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La gran comedia fortunas de Andrómeda y Perseo es una obra del poeta y dramaturgo Pedro Calderón de la Barca. Se estrenó el 18 de mayo de 1653 en el Coliseo del Buen Retiro de Madrid. Calderón de la Barca se sirve de los mitos para crear su propuesta dramática. Concilia el mito y el cristianismo en el drama, sirviéndose de la alegoría como género. Así en Andrómeda y Perseo hace visibles conceptos abstractos de la teología católica: la fe, la culpa, el albedrío, la gracia, etc. Perseo, en este auto mitológico es Cristo; Andrómeda, la naturaleza; Medusa, la culpa, etc. Así lo declara Calderón en la Loa.
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Seitenzahl: 111
Veröffentlichungsjahr: 2010
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Pedro Calderón de la Barca
La gran comedia fortunas de Andrómeda y Perseo
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: La gran comedia fortunas de Andrómeda y Perseo.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN rústica: 978-84-9816-426-8.
ISBN ebook: 978-84-9953-725-2.
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.
Créditos 4
Brevísima presentación 7
La vida 7
Personajes 8
Jornada primera 9
Jornada segunda 59
Jornada tercera 119
Libros a la carta 175
Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 1600-Madrid, 1681). España.
Su padre era noble y escribano en el consejo de hacienda del rey. Se educó en el colegio imperial de los jesuitas y más tarde entró en las universidades de Alcalá y Salamanca, aunque no se sabe si llegó a graduarse.
Tuvo una juventud turbulenta. Incluso se le acusa de la muerte de algunos de sus enemigos. En 1621 se negó a ser sacerdote, y poco después, en 1623, empezó a escribir y estrenar obras de teatro. Escribió más de ciento veinte, otra docena larga en colaboración y alrededor de setenta autos sacramentales. Sus primeros estrenos fueron en corrales.
Lope de Vega elogió sus obras, pero en 1629 dejaron de ser amigos tras un extraño incidente: un hermano de Calderón fue agredido y, éste al perseguir al atacante, entró en un convento donde vivía como monja la hija de Lope. Nadie sabe qué pasó.
Entre 1635 y 1637, Calderón de la Barca fue nombrado caballero de la Orden de Santiago. Por entonces publicó veinticuatro comedias en dos volúmenes y La vida es sueño (1636), su obra más célebre. En la década siguiente vivió en Cataluña y, entre 1640 y 1642, combatió con las tropas castellanas. Sin embargo, su salud se quebrantó y abandonó la vida militar. Entre 1647 y 1649 la muerte de la reina y después la del príncipe heredero provocaron el cierre de los teatros, por lo que Calderón tuvo que limitarse a escribir autos sacramentales.
Calderón murió mientras trabajaba en una comedia dedicada a la reina María Luisa, mujer de Carlos II el Hechizado. Su hermano José, hombre pendenciero, fue uno de sus editores más fieles.
Perseo
Bato, villano
Gilote, villano
Riselo, villano
Ergasto, villano
Cardenio
Danae
Polídites
Fineo
Celio, criado
Lidoro
Medusa
Libio, criado de Polídites
Libia
Sirene
Palas
Mercurio
Andrómeda
Morfeo
Las tres Furias
Júpiter
Juno
La Discordia
El rey Cefeo, de Trinacria, viejo
Una dueña
Cuatro damas
Laura, dama de Andrómeda
Seis nereidas
Músicos
Criados
Villanos
(Descúbrese el teatro de las caserías nevadas, dicen dentro y salen después Bato, Gilote, Ergasto y Riselo, villanos, [y tras ellos, sale Perseo].)
Riselo ¡Huye, Gilote!
Gilote ¡Huye, Bato!
Bato ¡Huye, Ergasto!
Ergasto ¡Huye, Riselo!
Perseo ¡Vive Júpiter, villanos,
que habéis morir!
(Sale Riselo.)
Riselo Los fresnos
me amparen.
(Sale Ergasto.)
Ergasto A mí los chopos.
(Sale Gilote.)
Gilote A mí los álamos negros.
