¿Qué hacer? - Louis Althusser - E-Book

¿Qué hacer? E-Book

Louis Althusser

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Beschreibung

¿Qué hacer? surge de un borrador inédito de Althusser, escrito para discutir el pensamiento político de Gramsci, convertido en el pensador insignia del eurocomunismo a mediados de la década de 1970. La discusión se enmarca bajo el auspicio de la pregunta política: ¿qué hacer? La pregunta trasunta una inquietud que permite tocar todos los hilos de la coyuntura, desde la manera en la que se puede auscultar la conciencia de clase de un grupo de trabajadores de la industria automovilística —quienes sintomáticamente "saben más (o menos) de lo que creen saber" y "no saben que lo saben"— hasta precisiones indispensables sobre la teoría marxista como herramienta para conocer una realidad que no está contenida o anticipada en la misma, sino que debe desarrollarse por medio de un "análisis concreto de la situación concreta", es decir, que en virtud de la transformación incesante de ese concreto que quiere conocerse, este debe volver a ser analizado en cada caso.

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Título original: Que faire?

© Presses Universitaires de France, 2018

De la presente edición:

© Pólvora Editorial, 2022

Av. Luis Thayer Ojeda 95, of. 510

Providencia, Santiago de Chile

www.polvoraeditorial.cl

© Doble Ciencia Editorial, 2022

Av. Apoquindo 6410, of. 605

Las Condes, Santiago de Chile

www.dobleciencia.cl

ISBN: 978-956-9441-58-5

ISBN DIGITAL: 978-956-9441-75-2

Diseño editorial: Camila González S.

Diagramación digital: ebooks Patagonia

www.ebookspatagonia.com

[email protected]

Índice

| Nota a la edición castellana

| Agradecimientos

| Nota de edición

| El “Qué” de “¿Qué hacer?”

| El empirismo absoluto de Antonio Gramsci

| ¿Gramsci o Maquiavelo?

| Gramsci, eurocomunismo, dictadura de clase

Nota a la edición castellana

El traductor desea agradecer a Blas Estévez y a G. M. Goshgarian por su ayuda en la presente traducción. Goshgarian en particular ha respondido a muchas cuestiones referentes a la traducción y nos ha facilitado un manuscrito de la versión al inglés de este texto, que incluía algunas diferencias de edición relevantes respecto de la publicación francesa original: la corrección de algunas erratas, mayores precisiones en las notas a pie de página y algunas notas adicionales. Asimismo deseamos hacer constar que hemos añadido algunas notas de edición por nuestra cuenta, que aparecen señaladas como: [N. del T.]

“Porque en el fondo, quépreconizaba Maquiavelo sino, mucho antes que Tchernitchevski y Lenin, el problema y la pregunta:¿qué hacer?”

Althusser, El porvenir es largo.

G. M. Goshgarian da las gracias a Nathalie Léger (directora general del Institut mémoires de l’édition contemporaine, IMEC) y a todo su equipo, así como a François Bodaert, Fabio Bruschi, Jackie Épain, Luke Épain, Julie Le Men, Vittorio Morfino, Katerina Poladjan, Vanessa Roghi, Laurie Tuller y Fang Yan.

Nota de edición

por G. M. Goshgarian

La presente edición de ¿Quéhacer?, un texto inacabado redactado por Louis Althusser en 1978 y publicado aquí por primera vez, fue establecida a partir de la fotocopia de un texto mecanografiado de 95 páginas, modificado a mano por su autor en numerosos lugares. Esta fotocopia, en la cual tres páginas presentan lagunas, parece ser el único testimonio del texto conservado en los archivos del filósofo en el Institut mémoires de l’édition contemporaine (IMEC) en Caen. Una consulta realizada a los colaboradores cercanos de Althusser no ha permitido encontrar otras copias del manuscrito.

Junto al texto mecanografiado de ¿Quéhacer? se conservó una lista de notas que remiten a la edición de los Quaderni del carcere de Antonio Gramsci, publicados bajo la dirección de Valentino Gerratana en 1975. Algunas de estas notas contienen breves comentarios, todos en lengua italiana, uno de los cuales, el único que no ha sido dactilografiado, no salió de la mano de Althusser. Todas las notas a pie de página de nuestra edición que remiten a los Cuadernos de la cárcel provienen de esta lista: nos hemos limitado a sustituir las referencias a los Quaderni con las referencias a la edición de los Cuadernos publicada por Gallimard bajo la dirección de Robert Paris.1 También añadimos las llamadas a notas, que faltan en el texto mecanografiado.

