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El libro aborda la degradación de tierras, cambio de uso del suelo y conflictos territoriales en las sabanas de Brasil, Argentina y Colombia, impulsados por la globalización y la expansión agrícola. A través de un análisis comparativo, se exploran los impactos de la agricultura intensiva, que ha generado oportunidades económicas, pero también crisis ambientales y sociales. En Colombia, el acuerdo de paz de 2016 ofreció esperanzas para el desarrollo rural, pero la expansión agrícola ha aumentado la presión sobre los ecosistemas frágiles. El estudio destaca cómo actores clave, como los "nuevos llaneros", han transformado la sabana, replicando patrones de degradación observados en Brasil y Argentina. El libro profundiza en las tensiones entre desarrollo económico y sostenibilidad ambiental, aportando una herramienta técnica para anticipar los efectos de la agricultura.
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Seitenzahl: 578
Veröffentlichungsjahr: 2025
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La degradación de tierras, el cambio de uso del suelo y los conflictos territoriales son temas clave en los estudios sobre desarrollo rural y sostenibilidad ambiental en América Latina. A lo largo de las últimas décadas, la globalización y la expansión agrícola han transformado profundamente los paisajes naturales, afectando la capacidad productiva de las tierras y la vida de las comunidades locales. Este libro examina estos fenómenos con un enfoque comparativo en las sabanas de Brasil, Argentina y Colombia, regiones que han experimentado un crecimiento significativo de la agricultura intensiva, lo que ha generado tanto oportunidades económicas como desafíos ambientales.
El acuerdo de paz entre el gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en 2016 trajo una nueva esperanza para el desarrollo rural en el país. En particular, la delimitación de la frontera agraria en zonas como la sabana de Puerto Gaitán abrió nuevas posibilidades para la expansión agrícola. Sin embargo, este proceso también ha incrementado la presión sobre los ecosistemas, replicando patrones de degradación ya observados en otras sabanas de América Latina, como en Brasil y Argentina. El libro realiza un análisis detallado de los procesos de degradación de tierras en estas tres regiones, utilizando documentos, encuestas y entrevistas para comprender las dinámicas ambientales y socioeconómicas que han llevado a esta situación.
Uno de los hallazgos más importantes es la identificación de actores clave en la configuración del uso de la tierra, destacando a los llamados “nuevos llaneros” en Colombia. Estos actores han llevado a cabo un proceso de territorialización, desterritorialización y re-territorialización en el sector de Tillavá-Los Kioscos, adaptando las prácticas agrícolas a las demandas del mercado global. Sin embargo, este cambio ha venido acompañado de una acelerada degradación del suelo, replicando los problemas observados en Brasil y Argentina, donde la expansión de monocultivos como la soja ha provocado crisis ambientales severas.
El modelo agroindustrial global ha sido objeto de intensos debates en la región. Aunque ha impulsado el crecimiento económico y la productividad en áreas previamente marginadas, también ha generado graves consecuencias ambientales y sociales. Las sabanas, en particular, han mostrado ser altamente vulnerables a la agricultura intensiva, con tierras que han comenzado a exhibir signos de agotamiento y degradación. Este fenómeno es especialmente notable en Brasil y Argentina, donde la conversión de sabanas en tierras agrícolas ha llevado a la desaparición de ecosistemas completos y a una pérdida significativa de biodiversidad. Al mismo tiempo, ha profundizado las desigualdades sociales, concentrando la propiedad de la tierra en unas pocas manos.
En Colombia, el acuerdo de paz abrió una ventana de oportunidad para replantear la distribución de tierras y la justicia agraria. Sin embargo, la expansión de la agricultura intensiva sin una planificación adecuada ha amenazado estos avances, poniendo en riesgo los ecosistemas frágiles de las sabanas y perpetuando los conflictos territoriales. El libro no solo aborda los problemas ecológicos asociados con la degradación de tierras, sino que también analiza las tensiones sociales y políticas que han surgido en América Latina en las últimas siete décadas. La ocupación de tierras, los conflictos entre actores como indígenas, campesinos y grandes productores, y la búsqueda de un equilibrio entre el desarrollo económico y la sostenibilidad ambiental son temas recurrentes en cada uno de los casos estudiados.
El análisis comparativo entre las sabanas de Brasil, Argentina y Colombia revela patrones comunes de degradación, aunque también destaca las particularidades de cada contexto. En Tillavá-Los Kioscos, la introducción de cultivos intensivos ha transformado radicalmente el uso del suelo, convirtiendo lo que alguna vez fue un ecosistema estacional en una zona agrícola de alta productividad. No obstante, este cambio ha tenido un alto costo ambiental, evidenciado en la pérdida de fertilidad del suelo y el aumento de los conflictos por el uso del territorio.
Este libro también incluye la perspectiva de expertos que han estudiado de cerca estos fenómenos. A través de sus contribuciones, se ofrece una visión integral de los desafíos para gestionar de manera sostenible las tierras de sabana. Estos expertos señalan tres puntos clave para comprender la problemática: las características de las tierras degradadas por la agricultura intensiva, los conflictos relacionados con la ocupación del territorio y las comparaciones entre las diferentes experiencias en América Latina.
Finalmente, una de las principales contribuciones de este trabajo es la propuesta de un instrumento técnico que permite anticipar las consecuencias de la agricultura intensiva en las sabanas naturales. Este instrumento, basado en un análisis detallado de los suelos y las dinámicas socioeconómicas, proporciona una herramienta valiosa para la planificación territorial y la mitigación de los impactos de la agricultura en estos frágiles ecosistemas.
Carlos Enrique Castro Méndez
INTRODUCCIÓN
CONTEXTO HISTÓRICO
Degradación de Tierras y Perspectivas Multiescalares
Impactos de las Políticas Internacionales
Transformaciones del Uso de la Tierra en América Latina
Segregación Espacial y Globalización en la Sabana Colombiana
Diagnóstico Regional de la Degradación de Tierras
Degradación Inducida de Tierras en Colombia
Evolución y Desafíos de la Agricultura en América Latina
Institucionalidad y Desarrollo en la Sabana Estacional
Expansión Agroindustrial en la Sabana Estacional
Desafíos en la Gestión de Tierras en Colombia
USO Y GESTIÓN TERRITORIAL
Marco Pedológico y Biocronosecuencia
Procedimiento del análisis comparativo
Degradación de tierras en la sabana natural
Resiliencia y degradación de tierras
Tensiones territoriales y cambio de uso
Dinámicas de ocupación y resiliencia en Tillavá - Los Kioscos
LA AGRICULTURA Y LA DEGRADACIÓN DEL SUELO
La invención de los espacios productivos para la agricultura a gran escala
Suelos y paisajes en el Cerrado brasilero
Pampeanización en el Chaco Argentino
La estructura de la Sabana estacional colombiana
Elementos para el enfoque cartográfico
El marco pedológico como unidad fundamental
La biocronosecuencia como unidad integral
La escala altitudinal como unidad control
Protocolos para la evaluar la degradación de suelos
Construcción de saberes regionales sobre la degradación de suelos
Conocimiento especializado
Conocimiento específico
Conocimiento práctico intuitivo
Conocimiento teórico-práctico
Contribución de expertos al análisis de la degradación de tierras en sabanas
Tipos de suelos y tierras en la frontera agraria.
