La invención de la desmemoria - Alberto Valencia Gutiérrez - E-Book

La invención de la desmemoria E-Book

Alberto Valencia Gutiérrez

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Beschreibung

"Esta obra trata sobre un episodio prácticamente silenciado en la historiografía del país: el proceso que se entabló contra el general Rojas Pinilla después de su derrocamiento en 1957 y ante su regreso inesperado a Colombia después de un período en el exterior. El proceso tiene todas las características de una cortina de humo, como lo comenta el autor. Y está orientado sobre todo a evitar que sean evocadas las responsabilidades de los dirigentes de los dos partidos en la Violencia, dirigentes que en su gran mayoría estuvieron vinculados con el gobierno del General." Daniel Pécaut

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Valencia Gutiérrez, Alberto, 1953-

La invención de la desmemoria: el juicio político contra el

general Gustavo Rojas Pinilla en el Congreso de Colombia

(1958-1959) / Alberto Valencia Gutierrez.-- Cali : Programa

Editorial Universidad del Valle, 2015.

364 páginas ; 28 cm.-- (Ciencias Sociales)

Incluye índice de contenido

1.Rojas Pinilla, Gustavo, 1900-1975 - Procesos 2.Derecho -

Casos- Colombia 3.Procesos célebres (Derecho) - Colombia

4.Colombia- Historia - 1960 I. Tít. II. Serie.

343.186 cd 21 ed.

A1481575

CEP-Banco de la República-Biblioteca Luis Ángel Arango

Universidad del Valle

Programa Editorial

Título: La invención de la desmemoria. El juicio político contra el general Gustavo Rojas Pinilla en el Congreso de Colombia (1958-1959)

Autores: Alberto Valencia Gutiérrez

ISBN: 9789587654554

Colección: Ciencias Sociales

Primera impresión

Rector de la Universidad del Valle: Iván Enrique Ramos Calderón

Vicerrectora de Investigaciones: Angela María Franco Calderón

Director del Programa Editorial: Francisco Ramírez Potes

© Universidad del Valle

© Alberto Valencia Gutiérrez

Diseño de carátula, diagramación y retoque de imágenes

Hugo H. Ordóñez Nievas

Corrección de estilo

Sara Galvis Ortíz

Impreso en: Artes Gráficas del Valle S.A.S.

Universidad del Valle

Ciudad Universitaria, Meléndez

A.A. 025360

Cali, Colombia

Teléfonos: 57(2) 321 2227-Telefax: 57(2) 330 8877

[email protected]

Este libro, o parte de él, no puede ser reproducido por ningún medio sin autorización escrita de la Universidad del Valle.

El contenido de esta obra corresponde al derecho de expresión del autor y no compromete el pensamiento institucional de la Universidad del Valle, ni genera responsabilidad frente a terceros. El autor es el responsable del respeto a los derechos de autor y del material contenido en la publicación (fotografias, ilustraciones, tablas, etc.), razón por la cual la Universidad no puede asumir ninguna responsabilidad en caso de omisiones o errores.

Cali, Colombia, marzo de 2015

A Daniel Pécaut, maestro y amigo.

Qué vamos a hacer entonces, señores miembros del jurado, si dentro de cien años, nuestros descendientes al estudiar la historia encuentran que después de diez años de sangría a las masas campesinas de Colombia, después de diez años de violencia desatada apocalípticamente por todos los campos, por todas las veredas, se procesa a la dictadura por un contrabando absuelto, por un problema de unos novillos cuya importancia resulta impresionantemente inferior a los doscientos mil y más campesinos que se llevó arrasadoramente la violencia…

Intervención del vocero, Doctor Daniel Valois Arce, 6 de febrero de 1959

(Senado de la República. Comisión Instructora, El Proceso contra Gustavo Rojas Pinilla ante el Congreso de Colombia, Tomo II, p. 220).

CONTENIDO

PREÁMBULO COLOMBIA EN EL CONTINENTE: AÑOS CINCUENTA

EL FRENTE NACIONAL: LA INVENCIÓN DE LA DESMEMORIA

MILITARISMO Y POPULILMO EN AMÉRICA LATINA

LA “TENTACIÓN AUTORITARIA”

LA “TENTACIÓN POPULISTA”

LASINGULARIDAD DEL CASO COLOMBIANO

CAPÍTULOI

PRESENTACIÓN

CARACTERÍSTICASGENERALES DEL JUICIO

LA VIOLENCIADE LOS AÑOS CINCUENTA

LACRISIS DE LEGITIMIDAD

ELGOBIERNO MILITAR, EL FRENTE NACIONAL Y SUS CONTRADICCIONES

LAIMPOSIBLE REALIZACIÓN DE UN JUICIO POLÍTICO

LASETAPAS DEL DESARROLLO DEL JUICIO POLÍTICO

LOSEFECTOS INESPERADOS DEL JUICIO POLÍTICO

ELJUICIO Y LA RESOLUCIÓN INSTITUCIONAL DE UNA ÉPOCA

ELPROGRAMA DE LA INVESTIGACIÓN

LABIBLIOGRAFÍA SOBRE EL GOBIERNO DE ROJAS PINILLA

LABIBLIOGRAFÍA SOBRE EL JUICIO POLÍTICO

LASFUENTES DE LA INVESTIGACIÓN

ELUSO DE LA CARICATURA

ELUSO DE LA TEORÍA

GUÍADE LECTURA Y CARÁTULA DEL LIBRO

PRIMERAPARTE

ELMARCO HISTÓRICO DEL DESARROLLO DEL JUICIO

CAPÍTULOII

LOS GOBIERNOS DE ROJAS PINILLA Y LA JUNTA MILITAR

LATOMA DEL PODER

LAVALORACIÓN DEL GOBIERNO DE ROJAS

LA “LEYENDA BLANCA” DE LA DICTADURA

LA “LUNA DE MIEL” CON LA OPINIÓN

ELCOMIENZO DELFIN

LACENSURA DE PRENSA

ELPROBLEMA DE LA VIOLENCIA

LARADICALIZACIÓN DE LAS POSICIONES

LA CAÍDA DE ROJAS PINILLA

LA JUNTA MILITAR

EL FRENTE NACIONAL Y EL ESCENARIO PARLAMENTARIO

LADESILUSIÓN CON EL FRENTE NACIONAL

CAPÍTULOIII

LATRAMA PROCESAL Y LA AMENAZA DE UNA CONSPIRACIÓN

EL TEMORAL REGRESO DE ROJAS PINILLA

ELINICIO DEL PROCESO

LAOPOSICIÓN EN LA CÁMARA DE REPRESENTANTES

LAACUSACIÓN ANTE EL SENADO

LAMANIFESTACIÓN DEL 3 DE OCTUBRE

LASESIÓN DEL SENADO DEL 6 DE OCTUBRE

ELREGRESO DE ROJAS PINILLA

LAREBELDÍA DE ROJAS PINILLA CONTRA LAS INSTITUCIONES

LA RECUSACIÓNDE LOS JUECES

LAPRESENTACIÓN DE ROJAS PINILLA ANTE SUS JUECES

ELLLAMAMIENTO A JUICIO

LOSPREÁMBULOS DE LA CONSPIRACIÓN

LACONSPIRACIÓN DEL 3 DE DICIEMBRE

ELRESULTADO FINAL DE LA CONSPIRACIÓN

ELFIN DE LOS TEMORES

ELLLAMAMIENTO A SESIONES EXTRAORDINARIAS

LOSTRÁMITES FINALES

SEGUNDAPARTE

CRÓNICADEL DESARROLLO DEL JUICIO

CAPÍTULOIV

LAGRAN PRENSA COMO PROTAGONISTA

LOSESCENARIOS DEL JUICIO

LA GRAN PRENSA

LA GRAN PRENSA Y EL FRENTE NACIONAL

LASDISPUTAS DE LA GRAN PRENSA

LA GRAN PRENSA Y LA PULCRITUD DEL JUICIO

CAPÍTULOV

LALEGITIMIDAD DEL JUICIO

LOS “ILEGALISMOS”

