La infancia del Che - Luis Altamira - E-Book

La infancia del Che E-Book

Luis Altamira

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Beschreibung

A través de los recuerdos de 20 entre­vistados que conocieron al Che durante sus años de infancia y adolescencia en Alta Gracia (entre los que se encuentran los compañeros de los dos viajes por América Latina), y valiéndose de una mi­nuciosa investigación histórica, La in­fancia del Che va sacando a la luz al ser humano que era Ernesto Guevara antes de convertirse en el popular revolucio­nario. Desde sus primeros años de vida, su estancia en Alta Gracia, la evolución de sus ideas políticas y sus dos viajes por América Latina (que definen y radi­calizan su posición política revoluciona­ria), hasta su encuentro con Fidel Castro en México D.F., y la incidencia del triunfo militar de la revolución cubana en su decisión de marchar al Congo y a Boli­via. La infancia del Che es el guión del documental Che, un argentino del siglo XX. El mismo fue declarado de Interés Cultural por la Secretaría de Cultura de la Nación y presentado en los festivales internacionales de cine de Trieste, Italia (2001), Mar Del Plata y La Habana (2003). También fue presentado en Casa de América, Madrid (2001); Universidad de Salamanca (2002); Pisa, Italia (2002), y en La Maison de L´ Amèrique Latine, París (2001).

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Altamirano, Luis A.

La infancia del Che / Luis A. Altamirano ; Ricardo Humberto Gattari Benítez. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Muiños de Vento, 2022.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-48266-3-3

1. Biografías. I. Gattari Benítez, Ricardo Humberto. II. Título.

CDD 920.71

Foto de tapa: Rogelio Andrés Torres

Dibujos: Oscar Carovini

Copyright 2005, Luis Altamira - La infancia del Che.

Todos los derechos reservados

Publicado por Muiños de Vento Editorial

Soldado de la Independencia 864, Capital Federal, Buenos Aires, Argentina

 

@muinosdevento

[email protected]

 

ISBN 978-987-48266-3-3

Conversión a formato digital: Libresque

LUIS ALTAMIRA

La infancia del CHE

Una edición de

Edgardo Miller Editor

“Serie Testimonios”

LA INFANCIA DEL CHE es el guión del documental Che, un argentino del siglo XX. El mismo fue declarado de Interés Cultural por la Secretaría de Cultura de la Nación y presentado en los festivales internacionales de cine de Trieste, Italia (2001), Mar Del Plata y La Habana (2003). También fue presentado en Casa de América, Madrid (2001); Universidad de Salamanca (2002); Pisa, Italia (2002), y en La Maison de L´ Amèrique Latine, París (2001).

Para Juana, solcito en cuarto creciente, hija querida.

Y para Vicente, dientecito de leche de Marina y Mario.

Aclaración

En Anexos se incluyen tres capítulos excluídos de la versión final del documental Che, un argentino del siglo XX. Los mismos se encontraban, originariamente, entre los capítulos La ficción en la realidad y El llamado del camino.

Los Testimonios

Las personas entrevistadas fueron: Lidia Albornoz, Oscar Avalos, Felix Buoni, Carmen y Fernando Córdova de la Serna (primos hermanos del Che), Miguel Angel Cortéz, César Díaz, Carlos “Calica” Ferrer* (compañero del segundo viaje por Latinoamérica), Juan Carlos Figueroa*, Zacarías Godoy, Rosario González (cocinera de la familia Guevara), Alberto Granado* (compañero del primer viaje por Latinoamérica), Enrique Martín, Juan Míguez, Alfredo Moreschi, Humberto Palacios, José Manuel Peña, Elba Rossi (maestra de la escuela primaria), Ariel* y Dante Vidosa*.

* Entrevistadas por el autor junto al periodista Horacio López

Nota del Editor

Conocí a Luis Altamira hace algunos años caminando por las calles de Alta Gracia. Supe de su talento y valoré su pluma rápidamente. Descubrí ese excelente trabajo que es el documental “La Infancia del Che”, que es fruto de una intensa, exhaustiva y larga investigación que trasciende las fronteras y muestra a Ernesto Guevara desde el principio de su vida.

Antes de esta nueva edición hubo otras dos, una en España y una en Córdoba. Esta tercera edición de “La Infancia del Che” aparece a 50 años de su asesinato en La Higuera, Bolivia -9 de octubre de 1967- a manos del Ejército de ese país con la colaboración de la Central de Inteligencia de los EE.UU.

Ernesto “Che” Guevara es el líder político más trascendente nacido en estas tierras, es admirado, venerado y discutido por igual. Un agradecimiento para Carlos “Calica” Ferrer amigo personal del Che que prologó esta obra.

