La gran Cenobia - Pedro Calderón de la Barca - E-Book

La gran Cenobia E-Book

Pedro Calderón de la Barca

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Beschreibung

La gran Cenobia es uno de los dramas teatrales de Pedro Calderón de la Barca. Suele emplear en ellos auspicios y profecías iniciales que desvían la atención del público, con componentes mitológicos, rasgos deudores de la obra de Lope de Vega y centrados en temas clásicos de la época como la religión, el amor y el honor.

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Seitenzahl: 78

Veröffentlichungsjahr: 2020

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Pedro Calderón de la Barca

La gran Cenobia

 

Saga

La gran CenobiaCover image: Shutterstock Copyright © 1650, 2020 Pedro Calderón de la Barca and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726496505

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

PERSONAS.

Aureliano. Decio. Libio, Infante.Persio, soldado.Un Capitan.Soldados romanos.La Reina Cenobia. Astrea, sacerdotisa.Irene. Crotilda. Soldados de Cenobia.Músicos.

___________

JORNADA I.

Sale Aureliano vestido de pieles, como asombrado.

 

Aur. Espera, sombra fria,

Pálida imágen de mi fantasía,

Ilusion animada,

En aparentes bultos dilatada,

No te consuma el viento,

Si eres fantasma de mi pensamiento.

No huyas veloz. ¿Pero qué es esto, cielo?

¿En tantas confusiones duermo ó velo?

Aunque en mí ya es lo mismo,

Cuando en tan ciego, en tan obscuro abismo

De mi discurso incierto,

Lo que dormido ví, sueño despierto.

Pues otra vez (ay cielos!) me parece,

Que Quintilio á la vista se me ofrece,

De laurel coronado,

El rostro ensangrentado,

Y por varias heridas

Vertiendo horrores, derramando vidas;

Y con voz temerosa

Me decia en angustia tan penosa:

Ves aqui mi laurel, mi cetro toma;

Que tú serás Emperador de Roma.

Cuya voz, en el viento desatada,

Sombra fue de mi dicha imaginada.

Mas despierto ó dormido,

¿No soy quien tantas veces atrevido,

No sin grande misterio,

Señor me nombro del romano imperio,

Cuya fuerte aprehension, cuya porfia

Me rinde á una mortal melancolía,

Tanto, que por no ver en las ciudades

La pompa de soberbias magestades,

Vengo á habitar desiertos horizontes,

Y á ser Rey de las fieras en los montes?

Pues si este soy, ¿qué mucho las pasiones,

Que me oprimen despierto,

Entre las sombras del silencio muerto,

Den cuerpo y voz á vanas ilusiones?

¿Si el alma nunca duerme,

Como inmortal, y César quiso hacerme

Este instante pequeño?

¿Por qué no rinde á la ambicion el sueño?

¿Pero qué es lo que veo?

Ó los ojos me mienten, ó el deseo:

Una corona de laurel sagrado

Está sobre estas peñas, y el dorado

Cetro mas adelante.

[Descúbrese sobre un peñasco la corona y el cetro entre unas ramas.

Enigmas son de mi discurso errante

Tan declaradas señas,

Sino es que, en vez de troncos, estas peñas

Cetros dan, y ellos viendo mis congojas,

Me rinden fruto en coronadas hojas.

Soberana tiara,

Seña feliz de mi fortuna rara,

Perdona, si me atrevo

Á tu deidad; porque un aliento nuevo,

Un espíritu altivo, que me inflama

El corazon, á tanto honor me llama.

Salid, fieras, salid de las obscuras

Cárceles, que os labraron peñas duras;

Venid, venid corriendo,

Y á mi coronacion asistid, viendo,

Como mi honor pregono,

Cuando Rey destos montes me corono.

[Pónese la corona y toma el cetro.

Pequeño mundo soy, y en esto fundo,

Que en ser señor de mí, lo soy del mundo.

En este lisonjero

Espejo fugitivo mirar quiero,

Como el resplandeciente

Laurel asienta en mi dichosa frente.

[Mírase en una fuente.

O sagrada figura!

Haga el original á la pintura

Debida reverencia,

Cuando, elevado en mis discursos, hallo,

Que yo doy y recibo la obediencia,

Siendo mi Emperador y mi vasallo.

Narciso en una fuente,

De su misma belleza enamorado,

Rindió la vida; y yo mas dignamente,

Dando toda la rienda á mi cuidado,

Si no de mi belleza,

Narciso pienso ser de mi fiereza.

[Quédase mirando.

 

SaleAstrea, un Capitan y Soldados.

 

Astr. Este es el que vais buscando.

Llegad, adoradle todos;

Pues hoy os previene el cielo

Emperador prodigioso,

Digno Monarca de Roma,

Á cuyos valientes hombros

Se atreve á fiar el cielo

La máquina de dos polos. —

Tú, que en alas de la fama [á Aurel.

Ocupas lo mas remoto

Del mundo, que ignora el sol,

Sulcando estrellados globos;

Tú, que en sangrientas victorias

Siempre altivo, siempre heróico,

Tantas veces de la muerte

El brazo tuviste ocioso:

¿Cómo en desiertas campañas

En rústico trage, cómo

Vive acobardado el brio,

Está el valor temeroso?

Vuelve al ejército, vuelve,

Dando á los cielos asombros,

Á dar al Tiber victorias,

Que harán tu nombre famoso.

Y porque á mi voz pendiente

No estés confuso y absorto,

Escucha, que yo de Roma

Hoy Emperador te nombro.

En la sucesion de Claudio

Ocupó el romano solio

Quintilio, cuya fortuna

Subió mucho y duró poco.