LASREGLAS DE JUEGO

LALEGITIMIDAD CONSTITUCIONAL DEL JUICIO

ELLEVANTAMIENTO DE LOS CARGOS

LAINDIVIDUALIZACIÓN DE LOS CARGOS

LAIDONEIDAD JURÍDICA DE LOS JUECES

ELJUICIO COMO UN PROBLEMA DE ORDEN PÚBLICO

CAPÍTULOVI

LOSCARGOS CONTRA ROJAS PINILLA

LAACUSACIÓN CONTRA EL GOBIERNO Y CONTRA LA PERSONA

ELORIGEN DE LOS CARGOS

LAPRIMERA SERIE DE ACUSACIONES DE LA COMISIÓN NACIONAL DE INSTRUCCIÓN CRIMINAL

LASEGUNDA SERIE DE ACUSACIONES DE LA COMISIÓN NACIONAL DE INSTRUCCIÓN CRIMINAL

ELPRIMER PROCESO: CONTRABANDO DE GANADO O ABUSO DE AUTORIDAD

ELSEGUNDO PROCESO: CONCUSIÓN O INDIGNIDAD POR MALA CONDUCTA

ELTERCER PROCESO: LIBERTADES ARBITRARIAS

CAPÍTULOVII

LASAUDIENCIAS EN EL SENADO

ELPREÁMBULO A LA AUDIENCIA

LAAMPLIACIÓN DEL DEBATE POR PARTE DEL ACUSADOR

LAAMPLIACIÓN DEL DEBATE POR PARTE DEL VOCERO Y DEL DEFENSOR

LAREACCIÓN DE LA PRENSA ANTE LA AMPLIACIÓN DE LOS DEBATES

LASINTERVENCIONES DE ROJAS PINILLA

LAREACCIÓN DE LA PRENSA FRENTE A LAS INTERVENCIONES DE ROJAS PINILLA

LOSESFUERZOS POR DETENER EL PROCESO

LADETENCIÓN DEL PROCESO

ELVEREDICTO

LAOPOSICIÓN EN EL SENADO

LASENTENCIA

LAREACCIÓN DE LA PRENSA ANTE LA SENTENCIA

LARESPUESTA DE ROJAS PINILLA A LA SENTENCIA

TERCERAPARTE

ELSENTIDO DE UNA ÉPOCA

CAPÍTULOVIII

LAVULGATA HISTÓRICA DE UNA ÉPOCA

LADISPUTA POR EL SENTIDO

ELIMAGINARIO POLÍTICO BIPARTIDISTA

ELIMAGINARIO POLÍTICO DE UNIÓN NACIONAL DE LA “DICTADURA”

ELIMAGINARIO POLÍTICO DE LA CONCORDIA DEL FRENTE NACIONAL

LARECONSTRUCCIÓN DE LOS VALORES POLÍTICOS

LADISPUTA ALREDEDOR DE LA PERSONALIDAD DE LAUREANO GÓMEZ

LAFIGURA DE LAUREANO GÓMEZ EN EL JUICIO POLÍTICO

ELATAQUE DE ROJAS PINILLA CONTRA LAUREANO GÓMEZ

EL 13 DE JUNIO DE 1953

EL 13 DE JUNIO DE 1953 EN LA VERSIÓN DE ROJAS PINILLA

LALEGITIMIDAD DEL GOBIERNO DE ROJAS PINILLA SEGÚN LOS ACUSADORES

EL 10 DE MAYO DE 1957

ELGOBIERNO DE LA JUNTA MILITAR

EL FRENTE NACIONAL

CAPÍTULOIX

ELJUICIO DE RESPONSABILIDADES A LA VIOLENCIA DE LOS AÑOS 1950

ELAMBIENTE DE IMPUNIDAD SELECTIVA

ROJAS PINILLA FRENTE A LA IMPUNIDAD

ELJUICIO DE RESPONSABILIDADES

ELASESINATO DE JORGE ELIÉCER GAITÁN

ELPROCESO CONTRA LA VIOLENCIA EN LA CÁMARA

LA VIOLENCIA EN LA VERSIÓN DEL VOCERO

LAVIOLENCIA EN LA VERSIÓN DEL ACUSADOR

LAVIOLENCIAEN LA VERSIÓN DE ROJAS PINILLA

UNAVERSIÓN PARANOIDE DE LOS SUCESOS

CAPÍTULO X

ELJUICIO Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA MEMORIA COLECTIVA

LOSAVATARES DE LA MEMORIA

ELPRIMER CAMPO: LA OPOSICIÓN ENTRE LIBERALES Y CONSERVADORES

ELSEGUNDO CAMPO: LA OPOSICIÓN ENTRE LA BARBARIE Y LA CONCORDIA

ELTERCER CAMPO: LAS MEMORIAS DE LA DICTADURA

LAIMAGEN DE UNA “DICTADURA ATROZ”

LAGESTA HEROICA CONTRA LA DICTADURA Y EL 10 DE MAYO

LAPERSONALIZACIÓN DEL PODER

LAFIGURA DE ROJAS PINILLA EN LA CÁMARAY EN EL SENADO

ROJAS PINILLA SEGÚN LA PRENSA

ROJAS PINILLA SEGÚN SU PROPIA VERSIÓN

UNPERSONAJE EN LUGAR DE UNA ÉPOCA

CONCLUSIONES

LASCONSECUENCIAS DEL JUICIO

ELFRACASO DEL JUICIO

LAFALLIDA ANULACIÓN POLÍTICA DE ROJAS PINILLA

LAPUESTA EN ESCENA DE TODOS LOS FACTORES DE PODER

LA “RESTAURACIÓN” DE LA DEMOCRACIA

LAFRAGMENTACIÓN DE LAS ÉLITES POLÍTICAS

LAMENTALIDAD DE LAS ÉLITES POLÍTICAS

BIBLIOGRAFÍA

AGRADECIMIENTOS

Debo agradecer a todos los que han contribuido a la realización de este trabajo, en primer lugar a los profesores Daniel Pécaut y Gilles Bataillon por su apoyo incondicional y sus valiosos consejos. Igualmente, a los demás jurados que participaron en la sustentación de este trabajo como requisito para obtener el grado de Doctor en Sociología en la École des Hautes Études en Sciences Sociales, de París: Clément Thibaud, Danilo Martuccelli, Dominique Vidal y el presidente de la sesión Patrice Gueniffey. Y a las personas que hicieron posible la traducción y la corrección del texto en francés: Elisabeth Lager, Patricia Simonson y Asher Gutkind.

En segundo lugar, a todos los amigos de la Biblioteca de la Maison des Sciences de l’Homme donde estuve trabajando durante el 2010. El 9 diciembre, día del cierre definitivo de la biblioteca del 54 Boulevard Raspail, lugar bienamado, con un poco de nostalgia, fui el último lector que abandonó la sala, motivo por el cual los funcionarios de la biblioteca me ofrecieron un pequeño regalo.

En tercer lugar, a mis colegas del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad del Valle de Cali, Colombia, por su permanente estímulo y colaboración; y a todas las personas que han participado como evaluadores del proyecto de investigación o del trabajo en todo o en parte o que han contribuido a su corrección. Y, finalmente, debo agradecer a toda mi familia y en particular a Ana Cristina, por el apoyo y los “perjuicios ocasionados”.

PREÁMBULO

COLOMBIA EN EL CONTINENTE: AÑOS CINCUENTA

ELFRENTENACIONAL:LA INVENCIÓN DE LA DESMEMORIA1

El tema de la investigación que sirve de base a este libro es el juicio político que se sigue en el Congreso de la República de Colombia, en los albores del Frente Nacional, al teniente general Gustavo Rojas Pinilla (presidente militar entre 1953 y 1957). Con este trabajo se trata de remediar una “negligencia” de la historiografía colombiana que sólo le ha dedicado unas pocas páginas a un acontecimiento que merece mayor atención, y al que se le ha negado el rango de objeto histórico legítimo con el argumento de que se trata de una “farsa sin sentido” o, simplemente, de una “teatralización inocua”, perteneciente al reino del sainete y la comedia.

