La filosofía como arma de la revolución - Louis Althusser - E-Book

La filosofía como arma de la revolución E-Book

Louis Althusser

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No es exagerado afirmar que Louis Althusser fue el filósofo comunista más célebre de la Francia del siglo xx. Tanto su profesión como sus inclinaciones políticas lo condujeron por caminos más que originales en su intento por comprender la trascendencia del pensamiento de Karl Marx, al que colocaba en un lugar destacado de la historia de las ideas. Para Althusser, el autor de El capital habría fundado una nueva ciencia, tan trascendente como la matemática iniciada por Tales de Mileto o la física de Galileo, y a la vez una nueva filosofía, a la altura de la de Platón o de Descartes. Este libro reúne cuatro de sus acercamientos a la tensa relación entre teoría y práctica, entre reflexión y lucha, en un esfuerzo por establecer las coordenadas fundamentales de la filosofía marxista, concebida como una "teoría de la producción de conocimientos". Sabedor de que sus conclusiones eran provisionales y estaban destinadas a ser rectificadas, su trabajo analítico tuvo y aún hoy tiene una gran repercusión en los debates teóricos marxistas, quizá por su capacidad para reverberar en numerosas disciplinas y, cosa más notable, en la actividad política concreta. Su deseo de conciliar la acción y el pensamiento lo llevó a considerar la filosofía como un arma de la revolución, lo mismo en el plano epistemológico que en el de la realidad social. En estas páginas se ocupa asimismo de la naturaleza de las ideologías y de cómo los aparatos del Estado las encarnan. Con rigor y claridad de exposición, Althusser polemizó a menudo como método de reflexión, poniendo en práctica lo que pregona en este volumen: "En filosofía ocurre como en política, sin crítica no hay rectificación."

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Índice

Advertencia a la primera edición

Advertencia a la segunda edición

Nota del editor

La filosofía como arma de la revolución

1. ¿Puede decirnos alguna palabra sobre su historia personal? ¿Cómo llegó a la filosofía marxista?

2. ¿Puede explicar por qué es tan difícil, en general, ser comunista en filosofía?

3. Usted distingue en la teoría marxista una ciencia y una filosofía. ¿Sabe que dicha distinción es actualmente negada?

4. ¿De qué manera justifica usted esa distinción entre ciencia y filosofía en la teoría marxista?

5. Usted ha sostenido dos cosas que aparentemente son contradictorias o diferentes: primero, que la filosofía es fundamentalmente política; segundo, que la filosofía está ligada a las ciencias. ¿De qué manera concibe esta doble relación?

6. ¿Es por todas estas razones que usted ha dicho que es necesario leer El capital?

7. Usted le otorga mucha importancia al rigor, comprendiendo en él al vocabulario técnico. ¿Por qué?

8. ¿Cómo trabaja usted?

Práctica teórica y lucha ideológica

El marxismo es una doctrina científica

La doble doctrina científica de Marx

Problemas planteados por la existencia de estas dos disciplinas

Naturaleza, constitución y desarrollo de una ciencia. La investigación científica

La ideología

La unión de la teoría científica de Marx con el movimiento obrero

Formación teórica y lucha ideológica

Acerca del trabajo teórico

Dificultades

Fuentes

Ideología y aparatos ideológicos del Estado

Sobre la reproducción de las condiciones de producción

Infraestructura y superestructura

El Estado

Sobre la reproducción de las relaciones de producción

A propósito de la ideología

BIBLIOTECA DEL PENSAMIENTO SOCIALISTA

Althusser, Louis

La filosofía como arma de la revolución / Louis Althusser ; trad. de Óscar del Barco, Enrique Román y Óscar L. Molina. – 3a. ed. – Ciudad de México : Siglo XXI Editores, 2022

168 p. ; 13.5 × 21 cm – (Colec. Biblioteca del Pensamiento Socialista)

Título original: La filosofia come arma della rivoluzione

ISBN: 978-607-03-1252-6

1. Comunismo 2. Revoluciones 3. Filosofía marxista I. Ser. II. t.

LC HM281 A57fDewey 320.5315 A467f

título original: la filosofia come arma della rivoluzione

© 2022, siglo xxi editores, s.a. de c.v.

primera edición, 1968

segunda edición, 1976

tercera edición, 2022

isbn 978-607-03-1252-6

isbn-e 978-607-03-1287-8

impreso en operadora quitresa, s.a. de c.v,

goma 167, col. granjas méxico, 08400,

ciudad de méxico, en septiembre de 2022

Advertencia a la primera edición

Los ensayos del marxista francés Louis Althusser que hoy publicamos tienen una evidente unidad de temas y propósitos y expresan nuevas elaboraciones de los puntos de vista expuestos en La revolución teórica de Marx y Para leer El capital. Muestran la continuidad de un trabajo teórico empeñado en establecer las coordenadas fundamentales de la filosofía marxista, concebida como una “Teoría de la producción de conocimientos”.