El caso del Cerrado
El caso del Chaco
El caso de la Pampa
Análisis comparativo de Sabanas Naturales en América Latina
LAS ESTRUCTURAS AGRARIAS EN TILLAVÁ – LOS KIOSCOS
Geografía de las Sabanas Naturales
Síntesis geográfica del sector Tillavá – Los Kioscos
Identidad y apropiación territorial
Fragmentación territorial y poblamiento
Índice de apropiación de tierras
Síntesis territorial de las temporalidades
Desterritorialización en el sector Tillavá - Los Kioscos
Análisis de las temporalidades
Estructura socio-productiva del sector Tillavá - Los Kioscos
Estructura agraria de los Sikuani
Estructura agraria de los Llaneros de a pie
Estructura agraria de los Campesinos agroecólogos
Estructura agraria de los nuevos llaneros
Conflictos territoriales por el uso agrícola
LA PRODUCCIÓN AGRÍCOLA: UN ESTUDIO COMPARATIVO
Tierras degradadas por usos agrícolas en América Latina
Síntesis de la consulta a expertos
Tierras propuestas para el cambio de uso en el sector Tillavá-Los Kioscos
Integración de elementos en los marcos pedológicos
Biocronosecuencias del área de investigación
Diferencias y similitudes entre las tierras degradadas por cultivos intensivos
Tierras de las lajitas en la provincia de Salta en Argentina
Caracterización de marcos pedológicos del municipio de Araguaia en el Estado de Goiás Brasil
Características disímiles de las tierras escogidas para producción
Características comunes de tierras degradadas por cultivos intensivos
Análisis comparativo
Similitudes en la utilización de las llamadas globalmente sabanas naturales de Brasil, Argentina y Colombia
Avance de los procesos de degradación en el sector Tillavá-Los Kioscos
SÍNTESIS DE LA RURALIDAD
LOS HALLAZGOS
Impacto en Suelos y Nutrientes
Impacto Social y Resiliencia Alimentaria
Impacto Hídrico
Opinión de Expertos
REFERENCIAS
Según informes del Instituto Geográfico Agustín Codazzi (IGAC), solo el 13,3% de las tierras en Colombia tiene capacidad para la producción agrícola. Este porcentaje podría aumentar hasta el 24% si se incluyen actividades ganaderas y sistemas de producción multiestratificados (IGAC, 2016). Por su parte, la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC) señala que la subutilización de las tierras es aún mayor cuando se analiza el área total sembrada que emplea tecnología avanzada, ya que solo el 5% del país usa alta tecnología en la producción agrícola. Debido a esta baja eficiencia, Colombia debe importar el 30% de los alimentos para cubrir su demanda interna (Universidad Externado de Colombia, 2016).
Frente a estos datos, surge la pregunta: ¿es Colombia realmente un país eminentemente agrícola?
A pesar del desequilibrio social provocado por la distribución desigual de la propiedad rural, agravado por el conflicto armado en Colombia (Gaviria et al., 2018), y la necesidad de importar productos agrícolas para la elaboración de alimentos y bebidas en el país (Universidad Externado de Colombia, 2016), se ha propuesto como solución al problema de tierras un ordenamiento productivo. Este enfoque busca promover la unificación territorial mediante nuevas estrategias políticas que impulsen una agricultura tecnificada (CONPES 3797/2014; CONPES 3917/2018; CONPES 3940/2018).
Sin embargo, surge una pregunta importante sobre la sociedad rural: ¿los campesinos sin tierra tendrán las mismas oportunidades de desarrollo bajo este modelo?
La degradación de las tierras agrícolas, tema central de esta investigación, puede comprenderse a través de los efectos del uso inadecuado de los suelos, ampliamente documentado en diversas investigaciones. Estas muestran cómo las tierras productivas que sostenían antiguas civilizaciones se degradaron por el uso intensivo, lo que llevó a la pérdida de productividad y, en muchos casos, al colapso de estas sociedades, seguido de la migración de su población.
Un ejemplo clásico es la antigua Mesopotamia, donde las civilizaciones asentadas en los valles de los ríos Tigris y Éufrates enfrentaron la degradación de sus suelos (Raeburn, 1987). En tiempos coloniales, un caso similar ocurrió en Villa de Leyva, Boyacá, Colombia. Los españoles eligieron esta región por su similitud con su tierra natal, pero hoy en día las tierras son infértiles, atribuyéndose esto al uso intensivo de cultivos como cebada y trigo (Molano, 1990).
Más recientemente, la globalización ha exacerbado la degradación de tierras en países como México (Giraldo, 2018), Argentina (Albarracín y Casas, 2015) y Brasil (Duarre y Wehrmann, 2004), donde el uso intensivo de suelos ambientalmente frágiles ha provocado serios problemas de degradación y transformaciones culturales.
En este contexto, las tierras agrícolas de América Latina están sufriendo degradación debido a la intensificación de las actividades agropecuarias. Este fenómeno se observa en la pampa argentina (Pengue, 2017; INTA, 2017), en Uruguay (Achkar et al., 2011), en los cerrados brasileños (de Abreu et al., 2022) y en Colombia (IDEPAZ, 2015). La causa principal es la implementación de políticas de globalización de tierras en estos países, que han promovido un uso intensivo de los suelos sin considerar su capacidad ambiental.
La firma de los acuerdos de paz resultó en dos formas de distribución de tierras. Por un lado, el retorno de los campesinos a sus tierras mediante la entrega de terrenos incautados a narcotraficantes. Por otro, la redistribución de tierras del Estado, promocionadas como tierras que requieren alta inversión. Sin embargo, mientras que las tierras incautadas se devuelven a los campesinos con escaso apoyo económico y pocas garantías, los mayores beneficiarios de esta distribución son los inversionistas extranjeros, quienes dinamizan el sector agroindustrial y elevan la producción de commodities en el país (Castro, 2020).
Durante la investigación se identificaron dos tipos de globalización que son posibles para los países en desarrollo. La primera es una globalización consensuada, que respeta la soberanía nacional y considera las consecuencias del cambio de uso del suelo (Fernández, 2006). La segunda es una globalización impuesta, conocida como “globalización predatoria” (FAO, 2011). En este último caso, no se consulta a las comunidades locales, se desvirtúan las metodologías que antes se utilizaban para definir la aptitud de uso del suelo, y se aprueban cambios sin garantizar la mínima sustentabilidad ambiental.
De manera similar al concepto de “globalización depredadora” propuesto por Falk (2002), este análisis se centra en las consecuencias de una globalización impulsada por la economía y su impacto en el ámbito social. Esta forma de globalización supera la capacidad de los Estados nacionales y se basa en tres pilares fundamentales para su desarrollo: la paz, la seguridad y la sostenibilidad.
Su investigación comenzó con un diagnóstico de la situación actual, lo que le permitió iniciar un debate y reflexionar sobre el futuro del orden global. Este análisis se centra especialmente en los temas militares relacionados con la economía mundial que surgieron tras la Guerra Fría, la cual generó jerarquías y desigualdades sociales, especialmente durante la apertura económica de los años noventa.
Como una extensión del problema planteado por Wallerstein sobre el sistema centro-periferia, surge la metáfora del apartheid global. Esta metáfora sugiere la necesidad de adoptar medidas para superar la división entre el Norte y el Sur, que, en términos más amplios, refleja las diferencias entre el centro y la periferia.
Se ha generado una creciente preocupación por la degradación ambiental a nivel regional y global. Por ello, se busca establecer un mecanismo supranacional que esté por encima de las políticas y la economía bancaria, lo que permitiría a los estados contribuir de manera efectiva a la protección de la naturaleza.
Falk (2002) sostiene que la globalización ha sobrepasado los límites naturales, ya que los Estados nacionales han sido influenciados por las ideas de progreso. Como resultado, las fuerzas no territoriales, regionales y globales del mercado, controladas por empresas transnacionales y mercados financieros, han penetrado en los países de América Latina. Esto se refleja en la apertura constante de fronteras agrícolas en estas naciones.
Los planteamientos de Falk se centran en la subordinación de los Estados nacionales frente a las fuerzas globales, lo que ha llevado a una pérdida de capacidad para defender sus intereses sociales y económicos, incluso dentro de sus propias fronteras.