Celebro que nuestro sello editorial sume a Luis Altamira y esta maravillosa obra que hoy presentamos. “La Infancia del Che”, como todo libro se suma a la memoria colectiva de los pueblos. Es una obra indispensable para conocer la vida de Ernesto Guevara.

Edgardo Miller

5 de abril de 2017

Prólogo: Calica Ferrer

Los homenajes a la figura de ERNESTO GUEVARA DE LA SERNA, nuestro gran amigo, ¡hoy el CHE!, surgen espontáneamente. ¡Es un veredicto de la historia!

Mal que les pese a sus detractores - que casi siempre lo son por intereses políticos y oportunistas -, su imagen se acrecienta, ¡es un triunfo de la verdad!

Haciendo un “recontó” de algunas de sus vivencias, especialmente de las últimas, nos encontramos con versiones que pretenden borrarlo; pueden tener eco en los desinformados en historia, pero mayoritariamente, en especial las juventudes, ya lo han incorporado como un emblema, como el ejemplo que es.

Desde que fuera asesinado el 9 de octubre de 1967 en La Higuera, por la mano cobarde e inaniciente de ese sargento emborrachado para que se animara a hacerlo con la orden de generalotes de los tantos que han azotado nuestra historia Latinoamericana, y sin duda con el asesoramiento de los de arriba del mapa de América, intentaron hacerlo olvidar.

Le mintieron a su hermano Roberto, que fue a Bolivia a reclamar por sus restos, diciéndole que lo habían incinerado: lo ocultaron en una tumba N.N durante 30 años, cerca del pequeño aeropuerto de Valle Grande, a 80 kilómetros de La Higuera, en donde murió.

Después, continuando con ese plan de borrarlo, hicieron correr la patraña de que Fidel y la Revolución que él había ayudado a parir, lo habían abandonado. ¡Patraña!, que con leer en su “Diario de Bolivia” la página del día 26 de julio (fecha de intento de toma de los cuarteles Moncada y de Céspedes en Cuba, por parte de Fidel Castro y los suyos, en el año 1953), el Che, en condiciones ya muy difíciles, hace un acto conmovedor, recordando a Fidel y al Movimiento Revolucionario 26 de julio.

Y qué podrán decir que después de la derrota en La Higuera terminaron ganando la guerra con la victoria en elecciones libres, las más Democráticas de ese querido país hermano, de Evo Morales. ¡Gran triunfo! de un dirigente indígena que llega a la presidencia y del que nadie puede dudar hoy del éxito de su mandato y tampoco ignorar cuánto tuvo que ver el Che y sus valientes compañeros! Recordemos también que Evo en su discurso de asunción a la presidencia lo nombró varias veces. ¿Qué podrán decir?

Ahora practican otra técnica, el silencio, como si nombrarlo fuera mala palabra, táctica que les rinde alguna utilidad en materia de votos. Votos de los clásicos “no te metas”, de barrigas opíparas y con miedo a perder las limosnas que les tira el capitalismo y que desgraciadamente hacen número en las elecciones donde se consagran débiles y timoratas democracias.

Ernesto y sus valientes compañeros descansan en paz y en gloria en Santa Clara, Cuba, en un mausoleo imponente. No pueden hacerlo olvidar, insisto; mal que les pese, ya se lo nombra en el mundo entero con respeto y admiración.

Por todo esto y muchas razones más es imprescindible que quienes hemos estado cerca de él durante los casi 11 años en que vivió feliz en Alta Gracia, Córdoba, cuidemos la verdadera historia de esa etapa. Repito una frase genial de Gonzalo Rojas, poeta chileno y premio Cervantes: “La verdadera patria del poeta y de cada uno de nosotros son la infancia y la juventud, porque son libres, son espontáneas. Después la vida, las normas y las pautas cambian las circunstancias”

Y si en esas circunstancias aparece Luis Altamira con su trabajo excelente “La infancia del Che”, Edición de La Música y la Cultura del Hombre Americano de Edgardo Miller, Luis tiene experiencia que lo autoriza. Se ha conocido en largas charlas con algún vino que otro, con dos amigos entrañables de Ernesto: Alberto Granado y Carlitos Figueroa, que se fueron para estar presentes y me animo a decir que aprobarían este libro, como también mi amigo ya juzgado y otro presente, Horacio López, también autor capacitado en la materia.

Si todo lo dicho sirve y se usa de prólogo, significa mi aval sobre “La infancia del Che”. No debo olvidar mencionar el Museo Casa de Ernesto Che Guevara de Alta Gracia, que fue su hogar y ahora atesora la historia de ese chico asmático que en 1932 llegó de Rosario y Buenos Aires. Allí vivió 11 años; estoy seguro que entonces fue feliz y le sirvió de alivio para su enfermedad.