Para Althusser dicha teoría está aún por elaborarse y las respuestas obtenidas hasta el presente son insatisfactorias. Las razones de esta ausencia deben ser buscadas en el mismo Marx y no sólo en las circunstancias histórico-políticas que rodearon el desarrollo del movimiento socialista mundial, en especial en el stalinismo, al que Althusser critica duramente en la autobiografía intelectual que prolonga su libro sobre Marx. “La filosofía marxista —afirma— fundada por Marx en el mismo acto de fundar su teoría de la historia, aún debe ser constituida.” Sus escritos y los de sus colaboradores tienen el propósito de contribuir a elaborarla.

Debido a ello el fondo del análisis althusseriano es epistemológico y se manifiesta concretamente en una “relectura” de las obras teóricas fundamentales de Marx, en especial de la Introducción a la crítica general de la economía política/18571 y de El capital. A la lectura “literal” de esos textos realizada hasta el presente por la gran mayoría de los teóricos, Althusser opone una lectura que denomina “symptomale” y que parte del reconocimiento del “texto” de Marx no como un “gran libro abierto”, donde todo está dicho de manera clara y definitiva y al que sólo basta glosar mediante una “lectura inocente”, sino como un discurso que inaugura una nueva problemática con conceptos todavía inadecuados. “Marx no ha pensado teóricamente, bajo una forma adecuada y desarrollada, el concepto y las implicaciones teóricas de su investigación revolucionaria desde el punto de vista teórico.” Esto explicaría el “coqueteo hegeliano” en que incurre algunas veces en El capital y con excesiva frecuencia en los Grundrisse. Para esta lectura crítica, Althusser se vale de los recursos que le aportan la lingüística (Jakobson), la antropología estructural (Lévi-Strauss) y el psicoanálisis lacaniano.

Aunque estamos, sin duda, frente a un pensamiento teórico en proceso de elaboración (“Nuestros textos y fórmulas son provisorias y están destinadas a ser rectificadas”, dice Althusser con modestia), ya podemos verificar los enormes efectos positivos que ha provocado en el actual debate teórico marxista. Constituye ya una escuela interpretativa del pensamiento de Marx que se despliega en multitud de campos de trabajo y que influye de manera decisiva la cultura francesa y europea actuales. Pero además, y esto aparece superficialmente como un hecho bastante paradójico, aunque las elaboraciones althusserianas se mantienen en el plano epistemológico, concitan la adhesión y hasta el entusiasmo de los jóvenes intelectuales revolucionarios. No en vano es en Cuba donde sus obras y escritos circulan profusamente y obtienen el reconocimiento de algunos aparatos de elaboración cultural.

En un artículo que le dedicara el Suplemento Literario del Times, al señalar el éxito sorprendente de sus obras, se intentaba explicarlo más que por las innegables dotes de inteligencia, lucidez y estilo del autor, por la precisa oportunidad de su aparición. “La atmósfera del Barrio Latino es tal que todo alumno secundario o estudiante de izquierda que se respete a sí mismo es maoísta o por lo menos castrista. En ella, Sartre y Henri Lefebvre son monumentos arcaicos y las autolaceraciones de los intelectuales excomunistas de 1956 son tan incomprensibles como el ‘oportunismo’ de Waldeck-Rochet y Roger Garaudy. Una nueva generación de rebeldes necesita una nueva versión de la ideología revolucionaria, y Althusser es esencialmente un ‘duro’ que desafía el ablandamiento político e intelectual que lo rodea… Pero esto no lo convierte en un neoestalinista ‘como sostienen sus detractores’. Como lo demuestran palmariamente los ensayos incluidos en el presente volumen, sería más exacto hablar del ‘leninismo’ de Althusser”.