Los Estados están cada vez más expuestos a iniciativas transnacionales, lo que ha llevado a sus gobiernos a sentirse incapaces de responder a las demandas de los territorios. Por lo tanto, Falk enfatiza la importancia de luchar por los derechos humanos y de democratizar las relaciones internacionales.
Propone evaluar las políticas regionales y fomentar la paz, la justicia social, los derechos humanos y la democracia, con el objetivo de alcanzar una globalización positiva que se base en las dimensiones regionales del orden mundial.
Más que una política orientada al mercado que busca crear un mundo pacífico y próspero, como prometen las políticas neoliberales, lo que estamos viendo es un aumento en la producción de bienes materiales innecesarios para el consumo humano. Esto ocurre sin una responsabilidad moral hacia las comunidades más pobres y sin considerar el impacto en las generaciones futuras.
La propuesta de Falk de promover una globalización desde abajo se fundamenta en la creación de espacios de crítica y resistencia a nivel local, así como en el apoyo transnacional. Esta propuesta implica la fusión de conocimientos y acciones políticas, con ideas que surgen tanto del ámbito nacional como del local.
La globalización actual obliga a los gobiernos a movilizar capital global, lo que a menudo los lleva a adoptar políticas económicas que sacrifican a comunidades y poblaciones. En este contexto, las ideas neoliberales no consideran los gastos sociales del sector público.
Las comunidades están desarrollando respuestas locales para proteger los bienes comunes globales y enfrentar las dimensiones más depredadoras de la globalización. Una de estas respuestas es la agroecología, que promueve prácticas agrícolas sostenibles y respetuosas con el medio ambiente. A través de la agroecología, las comunidades no solo buscan conservar sus recursos naturales, sino también fortalecer su autonomía y resiliencia. Este enfoque integra conocimientos tradicionales y científicos, fomentando la diversidad biológica y la justicia social. Además, la agroecología puede ayudar a reducir la dependencia de insumos químicos y de las grandes corporaciones agroindustriales, al mismo tiempo que mejora la seguridad alimentaria y promueve sistemas de producción más equitativos y sostenibles.
El principal argumento de Falk (2002) es que una globalización impulsada por la economía debilita los lazos territoriales entre las comunidades locales y el Estado. Esto puede llevar al desplazamiento de la población y a la pérdida de identidad política. En este contexto, surgen nuevos ciudadanos del mundo y redes de pobladores que operan desde los países desarrollados. Estas redes, junto con políticas regionales, buscan atraer a inversionistas para que aumenten sus habilidades y capacidades, vinculando nuevas tierras al mercado mundial, especialmente en América Latina.
No obstante, resulta prematuro concluir que ya existen ciudadanos del mundo. Si bien este autor sostiene que lo nacional está en declive y que estamos presenciando una invasión de nuevas identidades culturales y religiosas, es fundamental considerar la complejidad de la identidad contemporánea. Las dinámicas globales y locales a menudo coexisten, generando un panorama en el que las identidades se entrelazan y transforman, pero no necesariamente reemplazan lo nacional. Por lo tanto, es necesario un análisis más profundo que contemple las múltiples capas de pertenencia y la resistencia de las identidades tradicionales frente a las influencias globales.
Falk (2002) propone varias iniciativas para enfrentar la globalización depredadora. Sugiere que se abandonen ciertas relaciones internacionales y se generen estándares basados en los derechos humanos. También aboga por el respeto al patrimonio de la humanidad y la garantía de un futuro sostenible para las próximas generaciones. Además, destaca la importancia de la rendición de cuentas en temas de responsabilidad y reparación en el ámbito agrario. En este contexto, propone la elaboración de un plan de acción que aborde los impactos a nivel global de manera comprometida.
El proceso de globalización depredadora que se está desarrollando en el sector Tillavá – Los Kioscos en Puerto Gaitán, Meta, Colombia, se manifiesta de manera clara en la distorsión de la información técnica sobre los suelos, tal como se evidencia en los estudios realizados a diferentes escalas en la región. Estos levantamientos indican que las tierras de la zona presentan una baja aptitud para el uso agrícola, lo que plantea serias preocupaciones sobre su sostenibilidad. Además, se ha establecido una nueva estructura institucional que promueve la desterritorialización de la población local, afectando profundamente sus formas de vida y su relación con la tierra. Esta situación también influye en la toma de decisiones políticas relacionadas con el uso de estas tierras, las cuales están guiadas por un enfoque territorial que, en lugar de beneficiar a la comunidad, puede agravar la situación actual (Castro, 2020). Es necesario, por lo tanto, reexaminar estas dinámicas y buscar alternativas que prioricen el bienestar de la población y la conservación del medio ambiente.
En Colombia, los acuerdos de La Habana establecieron, en su primer punto, un impulso a los proyectos agrícolas en áreas afectadas por el conflicto armado (Alto Comisionado para la Paz, 2016). Estas políticas se alinean con los enfoques de reconversión productiva adoptados en otros países de América Latina. En el caso colombiano, se reflejan en el documento CONPES 3797 de 2018, que aborda la bioeconomía y prioriza la inversión en infraestructura agrícola y biotecnología. Sin embargo, esta estrategia no considera adecuadamente la aptitud agrícola de las tierras colombianas. Esta falta de atención puede resultar en la degradación de los suelos y la pérdida de biodiversidad en la “sabana estacional” de la Orinoquia, un bioma importante que forma parte de la frontera agraria en Puerto Gaitán. Por lo tanto, es esencial que se lleve a cabo un análisis más profundo que integre las características específicas del suelo y la biodiversidad en la planificación agrícola, para evitar consecuencias negativas en el medio ambiente y en la producción agrícola a largo plazo.
El área de estudio de Tillavá – Los Kioscos es un sector entre ríos que fue un referente territorial para las comunidades Sikuani antes de la conquista. Esta región ha sido un espacio en el que coexistieron comunidades indígenas y colonos, cuyas costumbres se entrelazaron y transformaron, influenciadas en parte por la cultura ganadera introducida por comunidades jesuitas que fueron expulsadas de Colombia en el siglo XVII. Así, el territorio refleja una rica historia de intercambios culturales y de adaptación que ha moldeado su identidad a lo largo del tiempo.
El sector abarca una rica historia relacionada con los procesos de territorialización, desterritorialización y re-territorialización. En cuanto a su topónimos, Tillavá era originalmente conocido por la comunidad ancestral como “Tiwa”, que en la lengua Sikuani significa “lagartija”, un nombre que refleja la abundancia de este animal en las playas naturales del río y simboliza la autenticidad del lugar. Por otro lado, el área conocida como Los Kioscos es un nombre geográfico más moderno, que hace referencia a las vastas extensiones de hatos ganaderos que fueron significativos entre las décadas de 1960 y 1990. Para las comunidades actuales, los kioscos son espacios de reunión donde los visitantes pueden resguardarse del sol y la lluvia, y desde los años sesenta se han considerado un punto transitorio, un lugar de paso clave en la región.
Hoy en día, el área de estudio se define como dos veredas opuestas. Tillavá aún mantiene el tránsito cotidiano de los indígenas Sikuani, mientras que Los Kioscos enfrenta presiones por parte de la globalización, manifestadas a través del extractivismo petrolero y la expansión de cultivos de palma africana. Esta situación ofrece una oportunidad única para realizar un análisis espacial de la territorialidad, lo cual es fundamental para entender los cambios que ocurren en las sabanas naturales de los países de América Latina.