Todas las otras notas a pie de página son notas editoriales, con la excepción de una. La división del texto en capítulos y sus títulos son de nuestra factura. Hemos rectificado los errores de ortografía y de puntuación, y también algunas raras inadvertencias en la escritura, colocando algunas de nuestras intervenciones editoriales entre corchetes (por ejemplo, [Temístocles] en lugar de “Demóstenes”).

¿QUÉ HACER?

El “Qué” de “¿Qué hacer?”

¿Qué hacer?

La vieja pregunta de Lenin, que inaugura la construcción y las prácticas del partido bolchevique, no es, para un comunista que conozca la teoría marxista, una pregunta cualquiera.

Es una pregunta política.

¿Qué hacer para ayudar a la orientación y a la organización de la lucha de clase obrera y popular, para que ella prevalezca sobre la lucha de clase burguesa?

Todas las palabras de esta simple pregunta deben ser sopesadas cuidadosamente.

¿Qué hacer para ayudar a la orientación y a la organización de la lucha de clase obrera y popular? Se ve que la orientación o la línea política precede a la organización, lo que es lo mismo que afirmar el primado de la línea política sobre el partido y la construcción del partido, su organización en función de la línea política.

¿Qué hacer para ayudar a la orientación y a la organización de la lucha de clase obrera y popular? Se ve que la orientación (la línea) y la organización (el partido) dependen de la lucha de clase obrera y popular.

El partido es así el instrumento de la línea política, y la línea política es la expresión de la lucha de clase obrera y popular actual, es decir, de su tendencia antagónica a la tendencia de la lucha de clase burguesa.

Todo depende entonces del “análisis concreto de la situación concreta”2 de la tendencia actual de la lucha de clase obrera y popular en su antagonismo con la lucha de clase burguesa, es decir, del análisis concreto de este antagonismo que constituye, a la vez, a la clase burguesa como clase dominante y a la clase obrera como clase dominada y explotada.

Si es verdad que Marx defendió, al menos para el modo de producción capitalista, la tesis del primado de la contradicción sobre los contrarios, es decir, de la lucha de clase sobre las clases, y en consecuencia el primado del antagonismo de las clases sobre las clases,3es entonces este mismo antagonismo el que debe constituirse como objeto de “el análisis concreto de la situación concreta”.

En caso contrario, uno cae en la “sociología vulgar”, analizando por un lado la clase burguesa y por el otro a la clase obrera, creyendo que se las puede conocer por separado. Es como si se creyera que se puede comprender un partido de futbol “analizando” la composición de los equipos, sin analizar su enfrentamiento, sin el cual no habría ningún equipo de futbol en el mundo.

En cuanto se dice: primado de la contradicción sobre los contrarios, primado de la lucha de clases sobre las clases, lo único que se hace es enunciar un principio abstracto. Puesto que es sobre la marcha, en lo “concreto”, donde hay que ir a ver cuáles son las formas que toma históricamente este antagonismo, y las formas que este antagonismo le otorga, hasta en sus detalles, a las clases que constituye. Para comprender el sentido y la fecundidad de estos principios, uno no puede evitar ir hasta “el territorio” y analizar las cosas hasta en el menor detalle.

¿Cómo se puede llevar adelante este “análisis concreto de la situación concreta”, y saber, por ejemplo, lo que ocurre en el detalle de las condiciones de vida, de trabajo, de explotación de un trabajador de la metalurgia, de la petroquímica, de la agricultura “familiar” o industrial, de un ferroviario, de un empleado bancario, de la seguridad social, etc.?

Hay quienes creen que basta con lanzar un llamado a los interesados, pidiéndoles: hablen de su vida, de su trabajo, de su explotación, etc. Esto es, por ejemplo, lo que hizo L’Humanité Dimanche al convocar a todos los lectores interesados en hablar de la “pobreza”.4 El diario recibió, como consecuencia, un número considerable de cartas, que duermen, por otra parte, en el escritorio de su director.5 Muy bien. Los trabajadores escriben, dicen una multitud de cosas interesantes, inauditas y sobrecogedoras. Esto puede ser un material para un análisis concreto, pero no es un análisis concreto.