Aunque se mantiene en el plano teórico, su problemática no es, en manera alguna, neutral. Sus consecuencias políticas deben ser indagadas, pero no de manera abstracta sino aplicadas en el marco general de la teoría política (como lo hace Nicos Poulantzas en Hegemonía y dominación en el Estado moderno)2 y en el particular de situaciones políticas concretas. Sin embargo, hay en Althusser un elemento muy significativo, teórico y político, que aparece sistemáticamente en estos ensayos y que Luporini precisa así: “Es la fidelidad de Althusser a la crítica leninista de toda concepción espontaneísta. Es preciso elaborar de manera teórica y crítica la visión de clase revolucionaria, si se quiere que ella devenga revolucionaria. Esta visión revolucionaria tiene por fundamento, y también con vistas a la acción, el análisis teórico en su universalidad y no una confianza mística en una conciencia de clase concebida como preexistente, a la que bastaría interpretar para obtener la ciencia revolucionaria. Me parece que aquí se funda toda la investigación de Althusser” (en L’homme et la société, n. 4, p. 35). Y esta conclusión justifica plenamente que hayamos decidido presentar estos escritos con el título de La filosofía como arma de la revolución.

1 México, Siglo XXI Editores, 1989.

2Cf. Cuadernos de Pasado y Presente, núm. 48, México, 1974.

Advertencia a la segunda edición

En esta edición incluimos otro trabajo de Althusser titulado “Ideología y aparatos ideológicos del Estado” que publicó en La Pensée en 1970, y que constituye un aporte al análisis de la teoría marxista del Estado y una sorprendente aproximación al concepto gramsciano de “hegemonía”.

Nota del editor

Los trabajos incorporados en el presente volumen fueron tomados de las siguientes publicaciones:

1]La filosofia come arma della rivoluzione. Entrevista concedida por Althusser a la corresponsal de L’Unità en Francia: Maria-Antonieta Macciocchi. Se publicó en el número correspondiente al 1 de febrero de 1968 y fue traducida al español por Óscar Del Barco.

2] “Práctica teórica y lucha ideológica”. Publicado en la revista Casa de las Américas, núm. 34, febrero de 1966, pp. 5-18, con el título más amplio de “Teoría, práctica teórica y formación teórica. Ideología y lucha ideológica”. Traducido del francés por Enrique Román.

3] “Sur le travail théorique”. Publicado en La Pensée, núm. 132, abril de 1967. Traducido del francés por Óscar Del Barco.

4] “Idéologie et appareils idéologiques d’État”, en La Pensée, núm. 151, junio de 1970. Traducido del francés por Óscar L. Molina.

La filosofía como arma de la revolución1

(Respuestas a ocho preguntas)

1. ¿PUEDE DECIRNOS ALGUNA PALABRA SOBRE SU HISTORIA PERSONAL? ¿CÓMO LLEGÓ A LA FILOSOFÍA MARXISTA?

En 1948, a los 30 años, me convertí en profesor de filosofía y me adherí al partido comunista francés.

La filosofía me interesaba y traté de convertirla en mi oficio.

La política me apasionaba y traté de convertirme en un militante comunista.

Lo que me interesaba en la filosofía era el materialismo y su función crítica en pro del conocimiento científico y contra todas las manifestaciones del “conocimiento” ideológico; contra la denuncia simplemente moral de los mitos y engaños, y por su crítica racional y rigurosa.

Lo que me apasionaba en la política eran el instinto, la inteligencia, el coraje y el heroísmo revolucionario de la clase obrera en su lucha por el socialismo. La guerra y los largos años de cautiverio me habían hecho vivir en contacto con obreros y campesinos, y conocer a los militantes comunistas.

Es la política la que decidió todo. No la política en general sino la política marxista-leninista.

Esto siempre es muy difícil para un intelectual. Fue igualmente difícil, por las razones que se conocen, en la década del cincuenta al sesenta: periodo del “culto”, el XX Congreso, después la crisis del movimiento comunista internacional. No fue fácil para el marxismo resistir la irrupción ideológica “humanista” contemporánea y los distintos asaltos de la ideología burguesa.

Después de comprender mejor la política marxista-leninista, comencé a apasionarme también por la filosofía pues, finalmente, podía comprender las tesis fundamentales de Marx, Lenin y Gramsci: la filosofía es fundamentalmente política.

Todo lo que he escrito, al principio solo y después en colaboración con camaradas y amigos más jóvenes, gira, pese a la “abstracción” de nuestros ensayos, alrededor de esos problemas concretos.