El sector Tillavá - Los Kioscos forma parte de la cartografía mundial de espacios de sabana natural, reconocida desde 1950. Desde estas fronteras, se puede observar un objetivo de orden mundial que busca ampliar la última frontera agrícola, lo que representa un grave riesgo para la destrucción de la selva amazónica, como se ha evidenciado en varios casos en América Latina. Este fenómeno refleja un interés particular de las empresas transnacionales por intensificar el uso agrícola en estos ecosistemas de sabana.
Planificar el uso de la tierra basado en biotecnología y mecanización se presenta como una solución económica centrada en la renta de la tierra y en la producción orientada al flujo de capitales extranjeros, especialmente en áreas que se consideran deshabitadas, empobrecidas y desconectadas del centro del país. Es necesario llevar a cabo una verificación en estos territorios, que recientemente han salido de ciclos de violencia armada y conflictos con grupos al margen de la ley. En primera instancia, se debe identificar quiénes son los actores que poseen estas tierras y explorar cómo perciben los cambios en el uso de la tierra que se tienen planificados. También es importante investigar los efectos ambientales que consideran que podrían derivarse de estas acciones y determinar a quiénes benefician realmente estas políticas de uso agrícola.
Ante el inminente cambio de uso establecido en los acuerdos de paz, es fundamental identificar los posibles efectos ambientales derivados de la degradación de las tierras y evaluar hasta qué punto es posible minimizar estos impactos.
Para evaluar el avance de la degradación de las tierras en la sabana estacional, específicamente en el sector Tillavá – Los Kioscos, se propuso, en primer lugar, identificar las tierras degradadas como resultado del cambio de uso en los países más afectados de América Latina. Para ello, se llevó a cabo un análisis estadístico que examinó el aumento de las áreas sembradas, según los datos reportados por el Banco Mundial.
Se busca establecer una asociación multidimensional entre la degradación de las tierras y los procesos de globalización económica, que vienen acompañados de nuevas instituciones y directrices de políticas nacionales. Estas orientan el uso del suelo dentro de un nuevo modelo territorial, el cual puede ser analizado y unificado a través del estudio de leyes, decretos, normas, documentos, investigaciones, estadísticas nacionales y proyectos.
En el municipio de Puerto Gaitán, Meta, se encuentra un sector de sabana estacional, situado entre ríos, que permite realizar un análisis territorial de las condiciones óptimas del relieve, caracterizado por su poco declive y baja disección de aguas. Esta área se ubica estratégicamente en el límite entre la sabana y la selva amazónica. En este sector se cumplen los criterios establecidos por el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Territorial (MADT) y la Unidad de Planificación Rural Agropecuaria (UPRA) para la creación de Zonas de Interés de Desarrollo Rural Económico y Social (ZIDRES). Además, forma parte de la frontera agrícola, presenta vías deficientes, se encuentra muy alejado de la población, cuenta con suelos muy ácidos y de baja fertilidad, y tiene una densidad poblacional.
Estas tierras, consideradas una conquista interna idealizada por el pensamiento de Jorge Eliecer Gaitán, han experimentado un re-direccionamiento hacia el progreso tras dos procesos de paz. En la primera fase de implementación, se concedieron para el aprovechamiento de las comunidades más necesitadas a través de Unidades Agrícolas Familiares (UAF). En la segunda fase de los acuerdos de paz, estas tierras entran en un proceso de desterritorialización, ya que se considera que los primeros colonos carecen de la capacidad necesaria para adaptarlas a la producción intensiva. Esto se debe a los altos costos de inversión requeridos y a la necesidad de adoptar nuevas biotecnologías y maquinaria moderna.
La zona escogida cubre una extensión aproximada de 291.342,5 hectáreas.
Las coordenadas de los vértices del área son:
1: 4º 00`51, 55” N; 72º 10`18, 76” W
2: 3º 47`56, 26” N; 72º 30`41, 03” W
3: 3º 16`38, 65” N; 72º 09`25, 86” W
4: 3º 28`41, 16” N; 71º 41`14, 18” W
Estas áreas están situadas entre los ríos Manacacías, Iteviare, Planas y Tillavá. Las tierras están parcialmente ocupadas por la población que se autodenomina “llaneros de a pie”, en su mayoría originaria del municipio de San Martín y, en menor medida, de Villavicencio, en el departamento de Meta. Cerca de estas comunidades, y ubicadas en resguardos, se encuentran las comunidades indígenas de la etnia Sikuani, que interactúan con la población atraída por los trabajos de exploración de hidrocarburos, así como con los campesinos agroecólogos que llegaron en el año 2000. Recientemente, ha surgido en las sabanas un nuevo actor, foráneo a la región, conocido en los medios oficiales como los “Nuevos llaneros” (Figura 2).
El tema de la ocupación de estas tierras entre 1950 y 2019 se considera un área de investigación fundamental para comprender la influencia de las nuevas instituciones de la globalización en los procesos de cambio de uso del suelo. Este análisis permitirá evaluar no solo la incidencia de estas instituciones en la dinámica territorial, sino también identificar los tipos de conflictos actuales y el potencial de nuevos conflictos que podrían surgir en esta región. A través de un enfoque multidimensional, se buscará examinar cómo las políticas globales y locales, así como las prácticas de diferentes actores, han afectado la ocupación y uso de estas tierras a lo largo del tiempo, brindando una perspectiva más amplia sobre la transformación social y económica del área.
Figura 1. Localización de la zona de estudio y sus veredas
Fuente: Elaboración propia.
A partir de 1950, se sobrevaloró la configuración plana del terreno como un factor determinante para la capacidad de uso de las tierras. En este contexto, el investigador Doeko Goosen (1971) identificó áreas de alto potencial agropecuario, lo que abrió la puerta a nuevas investigaciones en la región. Las sabanas de la Orinoquia se caracterizan por su relieve plano, con una altitud que no supera los 100 metros, y se distinguen por la presencia de dos franjas de tierras con características diferentes, determinadas por su posición altitudinal.
En la porción más baja del paisaje, el agua se acumula durante los períodos lluviosos, generando amplias zonas inundadas y encharcadas durante al menos un mes en la temporada de mayor pluviosidad. Por otro lado, la franja de terreno más elevada es más vulnerable a la desecación, debido a una mayor incidencia de escorrentía y desagüe. Esta ubicación la expone a períodos de desecación que pueden prolongarse más de un mes durante las temporadas de lluvias mínimas.
La sabana estacional que se considera en este análisis corresponde a tierras localizadas en relieve plano alto, es decir aquellas tierras que son vulnerables a la desecación y que en el contexto regional drenan en sus límites los ríos Meta y el Guaviare (Figura 2).
Figura 2. Panorámica desde el relieve más alto en el sector Tillava - Los Kioscos
Fuente: Carlos Polo, 2015
La segunda característica significativa de la sabana estacional de la Orinoquia es su altitud, que se encuentra por debajo de los 500 msnm, donde la temperatura media anual supera los 24ºC. En Colombia, esta zona se clasifica como tierras de piso térmico cálido. Desde una perspectiva fitológica, se trata de áreas con alta radiación solar, lo que favorece la intensificación de los procesos de formación de aceites. Esta condición resulta especialmente atractiva para los cultivos industriales, ya que facilita el metabolismo necesario para su desarrollo (Technoserve, 2009).
La tercera característica general de la sabana estacional es la densidad de drenajes, que a menudo conduce a la subdivisión de los tipos de sabanas. La acción de las aguas de escorrentía en el paisaje incrementa el grado de pendiente y modela el relieve. En las áreas más bajas, el agua se mantiene en la superficie, mientras que en las partes más altas del drenaje se presenta una mayor posibilidad de infiltración. Esto da lugar a la formación de líneas de inundación en algunas zonas, así como a flujos hipodérmicos de agua en las áreas más elevadas.