Hay quienes creen que alcanza, sin preparación, con ir hasta el territorio e interrogar a los trabajadores. O bien les plantean algunas preguntas —pero se sabe que las preguntas espontáneas no lo son realmente, que están atravesadas por las “ideas” que el interrogador tiene en su cabeza— y los trabajadores dicen lo que tienen ganas de decir. O bien se las arreglan para hacerlos hablar, interviniendo lo menos posible: pero todavía entonces, los trabajadores dicen lo que tienen ganas de decir, y en la suposición de que digan todo lo que saben, una cosa es cierta: siempre saben mucho más (o mucho menos) de lo que creen saber. Y este mucho más no lo dicen, porque no saben que lo saben. Y el mucho menos está oculto por lo que creen saber.6 Estas “entrevistas” bien pueden ser un material para un análisis concreto. Pero no son un análisis concreto.

No se puede eludir ir al territorio y ponerse a escuchar cuidadosamente a los trabajadores —pero tampoco se puede eludir prepararse para este encuentro—. No se trata de una preparación psicológica para establecer un buen contacto (como las que fabrican las “relaciones humanas”): se trata de una preparación teórica y política. Es por ello que se puede decir que un análisis concreto y la teoría marxista, o la conciencia política de las condiciones de un conocimiento, son una y la misma cosa. Sólo difiere la escala del objeto.

Lenin decía: no es sólo para conocerse a sí misma, sino para constituirse como clase consciente (es decir, dotada de un partido que orienta, unifica y organiza su lucha) que la clase obrera debe tomar cuidadosamente en cuenta lo que pasa fuera de ella, en la clase burguesa. Ella no puede conformarse con saber lo que pasa en su casa, es decir, con conocerse a sí misma, sino que debe también ir a ver y comprender lo que pasa del otro lado. No se trata de una simple curiosidad, sino de captar a la vez los dos términos del antagonismo para poder captar al antagonismo como lo que constituye a los dos términos, a la lucha de clases como lo que constituye a las clases al dividirlas en clases. Si no, la clase obrera permanecerá encerrada en su propio horizonte, el de la explotación, el de sus revueltas sin futuro, recubiertas por sus sueños utópicos, y sometida en este cautiverio a todas las presiones y maniobras de la lucha de clase burguesa.

Para llegar a captar el antagonismo, para llegar a comprender el mecanismo de esta lucha de clases que divide a las clases en clases, no basta con la simple “conciencia de sí”. La televisión italiana ha interrogado recientemente a obreros de Alfa Romeo en su lugar de trabajo.7 Son trabajadores de vanguardia, de una conciencia extremadamente alta. Se veía todo lo que ellos hacían, se veía todo lo que ellos sabían. Eran obreros en un taller separado: ellos ocupan un lugar simple en el inmenso proceso de trabajo de la producción de Alfa Romeo. Aislados como estaban, en su taller, en su trabajo, habían incluso llegado a hacerse una idea de la estructura y de los mecanismos del proceso de producción de su fábrica, y no sólo del proceso de trabajo en su propia fábrica, sino también de la existencia de subcontrataciones que se realizan por fuera de la empresa, e incluso de la política económica y financiera de Alfa Romeo, de sus inversiones, de sus mercados, etc. Ellos habían incluso adquirido, y esto es extremadamente raro, una cierta conciencia de los efectos que producesobre ellos mismos ese sistema, sobre sus propias condiciones de trabajo, sobre su explotación, sobre la relación entre esta explotación y las condiciones de la reproducción de su propia fuerza de trabajo (su alojamiento, sus familias, la mujer, los niños, la escuela, la seguridad social, los transportes, su coche, etc.). Ellos habían inclusive, en cierta medida, comprendido, lo que es todavía más sorprendente, que su aislamiento y la ignorancia en la que el monopolio Alfa Romeo tiene a sus trabajadores acerca de su política, incluyendo en ésta también a la organización y a la división del trabajo, forman parte integral de las condiciones de su explotación, puesto que este aislamiento y esta ignorancia eran una de las formas de la lucha de clase burguesa destinada a prevenir su toma precisa [juste] de conciencia colectiva y, en consecuencia, la eficacia de su acción reivindicativa o política.

Ellos fueron extremadamente lejos en su “toma de conciencia”,8 y yo insisto en que se trata de un caso de “conciencia” excepcional, ininteligible fuera de las luchas de los “metalúrgicos” italianos, que han, al cabo de los años, sobrepasado largamente el cuadro de las reivindicaciones sindicales tradicionales (defensa del salario, lucha contra las cadencias, etc.), para intervenir en la organización del proceso de trabajo y su control obrero, e incluso en la política de inversiones del trust que los emplea. No conocemos en Francia, y por mucho, un ejemplo de esta clase.