(Sale Bato.)
Bato A mí las cepas y parras,
los pampanos y sarmientos,
árboles santos, pues siempre
por ermitas los encuentro.
Gilote El diabro mos trujo acá
este mochacho soberbio
para que mos mande a todos.
Ergasto Cuando los montes cubiertos
de nieve, tiene ateridos
la ancianidad del invierno,
es quando más solicita
llevarmos por juerza a ellos,
para que a sus caserías
le sirvamos los ogeos.
Riselo Un lobo, que diz que anda
en la sierra, es el intento
con que hoy pretende llevarnos.
Ergasto ¿Lobo?
Gilote Sí.
Bato No es lo peor eso.
Riselo ¿Qué es?
Bato Que el lobo es un perdido,
jugador, y mojeriego;
que a ser un lobo apricado
de estos que llaman caseros,
el primero huera yo
que huera donde él primero
se metiera en mis entrañas
Gilote Yo nieve ni lobo temo,
sino es que tan atrevido,
tan osado y tan resuelto
que un día me quixo entrar
en eso lóbrego seno,
funesta gruta sagrada
a la deidad de Morfeo,
donde siempre andan visiones.
Ergasto Nosotros mismos tenemos
la culpa de que mos trate
un rapaz con tanto imperio;
que, si hubiera entre nosotros,
aunque pesara a Cardenio
que por nieto le ha criado,
uno que, osado y resuelto,
le diera a entender quién es,
a fe que tuviera menos
soberbia.
Gilote Muchos hubiera;
que si les dijeran eso,
quizá abajaran los bríos.
Bato Decidme, para saberlo,
¿es cierto que si supiera
quién es, desde aquel momento
no diera los mojicones
que suele dar?
Ergasto Y tan cierto
que viviera desde allí
más humilde y más modesto,
sin atreverse a mirarnos
a las caras.
Bato ¡Vive el cielo,
que lo ha de saber de mí
muy bien sabido! Pues puedo
decirlo mijor que todos
como testigo del cuento.
Una sola enfecultad
se me ofrece. He aquí que empiezo
la historia. ¿Basta empezarla
para que él se me esté quedo
y no se atreva a mirarme
a la cara?
Gilote No, por cierto,
porque la ha de saber toda.
Bato Pues entre otro, que no quiero;
que, al principio de la hestoria,
vea donde va el intento
y, antes que ella llegue al fin,
llegue yo al fin.
Ergasto Para eso
habrá una traza.
Bato ¿Qué traza?
Gilote Nosotros te le tendremos
de suerte que, aunque no quiera,
todo te lo escuche.
Bato ¿Y luego?
Los tres Luego seguro estás.
Bato Manos
a la labor; que reviento
por decírselo en su cara
dónde y cómo y cuándo, a trueco
de que él no mire la mía.
(Sale Perseo, vestido de villano.)
Perseo Villanos, ¿qué atrevimiento
es llamaros yo y huir?
Gilote Como hacía tan mal tiempo,
rehusábamos ir al monte.
Perseo ¿Hácele para mí bueno?
Pues el que pasare yo,
bárbaros, viles, groseros,
no le pasaréis vosotros?
Venid conmigo.
Bato ¡Qué presto
ha de bajar estos bríos!
Perseo Que seguir la fiera quiero
que escandaliza estos valles
con tantos robos sangrientos
de pastores y ganados.
Hoy se la he ofrecido al templo
de Júpiter que en las altas
cumbres del monte es opuesto
rebellín contra los rayos,
los relámpagos y truenos
que Acaya padece, a quien
yo no sé por qué secreto
aún más que todos adoro,
más que todos reverencio.
Siendo así, que no hay remota
provincia, apartado reino
que no envíe a consultarle
los arduos casos; y, puesto
que se la tengo ofrecida,
hoy su armada testa tengo
de clavar a sus umbrales.
Ven, Ergasto.
Ergasto Ya obedezco.
Perseo Ven, Gilote.
Gilote Ya voy yo.
Perseo No te escondas tú, Riselo.
Riselo Ya voy tras ti.