En resumen, incluso dentro de un ecosistema de sabana estacional alta, existe la posibilidad de concentrar los flujos de agua en áreas conocidas como morichales, caracterizadas por la presencia constante de palmas de moriche (Mauritia flexuosa L.F.). También se denominan chucuas cuando las depresiones del terreno son irregulares y no determinan una dirección clara de flujo. En los morichales, la vegetación boscosa multiestratificada sigue el curso sinuoso del agua, que siempre se desplaza hacia las zonas más bajas del paisaje (Torres, Rubio y Trujillo, 2015).
López-Hernández et al. (2008) consideran que cuando se queman las coberturas secas de la sabana, se inicia un ciclo de renovación de las pasturas que, durante décadas, ha facilitado el reciclaje de nutrientes en las zonas más altas de estos paisajes. Este proceso de quema controlada, aunque controvertido desde una perspectiva ambiental, ha sido parte de las prácticas tradicionales de manejo del suelo en muchas comunidades, promoviendo la regeneración de especies vegetales adaptadas al fuego y mejorando la disponibilidad de nutrientes esenciales para el crecimiento de nuevas plantas. Sin embargo, es importante manejar cuidadosamente estas quemas para evitar la degradación del suelo y la pérdida de biodiversidad en el largo plazo.
Durante la conformación del paisaje plano alto, es posible identificar diversos relieves originados por rupturas en los planos, procesos erosivos milenarios y depresiones, lo que da lugar a la formación de distintos tipos de suelos (IGAC, 2016). En cuanto a la estructura vegetal, predomina el estrato arbustivo y herbáceo en la mayoría de las áreas, donde el relieve varía de plano a ligeramente inclinado. En las zonas depresivas y a lo largo de los cursos de agua semipermanentes, se observa una vegetación multiestratificada con predominancia del estrato arbustivo (Arias, 2001). Estas sabanas son secas y representan una zona de transición entre las sabanas inundables y el bioma de selva.
En la sabana estacional, específicamente en la zona entre Tillavá y Los Kioscos, el suelo tiene un color rojizo, debido a su alto contenido de hierro, que proviene de la descomposición de minerales. Esto indica un avanzado proceso de formación del suelo (IGAC, 2015). Estos suelos son extremadamente ácidos, tienen una baja capacidad para retener y transferir nutrientes, y contienen altas concentraciones de aluminio en su superficie. En las zonas más altas, sobre las mesas, existe una capa dura de material rico en hierro, llamada costra petroférrica, que impide el crecimiento de vegetación. En las pendientes cercanas a las cimas, esta capa se ha roto, y los fragmentos dieron lugar a suelos delgados y pobres que limitan la capacidad de retener agua. En otros lugares, la ruptura de esta capa ha dejado al descubierto capas más frágiles y sueltas del suelo, que son muy propensas a la erosión (Serrato y Ramírez, 2018).
El terreno en general es plano, y durante la temporada de lluvias se inunda fácilmente, mientras que en la estación seca, muchas especies animales migran hacia la selva en busca de agua.
El objetivo de esta investigación fue identificar los factores que hacen que las tierras sean más vulnerables a la degradación, debido al cambio en los enfoques de planificación territorial, basados en modelos globales aplicados en países de América Latina. Se analiza cómo el cambio en el uso del suelo, influenciado por los procesos de paz, afecta la sabana estacional colombiana. Es ilógico incluir tierras en la expansión de la frontera agrícola cuando no son aptas para ello, ya que su uso es costoso y tiene un alto impacto ambiental, especialmente en un contexto donde se están implementando protocolos para combatir la desertificación y programas para evitar la degradación de la tierra.
En diversas áreas de la sabana estacional de la región de la Orinoquia, se han introducido monocultivos a gran escala (Arias, 2017). Sin embargo, en el sector específico estudiado, solo se observan indicios iniciales de estos procesos, lo que brinda una oportunidad para analizar el estado preliminar antes de un cambio significativo en el uso del suelo. Esto permite evaluar cómo funcionan los instrumentos legales con enfoque territorial, creados para regular dichos cambios. Es fundamental entender la aceptación o el rechazo de estos instrumentos por parte de los actores locales, así como analizar las opiniones y controversias que surgen alrededor de la transformación del uso del suelo.
Además, este análisis ofrece la posibilidad de revisar, desde una perspectiva histórica, los efectos espaciales que ha tenido la ocupación territorial en la zona. El cambio hacia monocultivos o hacia otros usos intensivos del suelo genera tensiones entre los intereses económicos, los valores ambientales y la sostenibilidad a largo plazo de los recursos naturales. Al estudiar este proceso, se busca también identificar los impactos sociales, económicos y ecológicos que resultan de la modificación del paisaje, y cómo estas transformaciones se alinean o contradicen con las políticas territoriales y ambientales vigentes.
Frente a la implementación de nuevas políticas de uso del suelo, surge la pregunta central de esta investigación: ¿Cómo se puede identificar el progreso de la degradación de las tierras en la sabana estacional del sector Tillavá - Los Kioscos, como resultado de la adopción de prácticas agrícolas intensivas?
Los objetivos que orientan la investigación son los siguientes:
Objetivo General
• Contrastar el avance de la degradación de las tierras de la sabana estacional en el sector Tillavá - los Kioscos por la implementación de usos agrícolas intensivos con otras tierras de sabana de América latina.
Objetivos específicos
• Identificar las características que determinan las tierras degradadas debido al establecimiento de usos agrícolas intensivos en los países más afectados de América Latina.
• Analizar las tensiones y los conflictos en cuanto a la ocupación y uso de tierras durante el periodo 1950-2019 en el sector Tillavá - Los Kioscos.
• Comparar las tierras degradadas al establecimiento de usos agrícolas intensivos con las de la sabana estacional de Puerto Gaitán, Meta.
El análisis del impacto de la globalización en la degradación de las tierras se basa en la teoría del sistema-mundo de Immanuel Wallerstein (2006), que sostiene que la economía global está organizada en un sistema jerárquico de centros, semiperiferias y periferias. Según esta teoría, la globalización refuerza las desigualdades entre regiones al concentrar el poder y los recursos en los países centrales, mientras que las naciones periféricas y semiperiféricas, como las de América Latina, enfrentan condiciones de dependencia estructural.
Este marco teórico se complementa con la idea de la formación de jerarquías territoriales internas, propuesta por Harvey (2004), quien señala que las dinámicas de poder en el territorio también reflejan procesos de acumulación y explotación que ocurren a nivel local. En América Latina, estas jerarquías territoriales están moldeadas por la interacción entre las economías locales y los imperativos de la globalización, lo que a menudo resulta en políticas de uso de la tierra que priorizan el interés económico global sobre la sostenibilidad ambiental.
Además, las relaciones entre los países dominantes y los países de la semiperiferia se desarrollan en distintos grados de dependencia político-económica, como lo plantean Jaguaribe et al. (2017). Esta dependencia crea tensiones, ya que las naciones semiperiféricas buscan integrarse en el sistema económico global, a menudo a expensas de sus propios recursos naturales y sistemas sociales, lo que agrava problemas como la degradación de tierras en regiones como la sabana estacional colombiana.
Este enfoque teórico permite entender cómo las dinámicas globales de acumulación y dependencia influyen directamente en los procesos de degradación ambiental y transformación territorial.
A partir de estos planteamientos, es fundamental descifrar el contexto político en el que se está llevando a cabo la intensificación del uso agrícola en la sabana estacional colombiana. Este proceso no puede entenderse aislado de las directrices y lineamientos establecidos por las instituciones que promueven la globalización, las cuales influyen en las decisiones y políticas adoptadas por los países de América Latina. Estas instituciones moldean las acciones de los gobiernos locales, orientando el manejo de los recursos naturales y el uso del suelo según las prioridades económicas globales, muchas veces en detrimento de las consideraciones ambientales y sociales locales.