Esa casa que guarda vivencias, recuerdos y anécdotas de sus maestros, de Rosarito, la cocinera de la familia, de sus amigas y amigos, hermanas y compañeros de travesuras juveniles; el cariño y dedicación de Celia, su madre, de Ernesto padre, las cenizas de Alberto Granado (pronto las mías), Zacarías y tantos otros personajes y reminiscencias que ayudaron a forjar este joven, ahora el “Che”. Bien diría Ernesto padre que su primer entrenamiento como combatiente lo hizo en Alta Gracia y sus alrededores. Qué dirán los tibios y detractores viendo las estadísticas de las visitas al Museo de argentinos y extranjeros, todo el mundo, hasta colegios. Y valga recordar las visitas notables de Fidel Castro y Hugo Chávez. ¡Qué hombres!

Luis, has sabido aprovechar muy bien lo antes dicho; podrán gustarme o no tanto algunas opiniones de tus entrevistas pero son valederas, de personas que realmente conocieron a Ernesto. Has colaborado Luis con lo que en años venideros han de escribir sobre este ejemplar hombre nuevo: Ernesto Guevara.

Carlos Calica Ferrer.

10 de agosto de 2016

La infancia del CHE

De abuelos paternos norteamericanos y padres argentinos, Ernesto Guevara... o Teté... o Ernestito... o Pelau... o Fuser... o Chancho... o Che... o los uruguayos Ramón Benítez y Adolfo Mena González, entre otros, nació el 14 de mayo de mil...

- ¡El 14 de junio!

- El 14 de mayo de 1928 en la ciudad de Rosario, República Argentina, a las tres y cinco de la madrugada. De tauro en los signos del zodíaco y dragón en el horóscopo chino. Casi treinta y un año después, el flamante gobierno revolucionario de Cuba modificaba la constitución para, entre otros motivos, conferirle la nacionalidad cubana por nacimiento. De todas las personas que lo conocían por entonces, los más sorprendidos fueron sus padres.

Fue el primogénito de Ernesto Guevara Lynch y Celia de la Serna. Testigos del nacimiento fueron: José Beltrán, el taxista brasileño que los condujo a la clínica, y Raúl Lynch, un oficial de la marina, primo hermano del padre. Durante los años de la guerra revolucionaria en la que participó el Che, en Cuba, Raúl Lynch se desempeñó como agregado de la embajada argentina en dicho país, y fue, además, la principal fuente de información de la angustiada familia Guevara. Cuenta Celia, la madre:

Tres veces lo dieron por muerto y tres veces recibimos el desmentido y unas líneas tranquilizadoras. Envejecimos en esos dos años. Cada vez que conseguía un alivio, al saber que estaba vivo, volvía a desesperarme al recordar que las noticias estaban por llegar.

Oriundos de la ciudad de Buenos Aires, e integrantes de las famosas “cien familias” del país...

- De aquel país...

- Bueno, la cuestión es que los Guevara se encontraban radicados en Puerto Caraguatay, provincia de Misiones, cuando nació Ernestito. Habían adquirido allí doscientas hectáreas de tierras con la intención de levantar unas plantaciones de yerba mate. Estando Celia embarazada, el matrimonio viajó por el río Paraná rumbo a Rosario. Ya en la ciudad, se presentaron los primeros dolores de parto y nació Ernestito.

En aquellos días, el vástago sufrió un fuerte ataque de bronconeumonía. El doctor Carlos Baena Cagnani, ex presidente de la Asociación Argentina de Alergia, estima que este ataque estaba reflejando ya la base genética y constitucional para padecer alergia respiratoria. Por lo pronto, la abuela paterna, Ana Lynch, y sus tías Beatriz y Ercilia Guevara Lynch, viajaron desde Buenos Aires para ayudar con la atención del niño.

