Irífile Pues juntaos los tres, y estadme atentos.

Derrotados peregrinos, 145

que del mar y de la tierra,

a merced de la fortuna,

venís corriendo tormenta,

este prodigioso monte

que el mar de una parte cerca 150

y de otra al Etna contiguo,

es bastardo hijo del Etna.

De la fértil hermosura

de Trinacria, patria bella

de los dioses, es lunar, 155

no tanto porque la afea

lo rústico de sus riscos,

lo intratable de sus breñas

(pues la oposición podía

ser facción de su belleza), 160

cuanto por lo que la infama

su población, siempre expuesta

a los duros ejercicios

de desdichas y miserias.

Dígalo allí de Anajarte 165

el alcázar, donde presa

la tiene Argante, su tío,

sepultada antes que muerta.

La fragua allí de Vulcano

lo diga, en cuya violenta 170

forja de Estérope y Bronte

es martillada tarea

la fundición de los rayos.

Y allí, entre las duras quiebras

de pardo escollo, lo diga 175

lóbrega gruta funesta,

rudo templo consagrado

en mal fabricada cueva,

a la deidad de las Parcas,

cuya vecindad, sujeta 180

siempre a estragos, siempre a ruinas,

siempre a llantos, siempre a penas,

la hacen que continuamente

tales eclipses padezca;

si bien el de hoy dice más, 185

pues dice, si de mi ciencia

no miente la observación,

graduada en las estrellas,

que este común sentimiento

de fuego, mar, aire y tierra, 190

y en tierra, aire, mar y fuego,

hombres, peces, aves, fieras,

es cumplirse una amenaza

que tienen los dioses hecha,

de que ha de nacer al mundo 195

una deidad tan opuesta

a todos, tan desigual,

tan sañuda, tan violenta,

que ha de ser común discordia

de cuanto...

(Vase.)

Pigmaleón Oye.

Ifis Aguarda.

Céfiro Espera. 200

Lebrón Con la palabra en la boca

no se dirá que nos deja,

que antes con ella se va.

Pasquín Burlolos su ligereza.

Céfiro No hizo, que yo he de seguirla. 205

Pigmaleón No hizo, que yo he de tenerla.

Ifis No hizo, que yo he de alcanzarla.

(Vanse los tres.)

Lebrón Sí hizo, pues el que tras ella

fuere será un mentecato.

Brunel ¿Por qué?

Lebrón Porque muy compuesta 210

y adornada una mujer,

aun no es bueno andar tras ella;

¡miren qué será tras una

tan salvaja, que se deja

decir que hay Vulcano y Parcas 215

por aquí!

Pasquín Peor si te quedas

solo será.

Lebrón Dices bien.

Los dos Pues corramos.

Lebrón Norabuena;

pero corramos sentados,

si os parece.

(Vanse los tres y vuelven a salir por partes diferentes Pigmaleón, Ifis y Céfiro; cúbrese el mar y descúbrese el bosque.)

Los tres Monstruo, espera. 220

Irífile (Dentro.) Es en vano, pues ya pude

hacer la fuga defensa.

Céfiro Lo intrincado de las ramas,

por donde tan veloz entra,

me la han perdido de vista. 225

Pigmaleón La enmarañada aspereza

deste bosque me la oculta.

Ifis Pues ya a los ojos no dejan

terminar su sombra tantos

troncos como se atraviesan, 230

sea la voz la que la siga.

Los tres Vuelve, prodigio.

(Salen Lebrón, Pasquín y Brunel.)

Lebrón No vuelvas.

¿Qué os va en eso a los tres para

pedirlo con tanta fuerza?

Céfiro Saber quién es el que nace 235

con tanto horror.

Pigmaleón Y quién sea

el asombro destos montes.

Ifis Oye.

Céfiro Aguarda.

Pigmaleón Escucha.

Los tres Espera.

[Irífile] (Dentro.) No me sigáis, que no es

posible que decir pueda 240

quién soy y por qué los hados

a vivir así me fuerzan.

Pero si queréis saber

con la causa de mis penas

de aquel eclipse la causa, 245

pues os halláis a sus puertas,

a las Parcas consultad,

que mejor lo dirán ellas,

como quien sabe mejor

quién nace a ser ruina vuestra. 250

Céfiro ¡Confusión extraña!

Pigmaleón ¡Extraño

asombro!

Ifis ¡Extraña tristeza!

Lebrón ¿Adónde que nos hallamos

dijo esa señora bestia?

Brunel ¿No lo oyes? A los umbrales 255

de las Parcas.

Lebrón ¿No son esas

unas beatas que, hilando

siempre, nunca echaron tela,

y con ser tan hacendosas,

jamás hacen buena hacienda? 260

Pasquín Las mismas.

Lebrón ¡Triste de mí!

Céfiro Extranjeros, que las señas

de traje y voz lo publican

y el venir por mar y tierra

derrotados lo aseguran, 265

yo, aunque de ver me estremezca

estos montes (que una cosa

es noticia, otra experiencia),

Céfiro soy, de Trinacria

príncipe, y ya que la fuerza 270

del destino me ha empeñado,

siguiendo otra inculta fiera,

a transcender hoy la línea

que tiene el asombro puesta

a esta inhabitable estancia, 275

hallándome dentro della,

no he de volverme sin que,

ya que mi valor me alienta,

el oráculo me diga

de las Parcas qué secreta 280

amenaza de los hados

es en mis imperios esta.

Y así, bien podéis volveros,

pues los dos, a quien no fuerza

interés alguno, no 285

es bien que lleguéis a verlas.

Pigmaleón Extranjero soy, a quien

perdió la confusa niebla

de las dos noches de un día

entre la inculta maleza 290

de esos peñascos; la causa

que a peregrinar me fuerza

quizá es no menor, ¡oh invicto

Céfiro!, para que quiera

también yo saber el fin 295

deste asombro que así llega;

que yo te he de acompañar.

[Ifis] Cuando ocasión no tuviera

yo, que del mar derrotado

pisé también estas selvas, 300

para inquirir los prodigios

que su oscuro centro engendra,

por no volver a terror

ninguno la espalda, fuera

el primero que llegara. 305

Céfiro Pues desquiciemos la puerta

deste risco que mordaza

es de su boca funesta.

Ifis Melancólico bostezo

ya del centro de la tierra 310

es la pavorosa gruta.

Pigmaleón Y ya en sus lejos se dejan

terminar a poca luz

las tres deidades severas.

(Ábrese la gruta, y vense en lo más lejos della las tres Parcas, como las pintan: la primera con una rueca, cuyo hilo va a dar a la tercera que le devana, dejando en medio a la segunda con unas tijeras en la mano.)

Pasquín ¡Qué miedo pone el mirarlas! 315

Brunel ¡Y qué temor causa el verlas!

Lebrón A cuál temor y a cuál miedo

es mayor, hago una apuesta.

Los dos ¿Tanto te parece el tuyo?

Lebrón Tanto que con ser tan puerca 320

de las Hileras la calle,

tomara estar ahora en ella,

a trueco de no estar en

la gruta de las Hileras.

Céfiro ¡Oh tú, Laquesis, que impía 325

de la futura edad nuestra

desvaneces el estambre!

Ifis ¡Oh tú, Cloto, que severa