Estas políticas sugieren que cada país, en función de su estabilidad social y su contexto de conflicto interno, avanza en su desarrollo adoptando medidas que le permiten integrarse al mundo globalizado y mejorar su nivel de vida, con un enfoque particular en facilitar el flujo de capitales.
El método empleado para evaluar la degradación de tierras debido a la implementación de prácticas agrícolas intensivas en la sabana estacional del sector Tillavá - Los Kioscos, en Puerto Gaitán, Meta, permite analizar los avances hacia la globalización en los países de América Latina y su grado de integración con el contexto global. A través de este análisis, se puede determinar si existe un impacto ambiental negativo o una externalidad que contribuye a la degradación del suelo, como lo sugiere la Comisión Económica para América Latina (CEPAL, 2013).
La metodología empleada para alcanzar el objetivo general se conoce como comparativa regresiva (Gibbs, 2012; Lucca y Pinillos, 2015; Alía, 2016; Nohlen, 2020), ya que permite analizar el espacio geográfico colombiano en relación con espacios similares en otros países durante el período comprendido entre 1950 y 2019, años posteriores a la firma de los acuerdos de paz en el área de estudio en Puerto Gaitán. Este enfoque incluye un marco teórico general que incorpora las ideas de autores reconocidos en geografía y expertos en suelos de los países latinoamericanos más afectados por la expansión de la frontera agrícola. Además, se contempla el análisis de redes de actores humanos y no humanos presentes en la zona de estudio. Para el desarrollo de la investigación, en función de los objetivos específicos, se aplicó un enfoque holístico que integra variables cualitativas y cuantitativas, las cuales se complementan mutuamente.
Se diseñó un procedimiento específico para abordar cada uno de los objetivos planteados, incorporando diversas técnicas y enfoques metodológicos. Entre ellos se incluyen métodos históricos (Alía, 2016), análisis documental (Bosch, 1979; Baena, 1998), y encuestas dirigidas a actores territoriales (Kvale, 2008), lo que permitió obtener una perspectiva integral de la realidad local. Asimismo, se realizó un análisis de la estructura agraria (Machado, 2020 y 2022) y una interpretación de documentos de política pública (Suárez et al., 2022), fundamentales para entender el contexto normativo y socioeconómico de la región.
El procedimiento también incluyó un análisis del discurso (Íñiguez, 2011), que permitió examinar cómo se construyen y comunican las narrativas sobre el uso del suelo y la gestión de recursos en la zona. A nivel técnico, se aplicaron métodos fisicoquímicos (IGAC, 2016) para evaluar las condiciones del suelo, y se analizaron los patrones de degradación de las tierras (Castro, Suzuki y Mejía, 2023), identificando los factores que contribuyen a su deterioro.
Finalmente, se llevó a cabo una identificación de las temporalidades de la globalización en el área de estudio, lo que permitió proponer una nueva categoría geográfica que integre los hallazgos de la investigación. Esta propuesta busca ofrecer una visión más precisa del impacto de la globalización en la región y su relación con las dinámicas agrícolas y la degradación de las tierras.
La información recopilada fue validada por expertos en suelos y contrastada mediante encuestas aplicadas a campesinos y profesionales que trabajan en áreas afectadas por la degradación del suelo debido al uso agrícola intensivo en Argentina, Brasil, Ecuador, México y Colombia. Este proceso de validación y corroboración permitió obtener una visión más precisa y completa sobre la magnitud del problema, al incorporar tanto el conocimiento técnico de los expertos como las experiencias directas de quienes viven y laboran en las zonas degradadas. Además, el enfoque comparativo entre países permitió identificar patrones comunes y divergentes en la manera en que la agricultura intensiva ha impactado los suelos en diferentes contextos latinoamericanos.
El ordenamiento territorial en los países desarrollados comenzó a abordarse de manera intermitente entre 1930 y 1960, coincidiendo con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, que tuvo lugar entre 1939 y 1945 (Michel, 1990). Las devastadoras consecuencias de este conflicto impulsaron la reflexión sobre un nuevo modelo de organización territorial a nivel global. El final de la guerra marcó un punto de inflexión en las políticas internacionales hacia los países subdesarrollados, lo que dio origen a una estrategia de control en América Latina y fomentó la implementación de políticas públicas en la región. Estas políticas, que han evolucionado desde entonces, hoy en día presentan diversas corrientes y enfoques (Méndez, 2020).
La primera estrategia de ordenamiento territorial en América Latina está relacionada con la creación del Banco Mundial en junio de 1944, como parte de un sistema financiero llamado Bretton Woods. Su objetivo inicial fue ayudar a reconstruir las ciudades devastadas por la Segunda Guerra Mundial (Wysham, Cavanagh y Arruda, 1994). Con el tiempo, estas medidas se extendieron a los países en desarrollo, incluyendo América Latina, con programas que aún hoy se mantienen bajo diferentes formas, una de las cuales es la lucha por “reducir la pobreza” (CEPAL, 2010).
Un año después, en 1945, se crearon varias instituciones clave, como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF), la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Estas organizaciones marcaron el inicio de un nuevo enfoque global centrado en el desarrollo económico de las regiones (Aguilar, 2008).
En 1948, se reconoció la necesidad de crear la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), cuyo propósito es guiar las acciones en los países en desarrollo. Para fortalecer el apoyo en la toma de decisiones sobre cómo y dónde invertir, se fundaron el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF) en 1949 y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en 1959, ambos con el objetivo de impulsar el crecimiento económico en la región.
Otras agencias que también han tenido un impacto significativo en el ordenamiento territorial son la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), fundada en 1961, y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), establecido en 1965. La OCDE se centra en promover políticas que mejoren el bienestar económico y social a nivel global, mientras que el PNUD tiene como misión apoyar el desarrollo sostenible, combatir la pobreza y fortalecer las capacidades de los países en vías de desarrollo. Estas instituciones han jugado un papel crucial en la definición de estrategias de inversión y desarrollo en diferentes regiones del mundo, incluyendo América Latina.
Con la creación del Fondo Monetario Internacional (FMI), se aseguró la continuidad de los compromisos asumidos por las naciones integrantes. En la actualidad, estos compromisos se reflejan principalmente en dos programas clave: los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y las acciones necesarias para mitigar el cambio climático. Ambos programas buscan coordinar esfuerzos globales para promover un desarrollo equilibrado, sostenible y respetuoso con el medio ambiente.
De esta manera, se establecen los pilares de la globalización económica mediante la actuación de tres organismos clave. El primero es el Banco Mundial (BM), creado para financiar grandes proyectos, los cuales, en muchas ocasiones, generan descontento a nivel local, afectan negativamente el medio ambiente y provocan desequilibrios sociales (Stiglitz, 2006; 2012). El segundo pilar es el Fondo Monetario Internacional (FMI), cuya función principal es recomendar políticas públicas, especialmente en los países en desarrollo, con un enfoque en la gestión del gasto. Finalmente, el tercer pilar es la Organización Mundial del Comercio (OMC), encargada de promover el “libre comercio”, y consolidada como una de las organizaciones políticas más influyentes a nivel global (Figura 3).
Figura 3 Esquema de agencias de la globalización e incidencia en los países latinoamericanos.
Fuente: Elaboración propia
La figura 3 muestra un esquema general de los actores no humanos, las agencias establecidas en los países de América Latina y las acciones que convergen en el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), así como en la asignación de usos del suelo en la región. Estas agencias, que forman parte del entramado de la globalización, desempeñan un papel fundamental en la configuración del desarrollo económico y territorial de los países latinoamericanos. Además, están estrechamente vinculadas con la distribución del trabajo en los países periféricos, promoviendo estructuras económicas que favorecen la especialización en sectores primarios o de menor valor agregado, lo que refuerza las dinámicas de dependencia frente a las economías más desarrolladas. Este esquema refleja cómo las decisiones de estas agencias influyen en la planificación territorial y en la configuración de las economías locales, muchas veces priorizando intereses globales sobre las necesidades locales y ambientales.