Tanto los sectores vinculados con el Frente Nacional como los sectores de izquierda, (que han tenido un importante papel en la construcción de la historiografía colombiana desde los años 1960), han querido obviar la referencia y el estudio de este proceso. Los primeros, porque el juicio fue sin lugar a dudas un error estratégico de las élites políticas de la época, que para la “salud” del nuevo pacto político era mejor desconocer y olvidar; los segundos, porque el movimiento político de la Alianza Nacional Popular (ANAPO) liderado por Rojas, que tuvo su primer impulso en las sesiones del juicio, fue muy ambiguo y heteróclito en su composición política, como para buscar allí un referente de identidad para las luchas de la izquierda2.

El Frente Nacional, convenio entre liberales y conservadores para poner fin a la Violencia3 de los años 1950, puso en marcha un proceso de “invención de la desmemoria” con respecto a las atrocidades cometidas bajo el amparo de las banderas partidistas durante los años precedentes, que marca las décadas posteriores de la vida nacional. Este pacto, además de la alternación en la presidencia y la paridad en la administración pública, incluía una “amnistía implícita” y un acuerdo de “perdón y olvido” frente a cualquier tipo de actuación que comprometiera la responsabilidad de sus participantes. La “supresión” del pasado inmediato exigía la invención de una representación que permitiera dar cuenta de la época, pero sin hacer referencia a hechos o personajes incómodos que pudieran perturbar la convivencia entre los partidos, bajo la idea de que la única manera de conservar la concordia era haciendo tabula rasa de lo sucedido. La estrategia que se impone en la opinión, bajo el liderazgo de la Gran Prensa4, consiste en un proceso de selección que se lleva a cabo en cuatro aspectos de la historia reciente, con base en un procedimiento metonímico de tomar en cada caso la parte por el todo.

La única tabla de salvación

… ¿Y hay quienes quieren torpedearla?…

Por Chapete. El Tiempo, 24 de septiembre de 1958. La opinión mayoritaria de la época consideraba que el Frente Nacional, pacto de alternación y reparto del poder entre liberales y conservadores a partir de 1958, era la única solución posible e, incluso, desesperada, a la crisis social e institucional imperante.

En primer lugar, había que pasar de un fenómeno social de carácter global como era la Violencia, que comprometía tanto al Estado como a la sociedad y estaba compuesto por un conjunto diverso de elementos de tipo económico, social, político y cultural, a la forma particular de gobierno (la dictadura) que predomina en este momento. En segundo lugar, como el período dictatorial había comenzado realmente en el momento en que el presidente Ospina Pérez cierra el Congreso el 9 de noviembre de 1949 e instaura el estado de sitio; y había encontrado continuidad en los gobiernos de Laureano Gómez y Roberto Urdaneta Arbeláez (1950-1953), en el del propio Rojas (1953-1957) y en la Junta Militar que lo sucede (1957-1958), había que optar por “una de las dictaduras” y convertirla en una “dictadura atroz”. Así, los acusadores llevan a cabo un trabajo de disección muy preciso en este período: se escogen los años 1953-1957 como el momento privilegiado de la interrupción de la institucionalidad, de la arbitrariedad y de la ruptura con la legalidad; con exclusión de lo sucedido antes y después. En tercer lugar, había que escoger una persona (no un grupo o un sector de un partido político), que presentara todas las ventajas del caso para convertirlo en tirano y hacer recaer sobre él la culpa colectiva, Y finalmente, había que definir unos cargos que se refirieran a unos asuntos menores (contrabando de ganado, tráfico de influencias, libertad de unos presos) y no a los grandes y verdaderos problemas de su Gobierno, que además permitieran excluir de la responsabilidad a sus colaboradores cercanos (ministros, altos mandos militares y demás), a sus apoyos políticos en las élites y, sobre todo, a los funcionarios de otros gobiernos.

Dejando de lado la discusión acerca de las dotes de estadista de Rojas Pinilla, sus cualidades morales o los excesos de su Gobierno, que siempre serán objeto de controversia5, el hecho cierto es que el General fue el elegido para condensar en su figura la representación de una época, por las condiciones extremadamente favorables que ofrecía para desempeñar este papel. El anuncio inesperado del regreso de su autoexilio en España, después de su salida el 10 de mayo de 1957, representa la ocasión propicia para que se organice un juicio político en su contra, concebido inicialmente como una forma de anular políticamente su figura, pero que constituye el punto de partida para convertirlo en el responsable único de lo sucedido. Si se hubiera querido llevar a cabo efectivamente un enjuiciamiento de la Violencia o establecer una “comisión de la verdad” que identificara y sancionara a sus responsables (impensable en ese momento), habría sido necesario considerar un período significativamente más largo, que incluyera los gobiernos que se suceden desde 1946, y una lista de protagonistas más amplia, muchos de ellos con compromisos y responsabilidades en los hechos violentos muy superiores a los del general Rojas, como es el caso de Laureano Gómez, entre otros igualmente significativos.

De esta manera se construye la representación de los años 1950 como el momento de una “dictadura atroz” (aun contra las evidencias en contrario que señalan la existencia de una “dictablanda”6), que va a servir de “recuerdo encubridor” de los sucesos y de las responsabilidades en las exacciones de ese momento7. Para dar nombre a aquellos años, ya no se habla entonces de la “época de la Violencia” sino de la “época de la dictadura”. Los “atropellos de la dictadura”, a cuya cabeza se encuentra un “tirano” a la altura de los peores dictadores latinoamericanos de la época como Trujillo en República Dominicana, Somoza en Nicaragua o Batista en Cuba (para sólo citar tres casos), relegan a un plano secundario las sevicias y el horror de los crímenes cometidos en el marco del enfrentamiento entre los liberales y los conservadores; y la trama compleja de las circunstancias del período. No hay otros implicados ni otras responsabilidades. Más aún, lo sucedido durante el gobierno de Laureano Gómez, el período más álgido de la Violencia (1950-1953), se eclipsa frente a la inmensa cantidad de arbitrariedades que se atribuyen al gobierno de Rojas Pinilla. Este tipo de representación, que constituye el fundamento de la memoria de los años 1950 que ha predominado en el discurso político oficial y se ha impuesto a través de la prensa, se ha convertido en un obstáculo que impide la comprensión de lo que ocurrió efectivamente en ese momento, su elaboración y su integración en la trama de una historia con sentido, y ha contribuido enormemente a “volver ininteligible para las nuevas generaciones lo que estaba en juego en la Violencia”8.

La “leyenda negra de las dictadura”, a pesar de la extrema simplificación con que se ha elaborado, presenta condiciones favorables para imponerse sobre la representación de la Violencia de los años 1950, que aparece como la irrupción de una barbarie que escapa a la temporalidad, en la que no hay protagonistas definidos ni responsables concretos. En la memoria de la dictadura, por el contrario, hay un culpable que se puede identificar (el general Rojas Pinilla), una periodización precisa que se puede establecer (13 de junio de 1953 a 10 de mayo de 1957), unos adversarios definidos y con nombre propio (la Tercera Fuerza, el Frente Civil, el “escuadrón suicida”). La dictadura es presentada como un caso particular de una situación que rige al mismo tiempo en otros países de América Latina y su terminación es considerada como la liberación de una situación excepcional, sin precedentes, y sin posibilidades de repetición en el futuro, una vez asimilada la lección de lo que no debe ocurrir; además, permite establecer claramente la discontinuidad entre un antes y un después, sirve como referencia para dar legitimidad al pacto político del Frente Nacional y, sobre todo, favorece la liberación de la carga de responsabilidad que proviene de ese pasado inmediato. Dicho en los términos del lingüista Tzvetan Todorov, la “memoria literal” de la Violencia de los años cincuenta habría sido sustituida por una supuesta “memoria ejemplar” de la dictadura9, que en estricto sentido no lo es tampoco, porque es un simple “recuerdo encubridor” de un período siniestro.

Instituciones democráticas 1949

Los muertos que vos matáis…

Por Merino. La Calle, 25 de julio de 1959. El 9 de noviembre de 1949, durante el gobierno de Mariano Ospina Pérez (el personaje que aparece en la caricatura) se establece el estado de sitio y se cierra el Congreso de la República. Allí se inaugura una crisis institucional cuya culminación habría sido la inauguración del Frente Nacional. (Nota. Como las caricaturas del periódico La Calle no aparecen con título, lo agregamos aquí).