2. ¿PUEDE EXPLICAR POR QUÉ ES TAN DIFÍCIL, EN GENERAL, SER COMUNISTA EN FILOSOFÍA?

Ser comunista en filosofía es convertirse en partidario y artesano de la filosofía marxista-leninista, es decir, del materialismo dialéctico.

No es fácil convertirse en un filósofo marxista-leninista. Un profesor de filosofía, al igual que todo “intelectual”, es un pequeñoburgués. Cuando abre la boca es la ideología pequeñoburguesa la que habla: sus recursos y sus astucias son infinitas.

Usted sabe lo que Lenin dijo de los “intelectuales”. Individualmente algunos pueden ser (políticamente) revolucionarios declarados y valientes. Pero en su conjunto permanecen “incorregiblemente” pequeñoburgueses en lo que hace a su ideología. Para Lenin, que admiraba su talento, incluso Gorki era un revolucionario pequeñoburgués. Para convertirse en los “ideólogos de la clase obrera” (Lenin), en los “intelectuales orgánicos” del proletariado (Gramsci), es necesario que los intelectuales realicen una revolución radical en sus ideas, una reeducación larga, dolorosa y difícil. Una lucha sin término, tanto exterior como interior.

Los proletarios tienen un “instinto de clase” que les facilita el paso a las “posiciones de clase” proletarias. Los intelectuales, por el contrario, tienen un instinto de clase pequeñoburgués que se resiste a ese paso.

La posición de clase del proletariado es algo más que el simple “instinto de clase” proletario. Es la conciencia y la práctica de acuerdo con la realidad objetiva de la lucha de clase proletaria. El instinto de clase es subjetivo y espontáneo. La posición de clase es objetiva y racional.

Para pasar a las posiciones de clase proletarias, el instinto de clase de los proletarios sólo tiene necesidad de ser educado; en compensación, el instinto de clase de los pequeñoburgueses, y por consiguiente de los intelectuales, debe ser revolucionado. Esta educación y esta revolución están determinadas, en última instancia, por la lucha de clase proletaria conducida sobre la base de los principios de la teoría marxista-leninista.

El conocimiento de esta teoría puede ayudar a algunos intelectuales, tal como lo señala El manifiesto comunista, a pasar a las posiciones de clase de la clase obrera.

La teoría marxista-leninista implica una ciencia (el materialismo histórico) y una filosofía (el materialismo dialéctico).

La filosofía marxista-leninista es, por lo tanto, una de las dos armas teóricas indispensables para la lucha de clases proletaria. Los militantes comunistas deben asimilar y utilizar los principios de la teoría: ciencia y filosofía.

La revolución proletaria también tiene necesidad de militantes que sean sabios (materialismo histórico) y filósofos (materialismo dialéctico), que ayuden a defender y desarrollar la teoría.

La formación de esos filósofos se enfrenta con dos grandes dificultades.

1] La primera dificultad es política. Un filósofo de oficio que se afilia al partido, permanece siendo ideológicamente un pequeñoburgués. Es necesario que se revolucione su pensamiento para que pueda ocupar una posición de clase proletaria en la filosofía.

Esta dificultad política es “determinante en última instancia”.

2] La segunda dificultad es teórica. Sabemos en qué dirección y con qué principios trabajar para definir esta posición de clase en filosofía. Pero es necesario —es teórica y políticamente urgente— desarrollar la filosofía marxista. Ahora bien, el trabajo a realizar es vasto y difícil pues en la teoría marxista la filosofía tiene un retroceso con relación a la ciencia de la historia.

En nuestros países es actualmente la dificultad “dominante”.

3. USTED DISTINGUE EN LA TEORÍA MARXISTA UNA CIENCIA Y UNA FILOSOFÍA. ¿SABE QUE DICHA DISTINCIÓN ES ACTUALMENTE NEGADA?

Lo sé. Pero esta “negación” es una vieja historia.

De una manera extremadamente esquemática puede decirse que en la historia del movimiento marxista la supresión de esta distinción expresa una desviación que puede ser tanto de derecha como de izquierda. La desviación de derecha suprime la filosofía y sólo deja la ciencia (positivismo). La desviación de izquierda suprime la ciencia y sólo deja la filosofía (subjetivismo). Hay “excepciones” (como el caso de la “subversión”) que “confirman” la regla.