Ahora bien, los mismos trabajadores que demostraban esta capacidad de análisis fuera de lo común “tropezaban” con una dificultad irremontable. Si bien ellos sabían lo que pasaba en su fábrica y en su trust, no tenían una idea semejante acerca de lo que pasaba realmente en Fiat, es decir en la misma rama de la producción nacional, y no tenían absolutamente ninguna idea de lo que pasaba en las otras ramas de la producción nacional, en la metalúrgica, en la textil, la petroquímica, las minas, la agricultura, los transportes, en los trusts de la distribución y de las finanzas, etc. Sin embargo, es absolutamente imposible hacerse una idea de lo que determina lo que pasa en Alfa Romeo si no se tiene una idea tan completa como sea posible de la posición de Alfa Romeo no sólo en la producción y en el mercado automovilístico, sino también en la metalúrgica, en la textil, en la industria de los plásticos, en la petroquímica, en el caucho —industrias que afectan directamente a la producción de automóviles, puesto que ofrecen sus productos terminados como materia prima para la producción de vehículos—. Y es absolutamente imposible comprender lo que determina la existencia y la importancia de la producción automotriz en la producción nacional si no se comprende el lugar definido que ocupa la producción de automóviles en el conjunto de la producción económica, es decir, en el conjunto de las ramas existentes. Este lugar a su vez no puede comprenderse a menos que uno considere adecuadamente a la vez la concurrencia de los capitales en la búsqueda de una tasa de beneficio máximo, que explica que el capital se invierta en la rama automotriz (más que en otras), y del lugar de esta inversión en el conjunto de la estrategia económica de la burguesía, que es inseparable de la lucha de clase burguesa.

Esto puede parecer sorprendente, pero se han hecho estudios que prueban que la producción masiva de coches automóviles, que hasta entonces eran un objeto de curiosidad y de lujo para los ricos, es decir, la producción de automóviles a un precio relativamente bajo para las masas, y en consecuencia para los trabajadores, producción de masa inaugurada conscientemente por Ford en Norteamérica, estaba ligada a una remodelación total de la antigua estrategia de la lucha de clase burguesa.9

Anteriormente el patrón construía los alojamientos obreros en torno a su fábrica. Esto era una práctica corriente, no sólo para las minas (los pueblos mineros), sino para la metalurgia y las textiles (las ciudades obreras). Esta solución presentaba algunas ventajas: los obreros no tenían necesidad de transportes (= de tiempo perdido), llegaban cada mañana frescos al puesto de trabajo. El patrón tenía sus propios comercios, su iglesia, su párroco, sus escuelas en el lugar. Él podía explotar doblemente a su mundo, en el trabajo y en la venta de la subsistencia y de las vestimentas. Él podía, sobre todo, vigilar de cerca todo el mundo que tenía a su merced por la explotación en el trabajo, por la dependencia y los beneficios del consumo, y por sus curas y sus maestros de escuela.

Pero esta doble concentración en el mismo lugar —concentración en el proceso de trabajo y concentración en el mantenimiento de la fuerza de trabajo y en su reproducción— tenía también graves inconvenientes. El primero era que sólo se podía hacer crecer la fuerza de trabajo con la condición de invertir en la construcción de alojamientos, etc. El patrón se chocaba así con un primer límite. Y se chocaba también con un segundo límite: el hecho de que esta doble concentración intensificaba los intercambios entre los trabajadores, y les daba una fuerza impresionante en la lucha.

Marx, ha insistido sobre el rol de la concentración de los obreros en el proceso de producción en la “toma de conciencia” de los intereses de clase y en la organización de las luchas colectivas.10 Cuando la concentración en el proceso de trabajo se redobla con una concentración en el hábitat, cuando el lugar de trabajo es prácticamente el mismo que el lugar del hábitat, y cuando solamente los trabajadores de la fábrica son agrupados en una misma zona de hábitat, uno se imagina los efectos explosivos que esta concentración redoblada puede tener sobre la “toma de conciencia” y sobre las luchas. No es un azar que, en la historia de las luchas obreras, los mineros hayan sido durante mucho tiempo la vanguardia, seguidos por los estibadores y los trabajadores de la metalurgia, y luego por los trabajadores textiles.

Frente a este grave peligro, que ponía en riesgo la seguridad de su explotación, la burguesía cambió de estrategia. Renunció a su vieja práctica de construir las “ciudades obreras” en torno a la fábrica, renunció a todas las ventajas que había extraído de esta práctica, y tomó una orientación distinta.