Este proceso de sustitución y encubrimiento de la Violencia por la dictadura ha sido claramente impulsado por la Gran Prensa bajo el liderazgo del periódico El Tiempo, el principal periódico nacional de la época, y constituye uno de los trabajos más importantes que el Frente Nacional ha llevado a cabo para ocultar y privar de sentido al enfrentamiento partidista de los años 1950, para cuya solución se elaboró el pacto. En el mes de mayo de 2007 se celebraron los cincuenta años de la caída del régimen militar y los periódicos nacionales reprodujeron intacta la leyenda. El editorial de El Tiempo considera “que los casi cuatro años en los que Rojas Pinilla gobernó al país” constituyen “una de las etapas de mayor frustración en la historia contemporánea de Colombia”, marcada por grandes errores políticos y por las “arbitrariedades de la dictadura”. Estas últimas explicarían por qué los líderes políticos liberales y conservadores, con Alberto Lleras Camargo y Laureano Gómez a la cabeza, se unieron para luchar contra el régimen militar y fundar el Frente Nacional. Y esas arbitrariedades explicarían también por qué el espíritu bipartidista logró prolongarse a pesar de la confrontación entre los partidos y por qué nunca ha sido posible otra “dictadura militar como la que terminó hace cincuenta años”. En otros términos, el acontecimiento que marca la interrupción de la institucionalidad en la historia política contemporánea de Colombia sería la dictadura de Rojas y no la violencia que vivió el país durante aquellos años10.

La finalidad de este trabajo consiste en remover el obstáculo que representa la referencia exclusiva y absoluta a la dictadura de Rojas Pinilla, para pensar y elaborar el sentido de la Violencia, tomando como objeto de análisis el juicio contra un gobernante en quien se pretende condensar el origen de todo. En primer lugar, la idea es presentar una narración de lo sucedido durante el proceso jurídico en los tres escenarios en que se desarrolla: el recinto del Congreso, la Gran Prensa y las calles; y reconstruir en forma de crónica, extensa y exhaustiva, los debates en el parlamento y en la prensa, en los propios términos en que se presentan, para que el lector pueda revivirlos, como una película reconstruye las condiciones de una época pretérita pero, en nuestro caso, con medios lingüísticos y gráficos (la caricatura). Esta descripción permite apreciar la forma como los propios actores construyen una “vulgata histórica” de los acontecimientos en el momento mismo en que se presentan, diferente a la versión que con otros procedimientos elaboran la historia o la sociología a posteriori.

En segundo lugar, se trata de interpretar la manera como el juicio se desarrolla en el marco de las condiciones creadas por la Violencia de los años 1950 y por la crisis de legitimidad de las instituciones que se presenta desde 1949, un momento crucial de la historia colombiana de la segunda mitad del siglo XX. Las élites políticas, después del fracaso de la fórmula de apelar a los militares para solucionar una grave situación, social e institucional, están tratando de encontrar, a través del Frente Nacional, una segunda salida. La presencia de Rojas Pinilla en el país representaba un obstáculo para el éxito del pacto político, por el temor de que pudiera conservar apoyos entre los militares o en los sectores populares, pero también la posibilidad de dar legitimidad al nuevo régimen, que se presenta ahora como la expresión suprema de la “civilización” contra la “barbarie” de la dictadura.

En tercer lugar, se trata de mostrar que el estudio del juicio puede aportar elementos para entender como “se resuelve” de manera formal o informal, institucional o no, la época conocida como la Violencia de los años 1950. El proceso contra Rojas Pinilla, en contravía con las intenciones de sus promotores, es un espacio en el cual se despliega una disputa alrededor de los grandes temas que están en juego en la política del momento y se abre la discusión sobre el sentido de la vida colombiana reciente y las responsabilidades por lo sucedido en los años anteriores, así éstas se redujeran a las recriminaciones mutuas entre liberales y conservadores. Los materiales del juicio permiten, además, entender la manera como se comienzan a construir a partir de ese momento las diversas modalidades de la memoria colectiva de aquella época.

El análisis del juicio político contra Rojas Pinilla constituye igualmente un excelente laboratorio para observar, en un momento privilegiado de la historia colombiana reciente como es el paso de la Violencia al Frente Nacional, la situación política del país y el conjunto de los factores de poder en juego: la composición, la fragmentación y la mentalidad de las élites de la época; las formas de legitimación del Frente Nacional, el tipo de concepción de la democracia, el poder y la división social que predomina en el ambiente; el funcionamiento del régimen político; el significado de lo jurídico en los debates públicos; el papel secundario de los militares con respecto al manejo del Estado; la anulación de las alternativas políticas diferentes a los partidos tradicionales; la manera como se entiende el orden en contraste con la violencia; pero, sobre todo, la singularidad del caso colombiano en el conjunto de los países de América Latina de la época, como veremos a continuación.

MILITARISMO Y POPULISMO ENAMÉRICALATINA

Los años 1958-1959, momento en que se lleva a cabo el juicio político contra el general Rojas Pinilla en el Congreso de la República, hacen parte de ese pequeño período de cerca de diez años comprendido entre 1955 y 1964, que separa la primera ola de las dictaduras latinoamericanas del siglo XX y el comienzo de las dictaduras de la segunda mitad del siglo o, en un sentido más amplio, el final de lo que Samuel Huntington llama la “segunda ola” de democratización (1945-1965)11.

A finales de los años 1950, con el ocaso de los regímenes militares y populistas de las décadas anteriores, esta parte del continente vive la ilusión de la llegada de una nueva era. La impresión es que parecía estar cerrándose el ciclo de gobiernos autoritarios inaugurado en las primeras décadas del siglo XIX posteriores a la Independencia12 y la democracia liberal, a pesar de estar dando apenas sus primeros pasos, había llegado “para quedarse”, con la instauración de regímenes constitucionales estables13. Más aún, en algunos países los militares habían estado dispuestos a aceptar las transformaciones y a asumir las restricciones a su poder tradicional; y se habían convertido en garantía para la realización de elecciones libres y para la entrega del poder a un presidente civil libremente elegido14. Todo ello en el marco de la segunda posguerra y contra la oposición del gobierno de los Estados Unidos, que en algunos casos se ponía del lado de los dictadores y de las fuerzas locales de apoyo15.

El otro caído

Gurropín: ¿Tú también, Marcos?…

El Tiempo, 31 de diciembre de 1958. Referencia implícita a Julio César, una obra de Shakespeare en la que aparece el protagonista diciéndole a su discípulo amado: “Tú también, Bruto, hijo mío”, para referirse al hecho de que también éste hacia parte del grupo de los que lo estaban traicionando. El interlocutor en este caso es Marcos Pérez Jiménez, el ex dictador venezolano derrocado en enero de 1958. Gurropín es el acrónimo de Gustavo Rojas Pinilla.

Desde el año 1955 varios países de la región cambian sus gobiernos, de orientación autoritaria o populista, para dar paso a regímenes constitucionales de nuevo tipo, cinco de ellos en América del Sur y uno en el Caribe. En Argentina, el general Juan Domingo Perón es derrocado por un golpe militar el 23 de septiembre de 1955 y el nuevo gobierno, después de un período de gran inestabilidad política, termina finalmente por llamar a elecciones el 23 de febrero de 1958, que dan como ganador a Arturo Frondizi16. En Brasil, después del suicidio de Getulio Vargas el 24 de agosto de 1954, se inaugura un período de democratización con el gobierno de Juscelino Kubitschek17. En Perú, aún tratándose de una dictadura militar relativamente suave, es derrocado Manuel Odría y reemplazado por el gobierno constitucional de Manuel Prado Ugarteche18. En Venezuela, un país sin tradiciones constitucionales fuertes y con poca experiencia en prácticas democráticas, es depuesto por un movimiento cívico militar el 23 de enero de 1958 Marcos Pérez Jiménez, en el poder desde el 2 de diciembre de 1952, y obligado a salir del país; el Pacto de Punto Fijo entre los principales partidos políticos del momento llevan a la presidencia por vía constitucional a Rómulo Betancur, once meses después de la revolución contra la dictadura19. En América del Sur sólo sigue vigente la dictadura de Alfredo Stroessner en Paraguay, que por su larga duración (1954-1989) escapa a cualquier tipo de periodización.