Los grandes dirigentes del movimiento obrero marxista, desde Marx y Engels hasta nuestros días, siempre dijeron que dichas desviaciones son un efecto de la influencia y del dominio de la ideología burguesa sobre el marxismo. Por su parte ellos siempre defendieron la distinción (ciencia, filosofía) no sólo por razones teóricas, sino también por razones políticas vitales. Pienso en el Lenin de Materialismo y empiriocriticismo y en el de El “izquierdismo”, enfermedad infantil del comunismo. Sus razones son deslumbrantes.

4. ¿DE QUÉ MANERA JUSTIFICA USTED ESA DISTINCIÓN ENTRE CIENCIA Y FILOSOFÍA EN LA TEORÍA MARXISTA?

Le respondo enunciando algunas tesis esquemáticas y provisorias.

1] La fusión de la teoría marxista y el movimiento obrero es el mayor acontecimiento de toda la historia de la lucha de clases y prácticamente, por lo tanto, de toda la historia humana (primeros efectos: las revoluciones socialistas).

2] La teoría marxista (ciencia y filosofía) representa una revolución sin precedentes en la historia del conocimiento humano.

3] Marx fundó una ciencia nueva: la ciencia de la historia. Voy a usar una imagen. Las ciencias que conocemos operan sobre algunos grandes “continentes”. Antes de Marx habían sido abiertos al conocimiento científico dos de esos continentes: el continente de la Matemática y el de la Física. El primero fue abierto por los griegos (Tales) y el segundo por Galileo. Marx abrió al conocimiento científico un tercer continente: el de la Historia.

4] La apertura de este nuevo continente ha provocado una revolución en la filosofía. Es una ley: la filosofía siempre está ligada a las ciencias.

La filosofía nació con la apertura del continente de la Matemática (Platón). Fue transformada por la apertura del continente de la Física (Descartes). Actualmente es revolucionada por la apertura del continente de la Historia hecha por Marx. Esta revolución se llama materialismo dialéctico.

Las transformaciones de la filosofía siempre son un eco de los grandes descubrimientos científicos. Ellas se producen, esencialmente, después de éstos. Por esta razón, la teoría marxista la filosofía está tiene un retroceso con relación a la ciencia. Hay otras razones que todo el mundo conoce. Pero en la actualidad ésta es la razón dominante.

5] En su conjunto sólo los militantes obreros reconocieron la perspectiva revolucionaria del descubrimiento científico de Marx. A causa de ello su práctica política fue transformada.

Éste fue el mayor escándalo teórico de la historia contemporánea.

Por el contrario, los intelectuales en su conjunto, a pesar de ser éste su “oficio” (especialistas en ciencias humanas, filósofos) no reconocieron verdaderamente o se negaron a reconocer la perspectiva inaudita del descubrimiento científico de Marx, al que condenaron y despreciaron, al que desfiguran cuando se refieren a él.

Salvo excepciones están aún hoy ocupados en “bricoler” en economía política, en sociología, en etnología, en “antropología”, en “psico-sociología”, etc., cien años después de El capital; de la misma manera que los “físicos” aristotélicos se ocupaban de “bricoler” en física cincuenta años después de Galileo. Sus “teorías” son antigüedades ideológicas rejuvenecidas con una gran cantidad de sutilezas intelectuales y técnicas matemáticas ultra modernas.

Pero este escándalo teórico no es totalmente un escándalo. Es un efecto de la lucha de clases ideológica: pues la ideología burguesa, la “cultura” burguesa, es la que está en el poder y ejerce la “hegemonía”. En su conjunto los intelectuales, incluso numerosos intelectuales comunistas y marxistas, están, salvo algunas excepciones, dominados en sus teorías por la ideología burguesa. Lo mismo ocurre en las “ciencias humanas”.

6] La misma situación escandalosa encontramos en filosofía. ¿Quién ha comprendido la prodigiosa revolución filosófica provocada por el descubrimiento de Marx? Sólo los militantes o dirigentes proletarios. Los filósofos de oficio, en su conjunto, no la han ni siquiera sospechado. Cuando hablan de Marx siempre es, salvo rarísimas excepciones, para combatirlo, condenarlo, “digerirlo”, explotarlo o revisarlo.

Aquellos que defendieron el materialismo dialéctico, como Engels y Lenin, son tratados como si fuesen nulidades filosóficas. El verdadero escándalo es que algunos filósofos marxistas ceden, en nombre del “anti-dogmatismo”, al mismo contagio. Pero también aquí, y por la misma razón, se trata de un efecto de la lucha de clases ideológica. Pues la ideología burguesa, la “cultura” burguesa, es la que está en el poder.