Se identifican también otras instituciones que promueven acuerdos de libre comercio, estableciendo directrices clave para el desarrollo económico en el contexto regional. Estos acuerdos, impulsados por organismos como la Organización Mundial del Comercio (OMC) y tratados como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) o el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), facilitan la integración económica de los países de América Latina en el mercado global. Con la llegada de grandes empresas transnacionales, se intensifica la extracción de recursos naturales, lo que aumenta el poder de estas corporaciones en las economías locales y regionales.
Este proceso no solo amplía los beneficios económicos para dichas empresas, sino que también genera enclaves agrícolas y extractivos en todo el continente, donde la producción está orientada principalmente hacia la exportación. Estos enclaves, que suelen estar desvinculados de las economías locales, pueden provocar impactos ambientales significativos y acentuar las desigualdades sociales al concentrar la riqueza en manos de pocos actores mientras las comunidades locales enfrentan la degradación de sus recursos y el desplazamiento de actividades tradicionales. Así, los acuerdos de libre comercio y la expansión de las grandes empresas consolidan un modelo económico que, si bien genera crecimiento en términos globales, muchas veces profundiza los problemas sociales y ecológicos en las zonas más vulnerables de América Latina.
En esta región del mundo también tienen una presencia significativa la Unión Europea y otras agencias en proceso de institucionalización, como el Acuerdo Multilateral de Inversiones (AMI). Este acuerdo tiene como objetivo estrechar la relación entre las empresas transnacionales y los Estados, permitiendo a estas corporaciones influir de manera directa en la elaboración de normas relacionadas con el medio ambiente y el derecho laboral.
El AMI busca crear un entorno más favorable para la inversión extranjera, otorgando a las empresas mayores garantías y flexibilidad en sus operaciones. Sin embargo, este acercamiento entre corporaciones y gobiernos también plantea preocupaciones, ya que en muchos casos puede conducir a la relajación de regulaciones ambientales o laborales en los países en desarrollo, donde las leyes tienden a ser menos estrictas. Esto puede resultar en la explotación de recursos naturales de manera insostenible o en condiciones laborales precarias, beneficiando principalmente a las empresas a expensas de las comunidades locales y del medio ambiente.
La Unión Europea, por su parte, ha establecido acuerdos de cooperación con América Latina que también influyen en las políticas económicas y sociales de la región, promoviendo la apertura de mercados y el cumplimiento de estándares internacionales. Estos actores globales contribuyen a modelar el panorama económico y normativo en América Latina, reforzando la integración de la región en el sistema económico mundial, pero a menudo con consecuencias desiguales que favorecen a los intereses corporativos por encima del bienestar local y ambiental.
Otra estrategia clave de la globalización se encuentra en el ámbito de la comunicación. Para este propósito, se creó el Foro Económico Mundial (FEM), un espacio donde convergen actores del poder económico y líderes políticos, acompañados por medios de comunicación influyentes. A través de este foro, se diseñan y coordinan las estrategias de difusión de ideas que facilitan la conexión de los países en desarrollo con los programas globales. El FEM no solo actúa como un punto de encuentro para la toma de decisiones económicas y políticas, sino que también se convierte en una plataforma para promover narrativas que impulsan la integración de estos países en la agenda global, alineándolos con las políticas y proyectos que favorecen la expansión del libre comercio, la inversión extranjera y la adopción de modelos de desarrollo basados en la globalización.
Las instituciones de la globalización no se limitan únicamente a las entidades financieras; también incluyen organismos políticos, técnicos, educativos, ambientales y sociales. Cada una de estas instituciones desempeña un papel fundamental en la creación de condiciones propicias para el desarrollo del capital. A través de su influencia en diversas áreas, estas entidades contribuyen a configurar un entorno global en el que se facilitan las inversiones, el comercio y la implementación de políticas que favorecen el crecimiento económico, mientras establecen los marcos normativos, educativos y ambientales que sustentan este proceso a nivel mundial.
El director general de la Organización Mundial del Comercio (OMC), Jean-Marie Paugam, en su reciente intervención durante la conferencia de ministros de agricultura en Berlín, Alemania (TelesurTV.net, 2022), abordó la alarmante degradación de los suelos a nivel global. Paugam destacó que un tercio de los suelos del mundo ya está degradado, y presentó proyecciones preocupantes de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que advierten un deterioro aún mayor para 2050 si no se toman medidas urgentes.
Estas cifras reflejan la creciente presión que enfrentan los recursos naturales debido a las prácticas agrícolas intensivas, la urbanización y el cambio climático. En su discurso, Paugam subrayó la necesidad de reformular las políticas agrícolas y comerciales para promover un uso más sostenible de los suelos, haciendo un llamado a los líderes internacionales para que alineen sus estrategias con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y aborden de manera conjunta los desafíos ambientales y económicos. El pronunciamiento pone de relieve el papel fundamental de la cooperación internacional para frenar la degradación del suelo y garantizar la seguridad alimentaria a largo plazo, un tema cada vez más crítico en las agendas globales.
Según cifras del Banco Mundial (2016), desde 1960 se ha monitoreado la incorporación de nuevas tierras al sistema agrícola como parte de políticas de internacionalización de espacios productivos. Estas políticas han facilitado la expansión de la frontera agrícola, especialmente a través de la introducción de monocultivos. En Brasil, este proceso ha avanzado a un ritmo constante, con un promedio de 120.000 hectáreas de nuevas tierras dedicadas a monocultivos cada año entre 1960 y 2016 (BM, 2018).
Este crecimiento ha sido impulsado por la demanda global de productos agrícolas, como la soja, el azúcar y el maíz, que son esenciales para la exportación. Sin embargo, la expansión de los monocultivos también ha generado preocupaciones por los impactos ambientales y sociales que conlleva. La conversión de tierras naturales en áreas agrícolas intensivas ha contribuido a la deforestación, la pérdida de biodiversidad y la degradación del suelo, mientras que en muchas ocasiones ha desplazado a comunidades locales y agricultores pequeños. Además, el enfoque en cultivos de exportación ha creado una dependencia económica en las fluctuaciones del mercado global, exponiendo a Brasil y a otros países latinoamericanos a vulnerabilidades económicas asociadas con los precios internacionales de las materias primas.
Figura 4. Incremento de áreas sembradas en cinco países latinoamericanos.
Fuente: Elaboración propia con base en datos BM (2016).
A pesar de los beneficios económicos a corto plazo, el modelo de expansión agrícola basado en monocultivos plantea serios desafíos a largo plazo para la sostenibilidad ambiental y el bienestar social, lo que ha llevado a debates sobre la necesidad de transitar hacia prácticas agrícolas más sostenibles y diversificadas.
En contraste, en Colombia, la apertura económica de los años noventa provocó una disminución en las áreas dedicadas a cultivos de cebada, trigo y algodón, que no podían competir con los mismos productos importados desde Estados Unidos. Como resultado, muchas tierras se volvieron improductivas, lo que llevó al descanso forzado de estas áreas y a un cambio en las preferencias de uso agrícola, orientándose más hacia la ganadería (Figura 4). Este cambio no solo afectó la producción agrícola nacional, sino que también exacerbó la concentración de tierras y redujo la diversidad de cultivos, contribuyendo a una mayor dependencia de productos importados y a la pérdida de autosuficiencia alimentaria en ciertos sectores.