Este, afecto á los Cristianos,

Siendo cruel y ambicioso,

Causó en los pechos del vulgo,

En vez de obediencia, enojo:

Porque es en su condicion

El vulgo un disforme monstruo,

Que no perdona á ninguno,

Con ser compuesto de todos.

Este pues, alimentado

De novedades, furioso

Hizo, que á Quintilio diesen

Muerte sus soldados propios;

Y huyendo por este monte,

Herido, sangriento y solo,

Iba diciendo: En tus manos,

Roma, el cetro y laurel pongo.

Asi acabó, cuya muerte

Causó nuevos alborotos

Al ejército alterado;

Porque en la eleccion dudosos,

Libertad pidieron unos,

Señor aclamaron otros.

Ya los bandos divididos

Se amenazaban furiosos,

Forjando rayos de acero

En esferas de humo y polvo.

Al tiempo que yo, inspirada

Del oráculo de Apolo,

Diciendo tales razones,

En medio dellos me pongo:

Tened las armas; que el cielo

Hoy os dará prodigioso

Emperador, á quien tiemble

El mundo, en sus ejes roto.

Este es el fuerte Aureliano,

Y en fe de que el cielo propio

Le elige, seguid mis pasos,

Donde alegre y venturoso

Coronado le hallareis

De aquellos mismos despojos,

Que perdió Quintilio. Ved,

Si quereis mas testimonio.

Ellos á mi voz rendidos,

Ó al decreto poderoso

Obedientes, me siguieron,

Donde lo han hallado todo.

¡Ea pues, fuerte Aureliano,

Deja en suspension el ocio,

Logra el laurel, que has ceñido

Divinamente! — Y vosotros [á los Soldados.

Decid, que Aureliano viva,

Y en secretos misteriosos

Obedeced los efectos,

Sin examinar el como.

No desconfieis, por ver

En trage rústico y tosco

Vuestro César; que el diamante

Mas luce engastado en plomo;

Y no importa, que entre nubes

Guarde el sol sus rayos rojos,

Si por troneras de nácar

Se desata en líneas de oro.

Todos. ¡Viva nuestro Emperador!

Capit. ¡Viva mil siglos dichosos

Aureliano!

Todos. Viva, viva!

Aur. ¿Cielos, qué prodigios toco? [aparte.

Aqueste monte parece

Que da, preñado de asombros,

Espíritus á las peñas,

Que almas infunde en los troncos,

Ó que de su centro duro

Va arrojando portentoso

Vasallos, que me obedezcan.

¿En afectos tan dudosos

Pueden mentir los oidos?

¿Pueden engañar los ojos?

No, pues es cierto que veo;

No, pues es verdad que oigo.

Si me ofrece la fortuna

El bien, ¿por qué no le gozo?

¿Qué aguardo, pues le merezco?

¿Qué dudo, pues le conozco?

Sea César, aunque luego

Despierte; que al cabo todos

Los imperios son soñados.

¿Qué busco ejemplos mas propios,

Si es en su concepto Rey,

Si piensa que es Rey, un loco?

Astr. ¿Por qué, Aureliano, suspendes

El ánimo belicoso?

Qué dudas?

Aur. Divina Astrea,

No dudo yo de mi heroico

Ánimo merecimientos

Para el laurel que corono,

Antes porque le merezco

Dudo tenerle; que solo

Consigue muchos trofeos

Quien ha pretendido pocos.

Pero si el cielo permite

Esta eleccion, y vosotros

La obedeceis, desde luego

Vuestro Emperador me nombro.

Y por ser en la eleccion

Extraño, como en el todo,

Ciudad este monte sea,

Palacio este sitio umbroso;

Sirvan de alfombra las flores,

Y de doseles los olmos;

De carro sirva esta peña,

Donde alegre y venturoso

Me adoreis. Y no os parezcan

El sitio y el trage impropios;

Que una fiera es General

De ejércitos numerosos.

Astr. Todos su César te llaman,

Y el viento con ecos roncos

Repite: Aureliano viva!

Todos.¡Viva mil siglos dichosos!

Aur. Viva, para ser azote

Sangriento y mortal asombro

De la tierra, y para hacer

Vuestro renombre famoso;

Pues juro no entrar en Roma,

Hasta que en carro de oro

Me veais venir triunfando

De mas vidas, que pimpollos

En rosas rinde el Abril,

Y en espigas el Agosto.

[Tocan dentro cajas.

¿Pero qué cajas esconden

Su voz en profundos huecos,

Y repetidas en ecos,

Se llaman y se responden?

Capit. Porque en tu felice estrella

Siempre celebrado vivas,

Y á un mismo tiempo recibas

La posesion y uses della,

Al ejército ha llegado

Decio, Capitan valiente,

Que á las partes del oriente

Fue por Quintilio enviado.

Aur. Llegue, porque le reciba

Donde mi vista le asombre.

 

Tocan cajas y trompetas á marchar, y salen Soldados en órden, y detras Decio, vestido de luto, ó con armas negras, y se arrodilla delante del César.

 

Dec. Nuevo César, cuyo nombre

Á pesar del tiempo viva,

Cuya edad dé desengaños

De lo inmortal á la gente,

Y cuyo imperio se cuente

Por siglos, y no por años:

Asi en mármol inmortal

Duren eternas tus glorias;

Asi vivan tus victorias

En láminas de metal;

Asi en jaspe y bronce fuerte

Estatuas tengas tan bellas,

Que yendo á matarte, en ellas

Se halle burlada la muerte;

Asi excedan á los dias

Las hojas de tu laurel,

Que no castigues cruel

Las adversidades mias.

Ál ejército he venido,

Donde te hallo Emperador,

Con vergüenza y sin honor,