7] Las principales tareas del movimiento comunista en la teoría son:

• reconocer y conocer la perspectiva teórica revolucionaria de la ciencia y la filosofía marxista-leninista;

• luchar contra la concepción del mundo burgués y pequeñoburgués, que siempre amenaza la teoría marxista y que en la actualidad la penetra profundamente. La forma general de esta concepción del mundo burgués es la siguiente: el Economismo (en la actualidad el “tecnocratismo”) y su “complemento espiritual” el Idealismo Moral (actualmente el “Humanismo”). El Economismo y el Idealismo Moral representan la pareja fundamental de la concepción del mundo burgués desde los orígenes de la burguesía. La forma filosófica actual de esta concepción del mundo es el neo-positivismo y su “complemento espiritual” el subjetivismo fenomenológico-existencialista. La variante propia de las ciencias humanas es la ideología denominada “estructuralista”;

• conquistar para la ciencia la mayoría de las ciencias humanas y ante todo las ciencias sociales que, salvo excepciones, ocupan por impostura el continente de la Historia, del cual Marx nos dio las claves;

• desarrollar con el rigor y la audacia que se requieran la nueva ciencia y la nueva filosofía, ligándolas a las exigencias e invenciones de la práctica de la lucha de clases revolucionaria.

En la teoría el eslabón decisivo actual es la filosofía marxistaleninista.

5. USTED HA SOSTENIDO DOS COSAS QUE APARENTEMENTE SON CONTRADICTORIAS O DIFERENTES: PRIMERO, QUE LA FILOSOFÍA ES FUNDAMENTALMENTE POLÍTICA; SEGUNDO, QUE LA FILOSOFÍA ESTÁ LIGADA A LAS CIENCIAS. ¿DE QUÉ MANERA CONCIBE ESTA DOBLE RELACIÓN?

También a esta pregunta le responderé mediante tesis esquemáticas y provisorias.

1] Las posiciones de clase que se enfrentan en la lucha de clases están “representadas” en el dominio de las ideologías prácticas (ideologías religiosa, moral, jurídica, política, estética, etc.) por medio de concepciones del mundo de tendencia antagónica que, en última instancia, son la idealista (burguesa) y la materialista (proletaria). Todo hombre posee, espontáneamente, una concepción del mundo.

2] Las concepciones del mundo están representadas en el dominio de la teoría (ciencias + ideologías “teóricas” de las cuales se impregnan las ciencias y los científicos) por medio de la filosofía. La filosofía representa la lucha de clases en la teoría. Es por esta razón que la filosofía es una lucha (Kampf, decía Kant), y una lucha fundamentalmente política: una lucha de clases. Ningún hombre es espontáneamente filósofo, pero puede serlo.

3] La filosofía existe desde que surge el dominio teórico, desde que tenemos una ciencia (en sentido estricto). Sin ciencia no habría filosofía sino sólo concepciones del mundo. Es necesario distinguir la apuesta que se hace en la batalla, y el campo donde se da la batalla. En última instancia la lucha filosófica es la lucha por la hegemonía entre las dos grandes tendencias de las concepciones del mundo (materialista e idealista). El campo de batalla principal de esta lucha es el conocimiento científico: por él o contra él. La batalla filosófica número uno se desarrolla de esta manera en la frontera que separa lo científico de lo ideológico. Las filosofías idealistas que explotan las ciencias se valen de ellas para luchar contra las filosofías materialistas que sirven a las ciencias. La lucha filosófica es un sector de la lucha de clases entre las concepciones del mundo. El materialismo siempre estuvo, en el pasado, dominado por el idealismo.

4] La ciencia fundada por Marx cambia toda la situación del dominio teórico. Es una nueva ciencia, la ciencia de la historia. De esta manera ella hace posible, por primera vez en el mundo, el conocimiento de la estructura de las formaciones sociales y de su historia; hace posible el conocimiento de las concepciones del mundo que la filosofía representa en la teoría; hace posible el conocimiento de la filosofía. Da los medios para transformar las concepciones del mundo (lucha de clases revolucionaria conducida por los principios de la teoría marxista). De esta forma la filosofía es doblemente revolucionaria. El materialismo mecanicista, “idealista en historia”, se convierte en el materialismo dialéctico. La relación de fuerzas se invierte: en adelante el materialismo puede dominar al idealismo en la filosofía y, si se realizan las condiciones políticas, gozar en la lucha de clases para obtener la hegemonía entre las concepciones del mundo.