Hacían falta cada vez más trabajadores, y para emplearlos no se podía depender de la “planificación urbana” para el acceso a las ciudades obreras, los asentamientos mineros, etc. Era necesario poder emplear a cualquier trabajador, sin que importe su proveniencia, incluso a distancia, incluso de muy lejos, y a voluntad; era necesario también poder “jugar” con las fluctuaciones del mercado, aumentar o disminuir la mano de obra en una rama, o hacerla pasar a otra rama. La “movilidad” de la mano de obra devino una de las condiciones absolutas del desarrollo del capitalismo imperialista, de su “juego” sobre las inversiones de capital y de sus desplazamientos. Era necesario que el capital fuera por fin totalmente liberado de las viejas trabas que representaban sus inversiones en capital fijo en las ciudades o barriadas obreras localizadas en torno a las fábricas. La movilidad de los capitales, sometida a la ley del máximo beneficio (sobre la base de la tasa de beneficio medio) impuso la movilidad de la mano de obra, es decir, de hecho, la liberación de la mano de obra respecto de un lugar de hábitat obligatoriamente ligado a la proximidad a la fábrica. Y se hizo patente, por una razón que no es la misma que la primera (puesto que cuando la burguesía apunta a extraer el máximo de beneficio de la explotación, que es lucha de clase, debe al mismo tiempo asegurar el máximo de seguridad social y política a su explotación) —se hizo patente que era necesario, para resistir a la lucha obrera que nacía de la doble concentración, dispersar al máximo a los trabajadores—. Bastaba que ellos fueran agrupados en la concentración del proceso de trabajo: ¡no era necesario que fueran, por añadidura, agrupados también en torno a la fábrica en una ciudad obrera!

Estas no son variaciones imaginarias, sino hechos, y no le atribuyo a la burguesía una intención injustamente. Tenemos una cantidad de textos, de declaraciones y de estudios redactados por sus propios especialistas que prueban que la misma era perfectamente consciente del carácter de clase de su “giro” en materia política de alojamiento obrero: los peligros que este “giro” estaba destinado a prevenir, y los efectos que esperaban de este viraje.

Naturalmente que este “giro” en materia de hábitat obrero, que abandona completamente la elección del alojamiento al obrero (alójense como quieran, no lo quiero saber), liberaba al mismo tiempo al obrero a la lógica de toda una serie de procesos complejos y aparentemente aleatorios, donde la renta de la tierra urbana ha jugado un papel predominante, al lado de la más cínica de las políticas (Haussmann destruyendo los barrios obreros del centro de París para abrir allí grandes arterias donde los fusiles y la artillería posteriores a 1848 pudieran “hacer maravillas”), lo que ha contribuido a empujar a la masa de obreros hacia los suburbios, conquistados poco a poco a las tierras cultivadas. El capital financiero, la renta de la tierra urbana y la política lograron así renovar el carácter de clase de los barrios del nuevo urbanismo capitalista. Repelidos a los suburbios lejanos, los obreros se alojaban como podían, y cuando se cayó en la cuenta de que, concentrados en la producción, eran todavía más peligrosos, entonces se intentó “cambiar su mentalidad”, es decir, muy crudamente, invitarlos a desertar de la lucha de clase interesándolos en la propiedad, permitiéndoles a cada uno comprar su pequeña casa y su pequeño jardín en los suburbios. Esta fue la política de la vivienda individual [politique pavillonnaire], concebida explícitamente, declarada abiertamente, sin ningún disimulo, como indispensable a la despolitización de la clase obrera.11 El obrero propietario, con todas las horas dedicadas al bricolaje de la casa y el jardín, lejos de cualquier “café” y en todos los aspectos atrapado en los créditos a largo plazo y en su pequeña familia —¡qué garantía mayor podía soñar el capitalismo!—.

Es así que volvemos al automóvil. Éste fue clara y conscientemente concebido por Ford, en esta gran reconversión de la política burguesa respecto de la fuerza de trabajo inaugurada por su producción en masa, como un producto para las masas y, en consecuencia, para los trabajadores, como un medio indispensable para permitirle al obrero, alojado en cualquier parte, y por ello la mayoría de las veces lejos de la fábrica, y probablemente incluso más lejos de su próxima fábrica, si lo despidieran en la primera, etc., transportarse por sí mismo desde su alojamiento hasta las puertas de la fábrica, y presentarse casi tan fresco como si habitara en las vecindades inmediatas. Que haya fábricas para ricos (Lancia, Ferrari) o como Alfa Romeo, un poco más especializadas en coches que usualmente están más allá