Perseo Ven tú, Bato.
Bato Déjame a mí, porque quiero
estodiar toda la hestoria.
Perseo ¿Qué historia?
Bato Una que te tengo
de contar.
Perseo ¿A mí?
Bato Sí.
Perseo Pues,
¿qué historia es?
(Abrázanse los tres con él, [Perseo].)
Los tres Agora es tiempo.
Perseo ¿Qué es esto? Pues, ¿cómo ansí
a mí os atrevéis.
Gilote Queremos
que sepas que no hay razón
de tratarnos con desprecio
no siendo mijor que todos.
Ergasto ¿Cómo mijor? ¡Ni aun tan bueno!
Perseo ¡Viven los cielos, villanos!
Gilote Bato, dile sus sucesos.
Bato ¿Está bien tenido?
Los tres Sí.
Bato ¿Bien, bien?
Gilote Tan bien que no creo
que se escape de mis brazos.
Ergasto Yo aquesta mano le tengo.
Riselo Yo, estotra.
Bato Pues, finalmente
como digo de mi cuento:
Perseo ¡Que esto Júpiter permita!
Bato Desvanecido mozuelo,
pisaverde de estos prados,
pisapardo de estos cerros,
¿quién te imaginas y piensas
que eres, para no tenernos
mochísima estimación
y mochísimo respeto?
¿Qué cosa es que cada día
mos trates como a tus negros
siendo tus brancos? ¿De qué
nace el desvanecimiento?
Si presumes que eres hijo
de la hija de Cardenio
nueso mayoral, te engañas;
ni ella es hija, ni tú nieto.
¿Va bien?
Los tres Lindamente va.
Perseo ¡Que esto consientan los cielos!
Bato Pues tenedle lindamente,
no se deslinde el intento.
Porque has de saber que un día,
alterado el mar, corriendo
fortuna, trujo un bajel
a la vista de este puerto
donde, encallando en los bajos,
que son Escilas del griego
piélago, del Negroponto,
fue escollo de algas cubierto.
Ni árbol, ni jarcia, ni vela
traía el buque y, presumiendo
que del deshecho del agua
era ojeriza del viento,
no causó más novedad
que la lástima de verlo;
hasta que unos pescadores
que, de la cólera huyendo
de Neptuno, a estas orillas
volvían a vela y remo
contaron que, al pasar cerca
de aquel derrotado leño,
habían escuchado humana
voz que en mísero lamento
favor pedía a los Dioses.
¿Va bien?
Los dos Muy bien.
Bato Pues, tenedlo
hasta la postrer palabra.
Perseo Ya no hay para qué, supuesto
que más que esta fuerza atado
me tiene esa voz suspenso.
Bato Aplacó su saña el mar
y, en mirándole sereno,
la curiosidad llevó
a conocer si era cierto
que había gente, pescadores
y villanos. Uno de estos
fui yo y, abordando al vaso,
vimos una mujer dentro
con un infante en los brazos
que abrigándole en el pecho
sin tenerle ella, le daba
el calor y el alimento.
Ni otra persona ni señas
de haberla tenido vieron
nuestros ojos. La piedad
la sacó a la tierra...¡Tenedlo,
que parece que se escurre
y ya falta poco al cuento!
Perseo No temas que, aunque decirlo
no quieras, querré saberlo.
Bato Entre cuanta gente, pues
a tierra sacó el suceso,
fue uno Cardenio y, movido
de ver el semblante bello
de la mujer que aún estaba
diciendo el delito honesto,
si ya no de la inocente
culpa, del infante tierno,
en su casa la albergó,
dándola el anciano viejo,
obrigado a su hermosura,
a su vertud y a su ingenio,
nombre de hija. Ésta es tu madre
y el infante tú. Y sopuesto
que nunca por buena fue
entregada al mar violento
con tan grande desamparo,
desabrigo y desconsuelo,
¿qué te persuade a pensar
que eres más que un extranjero
advenedizo pastor,
hijo vil de un adulterio
u de otra traición? Y así
trata desde hoy de no vermos
las caras, siendo desde hoy
más humilde y más modesto.