En América Central y las Antillas tenemos el caso de la caída de Fulgencio Batista en Cuba y la organización, con inmenso apoyo popular, del nuevo gobierno revolucionario de Fidel Castro a partir del 1 de enero de 1959, que despierta al principio muchas expectativas. En Nicaragua, el general Anastasio Somoza fue asesinado en septiembre de 1956 y fue reemplazado por su hijo, que se vio obligado a introducir medidas de alivio. En República Dominicana aún se encuentra en el poder Rafael Leónidas Trujillo Molina, quien es asesinado en 1961. El panorama parece, pues, estar cambiando en favor de la democracia liberal20. Sin embargo, la “ilusión democrática” dura poco tiempo. El golpe militar que se produce en Brasil el 31 de marzo de 1964 cierra esta coyuntura de apertura a la democracia en el continente y abre la vía a un nuevo ciclo de dictaduras militares, que se mantienen en el poder hasta finales de los años 1980.

En este contexto de caída de las dictaduras militares, y de reemplazo de los regímenes populistas, Rojas Pinilla abandona el poder el 10 de mayo de 1957 y es sustituido por una Junta Militar que entrega sin traumatismos ni sobresaltos el gobierno a los civiles el 7 de agosto de 1958. Su gobierno, sin que en ningún momento logre efectivamente consolidarse, se construye en el marco de la oscilación entre una “tentación autoritaria” y una “tentación populista” y, guardadas las proporciones, es la versión colombiana de lo que ocurre en América Latina en ese momento. La inspiración en ambos sentidos se encuentra sin lugar a dudas en otros regímenes de la época como es el caso de Getulio Vargas en Brasil, de Juan Domingo Perón en Argentina, de Marcos Pérez Jiménez en Venezuela y de Manuel Odría en Perú, con los que guarda algunas similitudes. El Frente Nacional, que pretende poner fin a la dictadura militar, es la forma peculiar de construir en Colombia una “apertura a la democracia”.

LA“TENTACIÓN AUTORITARIA”

Colombia no presenta en su historia un inventario muy extenso de dictaduras militares o civiles con apoyo militar. Desde 1830 hasta el 7 de agosto de 1958 sólo hubo seis golpes de Estado. Los dos primeros constituyen golpes de corte clásico, de militares que se toman el poder a la fuerza y rápidamente se ven obligados a devolverlo: el primero, provocado por el general venezolano Rafael Urdaneta el 5 de septiembre de 1830, sólo duró ocho meses hasta que se pactó su abandono del poder; el segundo, impulsado por el general José María Melo el 17 de abril de 1854, sólo logró sostenerse siete meses y dieciocho días, hasta que fue derrotado en la guerra civil que su llegada al poder había suscitado. Los dos siguientes fueron protagonizados por generales que hacen el tránsito a una legitimidad constitucional. El 18 de julio de 1861 el general Tomás Cipriano de Mosquera, a su llegada a Bogotá proveniente del Cauca como triunfador de la guerra civil, se toma el poder que se encontraba vacante (a cargo del procurador Bartolomé Calvo por terminación del período constitucional del anterior presidente Mariano Ospina Rodríguez), pero rápidamente convoca la convención de Rionegro de 1863 que lo elige Presidente constitucional de los Estados Unidos de Colombia desde el 14 de mayo hasta el 1 de abril de 1864. Posteriormente el mismo general Mosquera asume el poder por la vía legal el 20 de mayo de 1866 pero el 23 de mayo de 1867 es derrocado por un golpe promovido por un grupo de conspiradores con apoyo de algunos oficiales del Ejército y el poder es asumido por el general Santos Acosta, quien entrega el mando el 1 de noviembre de 1868 al general Santos Gutiérrez, elegido constitucionalmente.

El quinto es un golpe civil promovido por el vicepresidente José Manuel Marroquín el 31 de julio de 1900 contra su superior jerárquico del mismo partido, el presidente titular Manuel Antonio Sanclemente quien, por motivos de enfermedad, había prácticamente abandonado sus funciones y se había retirado a su casa de campo en tierra caliente en el municipio de Villeta21. El último es el gobierno de Rojas Pinilla y de la Junta Militar que lo sucedió, para un total de cinco años y tres meses. Para establecer el contraste recordemos que Venezuela, durante el mismo período de 128 años que va de 1830 a 1958, momento de la caída del dictador Pérez Jiménez y de inicio del llamado Pacto de Punto Fijo (que dio lugar a una secuencia de gobiernos elegidos en las urnas que aún perdura), sólo tuvo cinco presidentes civiles para un total de siete años y medio de mandato civil22.

Las relaciones con la Iglesia

Por Chapete. El Tiempo, 28 de septiembre de 1958. La caricatura alude probablemente al hecho de que la Iglesia de la Porciúncula de Bogotá fue atacada por la policía con gases lacrimógenos el 5 de mayo de 1957, pocos días antes de la salida de Rojas Pinilla del poder.

El gobierno de Rojas Pinilla es efectivamente una dictadura en el sentido en que durante todo el período se concentra el poder en una sola persona y se suspenden los mecanismos propios de un régimen democrático: el General no llega al poder como resultado de un proceso de elección popular y su legitimidad, otorgada por una Asamblea Nacional Constituyente que hacía las veces de órgano legislativo sustituto, es precaria dado el carácter inconstitucional de este organismo y el hecho de que sus deliberaciones eran controladas por el Presidente. El Congreso no funciona y los mecanismos propios del equilibrio de los poderes públicos se encuentran seriamente alterados: Rojas cierra la Corte Suprema de Justicia a comienzos de su mandato y conforma una nueva con amigos del Gobierno. Pero, sobre todo, durante su período se anula el libre juego de la política ya que los partidos no pueden reunirse por su propia iniciativa ni hacer proselitismo entre sus partidarios.

Sin embargo, existen elementos que impiden clasificar este régimen como una dictadura militar extrema. No se trata de un gobierno militar que haya impuesto sus propios intereses en nombre de un grupo particular sino, por el contrario, de un gobierno militar bajo tutela civil. El General llega al poder promovido por la gran mayoría de las élites políticas civiles del momento con el mandato transitorio de restaurar el orden en medio de una situación anómica generalizada, resultado de la violencia imperante, y devolver el poder en un lapso que no debía sobrepasar el 7 de agosto de 1958. El gabinete ministerial estaba conformado en su gran mayoría por personal civil perteneciente al sector del Partido Conservador del cual se reclamaba su Gobierno (diez civiles y tres militares). Los sectores liberales que lo habían apoyado inicialmente le retiran el sustento a los dieciocho meses pero el grupo conservador en que se sustentaba mantiene su fidelidad casi hasta el final.

El gobierno de Rojas no es tampoco una dictadura que se apoye en el uso masivo de la violencia o de la represión generalizada. Existen presos políticos pero no en la magnitud que sus opositores quieren presentarlo23 o, al menos, en proporciones muy inferiores a las demás dictaduras militares del continente. En los acontecimientos dramáticos de la época por los que se le acusa (la muerte de los estudiantes el 8 y 9 de junio de 1954, la masacre de la Plaza de Toros el 4 de febrero de 1955, la explosión de camiones en Cali el 7 de agosto de 1956) difícilmente se puede sustentar una responsabilidad directa de su parte, aunque si de sus subordinados. Frente al gobierno de Laureano Gómez, el gobierno de Rojas Pinilla representa un alivio con respecto a la violencia imperante y a la represión ejercida por el Estado durante los cuatro años anteriores: gracias a los procesos de pacificación y de negociación con los grupos alzados en armas la magnitud de la violencia desciende significativamente.