Sin embargo, tras la firma de los acuerdos de paz, surgió una tendencia hacia la intensificación del uso agrícola, lo que impulsó la creación de nuevas instituciones encargadas de regular y gestionar el uso de la tierra. Este proceso debe ser evaluado en el contexto del avance de la degradación de las tierras en Colombia durante el período 1950-2019. Por ello, se plantea una pregunta de investigación general: ¿Cómo identificar el avance de la degradación de las tierras en la sabana estacional del sector Tillavá - Los Kioscos debido a la implementación de usos agrícolas intensivos? esta cuestión busca explorar el impacto de las prácticas agrícolas intensivas en la degradación del suelo y analizar cómo los cambios en el uso de la tierra afectan la sostenibilidad y la salud ambiental de la región.
Los datos proporcionados por el Banco Mundial permiten identificar a los países de América Latina con las tasas más altas de crecimiento de la frontera agrícola, lo que constituye un punto de partida crucial para la identificación del problema. Esta información revela patrones de expansión agrícola que, si bien contribuyen al crecimiento económico, también generan preocupaciones significativas en términos de sostenibilidad ambiental y social. El avance de la frontera agrícola está directamente relacionado con la deforestación, la degradación de suelos, la pérdida de biodiversidad y el desplazamiento de comunidades rurales.
Este fenómeno también pone de manifiesto la creciente presión sobre los ecosistemas naturales para satisfacer la demanda global de productos agrícolas. La identificación de los países con mayor expansión de la frontera agrícola permite enfocar los esfuerzos de investigación y desarrollo de políticas en aquellas regiones donde los impactos negativos son más evidentes, contribuyendo así a la elaboración de estrategias más sostenibles que equilibren la producción agrícola con la conservación de los recursos naturales y el bienestar de las comunidades locales.
En la figura 4 se observa un avance constante en la expansión de tierras dedicadas a la agricultura intensiva en Brasil, principalmente a través de la transformación de los Cerrados y la deforestación de la selva amazónica (Heguy, 2016). Esta expansión ha sido una de las principales estrategias de Brasil para aumentar su producción agrícola, particularmente en cultivos como la soja y el maíz, impulsados por la demanda global. Desde antes de 1960, Argentina se posicionó como el país con la mayor cantidad de tierras destinadas a la agricultura intensiva, con aproximadamente catorce millones de hectáreas utilizadas hasta el año 2015. Argentina ha mantenido esta posición gracias a su vasta superficie de tierras fértiles, conocidas como la “pampa húmeda”, ideal para cultivos de exportación.
Paraguay, por su parte, experimentó un acelerado incremento en la superficie agrícola a partir de 1974, coincidiendo con la intensificación de los procesos de globalización en el país. Este crecimiento fue impulsado por la entrada de inversiones extranjeras y la expansión del agronegocio, particularmente en la producción de soja, lo que convirtió a Paraguay en un actor clave en el mercado agrícola mundial. Sin embargo, tanto en Brasil como en Argentina y Paraguay, esta expansión ha venido acompañada de consecuencias ambientales graves, como la pérdida de biodiversidad, la degradación del suelo y el desplazamiento de comunidades locales, lo que plantea desafíos importantes para el desarrollo sostenible en la región.
En el caso de Colombia, según la información del Banco Mundial, se observa un estancamiento en la expansión de tierras agrícolas entre 2010 y 2015, manteniéndose en aproximadamente dos millones de hectáreas. Estos datos, sin embargo, requieren ser contrastados con los registros internos del país para una mejor comprensión del contexto. De manera subrepticia, parece haber un compromiso implícito por parte de los países de América Latina de destinar un total de quince millones de hectáreas a este proyecto global de expansión agrícola. Esta cifra coincide con las proyecciones promovidas por la FAO, que ha difundido en medios de comunicación la afirmación de que Colombia dispone de aproximadamente quince millones de hectáreas aptas para la agricultura.
Sin embargo, lo que no se menciona explícitamente es que una gran parte de estas tierras está destinada a proyectos de agronegocios internacionales, orientados principalmente hacia la exportación (Alfonso Insuasty, 2019; Alan Bojanic, 2020; El Heraldo, 2022). Este enfoque, aunque promueve el crecimiento económico, plantea interrogantes sobre el impacto que puede tener en la soberanía alimentaria del país, el uso sostenible de los recursos naturales y los beneficios que realmente llegarán a las comunidades locales. La expansión del agronegocio en estas tierras puede contribuir a la concentración de la propiedad, el desplazamiento de agricultores tradicionales y la presión sobre los ecosistemas, lo que subraya la necesidad de un análisis más profundo y equilibrado de los efectos a largo plazo.
La degradación de las tierras en los países de América Latina es el resultado de exceder la capacidad de uso agrícola de estas áreas. Aunque es cierto que la economía global exige un crecimiento constante de las utilidades y un flujo de capital en los países desarrollados, la implementación de programas de planificación agrícola en tierras marginales, como las sabanas naturales, tiene graves consecuencias. La conversión de estas tierras para uso agrícola rompe las relaciones ecosistémicas fundamentales, debido al deterioro ambiental causado por la sobreexplotación. Este daño ambiental provoca una pérdida de equilibrio que no solo afecta a las regiones locales, sino que también tiene repercusiones a nivel global. En muchos casos, esta degradación es irreversible, creando un punto de no retorno que pone en riesgo tanto la biodiversidad como la capacidad de estas tierras para sostener actividades humanas en el futuro.
Uno de los obstáculos para generar conciencia sobre los problemas ambientales es la dicotomía entre las instituciones que promueven la producción agropecuaria y aquellas dedicadas a la protección del medio ambiente. Estas dos agendas, que deben complementarse, a menudo entran en conflicto. Las decisiones se toman en un contexto de contradicción creciente, donde las políticas de expansión agrícola chocan con los esfuerzos de conservación. Este conflicto se disfraza bajo las actividades impulsadas por las instituciones globales, que priorizan el crecimiento económico y productivo sobre la sostenibilidad ambiental. Como resultado, las estrategias de desarrollo ignoran o minimizan los impactos negativos en los ecosistemas, dificultando que se aborde de manera efectiva la crisis ambiental.
Las instituciones encargadas de la protección suelen concentrar sus esfuerzos en el diagnóstico y monitoreo de los problemas ambientales, sin profundizar en la investigación ambiental de las causas que llevan a la degradación de las tierras. En lugar de abordar los factores que generan estos impactos, se limitan a presentar estadísticas. Mientras tanto, existen emprendimientos productivos en marcha que tienen el potencial de causar enormes daños al medio ambiente, y no se toman medidas preventivas adecuadas. Esta falta de acción proactiva deja a las tierras vulnerables a una degradación cada vez mayor, al tiempo que las soluciones se postergan en favor de análisis e informes que no atacan el problema en su origen.
En el marco de la globalización, que facilita el flujo de capitales a través de empréstitos destinados al desarrollo local, se ha incorporado el discurso de la resiliencia. Sin embargo, este concepto ha sido distorsionado. Las condiciones naturales que anteriormente limitaban el desarrollo productivo se consideran ahora superables mediante inversiones económicas, que se traducen en la construcción de infraestructuras, la adecuación de tierras, la implementación de biotecnología y la creación de condiciones necesarias para la producción agrícola. En este nuevo discurso, se promueve la idea de que la resiliencia puede fortalecerse o mejorarse, pero se olvida que no basta con crear condiciones para que la economía prospere; Es igualmente necesario generar un entorno que favorezca el desarrollo de la biodiversidad y la vida en todas sus formas. Este enfoque, centrado únicamente en el crecimiento económico, corre el riesgo de ignorar los límites naturales y los impactos ambientales, lo que compromete la sostenibilidad a largo plazo.