Los tres ¿Tienes más que decir?
Bato No.
Gilote Pues, cuidado; que le suelto.
Ergasto Y yo también.
Riselo Y yo, y todo.
Perseo ¿Esto sufro? ¿Esto consiento
sin haceros mil pedazos?
Los tres Vamos de su furia huyendo.
(Vanse los tres.)
Bato ¿Para qué si se ha de estar
quedito?
Perseo ¡Bárbaro, necio,
infame, loco, villano,
qué has tenido atrevimiento
para decirme en mi cara
mi desdicha!
Bato ¡Estése quedo,
y trate de no mirarme
a la mía!
Perseo ¡Vive el cielo
que has de morir a mi mano!
Bato Algo se me olvidó al cuento;
pues aún pega todavía.
¡Ay, que me mata!
(Sale Danae vestida de villana.)
Danae ¿Qué es esto?
Perseo Esto es vengar en quien no
tiene la culpa, tus yerros.
Bato Tenle, señora, que está
más loco que antes y, habiendo
oídolo todo, aún no quiere
modesto ser. ¡Y es molesto!
(Vase [Bato].)
Danae ¿Siempre te tengo de hallar
altivo, sañudo y fiero?
Perseo ¿Razón tienes de reñirme,
cuando no solo no serlo
mas ni aún atreverme a ver
al Sol debiera, sabiendo
ya en tu fortuna mi agravio,
y en tu traición mi desprecio?
Danae ¿Qué dices? ¡Ay, infelice!
Perseo Que, ¿por qué el nativo seno
que a infame ser disponía
mi infelice nacimiento
no le hiciste mi sepulcro
abortándome primero
que darme a la luz del Sol?
O, ¿por qué, ya que pariendo
víbora no reventaste,
[a] aquel derrotado leño
que fue mi primera cuna
no hiciste mi monumento?
¿Por qué, antes que abrigaran
las piedades de tus pechos,
no me arrojaste a las ondas?
Fuera mi desdicha menos,
muerto en el primer umbral
de la vida que no muerto
al baldón de unos villanos
que con todos tus sucesos
me han dado en rostro, notado
de advenedizo extranjero
pastor, hijo de un delito,
merecedor de aquel riesgo.
Danae ¡Ah, Perseo! Tu soberbia
en este trance te ha puesto;
que no fueran ellos libres
si tú no fueras soberbio.
Pocas veces el humilde
escucha baldones.
Perseo Luego,
¿razón tienen?
Danae Razón tienen.
Perseo ¿No lo niegas?
Danae No lo niego
porque contra la razón
no hay más razón que el silencio.
Perseo En fin, ¿que la tienen?
Danae Sí.
Perseo Pues ya que la tienen ellos,
tengámosla todos. Dime
quién soy y quién eres, puesto
que el presumir que soy más
hará tu delito menos.
Consuélame con que sepa
si lo que alguna vez pienso,
al mirar que no me viene
el corazón el el pecho,
es verdad; pues no hay latido
que dé que no sea diciendo
que no nació para verse
de tosco sayal cubierto.
Del extremo de una infamia
pasemos a otro; que a precio
de no ser villano vil
te perdono cualquier yerro.
Y, supuesto que no eres
humilde hija de Cardenio,
¿qué puedes ser que no sea
mejor? Dime, pues te ruego,
¿quién eres?
Danae No sé quién soy.
Perseo Pues, ¿quién fuiste?
Danae Eso sé menos.
Perseo ¿Quién fue mi padre?
Danae No sé.
Perseo ¿Por qué te echó airado y fiero
al mar?
Danae No lo sé tampoco.
Perseo ¿Soy noble?
Danae No sé.
Perseo ¿Qué es esto?
¿Nada sabes?
Danae No sé nada
y no me apures; que, puesto
que es secreto y soy mujer
y no lo digo, no debo
de poder decirlo. Y baste
ver un prodigio tan nuevo
como que en un pecho vivan
juntos mujer y secreto.
Pregúntaselo a los dioses.
Quizá, enternecidos ellos,