Las grandes manifestaciones autoritarias del gobierno de Rojas Pinilla se deben sobre todo a la inclusión de sus acciones en el contexto de la Guerra Fría. A pesar de algunas diferencias con el gobierno de los Estados Unidos, motivadas en algunos casos por la persecución a los protestantes, Rojas mantiene una lucha frontal contra el comunismo, lo cual explica muchos de sus comportamientos. La Asamblea Nacional constituyente de 1954 prohíbe por primera vez en Colombia el comunismo con pena de cárcel. Después del exitoso proceso de amnistía de los primeros meses, el gobierno de Rojas se lanza desde finales de 1954 en una arremetida contra las poblaciones de Villarrica y Cunday, y otros puntos de la región de Sumapaz, bajo la justificación de que allí se encontraban focos comunistas todavía activos, conformados por guerrilleros que no se habían acogido a la amnistía de 195324. La agresión es tan brutal que suscita la protesta de la Dirección Nacional Liberal.

No obstante, la “tentación autoritaria” no logra consolidar un régimen basado en la fuerza. El General, ante el asombro de sus propios contradictores, decide abandonar el poder cuando se da cuenta de que ha perdido sus últimos apoyos en las élites civiles y en la Iglesia católica, en un momento en que hubiera podido imponerse por las armas y convertir su gobierno en una verdadera dictadura sangrienta. En este sentido guarda similitud con Manuel Odría en Perú, quien decide en un momento dado llamar a elecciones y acepta incluso el fracaso electoral de su candidato preferido25.

LA“TENTACIÓN POPULISTA”

Colombia tampoco presenta en su historia la existencia de gobiernos populistas, a pesar de que los componentes populistas si han estado presentes en movimientos políticos de primera magnitud. Los más notables, anteriores a Rojas Pinilla, son el de Jorge Eliécer Gaitán de los años 1940 y, con algunos matices, el “populismo conservador” de Laureano Gómez de la misma época. Aunque en este país se presentan algunos de los factores que hicieron posible el populismo en otros países de América Latina (desigualdad en la repartición del ingreso, concentración de la propiedad agraria, desplazamientos de población del campo a la ciudad, desprestigio de las élites políticas tradicionales, entre otros26) también se presentan factores que fueron obstáculos para su desarrollo, como podemos observar en el caso que nos ocupa.

El gobierno de Rojas se funda en una “tentación populista”, inspirada en lo que ocurre en otros países del continente, pero no logra finalmente realizar sus aspiraciones en este sentido: la construcción de un aparato de Estado, con rentas fiscales propias y con autonomía de gasto con respecto a los grupos de poder para financiar un proyecto político propio, y la creación de una nueva forma de unidad nacional por encima de los partidos históricos, Liberal y Conservador, que hasta ese momento habían sido los principales baluartes de la cohesión social. Sobre esta base el Gobierno funda su legitimidad en una apelación al pueblo en alianza con las Fuerzas Armadas, en contra de las oligarquías. Las Fuerzas Armadas, como entidad que debía encarnar a la nación, son llamadas por primera vez en la historia de Colombia a servir de fundamento a una representación política de la unidad nacional por encima de los partidos.

El gobierno de Rojas Pinilla retoma de alguna manera la invitación al pueblo para que se convierta en actor político, que había sido planteada en la década anterior por Jorge Eliécer Gaitán. Conservadores, socialistas, liberales, sindicalistas pero, sobre todo, antiguos gaitanistas, ven en el General la posibilidad de llevar a la práctica la política de Gaitán. Los sectores políticos que apoyan a Rojas son diversos, comenzando por su Ministro de Gobierno, que es un conservador de orientación franquista. Sin embargo, el rescate del pueblo se convierte en el carrefour en el que confluyen los lenguajes de las más diversas agrupaciones.

Cuando Rojas Pinilla se decide a lanzar su movimiento de la llamada Tercera Fuerza el 13 de junio de 1956, el periódico Jornada, vocero de los grupos gaitanistas, le ofrece su apoyo. En la edición de ese día aparecen mensajes de saludo de artistas, músicos, vendedores de lotería, lustrabotas, barberos, transportadores, trabajadores de compañías, vendedores de dulces, chóferes, fabricantes de pólvora, es decir, el mismo pueblo de Gaitán. El hecho de que un presidente conservador encuentre apoyo entre los sectores gaitanistas se debe precisamente al hecho de que Gaitán había penetrado con su ideología los sectores conservadores. En la leyenda popular que se construye después de su muerte, Rojas aparece como uno de los grandes líderes populares al lado de la legendaria figura de Jorge Eliécer Gaitán.

Sensibilidad del régimen dictatorial

Por Chapete. El Tiempo, 28 de septiembre de 1958. La Secretaría de Asistencia Social y Protección Infantil (SENDAS) era la entidad modelo de la asistencia social a los más pobres durante el gobierno de Rojas Pinilla. Una de las principales acusaciones que se le hace es que importaba juguetes de Alemania para los niños pobres, que en lugar de llegar a su destino, eran vendidos. En algún momento la defensa de Rojas Pinilla sugiere que se trataba de un negocio para sostener el sistema, ya que con el producto de esa venta se compraban juguetes nacionales, que se repartían debidamente.

Rojas Pinilla recibe también el apoyo de intelectuales vinculados con el gaitanismo, entre los cuales se destaca Antonio García, uno de los principales intelectuales del siglo XX en Colombia, redactor de muchos de los programas y plataformas de Gaitán y asesor de varios gobiernos populistas en América Latina. Cuando Rojas está a punto de abandonar el poder, éste le presenta un memorando de ocho puntos de ejecución inmediata que a su juicio le permitirían permanecer en su posición. García proponía una revolución socialista (no marxista) construida desde arriba y en eso coincidía con la idea de Rojas de un gobierno con una autonomía por encima de los partidos.

Desde el punto de vista del populismo el gobierno de Rojas Pinilla tiene una inspiración muy fuerte en el peronismo argentino, al menos en dos aspectos. En primer lugar, intenta conformar una relación orgánica entre los sindicatos y el Estado. Las élites políticas habían mantenido el dominio sobre buena parte de los sectores obreros a través de unos sindicatos vinculados con los partidos Liberal y Conservador, uno de ellos estrechamente vinculado con la Iglesia católica. Rojas Pinilla intenta disputarles este dominio a través de la conformación de la Confederación Nacional de Trabajadores (CNT), independiente de las confederaciones patronales, en estrecho vínculo con el Gobierno y por fuera de la influencia de los partidos políticos. En segundo lugar, Rojas Pinilla intenta establecer un vínculo asistencialista entre el Estado y los sectores populares, a través de la creación de una fundación, la Secretaría de Asistencia Social y Protección Infantil (SENDAS), bajo la inspiración de la Fundación Eva Perón en Argentina, y manejada por la familia del Presidente a través de su hija María Eugenia. El impulso de una política social le permite ganar el apoyo de las capas populares y satisfacer demandas provenientes de los sectores militares.

La Segunda República

Si no operamos se nos va…

Por Merino. La Calle, agosto de 1958. La denominación de Segunda República se da al Frente Nacional que cierra la crisis institucional iniciada en 1949. Se recoge así la tradición francesa que identifica con el nombre de “República” diferentes períodos de su historia posterior a la Revolución (hoy en día Francia se encuentra en la V República). En la caricatura se reconoce el rostro de Carlos Lleras Restrepo.

El modelo del fascismo europeo de las décadas anteriores, sobre todo de Mussolini en Italia, inspira muchos de los rasgos del gobierno de Rojas Pinilla, como ocurre en otros países de América Latina. Las grandes manifestaciones del Duce sirven de inspiración para la inauguración de la llamada Tercera Fuerza el 13 de junio de 1956 en el estadio El Campín de Bogotá. Además, intenta crear un partido político que represente el interés directo del grupo que monopoliza el aparato del Estado y una ideología, basada en Cristo y Bolívar, que sirva de legitimación al ejercicio del poder. Igualmente, se pone en marcha un complejo sistema de propaganda basada en las modernas tecnologías de los medios de comunicación, que no tenía antecedentes en Colombia, cuyo correlato es la persecución a la prensa que pretendiera constituirse por fuera de las directrices gubernamentales. Pero, sobre todo, se establece el culto a la figura de un dictador con la distribución de imágenes y fotografías del Presidente por todo el país convertido en “Jefe Supremo”. La propuesta política consiste en que el poder se identifique con las características personales de un sujeto llamado Gustavo Rojas Pinilla y no aparezca como un “lugar vacío”, abstracto e impersonal, como es propio de una democracia27.