Ernesto sería el nieto predilecto de Ana y el sobrino ídem de Beatriz. Por su abuela desistió de su vocación de ingeniero para seguir la carrera de medicina, motivado por la impotencia que había experimentado al acompañarla en su lecho de muerte. Por Beatriz tuvo verdadero amor filial:

Querida Beatriz: desde un rincón del continente cuyos antepasados rizaron para siempre tu cabellera, según dicen las malas lenguas, te mando un abrazo filial de rigor y el recuerdo de siempre donde quiera que mis huesos andarines me llevan1. Un beso de tu olvidado

Ernestito

Después de aquellos días en Rosario, Ernestito pasó su primer año de vida alternando la finca paterna de Puerto Caraguatay con largas temporadas en campos de familiares y amigos de sus padres. Es decir, en contacto directo con la naturaleza y al mejor estilo nómade. A mediados de 1929 la familia se estableció nuevamente en Puerto Caraguatay. Allí Ernestito comenzó a caminar, poniendo de manifiesto algunos rasgos que serían distintivos de su personalidad: no se amedrentaba ante la posibilidad del dolor físico y era obstinado. Los padres alentaban estos aspectos no interfiriendo ante la posibilidad de las caídas. Su padre lo llevaba a dar paseos a caballos por el monte, o en lancha, ya sea por el río Paraná, en busca de dorados, o por arroyos que los conducían a territorios vírgenes de la selva, donde los animales miraban con curiosidad y sin miedo.

A fines del año ‘29 los Guevara regresaron a Buenos Aires para el nacimiento del segundo hijo. Se establecieron en el partido de San Isidro y el 31 de diciembre nació Celia Guevara. El 2 de mayo de 1930, ya entrado el otoño, Ernestito asistió con su madre al Club Naútico de San Isidro, donde Celia concurría a nadar. Celia era una excelente nadadora. Ese día hacía bastante frío y, joven y desaprensiva como era, ingresó al agua con el niño. Ernestito sufrió entonces su primer ataque de asma. Le diagnosticaron bronquitis asmática sin complicaciones. Pero en 1931 los ataques se volvieron furiosos y la enfermedad comenzó a gravitar sobre los padres, quienes empezaron a pasar las noches en vela, vigilando la respiración de su hijo.

Alta Gracia

El doctor Baena Cagnani estima que Ernesto Guevara padecía de asma severa. Los pacientes de esta condición clínica tienen episodios asmáticos reiterados, que se acompañan de obstrucción bronquial severa (los que disminuyen significativamente su calidad de vida al impedirles tener un sueño ininterrumpido, asistir al colegio en determinados días, o realizar actividades deportivas y recreativas de tipo físico). La vuelta al territorio de Misiones se tornó entonces muy contraproducente: ni Celia madre ni Ernestito regresarán a Puerto Caraguatay.

En busca de un clima más favorable, la familia Guevara se trasladó a la capital del país, a un departamento próximo a los bosques de Palermo. El 18 de mayo de 1932 nació Roberto Guevara, el tercer hijo del matrimonio. A pesar de los distintos tratamientos, Ernestito no resistía el clima capitalino. Buscando un ámbito que diera alivio a su enfermedad, la familia Guevara se dirigió a la provincia de Córdoba. “Se vino a la ciudad de Córdoba, Ernesto con toda la familia. Primeramente vinieron al Plaza Hotel, en San Gerónimo, esquina Buenos Aires. Ahora el hotel es propiedad del Banco. Y después a un hotel de Argüello. Mi padre y Ernesto eran amigos, se conocían desde chicos, se tuteaban. Y fue a verlo. Porque parece que no le sentaba el clima de Argüello. Entonces mi padre le recomendó un médico, el doctor Benito Soria, catedrático de la universidad, un gran pediatra. Y él le aconsejó que se fuera a un lugar de las sierras. Entonces mi padre les dijo: ´¿Por qué no se vienen a Alta Gracia? Mirá, Ernesto: Alta Gracia es un clima más tranquilo, un clima más seco` ”. (José Manuel Peña)

Alta Gracia se extiende en el valle de Paravachasca, al pie de las sierras chicas, distante unos 36 kilómetros de la ciudad de Córdoba. Quinientos años antes de su fundación habitaban la zona diversos grupos aborígenes, que moraban en cuevas citas en los cerros y próximas a los cauces de agua. Estos indígenas vivían de la caza y de la cría de guanacos y llamas, de la pesca y del cultivo del maíz.

En abril de 1544, un grupo de soldados y civiles españoles, junto con algunos indios, llegaron al lugar encabezados por el escribano del cabildo de Córdoba, don Juan Nieto. Nieto venía a hacerse cargo de las tierras que el gobernador Jerónimo Luis de Cabrera le había concedido por los servicios prestados como intérprete de los indígenas. Se inició, entonces, la construcción del casco de la estancia y de algunos ranchos.

Alonso Nieto de Herrera, el segundo dueño de la estancia, la bautizó con el nombre de Nuestra Señora de Alta Gracia. Años después, Nieto de Herrera, viudo y sin descendencia, decidió ingresar a la orden de los jesuitas, legándoles todo sus bienes. La congregación se estableció en la estancia en 1643, iniciando una época de desarrollo y esplendor.