La filosofía marxista-leninista, o materialismo dialéctico, representa la lucha de clases del proletariado en la teoría. En la unión de la teoría marxista y del movimiento obrero (realidad última de la unión de la teoría y de la práctica) la filosofía deja, como dice Marx, de “interpretar el mundo” y se convierte en un arma para su “transformación”: la revolución.

6. ¿ES POR TODAS ESTAS RAZONES QUE USTED HA DICHO QUE ES NECESARIO LEER EL CAPITAL?

Sí. Es necesario leer y estudiar El capital:

• Para comprender verdaderamente en toda su importancia y en todas sus consecuencias científicas y filosóficas, aquello que los militantes obreros han comprendido desde hace mucho tiempo en la práctica: el carácter revolucionario de la teoría marxista.

• Para defender esta teoría contra todas las interpretaciones, vale decir revisiones burguesas y pequeño-burguesas, que la amenazan en la actualidad profundamente: en primer lugar la pareja Economismo/Humanismo.

• Para desarrollar la teoría marxista y producir los conceptos científicos indispensables para el análisis de la lucha de clases actual, en nuestros países y en otras partes.

Es necesario leer y estudiar El capital. Y agrego: es imprescindible leer y estudiar a Lenin, y todos los grandes textos de antaño y actuales donde se recoge la experiencia de la lucha de clases del movimiento obrero internacional. Es importante estudiar las obras prácticas del movimiento obrero revolucionario, en su realidad, sus problemas y sus contradicciones: en su historia pasada y también, especialmente, en su historia presente.

En nuestros países hay, actualmente, inmensas reservas para la lucha de clases revolucionaria. Pero es fundamental buscarlas allí donde están, vale decir en las masas explotadas. No se las “descubrirá” sin establecer un contacto estrecho con esas masas y sin las armas de la teoría marxista-leninista. Las nociones económicas burguesas de “sociedad industrial”, de “neocapitalismo”, de “nueva clase obrera”, de “sociedad de consumo”, de “alienación” y tantas otras, son anticientíficas y antimarxistas. Están hechas para combatir a los revolucionarios.

Agregaré una última observación, la más importante de todas.

Para comprender verdaderamente aquello que se lee y estudia en esas obras teóricas, políticas e históricas, es necesario conocer directamente la experiencia de las dos realidades que las determinan de un extremo al otro: la realidad de la práctica teórica (ciencia y filosofía) en su vida concreta, y la realidad de la práctica de la lucha de clases revolucionaria, en estrecho contacto con las masas. Pues si bien la teoría permite comprender las leyes de la historia, no son los intelectuales, incluso si son teorizantes, sino las masas las que hacen la historia. Es necesario aprender junto a la teoría, pero, al mismo tiempo, y esto es capital, es importante aprender junto a las masas.

7. USTED LE OTORGA MUCHA IMPORTANCIA AL RIGOR, COMPRENDIENDO EN ÉL AL VOCABULARIO TÉCNICO. ¿POR QUÉ?

Una sola expresión puede resumir la función dominante de la práctica filosófica: “trazar una línea de demarcación” entre las ideas verdaderas y las ideas falsas. La frase es de Lenin.

La misma frase resume una de las operaciones esenciales de la dirección de la práctica de la lucha de clases: “trazar una línea de demarcación” entre las clases antagónicas. Entre nuestros amigos y enemigos de clase.

Es la misma expresión. Línea de demarcación teórica entre las ideas verdaderas y las ideas falsas, y línea de demarcación política entre el pueblo (el proletariado y sus aliados) y los enemigos de éste.

La filosofía representa la lucha de clases del pueblo en la teoría; ella ayuda a distinguir en la teoría y en todas las ideas (políticas, morales, estéticas, etc.) las ideas verdaderas de las ideas falsas. En principio las ideas verdaderas siempre sirven al pueblo, y las falsas sirven siempre a sus enemigos del pueblo.