Sin embargo, hay que considerar que, al igual que las pretensiones militaristas, las pretensiones populistas del gobierno de Rojas Pinilla terminan finalmente en un fracaso, que obliga al General a abandonar el poder. El Gobierno presenta algunos logros en la construcción de obras públicas y de infraestructura pero no tiene éxito como proyecto político porque no puede realizar las grandes promesas con las que se había comprometido. Este resultado se debe no sólo a las torpezas políticas del General y de su equipo, sino sobre todo a tres factores: en primer lugar, la enorme resistencia que representa el arraigo y la inercia histórica de los partidos políticos tradicionales, como subculturas familiares y regionales, y la subordinación de los sectores populares a la lógica bipartidista; en segundo lugar, la mentalidad de las élites poco dadas a aceptar una concentración del poder en el Estado, que rompa con el modelo liberal de gestión de la economía y con la existencia de múltiples formas de dominación patrimonial y de regulación privada de las relaciones sociales; y en tercer lugar, la ausencia de una simbología de unión nacional y de un Estado fuerte y autónomo frente a las élites económicas y políticas28.

LA SINGULARIDAD DEL CASO COLOMBIANO

La caída de Rojas Pinilla representa un gran éxito para las élites políticas del momento, pues logran reinstaurar su forma de dominación oligárquica y su modelo liberal de gestión de la economía. La Junta Militar, que reemplaza a Rojas Pinilla, se pliega desde el primer momento de su llegada al poder a sus exigencias. El Frente Nacional, elitista y excluyente de los sectores populares, en cuyo nombre se lleva a cabo el juzgamiento a Rojas Pinilla, es un pacto de carácter oligárquico, totalmente opuesto a lo que representa un gobierno populista que intente “meterle pueblo” a la democracia.

El juicio político contra Rojas Pinilla, aunque inicialmente no figuraba en la agenda política del Frente Nacional, se convierte en una especie de ritual orientado a cerrar definitivamente las posibilidades del militarismo y del populismo como alternativas políticas en Colombia y para consolidar una vez más la opción oligárquica. La degradación del General a través de un proceso por mala conducta, y la crítica implacable a su Gobierno liderada por la Gran Prensa, haciendo abstracción de lo ocurrido en el Gobierno anterior de Laureano Gómez, es la estrategia utilizada para impedir la conformación de cualquier tipo de movimiento alrededor de su nombre y para ratificar la anulación de los militares como alternativa de poder y su incapacidad para asumir tareas de gobierno. El enjuiciamiento a la dictadura militar ratifica y pretende enterrar para siempre las aspiraciones en favor de un Estado fuerte y autónomo frente a los sectores económicos y políticos; y de una sociedad civil consolidada e independiente de la división partidista, cualquiera que sea el líder o el grupo que pretenda asumir esta tarea.

Los resultados corroboran las intenciones políticas. Durante las décadas posteriores los militares nunca lograron convertirse en alternativa de poder. El llamado “ruido de sables” se presenta en varios momentos, algunos de los cuales coinciden incluso con las grandes dictaduras de los años 1970 en Argentina, Chile o Brasil, pero en ningún momento logran acceder al control del Estado. Su máximo logro en términos de manejo del Estado se produce durante el período del presidente Julio César Turbay Ayala (1978-1982), cuando logran plena autonomía en el manejo del orden público.

El populismo tampoco logra acceder al poder en las décadas siguientes pero sí se conforma un movimiento populista de grandes repercusiones durante los años 1960 que tiene su origen precisamente en el juicio político que se le sigue a Rojas Pinilla en el Congreso. Como está ampliamente ilustrado en esta investigación, el juicio político se escapa rápidamente de las manos de sus promotores y comienza a producir efectos inesperados, hasta el punto de que las élites se ven en la necesidad de darlo por terminado de la manera más expedita posible; sin embargo, para el general Rojas Pinilla se convierte en una plataforma de lanzamiento de su nombre como uno de los principales caudillos populares de los años 1960 en América Latina. A comienzos de esta década se funda la Alianza Nacional Popular, mejor conocida como la ANAPO, un movimiento de carácter populista que termina finalmente por presentar el nombre del General a las elecciones de 1970, en las que es derrotado por el candidato del Frente Nacional con base en un fraude comprobado. Este resultado termina por enterrar definitivamente el fantasma del populismo de la vida política colombiana.

¿En qué consiste, entonces, la peculiaridad colombiana con respecto a los demás países de América Latina? Ante la inexistencia de dictaduras militares fuertes, y ante la precariedad de los movimientos populistas, la especificidad del caso colombiano proviene del hecho de que se combinan al mismo tiempo elementos propios de la democracia liberal con elevados niveles de violencia y conflicto. Colombia es un país que no puede ser interpretado en la secuencia temporal de “democracia-dictadura-democracia” (como es el caso de Chile), “populismo-dictadura militar” (como es el caso de Argentina) o gobiernos militares de carácter populista (como es el caso de Brasil). Los ciclos de violencia no se corresponden con interrupciones de la secuencia institucional del país, como ocurre por ejemplo cuando se produce en un país una dictadura militar, sino que se integran al entramado institucional y no ponen necesariamente en cuestión su estabilidad o su continuidad. En síntesis, pues, se trata de una peculiar combinación simultánea de orden y violencia, conflicto y estabilidad institucional.

La sinfonía del regreso

Pérez Jiménez: –Ala, Gurropín, a mí como a ti, tampoco me sonó la flauta. Eso quiere decir, mi querido Marcos, que nosotros ya no ‘soplamos’…

Por Chapete. El Tiempo, 9 de septiembre de 1958. Marcos Pérez Jiménez, el dictador venezolano, sale exiliado para Santo Domingo el 23 de enero de 1958. Es otro de los dictadores que caen en el mismo momento en que Rojas Pinilla abandona el poder.

Tenemos muchos estudios que nos permiten comprender en que han consistido las múltiples formas de violencia que ha padecido Colombia desde 1946. Sin embargo, el balance es mucho más precario cuando nos fijamos en los estudios sobre las formas que ha asumido el orden. Como hemos dicho, el orden hace referencia en primer lugar al hecho de que en Colombia existen y funcionan los mecanismos propios de la democracia liberal clásica: las elecciones nunca se interrumpen, el equilibrio entre los poderes públicos se mantiene, el Congreso hace las leyes y fiscaliza la acción gubernamental, los militares aceptan el papel que la Constitución les asigna, el régimen constitucional presenta una gran estabilidad29.

Pero ese orden, en el momento en que se desarrolla el juicio político contra Rojas Pinilla, también se encuentra relacionado con la existencia de un régimen oligárquico altamente consolidado alrededor de los dos partidos políticos tradicionales, Liberal y Conservador, que hizo posible la construcción y la continuidad del Frente Nacional durante más de 16 años; con la enorme importancia que tiene el Derecho y las discusiones jurídicas dentro de la mentalidad de las élites; con la negación sistemática del conflicto como elemento constitutivo de las relaciones sociales que conduce a convertir el problema del orden social en un problema de orden público; y con el inmenso temor que las élites políticas manifiestan frente a la posibilidad de irrupción de los sectores populares (las “clases peligrosas”) en la política.

El análisis del juicio político contra Rojas Pinilla que presento en este libro ha sido aprovechado precisamente para ilustrar los diferentes componentes del orden que las élites políticas del momento pretendían impulsar y que, junto con la violencia, nos permiten entender la peculiaridad de Colombia en el concierto de los países de América Latina. Todo esto está profusamente ilustrado en el texto y por consiguiente me abstengo de entrar en más detalles.

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1 Debo agradecer al profesor Danilo Martuccelli de la Universidad París V (miembro del jurado en la sesión en que se presentó esta investigación para la obtención del Doctorado en sociología en la École des Hautes Études de París), la sugerencia de esta expresión como título de este libro. Según la definición del Diccionario de uso del español de María Moliner, uno de los significados de esta palabra es “falta de conciencia del pasado histórico”, que corresponde precisamente a la idea que se quiere desarrollar con el análisis del juicio político contra Rojas Pinilla: la construcción social de una dictadura y de un dictador que sirva como “recuerdo encubridor” (souvenir-écran) de los horrores de la Violencia de los años 1950 y como estrategia para la construcción de la desmemoria de lo sucedido.

2 La única excepción la constituye el Movimiento 19 de abril (M-19) que tiene su motivación inicial en las elecciones de 1970 en las que Rojas Pinilla obtuvo una elevada votación y, probablemente, el triunfo. En este sentido se trata de una reacción contra el Frente Nacional, que impedía la llegada al poder de fuerzas distintas a los partidos Liberal y Conservador. Además, buena parte de los fundadores de este movimiento provenían de un sector vinculado con Rojas llamado la ANAPO Socialista.

3 Para los no iniciados: la Violencia (escrita con mayúscula) es el nombre que se le da en la vida política colombiana al periodo (de límites inciertos) comprendido entre 1946 y 1965, en el que se produce un enfrentamiento sangriento entre los partidos Liberal y Conservador, con un resultado de más de 200,000 muertos.

4 A lo largo de este trabajo utilizaremos la expresión Gran Prensa como sustantivo propio para dar cuenta del conjunto de periódicos nacionales que tienen en ese momento una enorme influencia en la opinión tanto en la capital (El Tiempo, El Espectador, El Siglo, La República) como en la provincia (El País, El Colombiano, La Patria, entre muchos otros). Los periódicos regionales servían de caja de resonancia a las directrices de los periódicos nacionales.

5 Como se demostrará más adelante en este trabajo, la participación de Rojas Pinilla en la Violencia presenta varios aspectos, algunos de ellos contradictorios: su participación en la represión del 9 de abril en la ciudad de Cali; su ausencia del país durante buena parte del gobierno de Laureano Gómez; los nexos con El Cóndor jefe de los “pájaros” de la violencia política del Valle del Cauca; la promoción de una amnistía a los alzados en armas en el momento de su llegada al poder en 1953 que, a pesar de algunos detalles discutibles, logra el apaciguamiento de la violencia en una porción importante del territorio nacional; y posteriormente, en contraposición con la conducta anterior expresada en la amnistía, el ataque frontal con toda la fuerza del Estado contra algunas poblaciones de Sumapaz, en una de las mayores agresiones estatales de que se tenga noticia en la historia del conflicto en Colombia.

6 Bourricaud, François. Dictadura, dictablanda, et la question de l’hégémonie en Amérique du Sud. París, Association française de science politique.

7 Esto es lo que se conoce en psicoanálisis como “recuerdo encubridor”. Se trata, como su nombre lo dice, de un recuerdo menos importante y significativo que, por el proceso de desplazamiento, encubre otro recuerdo más importante y significativo y lo excluye, como resultado de la represión. Ver Freud, Sigmund. “Los recuerdos encubridores”. En: Obras completas, Buenos Aires, Amorrortu Editores, tomo III, pp. 297-315.

8 Pécaut, Daniel. “Desdibujamiento de la oposición ‘amigo enemigo’ y ‘banalización’ de las prácticas atroces. A propósito de los fenómenos recientes de violencia en Colombia”. En: La experiencia de la violencia: Los desafíos del relato y la memoria. Medellín, Hombre Nuevo Editores, 2013, p. 149.

9 La “memoria literal” hace referencia a la manera como un recuerdo se conserva en su estado bruto sin ningún tipo de elaboración, que vaya más allá de la experiencia inmediata y de la singularidad del hecho recordado. La “memoria ejemplar”, por el contrario, es el resultado de la elaboración simbólica del recuerdo, que se lleva a cabo con base en la inclusión de un acontecimiento en un contexto, en una generalización y una secuencia que permita compararlo con otros acontecimientos similares y, sobre todo, atenuar sus efectos dramáticos. La elaboración del duelo, de acuerdo con la descripción freudiana, podría ser descrita como el paso de una “memoria literal” a una “memoria ejemplar”. La idea que queremos sustentar aquí es que en el caso de la dictadura de Rojas Pinilla estamos frente a una forma de recuerdo que toma la apariencia (sólo la apariencia) de una “memoria ejemplar”. Todorov, Tzevetan. Les abus de la mémoire. París, Arlea poche, 1998.

10El Tiempo, Editorial del 10 de mayo de 2007.

11 Citado por Bejarano, Ana María. Democracias precarias. Trayectorias políticas divergentes en Colombia y Venezuela. Bogotá, Universidad de los Andes, 2011, p. 26.

12 Rouquié, Alain. “À l’ombre des dictatures. La démocratie en Amérique Latine. París, Albin Michel, Cap. 2: La citoyenneté dans un continent autoritaire”, pp. 49-112.

13 Szulc, Tad. Twilight of the Tyrants. USA, 1959, pp. 3-6. Este libro constituye una excelente expresión de lo que era en ese momento la opinión política generalizada con respecto a la terminación de las dictaduras y la instauración de la democracia. Más que una fuente secundaria puede tomarse como un documento de la época y, por consiguiente, como una fuente primaria.

14Ibíd., pp. 3-22.

15 “Actuando con base en instrucciones del Departamento de Estado o interpretándolas de manera muy estrecha, los embajadores americanos en las capitales de las dictaduras mantenían contactos cordiales con los tiranos locales, en muchos casos considerablemente más cordiales de lo que se requiere en el manejo de unas relaciones diplomáticas convencionales”. Es así como al general Manuel Odría del Perú se le otorga en 1953 la Legión del Mérito en el rango de Comendador y a Marcos Pérez Jiménez una condecoración similar en 1954. Ibíd., pp. 9-13 (traducción propia). A estos ejemplos habría que agregar el apoyo irrestricto que los Estados Unidos dieron a Batista en Cuba, antes de la Revolución.

16 Romero, Luis Alberto. Breve historia contemporánea de la Argentina. Argentina, Fondo de cultura económica, 2000, pp. 129-229.

17 Fausto, Boris. História do Brasil. Sao Paulo, Edusp, 2004, Cap. 8: O período democrático, pp. 395-462.

18 Skidmore Thomas, E. y Smith Peter, H. Historia contemporánea de América Latina. Barcelona, Crítica, Grijalbo Mondadori, 1996, Cap. 6: Perú: soldados, oligarcas e indios, pp. 204-241.

19 Szulc, Op. cit., pp. 249-304.

20 Allan, Angel. “Regímenes dictatoriales desde 1930”. En: Palacios, Marco y Winberg, Gregorio. América Latina desde 1930. París, Ediciones Unesco, Editorial Trotta, 2008, pp. 353-370; y Braun, Herbert. “Populismos latinoamericanos”. En: Palacios y Winberg, Op. cit., pp. 371-394. Bethell, Leslie (ed.). Historia de América Latina. Barcelona, Crítica, Grijalbo Mondadori, 1997, Cap. 5: “Los militares en la política latinoamericana desde 1930”, pp. 281-341.

21 Arizmendi Posada, Ignacio. “Presidentes de Colombia 1810-1990”. En: Tirado Mejía, Álvaro. Nueva Historia de Colombia. Bogotá, Editorial Planeta, 1989, pp. 67-68, 97-100 y 187-194.

22 Palacios, Marco. De populistas, mandarines y violencias. Luchas por el poder. Bogotá, Editorial Planeta, 2001, p. 52.

23 Belisario Betancur, uno de los principales opositores al gobierno de Rojas Pinilla, en reciente entrevista con motivo del cumplimiento de sus 90 años, recuerda la época de la manera siguiente: “Como yo era buen parlamentario acabé en la Constituyente que él había convocado (se refiere a Laureano Gómez). Cuando lo tumbaron, ésta siguió en pie, pero ya bajo la batuta del general Rojas Pinilla. El día de la instalación de la Constituyente tuve la audacia de presentar una proposición afirmando que el presidente constitucional era Laureano Gómez. Pedí una votación inmediata y hubo tal algarabía que yo la di por aprobada. Por esto me arrestaron y acabé en la comisaría. Esa fue una de las 14 veces que acabé en la cárcel durante el gobierno del general Rojas Pinilla. En la última me torturaron”.