¿Por qué razón la filosofía lucha en torno a las palabras? Las realidades de la lucha de clases están “representadas” por medio de “ideas” que son “representadas” por medio de palabras. En los razonamientos científicos y filosóficos, las palabras (conceptos, categorías) son “instrumentos” del conocimiento. Pero en la lucha política, ideológica y filosófica, las palabras también son armas, explosivos, calmantes y venenos. Toda la lucha de clases puede a veces resumirse en la lucha por una palabra o contra una palabra. Algunas palabras luchan entre ellas como enemigos. Otras palabras dan lugar a un equívoco: la apuesta por una batalla decisiva pero indecisa.

Los comunistas, por ejemplo, luchan por la supresión de las clases y por una sociedad comunista donde un día todos los hombres serán libres y hermanos. No obstante, la tradición marxista clásica se negó a decir que el marxismo es un Humanismo. ¿Por qué? Porque prácticamente, vale decir en los hechos, la palabra Humanismo es explotada por la ideología burguesa que la utiliza para combatir, o sea para matar otra expresión que es verdadera y vital para el proletariado: lucha de clases.

Los revolucionarios, por ejemplo, saben que todo depende, en última instancia, no de las técnicas, de las armas, etc., sino de los militantes, de su conciencia de clase, de su abnegación y de su coraje. No obstante, la tradición marxista se ha negado a decir que es el “hombre” quien hace la historia. ¿Por qué? Porque prácticamente, vale decir en los hechos, esta expresión es explotada por la ideología burguesa que la utiliza para combatir, para matar otra expresión verdadera y vital para el proletariado: son las masas las que hacen la historia.

La filosofía, hasta en sus abundantes trabajos teóricos, en los más abstractos y más difíciles, combate al mismo tiempo por las palabras: contra las palabras-falsas, contra las palabras-equívocas, y en favor de las palabras justas. Combate por los “matices”.

Lenin dijo: “Es necesario ser miope para considerar inoportunas o superfluas las discusiones fraccionales y la delimitación rigurosa de los matices. De la consolidación de tal o cual “matiz” puede depender el porvenir de la socialdemocracia rusa por años y años” (¿Qué hacer?).

Este combate filosófico por las palabras es una parte del combate político. La filosofía marxista-leninista no puede realizar su trabajo teórico, abstracto, riguroso, sistemático, sino con la condición de luchar también por palabras muy “sabias” (concepto, teoría, dialéctica, alienación, etc.) y sobre palabras muy simples (hombre, masas, pueblo, lucha de clases).

8. ¿CÓMO TRABAJA USTED?

Trabajo con tres o cuatro camaradas y amigos que son profesores de filosofía. En la actualidad lo hago especialmente con Balibar, Badiou y Macherey. Las ideas que he expuesto son el resultado de nuestro trabajo en común.

Todo lo que escribimos está marcado, evidentemente, por nuestra inexperiencia y nuestras ignorancias: por consiguiente, en nuestros escritos se hallan inexactitudes y errores. Nuestros textos y fórmulas son, por lo tanto, provisorios y están destinados a una rectificación. En filosofía ocurre como en política, sin crítica no hay rectificación. Por eso pedimos que se nos hagan críticas marxistas-leninistas.

Tenemos muy en cuenta las críticas de los militantes de las luchas de clases revolucionarias. Por ejemplo algunas críticas que ciertos militantes nos dirigieron en el transcurso de la sesión del Comité Central en Argenteuil, nos fueron de gran ayuda, y también otras críticas contribuyeron. En filosofía no puede hacerse nada al margen de la posición de clase del proletariado. Sin movimiento revolucionario no hay teoría revolucionaria, especialmente en filosofía. La lucha de clases y la filosofía marxista-leninista están unidas como los dientes y los labios.

1 Este texto reproduce la versión íntegra de una entrevista otorgada por Louis Althusser a la corresponsal de L’Unità, M.-A. Macchiocchi. Se publicó en el número correspondiente al 1 de febrero de 1968.

Práctica teórica y lucha ideológica

EL MARXISMO ES UNA DOCTRINA CIENTÍFICA

Un título célebre de Engels pone en evidencia la distinción esencial existente entre la doctrina marxista y las doctrinas socialistas anteriores: las doctrinas socialistas anteriores a Marx no eran sino utópicas, mientras que la doctrina de él es científica. ¿Qué representa una doctrina socialista utópica? Es una doctrina que por una parte propone objetivos socialistas a la acción de los hombres, pero que por otra está basada en principios no científicos, principios de inspiración religiosa, moral o jurídica, es decir, sobre principios ideológicos